Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Y ahí, fue cuando nació mi vergüenza. Eri no paraba de mirarme sonriente, pero de una forma diferente a como lo había hecho hasta ahora, no me veía capaz de sostenerle la mirada sin... no me veía capaz de sostenerle la mirada y punto.
Por suerte, las explosiones en el cielo la distrajeron y pude mirarla, viéndola con el brillo de colores de los fuegos artificiales. Ella miraba explosiones de colorines y yo la miraba a ella, sonriente y distraida, estaba claro que salía ganando yo en cuanto a vistas hermosas.
—Probablemente Stuffy estaría dando saltos de miedo al escuchar esto... Pero sin duda son bonitos.
— Es demasiado tonto como para asustarse, seguramente estaría intentando comerse el reflejo de los fuegos artificiales en el agua.
Volví la mirada al cielo, para disimular y no parecer un pervertido. Con la mano libre estaba apoyado en el suelo y con las piernas estiradas y separadas. Soplaba el viento justo para que el calor no fuese agobiante, a pesar de que la arena estaba caliente de todo el día recibiendo rayos solares.
— Es demasiado tonto como para asustarse, seguramente estaría intentando comerse el reflejo de los fuegos artificiales en el agua.
La kunoichi no pudo evitar reír ante el comentario.
—Es una escena graciosa de imaginar —comentó ella, sin dejar de mirar los fuegos —. El próximo año podíamos traerlo —dejó caer ella, como quien habla del tiempo —. Porque volveremos a venir juntos, ¿no?
Aquello lo dijo demasiado deprisa, tanto que parecía haberlo escupido. Los fuegos artificiales llegaban a su cumbre más alta a la par que los latidos de su corazón y comenzaban a sudarle las manos. ¿Diría que sí, no? Era Nabi, Nabi siempre estaba allí para ella, ¿no? Entonces, ¿por qué pensaba que le diría que no?
«Estás tonta hoy, Eri.»
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Es una escena graciosa de imaginar. El próximo año podíamos traerlo. Porque volveremos a venir juntos, ¿no?
— Cuando quieras, Eri. Aquí estaré. Pero creeme, mejor no involucrar a Stuffy en esto, todo son risas hasta que ha tragado tanta agua que hay que cargarlo hasta casa porque no se puede ni mover.
La estupidez del can ya me perseguía desde hacía tiempo y sabía interpretar como iban a acabar la mayoría de escenas que podían darse, conmigo cargando con un enorme perro mojado hasta casa. Por eso mi madre, en su infinita sabiduría y en el intento de evitarnos tener que soportar sus posteriores cagadas aguadas y alguna suerte de devolución estomacal, no había dejado que se viniera.
Los fuegos artificiales se fueron intensificando hasta que después de una gran traca final que dibujó un enorme remolino en el cielo, no volvió a salir nada más.
— Bueno, ¿y ahora qué?
La miraba con la única mirada que podía dedicarle en ese momento, una mirada de pura admiración a lo hermosa que estaba, bajo la luz de la luna casi lo era todavía más. Sonreía como si fuera idiota, así que seguro que no notaba la diferencia. No soltaba su mano, es más, la apreté con un poco más de fuerza, con la intención de asegurarme que fuera real.
— Cuando quieras, Eri. Aquí estaré. Pero creeme, mejor no involucrar a Stuffy en esto, todo son risas hasta que ha tragado tanta agua que hay que cargarlo hasta casa porque no se puede ni mover.
—Bueno, entonces solos tú y yo —comentó ella evadiendo su mirada y enrrojeciendo de nuevo contra su voluntad.
La traca final se acercó y pronto estalló iluminando todo el cielo frente a ellos y terminando en un precioso remolino de color rojo surcando todo el cielo. Se escucharon a la lejanía gritos de júbilo, silbidos y aplausos, ella solo contemplaba lo espectacular que había sido la noche de aquel día, terminado por unos inolvidables fuegos artificiales.
— Bueno, ¿y ahora qué?
