Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Si Dragón Rojo tuviese un libro de su propia historia, donde se pormenorizase, cronológicamente, todos los sucesos importantes, aquel día aparecería escrito en tinta de oro. Y es que, para ellos, aquel día era lo que a Uzushiogakure no Sato el momento en que Shiona murió. O lo quea Kusagakure no Sato el día en que Kenzou decidió dar un golpe de estado. O en el que en Amegakure alguien creyó que era buena idea asesinar con un gas venenoso a Yuukaito, sin saber que Yui vendría detrás.
Por eso, probablemente, aquella reunión que los Cabezas de Dragón tenían semanalmente, fuese recordado por un nombre algo más especial. Algo que evocase la importancia del momento, aunque sin pasarse de fantasioso e imaginativo. Después de todo, en Dragón Rojo no se le daba demasiado importancia a la creatividad. Seguramente, algo como La Gran Reunión bastase.
Pero, ¿por qué era tan importante aquel día? Oh, amigos, no nos adelantemos a los acontecimientos. Por ahora, basta decir que, lo que se decidiese aquella mañana, no solo cambiaría el rumbo de Sekiryū, sino probablemente del País del Agua y, quizá, hasta de Oonindo entero.
¿Exagero? Pregúntense una cosa: si de verdad no fuese para tanto, ¿por qué el capítulo de esta historia se conoce como, efectivamente, La Gran Reunión?
Aquel día, en un principio, nada tenía de especial. Más allá de la incorporación de dos nuevos Ryūtōs, claro: Uchiha Akame y Uchiha Zaide. Se encontraban todos en la guarida, en su cueva llena de estalactitas y estalagmitas. Junto a un lago, sentados alrededor de una gran mesa redonda de madera rojiza, con un dragón de siete cabezas y ocho colas tallado en su superficie. Cada cabeza situada frente a una silla. Frente a un Cabeza de Dragón. La que debería estar frente a Ryū — y la que tendría que ser la octava cabeza— se encontraba decapitada.
—Kaido —dijo Ryū, cuando vio que el Umikiba se sentaba en su sitio de siempre—. Deberías sentarte aquí. Tú sitio lo ganaste al matar a Muñeca, y no a Katame —dijo, indicando el asiento que tenía a su izquierda, en el que siempre había estado Muñeca.
Quizá detrás de sus palabras había un profundo respeto a la tradición, o quizá simplemente era porque no quería tener a Zaide tan cerca —pues era el único sitio que le quedaba libre—. El Uchiha esperó, aguardando a que todos se hubiesen sentado, para coger la silla libre.
Ryū, Kaido, Otohime, Zaide, Akame y Money. Esos eran todos los que estaban presentes físicamente en aquella reunión. Pronto se les unió dos más, dos figuras difuminadas en un espectro que reflejaba los colores del arco iris. Kyūtsuki y la Anciana, haciendo uso de la Técnica de la Linterna Mágica Corporal.
El asombro y la estupefacción se adueñaron de sus ojos al ver a Zaide. Al grupo les llevó unos minutos explicarles lo que había sucedido.
—Espero que os sepáis comportar —dijo la Anciana, mirando a Ryū y luego a Zaide—. Lo último que necesitamos ahora son guerras internas —dejó unos segundos para que el mensaje calase hondo—. Bien, parece que hoy tenemos muchas cosas de las que hablar.
—Y, pues sí. Las helmanas trillizas han cluzado la raya, mami. Es hora de que les demos un buen escalmento.
—Eso para más tarde —zanjó Ryū, centrando los ojos en Kyūtsuki—. ¿Cómo avanza el plan?
—Imperfecto —respondió Kyūtsuki—. Probablemente nunca esté mejor de lo que ya está. No puedo acercarme más sin ser descubierta.
Zaide miró a Kyūtsuki, luego a Akame, y luego otra vez a Kyūtsuki.
—A ver, para que los novatos se enteren. De qué cojones estamos hablando, ¿huh?
Distribución:
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame apenas le dedicó una mirada complacida a Money y a Zaide cuando éstos tomaron asiento a sus respectivos lados, como si él fuese el patrón y ellos los invitados. Desde luego, al joven prófugo de Uzu le agradaba en extremo tener a aquellos dos cerca, a la mano como se podría decir. El primero, porque sus cadenas de oro eran tan brillantes como su ingenio; y porque para cualquier criminal era sabio tener buenas relaciones con quien te dispensaba los billetes. Money era el jodido corazón de Dragón Rojo, un tipo sin el cual la organización no se había comido ni un torrao. Él mismo lo decía. Y el otro, Zaide "El que no se muere", por lo obvio. Era Uchiha, era poderoso, y era inteligente. Un aliado útil en el mejor de los casos y un enemigo letal en el peor. En cualquiera de los dos escenarios, convenía tenerle bien cerca. Al Uchiha tampoco le pasó desapercibido cómo Ryu se apresuraba a sentar a Kaido a su vera. «¿Te ha costado poco enterrar el hacha de guerra para empuñar otra, eh?»
Así, con las piezas sobre el tablero, daba comienzo La Gran Reunión. Y Akame estaba nervioso y —por primera vez en mucho tiempo— excitado a partes iguales. El Uchiha se limitó a escuchar en los primeros compases, hasta que una de aquellas figuras espectrales —por la voz dedujo que no era la Anciana— habló sobre cierto "plan", en respuesta a Ryu. «Hmpf, parece bastante prioritario para el Gran Dragón», se dijo Akame. Cuando iba a preguntar sobre los detalles, Zaide hizo lo propio, de forma que el joven renegado se limitó a apurar su cigarrillo y luego apagarlo en la frente de la cabeza de dragón tallada en madera que tenía justo delante.
3/10/2019, 00:39 (Última modificación: 3/10/2019, 00:57 por Umikiba Kaido. Editado 2 veces en total.)
Congregados como un séquito de maleantes, exiliados y asesinos; los miembros de la organización Dragón Rojo tomaron sus respectivos lugares en la monumental mesa grabada, donde cada posición tenía, frente a sí, una cabeza de dragón, y que simulaba a un Yamata no Orochi. Como comenté ya antes, Umikiba Kaido —quien ya no era el nuevo del grupo, visto los acontecimientos de las últimas horas—. había tenido la dicha de participar ya en una de estas reuniones en donde el grupo discutía los asuntos más importantes y decidían los cursos de acción en conjunto, con voz y voto de cada uno de sus miembros. Así fue que decidieron —por dar un ejemplo palpable de cómo transcurrían estas reuniones—. que Kaido tenía luz verde para ir a cazar a Zaide allá en la Prisión del Yermo.
Encargo que no había salido del todo bien, teniendo en cuenta que ahora Kaido tenía que ocupar un asiento en la mesa al lado del veterano Uchiha que le había pintado la cara como nunca antes nadie lo había logrado.
No obstante, antes de poder sentarse siquiera; Ryū llamó la atención del gyojin.
