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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Bestias, bandidos, y a saber, dijo el profesor. Aquella última coletilla era como decirlo todo y nada al mismo tiempo. ¿Qué si estaban preparados para enfrentarse a tales amenazas? Eso decía su expediente. El Uchiha ya había hecho alguna misión C, y aquella podía considerarse como tal. Además, también había corrido alguna que otra aventura. En Isla Monotonía se había enfrentado a una banda de fanáticos religiosos. En Uzu, mismamente, había derrocado al anterior Uzukage. El problema era, y ahora se daba más cuenta que nunca, que en todas aquellas ocasiones tenía a Akame el Profesional a su lado. Poniendo la voz de la sensatez cuando había que ponerla. Actuando cuando había que actuar.

Desvió la mirada hacia Aiko. Aquella chica solía ir más por libre… y era tan impredecible como el viento.

Por supuesto —respondió, sin tener del todo claro si mentía o no—. Llevamos toda una vida entrenándonos para ello.

Sin embargo, pronto el rumbo de la conversación cambió, nada más intervenir Aiko. Quería averiguar qué era de las Pirámides Sanbei… pero resultó que no habría pirámides algunas. Al parecer, había sido toda una confusión. El Uchiha no sabía si por parte del intermediario de Aiko, que era quien le había avisado de la expedición, o por parte de la propia kunoichi. Probablemente algo intermedio, como solía pasar con casi toda confusión.

Pero lejos de parecer preocupado, Datsue, como un perro que olfatea comida, clavó su mirada en Banadoru. Incluso pareció que se le movían las orejas de la emoción.

Y… ¿Me recuerda de cuánto era esa compensación económica? —Datsue no había visto el anuncio, y de tan preocupado que estaba por robarle el secreto de la inmortalidad a Aiko, no le había prestado demasiada atención a nada que tuviese que ver con aquel encargo.
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#17
La chica logró llamar la atención de la mesa al completo por segunda vez, todo un logro. Ni tan siquiera el gran maestro Muten pudo evitar soltarle una mirada a la... ¿loca? A saber por qué clase de persona la tomaban, pero sin duda había algo claro, debían haber tenido un mal entendido. Hasta Datsue quedó sorprendido cuando la respuesta vino. No, no tenían como objetivo las pirámides de Sanbei, tan solo era una expedición de fines académicos y con una recompensa monetaria ya fijada. Sin duda, la chica no pudo ocultar su desagrado, torciendo los labios en una ridícula e infantil mueca.

«¿En serio hemos venido hasta aquí para nada? ¡Vaya chasco!»

Aiko quedó por un instante sin palabras, momento que su intrépido compañero aprovechó para formular las preguntas que a él bien interesaba. Obviamente se trataba de la recompensa. Él parecía no estar tan absorto ante la noticia que recién recibían de no ir a las pirámides, sus oídos y mentes se habían centrado en una recompensa mucho mas tangible, el dinero que éstos ofrecían por el encargo.

La chica por contra, no tenía demasiado interés en ello. Para un encargo así, habría ido al despacho de la Arashikage y le habría pedido una jodida misión de rango C, o algo por el estilo. Iban a ejercer de shinobis por su propia cuenta, con un trabajo de lo mas simple y tradicional —escoltar—, sin nada que destacase para hacerlo diferente a lo impuesto por los kages como misiones. Entonces, surgía la pregunta...

¿Para qué?

Mientras que Datsue prestaba atención a la cuantía con la que serían recompensados, la pelirroja continuaba sin palabra, buscando qué decir. Tomó la copa, y la dejó sin llegar a beber, la apartó, la acercó.

Entonces... —volvió a hablar, quizás para instaurar el caos sobre la mesa de nuevo. —¿no hay modo de que nos indiquen al menos el camino correcto?

»Solamente busco lograr encontrarlas, no hace falta ni que me acompañen.
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#18
Buradoku Banadoru asintió complacido ante las palabras de Datsue, y luego miró al resto de los comensales con unos ojos que buscaban aprobación. El director, Rōshi, se limitó a asentir. Jonaro soltó una risa socarrona y se cruzó de brazos, y Benimaru asintió con interés. Parecía que de momento los encargados —salvo quizás a excepción del jefe de seguridad, al que se veía bastante molesto con la presencia de los ninjas— estaban conformes con ambos muchachos.

