Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ante la sorna de Akame respecto a, probablemente, el tema más sensible que podría alguien sacarle a Kaido en este momento; el escualo no hizo más que sonreír. Esa, por lo general, esa su mejor defensa. Luego estaba el Suika, que en ese instante no le servía para una puta mierda.
—Ahhh... eso te gustaría, sí —dijo, mientras emulaba el gesto inequívoco que había usado el mismo Ryū cuando quiso resolver las cosas con Zaide; poniendo su arma a plena disposición para resolver sus rencillas ahí mismo, como los hombres. Sin traiciones, ni trucos baratos. Ni tretas o kage bunshin vestidos de prostitutas cargando sellos explosivos. Hasta en eso se parecían, ellos dos—. ¿nos animamos, entonces?
Fácil. Cuando se acababan las palabras, la única opción era recurrir a la violencia. Quizás era la estrategia de los brutos como él, pero Akame seguro que era más inteligente que eso. Más metódico. Más profesional, o al menos lo poco que le quedaba de ello. Porque lo cierto es que mientras más siguiera hurgando en aquella herida, la hermandad sellada entre Suzaku y Marrajo en aquella mugrienta calle de Tanzaku Gai se debilitaba a cuentagotas. Al menos hasta que Kaido pudiera asimilar aquella traición, o entendiera los verdaderos motivos de Akame, los cuales aún desconocía.
Akame fumó una larga pitada a su cigarrillo mientras veía a Kaido con gesto extremadamente calmado, insondable. Él era plenamente consciente de que su bravata hacia el Tiburón iba a suscitar una reacción así por parte de éste, escocido como andaba todavía por el reciente asesinato de su primo. ¿Qué excusa tenía entonces para haber provocado a su ahora aliado de semejante manera? Realmente ninguna, más allá de que Akame tampoco se encontraba en su mejor momento y, por un instante, había dicho basta. Como si todas las patadas que había recibido en su vida se le hubiesen venido encima en ese momento. Luego, con la mente más clara, había visto el error de su actuar...
—La marcaré yo mismo —acabó por decir, a todos pero sin quitar la vista de Kaido, tras un tenso silencio—. Y eso zanja el asunto. Si sobrevive a su encuentro con las Trillizas, seré yo y sólo yo quien decida el destino que le aguarda. ¿Estamos en eso?
Echó un vistazo, ahora sí, al resto de los dragones.
Nadie movió un dedo por Uchiha Akame. Nadie osó —o le importó— ponerse en medio entre él y Umikiba Kadio. El porqué era sencillo. Allí, a diferencia de en sus respectivas Villas, no contaban con un superior que les tirase de las orejas como a niños pequeños para poner fin al asunto. No había ningún Kage que resolviese el tema con un par de collejas bien dadas. No, ni siquiera había ningún compatriota que tratase de mediar.
Todos buscaban lo mejor para Dragón Rojo, sí, y eso contaba con no matarse entre ellos. Pero no dejaban de ser dragones, y para mantener las garras afiladas e hidratadas, a veces era necesario limarlas contra la piel de otro y bañarlas en su sangre. Un dragón que no tenía su pequeña escaramuza de cuando en cuando no era más que un perro enjaulado, débil y raquítico.
Además, tal y como opinaba Kaido, a veces la violencia era la única solución. Al menos, en Ryūgū-jō. Para pena de algunos y alivio de otros, Akame declinó la oferta y la sangre no llegó al río.
—Muy bien, Uchiha Akame —respondió Ryū—. Pero más te vale que la marca sea bien visible y ejemplar. —No sintió la necesidad de explicarle qué pasaría si no era así—. Zaide, tú serás el tercer integrante del grupo.
Zaide se hurgó la nariz con un dedo, encontró lo que le molestaba y tras juntar su dedo corazón con el gordo lo lanzó cual catapulta al suelo.
—Disculpen mis modales. ¿Decías, Ryū? Ah, sí. No, ni de coña. Apuesto a que Akame y Kaido pueden arreglárselas sin que ninguna niñera les lleve de la mano.
—Aquí todos tenemos que cumplir una función, Zaide —intervino la Anciana.
—Y cuál es la tuya exactamente, ¿huh? —Estaba Otohime la Bautizadora. Money el Hacedor de Billetes. Kaido el Explorador. Akame el Desactiva Bombas. Kyūtsuki la Espía. Pero, ¿y ella? Sonrió al no oír una respuesta inmediata—. No os alteréis, cumpliré mi parte. Pero antes tengo que hacer algo.
