Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El tiempo siguió corriendo mientras la llamada Aiko se iba deshaciendo en cada vez más mariposas de papel. Akame las veía alejarse, elevándose sobre los edificios hacia el cielo nocturno, con la duda de si realmente podrían dar con los malhechores.
«Parece que, de momento, no está teniendo mucho efecto...».
Datsue estaba visiblemente más nervioso, y pronto les hizo saber el motivo. Su compañero Uchiha asintió, dándole la razón. «Lo último que necesito esta noche es verme envuelto en más problemas, suficientes nos ha dado ya la señora Tofu con esa maldita misión de rango D», se dijo Akame.
—Tienes razón, Datsue-kun —dijo el gennin, verbalizando sus pensamientos—. Por muy efectivas que sean esas mariposas de origami, Aiko-san, me temo que no tenemos toda la noche.
»Conozco un hostal cerca de aquí. Aceptable, no demasiado bonito... y barato. No nos cobrarán más de cuarenta ryos por cabeza —añadió con buen tino, sabiendo que el bolsillo era el punto débil de Datsue—. Sí, quizá mañana...
La chica no tenía en mente ni por asomo desistir en el empeño, no señor. Su objetivo, su presa, podía aprovechar la oscuridad de la noche en pos de huir de la ciudad, e incluso del país. Dejarlo escapar, aunque fuese por una noche, significaba desistir por completo de la misión que ella misma se había autoimpuesto, capturar al asesino. Sus mariposas, ligeras como una brisa de verano, seguían surcando los cielos, y peinando las calles como si su vida pendiese de ello. Por desgracia, no conseguía dar con éstos. Parecía que la misma tierra se los hubiese comido, no había ni rastro.
«¿Cómo? ¿¡Cómo es posible!?»
Su habilidad era realmente buena, y de un alcance extraordinario. Era la primera vez en su vida militante que un objetivo tan claro se escapaba de sus ojos, y de sus mariposas. Así, sin mas, ¡capum! ¡nada!
Datsue primero, y Akame después, o viceversa, insistieron en que debían abandonar el sitio. Quedarse allí no era buena idea, menos tras un asesinato. En un principio, la chica no entendió el porqué. Los tres habían sido testigos, y eran shinobis, ¿por qué no ayudar en las labores a los guardas de la urbe? Al echar el ojo hacia ello, comprendió que realmente eran bastante mas jóvenes de lo permitido, y sus ropas claramente no parecían dispuestas para entrar en ese local.
Henge.
No cabía duda, habían abusado de una técnica milenaria y secreta para entrar a una fiesta privada para mayores. Aunque, tampoco les podía condenar por ello, ella misma había hecho cosas similares en su adolescencia, o al menos eso creía... a saber, con la de años que había olvidado sin mas, difícil era saber si podía o no ser afín a ellos.
—Está bien... está bien... —escupió, algo frustrada por no haber conseguido encontrar a sus presas. —Pero me tenéis que explicar algo... ¿Por qué estabais usando el henge para estar en esa fiesta?
Pronto, una enorme banda de mariposas se arremolinó cubriendo su cuerpo por unos segundos. En apenas un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de la chica se había vuelto tangible. Sus curvas, piernas y demás volvieron a su sitio, como si siempre hubiesen estado allí.
—Venga, vamos, ya me iréis contando por el camino. —inquirió mientras avanzaba por el callejón.
Akame, gracias a los Dioses, entró en razón ante las palabras de Datsue, y no solo sugirió un hostal de lo más económico, sino que invitó a la propia Aiko a venirse con ellos. «Es cosa mía o… ¿le está tirando los trastos?» El Uchiha se quedó clavado en el sitio, pensativo. Akame era uno de esos tipos tan rectos e inflexibles que imaginárselo ligando con una chica le resultaba… perturbador.
