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Caos. Lo que Ranko encontró —junto a Etsu, Hana y Ren— no fue más que caos. La gente corría despavorida, empujándose unos a otros y tropezando con los escombros y las decenas de cadáveres que yacían en el suelo, regando la tierra con su sangre. Lo peor eran los chillidos. Niños perdidos que gritaban llamando a sus padres. Padres que llamaban a sus hijos. Aullidos de verdadero dolor. Gente con la cabeza abierta; con una pierna aplastada; con el brazo mutilado.
Los enfermeros que habían salido junto a ellos se unieron a los ninja médicos que trataban de ocuparse de los más graves. Ranko y el resto vio a uno de ellos abandonar a un hombre moribundo que gritaba pidiendo que no se marchase. Tenía las piernas aplastadas por una gran roca y un trozo de hierro incrustado en el pecho. ¿Por qué le abandonaba el ninja-médico, entonces?
Quizá porque sabía que no podía salvarle. Quizá porque cada segundo perdido con él era una muerte más que hubiese podido evitar en alguna otra parte.
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Suspiró y sus piernas flaquearon. Se tambaleó, pero no cayó. No podía caer. Su vientre, sus piernas, su hombro. Su cuerpo le dolía, pero no podía detenerse. Sólo un poco más, sólo un poco…
Y lo que veía no le ayudaba. Había visto cadáveres antes, y de seguro vería más en el futuro, pero ninguno le revolvió el estómago como la escena que atravesaba. No sólo gente muerta, sino gente muriendo, agonizando, gritando por ayuda. La desesperación llenaba el aire hasta el punto de darle náuseas. Gente que no era auxiliada por los médicos. Gente que estaba al borde del reino de los muertos. Gente que estaba sola, y quedaría sola por el resto de sus vidas. Gente que no volvería a ser escuchada, ni abrazada, ni besada.
Ranko lloró, y no pudo enjugarse las lágrimas.
”Madre. Lograste escapar.” Ranko apretó los dientes. Sus sucias mejillas parecían manchadas de lodo salado ahora. ”Reaccionaste a tiempo y lograste escapar. Eres rápida, eres la mejor ninja que conozco. Lograste escapar. Kuu-chan, seguiste las indicaciones de madre y padre y lograste escapar. Eres muy hábil, y aún debemos de pelear hasta que yo te venza. Padre, usaste algún jutsu para poder alejarte de allí junto a tu. Tienes trucos que ni tus hijas conocen, sé que lograste escapar. Todos lograron escapar y me están buscando. Por eso tengo que seguir. Porque tienen que encontrarme. Porque están bien. ¿No? Están bien.”
Si pudiera, se habría detenido en cada herido para asegurarse de que estuviera bien. Si fuera una ninja médico, podría curar a todos los que su chakra le permitiese. Si pudiera regresar y levantar todos los escombros, sacaría a quienes estuviesen atrapados. Pero no podía hacer más que ir hacia adelante, caminar entre tanta desgracia y gritos, entre tanto dolor y muerte, y esperar que al menos una cosa hubiese salido bien. El dejar atrás a tanta gente necesitada le rompía el corazón, pero tenía que mantenerlo atado, junto, por tanto como pudiese.
”Ayame-san debe de haber volado con esas alas de agua. Rōga-san debe de haber dicho algo en ese idioma raro que habla antes de salir como rayo. Reiji-san era tan rápido como yo, si yo salí él también. Yota-san deseará haber estado aquí, y me regañará por no haber salido antes. Juntos esperaremos a que Kazuma-san se recupere. Todos estarán bien. Todos estarán bien.”
¿Qué podía hacer más que desearlo?
—Daigo-san es muy resistente, creo —comenzó Ranko, con voz quebrada, hablando con su amigo al hombro —. D-debe de… Debe de estar quitando e-escombros a puñetazos. Hay q-que ir a comer otra vez, ¿no, E-Etsu-san? Esta vez p-pagaré yo. Todo. Si no despiertas, pagaré todo yo, Etsu-san. A-así que debes de despertar. D-descansarás cuando nos detengamos, ¿e-está bien? P-por favor...
El Inuzuka no le había respondido anteriormente, lo que comenzaba a preocupar incluso más a Ranko. Comenzaría a llamar a algún médico si él o Akane no contestaban.
