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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
La música fluía en el ambiente como una sustancia gaseosa, un alucinógeno auditivo que pronto tuvo a toda la clientela del Salón del Té Honimusha —y a muchos empleados, los que estaban lo bastante cerca como para escuchar— embelesados, sumidos en sus propias fantasías. Era como si el sólo tañido de aquel Shamisen pudiera llevar al éxtasis a la mente humana. La melodía iba variando; tranquila, primero. Más rápida y frenética después, el maestro Hei presionando con habilidad las cuerdas del instrumento. Y más relajada después, como si músico y Shamisen se hubieran cansado después de dar un sprint.

Sin embargo, había dos personas que no estaban disfrutando del espectáculo. En absoluto.

El primero era Ishigami Takuya, el contable, que no paraba de sudar mientras escudriñaba la entrada con mirada nerviosa. Parecía totalmente ajeno al espectáculo, como si sus oídos fuesen inmunes a la música de Rokuro Hei. El segundo hizo acto de presencia entrando por la discreta puerta que había en uno de los laterales del salón, justo detrás de la mesa que ocupaban los gennin. Un hombre bajito y delgado, de facciones afiladas, nariz aguileña y dientes grandes. Sus facciones y su mirada, oscura y maliciosa, recordaban a un roedor.

El tipo se acercó tranquilamente a la mesa donde estaban los gennin, todos sumidos en su éxtasis musical, y ni corto ni perezoso agarró a Takuya del pelo, tirando de su cabeza hacia atrás. En su otra mano brilló un destello plateado, y la hoja de un tantō sumamente afilado rajó sin dificultad la garganta del contable. El señor Ishigami emitió un gemido sordo de agonía, casi un gorgojeo, antes de morir. Quedó inerte sobre el asiento, con el gaznate abierto rociando de sangre a los jóvenes que le acompañaban. El asesino, por su parte, se dió media vuelta y se apresuró a huir por la misma puerta por la que había entrado.

Akame fue el primero en darse cuenta —pues estaba sentado junto al señor Ishigami—, pero Aiko y Datsue no tardaron mucho más. El cadáver del contable se había desplomado en el suelo tras bañar con su sangre la mesa y los ropajes de ambos Uchiha.

¿¡Pero qué demonios...!? —exclamó Akame, de repente, cuando fue consciente del asesinato que acababa de cometerse.

Su blasfemia alertó a los clientes de las mesas cercanas, y pronto varias personas empezaron también a gritar, tratando de hacerse oír por encima de aquella melodía hechizante.

¡Datsue-kun, el asesino!

El hombre con cara de rata, advirtiendo la atención que había atraído, abrió la puerta trasera y desapareció tras ella.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#17
Y entonces, el éxtasis…

… un chorro de salsa de tomate que le salpicó de arriba abajo como si fuese un espagueti al que le faltase condimento. Solo que aquello no era ningún tipo de salsa ni él un tipo de comida. Se quedó con la boca abierta, los ojos aún más abiertos y sin saber qué hacer ni qué decir. No era que no hubiese procesado que de lo que estaba manchado era de sangre y lo que tenía frente a él era un muerto, simplemente su cuerpo y su mente no sabían cómo reaccionar ante algo así.

Por mucho que le hubiesen preparado en la Academia.

¡Datsue-kun, el asesino!

La voz de Akame, clara como un trueno en la quietud más absoluta, le hizo reaccionar. Los ojos de Datsue centellearon hacia el hombre-rata, con cara sospechosa y un tantō que goteaba un líquido carmesí todavía más sospechoso. Pero sépase una cosa de Uchiha Datsue: no es de los que se lanzan de cabeza hacia el peligro. En su lugar, sugiere a otros que lo hagan por él, mientras se queda en una situación cómoda y segura contemplando los distintos acontecimientos.

Así que, sin alternativas posibles, hizo lo que todo general de bien debía hacer en una situación como aquella:

¡A-aiko-chan, el asesino!
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#18
El espléndido músico acariciaba a su amada mientras que ésta —azabache— escupía nota tras nota una sinfonía que claramente era capaz de embelesar hasta el más triste antro. Con subidas y bajadas de velocidad, así como cambios de tono entre graves y agudos, la chica se vio sumida en un leve trance digno del mejor de sus sueños. No podía apreciar otra cosa que no fuese la música, ahora mismo ni tan siquiera el de la cabellera oscura llamaba su atención. Nada, salvo la melodía, era capaz de llamar su total y completa atención. Fuese como fuese, sus ojos no querían apartarse de Hei, o de su magnífico Shamisen.