Por desgracia para ella, era momento de irse a casa. Agarró el peluche del gato que estaba embadurnado de arena y apretando ligeramente el agarre que ejercía sobre la mano de Nabi (¿había sentido que él también había apretado o era cosa suya?) se incorporó.
—Creo que para nuestra desgracia, deberíamos volver a casa, es tarde —informó la kunoichi, sacudiéndose la arena con ayuda de su nuevo peluche —. ¿Quieres que te acompañe?
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Tras la traca final, Eri se incorporó, y yo la imité porque sino lo de ir cogidos de la mano iba a quedar muy raro.
—Creo que para nuestra desgracia, deberíamos volver a casa, es tarde. ¿Quieres que te acompañe?
— No, ya te acompaño yo, que tú ya has venido hasta mi casa a buscarme.
Esperaría a que ella emprendiese la marcha a ver por donde quería ir o como quería ir, la verdad es que yo no tenía ninguna prisa por volver, así que por mi podíamos volver andando normalmente. Pero igual Eri quería ir saltando como antes.
— ¿Quieres un helado o algo para el camino? Aún tengo algo de dinero.
— No, ya te acompaño yo, que tú ya has venido hasta mi casa a buscarme.
—Está bien —cedió ella, y comenzó a caminar dirección hacia su casa, la cual quedaba a unas cuantas calles de allí así que tendrían un rato para disfrutar de la noche veraniega en la que se encontraban.
Todavía había jaleo por las calles gracias al festival, algunos niños correteaban al rededor de sus padres, otros pedían a gritos irse a dormir a su cama mientras sus progenitores pasaban de ellos porque su charla era mucho más interesante. Jóvenes yendo y viniendo del Jardín de los Cerezos, incluso ancianos sentados por los bancos hablando amenamente.
— ¿Quieres un helado o algo para el camino? Aún tengo algo de dinero.
—Bueno... Me apetecería uno de hielo —admitió ella —. ¿Todavía venderán los que se parten en dos? Nunca he compartido ninguno.
Y un cuerno, los había compartido, pero quería compartir uno con Nabi.
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—Bueno... Me apetecería uno de hielo. ¿Todavía venderán los que se parten en dos? Nunca he compartido ninguno.
— Claro, a ver si nos encontramos algún puesto de camino.
No tardamos en encontrarnos de nuevo con las calles infestadas de puestos ambulantes vendiendo todo tipo de comida o ofreciendo algún juego para conseguir peluches. Paso un buen rato antes de que encontrásemos uno que vendiese helados. Me acerqué un momento, soltando la mano de Eri, para coger el helado y pagar al hombre que los vendía.
Al volver donde me esperaba la kunoichi partí el helado y le ofrecí su mitad. Después me pareció raro volver a cogerle la mano, así que esperé a ver qué quería hacer ella.
— Aquí tienes, ¿quieres que nos sentemos o seguimos de camino a tu casa?
1/06/2018, 17:01 (Última modificación: 1/06/2018, 17:01 por Uzumaki Eri.)
— Claro, a ver si nos encontramos algún puesto de camino.
«¡Sí!» Gritó su yo interior, mientras la de fuera lo agradecía con una amplia sonrisa que le surcaba la mitad de su rostro y le hacían formarse un par de hoyuelos en sus mejillas. No pararon hasta que tras un sinfín de puestos más encontraron uno donde vendieran helados de los que querían.
Nabi no tardó en acudir a comprar otro. «Hoy Datsue estaría orgulloso» Pensó para sí, pues no había puesto ni un triste ryo en su noche. «Eri la próxima vez invitas tú, tacaña» El problema fue, sin embargo, cuando soltó su mano. ¿Por qué se sentía tan extraña de repente? ¿Sería extraño si volvía a cogérsela? Después de todo, lo había hecho sin querer, como algo banal y sin ningún significado.
¿Lo tendría si volvía a tomársela?
— Aquí tienes, ¿quieres que nos sentemos o seguimos de camino a tu casa?
Ella lo tomó con cuidado con su diestra y se lo llevó a la boca, pegándole un bocado con los labios.
