Era mediodía y el calor de Verano hacía hervir las calles de Sendōshi como si toda la ciudad fuese una sartén gigantesca y sus habitantes filetitos destinados a asarse vivos. La brisa fresca y la inesperada bajada de las temperaturas de los últimos días quedaban ya bien atrás, y ahora volvían a verse con frecuencia las camisas abiertas a la altura del pecho, los pantalones cortos, los kimonos ligeros de adornos y los sombreros de paja.

Precisamente uno de estos accesorios era lo que se encontraba negociando, en aquel momento, un muchacho de pelo negro recogido en una coleta y ojos del mismo color. Hablaba con el tendero de un puesto callejero de toldo rojo y blanco y buena ubicación —justo en la esquina que formaban dos concurridas calles del principal mercado tradicional de Sendōshi—. Su figura, delgaducha y bronceada, se mezclaba con el gentío que discurría por el lugar. Llevaba una camiseta negra, sin mangas, y unos pantalones pesqueros de color arena. Al cinto, su portaobjetos, y atada en la espalda una espada de vaina, guarda y empuñadura color pizarra.

—Le repito que cien ryos por este sombrero me parecen excesivos. La paja ni siquiera está bien hilvanada, mire —insistió el Uchiha, calmo y frío como un témpano de hielo, señalando uno de los bordes del kasa.

Su interlocutor, un hombre ya entrado en años, de calva incipiente y ojos astutos, se encontraba lejos de entrar en razón. A cada argumento que Akame le daba, él no desdeñaba con un gesto de su mano y alzando más la voz. «Por todos los dioses, este tipo es irritante...»

—¡Cien por cien artesanal! ¡Hecho con las mejores fibras de todo el Valle! ¡Vale hasta el último de los cien ryos que pido por él! —vociferaba el comerciante.

Akame suspiró, sopesando el sombrero con ambas manos mientras se arrepentía —otra vez— de haberse dejado el suyo en Nantōnoya. De no ser así, no habría tenido que pararse a comprar un kasa para sobrevivir al asfixiante calor, y nunca se habría topado con aquel obstinado vendedor.

«Todo esto no está más que retrasando mi investigación...»

El calor había vuelto al Valle de los Dojos, a pesar de que les había dado unos días de tregua, al parecer el astro rey había recuperado todas sus fuerzas y volvía a calentar en exceso, tanto así que antes de salir de su habitación el peliblanco tuvo que echarse crema solar para no quemarse.

Debido al calor, había decidido salir a entrenar por la noche, cuando el calor hubiera disminuido y por el día decidió salir a dar una vuelta por la capital del complejo, Sendōshi. El Senju iba con una camiseta gris de tirantes, un pantalón corto de color negro y las típicas sandalias ninja de color negro.

—¡Cien por cien artesanal! ¡Hecho con las mejores fibras de todo el Valle! ¡Vale hasta el último de los cien ryos que pido por él!

Riko escuchó como uno de los tenderos de la zona comercial parecía discutir con un cliente sobre el precio de sus productos, y el peliblanco miró con curiosidad tratando de averiguar quien era el cliente y, en cuanto sus ojos dieron con él, algo en su interior se encendió y empezó a andar hacia su dirección mientras su mal humor iba creciendo.

— ¡TÚ! ¡Tú y yo tenemos que hablar de un par de cosas! — Dijo mientras se ponía a su altura. Si Akame le miraba vería como la piel de su cara estaba más enrojecida de lo normal, producto del enfado que tenía encima.

—¡TÚ! ¡Tú y yo tenemos que hablar de un par de cosas!

Los gritos sobresaltaron a Akame, que dio un respingo lo suficientemente fuerte como para que se le cayera el kasa de las manos. El tendero le fulminó con la mirada antes de recoger el sombrero, y luego posó sus ojos en el recién llegado. Seguramente pensó que un tercero en discordia no debía ser bueno para la negociación, que justo alcanzaba su punto álgido, porque dedicó a Riko una mirada casi más amenazadora.

—Hola, Riko-san —respondió Akame, tranquilo pero con una ceja enarcada en señal de escepticismo—. Ahora mismo estoy ocupado, pero si esperas unos... Cinco minutos, podré atenderte.

