Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La noche caía en Uzushiogakure, y lo mismo hacía la temperatura, haciendo que aquel apacible día de primavera se tornase frío y más invernal. Una figura saltaba por los tejados de la misma mientras correteaba con un destino fijado: la casa de Uchiha Datsue.
Llevaba días pensando en una excusa, en alguna razón para ir a verle de forma casual para poder comprobar cómo se encontraba. No sabía nada de él, estaba nerviosa y preocupada, sobre todo por conocer la noticia de que lamentablemente Akame ya no se encontraba entre sus filas, sin embargo no encontró nada, así que, aquella noche fue la desencadenante para que Uzumaki Eri se acercase a ver a Uchiha Datsue, sin excusas, sin razones, solo con un único pretexto.
Verle.
Cayó en el tejado del chico y descendió por la fachada hasta llegar a su ventana, y recordó como la gente de esa aldea parecía estar acostumbrada por irrumpir en casas ajenas a través de las ventanas en vez de utilizar puertas como gente normal.
Clonk, Clonk
Se quedó expectante, mirando a través de la ventana, nerviosa y con algo de miedo. ¿Y si estaba enfadado con ella? No se lo perdonaría, la verdad, pero se lo merecía totalmente. Luego se miró y se dijo que en verdad ni si quiera sabía si la reconocería, bueno, sí, lo haría, por ese color de pelo, pero por lo demás, no parecía ni ella: se había dejado el cabello suelto, y lo tenía más corto de lo normal. No llevaba su ropa habitual, sino una sudadera carmesí y unas mallas largas, que terminaban bajo sus botas ninja.
¿Quién podría llamarla amiga?
—¡Datsue! —exclamó, intentando hacerse oír en la noche.
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19/01/2019, 23:01 (Última modificación: 23/01/2019, 19:02 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Bienvenida, 219
—Ains… ¡Qué gusto, joder!
Al fin, ¡al fin!, podía acostarse sin temor a despertar una docena de veces por culpa de las pesadillas de Shukaku. Sin miedo a revivir una y otra vez sus peores temores. Sin tener que contemplar a Aiko ahogándose en el lago. Sin que una marabunta de uzujines le descuartizase.
Datsue se había dado una ducha antes de acostarse, y ahora se había acostado con su pijama, que incluía pantalón y camisa larga, de color ocre con el símbolo de Uzu en rojo a la espalda, y un gorrito de lana negra con el símbolo en la frente del clan Uchiha.
Se encontraba en aquel preciso instante en el que estás perdiendo la conciencia para adentrarte al mundo onírico cuando…
¡Clonk, clonk!
«No… puede… ser»
—¡Datsue!
«¡No...! ¡Puede...! ¡Ser!» ¿Quién narices le despertaba a aquellas horas? ¿Quién interrumpía sus jodidas horas de sueño? ¡Un año y medio! ¡Un año y medio era lo que había pasado sin poder dormirse una noche entera del tirón! Una auténtica tortura, sin contar esas noches en el hospital donde le chutaban a analgésicos para lograr conciliar algo de sueño. Aquello no contaba porque, de hecho, su cuerpo había desarrollado cierta dependencia y los doctores habían tenido que cortar aquel invento antes de que la cosa se agravase y se volviese un maldito adicto.
Pero no, parecía que el mundo no iba a darle un respiro ni siquiera para eso. Se levantó hecho una furia, tirando las sábanas al suelo.
—¡A ver! —estalló, arisco—. ¡Quién! —Dos zancadas hasta la ventana—. ¡Narices! —Descorrió las cortinas de un fuerte tirón—. ¿¡Es!? —exclamó iracundo, abriendo la ventana tirando de ella de muy malos modos.
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Escuchó pisadas, fuertes pisadas, desde dentro. Y temió lo peor, temió haberle pillado en un mal momento, temió que por eso se cabrease con ella para siempre, temió...
—¡A ver! —la voz de Datsue se escuchaba distante, pero cabreada—. ¡Quién! —más cerca—. ¡Narices! —las cortinas se descorrieron, y vio a un Datsue con el pijama puesto y cara de mala leche—. ¿¡Es!?
Y Eri solo pudo sonreír de forma nerviosa, moviendo la mano de un lado a otro mientras, con los ojos cerrados, decía:
—H-Hola...
