Como en un buen vals, el chico iba acompañado por una hermosa pareja, la muerte. Tras de él solo había quedado eso, muerte y destrucción. Ya no quedaba nada que lo agarrase a algún lado, ni familia, ni amigos, ni vecinos, ni enemigos... solo paz.
Sin embargo, su destino aún estaba lejos de cumplirse. Mucha gente aún estaba viva, ese pequeño gran desastre no había sido mas que un pequeño movimiento de peón en un gigantesco tablero de ajedrez. Pero por el momento la historia no estaba del todo trazada... ¿sería un momento de calma para darle fuerzas a continuar? Fuere eso u otra cosa, había de reflexionar un poco. El viaje era largo, y el día alberga horrores. Horrores demasiado hermosos para alguien que solo desea muerte al prójimo.
Tras haber dejado a Yoshimitsu atrás, el albino comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Realmente no tenía ni idea de hacia donde dirigirse, todo lo que conocía había quedado en el olvido. Así pues, caminó y caminó por territorio desconocido. Al cabo de un día casi caminando, el chico terminó topándose con una especie de bosque en mitad de esas arenosas tierras.
«Curioso...»
Pensó el chico, cuando su estómago comenzó a rugir. Era obvio, llevaba bastante tiempo caminando y sin comer.
Cuando llegó a alzar la vista hacia aquella especie de bosque, llegó a ver un pequeño tejado tipo dojo. Lo que en un principio no le había llamado la atención, ahora sí que lo había hecho. Ese estilo de construcciones era la típica de Kusagakure. ¿Tendría ese sitio algo en común con su antigua aldea?
Sin pesarlo dos veces puso rumbo al sitio.
No tardaría demasiado en llegar a un sitio cuyas construcciones eran realmente parecidas a las de Kusa. Al llegar allí, por un momento sintió algo parecido a armonía, paz... quizás fue un pedo mental.
—Necesitaré algo de comer... a ver si encuentro algún sitio...— Se dijo a sí mismo.
Poco a poco se adentró en la urbe, y a escasos metros de la entrada se topó con una especie de puesto de comida. Tenía una hermosa terraza, con vista a esos bellos árboles y exteriores. Casi con ansias de tirar a la dependienta por un terraplén y servirse por sí mismo la comida, el chico se sentó en una de las mesas. Sus harapos no tardaron en llamar la atención, o quizás lo hizo mas su brazo. Al menos, supo contener la apariencia y los impulsos, sosteniendo en su rostro un fría sonrisa y un tétrico silencio.
Se mantendría ahí a la espera hasta ser atendido, cosa que realmente esperaba no tardase mucho...
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- Tengo hambre... - protestó Juro, mientras caminaban por las calles de Notsuba.
- Eres un crio. ¿No puedes aguantarte? - le espetó Katsue, cansada.
Juro llevaba ya más de una semana de viaje, y estaba cansado de la tierra, el barro, de caminar... Le dolian las piernas por seguir el ritmo de su hermana mayor. Todo por querer acompañarla en su viaje al país de la Tierra. Hacia mucho que no salía de Uzushiogakure, y quería ver mundo.
"Quizá debería haberme callado en su momento - pensó, aunque sabía que no era verdad. Dejarla irse otra vez y quedarse sólo en casa le irritaba. Por una vez quería ir él también.
- Mira, vete a comer algo, yo tengo que hacer unas cosas - prosiguió Katsue - ¿Tienes dinero?
Juro asintió, sonriendo. A pesar de que era un sitio nuevo y de que se perdería, quería explorarlo por su cuenta. Sin más dilación, ambos se despidieron. El chico se fue en dirección contraria, para no encontrársela por ahi. Quería arreglárselas por si mismo por una vez.
Mientras caminaban, pudo ver la multitud de dojos que había por la zona. Las casas parecían de estilo tradicional. Le gustaba bastante. Había vegetación, y pudo ver una cascada a lo lejos. Quizá el viaje hubiese merecido la pena...
Por fin, cuando su estómago rugía por cuarta vez, divisó un puesto de comida. Tenía una gran terraza, y estaba bastante lleno. En realidad, había tres mesas y dos ya estaban ocupadas. Sólo quedaba una mesa libre, y en ella había una persona que le dio escalofríos. Llevaba unos harapos en lugar de ropa y un brazo que desencajada. Era tan extraño... Podía ver el color carne de la piel, y un color marronaceo que no lograba identificar.