Pero lo bueno, siempre es efímero.

Un grito mudo cortó el aliento de la persona que posiblemente estaba mas nerviosa de todo el local —Ishigami Takuya— el cuál no pudo tan siquiera avisar a base de golpes... no pudo hacer nada, salvo desistir ante una cruda muerte. Sus orbes salieron de las cuencas, del mismo esfuerzo o susto, y su cuerpo palideció al instante. La sangre, dado ese hecho, resaltó aún mas de lo que debiere. Obviamente, manchando a los mas cercanos, e incluso a la chica.

La manga del kimono blanco se tiño de color carmesí al instante, debido a un borbotón de sangre. Ésto, además del grito de Akame, alarmaron a la chica. La pelirroja, drásticamente dedicó una mirada al primero en gritar, un acto reflejo. Pero, en su mismo vistazo pudo claramente diferenciar dónde estaba el hecho que le había causado gritar. El contable —agarrado por un tipo con cara de rata— había sido asesinado.

«¡Ostras...!»

Lejos de ser una agradable sorpresa, éste tipo se acababa de cargar a un hombre frente a una ingente cantidad de testigos, y de paso se había cargado la actuación del renombrado Rokuro Hei. Sin pensarlo dos veces, retiró un poco la silla de la mesa. Su rostro no reflejaba miedo, mas bien reflejaba enfado.

«El muy hijo de fruta ha mandado a paseo todo...»

Ante el estímulo, Akame llamó la atención de Datsue, inquiriendo que éste hiciese algo en contra del asesino. Pero, por contra, éste no parecía menos paralizado por el shock del momento. En un ávido intento de reaccionar, lo primero que le vino a la cabeza fue apelar al siguiente mas cercano —Aiko— tan buenamente como pudo, pues la voz le fallaba.

La chica, extrañada, pues no llevaba ninguna marca que la reflejase como kunoichi, llevó su mirada hacia el que la había nombrado. En su gesto se reflejó su pensamiento, acompañado de una mueca de duda. —¡Coño! ¡Que sois vosotros los hombres! ¡Reaccionad!

No tenía porqué ocultar su estatus de kunoichi, pero, no iba a ser la única en pringarse del asunto, literalmente. Llamó la atención de Datsue y Akame, en pos de que hiciesen algo. Lejos de quedarse de brazos cruzados, la chica se levantó, y se apresuró en seguir el itinerario que había creado el asesino. Un reguero de sangre delataba su huida, un rastro de sangre producido por ese afilado metal con el que bien había segado la vida del pobre contable.

¡Atrapen al asesino! —bramó por el camino.

Lamentablemente, sus ropas y calzado no era lo mas propicio para la persecución, pero una vez fuera tendría sin duda mejor capacidad de movimiento.
[Imagen: 2UsPzKd.gif]
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#19
La acción se sucedió con rapidez mientras la mística melodía de Hei todavía llenaba el salón. Akame avisó a Datsue, que avisó a Aiko, que los maldijo a ambos y luego se levantó para perseguir al asesino. Sus gritos terminaron de alarmar a los clientes de las mesas de alrededor, que se levantaron, horrorizados ante la visión del cadáver empapado de sangre de Ishigami Takuya.

¡Maldita sea! —exclamó el Uchiha.

No era su lucha, nadie iba a pagarle por atrapar al asesino. Estaba en un lugar en el que se suponía que no podía estar, y encima no tenía ningún tipo de información sobre el hombre rata. ¿Y si había más criminales esperándole fuera? ¿Y si se metía en la boca del lobo? «¡Arg! ¡Por todos los demonios de Yomi, yo sólo quería escuchar al maestro Rokuro!». Con un bufido de resignación, el Uchiha se levantó y salió corriendo tras Aiko.




Los muchachos atravesaron la discreta puerta trasera y salieron a la cálida noche yamiriense. Se encontraron en el típico callejón de ciudad, oscuro y estrecho. A mano izquierda, en sentido contrario a donde se encontraba la entrada principal del salón de té, distinguieron la figura del hombre-rata escabulléndose entre las sombras.

¡Allí! —exclamó Akame, y acto seguido echó a correr en esa misma dirección.