Ni corto ni perezoso el Uchiha se volvió, dejando a su compañero con dos palmos de narices, y siguió discutiendo con el comerciante.

Minutos después gennin y mercader se estrechaban la mano derecha mientras Akame le ponía a su rival cuatro billetes de veinte ryos en la mano. Feliz, el Uchiha se calzó el sombrero de paja —notando al instante cómo el Sol dejaba de machacarle la cabeza— y se dio media vuelta para continuar con los asuntos que le habían traído a Sendōshi aquel día. Sin embargo, al hacerlo vio de nuevo la figura de un muchacho de pelo blanco y ojos violetas que le miraban sin ningún tipo de aprecio.

—Ah, Riko-san —saludó de nuevo—. ¿Qué quieres?

—Hola, Riko-san. Ahora mismo estoy ocupado, pero si esperas unos... Cinco minutos, podré atenderte.

Con un par de narices, el maldito Uchiha le estaba dejando allí plantado mientras se dedicaba a regatear con el comerciante por el kasa, un accesorio que, a pesar de ser algo útil en aquellos momentos, al peliblanco no le gustaba nada, y menos ahora que sabía que a aquel maldito traidor sí le gustaban.

Riko tomó aire varias veces, evitando el impulso que le llevaba a agarrar a su compañero de villa del cuello y estrangularlo allí mismo, después de todo, eran eso, compañeros de villa, y no quería tener que explicar ante su kage si algo pasara.

«Este mamón me está vacilando.»

Akame estaba totalmente enfrascado en su regateo y, una vez terminó, se puso el sombrero y, como si se hubiera olvidado de que llevaba todo el tiempo allí, volvió a saludarle, tan tranquilo.

— ¿Cómo te enteraste de lo de la votación? ¿Por qué lo fuiste difundiendo por ahí? Y, lo peor de todo, ¡¿QUÉ TE TRAES ENTRE MANOS CON NOEMI?! — El tono de voz del de los ojos violetas era de enfado, después de todo lo que Datsue le había contado, necesitaba que el propio Akame reconociera sus crímenes.

Las palabras de Riko llegaron a su compatriota atropelladamente. Akame hizo un aspaviento con las manos, tratando de frenar aquella avalancha de gritos y acusaciones que el Senju estaba derramando sobre su persona; «¿votación? ¿difundiendo el qué? ¿y qué es eso que dice que tramo con Noemi?» El Uchiha no se estaba enterando de nada, pero por las formas de su compañero dedujo que no estaba del todo contento con él. «¿Qué se supone que he hecho?»

Al final el gennin terminó por calarse más su recién adquirido kasa, respirar hondo y contestar con toda la tranquilidad y parsimonia del mundo.

—No entiendo una sola palabra de lo que me estás diciendo —afirmó sin un ápice de duda—. Y a Noemi no la veo desde finales de Primavera —agregó, con un tono más amargo.

El Senju no paraba de hablar, quizás demasiado rápido, quizás demasiado alto, pero creía estar siendo lo suficientemente claro, por lo que cuando su compatriota comenzó a hacer aspavientos con las manos no hizo más que incrementar aquel enfado que tenía, quizás sin motivo, pero desde luego que Akame no estaba ayudando.

—No entiendo una sola palabra de lo que me estás diciendo. Y a Noemi no la veo desde finales de Primavera

Riko suspiró y trató de hacer unos ejercicios de respiración que, según había leído, eran buenos para calmar los ánimos, por lo que inspiró y espiró profundamente un par de veces y, entonces, algo más calmado y más despacio volvió a hablar.

— La votación que hicimos los chicos en la academia, sé que fuiste el primero en enterarse de que... bueno, de que se lo conté a Noemi y por tanto tuviste que ser tú quien lo fue difundiendo por ahí, ¿por qué? No pensaba que fueras el típico chismoso que va contando todo por ahí, Akame-san... — Ahora, más que un tono de enfado, mostraba un tono que era mezcla de decepción y tristeza. — Y lo de Noemi... dime la verdad, ¿estás interesado en ella? — Preguntó directo y sin tapujos.

