Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Umi no dijo nada. Bajó la mirada durante unos segundos y tiró de la manga a su hermana. Se recompuso del llanto de antes y la miró, todavía con el rimel deslizándose húmedo por las mejillas. Sus ojos se habían encendido con un lucero carmesí de tres aspas. Sus labios pronunciaron totalmente enmudecidos la palabra "Sharingan".
Estaban pasando muchas cosas en el corazón de Uchiha Umi. Aquél día, en aquél momento, prefirió cubrirle las espaldas a un hombre del que había dicho muchas cosas, malas, buenas. Pero ahora mismo, era la única persona que le había demostrado con actos que protegería a su hermana. Y eso era...
...un peso que se levantó de encima después de muchos años.
La mujer se estremeció ante la amenaza de Datsue, perdiendo por unos momentos aquel aura misteriosa y extrañamente inhumana que la rodeaba. Era como si su hipnótica presencia hubiera sufrido una perturbación que la hiciera perder la concentración; como si acabara de equivocarse de carta al intentar hacer un truco de magia. Y es que, no era para menos. El actual Uzukage era un shinobi extremadamente poderoso, aquel dato era conocido a lo largo y ancho de Ōnindo por cualquiera que no hubiera vivido los últimos meses debajo de una piedra. Pero es que, además, la actitud que proyectaba en aquellos momentos —despiadada e impaciente a partes iguales—, combinada con la sangre de sus víctimas que todavía le cubría casi por completo, le hacían parecer un auténtico demonio. Como si en aquella estación de tren hubiera una puerta al Yomi y Datsue acabara de cruzarla para volver a la tierra de los vivos.
Aōdaisho trató de recomponerse, todavía visiblemente perturbada.
—Nunca ssse me ocurriría tal cosssa, Uzukage-sssama —se apresuró a aclarar—. Síganme, sssshinobis de Uzu...
La misteriosa mujer de ojos reptilianos y dorados se dio media vuelta y comenzó a caminar por el andén, alejándose de la estación. Si los ninjas la seguían, andarían durante apenas un par de minutos, siguiendo el recorrido de las vías en dirección a Uzushiogakure. Tuvieron que bajar de la plataforma cuando el andén tocó a fin, y seguir caminando un poco más por el lindero de las vías, donde la tierra todavía fresca por el rocío de la mañana desprendía un característico olor a humedad. Un par de minutos después Aōdaisho se detuvo por fin. Frente a ellos se alzaba un árbol de tronco grueso y ramas frondosas, que se mecían al son de la suave brisa matutina. Bajo el mismo les aguardaba una figura delgada y de una altura similar a la del propio Uzukage, envuelta en una capa de viaje marrón muy desgastada que cubría sus facciones.
—Essss aquí —dijo la mujer, volviéndose un momento hacia los de Uzu. Luego se dio media vuelta y le dirigió una única palabra al encapuchado—. Ssssuerte.
Y, sin más, echó a andar de vuelta hacia la estación.
El extraño se incorporó, despegando la espalda del tronco del árbol. Los ninjas podrían ver entonces que sostenía un cigarro en su mano derecha, que apuró con una honda calada y luego apagó con el tacón de sus botas negras tras dejarlo caer al suelo. Entonces miró al Uzukage, y de las sombras de la capucha surgió una voz. Una que nadie de Uzushiogakure no Sato había escuchado en mucho, mucho tiempo.
—Hola, Datsue.
La capucha cayó sobre sus hombros, dejando ver su rostro curtido y de nariz torcida. Sus ojos, rojos como la sangre, con tres aspas negras alrededor de cada pupila, se clavaron en los del Uzukage tras pasear brevemente por las dos kunoichis que le acompañaban. Akame nunca habría querido admitirlo pero, por primera vez en mucho tiempo, tenía miedo.
Datsue empezó a ponerse nervioso. No era algo que se notase a simple vista. Su pulso seguía firme, sus ojos seguían clavados en la espalda de su nueva acompañante. Pero no dejaba de abrir y cerrar las manos. De humedecerse los labios con la lengua. No era por la mala espina que diese aquella mujer que alargaba tanto las eses. Ni porque creyese que estaba cayendo en una emboscada. No le temía a la muerte, no en aquellas circunstancias, donde se estaba jugando algo peor que eso. Era... otra cosa. Algo a lo que no podía ponerle nombre.
Hasta que lo vio.