Pero era eso o nada. Cogió valor y se acerco a la mesa.
- Disculpe... - le dijo, tímidamente - ¿Esta mesa esta ocupada?
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El albino quedó esperando por un buen rato. Entre lo cuál, las miradas no cesaban un solo segundo. El chico casi podía respirar en paz, se sentía como en casa pese a estar en otro lado. Su sonrisa se hizo algo mas sincera, realmente le agradaba.
El sepulcral silencio agazapado por pequeños puchicheos se cortó en seco, a su lado un chico se lanzó con una pregunta algo rara. Le preguntó con descaro si la mesa estaba ocupada... ¿acaso no le había visto? ¿O simplemente hablaba con la nada? ¿Qué clase de pregunta era esa? Sin pensarlo dos veces, el chico comenzó a palparse la cara, jalarse de los mofletes, y mas tarde mirar a ambos lados. Tras ello, volvió la mirada hacia su interlocutor, y alzó ambos hombros con gesto de resignación.
—Bueeeeeno... solo un poco.— Respondió sin titubeo.
Sin embargo, quizás ésta situación le llevase a buen puerto, quizás con un aldeano mas a su vera la tendera llegase a acudir a la mesa de una maldita vez. Sin duda, el estómago le podía bastante.
—Tampoco soy celoso... y a veces ni muerdo... puedes sentarte si quieres.—
El chico portaba en su frente una banda metálica bastante conocida. Procedía de Uzu, al menos era mejor que encontrarse a uno de ame... Con su característica sonrisa tan poco real, pero no por ello denotativamente falsa, el chico atendió al invitado tan amablemente como bien pudo. Saldría ganando de esa situación, así que no había por qué lamentarse... lo único que lamentaba era la compañía, realmente no le apetecía estar junto a alguien. Pero en fin...
Sin demasiada demora, el chico buscó con sus orbes de distintos colores a la tendera del comercio. Aunque era pequeño el sitio, y tampoco había demasiada gente, estaba tardando varias eternidades. La espera se le estaba haciendo difícil con el estómago vacío.
—Bueno, eso contando con que la tendera venga aquí... porque ya llevo esperando un buen rato.— Añadió el Senju.—Por cierto, puedes llamarme Blame.—
Pese a todo, guardó las formalidades.
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Juro se puso nervioso cuando vio lo que estaba pasando. O más bien, la cosa que estaba haciendo su interlocutor. Empezó a tocarse la cara, las mejillas, miro a los lados...
El chico no supo el porqué de aquella actitud. ¿No sentía la cara? ¿Le perseguía alguien? La lentitud del tio ese le ponía hasta nervioso. Al final, se volvió a girar y le dijo que solo un poco. Después pareció querer arreglarlo, diciendo que no era celoso, y que a veces ni mordía.
"Lo que faltaba ya..." - pensó, extrañado.
Pero lo peor fue su sonrisa. La sonrisa que articuló ante Juro le puso los pelos de punta. Parecía querer algo de él, algo siniestro y oscuro. Podría ser un asesino, un pedófilo , o cualquier otra cosa.Su instinto le gritaba que saliese corriendo de ahí, pero en lugar de ello se sentó en frente suyo.
El resto de la conversación fue más normal. El chico le explicó que llevaba un buen rato ya esperando a la tendera, y que se llamaba Blame. Fijándose más en él, pudo ver lo extraño que era. Tenía dos ojos de diferente color, y el pelo blanco. Además, su piel era muy pálida, como la suya. Esto hizo que se sintiese un poco mejor, vete a saber porque. No parecía ser un adulto tampoco, pero era más mayor que él.
- Encantado, yo soy Juro - le dijo inocentemente, poniendo una sonrisa sincera. Se preguntó lo extraño que era su nombre, pero no dijo nada. Viendolo, era hasta esperado - ¿Has probado a llamarla? Igual esta ocupada...
Mirando a sus alrededores, pudo ver que no había mucha gente. Vió a la camarera a lo lejos, pasando con un plato de comida caliente, y unas notas donde seguramente apuntaría los pedidos. Juro trató de llamar su atención con su pequeño brazo, intentando ser visto por ella.