Aiko, por su parte, aceptó de mala gana la decisión de retirarse, y preguntó por el motivo por el que habían usado el Henge. Ya habían empezado a caminar tras Akame cuando Datsue respondió:
—Pues porque… Lo cierto es que somos… pobres —reconoció a regañadientes. Su mente todavía se encontraba demasiado traumatizada por lo que acababa de ver como para inventarse ninguna mentira. Al menos no una medianamente creíble—. Aunque estamos trabajando en ello para solucionarlo. Y tú… eres kunoichi, ¿verdad? —no hacía falta ser el mayor detective del mundo para deducirlo, si bien la verdadera cuestión era: ¿a qué Villa pertenecía? A Uzu, desde luego, no. Aquella chica pasaría tan inadvertida ante sus ojos como un Kusareño en plena misión de espionaje—. Eso que haces con las mariposas… Guau, es una chulada —«No te me pongas ahora a coquetear y mantén los ojos abiertos, joder. Que el asesino puede andar por cualquier lado. Lo cual me recuerda…»
»Oye, Akame. Antes dijiste los objetivos —dijo, remarcando el plural de la palabra—. ¿Es que os topasteis con alguien más, aparte del asesino?
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El Uchiha suspiró, aliviado, cuando los dos ninjas accedieron a acompañarle. «No sé por qué, pero tenía la sensación de que sería mucho más complicado con esta chica... Un mal presentimiento injustificado, supongo», pensó. Sea como fuere, Akame trató de orientarse observando la posición del edificio del Salón del Té, la de las calles circundantes y la puerta trasera por la que habían salido. Ubicó mentalmente la entrada del lugar y la orientó correctamente. Con una precisión nada desdeñable, trazó un rumbo —más o menos— correcto hasta El último suspiro, el hostal al que se había referido y cuyo nombre se le antojaba ahora increíblemente irónico.
Sin más, desactivó su Sharingan y echó a andar hacia la posada. Deshechos los Henges, Aiko se interesó por los motivos de aquellos dos jóvenes gennin para infiltrarse en el certámen de Rokuro Hei. Akame se apresuró a contestar, pero Datsue tomó la delantera. «A ver qué historieta se inventa ahora» pensó, divertido, el mayor de los Uchiha. Sin embargo, aquella noche —quizás por haber presenciado un brutal asesinato en vivo y en directo—, el muchacho de lengua de plata parecía estar poco inventivo. Arremetió con la dura, cruda, verdad.
—En realidad fue idea mía. No podía resistirme a pasar esta noche en Yamiria y no asistir a un concierto del gran maestro Rokuro-dono. Perder la oportunidad habría sido imperdonable.
»En efecto, Datsue-kun. Y creo que no me equivoco si digo que era un ninja —añadió, mirando a Aiko. Él había visto, tan claro como ella, la técnica de Elemento Viento con la que el arquero la había golpeado.
—Así que tú tambien eres ninja, Aiko-san —dijo el Uchiha tras unos instantes—. ¿De qué Aldea? No veo que lleves bandana ninguna.
Al joven gennin no le faltaba razón. Su Henge —y el de su compañero— se había deshecho, mostrando sus ropas convencionales entre las que se incluía una bandana con placa metálica de Uzu. Pero Aiko no llevaba distintivo alguno.
La chica lanzó una pregunta que lejos de buscar herir la sensibilidad de los otros, tan solo era curiosidad, curiosidad por saber el motivo por el cuál se habían colado en un fiesta. Sin embargo, la respuesta que Datsue le lanzó en contra fue algo mas que cortante. Sin pelos en la lengua, aunque si algo dificultosa, zanjó que no poseían dinero suficiente para ese tipo de eventos, pero que buenamente estaban tratando de solucionarlo. Ésto fue corroborado por su compatriota, que no tardó en alegar que la idea había sido suya, siendo que ése último afirmaba haber ido por oír la música del famoso artista. Ahora, de buenas a primeras, el interesante era el que bien había pasado inadvertido en la reunión anterior.
«Curioso cómo cambian las tornas...»
La chica afirmó un par de veces con un gesto vertical de cabeza, confirmando entender la situación de ambos. —Entiendo... —contestó al dúo.
Fue entonces, que Datsue preguntó por si habían mas de un objetivo. Principalmente preguntó a su compañero, eso si, no pudiendo obviar la pregunta también hacia la pelirroja, buscando saber si era kunoichi. Antes de que ésta contestase, Akame se apresuró a informar al otro de que así era, había al menos un segundo objetivo, y seguramente se trataba de un shinobi. Tras ello, Akame tampoco tardó en interrogar a la chica, buscando saber porqué no llevaba símbolo alguno pese a ser kunoichi. Ciertamente, eso podía dar a entender que era una proscrita, una kunoichi que renegaba a su facción. Lejos de todo eso, la chica tan solo buscaba relajarse un rato, y disfrutar de su vida eterna.