«¿La votación? ¡Ah, carajo, se refería a eso!» Realmente sólo hacía unas estaciones que se habían graduado, y apenas un poco más desde que su difunto amigo Haskoz hiciese aquel sondeo un día, entre clases, para ver cuál de las kunoichis de la promoción era la más deseada por sus compañeros. Ganaron Sakamoto Noemi y Furukawa Eri, claro. Akame se sorprendió a sí mismo teniendo que hacer un esfuerzo para recordar los detalles. «Parece como si hubiese sucedido hace una eternidad...»

Pese a la tristeza que le provocaba pensar en sus antiguos compañeros, Akame se sobrepuso al oír las calumnias que Riko estaba virtiendo sobre su persona sin ningún tipo de vergüenza. El Uchiha se cruzó de brazos, severo, y le reprendió.

—¿Pero qué demonios dices, Riko-san? Los rumores y las habladurías no me interesan, tengo cosas más importantes en las que pensar —replicó, mitad confuso mitad a la defensiva—. ¿No será que todavía estás escocido porque os ganamos los últimos Juegos de Uzushiogakure?

Akame nunca había tenido a su compañero Senju como un picón o mal compañero, y esa era principalmente la razón por la que le sorprendía todo aquello.

—Como ya te he dicho, hace mucho que no veo a Noemi. Renunció —agregó, por si acaso Riko no lo sabía—. Además, ¿a qué diablos viene este interrogatorio? Estás abusando de nuestra cortesía como compañeros de Aldea para meterte en mis cosas, Riko-san...

El Uchiha le lanzó una mirada dura por debajo de su kasa de paja.

El Senju escuchó cada palabra que, a pesar de no tener nada que ver con la historia que le había contado Datsue, sonaban totalmente ciertas, el Uchiha parecía totalmente convencido de lo que estaba diciendo, por lo que la decisión con la que el peliblanco se le había acercado a echar cosas en cara se iba desmoronando poco a poco, quizás simplemente Akame fuera un buen mentiroso, o quizás el mentiroso fuera Datsue, pero en cualquier caso Riko estaba totalmente hecho un lío.

— Mira, te voy a ser completamente sincero, ¿está bien? Pero a cambio quiero que tú lo seas conmigo. — El peliblanco estaba tratando de negociar, aunque no sabía si surtiría efecto. — Sí, es cierto que le conté a Noemi lo de la votación, aunque me arrepienta de ello, pero, me han llegado a mis oídos las siguientes informaciones. — Empezó, y sacó su dedo índice, marcando el número uno. — ¡Uno! Tú fuiste el primero que se enteró, por lo que solo es posible que te lo contara Noemi, y por ende, tuviste que ser tú quien difundiera el rumor. — Levantó ahora el dedo corazón, marcando el dos. — ¡Y dos! ¿Por qué iba a contarte nada ella a ti si no es porque teníais algo?

Realmente, en este punto no estaba seguro de nada, pero trató de aparentar seguridad en lo que decía, para ver como reaccionaba su compatriota.

La respuesta de Riko dejó al Uchiha completamente a cuadros. «¿De dónde se ha sacado todas esas cosas?» No eran las mentiras que estaba diciendo su compañero lo que molestaba a Akame, sino que Riko nunca había parecido ser del tipo de persona que inventaría una historia así. «Además, ¿qué tiene él que ganar con todo esto?» Algo empezaba a oler mal en aquel asunto. Y Akame estaba decidido a descubrir qué era.

—Mira, Riko-san... —el Uchiha suspiró, tener que rebatir chismorreos y habladurías le resultaba agotador—. ¿Qué te parece si hablamos más tranquilamente con un buen té helado entre manos? Hace demasiado calor, y el bullicio de esta calle está empezando a asfixiarme.

La propuesta era sincera y, si Riko aceptaba, Akame se daría media vuelta indicándole que le siguiera. Saldrían de la abarrotada calle del mercado, dejando atrás la zona más concurrida de Sendōshi para buscar una terraza que tuviera mesas libres y, sobre todo, un buen toldo para resguardarse del Sol.