—Kaido. Deberías sentarte aquí. Tú sitio lo ganaste al matar a Muñeca, y no a Katame —acotó la efigie de ébano, y el Umikiba no tuvo más remedio que asentir. Supuso que ocupar el puesto correcto formaba parte de la tradición, y si efectivamente, uno tenía que ocupar la silla de aquél que vino antes de uno, pues el de Masumi era su sitio predilecto. Kaido se pegó la vuelta a la mesa, tomó asiento, y se convirtió de pronto en un espectador de la Gran Reunión.
Miró, uno a uno, a todos los Dragones. Akame, Zaide, Otohime, Money. Luego los hologramas de Kyūtsuki —miembro al que Kaido consideraba como la más importante de todos, por razones que serán desveladas en su oportuno momento—. y la Anciana, quien por cierto fue la primera en tomar la palabra. Como una de las más antiguas, sino la más; instó a que se comportasen durante el transcurso de la reunión y enfatizó la importancia de los temas a tratar, siendo el contador de la organización quien vislumbró uno de los granos en el culo más recientes. Las Trillizas de la tormenta «¿y esas quiénes son?» parecían haber ofendido a alguien, y Kaido no tenía la más mínima idea de que todo aquello había asomado la cabeza mientras él se encontraba librando una guerra en lo más profundo del océano.
Ryū no tardó en barrer el tema como si no fuese tan importante y llamó, finalmente, a hablar de lo que Kaido tenía más interés. El País del Agua, y...
—Imperfecto —respondió Kyūtsuki—. Probablemente nunca esté mejor de lo que ya está. No puedo acercarme más sin ser descubierta.
Zaide miró a Kyūtsuki, luego a Akame, y luego otra vez a Kyūtsuki.
—A ver, para que los novatos se enteren. De qué cojones estamos hablando, ¿huh?
Kaido aguardó severos segundos, y cuando nadie cogió la batuta, se permitió tomar la palabra.
—Kyūtsuki-san lleva aproximadamente un año infiltrada en la ciudad portuaria de Kasukami, con el objetivo de investigar y conocer a detalle a nuestro querido Señor Feudal. Sus andadas, sus secretos. Su comportamiento. Su forma de ser. De cómo se maneja en la intimidad, tras los ochocientos muros que componen su castillo. Todo esto, desde luego, con el fin de... asesinarlo. Asesinarlo y tomar su lugar. ¿Que cómo tomaremos su lugar? pues... Kyūtsuki goza de una habilidad especial que le permite tomar la forma de otra persona si consume así sea una pequeña porción de su piel. La idea sería que al suplantar al Señor Feudal, podamos manejar los intereses de todo el País del Agua desde adentro. Ganar todo el control, y sin que nadie sospeche que Dragón Rojo es quien está manejando los hilos.
El espectro de Kyūtsuki asintió ante la explicación de su compañero.
—Asesinato. Suplantación. Y control del país —resumió ella—. Ese era nuestro plan desde hace mucho tiempo.
—¿Era, Kyūtsuki?
—Es —se corrigió rápidamente—. Me he acercado a él de todas las maneras posibles. Como una criada. Como un guardia. Como una dama de compañía… Le conozco lo suficiente. Sé cómo actúa en público y cómo se comporta en la intimidad —relató Kyūtsuki. Llevaba casi un año con aquello. Un año infiltrada bajo distintos rostros y con distintos nombres. Un año regalando su vida al servicio de Umigarasu, el Señor Feudal del Agua—. Y, aún así, hay círculos a los que no pude acceder. Secretos que guarda en cajas todavía cerradas para mí. Si el asesinato saliese con éxito, tendría que aprender esas cosas sobre la marcha, e improvisar. Improvisar mucho.
No hacía falta que les explicase qué ocurría con las improvisaciones.
—Podría asesinar a uno de sus hombres de confianza para suplantarle y ser partícipe de sus maquinaciones. Pero eso sería comprometer la operación, un cartucho que se gastaría muy pronto. Por eso, lo mejor es ser realista: no voy a estar mejor preparada de lo que ya estoy. Si queréis hacerlo, este es el momento. Auguro una probabilidad de éxito del cincuenta por ciento. —Seguramente estaba siendo generosa. Pero, tras un año trabajando en ello, quería intentarlo. Necesitaba hacerlo—. Aunque… en breve se nos abrirá otra vía.
Se produjo un breve silencio.
—Pol el amol de Izanagi, ¡habla, mujer, habla! ¿Qué vía dice usted?
—Umigarasu lleva moviéndose desde hace tiempo, acorazándose más de lo que cualquier daimyō consideraría necesario. Haciéndose fuerte, asegurando su posición. Como si fuese a hacer algo que la pusiese en peligro. A los nobles menores les ha aconsejado —por el tono en que dijo la última palabra, todos entendieron que, de consejo, no tenía nada— que no contraten a ninjas de las Tres Grandes. No quiere ojos de fuera incordiando.
»Cuenta con mercenarios a sueldo, mafias enteras compradas… Umigarasu siempre supo moverse entre lo más turbio de su país y sacarle partido. Pero, ahora, quiere ir un paso más allá. —Miró a los ojos de cada uno de ellos—. Obviamente no es tonto, sabe de nuestra existencia. Sabe de la existencia de Ryū. —Bueno, ¿acaso había alguien en el Agua que no hubiese oído hablar de él?—. Y de la Anciana. Aunque él no la llama así. La llama por su nombre.
Akame recordó perfectamente que la Anciana le había asegurado que no quedaba persona viva en Oonindo que supiese su nombre verdadero. O le había mentido, o estaba equivocada. No supo decirlo por su rostro, hecho enteramente de oscuridad.
—Sabe que somos fuertes, que entre nuestras filas tenemos a ninjas muy poderosos… Los mejores del país. Y por eso, va a enviar un emisario en nuestra búsqueda, para hacernos una oferta.
—Y, pues, ¿qué clase de ofelta?
—Que seamos su Guardia de Élite Personal —reveló Kyūtsuki—. Quiere que le demos protección, y músculo allí dónde lo necesite. A cambio, piensa prometernos generosidad. Mucha generosidad. Y no hablo solo de dinero. Dejaríamos de tener que vivir entre las sombras. Nos abriría las puertas de Kasukami. Nos daría poder. Prácticamente toda la libertad para campar a nuestras anchas. Nos…
—Compraría —completó por ella la frase, pese a saber que no iba por ahí. Uchiha Zaide, que había oído atento y muy feliz el principio de aquella reunión, no dejó de fruncir más y más el ceño a medida que Kyūtsuki revelaba la jugosa oferta que el daimyō tenía planeado para ellos—. Porque eso es lo que hacen los daimyōs, comprar. Se piensan que con dinero pueden tenerlo todo. También a nosotros, ¿huh? —dijo, con voz arisca.