Su corazón se detuvo por un momento; su respiración se entrecortó. Aquella figura le resultaba dolorosamente familiar, no por sus formas, sino por sus movimientos. La forma en que tenía de sujetar el pitillo le resultaba vomitivamente nostálgica. La manera que tenía en apurar la calada, como si tuviese prisa por acabarlo más que en disfrutarlo, hacía que la comisura de sus labios quisiese arrancarle una nauseabunda sonrisa. Aquel pie pisoteando lo que quedaba del cigarro hacía que su cuerpo se activase, como si hubiese sido el pistoletazo de salida a decenas y decenas de misiones realizadas. Antes de oír su voz, lo supo. En su boca asomó una palabra, una palabra prohibida, y cuando se dio cuenta, ordenó a sus labios cortarla con la contundencia de la hoja de una guillotina.
—Hola, Datsue.
El sonido de mil pájaros chirriantes le devolvió el saludo.
—Ahora ya la tengo, Akame. Una razón putamente honesta —dijo, con los relámpagos morados que envolvían su brazo derecho iluminándole un rostro contraído por la rabia, el dolor y... algo más. Algo innombrable—. Una razón a la altura de personas como nosotros, que hemos entendido la verdadera crueldad de este mundo.
Su cuerpo centelleó en el espacio que les separaba como un rayo al caer del cielo y...
... su mano trató de atravesarle el corazón.
Posibles daños: 160PV
¤ Chidori ¤ Mil Pájaros - Tipo: Ofensivo (electricidad) - Rango: B - Requisitos:Raiton 40 - Gastos:
48 CK
(Raiton 80), Raikiri, (multiplicable x2)
- Daños: 80 PV - Efectos adicionales:
Agilidad +20, Percepción -20 (durante su ejecución)
Alto peligro de muerte de impactar en un punto vital
- Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Esta técnica canaliza una gran cantidad de chakra Raiton en la mano del usuario, tanto es así que se vuelve visible y produce un sonido parecido a mil pájaros chirriantes. De ahí el nombre de la habilidad. Una vez la técnica se ha completado, el usuario carga hacia adelante y clava su Chidori en el adversario. Esto produce, en caso de acertar en puntos vitales, un daño usualmente letal. A pesar de que la técnica produce un sonido tan alto, esta técnica está clasificada como de asesinato gracias a la velocidad a la que el usuario es capaz de moverse mientras la utiliza. Dado que la velocidad del ataque es tan grande y que el usuario debe moverse estrictamente en línea recta, se produce un efecto túnel en su visión que le impide variar ligeramente la trayectoria del ataque si su oponente lo hace, fallando el movimiento. Esto puede ser corregido si el usuario posee reflejos aumentados (mediante el Sharingan, Rinnegan u otros medios). El Chidori puede utilizarse para electrocutar al oponente y mandarlo en dirección opuesta, sin empalarlo, por lo que es una técnica de letalidad ajustable.
Una versión avanzada de la técnica, denominada Raikiri, tiene fama debido a una leyenda en la que se cuenta que un antiguo shinobi cortó un rayo por la mitad. Es una versión concentrada, donde la cuchilla es de un color morado y de una forma muy concentrada.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Suzaku sintió que Umi le tiraba de la manga con suavidad. Y cuando las miradas de ambas hermanas se encontraron, el mensaje fue recibido alto y claro. Al igual que los de Umi, los ojos de Suzaku se encendieron con el color de la sangre. Pero en sus iris sólo bailaban dos aspas. No le hacía ninguna gracia desvelar que era una Uchiha así como así, pero si Umi lo decía, es que la situación lo ameritaba.
Aōdaisho se estremeció de forma visible ante la amenaza del Uzukage y, durante unos escasos segundos, fue como si el aura de misticismo que la envolvía se rompiera en pedazos para después reconstruirse rápidamente.
—Nunca ssse me ocurriría tal cosssa, Uzukage-sssama —se apresuró a aclarar—. Síganme, sssshinobis de Uzu...
Se dio la vuelta, y el Uzukage comenzó a seguirla. A Suzaku seguía sin gustarle toda aquella situación, pero no se sentía capaz de abandonar a su líder ni a su hermana de esa manera. Por eso, con el Sharingan aún brillando en los ojos y el corazón en un puño, los siguió muy de cerca, siempre atenta a los alrededores.
«¿Vamos a recorrer todo el camino a pie? ¿Cómo vamos a llegar a tiempo así?» No pudo evitar preguntarse en algún momento. Desde que habían comenzado a alejarse de la estación, habían seguido caminando siguiendo las vías del ferrocarril.
