Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
9/12/2019, 23:18 (Última modificación: 18/12/2019, 19:55 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Los rayos de sol acariciaban su piel; el graznido de los cuervos, al otro lado de la ventana, llegaba nítido a sus oídos; y la luz del nuevo día atravesaba sus párpados y entraba por su retina. Sin embargo, cuando abrió los ojos todo estaba oscuro y borroso a su alrededor, como si alguien le hubiese puesto un saco en la cabeza y tuviese que esforzarse por ver a través de la tela. Nada a lo que no estuviese acostumbrado. Sus días sacando Susano’os como quien saca el perro a pasear le habían pasado factura. No se arrepentía. Siempre supo que tendría una vida corta, pero intensa. A lo que no estaba acostumbrado es al pegote negruzco que recortaba su visión a la mitad. Se pasó la mano por delante del ojo izquierdo, y pese a que su cerebro le decía que ahí estaba, su ojo callaba.
No veía. No veía nada.
Retazos borrosos llegaron a su memoria. Su combate contra Ryū, el sabor a sangre inundando su paladar, el quemazón en los pulmones, el dolor atroz en la mano izquierda. Recordó el júbilo y el frenesí, la adrenalina que solo un buen combate podía otorgar. Recordó cómo se vio obligado a sacrificar su ojo izquierdo. Recordó el premio que eso trajo.
Y ahora, allí estaba. Tumbado en una cama, con un brazo inmovilizado y una mano vendada hasta el codo. Sentía telas recorriendo su rostro, como una vez tuvieron que recorrer la cara del chico que le observaba. Le estaba observando fijamente, como esperando algo. Zaide se tomó un momento, desvió la mirada por el resto de la habitación y halló a su hermana, en una esquina. Observándole. Sabía que ella no estaba realmente allí. Que tan solo era fruto de la culpa. Un Genjutsu eterno que él mismo se había autoimpuesto, cuyo único Kai era saldar la deuda.
Saldar la deuda… Claro. Ahora lo recordaba. Creyó haberlo soñado, creyó que el susurro de Money revelándole una verdad innombrable no era más que eso, un puñetero sueño. Ahora, la duda le corroía por dentro, y dolía más que todos los huesos rotos que sentía entre sus carnes.
Supo que no debía preguntar. La fama de tío duro no se mantenía mostrando fragilidad. Más tenía que reconocer que, dadas las circunstancias, poco importaba ya. ¿A quién quería engañar? Estaba más acabado que un samurái sin katana.
—Dime que no es cierto. —Ni siquiera se reconoció la voz. Ya no sonaba como un cuerno de guerra anunciando batalla. Ni retumbaba como el primer trueno de una tormenta en mar abierto. De todas las virtudes con las que había nacido, su voz era de las pocas que había podido mantener a lo largo de los años. Capaz de moldear la voluntad de los demás con la precisión de un cincel y la brutalidad de un buen hachazo partiéndote en dos. Ahora, sonaba a cristal roto. Ahora, retumbaba como el susurro del viento al otro lado de la ventana, mientras tú estabas bien calentito en el sofá con tu taza de chocolate humeante. Era tan patético, que le costó volver a hablar—. Dime que no es cierto.
Akame se agachó sobre el rostro destrozado de aquel tipo, que ahora le recordaba al suyo. El pensamiento le produjo una arcada ácida cuando los recuerdos de su muerte y resurrección le vinieron a la garganta, de modo que tuvo que reprimirlos lo mejor que supo. Sus ojos, rojos ahora por el Sharingan, se fijaron en los de Zaide... O más bien, en la única luz que le quedaba. El derecho.
—Sabes qué, Zaide —le contestó Akame, haciendo caso omiso a sus palabras—. Existía una creencia popular entre los nuestros, perdida en las brumas del tiempo, de aquella época en la que éramos temidos en todo el mundo. El Mangekyō izquierdo —se señaló su propio ojo—, para la paz. Y el derecho —el índice de su mano diestra pasó al otro ojo—, para la guerra. ¿Es eso lo que planeas? ¿Por eso has preferido sacrificar el izquierdo?
Meh, al final el experimento se quedará en nada jaja Ya lo probaré en otra ocasión, no me cuadraba con este NPC. Editado el primer post para volver a la 3era persona.