—Nuestlo objetivo siemple fue clecer y hacelnos con el podel —dijo Money, visiblemente más entusiasmado por la oferta que le ponían encima de la mesa—. Las folmas y el cómo no es tan impoltante…
—Vamos, ¡no me jodas! ¿Es que soy el único que lo ve? —preguntó, exaltado, con el Sharingan reluciendo en sus ojos—. Claramente a Umigarasu lo tenéis acojonado. Tenéis demasiado poder, demasiada influencia en su querido país. Así que solo tiene dos opciones: o eliminarnos, o comprarnos.
Rio.
—Qué cojones, igual hasta ya intentó lo primero. Pagando a alguna mafia rival, o, porque no, encargándoselo a una jodida Villa para que no le relacionasen con él en caso de salir mal. —Para Zaide estaba más que claro—. Pero algo os tengo que reconocer: Dragón Rojo es más dura que la puta montaña en la que nací. Así que este es su siguiente paso: comprarnos. Comprarnos como si no fuésemos más que mercancía. Armas, que puede usar y tirar cuando se le oxiden. Es eso lo que somos, ¿huh?
»¿Es esto lo que vamos a ser?
Zaide no miró a Ryū, ni a la Anciana, porque temía encontrar una respuesta de mierda dibujada en sus rostros. En su lugar, miró a Otohime. Miró a Akame. Miró a Kaido.
¿Qué iba a ser?
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Asesinato, suplantación. Control del país. Sí, buena forma de resumirlo. Esos eran a minúsculo detalle lo que esperaba cumplir Dragón rojo con la caída del Señor Feudal. No obstante, la mujer de los mil rostros no dejó de hacer énfasis en que cualquier opción de acercarse más a al objetivo pondría en rotundo peligro a la operación, pues ya había ahondado e investigado a profundidad de distintas maneras sus círculos cercanos más terrenales, incluso, desempeñando el papel de una dama de compañía en la cama de aquel gordo opulento, circunstancia donde los hombres suelen ser más… abiertos y sinceros. Sino, que se lo preguntasen a Katame. De todas formas, el Señor Feudal parecía ser del tipo de noble que separaba muy bien sus funciones de los asuntos más turbios del feudalismo. A Kyutsuki le había sido imposible acceder a menesteres de índoles secretas, y desconocer lo que sucedía en esos círculos tiraba para abajo las probabilidades de éxito a un cincuenta por ciento. Tan lista como eso no iba a poder estar sin correr más riesgos de los que un golpe como aquel consideraba necesario.
Pero toda historia, señores, siempre tiene alternativas. Y esa fue la que trajo Kyutsuki a la mesa de los Dragones. Una vía que, lejos de congeniar con las maquinaciones de asesinato y suplantación, sugestionaban una… ¿alianza?
Alianza. Una palabra habitual en los últimos tiempos. Oonindo había estado padeciendo, contra todo pronóstico, una epidemia de uniones que pocos creían posibles dos años atrás. La Alianza de las Tres Grandes era una prueba viviente de ello, por ejemplo. O incluso la de Akame y Kaido, también. ¿Pero era tan así para Dragón Rojo? Quizás sí. O quizás no.
El gyojin sintió una curiosa ráfaga de energía en cuanto oyó el nombre de ese hombre. Umigarasu. Y Umigarasu, como no podía ser de otra forma cuando se habla de un tipo con tanto poder, no era estúpido. Conocía de Dragón Rojo. Conocía probablemente de las últimas adiciones a sus filas. Sabía que el cuerpo del dragón se iba haciendo cada vez más y más largo y su fuego también mas rojo e intenso. En vista de que el hombre llevaba moviendo los hilos —según testimonio de Kyutsuki—. para aislar el continente y asentar las bases de su reinado, con movimientos pocos éticos, creando enmarañadas redes de criminales, mafiosos y bandidos que trabajasen a su favor, no resultaba extraño que quisiera también comprar a una de las mafias mas fuertes y en ciernes de todo el País del Agua. Segun la mujer de los mil rostros, Umigarasu les quería a ellos para que fueran su Guardia de Élite. Sus perros de guerra. Todo a cambio, desde luego, de módicas sumas de pasta, influencia y libertad.
Ésta última seguramente la más seductora para algunos. La libertad para los forajidos a veces era incluso tan vital como un pan en la mesa para los hambrientos.
Umikiba Kaido se mantuvo en silencio, meditabundo, mientras Zaide y Money discutían los pormenores de esta repentina... posibilidad. Desde luego que no iba a ser el primero en contestar, pues internamente, aun tenía ciertos resquemores que resolver consigo mismo. La pregunta estaba en qué tan conveniente sería trabajar para Umigarasu si existía la posibilidad —claro que ínfima—. De ocupar su lugar en subterfugio.
El Escualo miró a Zaide y luego al resto, tratando de discernir que era lo que pasaba por sus cabezas.
Uchiha Akame escuchó con evidente atención e interés lo que aquella figura de voz modulable tenía que contarles. Kaido, sin embargo, fue el primero en responder, y el renegado miró a su compañero con una mezcla de sorpresa y respeto. «¿Así que la verdad es que Umikiba Kaido se cansó de jugar a los ninjas, y ahora prefiere las Grandes Ligas, eh? Eso lo puedo respetar», se dijo el Uchiha. El plan de suplantar al daimyō de Mizu no Kuni podría parecer una completa locura fuera de aquella gruta, pero casualmente allí estaban reunidos algunos de los criminales más peligrosos y cabrones de todo Oonindo. Por un momento, Akame tuvo la sensación de que nada era imposible.
Luego vino el turno de Kyuutsuki, que se reveló como pieza clave de aquella trama. «¿Alguien capaz de suplantar por completo a cualquier persona, incluso ante sus más allegados? Interesante...» Conforme la mujer —presumiblemente— hablaba, más y más interesado se iba encontrando Akame en todo aquello. Cuando toda la reunión guardó silencio en espera de que Kyuutsuki les hablara de esa nueva vía, el Uchiha aprovechó para sacarse otro cigarrillo y prenderlo con una canica ígnea que orbitaba alrededor de su dedo índice.
Casi se le cae el tabaco al suelo cuando escuchó lo que la infiltrada tenía que decir. «¿Qué... cojones...?» Parecía demasiado bueno para ser verdad. «Aunque, por otra parte, si es cierto que Umigarasu se está abasteciendo de criminales y mercenarios, ¿no tendría sentido que quiera en su círculo cercano a los mejores?» El tema empezaba a enredarse. Cuando Zaide habló, Akame no pudo evitar empatizar en cierto modo con él; pero al cruzarse sus miradas, el Uchiha más joven negó con la cabeza. «¿Herramientas? O no, no... Podemos ser mucho más.»
Esperó a que alguien hablara. Nadie lo hizo. Él lo tenía claro.
