Observó a su oponente sacar otra herramienta, le sorprendía la cantidad de objetos que podía guardar bajo su vestimenta, ella también ocultaba armas entre la ropa pero no se podía comparar a la cantidad de objetos que el hombre cargaba. Esta vez sacó un arma de madera que no dudó en usar contra Sayori, apuntando a su frente que estaba desprotegida pues no acostumbraba a llevar el Hitai-ate como un ninja normal.

La kunoichi había terminado de formar sellos para cuando el arma descendía y nuevamente con ayuda del viento, escupía esta vez directamente al rostro del desconocido, el cual además de haber perdido momentáneamente la visión, permitiría que se forme una nube de humo en el lugar. Esquivó su ataque gracias a ello y en su lugar el hombre recibiría una patada en el abdomen. Sayori entonces retrocedió para volver donde su compañera que con algo de suerte ya tendría la shuriken con el hilo atado.

—Eso lo distraerá… pero no por mucho tiempo

Aguardó atenta mientras la nube se disipaba, desplegando el fuuma shuriken en una mano mientras sostenía el shuriken pequeño en la otra.

El enmascarado se resentiría el hecho de no haberse conseguido uno de esos protectores para los ojos también con las ganancias del negocio. Pues la ráfaga de polvo de Sayori le obligaría a retroceder por las molestias que sentía.

Abanicaba su bastón de un lado a otro mientras creaba distancia, la garra la aferraba contra su rostro celosamente mientras intentaba limpiar con cuidado su rostro.

—¡Malditas técnicas ninja!

Entre tanto, la médica habría aprovechar la oportunidad para terminar de armar el objeto de la Yuki, quien se reincorporaría a su lado para poder recibirlo.

De manera casi instintiva, el hombre se apresuraría a lanzar su garra encadenada contras las féminas, mientras sus ojos terminaba de recuperarse. En un desesperado intento de no recibir mayores agresiones por su parte.

—¡Mierda!

Exclamaría al ver que una garra salía disparada hacia las kunoichis desde la nube de humo, la ninja quiso reservar su fūma shuriken para atacar pero en su lugar prefirió utilizarlo para repeler el objeto, esta vez la shuriken impactaría contra la garra y con algo de suerte ambas armas quedarían fuera de combate.

«Es mi oportunidad… acabemos con esto…»

Aprovechó los segundos que quedaban antes de que su oponente recupere por completo la visión, y aventó el shuriken pequeño contra él, dándole una curvatura al tirar del hilo con esperanzas de que se clave en su hombro izquierdo. La kunoichi avanzó hacia él ya con ambas manos libres, desenvainaría una vez más su kodachi y buscaría atacar con su espada, esta vez al hombro derecho mientras formaba sellos con su mano libre.

Chispazos volarían en todas direcciones cuando los metales de las armas arrojadizas colisionarían. Como resultado del impacto, la garra quedaría clavada en el techo del espacio, que hablaría mucho de la fuerza del impacto o la dudosa calidad de la terminación de la obra de infraestructura. Por otro lado la shuriken de Sayori chocarían contra el piso, desprendiendo más chispas y girando un poco más hasta quedar fuera del alcance de los presentes, en un rincón perdido de la habitación.

Con un brazo prisionero ahora de su propia cadena, y con la vista recuperándose, no había mucho que el maleante pudiese hacer para evitar el impacto del siguiente ataque de la Yuki.

—¡Hija de puta!

Exclamaría mientras llevaba su brazo hasta su hombro para taparse la herida nueva. No se podía ver bien pero sus ojos estaban irritados por el polvo de la técnica, pero podía ver algo, un algo acercándose a él con intenciones de agredirlo una vez más.

—¡Maldita rata!

Gritaría lanzando una estocada con su bastón hacía la arremetiente kunoichi, si esta no lo evitaba, se llevaría un golpe directo al pecho.

Moguko por su parte tenía ciertamente las manos atadas, no podía intervenir con Sayori cerrando las distancias, hasta se lamentaba verse relegada al papel de una mera espectadora mientras su compañera realizaba todo el trabajo duro.