La no respuesta de Akame fue una especie de confirmación. Una que en el fondo ni necesitaba. De lo contrario, su hermana no seguiría allí. De lo contrario, no se sentiría como la peor mierda del mundo. A veces tenía la sensación de que su vida no era más que una partida de rol. Que un imbécil controlaba sus movimientos, y que el pobre desgraciado tenía tan mala suerte que siempre le salían pifias en las tiradas de dados. Luego se daba cuenta que eso significaría que le estaban manejando como a un títere, y el mero pensamiento le ponía de tan mala hostia que se lo apartaba a puñetazos.
—¿Acaso no me ves, Akame? ¿Qué voy a planear yo, huh? —respondió, arisco. Le estaba sobrestimando—. Si lo hiciese, no estaría postrado en esta cama. Si lo hiciese, no hubiese tirado un ojo, ¡mi puto Susano’o!, por nada. ¡Nada!
Había perdido su mejor arma. Había perdido su mejor defensa. La mitad de su visión y su último as bajo la manga. ¿Y todo por qué? ¿Para dejar a Ryū unas semanas en reposo? Quiso golpear algo con su cabeza. Lo que fuese. Pero estaba tan débil que ni eso pudo.
Patético.
—Mi ojo izquierdo… Mi ojo izquierdo me servía para engañar. Para fingir mi muerte. —Era el Genjutsu definitivo—. Pero yo ya estoy cansado de huir, incluso de Izanami. —Por eso había usado aquel ojo, y no el otro. ¿Paz? ¿Guerra? Podía verlo como quisiese. Lo único que tenía claro era que…—. La próxima vez que me muera, será de verdad.
Akame atendió, impasible, al exabrupto de Zaide. En su estado actual, y sabiendo que había fallado en su propósito de darle muerte a Ryu, el Uchiha parecía más derrotado que nunca. Sin embargo, para aquel joven buscavidas el cabeza rapada era como una maldita enciclopedia gigante esperando a ser leída; no en vano le había visto usar una técnica tan rara que ni siquiera el exjōnin conocía. Y, si algo había conservado, era su hambre de saber: sobretodo de aquel que podía evitarle un viaje al corral de los quietos.
—Entonces esperemos que esa próxima vez tarde un buen rato en llegar —se limitó a replicar Akame, cruzándose de brazos—. Me tienes desconcertado, Zaide. Por una parte pareces un tipo inteligente, que sabe lo que se hace. Probablemente eres el Uchiha más poderoso que he visto jamás. Pero por otra se diría que no te cuesta nada poner el cerebro en "off" y tirarte de cabeza a la piscina sin comprobar si hay agua.
Aun así, sí que había algo que el rapado podía atesorar como una victoria; había ganado el Kaji Saiban, y por tanto la vida de aquella mujer estaba a salvo. Akame no supo si Money se lo había dicho, y por momentos dudó, pero al final optó por hacerle esa muestra de confianza; necesitaba ganarse la de Zaide.
—Yo no diría "por nada", ya que estamos. Ganaste el Kaji Saiban, así que no tendrás que preocuparte de que el Gran Dragón convoque la caza de sangre contra tu amiguita —confirmó—. ¡Ja! Me pregunto cómo se lo estarán tomando los que hasta hace unos días no eran capaces de sacarse el escroto de Ryu de la boca. Estoy deseando verles la cara.
Sonrió con suficiencia. En cierto modo, la victoria de Zaide le sabía como si fuera suya.
Zaide aguantó estoico la definición que Akame hacía de su persona, con una precisión y una exactitud digna del Sharingan. Así era él: capaz de lo mejor y de lo peor en un suspiro. Quería creer que, antaño, la balanza estaba desequilibrada hacia la izquierda. Pero desde la muerte de su hermana y su adicción al omoide, su vida no había sido más que una concatenación de cagadas.
De lo único de lo que podía estar orgulloso es que Aiza no sufriría más las consecuencias de sus destrozos. Tal y como decía Akame, el Kaji Saiban había sido suyo.
—¡Ja! Me pregunto cómo se lo estarán tomando los que hasta hace unos días no eran capaces de sacarse el escroto de Ryu de la boca. Estoy deseando verles la cara.