»Antes de nada, me merezco una buena juerga. ¡Estáis todos invitados, faltaría más! Tú, Ryū, apuesto a que causarías sensación en la discoteca —¿Con esos tatuajes fluorescentes que se llevaba? El tío era imposible que pasase desapercibido. Supuso que, siendo el bigardo de dos metros que era, no iba a pasar inadvertido igualmente—. Y luego tendré que recuperar mi forma. Estuve medio año en una puta celda subsistiendo a base de caldo de insectos. —Pudieron ver en su rostro que no bromeaba. En la Prisión del Yermo era la dieta básica de los presos, y tampoco es que estuviese en muy buena forma previamente, o jamás le hubiesen pillado. En su combate contra Kaido y Muñeca lo notó mucho—. Tres meses. Necesito tres meses en las montañas que me vieron nacer para volver a ser el que fui.
—No creo que…
—Me parece bien —intervino Ryū en su favor, para sorpresa de todos—. Puede que Umigarasu nos ponga a prueba. Dragón Rojo no puede permitirse mostrarse débil, ninguna de sus Cabezas. Pero te bastará con un mes, Zaide.
Zaide frunció los labios, ladeó la cabeza y... se encogió de hombros. Todos lo tomaron como que aceptaba.
—Y, pues, ¿algo más que tratal? —quiso saber Money. Resuelto el asunto de Umigarasu y las Trilllizas de la Tormenta, no creía que hubiese mucho más.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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«¿A la Tierra, eh?», dedujo Akame. Sí, "montañas" podía referirse a muchos sitios en Oonindo, pero es que él ya sabía algo de Zaide y de su historia. Del mismo modo que había hilado unas cosas con otras, intuyó que el veterano Uchiha era originario de Tsuchi no Kuni; un país empobrecido y minado por los conflictos políticos, refugio habitual de vagos y maleantes. «¿De qué Aldea sería este tipo?»
Sea como fuere, la Gran Reunión parecía estar cerca de su culminación. No en vano varias decisiones habían sido tomadas, que moldearían no sólo el futuro de Sekiryu y el País del Agua, sino tal vez de todo Oonindo. Un nuevo actor iba a hacer aparición en la escena geopolítica internacional, y esta vez Akame no se contentaría con ver el espectáculo desde el graderío: iba a protagonizarlo. Estaba decidido a ello. Para bien o para mal, y de quiénes, todavía no lo sabía. Pero el nombre de Uchiha Akame estaba muy lejos del olvido, aunque muchos lo hubieran querido de ese modo.
Cuando Money preguntó, Akame se limitó a apurar su último cigarrillo y negar con la cabeza.
11/10/2019, 02:38 (Última modificación: 11/10/2019, 02:38 por Umikiba Kaido.)
Era curioso. Muy curioso. El cómo Kaido le mantenía la mitada a Akame. A un Uchiha. Muy a pesar de las continuas experiencias con esos ojos que lo retrataban a sobremanera. Primero con Datsue, y aquella ilusión en la que le arrancó la cabeza. Luego con Zaide, y aquella ilusión en la que le hizo creer que le había asesinado. Ilusiones y más ilusiones, todas provenientes de esos ojos rojos. Pero con Suzaku era diferente. Quizás, sabía no lo iba a usar contra él. No ahora, al menos, cuando había una deuda de honor entre ambos. Y por honor a esa misma deuda, valga la redundancia; Kaido no continuó echando leña al fuego sino que por el contrario retiró su arma de la mesa y dejó que el tema de Shikari concluyera con las últimas palabras de Akame, el nuevo Ryuuto.
—Y, pues, ¿algo más que tratal?
—Sí, sí. Sobre las Trillizas. Antes dijiste que las... conocías bien. ¿Puedes desarrollar mejor ese bien? ¿qué sabes tú de esas tres?
Quedarse simplemente en que las conocía bien era quedarse corto.
—Sé que no son de fial. Que moldielon la mano que les dio de comel y que son unas putas desagladecidas —masculló con rabia—. Yo les di todo. Les enseñé todo. Cuando no elan más que unas clías vagabundas, vi en ellas el potencial, que tenían punch, cuando nadie más lo vio. Y así me lo pagalon. Traicionándome.