Quizás debido al nivel de alerta que sufría, aquel peculiar paseo se le hizo tortuosamente largo hasta que Aōdaisho se detuvo. Enfrente de ellos había un solitario árbol de tronco grueso y ramas frondosas que se mecían al son de la brisa de la mañana. Y, bajo aquel mismo árbol, una nueva figura desconocida envuelta en una desvencijada capa de viaje les aguardaba.
—Essss aquí —dijo Aōdaisho, dirigiéndose momentáneamente hacia los de Uzu. Después volvió a girarse y le dirigió una única palabra al encapuchado—. Ssssuerte.
—¿Cómo que es aquí? ¡¿En qué nos va a ayudar a volver a Uzu?! —exclamó Suzaku, pero la mujer ya se perdía en la distancia.
Mientras tanto, el encapuchado se había incorporado en su posición. Tenía una altura similar a la del Uzukage y sostenía un cigarro en su mano derecha que se llevó a los labios y le dio una última y honda calada antes de desecharlo y apagarlo con el tacón de sus botas negras.
—Hola, Datsue —dijo una voz masculina, desde debajo de la capucha. Justo después, se retiró la capucha, revelando el rostro más terrible que Suzaku había podido ver jamás. Sus rasgos estaban deformados, sobre todo en el lado izquierdo. Tenía la nariz torcida y, al igual que ellos tres... Tenía el Sharingan.
«¿Le conoce?» Se preguntó una estupefacta Suzaku, dirigiendo una interrogante mirada a su Uzukage.
No encontró ninguna respuesta en su gesto, sino en una de sus manos, donde una violenta tempestad de relámpagos emitía un chirriante sonido, similar al de mil pájaros alzanado el vuelo en desbandada.
—Ahora ya la tengo, Akame. [i}Una razón putamente honesta[/i] —dijo, y las luces y sombras de aquellos relámpagos danzaron en su rostro contraído de rabia y dolor—. Una razón a la altura de personas como nosotros, que hemos entendido la verdadera crueldad de este mundo.
El Uzukage se lanzó hacia el frente. Suzaku no entendía nada, ni siquiera sabía quién era aquel otro hombre, pero sí entendía que debía tratarse de un enemigo. Por eso, lanzó su mano hacia su katana y la desenvolvió con un único movimiento, dispuesta a lanzarse a la acción.
1/12/2022, 13:26 (Última modificación: 1/12/2022, 13:27 por Amedama Daruu.)
Sobraban las palabras. Notaba que Uchiha Datsue estaba nervioso. Si un ninja de su nivel estaba nervioso, es que algo malo estaba pasando. Umi tensó todos los músculos del cuerpo, tragó saliva, y comenzó a caminar con las piernas rígidas y los puños apretados. Los tres recorrieron el andén y salieron de él. De ahí, continuaron en paralelo a las vías. La extraña mujer se detuvo. Suzaku soltó una exclamación que Umi trató de ahogar con un golpecito con el codo. No. Sobraban las palabras.
Y aunque no hubieran sobrado, pronto Umi se quedó sin ellas.
Estaba muy desmejorado, pero Umi lo reconoció: los había visto por la aldea, hablando, en numerosas ocasiones. Lo había visto junto a los demás integrantes de Dragón Rojo, en la masacre del Torneo de los Dojos. Más claro aún estaba el recuerdo de los días después de que Zoku muriese, cuando por unos días todavía estaba en duelo por sus padres mientras Hanabi y el Señor Feudal de aquél entonces los exhibían como héroes. Reconoció también la característica nariz torcida y su voz, desgastada por el hábito del tabaco. Era él. El otro Hermano del Desierto. Uchiha Akame.
Tragó saiva y se sobresaltó cuando Datsue activó un jutsu de Raiton de aspecto bastante peligroso en su brazo derecho. El mismo, sin saberlo Umi, que había utilizado para salvarles la vida en el campo de batalla.
Aferró el brazo de su hermana y dio un paso hacia atrás cuando esta quiso desenvainar su espada. No tenían nada que aportar en la escena. Sólo el riesgo de morir.
—Quieta. —Sonó como una orden, pero en realidad estaba aterrada—. Somos un estorbo para él.
¿Qué hacía Uchiha Akame allí, en el peor de los momentos? Y peor aún... ¿con qué intención?
El sonido del trueno le devolvió la palabra, y Akame tensó todos los músculos de su cuerpo. Datsue siempre había sido emocional e impulsivo, pero después de tantos, años, su reacción todavía sorprendió al mayor de los Hermanos. Durante un segundo, el exiliado dudó sobre las intenciones de su antiguo amigo, pero cuando éste le dedicó aquellas palabras —unas que todavía recordaba con total claridad, y que le transportaron durante un instante al Valle del Fin—, supo que el Uzukage no estaba jugando. Realmente iba a intentar asesinarle.