Como al moribundo que le ofrecen un trozo de pan duro, Zaide trató de disfrutar de aquella pequeña victoria que Akame le mostraba.
—Eso les pasa por subestimar a un Uchiha, ¿huh? —rio, y su carcajada sonó a trompeta rota—. Así aprenderán de una puta vez lo que significa enfrentarse a alguien con Sharingan.
Había visto, copiado y replicado cientos de jutsus. Había presenciado decenas de habilidades únicas. Pero ninguna era tan impredecible como el Sharingan. Incluso para los Uchihas más expertos, aquel Kekkei Genkai seguía ocultando secretos y poderes que se iban revelando, muy poco a poco, siglo a siglo, entre unos pocos elegidos. Enfrentarse a él, era como enfrentarse a un dado al aire: nunca sabías qué te tocaría.
En efecto, los secretos que guardaba la línea genética de los descendientes de Hazama eran muchos y muy variados. Por eso, en ese momento, Akame seguía junto a aquel tipejo moribundo en lugar de haberle abandonado a su suerte. Pese a que Zaide no le caía mal del todo —Akame respetaba la inteligencia, y el calvo había demostrado sobradamente estar dotado de ella—, el exjōnin no era de esas personas altruistas que ayudaban a sanguinarios criminales buscados por todo Oonindo simplemente desde la bondad de su corazón. No, el joven Uchiha quería algo... Y pensaba conseguirlo.
Así pues, Akame se limitó a sonreír con cierta suficiencia ante la respuesta de su compañero de banda.
—Así es, mi estimado pariente. ¿Sabes? Hubo un tiempo en el que yo era un joven soñador, un ninja modelo, que fantaseaba con restituir la gloria de nuestro linaje y devolver a los Uchiha al lugar que les correspondía en Oonindo, por derecho histórico —confesó, aunque no parecía nostálgico—. Pero tú... Lo que has hecho hoy, eso hacía tiempo que yo lo había creído imposible. Has engañado a un Uchiha. Me has engañado a mí.
El exjōnin avanzó un paso, inclinándose sobre el moribundo Zaide. Examinaba su ojo izquierdo, carente de luz.
El Sharingan de Zaide despertó en su ojo derecho, no como una amenaza, no como una advertencia, sino simplemente como respuesta. Como respuesta a un movimiento. Akame había activado el suyo minutos atrás, y ahora se estaba inclinando sobre él —demasiado, quizá—, examinándole como a un jodido muñeco de feria.
La primera vez que se habían conocido, Akame se encontraba débil y él fuerte; Akame estaba sorprendido, y él con varios ases bajo la manga. Ahora las tornas habían cambiado. No se hacía ilusiones: sabía que en sus condiciones, no tenía ni una puta posibilidad contra aquel joven Uchiha. Era un perro apaleado y moribundo, sí, pero incluso un perro apaleado puede morder en sus últimos minutos de vida.
—Así que por eso me salvaste, ¿huh? ¿Tan pronto quieres cobrarte el favor, Akame?
Oh, sí. Money le había contado —bueno, se lo había restregado, más bien—, cómo él y Akame le habían salvado de una muerte segura. El contable todavía no le había pedido nada a cambio —aunque estaba convencido de que no tardaría mucho—, pero Akame ya estaba dando indicios de lo que quería. Nada más y nada menos que lo más valioso para un Uchiha: información.
—Tú y yo compartimos algo más que los ojos y el apellido, ¿huh? Money me lo contó. Cómo te apareciste en su habitación en un parpadeo, junto a mí. ¿Teletransporte, huh? Eso es algo que yo también hubiese creído imposible.
Y sin embargo, allí estaban. Vivos, y a días de distancia de donde se había producido el Kaji Saiban.
El aludido se limitó a encogerse de hombros. Podría haberse limitado a dar rodeos en torno al tema, como un buitre sobrevolando a su presa ya moribunda —una metáfora de lo más apropiada, dada la situación— pero a él ese tipo de juegos nunca le habían gustado, ni se le habían dado bien. Akame era un personaje directo. Así que cuando Zaide le espetó a la cara el querer hacer leña del árbol caído a la mayor brevedad, el joven renegado no pudo más que admitirlo.