La paga es de tres mil ryos, a entregar sólo cuando la expedición haya concluído —respondió Banadoru.

Sin embargo, la aprobación que habían manifestado los integrantes de la dirección de la expedición se esfumó rápidamente nada más Aiko insistió en su idea de ir a las Pirámides de Sanbei. Jonaro soltó una risotada maliciosa, Muten Rōshi alzó una ceja con gesto excéptico y Banadoru se ajustó otra vez el pañuelo dorado que llevaba al cuello con gesto nervioso.

Verá, Watasashi-san... —empezó el profesor adjunto.

No llegó a terminar la frase. Benimaru, el delegado del Daimyō, cruzó ambas manos sobre la mesa mientras miraba fijamente a la kunoichi. Su rostro ya no reflejaba aquella jovialidad y simpatía de antes, cuando Datsue contaba su anécdota, sino que era ahora la perfecta mueca de un cazador a punto de disparar a su presa en la yugular.

Watasashi Aiko-san, dado que sois extranjera, asumiré que no conocéis nuestras leyes y por tanto no tendré en cuenta vuestra impertinente insistencia —dijo con voz afilada el delegado—. Pero debo advertiros que nadie en Kaze no Kuni puede acercarse a las Pirámides de Sanbei sin autorización expresa de Daimyō-sama, bajo pena de muerte. Recordadlo bien, porque el desconocer esta prohibición no os exime de cumplirla.

El silencio se había hecho en la mesa. Un par de camareras se acercaron y empezaron a retirar los platos de quienes ya habían terminado de comer, mientras Banadoru se frotaba las manos con gesto nervioso.
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#19
La recompensa fue anunciada por el profesor adjunto, y sin duda aluna era una remuneración de lo mas jugosa. La chica de hecho ni se había molestado en atender a cuanto era la recompensa de la expedición, no pudo evitar sorprenderse un poco. No cabía duda de que a su compañero de andanzas le brillarían los ojos, casi seguro. Después de todo, venían en busca de encontrar una gran fuente de ingreso, además de una buena aventura, una digna de recordar.

Sin embargo, su pregunta no recabó demasiados amigos. El adjunto intentó calmar de nuevo la situación, pero rápidamente el de bigote verde dejó atrás su anterior actitud, y se puso mas serio que cuando uno se queda en el baño sin papel higiénico. Con voz seria y los orbes clavados en la chica, cruzó los brazos sobre la mesa, y dejó claro que no había modo de que les dejaran ir allí sin la previa autorización del mismísimo Daimyō del País. La pena para aquellos a los que descubrían intentándolo era la muerte, y no podía salvaguardarse en la excusa de que no sabía de esa ley, pues se impondría de igual manera.

Oh... entiendo. —anunció sin demora. —Permitanme un segundo, ésto cambia en parte las cosas.

De nuevo, ladeó los labios en una mueca. Aunque entendía cómo estaban las cosas, para nada estaba de acuerdo. Miró a Datsue, apoyó el codo sobre la mesa, y el mentón sobre la mano del brazo que estaba fijado en la madera.

¿Qué te parece? Podemos hacer el encargo y tal, pillar el dinero, intentar hablar con el Daimyō de Kaze no Kuni, y pedir permiso para hacer lo que nos hará ser nombrados en los libros de historia... El tipo con el que hablé me dijo que era una expedición a las ruinas de unas pirámides, no a las ruinas de una biblioteca... en fin, como veas.

Tenía claro cuales eran sus objetivos, y sus prioridades. El dinero no venía mal, aunque tenía pinta de ser la típica misión regentada por un superior y asignada a un genin común. Para nada estaba hecho a su medida.
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#20
Tres… mil… ryōs. Cuando su cerebro logró procesar aquella información, tuvo que llevarse los dedos a la nariz para taponar una inminente hemorragia nasal, como aquella vez en la que había visto a Aiko desnuda por primera vez. No era para menos. Estaban hablando de la recompensa equivalente a una misión de rango A. Hacía mucho tiempo que no veía tanta cantidad de dinero junta. «Podría empezar a ahorrar en serio para ese barquito… Joder, tenemos que pillarla»

No obstante, cuando Aiko le planteó en voz baja tomar el encargo, el Uchiha se hizo el dubitativo. Como si realmente le costase decidir.