—Si soy kunoichi, de Amegakure. —respondió —No llevo ni armas, ni bandana, ni nada salvo un poco de dinero... estaba intentando disfrutar de una velada lejos del trabajo, pero por lo que se ve... ni en el fin del mundo una se libra de su oficio. Desearía pasar del tema, emborracharme, y hacer lo que me venga en gana... pero no sería para nada moral.
Entre tanto, dejó que Akame se adelantase, puesto que conocía el lugar donde iban. —Lo de las mariposas aún no me han hecho encontrar a esos idiotas... por muy buena habilidad que sea, parece que siempre hay rivales con habilidades aún mas sorprendentes...
Evidentemente, no, no se había olvidado del comentario del otro chico.
Datsue escuchaba atento a todas y cada una de las intervenciones de sus acompañantes, mientras avanzaban por callejones estrechos y oscuros, tan lúgubres como la boca de un lobo. Sus nervios estaban a flor de piel, pero para alivio del Uchiha, el hostal que conocía Akame no estaba lejos, y pronto llegaron a su ubicación sanos y a salvo.
—Así que un ninja… —murmuró Datsue, tras confirmarle Akame el segundo objetivo. Además, Aiko acababa de corroborar que, en efecto, se trataba de una kunoichi. De Amegakure no Sato, nada menos.
Todavía estaba pensando en todo lo ocurrido cuando de pronto se detuvo frente a la puerta del hostal, con la mano en el picaporte, pero sin abrirla. Entonces se volvió hacia los ninjas.
—¿Creéis que lo sabía? —preguntó, con voz queda—. El tipo al que mataron, me refiero —y cuyo nombre ni siquiera recordaba—. ¿Creéis que sabía que lo iban a intentar asesinar? No me fijé mucho en él… —por un segundo, su mirada se desvió hacia a Aiko, la responsable de tal despiste—, pero ahora que lo pienso, el hecho de que nos invitase a sentarnos con él ya fue extraño —«Demasiada amabilidad por parte de un desconocido»—. ¿Lo haría simplemente para sentirse más seguro?
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
«Incluso aunque no lleve bandana, está claro que es una kunoichi. Nadie más podría haber hecho una técnica como esa», reflexionó Akame al escuchar la respuesta de Aiko. «Y de Amegakure, además...». El hecho de que aquella chica fuese de la Lluvia puso en todavía más tensión al Uchiha. En su experiencia con una gran plétora de ninjas de Ame, solían ser peligrosos e imprevisibles, con poco o ningún apego por la disciplina del shinobi. Gente que no convenía perder de vista.
Mientras caminaban, fue Datsue el que tomó la palabra. Akame asintió a su reflexión con un gesto quedo, discreto. Lo cierto era que tenía todo el sentido del mundo, «¿por qué si no nos habría invitado a su mesa?».
—Estaba claro que se olía algo —admitió Akame—. Además, no paraba de mirar a la entrada cada dos por tres... Lástima para él no haber tenido otro par de ojos en la nuca, tal vez así habría visto llegar al hombre con cara de rata.
—
El trío de ninjas se detuvo justo frente a un edificio de tres plantas, fachada de ladrillo blanco y tejado bermellón, muy del estilo tradicional que tanto gustaba en Yamiria. La puerta era de madera oscura, de una sola hoja, con un pequeño ventanal a través del cual se filtraba la luz amarillenta del interior.
—Aquí es —anunció el mayor de los Uchiha.
Sobre la entrada había un cartel, también de madera, en el que se podía leer El último suspiro. Akame agarró el pomo de la puerta, lo giró, y tiró con fuerza.
El interior era más parecido a un bar o restaurante tradicional que a un hostal. Había, primero, una pequeña entrada con un mostrador tras el cual un chico de apenas doce años pasaba el rato leyendo. Sobre la mesa, un libro enorme donde se iban apuntando los huéspedes.
Tras dar su nombre y pagar —por adelantado— un total de treinta ryos por una habitación simple en la primera planta, Akame se encaminó hacia el comedor. Era una estancia amplia pero repleta de mesas, apretadas hasta el punto de que había sitios por donde no se podía pasar, ni siquiera de perfil. El Uchiha encontró una vacía —convenientemente, con cuatro sillas a su alrededor— y se lanzó sobre ella como un depredador.