Ignoraba si Aiko le seguía, pero él ya había tomado la decisión de cazar al Degollacontables. Sus pasos, veloces, resonaron en la estrecha callejuela. El asesino dobló una esquina a mano izquierda, y Akame se apostó tras ella, con la espalda pegada al muro. Luego asomó tímidamente la cabeza, lo justo para echar un vistazo a la callejuela tras la esquina.

¡CHAS!

El silbido inconfundible de una flecha que pasó rozándole la oreja para acabar perdiéndose en algún punto al fondo de la calle.

¡Puta madre! —el Uchiha se retiró tan rápido como pudo, volviendo a su posición inicial, con la espalda pegada al muro de la esquina—. Hay un tirador apostado tras esta esquina.




Mientras el caos iba esparciéndose poco a poco por el Salón del Té Honimusha, la música de Hei no paraba. Era como si los artistas, especialmente el maestro, estuviesen sumidos en un trance del que fuera difícil sacarlos. Datsue, desde su asiento y con la ropa empapada de sangre, fue entonces testigo de algo que pocos creerían después...

El cadáver de Takuya empezó a convulsionar, ligeramente al principio, con furia después. El contable se irguió en su cojín, con la garganta todavía abierta derramando sangre y los ojos vueltos, inertes. De sus labios escapó un quejido lastimero, casi un susurro, que sólo el joven Uchiha fue capaz de escuchar.

Nezumi...

Entre tambaleos el hombre se puso en pie, con la cabeza hacia atrás y las ropas empapadas de sangre.

Aquello fue el detonante. La música paró, gritos y chillidos inundaron el ambiente y los clientes del Salón del Té de Honimusha montaron en pánico. Los que estaban sentados alrededor de la mesa de Datsue echaron a correr hacia la salida como pollos sin cabeza, en mitad de horrorizados chillidos. El tumulto general arroyó con mesas, cojines, platos, vasos y hasta con los empleados del local.

Cuando la muchedumbre llegó hasta la entrada, los porteros —atónitos— se apartaron con rapidez para dejar pasar a la aterrorizada multitud. Alguien tropezó en las escaleras, cayó, y otras pocas personas le pasaron por encima. Hubo más gritos, maldiciones y hasta un apuñalamiento.

Era el caos total. Los músicos también intentaron huir, abandonando el escenario. El señor Ishigami —dejando un reguero de sangre que fluía desde su gaznate rajado— caminó hacia la salida dando tumbos y luego se desplomó de nuevo, en el suelo, para quedar completamente inerte.
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#20
¡Coño! ¡Que sois vosotros los hombres! ¡Reaccionad!

«Ah, no. Eso sí que no se lo voy a permitir, señorita, por muy guapa que me parezca usted. No le consiento que me tome por un retrógrado machista rancio de los tiempos de Rikudo. Yo fui el primero en luchar por los derechos de la mujer, ¡y aquí somos iguales para lo bueno y para lo malo!»

Lástima que la muchacha se fuese antes de poder dejarle las cosas bien claritas. Pero ya tendría ocasión en otro momento, si tenía suerte. Por ahora, tenía cosas más importantes de las que preocuparse…

¡Atrapen al asesino! —Era Akame, que inspirado por la gallardía demostrada por una damisela como Aiko, se había decidido finalmente por lanzarse de cabeza al peligro. Como buen shinobi que era.

No supo por qué, pero aquello le emocionó. Jamás había visto tanta valentía reunida en tan pocos metros cuadrados.

¡Qué demonios! —exclamó, dejándose contagiar. Una extraña sensación de camaradería y patriotismo impropio en él se apoderó de su cuerpo, poniéndole los pelos de punta—. ¡Qué demonios, pues claro que sí! —rugió, y su voz sonó como una trompeta de guerra que anuncia el comienzo de la batalla final. Alzó un puño, eufórico, como decían hacían los samuráis montados a caballo antes de una carga—. ¡Adelante, Akame! ¡Ya es tuyo! ¡Yo te cubro las espaldas! —chilló, desgañitándose— ¡Que me aspen si dejo que te alcancen! ¡Confía en mí!

Pasado el momento, emitió un suspiro de satisfacción y orgullo, súbitamente realizado consigo mismo. Aquello era lo que los sabios de guerra llamaban un auténtico discurso de líder nato, capaz de subirles la moral a hombres derrotados en cuerpo y alma y dar la vuelta a una situación perdida. Además, alguien se tenía que quedar con el muerto, no fuese a ser que se fuese a algún lado, y ya que Akame no le había permitido ir él mismo a por el asesino… no quedaba otra opción que quedarse él, para su más absoluta desgracia.