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El chico se dio a conocer como Juro. Curioso nombre, aunque el albino tampoco era quién para decir que un nombre era "raro". SU nombre no tenía ni vocablos correctos en su idioma, eso sí que era descabellado. Con una sonrisa similar a la del albino, el chico insinuó que era un placer haberlo conocido. Sin duda, no sabía de qué hablaba.
«Claro, claro...»
Su pregunta tras la presentación no fue a parar al baúl de las cosas mas lógicas que preguntaría a lo largo de su vida. El chico hasta llegaba a ser gracioso... Al senju se le escapó incluso una risa. No pudo evitarlo, fue algo casi instintivo. Sus orbes siguieron a los del chico, buscando con el mismo ahínco a la chica que debía haberle atendido.
—Si... quizás habría sido una buena opción... jajajaja.—
Para cuando Juro alzó el brazo, la chica notó su presencia. Dejó los platos que llevaba a una mesa, dejándolos ante sus respectivos comensales, y hizo amago de ir hacia la mesa de los chicos. Sin embargo, como bien escrito está, hizo amago. Quiso ir hacia la mesa, pero se detuvo de manera tosca al observar que el peliblanco aún estaba en la mesa. Sin dudarlo un solo segundo, la chica se adentró de nuevo en la cocina, de donde saldría con un par de platos mas.
Ante esa acción, la vena de la sien del Senju se hinchó. No podía creerlo, la chica pasaba de atenderlos... ¿para qué había dejado entonces sentarse ahí a Juro? Dioses, ese maquiavélico plan de utilización no le habia servido ni para limpiarse el culo.
Volvió su mirada hacia su antagonista, dejó caer un suspiro de resignación, y se llevó una mano a la cabeza. Con un gesto lento y exasperado, dejó caer la mano hacia detrás, echando hacia detrás su media cabellera blanquecina.
—Si fuese un saco de boxeo, esa chica se habría llevado ya un par de golpes... por desgracia, los sacos de boxeo no atienden...— Reflexionó en voz alta. —Aunque bueno... ésta chica tampoco atiende... mmm...—
Su descabellado raciocinio sin duda dejaría mal sabor de boca a cualquier persona. O quizás no a cualquiera, en éste mundo hay de todo... Sin demasiado que hacer, se llevó la mano hacia el mentón, el cuál apoyó con mirada indignada hacia un lateral.
—A saber qué mosca le ha picado a esa...—
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Juro sonrió cuando la chica pareció percatarse de su presencia, a pesar de sus cortos brazos. Dejó la comida en sus respectivas mesas, preparó la libreta, se acercó...
... Y se volvió dentro, en cuanto su vista se posó en Blame. Aquello le indigno. Vale, era raro. Vale, él también se había asustado. Pero era la maldita camarera, tenía que presentar un poco de profesionalidad. Como si la fuera a apuñalar por servirle la comida.
"Más bien pasara por lo contrario..." -reflexionó para sus adentros.
Su compañero de mesa dio una inquietante metafora sobre un saco de boxeo y la propia camarera. ¿Pretendía agredirla? Con aquel tipo, quien sabía.
- La diferencia es que si le golpeas, pondrás a todo el lugar en tu contra - le advirtió Juro - ya atendera, quizá solo se ha dejado el lapiz...
Era una estupidez, que ni él mismo creía, pero al menos tenía que desviar la conversación. No le gustaba el rumbo que estaba llevando... Al menos, Blame cambió de reflexivo a indignado. Algo era algo.
Juro reflexionó. ¿Que podía hacer? Quizá si fuera a la barra y pidiese por los dos...
- Si quieres puedo intentar conseguirla. Si voy a la barra no se pueden negar, y una vez hecha, no se la van a quedar - dijo, pensativo.
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El antagonista del albino intentó razonar que agredir a la camarera no sería buena idea, que con ello solo ganaría la ira de muchos. Tenía razón en parte, pero... ¿quién había dicho que si lo hiciese alguien se enteraría? Para algo era un shinobi, las estratagemas y el sigilo eran parte de su adiestramiento. En ese mismo instante un flash le iluminó la materia gris. Era cierto que podía actuar con sigilo, como un shinobi, pero Juro no podía saber que él era genin. Su bandana ya no decoraba su vestuario.
Juro intentó incluso desviar la atención del peliblanco sobre la camarera anteponiendo una tonta excusa, que quizás se había olvidado en lápiz. Sonaba tan ridículo que casi parecía mofarse de él. Sin embargo, el Senju no escatimó en sonreír.