—Más vale pájaro en mano que ciento volando —replicó—. O "águila", en tu caso, creo que sería más apropiado. Normalmente no tengo tan poco tacto, créeme, pero vistas tus tendencias suicidas y a irritar a gente poderosa, preferiría que transfirieses tus valiosos conocimientos a mi sesera lo antes posible —el Uchiha volvió a encogerse de hombros, aunque ahora asomaba en sus labios una sonrisa maliciosa—. Es casi un deber moral, ¡qué digo, científico! Sería una lástima que la palmaras antes de enseñarme a hacer ese truco tan convincente. Piensa en mí como tu fiel y entusiasta discípulo, ¿eh?
Pero Zaide se revolvió, aludiendo a la curiosa aparición de ambos en el despacho de Money, escaleras arriba. Akame ni se inmutó.
—¿Money? Ese tipo habla mucho, ya lo sabes. Tal vez cuando tú me salves la vida a mí te cuente la verdad.
Zaide no pudo más que reírse entre gorjeos ante la ocurrencia del chico. No sabía si le hacía más gracia la idea de ser un maestro o que el propio Akame se convirtiese en un alumno habiendo dominado ya el jodido Susano’o. No, ese chico ya había tenido maestros de sobra, y solo él sabía —y si acaso, los dioses—, si había aprendido de ellos o no.
—No he tenido un discípulo en mi vida, pero si te tuviese… —Cosa que no pasaría ni en un millón de años—, lo primero que te enseñaría sería a mentir. A mentir bien, me refiero. Y a saber imponerte más con la voz y menos con los ojos, ya que estamos.
Le caía bien, eso tenía que reconocerlo. Tanto que por unos minutos casi había conseguido que se olvidase de que Ryū seguía con vida, de que su venganza no había sido consumada, y que estaba postrado en una jodida cama.
—Déjame descansar, ¿huh? Ahora no tengo fuerzas para nada. —El Sharingan se apagó en su único ojo sano. Entonces se le ocurrió una idea—. Cuando me haya recuperado, podrías acompañarme, ¿huh? Todavía quiero hacer ese viaje a Tsuchi no Kuni. No me apetece verles los caretos al resto por una temporada. ¿Qué me dices? Por el camino, saciaré tu curiosidad y la deuda estará saldada. Piensa en ello como… un viaje de fin de curso. El de la graduación final como Uchiha.
¿A mentir? ¿A imponerse? ¿Estaba hablando de eso? ¿Acaso aquel ingenuo creía que podía enseñar retórica a Uchiha Akame, el Soso, el Aburrido, el Gris? ¡Esa sí que era buena!
—Aprecio la intención, Zaide, pero no serías el primero ni el último en fracasar. Todos tenemos talentos y la oratoria no está entre los míos, créeme, lo sé bien —admitió con una pretendida facha de indiferencia pero tras la que se podía intuir un evidente resquemor—. He sido un ninja toda mi vida, no sé hacer otra cosa. Y en todos esos años nunca necesité otra cosa que mis ojos.
Sin embargo, la idea ya le había despertado un cierto interés que ahora era difícil de apagar. Y contra todo pronóstico, parecía que a Zaide le estaba ocurriendo lo mismo. El veterano Uchiha le miró con su único ojo, oscuro y penetrante, antes de hacerle una invitación que a Akame le cogió totalmente por sorpresa. Él había desactivado también su Sharingan, pero se tomó unos segundos en contestar. Por una parte, tenía ganas de reír y alzar los brazos al cielo clamando victoria: el conocimiento que guardaba aquel tipo tan experimentado era mayor tesoro que un cofre repleto de joyas.
Akame carraspeó, tratando en vano de disimular el entusiasmo que le había invadido.
—Podría estar bien, sí, claro. Supongo que para aprender tu técnica secreta no bastaría con que me la escribas en un papel —apostilló, jocoso—. Un viaje de fin de curso... Heh, sí, tiene gracia. Creo que es el primer chiste gracioso que te he escuchado hacer.