Je, esa sí que es buena. Como si un muerto fuese a irse por sí solo a… ¡HOSTIA PUTA!

Todavía no habían inventado mejor expresión en Oonindo para describir lo que Datsue estaba viendo en aquellos momentos. El muerto se había incorporado en el cojín, como si aquello de morir por un simple tajo en la garganta no fuese con su estilo. O quizá porque había vislumbrado el Yomi y no le habían gustado las estancias, tan acostumbrado a su vida pudiente.

Al Uchiha le pareció distinguir una palabra en su quejido lastimero, mientras volaba, literalmente, sobre la mesa más cercana. Cogió una botella de cristal y le apuntó a la cara, amenazador. Todo lo amenazador que un crío a punto de cagarse encima de los pantalones podría resultar, en cualquier caso.

El cadáver, indiferente, caminó hacia la salida, como si pensase que el motivo por el que la gente huía fuese otro distinto a él.

¡Crash! La botella de cristal haciéndose añicos al caer contra el suelo. Datsue, con las manos en la cabeza, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Al final, cuando el muerto finalmente se desplomó, tan solo alcanzó a farfullar una vez más:

Hostia puta…
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#21
Con falda y a lo loco, aunque no estrictamente en el sentido de la frase, la chica salió en persecución del asesino. Obviamente, no sin antes dar el toque de atención al par de chicos de su mesa. Corrió hasta atravesar el umbral de la puerta, quedando ciega por un instante a causa del contraste de luces. Paró por un instante, momento en que uno de los chicos que se hallaba sentado en su mesa aprovechó para tomar la vanguardia.

"¡Allí!" exclamó, y sin intención a ceder el puesto, continuó su carrera en pos de atrapar al maldito cabrón que bien les había impedido escuchar con tranquilidad y mesura a ese gran artista —Rokuro Hei— y su magnífico artilugio azabache. En su rápida e intrépida carrera, fue a tomar una curva, pero retrocedió de manera brusca. Sin pensarlo dos veces, tomó cobertura en la esquina hacia el callejón.

¡CHAS!

De pronto, un proyectil impactó contra la pared.

El chico había reaccionado realmente rápido, una cosa sobresaliente para un civil normal, mucho mas para uno adinerado. ¿Shinobi? La verdad, no parecía otra cosa a causa de esa reacción. Se quejó, blasfemando, e instintivamente informó a su actual compañera de la situación; un tirador apostado tras la esquina del callejón.

«Qué suerte la mía... en un entorno así yo estoy en clara ventaja.»

Posó la mano diestra sobre el hombro mas cercano del chico, y le miró a los ojos mientras su cuerpo se iba deshaciendo en una gran masa de papeles. —Voy a tomar su retaguardia, si el tirador deja su escondite, lo perseguiré... si no mes ves en 30 segundos, tan solo sigue a las mariposas blancas.

Sin mas, la chica se descompuso por completo en hojas de papel. Éstas, rápidamente fueron tomando la forma de aviones de papel, que rápidos como su homogéneo real, buscaron altura y tras ello descenderían en picado contra el agresor desde las alturas. Obviamente, si había un segundo tarado armado, detendría al del arco o ballesta primero, en pos de poder perseguir al asesino. Fuese una u otra, si tenía la opción, y gracias a su velocidad, un picado tomando su forma humana e hincando la rodilla en el cráneo de su oponente sería la opción mas viable.

Entre tanto, con el chico quedaron un par de mariposas de papel, que revoloteaban en un gracioso circulo imaginario, manteniendo el vuelo a apenas unos centímetros del chico. Sus guías, blancas y valientes.


En principio no he puesto detalles de técnicas y gastos, si es necesario edito.

Lengua
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#22
El Salón del Té Honimusha, conocido por ser un sitio de exquisito gusto y aceptable etiqueta, se había convertido en un caos. Los músicos trataron de huir tan pronto el señor Ishigami —o su cadáver— se levantó de la mesa al más puro estilo muerto viviente de las novelas de terror. La estampida que se produjo dejó a Datsue en mitad de una multitud que trataba de huir de aquel sitio lo antes posible. Un hombre pasó junto a él, golpeándole en el hombro y haciéndole perder el equilibrio... Y el Henge. El muchachito joven y de mirada astuta quedó revelado.