Empezaba a notar como la tensión acumulada por lo sucedido aquella noche se relajaba, abandonando por momentos su cuerpo. Esperó a que Datsue y Aiko tomaran asiento antes de llamar al mesero —un puberto que no superaría los quince años—.
—Sí, es una pena, desde luego —un par de mujeres, jarras de cerveza en mano, hablaban animadamente en la mesa contigua—. No es que fuese joven precisamente, pero deja a una mujer y dos críos.
—Te digo yo que no me da ninguna pena —terció la otra—. Decían que tenía... negocios con El Jefe...
La otra la interrumpió con un "ssshhh" muy sonoro.
—¿Qué? No te hagas la sorda ahora, toda Yamiria sabía que Ishigami-san no era trigo limpio.
18/06/2017, 23:13 (Última modificación: 18/06/2017, 23:14 por Aiko.)
De camino, Datuse lanzó la descabellada idea de que la víctima supiese de lo que estaba por suceder, de su propio asesinato, y que por ello les hubiese invitado a sentarse con él, a esos 3 desconocidos. La verdad, el sujeto se notaba mas que nervioso, y pese a que la chica no le había prestado demasiada atención, no había podido pasar ese detalle completamente por alto. Su tensión, su invitación, su nerviosismo, esa manera en que sudaba... sin duda, sabía algo. Akame corroboró lo mencionado por su compañero, añadiendo el detalle de que no paraba de mirar la entrada. Como bien decía éste último, una lástima que no poseyese ojos en la nuca, así no habría sido víctima del hombre con cara de rata.
—Bueno... aunque estéis en lo cierto, eso no explica el porqué nos llamó a los tres. No había manera de que supiese que somos shinobis, ninguno llevaba la bandana visible. ¿Qué seguridad le aba rodearse de personas normales? Aunque es cierto que estaba nervioso, hay algo que no termina de concordar... algo se nos escapa...
—
Al final, llegaron al destino. Frente a ellos, un edificio afable, hogareño y común, eso si, de tres plantas. No destacaba en mucho mas, salvo en ese cartel que le daba nombre a la supuesta posada. El último suspiro. Curioso nombre para la posada en que iban a pasar la noche tras ser testigos primordiales de un asesinato, y más aún a sabiendas de que el maldito asesino y su cómplice estaban vagando libres por las calles de la aldea.
Aquí es, afirmó el chico. Tomó el pomo de la puerta, y jaló, abriendo la puerta completamente. Entró, y tras él siguieron la chica y el chico restante. Nada mas entrar, y sin dar posibilidad a adelantarse mucho mas, y pequeño que leía tras el mostrador de la recepción se hacía cargo de los honorarios de la susodicha pensión. Akame fue el primero en pagar, hecho al sitio. Tras de él, Aiko copió sus movimientos, y tomó también una habitación individual, pagando tras ello. Hecho el pago, y teniendo en su mano la llave de su habitación, la kunoichi continuó su andanza tras el chico.
«Vaya sitio mas concurrido...» pensó la chica al ver que en el salón-comedor no cabía ni un alfiler. Las mesas y sillas estaban tan próximas, que si tomabas asiento en una, golpeabas a dos o tres personas. Lo difícil allí era no molestar al contiguo, o no escuchar la conversación de la mesa de al lado.
Akame tomó asiento, abalanzándose sobre una mesa como si en ello dependiese su vida. Aiko continuó siguiendo al chico, y tomó asiento en la misma mesa. Antes de que soltaran una sola palabra, una de las mesas contiguas resaltó en una conversación algo disparatada. Una mujer se apenaba de la mala fortuna de una segunda, que había quedado viuda y con descendencia que no tendría padre. Una tercera, despechada, afirmaba que no le daba pena alguna, que eso le había pasado por mantener negocios con el jefe. La primera quiso silenciar a ésta última, pero ésta se impuso, afirmando que toda la ciudad ya conocía de sus afluencias.
Aiko no pudo evitar mirar a las mujeres, intrigada. Parecían saber mucho, demasiado, acerca del tema. Pero lo más importante... ¿Quien era ese tal Jefe? Ante todo, mantuvo silencio. Se dice que muchas veces el silencio otorga... ésta ocasión parecía ser una de esas.
—Hmm… Bueno, supongo que uno no se espera que le maten en frente de un centenar de testigos —dijo, ante lo dicho por Aiko—. Y tener un par de ojos más justo a su lado le haría sentirse más seguro —teorizó, mientras entraba en la posada.