—¿E-está Hana-san herida? ¿Y ella? —preguntaría después a la rubia. Por el Ren-neechan que había escuchado, supuso que la morena era bastante cercana, e ignoró la falta de parecido físico entre hermanas. Sólo le importaba que pudieran seguir hasta un sitio seguro.
Si es que quedaba algún sitio seguro allí.
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Ya lo habían visto al salir del pasillo, el caos. Conforme se alejaban del estadio, el caos ni crecía ni disminuía, solo se transformaba. Diferentes personas, diferentes dolores, pero la misma cantidad de gritos y desesperación. Padres sin sus hijos, niños sin sus padres y todo tipo de perdidas. Los médicos y enfermeros iban con todavía más desesperación por llegar a todos los heridos, que se contaban por decenas solo en lo que alcanzaba la vista de Hana.
Por suerte o por desgracia, el cerebro de Hana había desconectado. Las lágrimas ahora fluían como un rio en plena montaña, sin pausa y con prisa, pero su cuerpo únicamente andaba hacia delante, tras Ranko, ayudando a Ren a hacer lo mismo. Cualquier cosa que fuese ajena a salvar a su hermana se había desconectado. La arrastraría tan lejos como fuese posible y después seguiría alejandola hasta que estuviese segura que estaba a salvo.
Entonces Ranko sembró la duda.
—¿E-está Hana-san herida? ¿Y ella?
Abrió los ojos como platos. Era cierto. Ren estaba herida. ¿Qué estaba haciendo? ¡Tenía que curarla! ¡Ella no sabía de medicina! ¡Tenía que encontrar un médico para ella! Pero solo con un breve vistazo encontró a un par de personas más graves que Ren. No, no podía parar a ningún profesional. Bueno, la amejin parecía estar bastante bien así que no era urgente, solo tendría que esperar y no forzarla a hacer demasiados esfuerzos.
— Ren-neechan está herida. — informó a Ranko para después girarse a su hermana. — ¿Cómo estás? ¿Te duele? ¿Puedes seguir? ¿Paramos?
Seguir andando para alejarse del peligro o parar a que Ren descansase, era una decisión que se la hacia abismal ahora mismo. No podía decidir, no debía decidir, su última decisión había acabado con medio estadio muerto. ¡Tendría que haber parado a ese lunatico! Miró a Ren con autentica desesperación en su mirada.
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19/07/2020, 09:59
(Última modificación: 19/07/2020, 09:59 por Himura Ren.)
Muerte; hacia la izquierda, hacia la derecha, al frente y atrás. Es lo único que había a sus alrededores. Almas siendo sembradas en decenas, tal vez a centenares o incluso miles; solo los pocos arboles, la propia hierba y algunas otras plantas eran los únicos que transmitían algo de vida con sus colores a aquel sombrío paisaje, aunque fuera con unos tonos completamente apagados debido al oscuro cielo que se formó cuando aquel gigantesco trueno, la maleza parecía completamente ajena a lo que se acontecía.
Diversos cuerpos cubrían las calles, muchos de ellos agonizantes; la visión de la joven morena se nublaba en ocasiones ante aquel horrible escenario. Pero por algún motivo, se sentía incapaz de apartar la mirada. Ella siempre había tenido miedo a la Muerte, tal vez fuera uno de sus mayores miedos; que irónico pensaba continuamente, no solo en aquel momento, aquellos a los que admiraba no le tenían ningún pavor y un espadachín, que trae aparte de a aquella sombría presencia. Solo más muerte. Si tanto respeto le tenía, tal vez debería haberse especializado en medicina, además de esa forma, ahora sería realmente útil; y podría hacer algo más que quedarse impasible, viendo como cientos de vidas se escapaban ante sus ojos.
Por un instante se detuvieron, pero ella no lo notó, porque sus ojos se quedaron clavados sobre dos cuerpos; dos cuerpos que yacían sin vida bajo varios escombros. Cogidos de las manos. Y su respiración, comenzó a agitarse; una fuerte sacudida, la sacó de sus pensamientos.
— ¿Cómo estás? ¿Te duele? ¿Puedes seguir? ¿Paramos?
— E-Estoy bien, p-puedo caminar — se deshizo con delicadeza de su apoyo, la rubia para dar un par de pasos y dibujar una sonrisa quebradiza que le dirigió tanto a Hana como a Ranko. — ¿V-Ves? P-Puedo c-caminar
Sus piernas tal vez no se hubieran recuperado del todo y salvo algo de dolor, podría caminar sin retrasarlos más.