Pues no sé, tía —suspiró, como si estuviese terriblemente decepcionado por no ir a las Pirámides de Sanbei. Entonces se inclinó hacia ella, juntando sus rostros a apenas escasos centímetros de distancia—. Supongo que es lo mejor —murmuró—. Además, si le causamos una buena impresión a Benimaru, podría ser el tipo idóneo que nos concertase cita con el Daimyō… No creo que nos dejasen pasar a verle solo por nuestras caras bonitas —bromeó, esbozando una breve sonrisa.

Entonces recobró la postura y se llevó una cucharada de helado a los labios, saboreándola con placer. Tanto el cuscús como el solomillo de camello habían estado riquísimos, pero aquel postre… Oh, aquel postre estaba a otro nivel.

Bueno… ¿Y cuándo hay que partir? —preguntó, esta vez en voz alta, a nadie en concreto. Ojalá no fuese hasta mañana. El Shukaku reducía sus horas de sueño hasta casi la mitad. Si Aiko dormía ocho horas, él en el mismo tiempo solo lo hacía cuatro, de tantas veces que se despertaba por su culpa. Si a eso se le añadía el viaje y sus incomodidades... Obtenías a un Datsue reventado.
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#21
El cuchicheo entre ambos ninjas no ayudó a relajar la tensión del ambiente —que a esas alturas ya podía cortarse con un cuchillo—, pero cuando finalmente Aiko no insistió más y Datsue preguntó por la hora de salida, el tema quedó oficialmente zanjado. Benimaru retomó su expresión simpática y jovial, Muten Rōshi terminó su cena, Jonaro les dedicó una mirada amenzanate y Banadoru suspiró con patente alivio.

Excelente —respondió el profesor adjunto—. Saldremos mañana por la mañana, después del desayuno. Todos debemos estar listos a las ocho de la mañana, vestidos y desayunados, en la recepción de este mismo hotel. Si nos retrasamos, nos arriesgasmos a tener que viajar durante las horas de más calor.

Otra oleada de camareros llegó a la mesa para recoger los platos, cubiertos y demás, ofreciendo a los comensales la sobremesa; chupitos de licores para ayudar con la digestión, café negro de Uzu no Kuni, té y demás bebidas.

El director de la expedición pidió un café cargado, Banadoru se conformó con un té y Benimaru pidió un cóctel con alcohol. El profesor adjunto sacó entonces de su maleta un tablero de shōgi y empezó a disponer las piezas.

¿Les hace una partida? —preguntó, tanto a sus compañeros de expedición como a los ninjas.

Jonaro carraspeó varias veces y luego se puso en pie, colgándose su espada al cinto. Sentado parecía más bajito, pero allí en toda su imponente altura quedaba claro que aquel tipo era verdaderamente grande y corpulento.

Me disculpan, pero estoy cansado. Creo que me iré a dormir —se excusó el guerrero, dedicándoles una última mirada feroz a los ninjas y desapareciendo del salón camino a la recepción.
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#22
Suspiró con pesar. Madrugar a las ocho de la mañana no era algo que le apeteciese, ni mucho menos. Para él, hacer levantar a una persona a aquellas horas tan tempranas debería estar penado por la ley. No obstante, había aprendido que en el desierto se debía hacer una excepción. Caminar bajo el sol del mediodía era suicida. Literalmente.

«Debería acostarme temprano entonces…», pensó, mientras pedía un té al camarero. Pero Banadoru iba a ponerle las cosas difíciles, nada más sacar un tablero de shōgi. Su punto débil. El juego con el que más disfrutaba con diferencia. Y era tan difícil encontrar un jugador a la altura… «Joder, ¿por qué me haces esto? Con lo que necesito dormir…»

Jonaro, por su parte, no parecía atraído por tales juegos. Sin duda, era el típico hombre que le agradaban más los desafíos físicos que mentales. Tras dedicarles una mirada a Aiko y Datsue, se retiró.

Creo que le caemos bien —susurró a Aiko, al oído, para después esbozar una breve sonrisa irónica—. Yo me apunto a la partida —añadió, esta vez en voz alta, dirigiéndose a Banadoru. No había llegado el día en que Uchiha Datsue rechazase una partida al shōgi—. ¿Os hace jugarnos algo? De donde yo provengo, solemos apostarnos algo simbólico para hacer la partida más… emocionante.
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#23
Datsue no parecía del todo seguro de si debían o no proseguir con el rollo de la expedición. Realmente tenía sentido, pues de una manera u otra, buscaban mas bien la otra aventura —en la que nadie había triunfado antes—, la cual era la única que estaba a la altura de los desafiantes. Sin embargo, reflexionó rápidamente sobre hacerla, pues después de todo había allí con ellos un representante del Daimyō, y de éste podrían sacar permiso para hablar con él y obtener ese dichoso permiso.