La sombra del máximo mandatario del Remolino cruzó veloz la distancia que les separaba. Para ojos de un civil —o un ninja poco entrenado—, Datsue se habría convertido en prácticamente un borrón difuso y brillante, como los neones de Amegakure no Sato en la distancia de un callejón oscuro. Raijin rugió, furioso, cuando su hijo invocó la furia del Padre del Rayo para atravesar a Akame de parte a parte, como si fuera un cerdo. El agredido, sin embargo, formó un único sello antes de recibir la estocada mortal.
«¡Puf!»
El cuerpo del Uchiha renegado desapareció en una nubecilla de humo, siendo sustituido por un inofensivo tronquito que se partió en dos, haciendo volar astillas en todas direcciones, como si fuese un trozo de mantequilla.
Akame observaba a su antiguo Hermano desde lo alto, de pie sobre una de las ramas del árbol, impasible. Cuando él le había dicho aquellas palabras a su amigo, muchos años atrás, ambos habían acabado enfrentándose a muerte; por raro que pareciese, aquella disputa les había empujado a acercarse, y a raíz de ese día su camaradería fue legendaria en todo Uzushiogakure no Sato. Datsue había acudido al Valle del Fin como un hombre de fe, con el ciego propósito de embarcarse en una misión suicida para rescatar a una muchacha que le había robado el corazón. Akame había sido, como contrapunto, su hombre de ciencia; frío, lógico, racional. Había interpuesto la vida de su Hermano a su lealtad, teniendo que enfrentarse a él para —paradójicamente— impedir que siguiera con su loco empeño y acabara muerto en las tierras de la Lluvia. Pero Akame había esperado que, irónicamente, ahora las tornas se cambiasen: que él fuese el loco dispuesto a sacrificarlo todo por su último deseo, y que Datsue se presentase como el cabal gobernante que anteponía el bienestar de sus ninjas a sus propias inclinaciones.
El renegado torció los labios en una mueca de decepción. Algunas cosas nunca cambiaban, se dijo.
—Y aun así no has aprendido nada —le espetó—, sigues siendo el mismo shinobi impulsivo de siempre. ¿Cómo pretendes llegar a Uzushio a tiempo para salvar a tu gente si me matas, aquí y ahora?
Dejó que la pregunta calara no sólo en Datsue, sino en aquellas dos kunoichis que le acompañaban. Si lo que Aōdaisho les había dicho era cierto, la línea de tren entre los Arrozales y Uzu no Kuni había sufrido un percance.
Datsue sacudió la mano, iracundo, mientras las últimas chispas de electricidad se perdían en el aire. Por supuesto, no había esperado acertar el primer golpe tan fácilmente. No contra un shinobi del nivel de Akame, fuese cual fuese su estado de forma. Pero había conseguido quitarle uno de sus salvavidas. «Le quedan dos», pensó, sombrío.
Sus ojos se detuvieron en Akame, ahora en lo alto de una rama. Era la primera vez en años que podía verle la cara. Estaba feo de cojones, pero eso tampoco es que fuese ninguna novedad. Sus palabras seguían igual de ácidas que antaño, como si siempre fuese un paso por delante que el resto. Que nadie se llevase al engaño, Akame el Profesional siempre lo había estado, pero... algo había cambiado en él. Algo menos apreciable que sus cicatrices y quemaduras, pero más profundo y significativo. Su chakra no brillaba con la intensidad de antaño, y su perspicacia...
Oh, sí, Datsue era un tipo impulsivo y siempre lo sería. Pero mucho ojo había perdido Akame si creía que seguía siendo el mismo.
—Te dije que tenía una razón a la altura, Akame. No te necesito a ti —respondió, lacónico—, solo a tu ojo izquierdo.
Nunca creyó que iba a colaborar en el remolino de la muerte que era su clan. ¿Cuántas historias le había contado Akame de Uchihas que mataban a sus hermanos por obtener un poder inimaginable? ¿Cuántos por simplemente tener una nueva luz, aunque no fuese eterna? ¿O por conseguir un nuevo poder? Datsue tan solo necesitaba aquella maldita técnica de teletransporte. Tenía a ninjas médicos en la Villa de las Aguas Termales que le harían el trasplante en cuestión de minutos. Si deshacían el camino ahora a través de Shukaku —podía hacer que volviese a él autolesionándose gravemente—, estarían en la capital en cuestión de un par de horas.