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—¿Eri? —dijo, confuso, al reconocer sus facciones entre la penumbra. Aquella visita sí que no se la había esperado él—. Pasa, pasa. Antes de que se me escape el calor.
Lo del calor era muy subjetivo. En realidad, pocos más grados hacía en comparación con el exterior. El Uchiha solía arrebujarse con varias y gordas mantas, huyendo de la calefacción, que encendía en días muy contados al año. En días como aquel, de invierno pero no de helada profunda, no. ¿Por qué? Bueno, porque, digamos, Datsue era un ecologista. Un naturalista. Un…
Un tacaño de la vida, sí. Y la calefacción estaba condenadamente cara.
—Vaya, no contaba contigo… —Se produjo un silencio incómodo. Hacía mucho tiempo que no se había encontrado con Eri, y habían pasado muchas cosas desde entonces. Demasiadas—. Quieres… ¿Quieres tomar algo?
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—¿Eri? —su tono pasó de cabreo a confusión, pareciendo olvidar la razón de su enfado nada más verla—. Pasa, pasa. Antes de que se me escape el calor.
Datsue se apartó de la ventana y ella aprovechó para entrar a su casa de un salto, aunque tampoco había mucha diferencia de temperatura, todo había que decirlo. ¿Es que no conocía lo que era la calefacción? Algún día moriría de hipotermia.
—Vaya, no contaba contigo… —Se produjo un silencio incómodo—. Quieres… ¿Quieres tomar algo?
Ella asintió, más por educación que por ganas.
—Algo caliente, por favor —pidió, y... —. Siento haber venido sin avisar, pero llevo solo una semana en la villa y tras todo lo sucedido creo que ya era hora de venir —explicó—. Quería saber cómo estabas.
Estaba preocupada por él, por la muerte de Akame, por los Generales que lo buscaban, por... Todo. Y verle así, en pijama, como si no hubiera pasado nada, hacía que su preocupación aumentase por momentos. ¿Le habría pasado algo en su ausencia?
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Datsue abrió la puerta de su habitación y se introdujo en la cocina, encendiendo la luz. Caminaba descalzo, con unos calcetines gruesos de andar por casa. Echó agua en la tetera y la puso a hervir.
—¿Cómo estoy? —preguntó, sin darse la vuelta. Ahora buscaba entre los cajones los sobres con té—. Bien, Eri. Estupendamente, a decir verdad. No tienes por qué preocuparte, en serio.
Sacó dos tazas y las colocó en la mesa central.
—¿Té rojo o blanco? —preguntó, tras encontrar los sobres. Provenían directamente de La Pequeña Blanca y La Mediana Roja, las dos mejores productoras de té de Oonindo. La gente extranjera, por supuesto, pensaba que era La Capital, y aunque su té verde no estaba nada mal, jugaba en una categoría inferior.
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20/01/2019, 14:32 (Última modificación: 20/01/2019, 14:32 por Uzumaki Eri.)
—¿Cómo estoy? — repitió la pregunta, y Eri asintió, aunque él no la veía hacerlo pues seguía de espaldas a ella, rebuscando entre sus cajones—. Bien, Eri. Estupendamente, a decir verdad. No tienes por qué preocuparte, en serio.
—¿Y qué tal en mi ausencia? Tres semanas es mucho tiempo, ¿sabes? Me destinaron a una misión lejos de Uzushiogakure, aunque hay gente que me dijo que me había visto, es gracioso, porque no estaba...
—¿Té rojo o blanco?
—Rojo, me vendrá bien —eligió, caminando por la estancia con curiosidad, inspeccionando el habitáculo donde vivía el chico.
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Datsue cortó rápidamente la sugerencia de que la habían visto por la Villa —sin duda, por él— aún cuando no se encontraba en ella.
—Rojo, pues —respondió, mientras veía a Eri inspeccionando su salón.
Estando lo más interesante en su propia habitación, allí no había mucho que ver. El sofá, la tele, le mesita donde se le empezaban a acumular bolsitas de snacks vacías… Y Datsuse, claro, que dormía en su pequeña camita, hecho un oval, ajeno a su presencia. Era un perro raro, aquel. Uno que ni se daría cuenta de que alguien entraba a robar en la casa de lo profundo que dormía.