—"Muéstrate débil cuando seas fuerte, y muéstrate fuerte cuando seas débil" —enunció, queriendo llamar la atención de todos—. "El arte de la guerra", escrito por Suneate Tzumaru. Célebre general del País de la Tierra que ganó más de cien batallas seguidas durante toda su vida. Aquí, ahora mismo, estamos reunidos algunos de los desgraciados más fichados de todo Oonindo. Me jugaría la mano derecha a que todos aparecemos en el Libro Bingo de una, o más, Grandes Aldeas. El puto "Criminal's Got Talent" del País del Agua —reafirmó, aludiendo a un popular concurso de talentos que era conocido en ciertas partes de Oonindo—. Umigarasu lo sabe, como bien apunta aquí mi docto primo lejano —señaló a Zaide—. Y por eso nos quiere de su lado. Tal y como yo lo veo, tenemos dos opciones...
El Uchiha se tomó unos instantes para fumar un par de caladas al pitillo, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Podemos medirnos las pollas y ver quién la tiene más larga, echarnos un pulso contra Umigarasu y meternos en guerra con, potencialmente, todo el submundo del País del Agua —se encogió de hombros—. O podemos hacer caso a Suneate Tzumaru. Aceptar la oferta, mostrarnos dispuestos, pasar por el maldito aro de Umigarasu. Y colocarnos en una posición privilegiada para ejecutar nuestro verdadero plan; tener cerca a nuestros amigos, si es que alguno aquí tiene de eso, y todavía más a nuestros enemigos.
»Así juegan los ganadores: hacen creer al adversario que va bien encaminado.
Zaide se sonrió al oír el argumento blandido por Akame, escudándose en un general tan célebre como Suneate Tzumaru. Lo conocía, claro que lo conocía. Se había criado en la Tierra escuchando historias como aquella.
—Es un buen plan —reconoció—. Un muy buen plan. Pero, ¿sabes qué decía también Tzumaru? Que incluso la mejor espada hundida en agua salada, con el tiempo se oxida.
¿Entendían por dónde iba?
—Aceptemos la oferta, ¿y qué creéis que pasará? Cuando cambiemos Ryūgū-jō por una mansión de oro. Cuando cambiemos las piedras que tenemos por cama por colchones de pluma. Cuando cambiemos los baños… qué digo, si ni baños hay aquí, por retretes de plata y papel higiénico de seda. Qué pasará, ¿huh? El poder corrompe hasta a los mejores, ¿cómo no nos va a corromper a nosotros? —A ellos, que ya habían nacido corrompidos.
»No, sí aceptamos ahora, jamás ejecutaremos el plan. Nadie, o casi nadie querrá arriesgarse a perder lo obtenido. Nos acomodaremos en nuestros sofás de piel. Reiremos las gracias y daremos palmas ante nuestro querido Umigarasu. Y, cuando nos demos cuenta, seremos como el resto. Formaremos parte de la rueda. Seremos putos ninjas descerebrados que solo hacen lo que se les ordena.
Bueno, al menos Zaide lo tenía claro. Money, por el gesto de negación que tenía cuando hablaba el mayor de los Uchiha, también. Otohime parecía tener más dudas, y en cuanto a la Anciana y Ryū…
—¿Me dejáis terminar antes de discutirlo y votar? No había terminado —intervino de nuevo Kyūtsuki, llamando la atención de todos—. Gracias. Como iba diciendo, nos daría poder, libertad, y…
»Y os dije que parecía estar planeando algo. Algo que podía comprometerle. Al principio, creí que era mera habladuría. Una ambición utópica, pura arrogancia. Pero me equivocaba. Umigarasu está tan loco como para intentarlo. No sé en qué momento, no sé cuándo, pero un futuro no tan lejano, planea…
»… resurgir Kirigakure no Sato.
Y, fue en este preciso instante, señores, cuando lo que tenía pinta de ser otra de tantas asambleas anodinas se convirtió en La Gran Reunión.
Como si el golpetazo de información no hubiese sido suficiente, Kyūtsuki los remató a todos soltando otra bomba.
—Y si lo hacemos bien, si lo tenemos contento… Cree que un grupo como Dragón Rojo, tan temido en Oonindo entero, y tan sangriento, sería el grupo perfecto para... Bueno... —Kyūtsuki aguardó un instante, ese segundo de angustia cuando la chispa de la bomba se desvanece antes del gran boom—. Para darle el Gobierno de Kiri.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
La réplica de Zaide no tardó en llegar, y no sólo ensombreció al discurso de Akame porque aquel tío tuviera un carisma sencilla hipnótico, sino porque sus argumentos eran también muy lógicos. El dinero, la fama, el poder... ¿Quién no iba a dejarse seducir por semejantes cantos de sirena? Incluso aunque se metieran en El Juego de forma voluntaria —aunque, en cierto modo, lo estaban ya—, ¿qué aseguraba que no le acabaran cogiendo el gusto a eso de vivir como reyes? O, en este caso, como daimyōs. Y sin embargo, la perorata de Zaide le arrancó una media sonrisa a Akame; porque intuyó que su visión del mundo era más cercana a la del veterano Uchiha de lo que podía serlo con cualquiera de los otros Ryutō.
Sin embargo, Kyuutsuki todavía tenía cosas que decir. ¡Y qué cosas! La revelación que aquella misteriosa persona les hizo, cambiaría para siempre el curso de la vida de Akame en Dragón Rojo. Para siempre, y de forma irremediable.
«¿Kirigakure no Sato? ¿La "Aldea de la Niebla Sangrienta"?»
Un estudioso como Akame había leído, sin duda, sobre las antiguas Cinco Grandes Aldeas. Sobre sus guerras, sus disputas y treguas, sus errores y aciertos. Se decía que Kirigakure había sido una Villa temida por todo Oonindo por sus brutales prácticas para con sus shinobi. Una gente despiadada que a veces, mirándolos con los ojos de la Historia, no parecía haber sabido distinguir aliados de enemigos. Umigarasu quería ahora resucitar aquel cadáver marchito, un monstruo de otra era que —a juicio del joven Akame— no tenía lugar en el día de mañana. Para él, aquel sueño pernicioso no era sino viajar en el tiempo... hacia atrás.
—¿Resucitar a un viejo esqueleto de tiempos pasados? —replicó el Uchiha—. ¿Por qué querría nadie en esta mesa hacer algo así? ¿No hemos sido todos vilipendiados, traicionados, vapuleados por nuestras Aldeas? Las Villas ninja son un cáncer para Oonindo, uno de que debe ser extirpado —miró a los presentes uno a uno, como tratando de determinar en su rostro si eran partidarios de aquella idea o no—. ¿Vamos a sacrificarlo todo en nuestras vidas para simplemente añadir un engranaje más a la máquina, un jugador más a la mesa? ¿O vamos a repartir las cartas?
El Uchiha fumó otra calada, visiblemente en desacuerdo con semejantes aspiraciones.
4/10/2019, 02:03 (Última modificación: 4/10/2019, 02:07 por Umikiba Kaido. Editado 2 veces en total.)