Lo cierto era que el asesinato, ahora que lo pensaba más en frío, había sido de lo más extraño. ¿Por qué matar a un hombre en frente de toda una muchedumbre? ¿Por qué no esperar a emboscarlo en alguna callejuela solitaria para ahorrarse testigos y posibles problemas? Lo único que se le ocurría, era que aquel hombre estuviese a punto de hacer algo en contra de los intereses del asesino. Algo que precisamente iba a hacer en el Salón de Té Honimusha, y que por tanto la única forma de detenerle era matándole en aquel preciso instante.
Pero, ¿qué podía ser eso que estaba a punto de hacer? Las respuestas que se le ocurrían a aquella pregunta no pasaban de simples conjeturas. Necesitaba más información, más datos con los que construir una sólida teoría.
Como caído del cielo, y tras alquilar una habitación al nombre de Sakamoto Datsue, las palabras de un par de mujeres sentadas en una mesa contigua llegaron a sus oídos. Hablaban de Ishigami.
El Uchiha esperó, en tensión, mientras terminaban de hablar. Ahora que se sentía a salvo entre cuatro paredes, la curiosidad por descubrir lo que había pasado iba ganando poco a poco al temor y la inquietud que sentía por saber que había un asesino suelto a, quizá, no muchas calles de distancia.
Como Datsue era más de hablar que de callar, al final no pudo evitar caer en la tentación de unirse a la conversación de las muchachas, y, en voz baja y tras inclinarse hacia ellas, susurró:
—¿Es tan malo como dicen? El Jefe, digo… —Pregunta a una pueblerina algo que no sabes, y lo más probable es que se haga de rogar. Da a entender que ya conoces lo básico, y quizá suene la flauta…
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Las dos mujeres se sobresaltaron ante la intromisión de Datsue, y a una de ellas casi se le cayó la jarra de la mano. Ambas se miraron con cierta desconfianza durante unos instantes, y luego dieron casi al unísono un largo trago a sus cervezas. Akame se mantuvo al margen —igual que Aiko— pero discretamente atento a todo lo que aquellas mujeres pudieran decir. Por lo poco que había conocido a Datsue, parecía un chico con no pocos recursos lingüísticos.
—¿Que si es tan malo, extranjero? —preguntó finalmente una de ellas, aun sin confiar en el Uchiha—. Es lo peor que le ha pasado a esta ciudad jamás. El Jefe es...
—¡Yumiko! —la interrumpió la otra, visiblemente aterrada—. Si sigues hablando así nos meterás en un lío, a las dos.
La kunoichi observó cómo Datuse no tuvo pudor alguno en entrometerse en la conversación que bien intentaba cortar la segunda mujer. A trato de extranjero, la primera de éstas contestó que el Jefe era lo peor que le había pasado jamás a ésta urbe. De nuevo, la segunda mujer silenció las palabras de la primera. Visiblemente aterrada, no quería que ésta bocazas dijese mas de lo debido, pareciendo que se podían exponer a un grave peligro. La pelirroja, a sabiendas de que estando ambas juntas no cooperarían, deliberó por unos instantes qué hacer —qué sería lo mas sensato— dado el caso que tenían entre manos.
Se mordió el labio inferior, lascivamente, y desvió la mirada hacia las escaleras con las mismas. Dejó caer un suspiro, largo y tenso. Dejó reposar su cabeza sobre la mano izquierda, cuyo codo reposaba en la mesa. De nuevo, miró a las señoras, ahora con cierto descaro.
—Ufff... así que hay un chico realmente malo en la ciudad... —se atrevió a burlarse. —Tan malo, que tenéis miedo hasta de hablar de él...
»Me marcho a la habitación, me voy a tocar un poco pensando en ese jefe.
Así, de buenas a primeras, la pelirroja arrastró la silla en su movimiento, levantándose con su surrealista comentario. Se aparto, y volvió a colocar la silla en su sitio en pos de no entorpecer el ya dificultoso paso. Sin mas dilación, se dirigiría hacia la escalera, rumbo a su habitación.
—Buenas noches, chicos. —inquirió mientras hacía un leve gesto sobre el hombro con su zurda a modo de despedida.
