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Los cuatro genin parecían absortos en la tarea de buscar algún arma, o incluso algo de comer cuando les entrase la necesidad de llevarse algo a la boca, pero entre telarañas, algún que otro excremento de ratón y cucharas dobladas, no encontraron mucho más, a excepción de aquel que había sentido algo extraño antes de entrar.
Juro encontró lo que parecía ser una pieza de un extraño puzle metálico, con un trozo saliente, el de la derecha, y el de abajo con un hueco. La pieza no pesaba gran cosa, y sin embargo a Juro le pesó en el corazón, sintiéndose violento por momentos, como si alguien hubiese traicionado su palabra y sus sugerencias, ¿de qué? No lo sabía, pero cuando levantó la vista para anunciar lo que había encontrado, miró a Riko y sintió la necesidad de estamparle un puñetazo en la cara.
Ayame, por su parte, encontró el tan ansiado maíz que necesitaba Reiji para sobrevivir, así que se encontraba ajena a los que estaba pasando dentro de Juro, al igual que Riko y que Reiji.
Las luces se apagaron y al instante volvieron a encenderse.
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Riko, Ayame y Jin estuvieron de acuerdo en ponerse a buscar. Entraron juntos y se repartieron la zona. Ayame se dirigió a la zona de las neveras, mientras se preguntaba, casi cómicamente, porque necesitarían tantas. Riko y Jin continuaron buscando en los cajones de otra dirección.
Jin sugirió el encontrar alguna lata en conserva por si debían quedarse mucho ahí. Juro tuvo que darle la razón.
— Puede ser. Cualquier cosa valdrá.
Sin embargo, al abrir el cajón, no encontró precisamente eso. Había una pieza de un puzle mecánico, que parecía ser una de las muchas que habría.
Las palabras de aquella misteriosa voz vinieron a él rápidamente, como un resorte.
« Cuatro partes... la llave... »
¿Sería una casualidad? ¿Qué hacía una pieza de un puzle en la cocina? Era como si alguien lo hubiese escondido a propósito.
— Chicos, he encontrado.... — Sus palabras, sin embargo, fueron muriendo cuando se levantaba.
Al fijar la vista en Riko, con su premio en mano, sintió algo. Una vorágine de sentimientos negativos le inundaron. Odio, ira. Se sintió, de repente, ultrajado. Engañado. Por alguna razón, sintió que aquel chico le había engañado, le había mentido y había destrozado. Le había traicionado.
Apretó los puños con fuerza. Su rostro, oculto por la máscara, se desencajó por la ira.
Una vocecilla en su interior le decía que no tenía sentido. Que ese chico no le había hecho nada. Pero fue callada por sus sentimientos. Por el odio que le estaba inundando.
— Tú... Tú... Tú... — Su voz temblaba, de pura ira. No podía contenerse.
Se acercó a Riko, en una posición que denotaba a la legua sus intenciones violentas, y si este no hacía nada, le empujaría contra la encimera con todas sus fuerzas. Tras eso, alzaría el puño derecho, más que dispuesto a encajarle un golpe en el rostro.
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Todos parecieron aceptar la idea del peliblanco de revisarlo todo, al fin y al cabo aquel era el principal motivo por el que había decidido que su primer destino fuera la cocina, buscar cualquier cosa que les pudiera ser útil, desde un cuchillo para defenderse como alguna lata de conserva, como había sugerido Jin, para poder tener algo de comida por si su estancia allí se alejaba más de lo deseado.
El peliblanco se había dirigido a una de las esquinas de la cocina, buscando en todos los cajones que se abrían y mirando en todos los recovecos, tratando de encontrar algo que les pudiera ayudar a salir de aquella situación en la que ninguno quería estar.
— Tú... Tú... Tú...
Riko se giró al escuchar la voz de uno de sus compañeros, de Juro, y desde un principio sonó algo extraña, pero en cuanto le encaró se dio cuenta de que había perdido la cabeza, se dirigía hacia él con intenciones para nada buenas.
— Ju-Juro, ¿qué haces? — Pero haciendo caso omiso a su pregunta el kuseño le empujó contra la encimera, tratando de arrinconarle y repentinamente, alzó el puño, dispuesto a pegarle en la cara con todas sus fuerzas. — ¡Chicos! ¡Ayuda, no sé qué le pasa! — Apenas fue capaz de apartarse un segundo antes de que el puño del joven impactase de pleno en su rostro, y le empujó con todas sus fuerzas tratando de poner la mayor distancia posible entre ambos.