Kaido tuvo que admitir que la verborrea de Uchiha Akame, con sus citas célebres que enfatizaban verdades como puños, tenían mucho sentido. Claro que su discurso hubiera calado a un nivel más profundo en todos los reunidos —incluyéndolo a él—. si su expresión y desenvolvimiento a la hora de transmitir su opinión no fuera lo mismo que ver una jodida patata inanimada moviendo la puta boca «joder, y yo que pensaba que en circunstancias normales Akame era un soso de mierda. Pero esto lo ha superado todo» de todas formas, algo de razón tenía cuando quisol dilucidar los pros que vendrían si se aceptaba la propuesta de Umigarasu, con eso de que al fingir sumisión, Dragón Rojo podría estar más cerca del verdadero enemigo mientras planificaba dar el golpe desde adentro. Zaide, no obstante —que a diferencia de Akame sí que expedía convencimiento en sus discursos, pero al que Kaido quería lanzarle un jodido Mizurappa en la cara para que se callara de una buena vez—. rebatió la teoría de su primo lejano tan rápido como un sunshin. Para él, amoldarse al status quo no era una opción lógica.
El gyojin se arremangó en su asiento, tratando de ponerse cómodo, y estuvo más que dispuesto a intervenir para dar su opinión, pero no tuvo tiempo. Kyūtsuki retomó la palabra, al afirmar que su intervención no había concluido del todo.
Y así, sin vaselina ni permiso; soltó la bomba del año. Ni de qué del año. ¡Del siglo!
Una risita conocida para todos afloró, a modo de homenaje, de la boca de Kaido.
—Juuuujujuju...
«Vaya. Con que los objetivos de Umigarasu no estaban tan lejos de nuestro sueño más utópico, eh, ¿Shaneji-kun?» el exiliado de Amegakure sonrió con la boca ensanchada de oreja a oreja, y no pudo evitar recordar a su hermano de agua. De hecho, ahí en donde estaba sentado su verdugo, Akame, lo veía a él, y rememoró un pequeño discurso que dio tiempo atrás en la primera reunión, cuando se le desveló a Kaido éste objetivo en particular «esperabas que al recuperar el poder de éste País, y que pudiéramos dar vida a la gran Kirigakure y devolverle su antigua gloria. Sacarla de las profundidades del océano que ahora la inunda» si alguien debía defender la memoria de su amigo, era Kaido, y lo iba a hacer con uñas y dientes.
—Ya lo dijiste tú mismo, Akame. Para vencer a nuestros enemigos, lo mejor es ir desollándolos desde adentro. ¿O cómo esperas participar en la mesa de las Tres Grandes si no nos hacemos ver como una entidad que exija y deba ser reconocida por todos, uhm? ¿Crees que para la Alianza formada por nuestras antiguas aldeas —pacto que con el simple hecho de que exista nos hace entender que no están dispuestas a ceder ante cualquier agente externo, y mucho menos una jodida organización criminal—. no les será sencillo convencer a sus nobles vecinos para vapulearnos una vez convengan de que somos una amenaza real?
»Ya lo intentaron contigo, y conmigo. Tu rostro es prueba fidedigna de ello —Kaido infló el pecho—. pero si Dragón Rojo persiste y se renueva como un gobierno que ha de ser reconocido, podemos romper el status quo como una Villa de nuevas generaciones. Con nuevos principios. ¿Para qué repartir cartas, eh? si podemos crear nuestro propio juego...
Algunos de los Ryūtō miraron a Akame con cara de desconcierto.
—¿Un engranaje más a la máquina? Pero… ¿De qué hablas, blothel?
Quizá, en otras circunstancias, sus palabras enigmáticas hubiesen despertado interés y curiosidad en el resto. Pero la manera tan poco carismática que tenía de expresarse… ¡Demonios! ¡Era como oír a un crío metiéndose en una conversación de adultos! Lo único en que pensabas era en que se callase de una vez para poder retomar la conversación de verdad.
Cosa que Kaido hizo. Con argumentos más favorables al pensamiento de la mayoría de Ryūtōs, cabe decir.
—Kaido lleva razón —intervino Ryū, por primera vez—. Quería a Umigarasu muerto… pero esta es una oportunidad que no podemos desaprovechar.
—Resurgir Kirigakure… Ser al fin un país independiente… Eso es lo que buscábamos desde el principio. —La Anciana lo tenía claro.
Zaide bufó. Se inclinó hacia atrás y señaló el tatuaje que llevaba en el cuello.
—¿Ven esto? ¿Creéis que me lo puse por moda? —El tatuaje era el dibujo de una bandana sin símbolo, rasgada—. He sido un hijo de puta toda mi vida, pero lo he sido con mis propias reglas, sin escudarme en las órdenes de nadie. ¡Qué somos criminales, joder! —exclamó, y lo decía no como algo de lo que avergonzarse, sino con orgullo—. Robamos, secuestramos, matamos… Como cualquier otro ninja, pero nosotros lo hacemos por algo. ¡Por nuestros propios putos motivos!
»¿Qué vamos a cambiar con una Villa, huh? ¿Qué mierda de status quo piensas que vamos a romper, Kaido? ¿Solo aceptar a ninjas de pura sangre, como planeaba Shaneji? —resopló, conteniendo una carcajada—. ¿Mirar el árbol genealógico de cada incorporación? ¿O mostrándonos como los más duros del barrio? ¿Es esa tu idea? Venga, ¡no me jodáis! ¡Solo estaríamos añadiendo otra pieza al tablero!
Venía a decir un poco lo mismo que Akame, solo que cada palabra suya exigía ser escuchada. No había ciencia que explicase la diferencia. Al fin y al cabo, eran solo palabras. Pero la forma que tenía Zaide de sonreír, de alzar una ceja, de bufar, de entonar cada sílaba, era lo que le distinguía. Podías estar de acuerdo o no con él, hasta odiarle, pero nadie podía negar que el Uchiha tenía un magnetismo palpable, visible incluso si uno era lo suficientemente perceptivo. No ya al verle a él, sino por cómo los que le rodeaban cambiaban. Cambiaban su postura; se inclinaban hacia él para escucharle mejor; se mordían el labio…; o simplemente endurecían todo su cuerpo, como si tratasen de ir contra corriente y no verse arrastrados por su voz.
Carisma 100
—¿No os dais cuenta? ¡Esta es una oportunidad única para romper el tablero! ¿Repartir nosotros las cartas? No. Lo que nosotros podemos hacer, ¡es cambiar el juego! —Pero, ¿es que no lo veían? ¿Qué cambiaría una Villa más o menos? Oonindo ya había tenido cinco. Ahora tres. ¿Qué más daba si se quedaba en cuatro? ¿Acaso eso cambiaría algo? ¿Acaso algo había cambiado desde entonces?—. Matemos a Umigarasu, que Kyūtsuki se haga pasar por él por unos meses para prepararlo todo… y hagamos una auténtica revolución.