Obviamente, era mejor ahorrarse esas dos horas, pero...
—¿O qué pasa, Akame? Después de esconderte de mí durante años, después de mentirme toda tu maldita vida, ¿pretendes decir ahora que me harás el favor de llevarme a Uzu y no a una maldita trampa? —¿Una prisión con sello supresor de chakra, quizá? ¿La guarida de Dragón Rojo? ¿O en medio del mismísimo ejército de Kurama, allá en el norte? Si mataba a Akame, tenía una posibilidad de llegar a tiempo con su ojo. Si confiaba en él...
Si confiaba en él, podía condenar a Uzushiogakure por siempre.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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Los ojos de Umi registraron los alrededores a toda velocidad tras el Kawarimi de Akame. Lo vió ahí arrriba, sobre el árbol. No entendió sus palabras, aunque en el fondo de su memoria sus habilidades estaban agazapadas, esperando. Fruto, sin duda, de los nervios.
Terminó de comprenderlo cuando Datsue mencionó su ojo izquierdo. Inconscientemente, la mirada de Umi se dirigió allí. Tragó saliva. El poder de teletransportarse a cualquier lugar de Oonindo. El poder que permitió el atentado en el estadio, el poder que le permitió colarse en la villa para asesinar. ¿Por qué insinuaba Akame que quería prestar su ayuda?
De pronto, Umi recordó las palabras de su padre.
—Matar a sangre de tu sangre es un viaje sin retorno al infierno. —Recitó las palabras casi automáticamente, sin pensar. E inmediatamente se dio cuenta de su error. Bajó la mirada y tragó saliva.
Por supuesto, Datsue y Akame no eran hermanos. Pero al mismo tiempo, eran Los Hermanos.
Sin embargo, fue su hermana la que la retuvo de seguir avanzando, agarrando su brazo.
—Quieta. Somos un estorbo para él.
—¡Pero, U...! —quiso protestar Suzaku. Pero entonces vio el rostro de su hermana contraído en aquella mueca de terror que tan pocas veces expresaba. Y aquello la impactó aún más.
Mientras tanto, el chirriante sonido de los mil pájaros terminó por atravesar el cuerpo de Akame. O eso había parecido, porque apenas un instante antes el chakra le envolvió por completo, y en un abrir y cerrar de ojos se había desplazado hasta lo más alto del árbol. Donde antes había estado su cuerpo, ahora sólo quedaba un tronco, maltrecho, atravesado y achicharrado que hizo saltar astillas por todas partes.
—Y aun así no has aprendido nada —le espetó, con los labios partidos torcidos en una mueca de decepción—, sigues siendo el mismo shinobi impulsivo de siempre. ¿Cómo pretendes llegar a Uzushio a tiempo para salvar a tu gente si me matas, aquí y ahora?
El Uzukage sacudió la mano, lleno de ira. Y las últimas chispas de su ataque se desvanecieron en el aire como los últimos pájaros en salir volando.
—Te dije que tenía una razón a la altura, Akame. No te necesito a ti, solo a tu ojo izquierdo. ¿O qué pasa, Akame? Después de esconderte de mí durante años, después de mentirme toda tu maldita vida, ¿pretendes decir ahora que me harás el favor de llevarme a Uzu y no a una maldita trampa?
Suzaku frunció el ceño, extrañada. ¿El ojo izquierdo de Akame? ¿Por qué iba a necesitarlo? Miró a su hermana, como si fuera a encontrar algún tipo de respuesta en ella. Pero, como el galimatías de un profeta que intenta parecer más místico e interesante de lo que es, las palabras que salieron de sus labios sólo consiguieron confundirla aún más:
—Matar a sangre de tu sangre es un viaje sin retorno al infierno.
—¡Vale, no estoy entendiendo nada! —exclamó, irritada—. ¿Quién es ese tal Akame? ¿De verdad nos va a llevar a Uzushiogakure? ¿Y entonces por qué Uzukage-sama está tan enfadado con él? ¿Y por qué onis va a necesitar su ojo izquierdo?
14/12/2022, 13:56 (Última modificación: 14/12/2022, 13:58 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
El renegado se mantuvo impasible ante la réplica de su antiguo Hermano. No contaba con que Datsue fuese a confiar en él de primeras, y desde luego su labia nunca había sido algo a destacar. De hecho, Akame estaba bastante seguro de que si su vida dependiese en ese momento de convencer al Uzukage de sus verdaderas intenciones, lo mejor hubiera sido que él mismo se rajase la garganta. Así al menos no perderían el tiempo. Pero no, Akame no contaba con usar sus habilidades para convencer a Datsue; sino con aprovechar las de éste. Una, muy concretamente, que le permitía saber con asombrosa precisión si alguien estaba mintiendo o decía la verdad. Esa, y no otra, era la auténtica baza del Uchiha renegado.