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Mas Etsu no respondió a las preguntas de Ranko. Ella pudo comprobar que estaba consciente, pero ido. Quizá porque toda aquella situación le superaba. Quizá porque estaba demasiado débil como para hablar.
Si quería buscar algún médico para que le atendiese, como pretendía, hallaría a uno muy cerca. Un hombre de pelo blanco y barba rala, que se encontraba aplicando un torniquete a una mujer en la pierna. Una pierna recién segada por la rodilla. Ella no dejaba de chillar.
No muy lejos, también encontró a uno que trataba de reanimar a una joven. Su hermano mayor —o quizá su novio o amigo, pues era demasiado joven para ser su padre—, lloraba desesperado al lado de ellos, suplicando a todos los dioses que conocía por piedad.
O quizá quisiese probar suerte con otro ninja-médico, cuyas manos relucían chakra verdoso sobre el cuerpo inconsciente de un niño. Sus padres, de rodillas junto a ella, abrazándose el uno al otro y con los ojos anegados en lágrimas.
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—¿E… Etsu-san? —Ranko tragó saliva. Comenzó a desesperarse aun más —. ¡Etsu-san!
Sentía que su amigo respiraba, y tal vez estaba hasta despierto, pero no respondía. Hana decía que su hermana estaba herida, pero ésta afirmaba que estaba bien y podía caminar. La rubia no parecía tener nada malo, más que temor y preocupación, al menos al parecer de Ranko.
La Kusajin no tardaría en toparse con médicos, pero éstos, como era de esperarse, tenían las manos ocupadas. Se dijo que no podía pedirles que interrumpieran sus acciones, pues se notaban mucho más urgentes que atender el estado de los Inuzuka. Avanzó hasta el segundo ninja médico que vio, quien intentaba reanimar a una joven. El primero había estado atendiendo una emergencia muy sangrienta, y el que se encontraba más allá estaba con un niño. La de la trenza pensó que el ninja que atendía a la chica podría ocuparse también de Etsu.
Depositó con sumo cuidado al chico a un metro y medio del médico, y su Ranklon hizo lo mismo con el can. Ranko sintió un alivio enorme sobre los hombros, y se arrodilló para sentarse frente a Etsu. Comenzó lentamente a ser más consciente del dolor de su propio cuerpo. Suspiró fuertemente.
—E-estuvimos d-dentro cuando los estallidos —comenzó a explicar Ranko al médico —. N-no me responde, p-pero quisiera asegurarme d-de que está lo suficientemente bien antes d-de seguir. ¿P-podría ayudar a m-mi amigo en cuanto pueda? —A pesar de su preocupación, no querría insistirle demasiado, pues tal vez el otro caso era más urgente. La pierna de Etsu había sido tratada, pero ¿seguiría bien? Si estaba despierto… ¿era que estaba en shock nada más? Sólo quería una buena noticia, sólo una. Esperaría al médico mientras intentaba normalizar su respiración y mantenerse enfocada.
»Hana-san, Ren-san —se dirigió a las chicas, alzando una seria mirada —. D-debo ver por Etsu-san y Akane-san. S-si siguen adelante, las alcanzaré. Resguárdense.
Seguía sin saber si el lugar era seguro, pero si gastaba un instante en asegurarse de que su compatriota estuviese “bien”, se quitaría un peso incluso de sus hombros incluso mayor a los kilos de Inuzuka. Entre tantos gritos y llanto, sería una lágrima menos qué derramar. Esperaría a prisas.
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La desesperación y la destrucción, solo parecían acentuarse a cada paso que daban. En algún punto del camino, Ren había cogido de la mano a Hana y conforme veía mas cuerpos por el suelo, se apegaba más a ella; hasta rodear el brazo del que estaba sujeta con sus propios brazos, desviando la mirada continuamente la mirada hacia sus acompañantes cada vez que veía uno nuevo.
Ranko parecía empezar a desesperarse al ver que su compañero no reaccionaba, hasta que se toparon con varios médicos que estaban asistiendo en el campo; se la veía realmente asustada, y Ren se aferró con suavidad nuevamente, se temía lo peor; pese a que todo su cuerpo gritaba en deseos de equivocarse.
»Hana-san, Ren-san —se dirigió a las chicas, alzando una seria mirada —. D-debo ver por Etsu-san y Akane-san. S-si siguen adelante, las alcanzaré. Resguárdense.