Tienes toda la razón. —concluyó la chica.

El de orbes color café de mediodía sin azúcar alzó de nuevo la voz a un tono habitual, lanzando la pregunta de a qué hora partían a modo de respuesta. Estaba claro, habían aceptado el encargo. La tensión vivida en la mesa bajó drásticamente, hasta el de bigote verde pareció retomar su jovial y agradable temple.

Los camareros y camareras fueron atacando la mesa en diferentes oleadas, asegurándose de recoger todos los platos vacíos, así de ofrecer el postre. Ofrecieron café, té e incluso chupitos de licor. Datsue se decantó por el té, mientras que Aiko se decantó por un par de chupitos. El resto fue eligiendo a su agrado, y tras anunciarse que saldrían a las ocho de la mañana del día siguiente, la mole de la espada se disculpó y abandonó la mesa. Justo antes, se lanzó el desafío de una amistosa partida de shōgi. El Uchiha le soltó un perspicaz comentario a la chica, para tras ello aceptar sin dilaciones la partida. Bueno, sin dilaciones tampoco... una apuesta lo haría mas interesante, al menos para él.

Ante las palabras de Datsue, la chica se encogió de hombros. Tampoco le apenaba demasiado que no le cayesen demasiado bien al golem medio lelo ese. Por otro lado, la partida de shōgi podía verse interesante... quería saber cuan buen jugadores había sobre la mesa. Tomó el primer chupito, y se lo bebió de un trago, rápido y seco.

Yo me quedo a ver la partida, siempre me ha gustado éste juego. —sentenció sus intenciones tras dejar el pequeño vaso sobre la mesa.
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#24
Banadoru sonrió con suficiencia ante el reto de Datsue.

Lo siento, Datsue-san, pero apostar va en contra de mis principios —replicó, cortés.

Luego el profesor adjunto dispuso el tablero y las fichas, y le cedió la iniciativa al Uchiha. La partida tuvo una duración razonable, y aunque el ninja batalló dignamente, al final probó no ser rival para las estrategias de Banadoru. El profesor Muten observaba con gesto severo, y corrigió un par de veces a su subordinado sobre dos jugadas a su juicio cuestionables.

La noche prosiguió entre charlas, té y shōgi. Al llegar la medianoche, Rōshi y Benimaru se excusaron para irse a dormir. Banadoru no tardó mucho más en hacerlo, alegando que él no era persona durante el día si no dormía sus buenas ocho horas por la noche. Pronto, Datsue y Aiko quedaron solos en la mesa.



Post de transición por si queréis hablar algo entre vuestros pjs. Si no, terminad el post roleando cómo os levantáis a la mañana siguiente.
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#25
El adjunto no cayó en los brazos de Loki, Datsue no tuvo tanta suerte como esperaba, pero para bien o para mal, tuvo suerte. Con el transcurso de la tarde-noche, pudieron ver que las facultades del hombre para mover fichas en el tablero eran realmente asombrosas. Predecía casi todas las jugadas del chico, se movía con toda tranquilidad por el tablero, y conocía todas y cada una de las normas a la perfección, labrándose jugadas que casi rozaban la perfección. No cabía duda de que su intelecto, o quizás su práctica, eran sumamente mas elevadas que las del chico. Aiko, con todo lo que ella había jugado y practicado, apenas seguía las estrategias que el hombre confeccionaba, lo cuál hacía mas que evidente que si jugaba perdería de igual modo. Así pues, se puso bastante contenta a base de chupitos, y no tardó demasiado en irse a la cama, después de despedirse mas o menos como se debería.

Quizás invitar al camarero a su habitación no había sido una de las mejores ideas de la noche, pero igual... durmió calentita. Con la tajada que había pillado, aunque solo le durase unos minutos, durmió la mar de a gusto.

Obviamente, no compartió cama con Datsue... ese, ya tenía otras aventuras. Una pena, tenía un buen polvo.