Con la llave a mano, comenzó a subir los peldaños de la escalera. Uno a uno se iba acercando mas a la zona de descanso, donde no tardaría en buscar su habitáculo personal arrendado. Abrió, y entró. Una vez dentro, echó el cerrojo desde dentro, y comenzó a registrar la habitación minuciosamente. Obviamente, no estaba preparándose para tocarse, ni mucho menos, tan solo aseguraba la habitación para poder continuar con su búsqueda fallida.
Una vez estuviese segura de que no había nada raro en la habitación, abriría una pequeña mueca en la ventana, y con las mismas comenzaría a desplegar un sinfín de mariposas blancas. La mayoría de su cuerpo se hallaba fuera del edificio, buscando por las calles de la ciudad cualquier indicio de dónde podían haberse metido esos dos maleantes y asesinos. Entre tanto, tres de éstas mencionadas mariposas de papel pasaron bajo la puerta de la habitación, y bajaron al piso de abajo. Éstas últimas mencionadas con todo el disimulo posible se ayudarían de la altura en pos de no ser detectadas, y comenzarían a espiar a las dos señoras por parte de dos de éstas, y la tercera a Akame. Datsue... estaba claro de que tan solo era un charlatán, quizás no sería el de mas ayuda en éstos momentos.
En la habitación de la pelirroja, tan solo el silencio sería rey, absoluto e indiscutible.
La muchacha de lengua suelta no tardó en responderle, pero pronto se vio interrumpida por la amiga aguafiestas. Y es que aquella mujer reunía todos los atributos para recibir tal apelativo. Cortaba a su amiga en el momento más interesante; le decía lo que podía y no podía hacer; y, de haber estado ligando Datsue con ella, ¡estaba convencido de que le arruinaría el cortejo solo por fastidiar!
«Por los Dioses, ¡tranquilízate!» se tuvo que decir, al darse cuenta que tenía los nudillos blancos de tanto apretar. Aiko pareció captar su momento de debilidad, pues intervino para ayudarle, o más bien…
«Pero, ¿qué cojones...?»
El Uchiha ni siquiera tenía palabras para describir lo que acababa de suceder. Se había quedado, simple y llanamente, estupefacto. «¡Esta tía está loca de remate!», pensó, mientras contemplaba la silueta de su figura subiendo por las escaleras. Aquella intervención le había dejado tan descolocado, que permaneció unos segundos con la boca abierta, sin saber qué decir.
—Disculpen a la señorita —farfulló finalmente, tratando de remediar lo irremediable. Tras una situación tan surrealista como aquella, dudaba que pudiese ganarse ya la confianza de las dos mujeres. Ni siquiera de la que le gustaba dar al palique—. Presenció el terrible asesinato, y le ha afectado más de lo que está dispuesta a reconocer.
»Soy Uchiha Datsue, por cierto —continuó, volviendo a bajar la voz—. Chunnin de Uzushiogakure no Sato, también conocido como el Ojo Derecho de Shiona-sama. —Iba a extender su currículum, pero se quedó ahí, sin presionarlas tampoco a soltar más información sobre el Jefe. Y es que Aiko, sencillamente, le había carbonizado el interrogatorio. Literalmente. Su único objetivo ahora era el de averiguar si todavía quedaban algunas brasas, para, con maña y cuidado, soplar las palabras adecuadas que reavivasen el fuego.
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Akame no pudo evitar dar un respingo en su silla cuando Aiko dijo, literalmente, que iba a tocarse pensando en ese Jefe. «¡No falla, si es que no falla! ¡De Amegakure tenía que ser! ¡En esa maldita Aldea están todos locos!», pensaba el Uchiha mientras trataba de disimular y recuperar la compostura. A juzgar por la expresión atónita de su rostro, Datsue tampoco se había visto venir aquel giro de los acontecimientos. Las dos mujeres, sin embargo, se limitaron a quedarse pálida como la nieve, una, y echar unas discretas risas, otra.
—Ya veo, ya —respondió una de ellas cuando Datsue trató de excusar a la kunoichi.
—¿Podemos dejar el tema ya? —apremió la otra, bajando todavía más la voz—. El Jefe tiene oídos en todas partes, extranjero.
Sin embargo, su compañera no estaba tan dispuesta a abandonar la conversación. Había un destello de curiosidad en sus ojos, o tal vez era simple chismorreo yamiriense. La cuestión es que, girándose para encarar a Datsue, bebió un sorbo de su jarra de cerveza e inquirió con tono escéptico.