Apenas capaz de ocultar su gozo, Akame se dispuso a cumplir la petición de aquel tipo y dejarle descansar. Además, pasada la euforia inicial, él también empezaba a recordar que llevaba horas en aquella sala; estaba reventado. Aunque ya se había lavado la sangre seca que había formado dos líneas finas en su rostro al manar del ojo izquierdo, éste todavía le dolía. Demasiado. Más de lo normal.
—Te tomo la palabra pues, Uchiha Zaide.
Y, sin más, se dispuso a abandonar el local de Money. ¿Su destino? El primer hostal que se cruzara en su camino: una cena caliente y una cama mullida.
Muchas cosas habían transcurrido en este período corto de tiempo. Ryū había vuelto, junto a Kaido, Otohime, Kyūtsuki y la Anciana, a Ryūgū-jō. Habían descubierto que el Gran Dragón, efectivamente, había sobrevivido. Pero a un gran precio.
Incapaces de salvar su pulmón, Kyūtsuki había optado por arrancárselo y cerrar la herida. Encerrado en su habitación, tan solo la mujer sin rostro tenía acceso a él, y se comentaba que el hombre se pasaba los días enganchado a una máquina de oxígeno para no ahogarse entre sus músculos.
Todo esto le hacía mucha gracia a Zaide, que por momentos irradiaba hasta buen humor. El día, no obstante, había llegado. La idea de alejarse del país con todo lo que se les venía no agradó a todo el mundo, pero visto que ya le habían dado el beneplácito antes del Kaji Saiban, nadie quiso discutir con ellos.
O quizá, se les había pasado las ganas, visto lo visto.
Uchiha Akame y Uchiha Zaide se encontraban en lo alto de un acantilado, listos para iniciar su viaje. El mayor de los Uchihas seguía con la mano vendada, así como su torso, pero las heridas del rostro ya habían sanado en la mayor parte y se encontraba lo suficiente recuperado como para caminar.
—¿Listo? —preguntó, antes de formar una tanda de sellos con una mano, morderse el pulgar y…
Nada.
—Hu…h.
Otra tanda. Otra palmada en el suelo.
Nada.
—Antes me salían… —dijo, más para sí que para el propio Akame, con expresión confusa.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Mientras Zaide había pasado aquellas semanas recuperándose, descansando y tratando —quien sabe con qué grado de éxito— volver a su antigua forma, o al menos a una sombra de lo que había sido, Akame dedicó su tiempo a algo muy distinto. A aquellas alturas al joven renegado le había quedado claro que los dos titanes que brevemente habían sido unidos bajo un mismo emblema, gracias a Akame precisamente, nunca volverían a ser más que una sombra de lo que en otro tiempo fueron. Eso tenía muchas implicaciones, pero entre ellas estaba el hecho de que inevitablemente pavimentaba el sendero para que los jóvenes que les iban a la zaga dieran el sprint final, y les alcanzaran. Era el tiempo de que Akame y Kaido dieran un paso adelante y tomaran las plazas dejadas por Ryu y Zaide.
Con aquel objetivo en mente, el joven Uchiha había estado recuperando viejos hábitos. Se había prometido con estricta disciplina no volver a tocar ningún tipo de droga, consciente de que el demonio azul acechaba en cada esquina, a excepción del tabaco. Entrenaba a diario. Leía. Caminaba por las calles de Hibakari de forma discreta, conociendo sus dominios y a sus gentes. En resumen: se preparaba para la tormenta. Una tormenta que no tardaría en llegar...
Así que allí estaba, junto al que iba a ser su mentor por un tiempo, en lo alto de un escarpado acantilado. Sin embargo, las cosas no fueron como esperaba: Zaide parecía incapaz de realizar su técnica.
—Meh, el clásico gatillazo —apostilló el más joven de los Uchiha, con una risilla socarrona—. Parece que tus amiguitas aéreas no tienen ganas de venir.
4/01/2020, 02:40 (Última modificación: 4/01/2020, 03:07 por Uchiha Datsue. Editado 6 veces en total.)
Zaide frunció el ceño, al no caer en esa posibilidad. Después de lo mal que había tratado a Brisa Cálida, quizá la familia no estaba del todo contento con él. Aunque, la verdad fuese dicha, había tenido sus motivos de peso para hacer lo que hizo. O quizá, simplemente, Tormenta Pálida estaba dolida en orgullo y enfadada con él por no haberla llamado para el Kaji Saiban.