[...]


A la mañana siguiente, la chica despertó bastante temprano. Demasiado, si cabe decir. Aún no había salido el sol, y no había signo alguno de vida por el sitio. Así pues, la chica aprovechó para darse una ducha, asearse, y vestir como de costumbre. El desierto no iba a ser un factor en su contra, no le iba a hacer cambiar su estilo y singularidad.

Eso si, una cosa no quitaba la otra... cruzar el desierto con esa indumentaria no iba a ser moco de pavo. Pero, tenía algo a su favor, la técnica que había estado desarrollando. Sin mas, concentró chakra y comenzó a moldear su propio cuerpo, como si de sus papeles se tratase. Dejó que su cabellera creciese hasta la altura de la cintura, suelta y salvaje. Aprovechó para vestir una camisola blanca bastante ancha, que se recogía por medio de cintas de cuero a la altura de los codos para asegurar la movilidad. Su calzado se convirtió en unas botas altas de color marrón, finas y ligeras, que llegaban hasta poco mas abajo de la rodilla. Por último su pantalón, de un tejido parecido al de la camisa, fino y ancho, que terminaba por recogerse a la altura de las rodillas con las mismas botas. No mostraba rastro alguno de armas, de portaobjetos, ni nada por el estilo. Eso sin embargo no quería decir que no lo llevase consigo, tan solo estaban ocultos con el mismo disfraz.

Con los primeros rayos de sol, la chica salió hacia el recibidor, donde todos habían de verse según lo acordado. La chica lucía espléndida, aunque tampoco mucho mas de lo habitual, ella siempre estaba radiante.


Desde el movil no puedo mandar mp. Datsue, mi personaje no sabe si tienes una aventura o no, es solo lo que ha pensado al oir tu aventura con la otra chica. Ni esta segura de una cosa ni la otra, pero decidio no torcer las cosas xD
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#26
LUL Vale, vale. Estaba yo pensando en que lo decías por Noemi cuando Datsue nunca te había comentado nada, pero se me había olvidado la anécdota esa jaja


La partida al shōgi le resultó frustrante y cruel. Era como ver a un genin batallando contra un jōnin. No era una batalla, sino una paliza. Banadoru jugaba con él cómo quería. Le atraía, le dejaba ver una vulnerabilidad, solo para que el Uchiha se lanzase de cabeza contra ella y luego atraparle en la trampa. Minutos más tarde, algo malhumorado por la evidente derrota, el Uchiha repasó mentalmente uno a uno sus movimientos. Sus fallos. Sus precipitaciones.

Cuando se quiso dar cuenta, se encontró a Aiko coqueteando con el camarero. Había pensado en intentar compartir habitación con ella… solamente para tratar de averiguar de una vez qué escondía en ese pie. Y, bueno, si por el camino sucedía algo más… ¿quién era él para negarse? Pero la kunoichi parecía preferir los encantos de aquel hombre, y el Uchiha se sorprendió a sí mismo encontrándose… ¿celoso?

No es que le importase que estuviese con otros. Pero ya que él estaba allí…

Pff… Ya ves tú lo que me importa a mí —masculló para sí, subiendo por las escaleras. Ni siquiera se había despedido de ella.

Cerró la puerta de un portazo, tiró la ropa al suelo y lanzó las botas contra la pared con un movimiento de pies, para finalmente dejarse caer sobre la cama. Tras días durmiendo sobre la arena al aire libre, aquello era como estar en el paraíso. El colchón era blando y enorme…

… Demasiado grande para solo una persona. Chasqueó la lengua y cambió de postura. No tardó mucho en dormirse, aunque, como siempre, las pesadillas se encargarían de despertarle una y otra vez.


• • •


A la mañana siguiente seguía casi tan reventado como las otras veces. El sueño interrumpido siempre le dejaba así, y sabía que tardaría en despejarse. Malhumorado —como siempre estaba cuando había que madrugar—, se dio una ducha rápida, quitándose la suciedad acumulada del viaje, y se vistió con las ropas que había traído para la ocasión: una gran túnica ocre por encima; ropa de algodón por debajo; un sombrero cónico que llevaba colgando del cuello; y unas botas altas y marrones. Se echó su dosis diaria de crema en la cara, y bajó a desayunar algo. Un poco de zumo de naranja; trozos de piña; unas tostadas… No le dio tiempo a mucho más, o llegaría tarde a la hora pactada. De hecho, llegó con un par de minutos de retraso.