—Mejor nos lo comemos de camino a casa, esto todavía está lleno y si te soy sincera no me gustan las multitudes... —recordó por un momento su misión en Taikarune y sintió un escalofrío, pero no supo si era por el helado o por recordarlo —. Por cierto, gracias por el helado, Nabi, me encantan los de limón.
Le volvió a dar otro bocado.
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—Mejor nos lo comemos de camino a casa, esto todavía está lleno y si te soy sincera no me gustan las multitudes.... Por cierto, gracias por el helado, Nabi, me encantan los de limón.
— Pues andando, vamos. La verdad es que solo le quedaban de estos, los demás ya los había vendido. Pero me alegro de que te gusten.
Pronto dejamos atrás la muchedumbre saliendo de las calles principales y yendo por calles más estrechas por las que paseaban apenas un par más de personas aparte de nosotros, sobretodo gente que iba o venía del festival. Iba lamiendo de vez en cuando el helado sin pensar demasiado porque no sabía muy bien qué pensar.
— Bueno, la misión estuvo bien. Fue fácil contigo al lado, seguramente no hubiera sido tan fácil con otras personas. De hecho, estás más preparada que yo para todo esto. Hay que ver como has crecido. Parece que fue ayer cuando solo eras una estudiante de la academia con esas coletas y esa monosidad de la infancia. Qué tiempos aquellos.
No sabía ni lo que decía. Vamos, la normalidad en mi.
Tras explicarle que solo quedaban esos la kunoichi solo alcanzó a encogerse de hombros. Eran sus favoritos, ¿por qué la gente no era capaz de reconocer el potencial del sabor a limón? ¡Vergüenza deberían darles!
— Bueno, la misión estuvo bien. Fue fácil contigo al lado, seguramente no hubiera sido tan fácil con otras personas. De hecho, estás más preparada que yo para todo esto. Hay que ver como has crecido. Parece que fue ayer cuando solo eras una estudiante de la academia con esas coletas y esa monosidad de la infancia. Qué tiempos aquellos.
—¿Eh? —preguntó ella, claramente confusa por ese cambio radical en el tema de conversación y en lo repentino que había sido —. Oh, la misión, sí, aunque no me gustó el lugar, Taikarune estaba demasiado llena de gente —pegó otro bocado a su helado ya por la mitad —. Y, ¿qué dices? Si Stuffy hizo la mitad del trabajo, pero hacemos un buen equipo —alegó, bastante contenta al recordar como lo hicieron —. Y no, mis coletas no eran monas y no he crecido tanto, solo ha pasado un año.
Negó con la cabeza y al doblar la esquina ya estaban en su casa.
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—. Y no, mis coletas no eran monas y no he crecido tanto, solo ha pasado un año.
— Pero un año muy largo, con sus tresciento y pico días. En verdad sigues siendo igual de mona, pero esas coletas te daban un plus. El moño me despierta un sentimiento paternal que no soy capaz de explicar.
Sin embargo, al doblar la esquina estábamos en una calle fácilmente reconocible como la calle de Eri. Ni siquiera sabía como se llamaba la calle, para mi era la calle de Eri y punto, y ningún cartel ni ningún cartero me iba a convencer de que esa calle tuviese otro nombre.
— Pues ya estamos.
Y no se me ocurrió nada más que decir, me llevé el helado a la boca para disimular, pero no me quedaba nada más que un palo de madera cutre típico de los helados de hielo. Andamos hasta la puerta de su casa sin que tuviese ni puñetera idea de qué decir.
— Pero un año muy largo, con sus tresciento y pico días. En verdad sigues siendo igual de mona, pero esas coletas te daban un plus. El moño me despierta un sentimiento paternal que no soy capaz de explicar.
—Prefiero no preguntar sobre eso... —mencionó ella, dándole el último bocado a su helado.
— Pues ya estamos.
Sí, ya estaban, tras andar un par de metros más llegaron a la pequeña casa que tenía la kunoichi en la villa. Se llevó el palo de madera a la boca y rebuscó entre sus bolsillos la llave que abría su puerta.
— Pues se ha quedado buena noche.