Muchacho, no sé cómo demonios has entrado aquí, ¡pero te aconsejo que te largues cuanto antes!

El consejo provenía de una de los empleadas del local, una chica muy joven y maquillada que debía ser una de las meseras. En efecto, los altercados que se habían producido a raíz de la caótica estampida habían dejado un charco de sangre en la entrada; sobre él, uno de los músicos acompañantes de Rokuro Hei yacía inerte con una herida en el costado, a la altura de los pulmones.

La guardia no tardaría en llegar.




Akame observó, atónito, cómo la chica del kimono se deshacía en un enjambre de papelitos blancos. «Por todos los demonios de Yomi... ¡Es una kunoichi!». No quedó duda de ello, pues con su Sharingan Akame fue capaz de ver el chakra que impregnaba aquellos papeles.

Nada más Aiko cruzó la esquina, otra flecha silbó el aire, pasando entre medio de los papeles. Quien quiera que fuese no quedaba ajeno a las artes ninja. Tras la oscuridad del callejón, el tirador se colgó el arco a la espalda, entrelazó las manos en una serie de sellos y luego las estiró hacia delante, como si quisiera empujar el aire mismo.

¡Fuuton! ¡Daitoppa!

A comando del hombre, el aire se revolvió con gran violencia y arrampló con Aiko, tirándola al suelo con fuerza.

¡Aiko-san! —exclamó Akame, que había oído lo sucedido tras la esquina.

El Uchiha se asomó otra vez, con cautela, y al no recibir flecha de aviso, dobló la esquina y corrió hacia donde se encontraba la pelirroja. Quien quiera que fuese se había ido ya junto con el hombre con cara de roedor.

Un shinobi... —murmuró Akame—. No ha podido ser el hombre rata, su chakra era el de un civil. Pero esa técnica... Está claro que había un ninja ayudándole.
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#23
Tan pronto como la pelirroja se había decidido a dar el frente, sin temor alguno, su adversario no dudó en acudir al arte del ninjutsu —como bien hacían en su contra— y lanzó una bocanada de aire que arrasó con el torrente de papeles. La chica apenas tuvo tiempo de reacción, menos de escape. Se vio sumida en la corriente de aire, y terminó revoleada hasta que su cuerpo topó con la pared.

¡Tsk! —chasqueó la lengua, en vez de quejarse del golpe.

En si estaba mas enfadada que dolorida, se trataba de una técnica ninja lo que la había hecho perder la iniciativa, y por tanto se enfrentaba a alguien entrenado en el arte del asesinato. ¿Estaría interrumpiendo en algún tipo de misión? La verdad, lo mirase como lo mirase, la situación era de lo mas surrealista... ¿debía dejarlo escapar?

Cerró el puño, e hincó la rodilla en pos de ponerse de nuevo en movimiento. «¡...Y una mierda!»

En breve, el chico que había decidido ayudarla se acercó, y resaltó el detalle que bien circundaba la mente de la kunoichi. Eso si, no quedó conforme solo con informar de eso, añadió que no había sido el chico con cara de rata, pues su chakra era el de una persona civil. Ahora, ahora si, había llamado bastante la atención de la pelirroja.

«¿Que tenía el chakra de un civil? ¿Cómo diablos iba a saber él qué clase de chakra tiene el hombre rata?»

Al mirarlo a los ojos, un detalle también marcó la diferencia. Sus orbes se había vuelto rojos como la lava de un volcán, cosa que antes no era así. Pero, ahora tenía otras cosas en enfilada, debían capturar al tipo rata. Se puso al fin de pie, y alzó una mano al cielo.

De acuerdo... 2 objetivos entonces. —masculló entre dientes. —Voy a soltar una cuantas mariposas para que sean nuestros ojos, aunque tenga el apoyo de un shinobi, no podrán esconderse por mucho tiempo.

Tal y como había anunciado al chico, de su brazo se desprendió un total de 6 papeles, que rápidamente echaron a volar en un completo silencio. De sus pies, otras 10 mariposas, que también volaron en otra dirección, y de su cuerpo otras 4. Un total de 20 mariposas comenzaron a volar en todas direcciones, buscando como sigilosas rapaces a las presas que Aiko tenía en mente. Entre tanto, la kunoichi comenzó a desplazarse levitando por el pasillo que había huido su oponente.