Aquel asunto no parecía ser de los que agradaban al Uchiha, con solo fijarse en cómo suspiró cuando empezó a hablar era suficiente para darse cuenta de aquello, lo que no aclaraba en gran medida las dudas que ahora mismo atesoraba el peliblanco, que sin duda alguna, quería resolver aquello cuanto antes.

— Está bien, te sigo.

Y rápidamente ambos genin comenzaron a andar en busca de algún lugar en el que tomar algo para refresccarse y, sobre todo, para tratar de aclarar aquello como personas civilizadas que eran, hablando y llegando a un punto en común, aunque, dada la situación, el punto en común no estaba del todo claro, por lo que Riko iba totalmente dispuesto a llegar al final de aquel asunto.

— Vale, está bien, ¿puedes explicarme algo de lo que te he dicho antes, por favor? — Preguntaría una vez se hubieran sentado en el lugar que fuera.

Al final los gennin terminaron por tomar asiento en la terraza de un pequeño bar que hacía esquina con dos concurridas calles de Sendōshi. Las mesas estaban dispuestas sobre el acerado, rodeadas de una valla metálica de apenas un metro de altura y cubiertas apropiadamente por un toldo de tela blanca. El sitio era parco en detalles, pero anunciaban granizados de varios sabores y la sombra de su cubre se antojó demasiado apetitosa a ojos del Uchiha como para ser rechazada.

Una vez ambos tomaron asiento, Riko insistió en volver al tema. Akame también estaba ansioso por descubrir qué era lo que había detrás de todo aquello —ya fuese la verdadera cara de Riko, o algo más—, pero primero pensaba remojarse el gaznate con un buen granizado.

Cuando llegó la mesera, una mujer muy mayor vestida con un kimono blanco y gafas de pera, Akame pidió gentilmente un granizado de melón y luego miró a su compañero, por si quería algo.

Sólo después, el Uchiha retomó el tema.

—Riko-san, primero... No me interesa lo más mínimo la votación. Ni si alguien difundió tal o cual cosa —Akame se reiteró en sus palabras con convicción—. Me la trae al pairo si se lo dijiste a Noemi para intentar ligártela, si alguien más se enteró o qué. No tengo ni idea del tema porque, como ya te he dicho, me es indiferente.

Eso no siempre había sido así, claro. Recién graduados, cuando todavía eran unos muchachos —algo— inocentes e ignorantes del mundo que les aguardaba, Akame habría sido capaz de pelear con cualquiera de sus compañeros por la votación. Ahora le parecía una chiquillada, una niñería sin importancia. Hasta le molestaba.

—Y dos —dijo, levantando dos dedos de su mano derecha, imitando a Riko—, a mí nadie me dijo ni me dejó de decir nada. No sé qué demonios te pasa con Noemi, pero te aseguro que llevo mucho tiempo sin tener relación alguna con ella y no creo que eso vaya a cambiar.

El lugar que los genin escogieron para sentarse a toar algo y continuar con la charla que estaban teniendo no era demasiado vistoso, y lugar de lo más normal, con lo suficiente como para protegerse del sol que asolaba el Valle y que les hacía a todos sudar como pollos. La mesera no tardó nada en atenderles y Riko sabía muy bien qué quería.

— Yo un granizado de limón, por favor. — Pidió con una sonrisa amable en su rostro, completamente diferente al tono que había estado teniendo desde que se había encontrado con Akame.

Fue en este momento cuando lo que realmente les había llevado hasta allí salió a la luz, el Uchiha se defendió, sin alterarse lo más mínimo por lo que, o decía la verdad, o se trataba de una persona que mentía exageradamente bien y, a raíz de lo que se conocían, Riko era más partidario de la primera opción.

«¿Pero qué sacaría Datsue mintiéndome con esto?»

El peliblanco se recostó en su asiento, algo abatido, realmente se estaba dando cuenta de que había actuado como un idiota, se había enfrentado con un compañero de promoción por algo que ni si quiera había comprobado.