Decidió probar otra técnica. Jabalí. Caballo. Tigre. Ejecutó a una mano los sellos del Gōkakyū no Jutsu a la perfección, pero el fuego no salió de su boca.
—Me cago en mi puta estampa —se miró la mano buena, con expresión confusa—. Cuando era más joven era capaz de hacerlos a una mano.
Se miró la mano vendada, con los dedos todavía fijos en una posición. Kyūtsuki le había advertido de no hacer el tonto con ellos, o tardarían más en curarle o, incluso, le curarían mal. Luego miró a Akame.
—¿Quién va a pedirle a Money que nos preste uno de sus barcos? —Él no tenía muchas ganas—. ¿Lo echamos a piedra, papel, tijera?
Fue entonces cuando la luz inundó su cerebro y le dio una de esas ideas que le venían de cuando en cuando. Cada vez con menos frecuencia, tenía que admitir. Sonrió para sí, y cuando ambos sacaron su respectiva mano en el juego, Zaide aprovechó para unir su tijera con la figura de Akame, encadenándolo seguidamente con varias figuras más que representaban sellos de mano a una velocidad vertiginosa.
[Destreza 100] Es capaz de realizar los sellos manuales con la mano de un compañero cuya Destreza sea también de este nivel, o incluso forzar a un enemigo a formar una serie de sellos uniendo su mano con él, siempre y cuando su Destreza sea igual o inferior a 60 puntos.
Se agachó para apoyar la palma de la mano en el suelo y…
¡¡¡PLUUUUFFFF!!!
… un águila se presentó ante ellos. Parecida a Brisa Cálida y Viento Cálido en cuanto al color de las plumas y la forma, pero mucho, mucho más grande.
—¡Tormenta Pálida, cuánto tiempo! Te presento a un… —¿Amigo?—. Ehmm… —¿Compañero?—. A un Uchiha de cabo a rabo. Uchiha Akame.
—¡Uiiiiiiii! Así que sigues con vida —El águila desplegó las alas, y el mero hecho de ponerse a volar empujó a los dos ninjas por la corriente de aire generada—. No sé cómo te atreves a invocarme después de no llamarme para el gran combate.
—Vamos, vamos. Habrá tiempo para que me sermonees, ¿huh? Ahora solo quiero disfrutar un poco de tu compañía, volar contigo como en los viejos tiempos. ¿Qué me dices? —Al menos hasta que se les agotase el contrato, cosa que no duraba demasiado.
—¡Pfffffffff! No sé si te lo mereces.
—Va, venga. ¡Así te cuento cómo terminó el combate! Y, te juro… Te juro que para la próxima gorda te invoco. ¿Qué me dices, huh? Sabes que cumplo mis promesas.
El águila tardó unos eternos instantes en posar sus garras en el suelo. Notaba en su mirada que todavía había rencor y rabia, pero también sabía que el aprecio que sentía por él era superior a todo eso. Y también pudo ver en ella alivio. Alivio por encontrarle con vida, supuso.
—Está bien. Pero harás bien en recordar tu promesa, Uchiha Zaide. O seré yo quien acabe con lo que muchos intentaron.
Zaide hizo una pequeña reverencia en señal de aceptación. Todavía con la cabeza inclinada, hizo una señal con la mano para indicar a Akame.
—Ehm…
—¿Qué? ¿A él también?
----Me salvó la vida, Tormenta Pálida.
Hubo un breve momento de silencio, en el que el águila miró a Akame a los ojos. Luego, su cabeza asintió levemente.
