Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Tras la despedida con Juro, el par de desconocidos sucumbieron a las leyes de la moda. Se dirigieron sin prisa hacia la calle donde mas tiendas habían de esa ciudad, o al menos eso era lo que parecía, y continuaron hablando mientras el albino y el escupellamas observaban las prendas. Infinidad de colores, formas, y por supuesto olores. Habían prendas de todo tipo, y por mas que las tenderas y negociantes gritaban que eran únicas, o meramente ofertadas, ninguna llamaba la atención del Senju. Por otro lado, a su compañero de charla tampoco parecía llamarle ninguna la atención.
El viajero dio a entender que necesitaba justamente lo contrario a lo que el albino estaba habituado, que necesitaba a alguien que tuviese las maneras del Senju, pero con otro propósito; mantenerlo vivo. Era obvio que sus futuros negocios iban a ser peligrosos, pues si no quién confiaría en un completo desconocido. ¿Por qué no un simple shinobi pues? Eso quería decir que o bien era algo muy personal, o bien se trataba de algo que podía ponerlo en evidencia o peligro con respecto a las grandes naciones.
Con parsimonia, el albino tomó una capa negra como una noche de invierno. Su tela era dura, y su tacto áspero, y tenía numerosos remaches de metal que le daban una singularidad digna del él. Parecía no estar haciendo caso a lo dicho por el otro chico, ni tan siquiera su mirada se fijaba en él, pero era mas bien lo contrario. Se estaba tomando su tiempo para meditar, no iba a lanzarse a un negocio de ese tipo sin pensarlo dos veces.
—En cierto modo si que es mas sencillo, es mantenerte alejado o salvaguardado de gente que quizás tiene pensamientos y maneras de actuar parecidas a las mías. ¿No? Antes de que acepte el encargo, te informo de mis 3 reglas. Primero, necesito un nombre. Me da igual que te lo inventes, no vamos a intimar, pero es necesario para dirigirme a ti. Segundo, no eres mi jefe. Actuaré según vea necesario, y de la manera que vea mas efectiva para cumplir el objetivo. Tercero, el dinero siempre visible. Antes de liarme en un viaje y una situación que puede ponerse difícil, me gusta comprobar que quien requiere de mis servicios tiene el pago. Así de simple.—
Sin demasiado apuro, el Senju llamó la atención del señor que atendía la tienda con un gesto de su mano. Estaba interesado en la prenda, y seguramente la compraría.
—¿Cual es el precio de ésta prenda?— Preguntó.
«Ostras, es verdad... ¿Cuanto debería pedirle?»
Su cabeza le hizo regresar a una intrigante cuestión, pues él jamás se había actuado como sicario. ¿Cuanto debería pedirle por un trabajo de guardaespaldas? Realmente no se hacía a la idea, era algo que jamás había tratado. Quizás la mejor opción era escuchar su demanda, y así quizás pudiese hacerse a la idea, y subir o bajar la propuesta.
—Son 300 ryos, señor, una auténtica ganga! No encontrarás mejores capas de viaje en ningún lugar!— Contestó eufórico el tendero.
—Entiendo...—
Metió la mano de madera en el bolsillo, y de éste sacó su cartera. Evidentemente, no iba a ir semidesnudo por toda la vida, debía comprar algo.
—Aquí tiene.— Confirmó mientras le entregaba al señor las monedas.
Hecho el negocio, el albino no se la puso directamente. Aún faltaba encontrar una camiseta y unos pantalones...
—En cierto modo si que es mas sencillo, es mantenerte alejado o salvaguardado de gente que quizás tiene pensamientos y maneras de actuar parecidas a las mías. ¿No? Antes de que acepte el encargo, te informo de mis 3 reglas. Primero, necesito un nombre. Me da igual que te lo inventes, no vamos a intimar, pero es necesario para dirigirme a ti. Segundo, no eres mi jefe. Actuaré según vea necesario, y de la manera que vea mas efectiva para cumplir el objetivo. Tercero, el dinero siempre visible. Antes de liarme en un viaje y una situación que puede ponerse difícil, me gusta comprobar que quien requiere de mis servicios tiene el pago. Así de simple.
Datsue escuchó sus tres reglas. Ante la primera, alzó una ceja. Juraría que ya le había dado su nombre. Es más, apostaría un riñón a que hasta ya lo había empleado en una ocasión. Un tío olvidadizo, quizá… En la segunda arrugó el ceño. A Datsue le gustaba tener el control de la situación, y eso podría ser un problema. Pero un sediento en el desierto… En fin, tendrá que valerme. Con la tercera regla, esbozó un gesto de dolor. El dinero. Siempre el puto dinero.