Miró a todos y cada uno de los presentes a los ojos, uno a uno.
—¿Qué me decís, huh? Lo que yo digo es que decapitemos el puto feudalismo. Lo que yo digo es cambiar el sistema. Démosle el poder a quien pertenece, ¡al pueblo! ¡A los de abajo! Fuera privilegios, fuera la nobleza. Tenemos una oportunidad de oro para plantar una semilla aquí, y marcar el camino al resto. ¡La Revolución del Agua!
»Y eso, eso sí sería una verdadera amenaza para las Villas y para sus putos daimyōs. Porque entonces, ah —chasqueó los dedos—, se desvanecería el truco, ¿veis? La gran farsa sería revelada, y la gente empezaría a preguntarse cosas. ¿No se suponía que los daimyōs eran seres casi divinos? ¿Qué su sangre no era como la nuestra? Y miradlos ahí, bajo la puta guillotina, ¡si hasta se cagan y mean como nosotros! ¿Por qué pagar impuestos hasta por respirar el aire que dicen ser suyo? ¿Por qué agachar la cabeza hasta enterrarla en el barro solo para no ofenderles? ¿Por qué partirme la espalda cada día para darle la mitad de mi cosecha a un tipo que lo más productivo que hizo en su puta vida fue nacer en la familia adecuada? —Sonrió—. Y, entonces, antes de lo que creéis, nuestra revolución inspirará a otros muchos pueblos. A muchas otras culturas. Y las cabezas empezarán a rodar.
Apoyó ambas manos en la mesa y se levantó.
—Ryūtōs. Camaradas. Vosotros queréis cambiar un país, y lo entiendo. Sería un gran paso para Sekiryū. Pero lo que yo quiero, lo que yo propongo...
»... es cambiar Oonindo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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4/10/2019, 16:28 (Última modificación: 4/10/2019, 16:30 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Si la réplica de Kaido casi le quitó el sentido, por su certeza y sus argumentos cargados de razón —un tipo inteligente como Akame sabía verlo, el escualo estaba dando en el clavo—, el Uchiha fue capaz de no manifestarlo. Se había metido de lleno en la conversación y sabía bien que en negociaciones como aquella era mejor no mostrar acuerdo o desacuerdo más que cuando uno quería; para causar algún efecto en los demás y llevarles de la mano. Claro, Akame nunca había sido del tipo de persona que levantaba a las masas con sus palabras, ni se expresaba con fervor requerido para enardecer a las multitudes. Pese a que sí que hablaba de forma argumentada y muy eficiente cuando se lo proponía, sus palabras solían caer en saco roto. Tal era su maldición.
Sin embargo, cuando Uchiha Zaide retomó el turno de palabra... Oh, dioses, todo se fue al diablo. O mejoró, según se viera. Las primeras palabras del calvo le arrancaron cierta mueca de desacuerdo, pues seguía pensando que el punto de vista de Kaido era el correcto para continuar con su verdadero plan, pero luego... Luego Akame no tuvo más remedio que dejarse llevar por las ideas absolutamente revolucionarias de Zaide y su arrollador carisma. Como un dique que revienta, incapaz de contener la presión de un río desbordado, Akame estuvo apunto de ponerse en pie justo después de que su primo lo hiciera. Estaba enardecido. Estaba en éxtasis. ¡Aquel loco quería cambiar el mundo y, lo más inverosímil de todo, es que Akame también! ¡También! Se hallaba extático ante el discurso del otro Uchiha.
«¡Que les jodan! ¡Que les jodan a todos!»
Sin saberlo, Uchiha Zaide había contribuído aquel día a una causa mucho más grande que cualquiera de ellos. A un plan que otra persona había estado fraguando durante años, del que Akame era pieza clave e indispensable. Estaba contribuyendo a plantar en el joven renegado la semilla de la inquietud social y política. En un tipo que había sido conocido como El Profesional por su forma de actuar y ver el mundo. ¡Acababa de sacudir los cimientos de su ideosincrasia!
Akame trató de relajarse, de contener la euforia que le invadía y a la que no sabía dar, todavía, mucha explicación razonada. Fumó. Cerró los ojos. Se recostó en su asiento. Su cabeza era un auténtico avispero, un torbellino de sentimientos, emociones e ideas que amenazaba con desbordarse de forma que le saliera humo por las orejas. Cuando habló, supo que debía hacerse notar. No supo cómo, pero sí que tenía que hacerlo. Envidió a Zaide en ese momento.
—Ambos tenéis razón, Kaido, Zaide —replicó, salomónico—. Hoy una Revolución, en el País del Agua, sería aplastada por el resto de los señores y sus Aldeas. Son demasiado poderosos, ¡lo tienen todo! Tienen el dinero, el ejército, la influencia, los contactos... Y más importante: tienen al pueblo. ¿Todo por el pueblo, pero sin el pueblo? —negó con la cabeza—. Eso no va a funcionar.
El Uchiha se colocó el cigarrillo en la boca, levantándose como antes lo había hecho Zaide; aunque su presencia fuera apenas la de una boñiga de vaca al lado de un Rey.
—Sin embargo, eso podemos cambiarlo. Si queremos que nuestra voz se oiga en todo Oonindo, necesitamos un altavoz más grande; una Villa Oculta. ¿En qué cambiaría las cosas que en vez de tres Grandes Aldeas hubiera cuatro? —miró a su primo lejano—. Yo te lo voy a decir, Zaide. Lo cambiará todo, porque esa nueva Villa la gobernaremos nosotros.
Entonces los ojos de Akame fueron a parar a Kaido. «Estoy contigo en esto», decían.
—Así que, ¡yo propongo! Yo propongo, que aceptemos el trato. Que Kirigakure no Sato resurga de sus cenizas cual Ave Fénix. De vuelta al lugar que le corresponde por derecho histórico.
Ladeó la cabeza. Ahora buscaba a Zaide.
—Y luego, desangramos a las otras Aldeas. Les chupamos hasta la última gota, las dejamos apenas hechas un jirón de piel seca, una sombra de sí mismas. Les arrebatamos su poder y su influencia, y dejarán de ser potencias en Oonindo.
Entonces miró a su otro lado, pues a quien iban dirigidas sus siguientes palabras no era otro que el mismísimo Money. El contable. El hombre con un gusto desmedido por el oro y el verde.
—¿Cómo? Sencillo. Reventamos el mercado. El sistema tradicional de las Grandes Aldeas depende fundamentalmente en su financiación de los grandes contratos por misiones que tienen con sus clientes, entre los cuáles se encuentran, ilustres, los señores de feudo —explicó. Akame era ahora un criminal, pero había sido en su momento un orgulloso jōnin, conocedor de esos tejemanejes internos—. ¡Pero nosotros no! Nosotros ingresamos dinero a espuertas de formas que las Aldeas no pueden ni pensar en tocar. Jugamos con ventaja, no respetamos sus putas reglas. Y es hora de sacarle provecho para colocarnos en el lado bueno de la balanza.