Money escupía cada palabra como un trato mal negociado.
—Tú tienes que cuidalte de ellas, ¿viste? —dijo, mirando a Kaido. Todavía estaba receloso con él, por la forma en que le había agarrado del cuello, pero a las Trillizas de la Tormenta les tenía más ganas—. Ellas son Yotsuki. Si el océano está en tus genes, y en el de ellas lo está el rayo.
»Es mejol que pleguntéis a Shikari soble dónde las vio, polque yo hace tiempo que no sé nada de ellas. Solo que deben vivil en Kaminari no Kuni, o en alguna isla celcana. Su modus operandi es atacal en el mal, en el océano. Van con su balquito, aparecen a contraluz, y cuando te das cuenta te han bildado todo. Eso lo aplendieron de aquí —se señaló el pecho con un pulgar—, del Maestlo.
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«Ah, claro. Con razón se le notaba taaaanto interés en ir con Akame. Quiere encargarse él de sus tres hijitas en persona para hacerlas pagar por su traición. Quién lo diría, coño. Que a Money-kun le haya salido mal una jodida inversión, jó...»
—Con que Yotsuki, eh... —Kaido puso su mejor cara de intelecto, alzó una ceja como si aquella revelación le hubiera perturbado y se sobó la barbilla. Todo patrañas, porque lo cierto es que no sabía qué mierda era un Yotsuki, ni que éstos estaban intrínsecamente ligados al elemento raiton. Por suerte, Money se lo dejó entrever con uno de sus dichos y tiró toda la batuta a Hikari, la ahora esclava de Akame, quien había trabajado con ellas codo a codo—. pues ya nos encargaremos Akame y yo de averiguar el resto.
Akame apuró su cigarrillo y lo apagó de idéntica forma a los otros dos. Con gesto reflexivo, aguardaba en un profundo mutis el final de la reunión. Para sí, ya andaba dándole vueltas al asunto de las Trillizas y más específicamente en cómo podían tomarlas por sorpresa para liquidarlas de forma rápida, limpia y sin complicaciones. Por lo que Money había dicho, eran grandes aficionadas a la piratería y el combate naval, «algo de lo que nos podemos aprovechar...» También imaginaba que estarían muy unidas, en un triunvirato criminal que les habría servido para ganar cierta notoriedad.
Ah, pero ahora habían hecho enfadar al Dragón. Su hora se acercaba, y Akame ya creía tener un plan perfecto para ejecutar sentencia... Y quedarse con su negocio, de paso. Con una leve sonrisa, el Uchiha alzó la vista hacia el resto de la organización. Luego miró a Kaido; por mucho que hubieran tenido sus roces recientemente, debían aprender a colaborar y a cubrirse las espaldas mutuamente. Sólo así se convertirían en uno de los dúos criminales más famosos de todo Oonindo...
Todo estaba atado. Cada uno tenía claro lo que hacer y lo que se esperaba de él en las próximas semanas. Dragón Rojo había decidido, y su camino era claro: hacia Kirigakure no Sato, y sin perdón para sus enemigos.
—Nos volveremos a reunir el próximo Mizuyōbi, a la misma hora, mediante el Gentōshin. La Anciana es la receptora —aclaró al novato. A Akame—. Reunión conclu...
—Me gustaría llevar un último asunto a la mesa —interrumpió Zaide, algo más agitado de lo normal. Se crujía los dedos, se masajeaba el cuello, y su Sharingan apenas se mantenía dos segundos en el mismo sitio. Era como si estuviese… ¿nervioso?—. Es sobre Aiza.
—Ah… Aiza.
Zaide se humedeció los labios.
—¿La encontrasteis?
—No desde que te abandonó en el Cañón del Secuestrado —respondió Kyūtsuki.
Zaide apenas pudo disimular una sonrisa de alivio.
—Bien. Quiero que se la indulte.
—Dragón Rojo no indulta a nadie.
—¿No acabamos de hacerlo, huh? —preguntó, en referencia a Shikari.
—El agravio de Aiza no es comparable al de esa espía. Nos robó un cargamento entero de armas, Zaide.
—Sí, sí. ¡Bajo mis órdenes! Escuchad, esto… —le costó continuar, como si sus siguientes palabras estuviesen hechas de espinas y tuviesen que hacer todo el recorrido desde los pulmones, pasando por la garganta hasta salir de su boca—. Esto os lo pido como un favor personal. Aiza es importante para mí.