Estaba claro que el albino no actuaría por obra de caridad, pero el motivo de su viaje a Shinogi-to era precisamente conseguir dinero. Tenía que pagar la deuda que habían contraído sus padres, tenía que hacerlo para recuperar a su yegua y por el bienestar de ellos. Cada moneda, cada ryo malgastado, era una punzada de dolor en sus entrañas.
Pero para hacer dinero se necesita gastar dinero, por muy paradójico que suene.
—Está bien —concedió finalmente, llevándose la mano al bolsillo interior de su yukata y extrayendo un pequeño monedero—. No es mucho, pero, como ves, no está vacío —señaló, abriendo el monedero para que pudiese ver el interior, donde había alguna moneda suelta y un pequeño fajo de billetes—. Respecto a mi nombre, ya te lo di en su momento —le recordó, cerrando el monedero e introduciéndolo de vuelta en su lugar de origen—. Pero te daré un apodo más fácil de recordar, para que no te vuelvas a olvidar. Llámame…
Datsue hizo una pausa. Quizá Blame pensase que era para darle mayor dramatismo, pero nada más lejos de la realidad. Simplemente, no sabía qué apodo ponerse. Tenía demasiado donde elegir: Datsue el Matakages; Datsue el Rojo; Datsue el Sanguinario; Datsue el Cruel; Datsue Manosrápidas. Apodos con carisma, apodos con garra. Pero dudaba mucho que la gente le llamase Matakages sin haber matado ni a una mosca. Quizá le pegaban más apodos de otro estilo. Datsue el Vago. Datsue el Soñador. Datsue Piel de Acero. Datsue la Roca. Aquellos últimos estaban bien, pero revelar a posibles enemigos uno de sus mayores puntos fuertes, que era su piel impenetrable, no era la mejor de las ideas. Datsue Sin Sangre, porque no sangraba. Aunque igual piensan que es porque tengo horchata en las venas, y eso ya no mola tanto.
Cuando se dio cuenta, Blame ya estaba preguntando al tendero por el precio de la capa, pasando olímpicamente de él. No le culpaba.
—Son 300 ryos, señor, una auténtica ganga! No encontrarás mejores capas de viaje en ningún lugar!— Contestó eufórico el tendero.
—Entiendo...—
Metió la mano de madera en el bolsillo, y de éste sacó su cartera.
Datsue lo miró horrorizado.
—¡Un momento! —exclamó, levantando la mano a Blame para que se detuviese—. ¿¡300 ryos!? —exclamó de manera histriónica—. ¿Lo dice en serio? ¿¡Pero qué estafa es esta!? —protestó al tendero, extendiendo el brazo derecho y remangándoselo con la izquierda, dejando ver un mecanismo que sostenía un kunai—. ¿Ve este kunai? Fue forjado en los Herreros, en el País de la Espiral. Elaborado por los mejores metalúrgicos y con una aleación de acero que convierte el filo y dureza del kunai en algo casi eterno —soltó de carrerilla—. ¿Y sabe cuánto me costó? 250 ryos. ¡250 ryos! —estalló, indignado—. ¿Y me va a decir usted que esa capa mal remachada vale más?
Dígase una cosa de Datsue Sin Apodo, le encanta regatear.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
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Cual mujer, Blame intentaba elaborar varias acciones en la misma linea temporal. Estaba comprando una curiosa capa de viaje, a la par que negociaba un suculento trato en el cuál podía hasta satisfacer su sed de liberación con un poco de suerte. Sed de liberación, puesto que el no mata, el libra de una vida de sufrimiento; obviamente.
«¿Cuanto debería pedirle? ... ¿Cuanto sería lo normal?»
No hacía mas que preguntarse eso cuando el viajero volvió a abrir la boca, buscando responder a sus tres reglas. Reglas que acababa de inventarse, pero había quedado competentes y todo. Le mostró una especie de monedero, donde guardaba varias monedas y billetes, el dinero siempre estaba presente en cualquier trato. Algo menos de lo que preocuparse. Tras ello, contestó a lo del nombre, ya le había dado su verdadero nombre, y afirmaba que le daría un apodo fácil de recordar para que no lo volviese a olvidar. Sin embargo, no llegó a darlo, el comercio del albino estaba entre medio, o simplemente se trabó. No soltó una misera palabra mas.
«Pero si lo que quería era un nombre ajeno al suyo... por si quería que no supiesen su verdadero nombre...»
No pudo ni tan siquiera expresarlo en el momento, cuando de pronto el chico exclamó que ese precio era desorbitado. El albino volvió la mirada hacia el chico, escuchando su queja al completo. El tendero por otro lado, no pudo evitar enrojecer cual tomate. Quizás ira, o simple vergüenza. Le estaban dejando en evidencia, y eso a nadie le sienta bien. Mas aún cuando se tiene razón.