Ni se atrevía a debatirle nada en aquel estado, asintió con suavidad y le devolvió a mirada a Hana, dejando que ella a guiara mientras miraba al suelo cabizbaja sin separarse de ella.
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Ren, quien se había soltado de Hana para demostrar no sé qué tonteria de andar, vería como la rubia entraba en pánico y volvía a cogerla de la mano de inmediato. Negó con la cabeza un par de veces, dejandole claro a su hermana que no se volviese a soltar de ella, a poder ser nunca.
Por suerte, no lo hizo, sino que se apegó más a Hana mientras las imagenes de heridos y medicos en los alrededores ni mejoraban ni empeoraban, solo cambiaban. Hacía ya un buen rato que Hana había dejado de mirar, no quería más dolor, solo quería poner a su hermana a salvo.
Asintió levemente a Ranko y siguió su camino tras dedicarle una mirada de complicidad a Ren para asegurarse que estaba de acuerdo.
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Una. Dos. Tres. Cuatro… Diez… Veinte… Treinta comprensiones torácicas. Mano apretando la nariz, otra al mentón, boca con boca e insuflar aire. Y a repetir el proceso. El médico era metódico y profesional. Su rostro estaba contraído por la tensión, pero sus manos bajaban y subían lo justo y necesario, en un continuo intento por reanimar a la pobre chica.
En un momento dado, otra joven se le acercó y empezó a hablar.
— ¿Eh…? —preguntó el médico, desconcertado, mientras se esforzaba en continuar con la reanimación.
El chico que estaba al lado parpadeó varias veces, intentando enfocar su vista empañada por las lágrimas en Ranko. Abrió la boca, incrédulo.
— ¡¡Pero no ves que está ocupado, HIJA DE LA GRAN PUTA!! —chilló, rabioso, sin ser capaz de dejar de llorar. Temblaba de rabia e impotencia— . ¿Suficientemente bien? ¡Al menos respira! ¡MI HERMANA SE ESTÁ MURIENDO! ¿¡PERO ES QUE NO LO VES!?
— ¡T-te ayudaré en cuanto pueda! —gritó el doctor, sin dirigirle la mirada, en un intento por calmar las aguas.
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—¿Hija de quién?
Una mujer había llegado de un salto al lugar. Se agachó frente al grupo y depositó a dos personas en el suelo, uno inconsciente, pero sin muchas heridas, y otro con una herida en la frente que sangraba profusamente, pero que se encontraba despierto. Las había estado cargando a ambas en el hombro izquierdo, pues su brazo derecho estaba ausente. Al erguirse, se pudo ver el semblante totalmente serio y amenazante de la fémina pelirroja. Sus ojos estaban totalmente blancos, su frente estaba adornada con una furiosa vena, y sus músculos estaban más que marcados. La rodeaba un aura de fuerza pura. Vestía un kimono rasgado, aunque había sido ella misma quien se había deshecho de la parte inferior de la vestimenta al comenzar todo para mejorar su agilidad-
Hana y Ren habrían visto venir a la mujer moviéndose a saltos largos, y les había pasado por un lado. Parecía un demonio veloz, un ave rapaz buscando a su presa. O un madre preocupada.
—Repítalo, por favor. ¿HIJA DE QUIÉN? —El miedo se añadió a las razones del hombre para temblar.
—¡Madre! —Ranko olvidó por un momento de su dolor y se levantó para caer en el brazo de su progenitora.
—Oh, Ran-chan —El tono de Sagisō Komachi cambió a uno de alivio total. La abrazó como fuese la primera vez, o la última, que una madre ve a su hija —. Oh, Ran-chan, mi Usagihime. ¿Estás bien? Tu estómago, ¿estás herida?
—Madre. Madre, estoy bien, estoy… Sólo un poco cansada y… adolorida… Madre… Yo... —Ranko comenzó a llorar de nuevo, lentamente, en el seno de Komachi.
—Estás aquí, Usagihime, con vida —Komachi parecía leerle la mente a su hija —. Es lo importante. Y me has mantenido con vida a mí, de paso. —Komachi cerró los ojos y lágrimas de felicidad se escurrieron entre sus párpados —. Tu padre y Kuumi fueron a buscarte al otro lado del estadio, están bien.
Se separaron un momento.
—Logré sacar a Etsu-san y Akane-san a tiempo… N-no parecen muy malheridos, pero… No estoy segura. ¡D-doctor-san! —Le dedicó una reverencia. Ayudada por la presencia de su madre, Ranko ignoró al hermano de la fémina agonizante —. Gracias. P-por sus esfuerzos. S-sólo ocúpese de Etsu-san cuando haya salvado a la chica.