En eso se parecía algo a su dueño.
----Aquí tienes —dijo Datsue, tras rellenar la taza con agua hirviendo y poniéndole el sobre de té rojo—. ¿Azúcar? —preguntó. Datsue le echó una cucharadita a la suya—. ¿Así que de misión? Cumplida con éxito, imagino —Datsue estaba raro. Hablaba, y lo que decía parecía normal en él. Pero su tono, su expresión corporal, su mirada, estaba como apagada. Como ausente—. Pues yo estuve… entrenando. Nabi me ayudó con el Doton, y ya le voy cogiendo el tranquillo.
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La verdad es que a parte de Datsuse, que dormía como un tronco; su apartamento era tan normal que hasta aburría, aunque había que reconocer que era un poco desordenado, acumulando bolsitas en la mesa como si costase mucho recogerlas y tirarlas a la bolsa de basura.
No quiso acercarse a Datsuse porque dormía, pero sin duda se quedó con ganas. Era tan mono.
—-Aquí tienes —dijo Datsue, y ella agradeció el gesto asintiendo ligeramente con la cabeza—. ¿Azúcar? —preguntó.
—Dos cucharadas, gracias —adoraba que supiese dulce, al menos el azúcar endulzaba su vida.
—¿Así que de misión? Cumplida con éxito, imagino —Aquel, sin lugar a dudas, no parecía Datsue. Actuaba como él, hablaba como él, pero parecía vacío aunque afirmase que todo iba bien, algo extraño ocurría, algo que sin duda Eri quería conocer—. Pues yo estuve… entrenando. Nabi me ayudó con el Doton, y ya le voy cogiendo el tranquillo.
—¿Doton, eh? —preguntó, y luego se llevó el té a la boca, aunque no bebió, eso estaba hirviendo—. ¿Y qué tal con el residente? ¿Da mucha guerra? —inquirió, señalando a su estómago.
Cualquiera que los vieran, parecía que hablaban de un embarazo y no de una bestia hecha puramente de chakra apresado en su interior.
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Por un momento, Datsue se quedó de piedra. Que él recordase, era la primera vez que Eri le preguntaba por Shukaku. De hecho, nadie acostumbraba a preguntarle. Nadie salvo Nabi y su...
Frunció el ceño, y se sentó en la silla.
—Está… más tranquilo que de costumbre —se inclinó hacia su taza y sopló sobre su superficie—. A Shukaku no le cae nada bien Kurama. Para él, que yo sea derrotado por uno de sus Generales es una afrenta a su honor. Así que ha dejado de torturarme con sus pesadillas y por primera vez en un año puedo dormir y descansar. Pronto alcanzaré el cien por cien de mi verdadero potencial —se dijo, y pese a que era una de sus típicas bravuconadas, no desprendía esa socarronería y esa chispa que habitualmente le acompañaban cuando se hacía el fanfarrón.
Era como si… Como si le faltase algo.
—¿Y tú? ¿Sigues a tope con el Fuuinjutsu y el Raiton?
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Como buen Inuzuka, solía entrenar siguiendo sigilosamente a conocidos. Me servía para entrenar sigilo, rastreo e incluso para cotillear que hacían mis allegados cuando yo no miraba. No solían pillarme porque era un ninja de verdad, además, estando dentro de la misma villa, el riesgo era mínimo, así que me lo tomaba con calma.
Gracias a eso, esa mañana había localizado a Eri. Normalmente me hubiese acercado a decir "Hey, ¿qué tal, pelirroja?" pero nuestra relación de compañeros íntimos se había visto afectada y ahora estábamos en un periodo tenso en el que no estaba muy seguro de que quisiese verme. Sé que es difícil de entender, ¿quien no iba a querer verme? Si soy el canon de la belleza de Uzushiogakure.
La cuestión, la vi entrar en casa de Datsue. Y como todo en lo que está metido Datsue, eso solo podía significar dos cosas. Líos internacionales o intravillales y folleteo. Cualquiera de esos dos temas entre Eri y Datsue era de mi interés.