Siento la tardanza —se disculpó, nada más entrar en la recepción. Se frotó los ojos, todavía algo adormilado, para luego pasear la mirada por los presentes.
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#27
Cuando los muchachos llegaron a la recepción, vieron que allí los estaban esperando el profesor Rōshi, Banadoru y el delegado del Daimyō, Benimaru. Los dos primeros iban vestidos de forma bastante distinta a la noche anterior; habían dejado sus elegantes galas de académicos para embutirse en ropajes de colores claros, de algodón transpirable y llevaban colgando del cuello mediante un cordel, sendos sombreros parecidos al de Datsue.

¡Ah, aquí están! —les saludó Banadoru—. ¿Han dormido bien?

El profesor Rōshi y Benimaru les dedicaron una inclinación de cabeza, y luego enfilaron la salida. Antes de atravesar las puertas del hotel, el delegado del Daimyō le dedicó una última mirada difícil de descifrar a Aiko.

Espero que le haya quedado claro nuestro destino.

Sin más, el tipo recobró su habitual sonrisa y salió al exterior. Banadoru se acomodó el pañuelo dorado que llevaba en torno al cuello con gesto nervioso y les invitó a salir también.

Vamos, no hay tiempo que perder. El resto de la caravana ya está lista, sólo faltamos nosotros.

El profesor adjunto se ajustó los corrajes de la maleta que llevaba colgada sobre los hombros, un bolso de cuero lo suficientemente grande como para que cupieran varios tomos de papeles, y sintió el aire frío de la mañana invernal en Inaka. Frente a la entrada del hotel habían dispuesto una caravana de lo más peculiar; al menos, para ambos ninjas, que nunca habían visto cosa igual.

Liderando el convoy iban el profesor Muten Rōshi y Benimaru, ambos montados en sendos camellos que transportaban, además, varias alfajas sobre sus jorobas. Detrás se situaban dos enormes carros de madera repletos de cajas y herramientas, ambos cubiertos por lonas de tela ancladas a la propia estructura de los transportes. Luego estaba Jonaro, también a camello y rodeado de un buen puñado de hombres que vestían con ropas sencillas. Tenían el rostro curtido, los brazos fuertes y esa mirada de haber hecho ya alguna que otra vuelta. De entre ellos destacaba uno; un tipo vestido con una chaqueta plateada y con una gran cicatriz en la cara que le cruzaba el ojo izquierdo. Jonaro y él hablaban discretamente, como si no se fiaran siquiera de los hombres que les rodeaban.

Finalizaban la caravana otros dos carros; uno repleto de herramientas, y el otro con un tendete de tela sobre cuatro palos en el que —probablemente— viajarían el resto de los obreros.

Uno de aquellos peones se acercó a Banadoru, Datsue y Aiko llevando tres camellos sujetos por las riendas, y se los ofreció al trío.

¿Saben montar? Esto no es como un caballo —agregó luego de darles un buen vistazo y, probablemente, suponer que no eran oriundos de Kaze no Kuni.
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#28
Datsue se encogió de hombros y asintió, no con mucho convencimiento, cuando Banadoru les preguntó si habían dormido bien. No, claro que no había dormido bien. Nunca lo hacía. No desde que compartía las noches con Shukaku. Pero no podía decir eso.

Luego, el delegado del Daimyō intercambió unas palabras con Aiko, a quien milagrosamente le había crecido la melena hasta la cintura, suelta y salvaje como solo ella misma podía serlo. No le hizo falta activar el sharingan para saber que aquello se trataba de un henge no jutsu, pero aun así lo hizo, de forma momentánea, confirmando lo que ya sabía. El porqué la kunoichi gastaba esfuerzo y concentración en mantener aquella ilusión, era algo que desconocía, aunque no sería él quien se quejarse. El pelo largo le sentaba muy bien.

Afuera, una caravana esperaba a los dos shinobis. Una buena tropa, mayor de la que el Uchiha se había imaginado. Carros; obreros; lo que parecía un buen grupo de guerreros… y camellos. Datsue jamás había visto a aquellas criaturas más que en los libros, y le sorprendió lo altos que eran… y el olor profundo que desprendían.

Un hombre se acercó a ellos con tres camellos, ofreciéndoselos, y les preguntó si sabían montar.