Y, ahí, flotando, estaba uno de los grandes motivos por los que Uchiha Zaide había aceptado la propuesta de Akame. Para que su infierno se acabase, sí. Para que por un día pudiese descansar sin sentir un filo al cuello, también. Pero, a su vez, porque se sentía en deuda con Aiza. Todos sus amigos, sus camaradas, su propia hermana, habían muerto por su estupidez. Y, por una vez en mucho tiempo, volvía a tener la oportunidad de tragarse su orgullo, su rabia, su venganza, por hacer algo verdaderamente bueno.
Si conseguía que Aiza no tuviese que preocuparse el resto de su vida por errores suyos, entonces, claudicar y aceptar el Bautizo habría merecido la pena.
—Si volvemos oír de ella, si los informantes de Kyūtsuki vuelven a saber de ella —dijo Ryū con voz sosegada—, yo mismo le aplastaré la cabeza con mi Dai Tsuchi. Será rápido. Será indoloro. Ese será mi favor, Uchiha Zaide.
Aiza es un NPC que apareció en El Cañón del Secuestrado. Actualmente bajo el nombre de Yume, mismo nombre que le puse al amorío de Akame. Como no me gusta que se repitan lo cambié y procederé a editar los posts del tema para corregirlo en los próximos días
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La pierna izquierda de Kaido empezó a tiritar de la impaciencia cuando Zaide perturbó la culminación de la Gran Reunión. Ahora, quiso llevar a la mesa un tema que consideraba personal, al tratarse de una mujer supuestamente importante para el. Kaido se sintió impresionado de que después de tantos años en la huida, y luego confinado en una asquerosa prisión comunal como lo era la Prisión del Yermo, aún fuera capaz de sentir empatía con alguien. Pero si lo pensabas bien, un hombre no soporta semejante infierno ni se recupera de sus viejas adicciones sin tener un motiv. Para Zaide quizás habría sido Aiza —nombre al que respondía su secuaz—. Y para Akame podría ser algo menos palpable, como la venganza hacia aquellos que decidieron traicionarles en primer lugar.
El escualo pensó que le iba a ser prudente tirarle una piedra a Zaide en ese tema. Lo veía como una oportunidad de consumar un favor, que se lo podría devolver luego. Ryu, no obstante, parecía querer dejar muy claro a todos que aquél tema no era objeto de votación, pues apenas esa mujer entrara a estas cavernas —si es que aparecía, claro—. su cabeza no le iba a durar demasiado encima de los hombros.
«Al final resulta que todos, en mayor o menor medida; tenemos un jodido corazón. »
Akame abandonó sus pensamientos para volver plenamente a la reunión. Lo que parecía que ya era una lonja con todo el pescado vendido, acababa de dar un giro de ciento ochenta grados con la inusual petición de Zaide. No porque el tipo estuviese interesado en que una banda de desgraciados que posiblemente iba a acumular más poder que ninguna otra en todo el País del Agua estuviera tras de ella, buscando reventarle el cráneo como bien se apresuró a apuntar Ryu; sino porque aquel tipo que desprendía un aura regia y que había demostrado ser un ninja formidable, parecía empequeñecer cuando hablaba de esa mujer. «El amor es el aliado de la oscuridad», se recordó Akame. Cuánta verdad había en esas palabras.
Kaido se mantuvo en silencio y lo mismo hizo el Uchiha. El Gran Dragón había zanjado aquel tema de forma tan tajante que a ninguno de los demás Ryutō les quedaban ganas de discutir; a Akame tampoco. Bastante había tensado ya la cuerda negociando la inmunidad de Shikari.
—Y una mierda. ¡Y una mierda! —exclamó Zaide, negándose a aceptarlo—. Mataré al bastardo que ose tocarle un puto pelo. Si esto va a ser así, ¡hagámoslo aquí y ahora!
Ryū volvió a tocar su dai tsuchi. Zaide se levantó y llevó ambas manos a cada nage ono.
—Puedes pedir una votación —medió la Anciana.
—¿En serio? —dijo, sarcástico—¿¡En serio vamos a tener que votar esto!? Y queréis gobernar Kiri así, ¿huh? ¿Apuñalándonos entre nosotros? ¿Eso nos hace más fuertes, Ryū? Joder, pero, ¡¿es que no tenéis ni un puto gramo de camaradería corriendo por vuestras venas?!