— Está bien, está bien, te pido disculpas, debí de haber confirmado todo lo que escuché antes de ponerme así... Realmente lo que me molestaba de todo esto era que me habían dicho que te estabas tratando de ligar a Noemi, y se rumoreaba que tenía algo con Haskoz, que sé que erais muy buenos amigos y... no sé, me molestó ese hecho más que otra cosa. — Admitió el Senju, entre arrepentido y avergonzado.

Por suerte, Riko pareció quedar bastante convencido con la parca —pero sincera— explicación del Uchiha. Akame realmente no deseaba tener ningún tipo de conflicto con su compañero de Aldea, sino una relación sana entre profesionales y camaradas. Por eso mismo, y aunque Riko parecía creer que todo el entuerto se había resuelto, Akame decidió pasar a la acción. «Ah no, eso sí que no. Voy a descubrir cómo es que esas ideas llegaron a tu pensamiento y tú vas a ayudarme».

El Uchiha asintió, aceptando las disculpas del Senju.

—No te preocupes, Riko-san. Todos podemos caer en equivocaciones —su voz se había vuelto notablemente más afable—. Sí, en eso tienes razón. Haskoz-kun era un buen amigo.

En ese mismo momento llegó la mesera con una bandeja de madera y dos largos vasos de granizado sobre ella. Los dejó frente a sus respectivos dueños y Akame le agradeció el servicio con un asentimiento. Luego bebió un sorbo refrescante y dejó, por unos instantes, que aquella sensación le invadiese. Finalmente se quitó el kasa de paja, dejándolo sobre la mesa junto a su bebida, y habló.

—Riko-san, ¿dónde escuchaste todas estas cosas? ¿Quién te dijo algo así? —preguntó Akame sin rodeos—. Tuvo que ser alguien de nuestra promoción, ¿no? Un antiguo compañero de clase escocido por alguna razón.

Los ojos del Uchiha, negros como el azabache, se mantuvieron fijos en los de su compañero.

Las bebidas no se hicieron esperar y llegaron en el momento perfecto en el que Riko empezaba a sentir que el calor le superaba, por lo que en cuanto la camarera les sirvió los vasos de granizado le dio un buen sorbo, dejando que aquella sensación refrescante y ácida le recubriera la boca, disfrutando del sabor a limón de la bebida.

—Riko-san, ¿dónde escuchaste todas estas cosas? ¿Quién te dijo algo así? Tuvo que ser alguien de nuestra promoción, ¿no? Un antiguo compañero de clase escocido por alguna razón.

El Uchiha estaba dispuesto a averiguar quien había sido el que le había transmitido toda aquella, en apariencia, falsa información, y rápidamente comenzó a atar cabos tratando de averiguarlo por sus propios medios.

— Mira Akame, tú tranquilo, que yo hablaré con la persona que me contó esto, a lo mejor simplemente es otro al que han engañado, como a mí, en un plan para ponerte a toda la aldea en contra... ¿conoces a alguien que quisiera eso? — Preguntó el Senju interesado, Akame siempre había sobresalido por sus notas en la academia y no sabía de nadie que le tuviera tanto rencor como para haber organizado toda aquella red de mentiras.

El Uchiha chasqueó la lengua ante la respuesta de su compañero de promoción. No era lo que esperaba. ¿O quizás sí? Senju Riko siempre había sido un chaval tranquilo, simpático, de esos que no le caen mal a nadie. Era entendible que no quisiera poner en evidencia a nadie, o dejar mal a un antiguo compañero de clase. «Porque estoy seguro de que ha sido alguien de nuestra promoción. ¿Quién si no sabría lo de la votación? ¿Y lo de Haskoz y Noemi?»

Akame dio otro sorbo a su granizado y se recostó en la silla de madera, tratando de pensar la mejor jugada para sacarle a Riko la información que necesitaba. A él nunca se le habían dado bien esas cosas; Datsue era el especialista.

—No, la verdad es que no —respondió tras reflexionar unos instantes—. Riko-san, quien quiera que sea que está diciendo estas cosas por ahí está claro que quiere causarme problemas. ¿Por qué no me cuentas lo que sabes? De compañero a compañero.

Pese a que se esforzaba, sus intentos por convencer al Senju sonaban de lo más pobres.