—Claro... será eso...—
Tras ello, el chico propuso ir él mismo en persona hasta la barra, buscando que le atendiesen a él por ambos. La verdad, la idea no era mala, tal y como decía si le atendían en la barra, tendrían que llevar a la mesa la comida. No le quedaría otra a la camarera, no podría dejar la comida en la cocina... ¿O sí?
El chico buscó de nuevo con la mirada a la tendera, y sin posar demasiado su mirada en ésta, volvió a enfocar con sus orbes al chico de Uzu.
—Está bien.— Confirmó el albino. —Por mi parte puedes pedir un par de platos de cualquier tipo de carne, y quizás un bol de ramen... la verdad es que tengo apetito.—
Con un poco de suerte, y el factor obligación de parte de ambos, Juro se acercaría a la barra para pedir el encargo del Senju y el suyo propio. Tan solo quedaba esperar.
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Blame pareció acceder ante la propuesta de Juro acerca de que el consiguiese la comida para ambos. Le dijo que escogiese un bol de ramen y carne para él. Juro de preguntó si llevaría mucho sin comer, lo que pedía era una cantidad bestial. Ni él mismo podía con todo.
- Muy bien, ramen y carne asada... - contestó Juro, antes de marchar.
Camino pasando cerca de las otras dos mesas. En una había una familia, padre, madre y dos niños. En otra, dos adultos tomando algo. Suspiro, todos parecían tan normales en comparación...
Se acerco a la barra ,no sin antes dirigir una última mirada hacia Blame, tratando de ver más allá de su comportamiento. ¿De verdad era un mal tipo, tanto como lo parecía? Las cosas eran tan complicadas...
Esperó a que la tendera dejase de servir. Supuso que como mínimo, tendrían alguien más cocinando, pero quizás aquella mujer borde fuese la única que servía. La tía no tenía ninguna excusa, así que Juro esperó que aceptase su pedido, aunque fuese obligada.
- Buenos días - le saludaría, al llegar - - Me gustaría pedir dos boles de ramen, y dos platos de carne asada, por favor.
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Blame esperó ansioso en la mesa, realmente pocas opciones mas le quedaban salvo liarla gorda, y eso quizás ni le convenía... Entre tanto, Juro se acercó a la barra, donde sin demora atacó con su pedido a la camarera. La chica se sorprendió algo, no esperaba que alguien fuese hasta la barra para pedir, normalmente servía y tomaba los pedidos directamente en las mesas.
—Oh! perdona, no te había visto.— Se excusó la chica. —Bueno... si, está bien. Le llevaré la comida a la mesa en un rato, tan solo espere sentado. Bueno, y una cosa mas... les cobraré por adelantado, la imagen de ese chico con el que estás sentado deja mucho que desear...—
Sin preámbulos ni miramientos, la chica soltó semejante cosa así, sin vaselina ni nada. Mas fresca que ancha, la chica apuntó en la libreta los boles de ramen y la carne asada, y lo dejó en el poyete de la cocina. Atareada aún, continuó sirviendo las mesas, pese a que poco le quedaba por atender.
El Senju por su lado permaneció en silencio, esperando el regreso del chico de Uzu. La paciencia era una de sus virtudes, pero el hambre le estaba venciendo en la batalla. Su presteza en el fragor del combate estaba siendo memorable.
—¿Y bien?— Preguntaría el chico cuando Juro regresase a la mesa.
Obviamente necesitaba información, su estómago así lo exigía.
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"Claaaro, habrá sido por eso"
Juro escuchó con los brazos cruzados a la mujer, que lo estaba arreglando. Le dijo sutilmente que ahora les serviría, y no tan sutilmente que no se fiaba de Blame por su aspecto.
Juro asintió de mala gana. Vale, quizá tuviera algo de razón, pero no le gustaba que se portasen mal con él sin ninguna clase de motivo. Su ropa no lo era, al menos para él. Se comportaba de forma rara, pero era educado. Le había dejado sentarse con el...
- Ahora volveré con el dinero... - respondió, casi de mala gana.
Antes de irse, cogió una carta para mirar los precios. Debería haberlo hecho antes. El ramen no era para tanto, gracias a dios le alcanzaba... Se preguntó si Blame podría pagar toda la comida que había pedido. Esperaba que si.