Vayamos con cuidado, estoy explorando todo el perímetro, pero si quiero quedarme aquí para avisarte soy un poco vulnerable. En cuanto los localice, te avisaré y podremos darle caza.
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#24
Cuando se quiso dar cuenta se encontraba en medio de una estampida, en un auténtico caos del que ni siquiera el mejor sharingan del mundo hubiese sido capaz de adivinar de dónde provendría el siguiente codazo, empujón o placaje. Como un pequeño insecto en medio de una manada de búfalos en desbandada, el Uchiha trató de, al menos, mantenerse en pie.

Pero no le fue posible.

Un hombro chocó contra el suyo, y lo siguiente que se encontró fue contra el duro suelo contra su rostro. Se hizo un pequeño chichón en un lateral de la frente, mientras gateaba como un bebé por el suelo, tratando de evadir la maraña de piernas frenéticas que le rodeaban y golpeaban, incapaz de levantarse.

Unos pies, sin embargo, se detuvieron momentáneamente frente a él. Alzó la vista: una muchacha bien arreglada le estaba mirando.

Muchacho, no sé cómo demonios has entrado aquí, ¡pero te aconsejo que te largues cuanto antes!

No le hizo falta ver sus ropas para saber que se le había deshecho el Henge. Con el local casi ya vacío, logró levantarse, mientras identificaba a uno de los ayudantes de Rokuro Hei tumbado en el suelo, entre un charco de sangre.

Hostia puta… —repitió, por enésima vez. Si los guardias entraban en aquel momento, el Uchiha iba a tener que explicar muchas cosas… Seguramente demasiadas. Su instinto le decía a gritos que corriese, y no esperó a escuchar qué le decía su lógica.

Saltó por entre las sillas y mesas rotas, tiradas por el suelo, y se precipitó por la puerta trasera. La puerta por la que Akame y la joven muchacha habían salido. Con el corazón en un puño, decidió girar a la izquierda, en dirección opuesta a la entrada de la taberna. Cuánto más lejos estuviese de todo aquel problemático follón, mucho mejor.

Joder, Akame… ¿Dónde te has metido? —Casi se arrepentía por no haber salido disparado contra el asesino, en vez de quedarse rezagado y solo…

Casi.
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#25
«¿En serio es capaz de hacer eso? ¡Menuda técnica!» pensó, anonadado, el Uchiha. Si de verdad Aiko era capaz de rastrear a dos objetivos en mitad de la noche con la eficiencia prometida, se trataba sin duda de una kunoichi muy habilidosa. El Uchiha, por su parte, se limitó a seguirla por el callejón. Caminaba despacio, con cuidado e intentando no hacer ruido, con la espalda pegada a la pared y la mano diestra sobre la empuñadura del Lamento de Hazama.

¿Seguro que podrás encontrarlos? —susurró el joven gennin.

No pasó mucho tiempo hasta que una de las bandas de mariposas de Aiko le reportase información. Había alguien en el callejón, detrás de ellos, por el que el hombre con cara de rata había escapado y ellos le habían perseguido.

Akame escuchó pasos sin necesidad de que la kunoichi de Ame se lo dijese; quien quiera que fuese, no se estaba esforzando en ser sigiloso. Con una mirada decidida se dio media vuelta, sin despegar la espalda de la pared, y avanzó con cuidado hasta colocarse justo antes de la esquina.

«Uno, dos, tres... ¡Ahora!».

Se abalanzó contra el individuo que corría en la oscuridad, espada en mano, y lo tiró de espaldas. Buscó colocarle el acero en todo el gañote, amenazador, dispuesto a rajarle la garganta si movía un sólo dedo.

Ya te tengo, maldit... —masculló el Uchiha entre dientes justo antes de reconocer al otro—. ¿¡Datsue-kun!?
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#26
La chica, centrada en encontrar a los objetivos —obviamente en la vanguardia— casi que dejó de lado la retaguardia, lugar por donde unos pasos se hicieron mas que audibles en mitad del silencio que trataban de cubrir los chicos. A duras penas las mariposas pudieron ver al susodicho, cuando su compañero se adelantó en pos de lo que ella había solicitado antes, cubrirla mientras buscaba al otro par.

En un abrir y cerrar de ojos, Akame se abalanzó sobre la víctima, derribandola y... ¿Datsue?