Ahora Akame paseaba la vista por la sala, mientras rezaba para sí por haber sido capaz de mantener la atención de los Ryutō durante su monólogo.
—Las Grandes Villas tienen un sistema de precios pactado. Todas cobran lo mismo por sus misiones. Pero nosotros, gracias a nuestras vías de financiación alternativas, podemos bajar los precios, subir los sueldos de nuestros shinobi... Y quitarles todo —alzó su puño derecho y apretó con vehemencia, como si se estuviera imaginando que entre los dedos estaba estrujando los huevos de Sarutobi Hanabi—. ¿Qué señor querrá contratar el mismo servicio por un precio más caro? ¿Qué ninja querrá trabajar igual de duro por la mitad de paga?
Ser Kaido realmente era muy sencillo. Él es un muchacho bastante simple y primitivo. Por lo general un tipo muy firme en todas sus convicciones y creencias. Cada vez menos influenciable —salvo por el jodido fuuinjutsu que tenía clavado en el brazo, desde luego—. y bastante independiente cuando se trataba de su propio bienestar. Así que con respecto al tema de Kirigakure —aldea con la que no sentía ningún tipo de apego emocional salvo por los mitos y leyendas que contaba la gente acerca de lo que ocultaban las profundidades de la ciudad inundada, y de lo que podría guardar sus secretos acerca de los Umi no Shisoku—. siempre tuvo muy claro, antes y después de su discurso, que lo verdaderamente importante no era el resurgimiento de Kirigakure en sí, sino del status que le brindaría a Dragón Rojo el controlar una Aldea Oculta que sólo llevaría el nombre de la Niebla por una simple coincidencia geográfica. Pero en su cabeza resultaba ser un plan perfecto. Contando con el beneplácito del mismísimo señor Feudal, cuyo patriarcado le daba todas las atribuciones para decidir qué hacer con sus tierras lo que le saliera de los huevos; instaurarían a la antigua Niebla Sangrienta y las otras tres no podrían evitarlo. Al menos no de forma directa, ni mucho menos bélica, a riesgo de quedar ante el clamor popular como unos caníbales hambrientos de control, y poder. Ya lo dijo él, un plan perfecto.
Pero nunca se puede estar tan convencido de algo si todas tus convicciones son refutadas a hoja limpia por los canturreos de un orador como Zaide. Oh, vaya que sí sabía expresarse aquél viejo zorro. Hablaba como los próceres del viejo Oonindo. Bien podía estar recitando la letra de una canción de ese extraño género costero de danzas tribales muy famosas en Unraikyo y ninguno se daría cuenta de ello, porque lo que realmente importaba era el cómo lo contaba.
Lo cierto es que Zaide tenía muy buenos puntos «Sí, bueno. Tengo que admitir que mi primo lejano, que en paz descanse, era un poco corto de mente» y de no ser tan distantes de los verdaderos objetivos de Kaido, seguro que hubiera caído perenne en el encanto de su verborrea. Pues no era su voluntad la que se resistía, sino la del mismo bautizo del dragón, que reforzaba aquellas ideas que el cabeza de dragón sentía como apropiadas para el bienestar de la organización.
La intervención de Akame —a quien Kaido le entendió la mirada casi de forma directa, cuando sus orbes de color sangre se posaron sobre los suyos, color mar—. ligeramente inclinada hacia ambas corrientes de pensamiento hasta ahora plasmadas sobre la mesa de los ocho dragones, acabó por gustar más a Kaido, aunque su convicción no fuera firmemente avasallada como resultó ser con la intervención de Zaide. Pero la visión de un mundo contemporáneo con Kirigakure imponiendo nuevas tendencias y destruyendo las principales fuentes que sustentan el poder de las Tres Grandes era, desde luego, más realizable que la del Uchiha más viejo.
Kaido, lejos de ser aquél Tiburón escandaloso y enfático, esperó a que se hiciera el silencio para intervenir. Una que elaboró como un discurso corto, sencillo. Terrenal, que a fin de cuentas, era un adjetivo que destacaba mucho entre todos los Cabeza de Dragón.
—Supongamos, señores, que... ¡en el mejor de los casos! logramos ganar la guerra contra Umigarasu y su ejército de mafias. Que Kyutsuki logra suplantarle sin que nadie sospeche nada, y desde adentro encendamos el conato que daría vida a esa revolución del agua que tanto añora Zaide. ¿Cuánto creen que tardarán Amegakure, Uzushiogakure y Kusagakure en meter sus narices? ¿no le resultará extraño a las Tres grandes que una figura tan empedernida como la de Umigarasu, un Señor Feudal para nada ortodoxo con respecto a los lores de los otros grandes continentes; haya cedido el poder, así como así, al pueblo? ¿cuánto creen que tardarán estas tres hijas de puta en aprovechar la posición geográfica como una estrategia de aislamiento primitivo, dejándonos confinados en nuestras islas para que tu ideología, Zaide, no zarpen a los corazones del resto de Oonindo? ¿Cuánto tardarán en impedirnos el libre tránsito por la Mediana Roja y sus demás puertos de conexión? ¿cuánto tardaríamos en crear nuevas rutas de comercio para abastecer a todo el país sin que nuestros barcos tengan que franquear todo el océano hasta Kaminari?
»¿Creéis que tendrán piedad? ¿que no temerán a lo desconocido, como lo hacemos todos, y harán lo que sea para confinar tus nuevos ideales? —Kaido sonrió mientras veía de refilón a Zaide, aunque no directamente a sus ojos, por las dudas—. Quizás no lo entienden tan bien como Akame y yo lo hacemos, que hemos vivido recientemente la ira de nuestro antiguo hogar. Uno traicionado por aquellos a los que dio todo, y otro perseguido por simplemente querer su libertad. Así son, compañeros. Capaces de absolutamente todo con tal de tener al toro cogido por las putas astas.
»Nada de ésto sucederá si Kirigakure es reconocida como una Villa Oculta legítima, instaurada desde la potestad del Señor Feudal a hacer lo que le salga de sus huevos de oro —Kaido se alzó, como si tanto parloteo le hubiera hecho sentir incómodo en su asiento—. no tendrán más remedio que aceptarnos e integrarnos en su sociedad. Tienen un pacto muy lindo por el cuál sacar pecho, y querrán hacernos parte de él. Y ahí, amigos, es donde tienen su debilidad. La paz. Cuando quieran hacernos partícipes de ella, cederán. A cualquier concesión que queramos... como por ejemplo, exigir por derecho que el siguiente guardián sea de nuestra aldea, luego de que Kusagakure consiga a su Jinchuriki.
Aquello dicho desde la más profunda ignorancia, al creer que hasta ahora Ayame y los Hermanos del Desierto eran los únicos Jinchuriki existentes.