Tanto la garra como el fūma shuriken habían quedado fuera de combate, uno incrustado en el techo y el otro perdido en alguna parte de la habitación; de momento, esto no importaba a la chica, ya lo recuperaría si salía con vida.

Su estrategia le estaba dando resultados, la shuriken atada por el hilo hirió a su oponente en un hombro, pero no contó con que, aún con un brazo atrapado junto a la cadena, tuvo una forma de defenderse, y con solo un movimiento de su Jō evitó que la Kodachi alcance su otro hombro. Notaría sin embargo como el ambiente a su alrededor se enfriaba y como algo se cristalizaba, no estaría preparado para las agujas de hielo que se dispararon hacia sus piernas.

Al realizar la técnica no pudo evitar retroceder por el impacto del Jō, llevó una mano hacia su pecho mientras recuperaba la respiración, solo pudo mantenerse de pie amenazando al hombre con su kodachi y esperando que, su técnica haya logrado detenerlo pues ya había agotado casi todos sus recursos.

—Ya cae… maldita… rata…

Sayori recibiría el bastonazo de lleno, volviéndose sobre sus pasos como resultado. La sensación de haber alcanzado su objetivo con su ataque le merecería esbozar una sonrisa en el rostro del desconocido. Disfrutaba del combate que estaba teniendo, pero la cosa realmente se estaba estirando demasiado.

—Será mejor si lo dej-

Sus palabras se verían interrumpidas entonces por la sensación de dolor que pasaría a experimentar, las agujas de hielo incrustándose en su piel de un momento a otro y el cruel cambio de temperatura le terminarían haciendo ceder ante el peso de su propio cuerpo.

Al caer de rodillas, no podría evitar soltar el arma que cargaba, este giraría sobre si mismo hacía Moguko quien se apresuraría a apartarlo del camino, lanzándolo derecho al agua.

—Basta.

Exclamaría desde el suelo.

—Me has derrotado en buena ley, kunoichi.

Admitiría de mala manera tratando de reincorporarse. Al terminar de pronunciar esas palabras una figura se manifestaría por donde llegó el desconocido, otro enmascarado de una silueta mucho mas delgada.

—Jefe, el niño no tenía las baterías, al final estaban...

No pudo evitar hacer un ahogado silencio al ver la escena, las dos ninja y el tipo tirado en el piso.

—...¡Oh no!

—Maldición...

Dejarían escapar al mismo tiempo.

—No nos interesa lo que sea que este pasando aquí, solo venimos a llevarnos al niño.

Se apresuraría a aclarar Moguko, velando por el dialogo antes de reavivar la contienda contra un nuevo oponente.

Finalmente el combate había terminado, ambos resultaron con heridas pero su oponente se llevó la peor parte, pues la kunoichi haciendo uso de casi todo su repertorio, y ya sea por miedo o un simple instinto de supervivencia, terminó sin medir el alcance de sus ataques, dejándolo arrodillado, sin poder recuperar su arma gracias a que su compañera la lanzó al agua, y pidiéndole que se detenga.

Sayori por su parte no bajó la guardia, se mantuvo con su kodachi en mano, temía que aún pueda tener otra arma oculta lista para lanzar en cualquier momento, pero poco tiempo después llegaron refuerzos, más sujetos que al parecer trabajaban para aquel hombre.

La kunoichi se encontraba cansada y sin poder ignorar el dolor del corte en su brazo. Evaluó su estado y las posibilidades de seguir combatiendo, casi no le quedaban fuerzas ni objetos, tampoco había medido su gasto de chakra, si seguía podría terminar inconsciente y ser una carga para su compañera, y entonces fue Moguko la primera en intentar dialogar.

«El niño… si… solo veníamos por el niño… es mejor rendirnos…»

Bajó su arma y permaneció quieta, llevando esta vez su mano libre hacia su brazo lastimado, quería evitar otro enfrentamiento aunque viendo el estado en el que dejó al hombre, no era algo tan probable.