Así era, el guapo y cobarde chico había decidido al fin salir de la madriguera. Pero, ésto no distrajo a la chica en pos de continuar con su trabajo, localizar al asesino. Decidida, deshizo su cuerpo hasta la cintura, convirtiendo el resto de papeles en mas mariposas. La mayor parte de su cuerpo se encontraba desvanecido, convertido en un sinfín de papeles que habían tomado forma de mariposas, y exploraban en completo sigilo buscando a la presa.

Voy a enviar unas cuantas mas... —aclaró la chica.

Un nuevo enjambre de 20, que se dividió en dos, y que tras un rato de vuelo volvería a dividirse en dos. El número de mariposas ascendía, y por ende el perímetro que podía abarcar buscando a sus presas. Ahora, solo era cuestión de tiempo, y que éstos chicos sirviesen de protección a su cuerpo mientras los guiaba hasta el tipo rata y el shinobi.

Haré que las mariposas se dispersen por toda la ciudad, estaos atentos para cuando os avise.

Entre tanto, su cuerpo continuó deslizándose por el aire, continuando por el camino que habían dejado a medias.
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#27
A medida que iba adentrándose en el callejón, más dudas asolaban su mente. ¿Habría atrapado Akame al asesino? ¿O en cambio habría sido él quién había sido…?

¡Plac! El Uchiha no tuvo tiempo ni a emitir un chillido de angustia. Cuando procesó todo lo que había pasado, se encontraba ya en el suelo, con el mortal tacto del filo de una katana en su gaznate. No le darían ni tiempo a suplicar por su vida. Todo se había acabado. Todo…

¿¡Datsue-kun!?

Todo el repentino miedo que acababa de sentir se transformó de pronto en pura rabia. ¡El muy cabrón casi le había matado del susto!

¡El mismo! —rugió, empujándole para que se le quitase de encima. Todavía sentía el corazón a punto de salírsele por la boca—. Atacar a un compañero a traición… —se quejó, mientras se levantaba y se sacudía el polvo—. No me lo esperaba de ti, Akame, no me lo esperaba de… ¡HOSTIA PUTA! —no recordaba ya cuantas veces había gritado aquello, pero no había tenido más remedio que repetirlo por enésima vez. Aiko se encontraba frente a él, partida, literalmente, por la mitad. Su cintura se estaba descomponiendo en decenas de mariposas, y ni rastro había ya de sus piernas.

Voy a enviar unas cuantas mas... —dijo la chica, con toda la naturalidad del mundo.

Unas cuántas… —El Uchiha seguía sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Ojos, por cierto, que parecían a punto de salírsele de las órbitas—. C-claro, claro. Lo típico, vaya. A-adelante.

Entonces, un nuevo enjambre de mariposas pareció dividirse en dos, tomando direcciones opuestas. Era como si… Como si aquella chica pudiese controlarlas. Una kunoichi, sin duda. Con el ninjutsu más extraño que Datsue había visto en su vida.

Haré que las mariposas se dispersen por toda la ciudad, estaos atentos para cuando os avise.

Por supuesto —afirmó Datsue, tratando de conferir a su voz una seguridad de la que ni por asomo tenía. Entonces se acercó a Akame, y en voz muy baja, para que solo él pudiese oírle, susurró—. Está… buscando al asesino, ¿no?
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#28
A punto estaba de ponerse en pie cuando el empujón de Datsue lo tiró de espaldas. Akame trató de recuperar el equilibrio, pero acabó cayendo de culo contra los duros adoquines de la calzada. Mientras su compañero se levantaba, porfiando, el mayor de los Uchiha se limitó a disculparse con una inclinación de cabeza bastante escueta. Luego se incorporó, enfundando su espada con un característico y satisfactorio clic.

Mientras, Aiko seguía sacrificando su esbelta figura en pos de crear más de aquellas mariposas. Por lo que podía deducirse de sus palabras, era capaz de controlar a aquellas emisarias de algún modo, y confiaba en que le revelasen la posición de los criminales huídos. Sintió a Datsue acercándose y se volteó para mirarle.

Están impregnadas de su chakra, así que... Supongo que sí. Está claro que puede ejercer algún tipo de control sobre ellas, y parece muy segura de que nos darán la ubicación de los objetivos.

«Si de verdad es capaz de hacer eso, es toda una proeza. Debe ser una kunoichi de alto rango, quizás una jounin. ¡Y pensar que hasta hace un rato Datsue-kun estaba intentando ligar con ella! ¡Já!».