¿Estaría Datsue haciendome la trece catorce ventidos por la espalda y apoyando la oda a la paz y a la rendición que predicaba Eri? O peor aún, ¿estaría Eri haciendo lo contrario y apoyando la proclamación de un nuevo imperio centrado en Uzushiogakure a mis espaldas? Y si estaban follando de vez en cuando, podrían habérmelo dicho. ¡Que yo no voy por ahí pregonando esas cosas!
Como buen ninja, decidí cotillear escalando la fachada del edificio y asomandome por la ventana mientras mi perro vigilaba y me preguntaba qué estaba pasando.
— Woof!
— No lo sé, parece que Datsue estaba durmiendo.
— Grrr, woof.
— Que ese cambio de olor es por el bicho que lleva dentro, no porque se acueste con animales... O eso espero.
— Woof, wooooof.
— Y yo que sé, no se ve una mierda, Datsue pone las ventanas con la misma gracia que los sellos. Y deja de quejarte coño, sube tú si tanto te preocupa Datsutse.
— Grrrrr...
Estaba asomado lo justo para que pudiese ver, ni más ni menos.
Datsue parecía no tener ningún problema por hablar del Shukaku, y ella no se inmutó de su sitio ni se sorprendió por lo que contaba, ya que para eso estaba entrenada, ¿no? Pero por dentro, por dentro era otro cantar. No podía imaginarse la angustia por la que Datsue podría haber pasado solo por las pesadillas que aquella bestia le hacía vivir cada noche.
—Está… más tranquilo que de costumbre. A Shukaku no le cae nada bien Kurama. Para él, que yo sea derrotado por uno de sus Generales es una afrenta a su honor. Así que ha dejado de torturarme con sus pesadillas y por primera vez en un año puedo dormir y descansar. Pronto alcanzaré el cien por cien de mi verdadero potencial.
Ella asintió, dando por hecho que había escuchado todo lo que él le había contado, también para darle a entender que estaba al corriente de todo aquel asunto de Kurama y sus Generales. Era bueno saber, también; que Shukaku no le molestaba más por las noches.
Pero su tono de voz seguía siendo diferente al que solía ser. ¿Alcanzar el cien por cien de su verdadero potencial? Ni de coña, lo que parecía es que estaba perdiendo el potencial totalmente.
—¿Y tú? ¿Sigues a tope con el Fuuinjutsu y el Raiton?
—Sí, desde que Hanabi me comentó lo que ocurrió con Ayame... —hizo una pausa, mirando su taza—. Quiero aprender todo lo necesario para poder ayudar cuando la ocasión lo requiera, y poder protegeros, a todos.
Pegó un sorbo, aunque se quemó ligeramente la lengua y tuvo que abandonar ese cometido.
Y decidió dejar de dar vueltas.
—Mira, Datsue, tanto tú como yo sabemos que no hemos tenido la mejor relación del mundo, pero te conozco y eres... —hizo una pausa, buscando las mejores palabras para definirlo, ya que la palabra amigo no definía del todo aquello. — Una persona muy importante para mí, así que de verdad, insisto: sé que no estás bien, no estás montando una fiesta porque el Shukaku no te molesta, ni correteando por la villa en busca de un buen trago para celebrarlo, no sé, te veo más... Maduro, algo que, sin duda, no te pega.
Jugó un poco con su taza, y suspiró.
—Entiendo que haya cosas que quieras no mencionar, e incluso comprendería que me mandases a la mierda, pero quería que supieses que... Aquí estoy, ¿vale?
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—Sí, desde que Hanabi me comentó lo que ocurrió con Ayame... —hizo una pausa, mirando su taza—. Quiero aprender todo lo necesario para poder ayudar cuando la ocasión lo requiera, y poder protegeros, a todos.
¿A todos? ¿O a sus queridos amejines? Se había puesto a darlo todo justo cuando Ayame estaba en peligro… No antes; no después. Curioso.
El Uchiha tomó su primer sorbo de té, y le supo amargo, por mucho que aquel té fuese el más dulce del mundo. Estaba cansado. Harto de tener siempre aquellos pensamientos negativos. De echar en cara incluso guardando silencio. De sacarle puntilla a todo. ¿No había aprendido nada con la muerte de su Hermano? ¿No se seguía arrepintiendo, de que se hubiese tensado su relación en los últimos meses por su culpa? Quería cambiar, volver a ser el que era. Olvidarse de todo y pasar página.