—¿Qué te dicen tus ojos? —replicó, con una media sonrisa tan ácida como las lágrimas de un Oni—. No es un favor lo que te propongo, sino un acuerdo. Yo os llevaré a Uzushiogakure no Sato ahora mismo, y a cambio... —la voz le tembló un segundo, a punto de partirse, pero el criminal recuperó la compostura rápidamente— ... a cambio sólo quiero verla una última vez.
Como las palabras de los dioses, que estuvieran a la escucha también en semejante encuentro, la que parecía la mayor de aquellas dos kunoichis recitó una frase cargada de sabiduría. Lástima que para algunos ninjas ya fuese demasiado tarde. Akame nunca había matado a otro Uchiha, pero su expediente estaba tan lleno de rojo que el muchacho dudaba que el apellido de cada uno de los asesinados tuviera especial relevancia en su caso. Aun así, torció los labios en una sonrisa amarga.
—Veo que las tienes bien enseñadas —concedió, y luego añadió con resignación—. Lo tomas o lo dejas. Una última vez, Datsue, es lo único que pido. Luego, te garantizo que podrás hacer lo que quieras conmigo. No opondré resistencia.
Sus mandíbulas se tensaron un momento.
—Ahora bien, si es pelea lo que quieres, si sólo eso es lo que ansía tu corazón... Entonces te juro que me enfrentaré a ti con toda la furia que soy capaz de convocar.
Si el Uzukage se fijaba, podría verlo claro como el agua de un arroyo. Akame no mentía.
Apretó los puños, frustrado. Lo malo de conocer tan bien a Akame, es que sabía a la perfección los tics que sufría cuando mentía. Por irónico que pareciese, aquel bastardo era un mentiroso pésimo. Si había conseguido engañar a toda la Villa había sido más por callar la verdad que por contar mentiras. Nadie le había hecho las preguntas adecuadas hasta que fue demasiado tarde. De hecho, hasta el propio Datsue había descubierto que era un maldito espía meses antes que la Villa. Algo que nadie salvo Kunie conocía. Ni Hanabi. Ni Akame. Nadie.
Sentía que algo dentro de él iba a partirse, como si estuviesen tirando de su corazón con la fuerza de un caballo de tiro por extremos opuestos. Por un lado, era el maldito Uzukage. Había jurado proteger a la Villa, era su deber, su mayor ansia. Y por surrealista que fuese, le estaban ofreciendo salvarla. Veía tan inconcebible que Akame cometiese un acto tal de locura como que en Ame no Kuni no cayese gota de agua en meses. Olvídala, le había dicho Akame en el Valle del Fin cuando quería jugarse el pellejo por rescatar a Aiko. Y ahí estaba él ahora, a punto de sacrificarse por simplemente ver a Yume una última vez. No se lo hubiese creído ni en mil años si no fuese porque… Bueno, no era en Akame en quien confiaba, sino en sus propios ojos.
Pero, por el otro lado, había ansiado aquel reencuentro desde hacía años. Miles de veces. Se había reventado a entrenar para estar preparado cuando llegase el momento, tanto o más que cuando tenía entre ceja y ceja rescatar a Aiko. Cada vez que le daba pereza levantarse de la cama. Cada vez que se le atragantaba un nuevo ninjutsu. Cada vez que su propio cuerpo colapsaba en llanto por la extenuación, se acordaba. Se acordaba de su más importante misión: matar a Uchiha Akame. Y entonces se levantaba. Y entonces ejecutaba la tanda de sellos una vez más. Y entonces alargaba la sesión otra hora más.
No reaccionó a la última amenaza. Si bien antaño le hubiese hecho retroceder o temblar —o probablemente ambas cosas, conociéndose—, ahora no entraba dentro de los argumentos a considerar. No conocía cuánto habría mejorado Akame —aunque apostaba a que seguía siendo uno de los ninjas más peligrosos de la faz de Ōnindo—, pero Datsue… Bueno, Datsue había estado jugando en otra liga. Se había nutrido de las emociones más fuertes que alimentan el alma Uchiha: el amor y el odio, en su forma más pura. Acababa de desgastarse contra un General y medio ejército de Kurama, y no disponía del chakra de Shukaku, pero se la sudaban dos cojones y medio. Estaba en su puto cénit, y si tuviese delante al mismísimo Rikudō, le hubiese dicho que se apartase de su camino si no quería terminar sepultado en una fosa.