Se acerco a su mesa, donde le esperaba el peliblanco, ansioso. Tenía que estar hambriento. Juro hasta se compadeció de el pobre.
- He pedido dos boles de ramen, uno para mi. Y dos platos de carne asada, lo que pedías - le informó, enseñándole la carta y el precio, discretamente - Ah, y hay que pagar por adelantado, así que preparalo y vamos.
No se atrevió a pedirle que se lo diese directamente, era su dinero, después de todo. Esperó que no se tomara mal lo del pago por adelantado. Se lo había soltado rápido, para no darle importancia. Sólo esperaba que sus ideas sobre el sacó de boxeo no fuesen más allá.
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Haciendo circulos con el dedo índice sobre la mesa, el albino intentaba no sucumbir a la desesperanza. Su estómago gritaba por comida, mientras que su cabeza gritaba por venganza hacia su principal motivo en ese restaurante, comer. Todo podía resumirse en una simple idea, necesitaba comer.
Al fin llegó Juro a la mesa, algo abatido de espíritu, y anunció al peliblanco que la comida ya estaba pedida. Antes siquiera de que el albino se alegrase, acercó a éste el listado de precios y le comentó que había que pagar por adelantado. Sin duda, ésta extraña solicitud daba muestra de cuál era el principal problema, sus vestimentas. Quizás le habían confundido con algún tipo de mendigo o algo...
El chico dejó caer un suspiro, resignado. Aunque ya poco le importaba, no iba a ir a otro sitio a comer, o a comprar ropas nuevas antes de comer... ya iba a tener que aguantar la situación, o acudiría a la histeria o demencia.
—Está bien... ya veo por donde van los tiros...— Informó a su compañero de comida mientras sacaba la billetera. —Uno ya no puede ni trabajar... termino una misión, y por preferir comer antes de comprarme otras ropas se me mira con mala cara... que gente mas divertida...—
Pese a que su comentario era una verdadera crítica a esa lacra de sociedad, en su rostro no hacía mas que dibujarse una sonrisa. No parecía alterarle en absoluto, salvo porque había despotricado semejantes cosas. Sin parsimonia alguna, sacó el dinero lo dejó entre Juro y él. Sin mas, sobre éste dinero puso el servilletero.
—La camarera verá que aquí está el dinero, pero no lo va a coger hasta que hayamos comido. Tenemos igual derecho al resto de la gente... ¿no crees?—
Con una sabiduría macabra, el albino dejó bien claro su propósito.
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"¿Una mision?"
No, tenía que haber oído mal. ¿Blame, un shinobi? No le ubicaba como tal. No llevaba bandana, no veía su portaobjetos. Pero quizás explicase lo del brazo, y su extraña actitud...
Mientras lo pensaba, sacó su billetera y dejó su parte del dinero. Aun extrañado, Juro lo imitó. Dejó su parte sobre la otra, sumando presuntamente la cuenta. No pensaba ponerse a contar monedas y billetes para estar seguro. Aun harapiento, Blame sabría contar...
Este le dijo que lo dejarían ahí, pero que no lo tocaría hasta que comiesen. Por una parte, estuvo de acuerdo. Por otra, pensó en que no era buena idea, en que era mejor dárselo y evitar problemas... Pero no le contradijo.
- Buena idea... - murmuró, ausentemente, ya acomodado en su silla - Antes has dicho algo de una misión...
La espera podría ser larga, y Juro no se quitaba de la cabeza lo que había escuchado. Aun a riesgo de que le mintiese, decidió indagar un poco más.
- ¿Eres un ninja? ¿Por eso estas así? - preguntó, sin poder aguantarse. Le dieron ganas de abofetearse así mismo - Quiero decir, no hace falta que digas nada si no quieres.
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Juro pareció aceptar con recelo la propuesta del albino. La idea de tentar contra la chica quizás no le gustó demasiado, pero pese a ello aceptó. Quizás no hacían mas que jugársela, pues esa acción seguramente no entrase por buena vista. Pero en fin, el dinero estaba sobre la mesa, y lo tomarían cuando fuesen servidos como dios manda. Es decir, bajo un diluvio. No, espera, el diluvio solo cuando el desastre de la humanidad sea incontrolable... por el momento se podía confiar en Blame.