5/10/2019, 14:57 (Última modificación: 5/10/2019, 15:13 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
El Uchiha se dejó caer sobre su trono, abatido. Miró a los ojos a Ryū, y vio en ellos satisfacción. Zaide estaba perdiendo la primera batalla, y aquel cabronazo ni siquiera había tenido que mostrar sus cartas.
Negó con la cabeza.
—Darnos un bijuu, ¿huh? No sigas los pasos de Shaneji, Kaido —le recomendó, como en su día le recomendó no enfrentarse a él—. Él creía que las Villas eran débiles y cobardes. Subestimaba a sus enemigos. Y ya viste cómo acabó. —Todo por la arrogancia y sus aires de superioridad. Le habían cegado, impedido ver que un joven chico con el rostro quemado y ojos de Uchiha podía ser una amenaza real para él. Aunque, no le culpaba. El chico sí que parecía muy poca cosa.
Parecía.
—No pretendo que Umigarasu ceda su poder —continuó, rebatiendo el argumento de Kaido sobre lo extraño que eso resultaría a ojos ajenos—. Lo que pretendo es que mientras lo suplantemos, nos dé tiempo a formar nuestra revolución. Y, cuando llegue el momento… montar un buen espectáculo con su decapitación. Y formar algo verdaderamente revolucionario en su lugar. ¿Qué las Villas intentan interferir en lo que aquí sucedería? ¿Cortarnos las rutas? ¡!Qué lo hagan! ¡Qué muestren al mundo el tipo de tiranos que son!
»¿No os dais cuenta? Vosotros queréis echarle un pulso a las Villas, de tú a tú. Y aunque tu idea es buena, Akame…
—El clásico dumping de toda la vida. A mí me gustó.
—Aunque tu idea es buena —continuó Zaide—, las tres Villas siempre tendrán más músculo que nosotros. Queréis enfrentaros a ellas de tú a tú, con trampillas sí, pero de tú a tú, cuando nuestro fuerte, camaradas, es ser criminales. Nuestro fuerte es vivir en el anonimato. Entre las sombras.
»Formemos Kirigakure, y les daremos un blanco fácil al que apuntar. Sigamos mi plan, y lo único que harán será lo que decía Kaido: cortar rutas. Joder a la gente. Despertar todavía más a la bestia dormida. Nosotros, en cambio, sí sabremos darles donde les duele. Sabéis dónde está Uzu, dónde está Ame. Sabéis dónde atacar. ¡Aprovechemos eso! —pidió, intentando hacer una última arenga—. Compañeros, seguís viviendo en la mentira. Contada generación tras generación: el daimyō manda; la Villa tiene el poder.
Y por eso querían crear una Villa más grande y más fuerte para derrotarlas a todas. En opinión de Zaide, eso no era otra cosa que alimentar la farsa en la que vivían. Zaide volvió a hablar, y lo hizo abatido, triste, con la mirada perdida en la mesa:
—Subestimáis al pueblo. Todos lo hacen. Ha quedado olvidado, desde tiempos inmemoriales. Pero no os confundáis, las Villas y los Señores Feudales tienen el poder porque así lo cree el pueblo. Pero ellos, ellos tienen el verdadero músculo. Ellos sustentan Oonindo. Juntos, son más poderosos que cualquier bijuu. Solo necesitan que alguien, ¡algo!, les despierte.
¿Y ese algo sería provocado por ellos? Por cómo estaba yendo la discusión, tenía la pinta de que no. La Anciana carraspeó.
—Creo que a todos nos quedó clara tu postura, Zaide.
—Es hora de votar —dijo Ryū, impaciente, y otorgó a todos unos segundos de cortesía para que terminasen de meditar su postura final.
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Pim, pam, pum. Con la facilidad con que Zaide podía desmontar los argumentos de cualquiera allí, parecía claro que se iba a llevar el gato al agua. Sin embargo, la cuestión seguía siendo demasiado compleja como para que pudiera resolverse de la forma en la que proponía el viejo de los Uchiha. Apurando su segundo cigarrillo, Akame prefirió guardar silencio; dos ya habían mostrado interés por su plan y, aunque era cierto lo que Zaide premonizaba —que las Tres Grandes Aldeas podían declararles la guerra si les tocaban demasiado las narices—, ¿no sería eso lo mismo que con su plan?
—La única diferencia es que si intentan jodernos como criminales, tendrán toda la legitimidad para ello. Si nos atacan como Aldea, atacan al País del Agua. No se trataría de aplicar simple y llana ley, de apresar a los malos del cuentito, sino de llevar sangre y fuego a las tierras de una nación ajena. ¿Se atreverán a eso, cuando hayamos disminuido sus flujos de ingresos, su potencia militar, su prestigio?
Ryu pedía votar, y la Anciana parecía impaciente. Akame auguraba el resultado de aquella primera ronda; así que sin más dilación, apuró su segundo cigarrillo y lo apagó de idéntica manera al primero —frotando la colilla contra la cabeza de dragón tallada frente a él— para luego arrojarlo al suelo. Sólo entonces habló, sin dirigir su mirada a nadie en concreto.
Ryū asintió, complacido. Con el voto a favor del nuevo, las cosas se ponían muy bien para él. Miró a Otohime, que se estaba sacando un cigarro y encendiéndolo. Tomó una bocanada y echó el humo fuera.
—Esto es algo que solo la Anciana conoce —empezó a decir Otohime, antes de dar su voto—. Mi madre trabajó para un tipo llamado Gori. Un noble bien acaudalado. Un borracho, también. Un hijo de puta.
Sus ojos se perdieron en el humo que ascendían al techo. Retrotrayéndose en el tiempo. Recordando un pasado que tiempo atrás quiso olvidar.
—Cuando… Cuando mi madre se quedó embarazada de mí, la echó a la calle. Supongo que para evitar habladurías, aunque todos sabían el tipo de hombre que era. —Se encogió de hombros—. Así, sin más. Como algo rutinario y sin importancia. La usó, hizo con ella lo que quiso, la… —negó con la cabeza y apretó los dientes. Le temblaba la voz—. Y después de todo ese infierno, simplemente, la tiró a la calle como si fuese una bolsa de basura que empezase a oler mal.
»Mi madre murió sin nada. En la calle. Abandonada por esta sociedad de mierda y sin que nadie levantase un dedo por ella. Cuando me metí en esta organización, cuando no me quedó más remedio que meterme —puntualizó—, me contenté con la idea de que, al menos, les joderíamos. Esa sería mi venganza. —Miró a Zaide—. Nunca soñé ni me hice ilusiones con algo tan… bestia. —Luego a Ryū. Y a la Anciana—. Pero al menos pensaba que no terminaría cumpliéndole los caprichos a los mismos de siempre. Al menos pensé que no terminaría siendo yo también su puta esclava —masculló, con asco, con repugnancia. Hasta con ganas de vomitar.
»Yo voto en contra. Yo apuesto por la Revolución.
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