Ryū optó por una respuesta lacónica:
—Mi voto es matarla.
—También el mío —agregó la Anciana, cuya cabeza se partió por la mitad al segundo siguiente. Suerte que era un holograma, o el nage ono lanzado por Zaide estaría ahora incrustado en su cráneo y no en una estalagmita.
—¡Hija de puta! —estalló, fuera de sí—. ¡Os doy lo que tanto queríais! ¡Os entrego mi alma! ¿¡Y no es suficiente!?
—Si empezamos a conceder los caprichitos de cada uno, esto sí sería una casa de putas —le rebatió, sin sentir la necesidad de explicarse más.
—Voto lo mismo.
Incrédulo, Zaide se dejó caer de nuevo sobre su trono. Apenas le salió la voz:
—Siempre tuviste celos de ella.
—No seas crío. Tengo mis razones —aseguró Kyūtsuki.
La votación estaba en marcha y volaba. El peso recayó ahora en los hombros de Money. Y en su cuello, pues cabe recordar que todavía no le habían quitado el sello explosivo. Pequeño pero importante detalle.
—Y, pues, yo en su día ya voté no il a pol Zaide. Una példida de dinelo y reculsos, eso es lo que fue. —Y de una integrante del grupo—. Hemos asesinado a todo el glupo de Zaide. Les arrancamos sus cabezas y las colgamos en picas pol todo el Agua. Mandamos el mensaje, alto y claro, de lo que sucede cuando se nos jode. ¿Quién se acuelda ahora de Aiza? Nadie. Peldel el tiempo con ella con todo lo que tenemos entle manos, me palece un despeldicio y rizal el rizo. Incluso para ti, Ryū. Yo voto pol olvidalnos de ella.
Otohime emitió un largo suspiro.
—Opino parecido a Money. Además, no estamos para dividirnos. Menos en estos momentos. Quizá podríamos mar…
—¡Ni marcarla ni hostias! —estalló Zaide, iracundo—. No me jodas con esto también, Otohime. Tú no. —No sonaba amenazador. Más bien implorante.
—Bueno, mi voto es de indultarla —decidió finalmente.
Todos los ojos fueron a parar a Umikiba Kaido y Uchiha Akame. Tres votos a favor, tres en contra. Ellos, y solo ellos, tenían la llave.
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Ah, pero claro: nada podía ser tan fácil. Sekiryu había puesto en las manos de Zaide —y Akame al convencerle de que tomara la tercera vía— una herramienta muy poderosa que el Uchiha no dudó en utilizar; el consenso de la mayoría. La peligrosa mayoría. Conforme el rapado iba perdiendo los nervios y los votos se sucedían, Akame se dio cuenta de que iban a quedar ellos dos, los novatos, en el brete de tener que desempatar semejante fregado. El Uchiha quería evitarse problemas y enfrentamientos, de modo que había esperado con poder ejercer apenas de peso estético, en una balanza ya inclinada hacia un lado. Pero no iba a ser así, y ahora tanto él como Kaido tenían que resolver.
Miró a su compañero azul de reojo, durante un momento. Luego a Money.
—Estoy con Money-san. La venganza es un mal negocio —acabó por decir—. Yo voto por olvidarnos de esa tipa.
¡Y a ver quién tenía cojones de replicarle aquellas palabras! Akame había sufrido tantos agravios y había sido traicionado por tanta gente que —como él mismo le había dicho a Zaide— si tuviera que cobrarse todas las venganzas que los dioses le debían, no cabría un sólo alma más en el Yomi luego de que él hubiese terminado. Sí, tenía autoridad moral para ejercer aquella postura, y lo hizo sin tapujos.
Lo de Hōzuki Chokichi... Bueno, hasta los mejores profesionales cometen un desliz.
Ahhhh, ahí está. La desesperación. El miedo a la pérdida. La incertidumbre de no poder controlarlo todo como uno quiere, sino depender de siete extraños para decidir el destino de una amada. Si lo pensabas bien, es hasta un poco poético.
Poético, claro, que ahora fuera Umikiba Kaido quien tuviera a Zaide en el puto bolsillo. Porque si los cálculos eran correctos, con el voto de Akame... el empate o la resolución de Aiza estaba en sus azuladas manos. En sus jodidas manos. Kaido sonrió mientras guardaba un silencio impío, ante la atenta mirada de los Ryuuto. Saboreaba el momento como bien lo había hecho durante la votación por Shikari.