La curiosidad mató al gato, y en ésta ocasión el gato era bípedo. Juro era un gato bastante humanizado... bueno, tampoco es que fuese un gato, y tampoco es que fuese a matarlo el albino por el hecho de preguntarle. Sin embargo, el chico quiso indagar un poco. Preguntó si su condición era así de lúgubre a causa de la misión, así como si el Senju era un shinobi.
—No... no soy un shinobi.— Contestó con una sonrisa dantesca. —Soy un cazarecompensas. El ninjutsu, y el servir a un mero señor feudal no me convence... Soy libre, y cazo personas por un módico precio.—
Dicho eso, el chico se miró las prendas. Una risa se le vino de pronto, recordando lo que había pasado recientemente.
—Si... digamos que mi último trabajo se me fue de las manos... la cosa se puso bastante fea, pero aquí ando aún en pie.—
La tendera se acercó al fin a la mesa, y puso primero los boles de ramen. Observó que el dinero se encontraba bajo el servilletero, hizo amago para tomarlo, pero sin embargo no lo hizo. La mirada del chico y de la chica se cruzaron, y casi parecieron saltar rayos láser entre ambos. Con la cabeza bien alta, la chica se alejó de la mesa.
—Supongo que después de comer iré a comprar unas ropas nuevas... aunque éste tipo de miradas no me terminan de desagradar. Me traen añoranza...—
Sin preámbulos, el albino tomó los palillos, los partió de una vez separándolos con éxito, y se acercó su bol.
—Que aproveche!—
Libre de pecado, o algo parecido, el chico comenzó a atacar su bol con bastantes ganas. Se notaba que hacía tiempo que no comía...
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Juro escuchó con sorpresa las palabras de Blame. Al parecer había pensado precipitadamente, no era un shinobi. Se puso rojo cuando lo negó y le dijo que las cosas de las que el propio Juro viva, no le parecían demasiado importantes. Era un cazarrecompensas.
"No quiero pensar contra quien pelearía..."
En el fondo, algo le decía que no debía hablar. Un ninja también mataba. Pero lo hacia por la justicia y el honor... Al menos, eso quería creer...
- Parece grave... ¿No estas herido, no? - quizá era una pregunta tonta. Pero teniéndolo delante, presumiendo de cazar gente por dinero y con la ropa destrozada, no se le ocurría mas - Bueno, supongo que no, si no no comerias...
Casi se atraganta al hablar, nervioso perdido. No tenía ni idea de que hacer o decir en ese mismo momento. Respiro hondo, y trató de calmarse. A pesar de su estado, le sorprendió mucho lo que le dijo, acerca de la añoranza y de las malas miradas.
- Yo también conozco esa clase de miradas... - Y era cierto, eran las mismas miradas que recibía por la calle - Y se que no es algo agradable. Tranquilo, ya pasarán.
Definitivamente, no creía que aquellas miradas pudiesen ser bien recibidas de ninguna manera. Juro imitó a su acompañante, devolvió las formalidades con una sonrisa y se dispuso a comer de su bol de ramen, menos hambriento que Blame, pero hambriento, al fin y al cabo.
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Cual franela en una chaqueta, el albino se fusionaba en un solo ser con su bol de ramen. No era demasiado aficionado a éste tipo de comida, él era mas de carne... pero eso vendría después. La carne también estaba sobre la mesa, y como bien se dice, lo bueno se hace esperar. Entre sorbo y succión de fideos, el albino escuchó la respuesta de su antagonista. Incluso mostraba una curiosa y fascinante falsa curiosidad.
—Si, estoy bien... gracias por preguntar.—
Evidentemente, a ese juego podían jugar dos.
Por otro lado, su comentario a cerca de las miradas terminó sacando algo que el chico escondía. Al parecer él también las conocía, y no terminaban de agradarle. ¿Por qué? Si te muestran sus verdaderos sentimientos, es cuando realmente llegas a conocerlos... y no hay nada que te muestre mas el alma que una mirada de puro odio, pues el odio es la verdadera naturaleza humana.
—Una mirada que te dice todo lo que sienten, valen mas que mil palabras... al menos cuando te miran así, sabes qué es lo que sienten. Hay veces que es mejor esa mirada a una sonrisa.—
Tras esas palabras volvió a sonreír sin embargo. Quizás para que llegase a comprender lo que decía, o simplemente porque le hacía gracia el sentido que había tomado la conversación.
—Éste ramen está genial, ¿verdad?— Comentó, volviendo al ataque contra su bol.
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