—¿Dices que vio el asesinato? ¿Y cómo lo sabes? —añadió—. ¿Lo viste tú también? Dicen que el muerto se levantó... ¿Qué hay de cierto en eso?
Akame, que se había mantenido al margen hasta ese momento, se vio tentado de agarrar a la mujer y abofetearla hasta sacarle cualquiera que fuese la información que tuviera al respecto de todo aquel lío.
—Le rajaron la garganta. Cuando eso sucede, las principales arterias de tu cuerpo son cortadas y mueres desangrado en cuestión de instantes —replicó el Uchiha con tono frío.
Las dos mujeres lo miraron con una cara un tanto extraña, y luego se miraron entre sí. La segunda parecía a punto de decir algo, pero probablemente el respeto que le infundía creer que Datsue era un ninja de alto rango de Uzushiogakure bastó para que se mordiese la lengua.
—
Por su parte, las mariposas de Aiko se distribuyeron por la ciudad. Yamiria era enorme, con centenares de casas, calles y callejuelas, varias plazas concurridas incluso a aquellas horas de la noche y unas extensas afueras. Si quería cubrir todo el perímetro, se llevaría —probablemente— varios días en vela.
Carente de la capacidad de dejar de lado el asesinato, y encauzar el correspondiente trámite —la encarcelación de los culpables— la chica no podía dejar de registrar cada palmo de la urbe. Pero, a sabiendas de que eso podía llevarle varios días, la primordial cuestión no era peinar todas y cada una de las calles de la ciudad con sus mariposas, si no mas bien buscar sitios con características singulares. Ese llamado Jefe sin duda no viviría en una chabola, los magnates financieros, jefes de bandas, y demases del estilo no solían cortarse un solo pelo respecto a sus comodidades. Siempre había sido así, y seguramente éste no era menos.
Sus mariposas cambiaron repentinamente de pareceres, y un par de docenas se aislaron hacia los exteriores, buscando evitar que el asesino y el shinobi que le acompañaba escapasen de la urbe. No sabía si éste último era un residente de la ciudad, así que si estaba en lo cierto, la abandonaría ahora que su trabajo estaba hecho. Las mariposas se repartieron en un gran perímetro, bien separadas pero con suficiente visión para abarcar más terreno, obviamente a una altura abundante.
El resto de exploradoras comenzarían a buscar zonas donde el lujo no faltase, las casas mas grandes y bien decoradas de la ciudad. Una vez encontradas, comenzarían un registro exhaustivo de la zona, en pos de encontrar cualquier indicio de crimen o de los sospechosos que buscaba. Le tomase mas o menos tiempo, era una parte primordial del trabajo...
Entre tanto, las mariposas del salón amenguaron las distancias un poco con respecto a las chicas y Akame. Quería ver todo lo mejor posible, para no perder demasiado detalle. Quizás no era la mejor de las ideas acercarse demasiado, pero... exceptuando a los chicos, seguramente el resto no sospecharían de unas indefensas e inofensivas mariposas.
La conversación, pese a que a punto había estado de caer por la borda por culpa de Aiko, pudo salvarse medianamente con la intervención de ambos Uchihas. Akame, haciendo honor a su apodo, había descrito de modo muy profesional la muerte de Ishigami, sin adornos ni sentimentalismos, tan solo con hechos y consecuencias.
Datsue añadió algo a lo descrito:
—Pero es cierto... —Miró a Akame por un instante, quien, conociéndole, seguramente no creería lo que estaba a punto de decir—. El señor Ishigami se levantó, y hasta caminó por unos instantes tras morir. Yo lo vi —añadió con voz trascendental.
»Yumiko-san —el Uchiha tomó las manos de la mujer indiscreta con las suyas, y se inclinó hacia ella, mirándola a los ojos, casi de un modo romántico—. Ha de decirme lo que sabe. Mi compañero también es shinobi, y queremos resolver este misterio. Si ese Jefe está envuelto en esto, le aseguro que no volverá a molestar a este pueblo y a sus gentes. Pero para que podamos ayudaros antes debe usted ayudarnos a nosotros —continuó, con voz melosa—. Piense en su familia y amigos. Sea valiente por ellos… y le prometo que jamás permitiré que nada malo le suceda a consecuencia de ello. Tiene mi palabra como Chunnin de Uzushiogakure no Sato.
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80