La pregunta no era si en un duelo vencería al hasta ahora imbatible Uchiha Akame. La pregunta era: ¿cuánto tiempo le llevaría? ¿Podía permitirse el lujo de perder otros treinta minutos?
Desvió la mirada hacia Umi y Suzaku por un momento, y eso le hizo sentir culpable. Culpable por haber siquiera dudado.
—Está bien, Uchiha Akame. Acepto tu oferta —dijo, sin todavía creerse que aquellas palabras hubiesen salido por su boca—. La verás una última vez, y después… Bueno, mucha fe debes tener si piensas que sobrevivirás a lo que vendrá después.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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Umi se interpuso entre los dos Hermanos y Suzaku. Agarrándola por los hombros, dijo escuetamente pero con un importante énfasis:
—Criminal de alto rango. Peligroso. El que llevó a Uchiha Zaide al estadio del Valle de los Dojos. —Umi no sabía a cual de todas las expresiones atendería su hermana, pero por si acaso había incluído expresamente las de "criminal" y "peligroso". A ver si conectaba cables. Se lo pensó un poco más, y añadió—: Sushi, le arrancó el brazo a Hanabi.
No sentía más que desprecio por Sarutobi Hanabi. Pero sabía que su hermana le admiraba. Y eso debía de ser suficiente.
—Criminal de alto rango. Peligroso. El que llevó a Uchiha Zaide al estadio del Valle de los Dojos. Sushi, le arrancó el brazo a Hanabi. —Resumió Umi, callando de una bofetada las exclamaciones de Suzaku.
Tal fue el impacto de las revelaciones, que la pelirrosa ni siquiera protestó porque Umi se empeñara en llamarla "Sushi" aún cuando sabía que odiaba aquel nombre con todas sus fuerzas. En su lugar, sus ojos viajaron de su hermana a Uchiha Akame de nuevo. No había reconocido su nombre ni su rostro, pero de ninguna manera podría olvidar lo que ocurrió en el estadio. Aún tenía pesadillas con aquellas imágenes: de las ruinas del estadio que había albergado aquel torneo, de los chillidos aterrados de la gente, de la sangre derramada...
Mientras tanto, el criminal y el Uzukage seguían hablando:
—¿Qué te dicen tus ojos? —decía Akame, con una media sonrisa ácida—. No es un favor lo que te propongo, sino un acuerdo. Yo os llevaré a Uzushiogakure no Sato ahora mismo, y a cambio... —A Suzaku le pareció percibir que la voz le temblaba durante un instante, pero fue tan fugaz que no pudo sino preguntarse si no lo habría imaginado— ... a cambio sólo quiero verla una última vez.
«¿Ver la aldea una última vez?» Se preguntó Suzaku, extrañada. ¿Acaso Akame se arrepentía de sus actos y deseaba ver su hogar una última vez?
La oferta quedó en el aire durante unos instantes que se hicieron eternos. Finalmente, y tras un último intercambio de miradas con las dos hermanas, el Uzukage respondió:
—Está bien, Uchiha Akame. Acepto tu oferta —dijo, para la estupefacción de Suzaku y Umi, que se habían quedado con los ojos abiertos como platos—. La verás una última vez, y después… Bueno, mucha fe debes tener si piensas que sobrevivirás a lo que vendrá después.
—¡Uzukage-sama! —exclamó Suzaku, incapaz de contenerse. Sus ojos estaban llenos de rabia y sus puños, apretados a sus dos costados, hablaban por sí mismos: No estaba de acuerdo con esa decisión, por mil y una razones. Pero todas ellas se podían resumir en una sola—: ¡Ese... tío le arrancó el brazo a Godaime-sama! ¡No deberíamos atender sus exigencias! ¡Oblígale a hacerlo y ya está!
20/12/2022, 16:48 (Última modificación: 20/12/2022, 16:49 por Uchiha Akame.)
Akame aguardó, imperturbable, durante los largos momentos de silencio que el Uzukage se tomó antes de contestar. Los Hermanos se conocían bien; incluso después de tantos años. Para el renegado, el rostro de Datsue era sumamente revelador, como si pudiera ver los engranajes de su cabeza girando a toda velocidad. Evaluando. Sopesando. Cuando por fin llegó la respuesta, Akame bajó la mirada: sonreía, aunque desde su posición quizá ninguno de los uzujin pudiera darse cuenta. «Así es como va a ser, pues. Por fin.»