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10/12/2017, 00:07
(Última modificación: 10/12/2017, 21:39 por Aotsuki Ayame.)
—Deberíamos buscar también algo de comida, parece abandonado desde hace años, pero no sé, tal vez alguna lata de conserva aún sea comestible, no sabemos cuánto tiempo pasaremos aquí dentro… —dijo Jin, que estaba buscando junto a Juro entre los diferentes cajones de las encimeras.
Ayame arrugó la nariz en un gesto de asco.
—Pues no sé vosotros, pero yo paso de probar cualquier comida que pueda haber aquí. Ni siquiera sabemos cuanto tiempo lleva esto abandonado, pero juzgando todo ese polvo acumulado, debe ser mucho. Y ya no hablemos del agua —añadió, al ver que su compañero se ponía a abrir los grifos—. A saber cuánto tiempo lleva estancada en esos grifos. No, no. Ni hablar.
Sin embargo, y casi afortunadamente, no encontraron más que excrementos de ratón y alguna cuchara oxidada y doblada.
—Chicos, he encontrado... —dijo Juro desde su posición, pero se interrumpió sin llegar a terminar la frase.
—¿Qué ocurre, Juro-san? —preguntó Ayame, incorporándose y cerrando la nevera que había estado inspeccionando en ese momento.
Pero el chico no parecía escucharla. Seguía allí plantado, de pie, con los puños apretados con fuerza. Comenzó a temblar.
Y lo que ocurrió a continuación, sucedió tan deprisa que le costó un tiempo asimilarlo, y algo más para actuar en consecuencia.
Juro se abalanzó contra Riko y le empujó con violencia contra una encimera.
—Ju-Juro, ¿qué haces? —exclamó Riko, y entonces Juro alzó el puño para golpearle en el rostro—. ¡Chicos! ¡Ayuda, no sé qué le pasa!
Riko apenas tuvo tiempo para evitar el golpe, que le pasó rozando la mejilla, y empujó a su agresor con todas sus fuerzas para alejarlo de él. Ayame actuó por instinto. Se adelantó y tomó a Juro por el brazo para evitar que volviera a arremeter contra el peliblanco.
—¡Juro! ¡¿Pero qué estás haciendo?! ¿¡Qué ocurre!?
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Uno tras otro, fui investigando todos los cajones que se me pusieron por delante. El resultado fue, cuanto menos, penoso. Parece que los dueños de la casa no habían dejado nada de nada. Ni un plato, ni un vaso, ni un cubierto, ni sartenes. Nada que se pudiera usar como arma. Pero eso no era lo que realmente me preocupaba.
Abrí armarios. Uno y luego otro, pero nada. No había nada a excepción del polvo que se había acumulado por el paso de los años. Y el gran problema: Ni un solo grano de maíz. Mi cuerpo ya estaba empezando a pedirlo de nuevo, pero yo no tenía ni un solo grano para darle. Y como lo encontrara bajo los efectos del mono, con la ansiedad dueña de mi cuerpo, no sería capaz de aguantarme y acabara por comérmelo todo.
—Pues no sé vosotros, pero yo paso de probar cualquier comida que pueda haber aquí. Ni siquiera sabemos cuanto tiempo lleva esto abandonado, pero juzgando todo ese polvo acumulado, debe ser mucho. Y ya no hablemos del agua.A saber cuánto tiempo lleva estancada en esos grifos. No, no. Ni hablar.
Ese no era mi problema, yo necesitaba el maíz. Respecto al agua, daba igual, porque de los grifos no salió ni una sola gota de nada. Los abrí esperando que saliera un chorro de sangre, o alguna sustancia con color desagradable. Pero no pasó nada de nada. Sorprendente, ni cuchillos voladores, ni sangre en los grifos, ni cubiertos que se movían. Que no pasara nada me ponía más nervioso incluso que escuchar voces o que las puertas se cerraran solas. Solo por el hecho de que, hasta el momento, no habíamos conocido la calma, y esa calma, era mala señal.
—Chicos, he encontrado...
—¿Qué ocurre, Juro-san?
Y entonces se acabó la calma. Uno de ellos, al que llamaban Juro los otros dos, parecía haber entrado en una especia de trance después de decir que había encontrado algo. Pero, ¿El qué? Acto seguido, se abalanzo sobre otro de los chicos que se encontraban allí. ¿Qué era lo que había encontrado? ¿Acaso algo que demostraba que Riko era el culpable de todo aquello?