Ella lo miró sin entender, ¿estaba bien aquella noche?
—¿Estás bien, Nabi? —cuestionó, preocupada —. Estos cambios de tema repentinos son muy raros, ¡ah! —exclamó —. ¿A qué hora quedamos mañana para ir a la perrera? —preguntó, después de todo ni si quiera habían acordado ni fecha ni hora para ir a buscar al nuevo can, o la nueva.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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—¿Estás bien, Nabi?. Estos cambios de tema repentinos son muy raros, ¡ah!
— Es que no sé qué decir, Eri. Tú estás tan preciosa y yo tan poco yo. No sé, deberías estar con alguien a tu altura. Es decir, está claro que soy una maquina de matar y que te protegeré a ti y a la villa mejor que cualquier otro shinobi fácilmente, pero en cuanto a apariencias y a jolgorio, no soy la fiesta, Eri. Igual en un universo alternativo es al revés, y soy la fiesta y estoy bueno pero no soy tan fuerte ni listo. Pero ahora mismo, no estoy a tu altura.
. ¿A qué hora quedamos mañana para ir a la perrera?
— Cuando tú quieras.
Igual habíamos dicho de ir en unos días, pero igual Eri no me escuchaba demasiado. Bueno, suficiente me había escuchado para todo un día, así que decidí ignorar esa ignoración.
1/06/2018, 18:37 (Última modificación: 1/06/2018, 18:37 por Uzumaki Eri.)
— Es que no sé qué decir, Eri. Tú estás tan preciosa y yo tan poco yo. —Eri se sonrojó al instante, claramente no sabía por donde iba el rumbo de esa conversación tampoco y por ello le había pillado por sorpresa —. No sé, deberías estar con alguien a tu altura. Es decir, está claro que soy una maquina de matar y que te protegeré a ti y a la villa mejor que cualquier otro shinobi fácilmente, pero en cuanto a apariencias y a jolgorio, no soy la fiesta, Eri —afirmó el muchacho, y ella lo miró confusa, ¿qué quería decir con aquello? —. Igual en un universo alternativo es al revés, y soy la fiesta y estoy bueno pero no soy tan fuerte ni listo. Pero ahora mismo, no estoy a tu altura.
—¿Qué estás diciendo Nabi? —preguntó ella, ceñuda, el sonrojo se le estaba yendo por momentos —. Piensa, por un momento, piensa —le pidió —. ¿No crees que yo soy mayorcita para elegir con quién me junto? —inquirió, poniendo las manos sobre sus caderas —. Y yo he elegido estar contigo, y punto, ni estar a la altura ni leches, yo quiero estar contigo.
Se acercó a él y le tomó por los hombros.
—¿Crees que tus oídos, los cuales no han parecido escucharme en toda la noche; han captado esta información? —le preguntó mirándole fijamente a los ojos.
Luego le soltó y se alejó, cruzándose de brazos.
—Si quieres vamos mañana por la mañana, sobre las diez, si te viene bien.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
— ¿No crees que yo soy mayorcita para elegir con quién me junto?
El legendario poder del que me habían dotado los dioses más antiguos de la creación del universo Shinobi entró a jugar un papel de máxima importancia cuando Eri me hizo esa pregunta, gracias a dicho super poder digno de reyes y bardos pude sobrevivir aquel día para contar hoy mi historia. El poder de cerrar la boca ante una pregunta cuya respuesta iba a ser claramente acogida negativamente por el público.
—¿Crees que tus oídos, los cuales no han parecido escucharme en toda la noche; han captado esta información? —
— Yo solo digo que podrías estar con quien quisieras, Eri. Piénsalo, podrías estar codeándote con hijos de kages. Básicamente eres perfecta, podrías tener una piscina de oro, siempre he querido una piscina de oro y tú podrías tenerla. Piensalo.
—Si quieres vamos mañana por la mañana, sobre las diez, si te viene bien.
— Pues mañana a las diez aquí en tu casa.
Los temas se saltaban sin ton ni son con una locura sin precedentes. Pero molaba un poco.