Ojalá fuese tan fácil como cerrar un libro y empezar otro.
Datsuse, poco a poco, fue despertándose. Corrió, alegre, hasta Eri, saltando sobre sus rodillas. Se le notaba muy contento, y no era para menos. Al fin entraba una cara nueva y un poco de alegría en aquella casa. Últimamente, lo único que tenía era a un Datsue que apenas se pasaba por casa para dormir, estar tumbado en el sofá con una coraza apática infranqueable o llorando. Era como vivir en un velatorio.
No obstante, algo debió llamarle la atención, porque se fue corriendo hacia la ventana, a la cual empezó a ladrar. Lo hacía mucho, aquello. Ladrar a su propio reflejo, como si pensase que estaba ante un perro igual de guapo y portentoso que él. Datsue supuso que era lo que estaba haciendo en aquellos instantes.
Eri, por otro lado, se daba cuenta de que algo le pasaba. Como para no hacerlo. Por supuesto, en otros tiempos, el Uchiha se hubiese ido de fiesta a celebrar la tregua de Shukaku. Pero, ¿cómo hacerlo, cuando su Hermano acababa de morir? ¿Cómo permitirse siquiera de disfrutar un solo momento de felicidad?
—Gracias —dijo, algo incómodo, sin saber muy bien qué responder. Agradecía el gesto, de verdad, pero…—. Prefiero no hablar del tema, sinceramente. Es más, prefiero no hablar de mí.
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
— Nah, ni se enteran, ¿no ves que soy un ninja de los que no quedan? Ah, mira, ahí está Datsuse. Oh, dios, ¡sigue vivo! Impresionante. Mierda, viene hacia aquí. Corre, Stuffy, ¡maniobra de distracción!
Me retiré de la ventana momentáneamente y Stuffy corrió a la puerta, donde ladró un par de veces antes de volver a correr a esconderse lejos. Yo seguía pegado a la pared, en la pared contraria a la puerta por si se asomaban más de la cuenta. Con suerte, Datsuse se distraería lo suficiente como para olvidar la ventana y volvería al cotilleo.
Estaban ambos muy serios, igual se había muerto alguien, aparte de Akame, claro. Justo en ese momento me acordé de su entierro, al que no fui. ¿Qué puedo decir? Uno no vive en la villa, bueno, vivir si vive, pero que no está siempre me refiero, de hecho paso más tiempo fuera que dentro. Y las noticias normalmente me vienen por Datsue, quien podría habermelo comentado por el megafono que me puso. Pero no, al parecer le da cosa hablar de estas cosas. ¡Qué debiles eran algunos, joder!
Eri dejó caer su rostro hacia delante, donde su flequillo tapó parcialmente su visión, perdida en un punto del té rojo que tenía delante. Datsue tardó en contestar, pero a ella no le importaba, suponía que todo aquello pasado le había afectado muy negativamente, así que no podía culparlo.
Datsuse saludó a Eri con su habitual alegría, y la pelirroja le revolvió el pelo, pero no tardó mucho en irse hacia la ventana, a lo mejor había visto algún pájaro o algo.
—Gracias. Prefiero no hablar del tema, sinceramente. Es más, prefiero no hablar de mí.
Eri le mostró una sonrisa triste.
—Lo comprendo, no te preocupes —por un momento, un pensamiento venenoso pasó por su cabeza. ¿Y si Datsue no le contaba nada sobre él porque ya no confiaba en ella? ¿Y si al final se había granjeado el odio de sus compañeros de villa por sus discusiones? ¿Y si...?
— Nah, ni se enteran, ¿no ves que soy un ninja de los que no quedan? Ah, mira, ahí está Datsuse. Oh, dios, ¡sigue vivo! Impresionante. Mierda, viene hacia aquí. Corre, Stuffy, ¡maniobra de distracción!
—Eh, espera, Datsue, ¿no has escuchado nada? —preguntó, con el ceño fruncido. Unos ladridos le confirmaban aquello que había temido —. Reconozco esos ladridos... —murmuró, levantándose y dirigiéndose a la puerta.
Abriéndola y no encontrando a nadie allí.
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