Bueno… No creo que se diferencie mucho de montar un caballo, ¿no? —preguntó—. De todas formas, yo me he traído mi propia montura, que está… —Datsue miró a donde se suponía que tenía que estar su yegua. Luego, al no verla, giró la cabeza a un lado y a otro, sin mejor resultado—. ¡Me cago en…! —exclamó, iracundo—. ¡Aiko, que nos han robado los caballos!
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#29
Tras llegar a la recepción, reclamaron la atención de sendos genin para preguntar si habían dormido bien. La respuesta era obvia, la chica estaba radiante. Le echó la vista a Datsue, cuyos ojos brillaron por unos instantes de color carmesí. Ese detalle volvía a serle de curiosidad, y no era para menos... la pelirroja era mas curiosa que un maldito gato venezolano.

¿Por qué un gato venezolano? Porque si, y punto.

En fin, tampoco podía ponerse ahora a preguntar sobre ese brillo rojo en sus orbes tan negros, quizás era mera genética. Esperaría a estar en un sitio y una condición un poco mas cómoda, o simplemente arrasaría a preguntas en cuanto se pusieran en marcha. El camino seguramente era largo, tendría tiempo para ello.

Si, he dormido muy bien. Se nota que éstas camas son de gran calidad.

Antes de salir, el de bigote verde lanzó una repentina mirada a Aiko, y preguntó a ésta si tenía ya claro el destino al que iban. La chica se encogió de hombros, mientras hacía una mueca de no estar del todo de acuerdo, pero sabiendo que no tenía otra opción.

Si, si... vamos a la biblioteca esa a buscar libros suuuuuper antiguos e interesantes... —anunció, con cierto desdén.

Tras salir, quedó bastante asombrada del convoy que tenían al frente. Habían un montón de camellos, unos animales que apenas había podido ver hasta el momento, y un par de carruajes. Una gran cantidad de hombres, de herramientas, de monturas, de... de todo.

Sin mas, uno de los tipos se acercó hacia los genin y el profesor adjunto, y preguntó si éstos sabían montar. El mas presto —Datsue— apresuró a informar de que ellos ya tenían monturas, aunque tampoco pasó por alto que esos animales fueran quizás parecidos de montar. De pronto, su mirada quedó perpleja, las monturas que habían traído ya no estaban. El chico rápidamente informó a la pelirroja, que obviamente también había caído en cuenta al ver su reacción.

Mierda... —se quejó mientras avistaba hacia un lado y hacia otro rápidamente, buscando quizás algún indicio. —La puta madre que los parió... una ya no se puede fiar ni de su sombra... putos ladrones...

Dejó caer un suspiro, no había demasiado que hacer.

Los camellos no me dan buen rollo... son raros...

Pero, quizás no estaba en posición de quejarse. Después de todo, la otra opción era ir andando, y no se veía tan cómoda...




Siento la tardanza señores :C
[Imagen: 2UsPzKd.gif]
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#30
Banadoru no pudo contener una carcajada cuando los ninjas se quejaron de su mala suerte al creer que los caballos sobre los que habían venido a Inaka habían sido robados.

Ay, perdón, perdón señores... —se disculpó, secándose una lagrimilla—. Pero es que son ustedes dos ninjas de lo más pintoresco. Sus caballos estarán en las cuadras del hotel, debidamente atentidos. Lo más probable es que alguien del servicio los recogiera mientras cenabais.

Aclarado aquel tema, el académico se acomodó su pañuelo dorado y subió a la montura que le ofrecía uno de sus obreros. Desde las alturas de aquella criatura, Banadoru les animó a hacer lo mismo. Luego tiró de las riendas y el camello se volteó lentamente, como si le costase un esfuerzo tremendo, para luego empezar a moverse lentamente en dirección a los primeros puestos de la comitiva.

¡Vamos, Uchiha-san, Watasashi-san, Muten-sensei nos está esperando!

El resto de obreros ya habían terminado de cargar los vagones con algunas cajas más de aspecto pesado, y se hacinaban ahora en el carromato cuya parte trasera tenía una pérgola montada. El tipo que les ofrecía las riendas de los dos camellos restantes parecía impaciente por unirse a sus compañeros, como si temieran que se fuesen sin él.

Es para hoy —comentó con cierto aburrimiento.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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