¤ Kuchiyose: Ōkina Dōbutsu ¤ Invocación: Gran Animal - Tipo: Criatura - Requisitos: Nivel 30 - Gastos: 150 CK - Daños: 40 PV por golpe de Taijutsu animal - Resistencia: 120 PV (rompe el contrato), 150 PV (vitalidad total) - Chakra disponible: 150 CK - Duración del contrato: 10 turnos del usuario (incluyendo el inicial) - Máximo número de usos: 1 por mes - Dimensiones: Criatura gigante, de 15 a 20 metros
«Las habilidades de esta criatura, así como su descripciones física y psicológica (breves) van aquí, en forma de texto (narración). Estas habilidades deberán ser discutidas en el tribunal. La criatura puede tener técnicas, bien de facultades parecidas a las del sistema de juego, o bien consideradas Senjutsu, que deberán estar enmarcadas en el contexto de la especie a la que pertenece (imaginad el aceite de las ranas en Naruto). No deberán ser habilidades muy elaboradas, ni deberán ser muchas. Más de un par se considera excesivo. No hace falta que las habilidades sean técnicas: pueden ser armas adecuadas al tamaño del animal. Se hará una revisión exhaustiva de la criatura para evitar un posible abuso. Al ser una criatura más grande, se permite una mayor variedad de daños y habilidades, igualmente simples.»
«¿Sellos a una mano? ¡Sí, hombre!» quiso replicar Akame, que en su vida había visto a un ninja capaz de semejante proeza. Había oído historias sí, pero nunca presenciadas con sus propios ojos; aunque, en el fondo, creía a Zaide capaz de eso —y de más—, quizás por ese motivo era su orgullo de Uchiha herido el que se revolvía, visceral. Aquel tipo era tan superior a él —incluso aunque decía estar en sus horas bajas, y no era difícil creerle— que Akame se sentía pequeño. Como un genin recién salido de la Academia. «Pero si de verdad quiero aprender de él, voy a tener que tragarme mi jodido orgullo y aceptar la jerarquía de habilidad que hay entre nosotros», se dijo.
Así que, cuando Zaide le atrapó una mano y finalizó los sellos usándola, a Akame casi se le cayeron los huevos al suelo. Hacer sellos a una mano era una cosa increíble por sí misma, pero ejecutar una técnica utilizando la mano de una víctima involuntaria... Eso ya rayaba en lo imposible. Pero allí estaba el gigantesco águila, levantando polvo y piedrecitas con el batir de sus alas, ante ellos.
Akame cerró la boca antes de que la mandíbula hubiese terminado de desencajársele y se limitó a asentir, todavía aturdido, y a subir tras Zaide al lomo del pájaro. Todavía recordaba cómo otra de las invocaciones del veterano Uchiha se había revuelto contra él, acusándole de robar la pluma que descansaba sobre su oreja izquierda, per la llamada "Tormenta Pálida" no parecía darle importancia... O tal vez era más vieja, y más sabia.
Cuando despegaron, Zaide sintió el viento azotando su rostro. En cuestión de segundos, ya estaban surcando las nubes, y el mar se había convertido en una gigantesca mancha azul. No importaba que todavía le doliesen los huesos. Que se encontrase débil, viejo y cada vez más cansado. Hastiado de la guerra y de la vida misma. Cuando volaba, se sentía joven. Cuando volaba, sus problemas quedaban atrás. Cuando volaba…
… era libre.
Rio, y por un momento, su carcajada fue la de antaño. Alegre y risueña como el ruido de una verbena. Por minutos, Zaide y Tormenta Pálida charlaron entre ellos. El Uchiha le contó cómo había finalizado el combate de Kaji Saiban, y por qué había tratado tan mal a Brisa Cálida: era la única forma de conseguir que se desvaneciese, y, por tanto, salvarle de una muerte segura. Si hubiese tratado de convencerle por las buenas, el jodido polluelo hubiese intentado ayudarle contra Ryū hasta las últimas consecuencias. Y eso era algo que no podía permitir.
Cuando las palabras dejaron paso únicamente al sonido del viento, el águila les regaló unas cuantas cabriolas. Cayó en picado; remontó el vuelo dando una voltereta en el aire; surcó el cielo al revés y volvió a elevarse por encima incluso de las nubes.
Fue en ese momento que Zaide se acordó que no estaban solos.
—¿Qué tal vas por ahí? —preguntó a Akame, dándose la vuelta con gracilidad. El truco estaba en concentrar chakra en la parte del cuerpo que se unía al del águila, como cuando se caminaba en vertical por un árbol. De lo contrario, uno se agotaba en seguida de tener todos los músculos en tensión—. He estado pensando en mi deuda contigo, y he recordado algo.
Le pareció oportuno sacar el tema a kilómetros de altura.
—Tú me debes algo primero. ¿O acaso te has olvidado de tu promesa, huh?