«Me pregunto que pasaría si... »
—Yo no me decido. Tantas votaciones me han quemado un poco la cabeza —soltó, con una ironía de cojones—. voto por eliminarla, aunque no vayas a creer que lo hago porque te guardo rencor, Zaide-kun. No no, yo no soy así. Lo hago para darte la oportunidad de defender como un hombre aquello que tanto aprecias. Si quieres que Aiza-Chan viva, has de conseguir su expiación con tu propia espada.
Así pues, con mi voto, quedamos en un empate.
Y.. cómo se resuelven las cosas en Dragón Rojo cuando una votación queda igualada?
11/10/2019, 17:52 (Última modificación: 11/10/2019, 18:02 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Zaide tiró del cuello de la camisa para que le entrase algo de aire. Akame votaba a su favor. Eso quería decir que, por números, ya no podía perder. En el peor de los casos, se produciría un empate. «¿Qué cojones pasa si se empata?» Una duda que pronto resolvería.
Porque Kaido, oh, aquel hijo de puta se regodeó bien. Dándole esperanzas primero, poniéndole la miel en los labios mientras sutilmente preparaba la guillotina desde arriba. Tuvo que haberlo visto venir. Aquel bastardo se veía un tipo rencoroso. Quería desquitarse por dejarle en evidencia en la prisión. ¿Qué era por darle una oportunidad? ¡Y una mierda! Pero, ¿qué se suponía que tenía que haber hecho, huh? ¿Dejarse rajar el cuello para dejarle contento? Él le había avisado. ¡Le había avisado que el combate acabaría muy mal para ellos si lo empezaban!
Pero ni con esas. Kaido votó en su contra, y esbozó esa estúpida sonrisa que pedía a gritos que se la reventasen a golpes.
—¿Qué quieres decir, Kaido? ¿Qué se hace en los empates? —dijo, con la voz demasiado agitada y alarmada. Trató de serenarse. Debía seguir manteniendo las apariencias. De que él era un bastardo tan grande como ellos, y que no le temía a nada ni nadie.
—Pasa, helmano, que Ryū gana —se adelantó Money a Kaido—. Lo que él haya votado, vaya.
—No confundas a los novatos, Money —le reprendió la Anciana—. Cuando se produce un empate, lo resolvemos a la vieja usanza: el dragón con mayor voluntad impone su voto. Así logramos mantener la pureza del más fuerte. Lo llamamos Kaji Saiban.
—Traducción: os liais a piñas y se hace lo que digan los vencedores.
—Y, pues, lo que yo decía: Ryū gana. Nunca en la vida peldió un combate, y de hecho hace años que ningún empate tlae sangle. Polque todos sabemos el resultado.
—Bueno, Shaneji aceptó el reto una vez.
—¡Oh, sí! ¡Qué cabeza la mía, y yo lo plesencié! ¡Aquello fue glorioso, mami! —Por su cara, todos supieron que no exageraba—. Shaneji, Cuatlo y Hayai contla Ryū. Al mismo tiempo. ¡No dulalón ni lo que yo en mi plimel polvo, ¿viste?!
—Sí que tuvo que ser corto entonces —rio Otohime. Zaide le hubiese reído la gracia, pero tenía demasiadas preocupaciones en aquel momento—. A ver, el funcionamiento es simple. Puede presentarse al combate tantos Cabezas de Dragón como quieran. Todos aquellos que les importe tanto lo decidido como para meterse en algo así, vaya. Como dice Money, normalmente nadie del bando contrario a Ryū se presenta. Y, si pasa, suelen ser uno o dos —Se mordió el labio inferior—. Lo siento, pero no sé luchar. Conmigo no cuentes.
—¿Va a haber combate? —quiso saber Ryū.
El holograma de la Anciana tocó dos veces con los nudillos la cabeza de dragón que tenía dibujado en la mesa. Kyūtsuki igual. Otohime lo mismo, haciéndolos sonar contra la madera. Kaido y Akame interpretaron que eso significaba pasar del combate.
Zaide dio un puñetazo sobre el suyo.
—Claro que va a haberlo.
¿Y Kaido? ¿Y Akame? ¿Y Money? Los tres se estaban haciendo esperar.
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