Pasaron unos minutos, que a Akame se le antojaron eternos, pero las mariposas de Aiko no lograban encontrar al hombre con cara de rata y su compañero ninja. El mayor de los Uchiha ya empezaba a impacientarse; esperaba con la espalda apoyada en la pared del callejón, la mano derecha sobre la empuñadura de Hazama no Goukyuu y el dedo índice dando rítmicos golpecitos al son de una melodía que sólo era audible en su cabeza.

¿Qué, pican? —preguntó, visiblemente menos emocionado que al principio con la técnica de aquella mujer.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#29
Datsue, riñó notablemente a su "compañero", delatando a la misma vez su situación militar. Para la chica, en se preciso momento, esa información era lo menos importante. Concentrada en su objetivo, no podía dejar de mirar por la ciudad por sus numerosos grupos de mariposas. Entre tanto, ambos se disponían a su vera. Unos murmullos entre ellos se saciaban de información acerca de la chica, pero nuevamente ésto carecía de importancia para ella. Ensimismada, no podía dejar escapar a sus presas, aunque las muy malditas lo estaban haciendo de fábula. Por mas y mas que buscaba en el silencio de la noche, sus rastreadoras personales no lograban dar caza a su presa —el hombre rata y su acompañante shinobi— así que lo único que podía hacer era proseguir la búsqueda.

Por un instante, su intensa búsqueda se vio levemente interrumpida. Akame, impaciente por continuar la aventura, preguntó a la chica si picaban —como si se tratase de una pesca— pero por desgracia la respuesta no era positiva. La chica mantuvo el silencio por un instante mas, manteniendo la tensión en el aire. Fue entonces que se le ocurrió algo, poner fin al avance de la huida de los adversarios. Sin demora, mandó algunas de éstas mariposas que había desplegado hacia los límites de la urbe, las cuales quedaron bien alzadas en el aire, vigías de la frontera.

No... aún no. —contestó al fin. —He puesto unas cuantas exploradoras para vigilar las salidas de la ciudad, para que no puedan huir. Pero... no consigo encontrarlos aún. Quizás ese shinobi ha realizado un henge, o ha realizado alguna técnica para camuflarse de alguna manera... no sé, ya debería haberlo encontrado...

Pero, lo último que perdería era la intención, la confianza. Blandió el brazo derecho, y éste desapareció en otra tempestad de mariposas. De nuevo, mas emisarias que buscarían la presa, el sustento de la caza. Éstas, las nuevas integrantes de la banda de rastreo, se elevarían mas que ninguna, buscando a los objetivos desde una buena altura. Cuales rapaces, lo único que debían buscar eran movimientos bruscos, extraños.

Solo quedaba esperar a que las exploradoras diesen con la presa.
[Imagen: 2UsPzKd.gif]
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#30
¿Impregnados de…? Oh… —un destello rojizo impregnó su mirada durante unos instantes, lo suficiente como para corroborar las palabras de Akame. En efecto, las mariposas de papel compartían el color de chakra de Aiko.

«Pero, ¿de dónde ha salido esta tía? ¡Ese ninjutsu es la leche!»

Pasados unos minutos, sin embargo, ya no le parecía para tanto. Las mariposas no parecían traer noticias nuevas, y pese a la tranquilidad que irradiaban tanto kunoichi como shinobi, Datsue se encontraba cada vez más inquieto. No paraba de cambiar el peso del cuerpo de una pierna a otra, y lanzaba miradas furtivas a cada lado del callejón.

Chicos… —dijo, una vez Akame y Aiko habían terminado de hablar. La kunoichi insistía en enviar más mariposas, pero los resultados eran, por decirlo de forma suave, inexistentes—. Han matado a otro hombre mientras vosotros estabais fuera. Un ayudante de Rokuro Hei, según me pareció ver —se rascó la nuca. Aquello no le gustaba. No le gustaba nada en absoluto—. Si la guardia sigue el rastro de sangre dejado por el asesino de Takuya… Me da que se toparán con nosotros, y tendremos que responder a más de un par de preguntas… incómodas —miró a Akame. Aiko, por lo que había comprobado, no tenía activado Henge alguno. Quizá ella había entrado legalmente, pero en lo que respectaba a los Uchihas…—. Propongo buscar una posada donde pasar la noche, y ya si eso mañana…

»Ya si eso continuamos con la investigación.
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