A Ranko no le importaron los insultos del hombre, pues entendía su sentir. Sólo le importaba que su madre estuviese viva. Que su familia estuviese viva. Que sus amigos lo estuviesen. Ranko suspiró con un inmenso alivio.
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—Repítalo, por favor. ¿HIJA DE QUIÉN?
—¡Madre!
Hana se tensó al oír los gritos de la mujer que se abalanzaba sobre la escena como un animal salvaje, sin embargo, todo quedó en nada. Ranko consiguió apaciguar a su madre, llorándole en sus brazos. Decidió apartar la mirada, por dolor, por respeto, sobre todo por tristeza.
Ella no tenía a nadie entre el público a quien proteger. De todos sus conocidos, ella era la más débil. Datsue seguramente era el peligro ahí fuera, Eri era una jounin, así que estaría sellando algún bijuu que hubiese aparecido por ahí, Reiji era, de forma confirmada, más fuerte que ella y, como mucho, podría preocuparse de Takumi. Pero tanto como familia, no eran.
¿A qué adulto responsable iba a llorarle ella? Miró a Ren y recordó que ella sí tenía gente importante.
— ¿Quieres que busquemos a tus padres, Ren-neechan? — no quería forzarla a abandonar a nadie por su culpa.
Al final del día, eran kunoichis. No podrían huir del peligro por siempre.
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Al igual que su hermana, no pudo evitar dirigir toda la atención al cometa que pasó cerca de ellas; cuando esta se posó con varios cuerpos, enfureció con la colera de aquellos titanes, encerrados tiempo atrás en lo más profundo de la tierra. Ren tragó saliva algo asustada, y no pudo evitar pensar algo que para ella fue bastante obvio.
«Ella... Ella seguro que habría podido con aquel hombre... » pero aquello jamás lo podría comprobar o averiguar. Y tras ello, madre e hija se fundieron en un ansiado abrazo por parte de las dos; era notorio que estaban altamente preocupadas la una por la otra. ¿Quién no lo estaría por sus seres queridos después de aquella catástrofe? «Aun así, seguro que están bien... Seguro que Oda y Nanashi están bien...» Aquellos dos eran duros de roer, sobre todo Oda pese a su edad; estaba de lo más segura de que ambos desalojarían a todo el que estuviera en su mano, y harían lo imposible por aquellos a los que parecían escapar de su apoyo.
Una suave sacudida en el brazo por parte de Hana, quien reclamaba su atención, hizo volver a mirarla después de aquella fuerte discusión. La respiración de la morena ya se había regulado; la miró algo atónita, ambas tenían algún rasguño por el rostro así como suciedad de polvo y tierra. La tormenta parecía haber amainado; o en el peor de los casos, estaban ahora mismo en el ojo del mismísimo huracán.
— Si... Supongo... — respondió algo entristecida, aferrándose a Hana.
Ver a sus parientes adoptivos no era lo que quería, no era lo que necesitaba. La necesitaba a ella, que le repitiera que todo pasaría, que estarían bien y saldrían de aquella situación; o que era un mal sueño y era hora de despertar. Avanzaría sin rechistar dejándose llevar por la rubia; con suerte tardaban en dar con ellos, y podía pasar el tiempo suficiente para que su todavía agitado corazón, se calmara.
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—¿Hija de quién?
—¡Hija de puta!
—Repítalo, por favor. ¿HIJA DE QUIÉN?
—¡UNA HIJA DE PUTA! —repitió él, sin siquiera verla por el mar de lágrimas que cegaban sus ojos. Estaba enajenado. Fuera de sí. Sin nada que perder en aquellos momentos. O eso creía él, ahora que solo sentía dolor, pena y angustia imaginándose una vida sin su hermana pequeña. ¿Por qué había insistido tanto en ir a ver aquel torneo de mierda? ¿Por qué había convencido a sus padres para que dejasen ir a su hermana con él, tan lejos de casa?
Era su culpa…
Su culpa…
Su culpa.
Hubo una gran bocanada de aire. Alguien respirando. Una exclamación.
—¡Vamos!
El doctor posó las manos sobre el pecho de la joven y, en vez de seguir haciendo comprensiones, sus manos emitieron una tenue luz esmeralda. El chico se tiró sobre la mano de su hermana y empezó a sollozar sobre ella, repentinamente aliviado.