Recuperó la compostura y bajó de un salto. El tiempo y la mala vida habían dejado su impronta en la pobre figura del antaño Profesional, pero no hacía falta más que verle desenvolverse para darse cuenta de que aquel viejo perro todavía sabía muchos trucos. Su agilidad no era la de otros tiempos, pero aquel muchacho seguía teniendo el nivel de un shinobi de rango jōnin. Tal vez por eso Datsue había valorado que no era conveniente matarle como a una alimaña todavía. Lo había dejado bien claro, no había perdón posible para los crímenes de Uchiha Akame. Y sin embargo, el mentado no parecía darle la más mínima importancia. Si era una máscara de indiferencia lo que llevaba, desde luego no lo parecía. Quizás los ojos de Datsue habían perdido su agudeza. O quizás, realmente al renegado ya no le importaba morir. No si antes era capaz de verla una última vez.
Las kunoichis protestaron, aunque sólo una de ellas lo hizo mediante la voz. Akame les dedicó apenas una mirada indiferente; no esperaba que el Uzukage fuese a cambiar de opinión. No en ese momento. Con parsimonia extendió ambos brazos, como si quisiera que los tres uzujin se abrazaran a él.
Miró al Uzukage, luego a las dos muchachas, y luego de nuevo a su antiguo Hermano.
—¿Nos vamos?
Su ojo izquierdo había empezado a cambiar, las aspas negras arremolinándose en una espiral sobre el iris carmesí. Qué ironía que su Mangekyō hubiera tenido siempre aquella forma. Chispas rojizas de puro chakra sin refinar empezaron a saltar por el aire alrededor de Akame.
Datsue torció la mirada hacia Suzaku por un momento. Le enterneció la fe que ella tenía en él, que le veía capaz de hacer algo así de manera tan fácil.
—Que sus pintas de vagabundo no te confundan, Suzaku. Uchiha Akame nunca conoció la derrota en combate, ni siquiera contra mí —dijo, masticando aquellas palabras como si fuesen veneno. Obligarle a hacerlo, como había sugerido Suzaku, no era tarea sencilla. Para empezar, tendría que vencerle. Datsue había luchado contra oponentes durísimos. Hanabi, Daruu, Generales de Kurama, todos ellos le habían puesto contra las cuerdas, pero nadie le imponía tanto respeto como Akame. Quizá porque era al que mejor conocía, y sabía cuan peligroso podía llegar a ser con una simple mirada—. Sé que hoy podría destrozarle, ¿pero a qué precio? ¿Cuánto chakra despilfarraría, cuánta de mi propia sangre, cuánto tiempo? Kurama podría estar en estos momentos a las puertas de Uzushiogakure, y yo necesito estar YA y fresco.
Además, sabía por su Sharingan que Akame no mentía. Seguramente se guardase algún tipo de información, alguna jugarreta sucia. Oh, conociéndole, seguro. Pero Datsue también. No podía decírselo a las hermanas en aquellos momentos, claro. Pero quizá algún día pudiese revelárselo.
Akame bajó de un salto, y alargó ambos brazos, uno a cada lado.
—No —respondió, no tanto a Akame, sino por ellas—. Si queréis ayudar a Uzu, entonces hacedlo viviendo. —Sus palabras estaban teñidas por el orgullo. Habían peleado por Uzu. Se habían lanzado de lleno a la guerra sin casi experiencia en misiones de verdad. Y luego, aquella noche, le habían seguido al abismo cuando más las había necesitado. Estaba convencido de que algún día podrían conseguir lo que se propusiesen, pero todavía no estaban preparadas para un enfrentamiento contra Kurama. Ir con él tan solo las pondría en peligro innecesariamente. Chispas rojas empezaron a saltar alrededor de la figura de Akame, el muy desgraciado iba a ejecutar el salto ya. Le agarró el brazo con más fuerza de la necesaria, y añadió atropelladamente—. ¡Recordadloqueosdijeenlaestación! ¡Ypaseloquepase, nunca cortéis el lazo que os une!
Aquella última exclamación había sonado más a una súplica que a una orden. Y, justo antes de desaparecer, quizá los tres pudieron intuir, gracias al Sharingan, que el chakra de Datsue se había arremolinado y menguado ligeramente, como si acabase de utilizar algún jutsu. ¿Cuál? Ninguno podía saberlo, pero los tres lo acabarían descubriendo si Datsue salía vivo de aquella.
«Uzu... Seguid todos vivos, por favor. ¡Por favor!»
Acción Oculta: 1
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80