Datsue arremetía con todas las de buen mercader, un digno regateador de cuidado. Le buscó hasta faltas en el remachado, aunque realmente no era cierto. Fuere como fuere, comparaba su artefacto shinobi con la prenda, y evidentemente juzgaba eso como un robo. Blame volvió la mirada hacia el tendero, al cual el sudor le atacaba cual escorpión a tarántula.
—¿¡Pero cómo va a comparar usted, buen señor, un arma que crean en masa a una capa elaborada a mano y con las mejores pieles!? IMPOSIBLE, ésta calidad no se encuentra en cualquier lado! Es una ganga, y ya le he dejado el precio al 30% de su coste!— Contestó furibundo.
Blame dejó la capa sobre el escaparate de nuevo, y se llevó la mano al mentón. Frotó con perseverancia su facción, meditando sobre lo dicho. Cada uno llevaba su parte de razón, y el dinero tampoco es que le sobrase...
—Mmmm... pues ahora que lo dices, Fuego, sí que es algo caro...—
—180 ryos! 180 y es tuya! NI UN RYO MENOS! Me estáis robando, jóvenes bribones!— Apresuró a rebatir.
Evidentemente, el precio había mejorado. Menos da una piedra, o eso suelen decir. Ahora si, el albino sacó su cartera, y se disponía a pagar. Entre tanto, el comerciante casi parecía desear que Datsue cerrase la boca, estaba echando a perder sus beneficios.
—Lo del nombre lo decía por la situación, no creo que sea buena idea pregonar tu nombre por lugares donde necesitas a alguien para que te acompañe... Al menos yo no lo haría... La venganza se suele servir en un plato bien frío.— Ahora sí, le contra argumentó con su pensar al viajero.
Casi sin haberse dado cuenta, ya le había puesto un mote, el de su primera sensación. Aquél escupellamas debía llamarse Fuego. Así, simple y sencillo.
El trato de la capa estaba a punto de sellarse, pues el albino estaba dispuesto a darle el dinero. Realmente era un buen precio.
Por cierto, por si las dudas. El dinero es meramente rolero, no es algo de que me tengas que dar X ryos por ayudarte, lo aclaro por si acaso xD
Datsue asintió, satisfecho, ante el nuevo precio de la capa. Aquello ya era mejor. Un precio justo al que nada tenía que objetar. Hecho el pago, Blame aclaró su anterior pregunta:
—Lo del nombre lo decía por la situación, no creo que sea buena idea pregonar tu nombre por lugares donde necesitas a alguien para que te acompañe... Al menos yo no lo haría... La venganza se suele servir en un plato bien frío.
Tiene razón. Se notaba que el cazarrecompensas tenía mucha más experiencia que él en negocios clandestinos. No sólo le podría servir como protección, sino también como consejero. A cada momento que pasaba, Datsue tenía más claro que debía hacerse con sus servicios.
—Supongo que Fuego está bien —dijo, sabiendo que los apodos, por norma general, no se los elegía uno, sino que se lo ponían por él—. Y… —Datsue carraspeó—. ¿De cuánto estamos hablando?
No valía de nada posponer durante más tiempo aquel tema. Además, por mucho que le gustase regatear, no se atrevía a proponer un precio. No era ducho en la materia, ni mucho menos, y el primer movimiento siempre correspondía al vendedor.
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El negocio concluyó sin mayores problemas, bueno... eso para el par de chicos, pues el vendedor se quedaría con algo de mala fama a oídos de los pocos oyentes cercanos. Un mal rumor se difunde mas rápido que la viruela... así que ya estaba clara una cosa, sus precios seguro bajarían.
Entre tanto, el asunto llegó al punto inevitable. ¿Cuanto?
El dinero era un recurso totalmente necesario, inviable vivir sin él, por mucho que se diga que no proporciona la felicidad. Debía poner una cifra, y era obvio que su antagonista era buen comerciante. ¿Debía elevarla? Quizás si ponía una cifra alta, él la bajaba... o si la ponía demasiado baja, él volvería a bajarla... Dios, un auténtico cacao. Pero sí que se le iluminó rápidamente la bombilla.
Tomó la capa de viaje, y tomó el cambio. Con parsimonia, se volvió hacia Datsue, sin embargo no paró su mirada en él. Buscaba otro puesto, tienda, o similar.
—Pues... la verdad, nunca he tenido un trabajo de éste tipo. Supongo que pedirte un precio exacto equivalente a 1 enemigo abatido, sería algo injusto... principalmente porque quizás ni llegamos a las manos. Creo que lo mas correcto sería una precio variable. 300 Ryos en caso de que no se llegue a las manos, 600 en caso de que sí. Evidentemente, yo no forzaré ninguna de las dos opciones, quedará a cuestión de la situación, así como del peligro que corran nuestras vidas.— Contestó a la par que se dirigía a la siguiente tienda.