—No te preocupes, chico. No te preocupes. Vivirá. —Sus ojos se desviaron fugazmente hacia el cuerpo inconsciente que le habían traído, así como a otro más que sangraba profusamente por la frente. No parecían graves. Tampoco el amigo de la kunoichi, que le colgaba baba de la boca y tenía los ojos idos. Claramente estaba…—. Tu amigo está en estado de shock.
Algo muy serio, pero no moriría de ello. Desvió su atención de nuevo hacia la chica que todavía estaba curando y que de milagro había traído de vuelta a la vida.
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26/07/2020, 20:09
(Última modificación: 27/07/2020, 10:35 por Sasaki Reiji. Editado 1 vez en total.
Razón: Me comí una palabra por que tenia hambre
)
Todos parecían estar a su aire. Pero lo vi a lo lejos. Bueno, eso no era del todo verdad, a la que vi fue a mi rival del último combate, pero pronto reparé en que, quien estaba a su lado, atendido a otro Kusajin, era un médico. Me acerqué corriendo.
No le hice mucho caso a la Kusajin. No por que la odiara, aunque tras las palabras de Kintsugi, no tenia ganas de hablar con nadie de la hierba, si no por que mi prioridad era solo una: Buscar un medico para Hanabi. Así que me dirigí única y exclusivamente al hombre.
— Por favor, cuando termine, necesito un médico en el tatami de combate, los enemigos se han marchado, pero el Uzukage y la Morikage han sufrido heridas, uno de ellos de gravedad, ha perdido mucha sangre y no puede moverse. Necesita atención urgente.
En realidad, las heridas de la Morikage me daban totalmente igual, de hecho, ojalá se hubiese marchado de allí cuando volviera con el médico para Hanabi. Al fin y al cabo, las heridas de ella no parecían tan graves.
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Un segundo suspiro de alivio escapó de los labios de Ranko. Confirmación de que Etsu estaba bien, sólo eso necesitaba. Le dedicó otra reverencia al doctor, y Komachi se contuvo para no darle un manotazo al hermano de la chica. Ambas le dieron espacio al médico para que trabajase.
—Al separarnos, tu padre y yo acordamos encontrarnos después, no ir en busca del otro. Hay un dojo interior al sur, y es probable que lo estén usando como punto de reunión, pues está más cerca que Sendōshi. Si ellos no te encontraban, irían allá. Y lo mismo si yo no lo hacía. Nos quedaba confiar en los otros. ¡Pero agradezco a los Dioses que estés con bien!
Ranko sonrió, al fin, de manera honesta, con todas las ganas del mundo. Había muchas cosas qué lamentar ese día, y le aliviaba que su familia no fuese una de ellas. Volteó hacia un lado y vio a Hana y a su hermana, aferradas la una a la otra, listas para seguir adelante. Y hubo algo en ellas que le hizo desear abrazarlas también.
Sin embargo, una persona más hizo acto de presencia.
—S-Sasaki Reiji-san… —murmuró la de la trenza. El espadachín del Remolino se veía incluso más serio que en su combate, y portaba palabras de pesar —. ¡Yondaime Morikage-kakka! ¡¿Reiji-san, qué…?!
La mano de su madre en su hombro le detuvo.
—Ranko, ya oíste a Sasaki-san. Necesitan un médico. No podemos hacer nada, aunque los atacantes se hayan ido. Llevemos a Inuzuka-san, y encontrémonos con tu padre y Kuumi. Eso es lo que podemos hacer.
Aunque le dolía no tener noticias claras de Kintsugi, quien indirectamente le había salvado de morir aplastada entre escombros en la enfermería, Ranko sólo asintió. Le dedicó la más respetuosa de las reverencias a Reiji, y luego le hizo un gesto a su clon para que levantara a Akane. Ella misma quiso volver a tomar a Etsu sobre el hombro, pero su madre se le adelantó y lo recogió ella.
—El viejo Inuzuka lo debe estar buscando. Andando.
—Madre. ¿Cuántas Puertas…?
—Estaré bien, Ran-chan. Andando.
Si Hana y Ren no se adelantaban mucho, Ranko, su clon y su madre les alcanzarían. En ese caso, la de la trenza les hablaría, esta vez con voz más calmada, pero igual de cansada.
—Hana-san… La… La familia de Hana-san. ¿Está aquí? ¿Necesita que le ayudemos?
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