Se paró, fijandose en unos pantalones similares a los que tenía, aunque obviamente éstos no tenían mil hilachos y quemaduras. Tampoco tenían agujeros, así que si, se podría decir que eran parecidos a los suyos... meses atrás a éste momento.
—¿Te parece bien?—
Quizás se arriesgaba con un precio demasiado bajo en caso de no combatir... pero oye, por salvar gatos cobraba casi lo mismo un genin.
Datsue escuchó con atención las explicaciones de Blame, que tampoco estaba muy seguro de cuál era el precio habitual. Cuando escuchó la cifra, al Uchiha se le iluminaron los ojos, pero no dijo nada.
Mirase por donde se mirase, aquello era una ganga. En el peor de los casos, el albino apenas cobraría un poco más que un shinobi en una misión de rango D, llevando una carta o quitando las malas hierbas. Ni siquiera se acercaba a una de rango C, que presumiblemente, de tratarse de una misión, sería donde la catalogasen.
—¿Te parece bien?
Vaya si me parece bien. ¡Me parece de fábula! Sin embargo, se tomó su tiempo para meditarlo. Para hacer que lo meditaba, más bien. No quería darle la impresión a Blame de que le había dado la oferta del siglo.
—Pues… Bueno… —hizo un ademán, como quitándole importancia—. Bah, sí. Qué demonios, no voy a regatear contigo por 50 ryos más o 50 menos. Hay trato.
Entonces le ofreció la mano, esperando que se la estrechase y poder así sellar el acuerdo. Era una tontería, en realidad. Un acuerdo se podía romper con previo choque de manos o sin él, pero era por simple costumbre.
—¿Te hace falta algo más? —preguntó, al ver que se detenía a mirar unos pantalones. Estaba ansioso por proseguir su camino a Shinogi-to, esta vez con una compañía a la que esperaba poder sacarle el mayor provecho.
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El albino no debería de considerarse un buen negociante, de hecho, no lo era. Acababa de ofrecerse a escoltar a casi un desconocido a cambio de un precio de risa... pero oye, quizás el chico era mas listo de lo que parecía. Estaba aceptando un trabajo en el que había riesgo, posible conflicto, y posibles víctimas a las que salvar de ésta trágica vida. Además, iba a cobrar... ¿qué mas podía pedir? Iba a ejercer su función en ésta vida, de manera justificada y gratificada.
Sin pensarlo dos veces, ofreció la mano a Fuego, que trataba de cerrar el trato sin queja alguna. Con un claro signo de negocio, éste había concluido en el tema mas pintoresco, la negociación del precio. Ya tenía datos de dónde, y cuanto. Faltaba el porqué, y el cuando. Evidentemente, la primera no le importaba un solo pimiento.
Cuando Datsue observó que el albino continuaba mirando tiendas, preguntó si aún necesitaba algo mas. Claro que lo necesitaba, al menos unos pantalones en condiciones, los suyos estaban hechos harapos.
—Si, con unos pantalones casi como éstos, sería suficiente. Pero éstos parecen estar hechos de una tela muy débil...— Alegó mientras tocaba la prenda.
Con parsimonia, pasó de ese puesto, y continuó en su búsqueda. Ante todo, quería dejar de parecer un mendigo, era la viva encarnación de la muerte... debía vestir con estilo.
Datsue asintió, conforme, aunque ligeramente impaciente, al saber que Blame quedaría satisfecho tras comprar unos pantalones que se ajustase con su renovada indumentaria. Un buen tío, aquel albino. Se veía un chico sensato, pese a que hacía sólo unos minutos le había visto asesinar a sangre fría a dos hombres. Nadie es perfecto.
Caminaron hacia otra tienda, en busca de unos pantalones que se ajustasen más a los gustos de su recién contratado guardián. Ya que estaban de compras, el Uchiha pensó que lo mejor sería conocerlo mejor. Nunca estaba de más, sobre todo cuando ese alguien te guarda las espaldas.
—Y dime, Blame —empezó diciendo—. ¿Has estado ya por Shinogi-to? ¿Conoces la zona? Y otra cosa —se apresuró a añadir, intrigado—. ¿Qué tipo de nivel tienes? Quiero decir, comparándote con un shinobi, ¿te ves más cerca de un experimentado Gennin o de un Chunnin?
No mencionó el tercer rango shinobi, el de Jounnin, porque no creía que alguien que estuviese a ese nivel perdiese el tiempo con trabajos de 600 ryos. Sin embargo, para Datsue era importante situar al albino en uno de esos dos rangos. Era una manera de saber hasta qué punto le sería de utilidad en una situación comprometida.
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