—Ju-Juro, ¿qué haces? —exclamó Riko, y entonces Juro alzó el puño para golpearle en el rostro—. ¡Chicos! ¡Ayuda, no sé qué le pasa!
—¡Juro! ¡¿Pero qué estás haciendo?! ¿¡Qué ocurre!?
La situación se había vuelto peligrosa de un momento para otro. No era aquello lo que me esperaba cuando quería que sucediera algo extraño. Aquello no era extraño, aquello solo eran dos personas peleándose por algo que yo no sabía. Y, no sabiendo nada, era mejor no meterse en esa discusión. Además, yo no era un tipo fuerte como para meterme entre ambos. Yo era más bien un hombre de libros, y mi sabiduría me decía que no era buena idea entrometerse.
Ademas, en aquella situación, donde la única persona a la que conocía era a mí mismo, solo me importaba una cosa: Yo. Los demás podían matarse entre ellos si querían. A mí me daba lo mismo mientras no fueran a por mí, entonces sí que me defendería.
Por si acaso se volvían contra mi, no les quite la mirada de encima.
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10/12/2017, 22:07
(Última modificación: 10/12/2017, 22:30 por Uzumaki Eri.)
Tras el golpe de ira frustrado de uno de los integrantes del improvisado grupo, Juro todavía sentía ganas de estamparle aquel puño a Riko, pero Ayame fue más rápida y logró retenerle lo suficiente para que no volviese a arremeter contra él. Reiji se encontraba alejado, a escasos metros de la nevera donde Ayame había visto el maíz, manteniéndose totalmente al margen de lo que ocurría en las cocinas.
— ¡Tú! —chilló Juro, pero aquella voz no era suya, ni la voluntad con la que decía aquellas palabras — ¡Lo matamos por tu culpa, Hiro! ¡Pero en verdad fuiste tú! —gritaba y gritaba, intentando zafarse del agarre de la kunoichi.
Lo logró, empujando a la chica; sin embargo aquel brazo que había estado agarrado se deshizo de la fuerza con la que asiaba el trozo de puzle, dejándolo caer al suelo con un sonido hueco. Juro parpadeó, su rostro volvió a la normalidad y ahora la duda le surcaba el rostro, sin saber muy bien qué había ocurrido.
Solo sabía que aquella pieza era necesaria para lograr escapar de allí. ¿Por qué, sin embargo; era tan necesaria si ellos habían entrado allí refugiándose del peligro? Fácil, porque había sido una trampa.
Pero ellos todavía no lo sabían.
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Todo el espectáculo que se armó en aquel lugar fue siniestro. Por una sola pieza de un puzle, Juro perdió la cabeza y a punto estuvo de causarle daño a alguien. Por su boca, habló una persona que no era él, con un discurso igual de macabro, casi apropiado para el momento.
Gracias a Ayame y a la presencia de Riko, Juro perdió la posesión de aquel objeto que le estaba controlando. Cayó al suelo, con un ruido seco. Dos cosas llamarían la atención de sus compañeros: primero, el objeto tan extraño que antes había poseído el chico. Segundo, que tras caer, Juro se había detenido en seco y había cesado sus intentos homicidas.
Juro parpadeó varias veces, quieto en el sitio. Echó un vistazo a su alrededor, con aparente confusión.
« Yo... Esto es raro. Juraría que había estado rebuscando los cajones. ¿Qué hago aqui? »
Su confusión aumento más cuando sintió dolor en su puño derecho, ahí donde había golpeado uno de los cajones. Lo envolvió con su otra mano, sorprendido.
De hecho, al ver a sus compañeros, se dio cuenta de que no estaban buscando. Le estaban mirando.
— Chicos... ¿Qué pasa? — preguntó, incómodo de repente. ¿Por qué todos actuaban así? ¿Por qué le miraban? ¿Por qué no buscaban? —. Me siento un poco raro...¿Habéis encontrado algo?
Entonces, reparó en la pieza que había dejado caer antes en el suelo. Sus mecanismos se encendieron de golpe. De repente, esa corazonada que había tenido se hizo más fuerte: aquella pieza era necesaria. Necesaria para ellos. Estaba más que seguro de que era importante.
— ¡Ah, si! ¡Ya me acuerdo! ¡En el cajón estaba esa pieza!— exclamó, aun sin pillar nada —. Parece una especie de puzle. ¿Creéis que puede tener algún significado?
Aunque... ¿Por qué diablos estaba en el suelo? Sintió el impulso de recogerla y observarla bien, pero antes, esperó, por si las moscas. El ambiente era muy extraño aún. No estuvo seguro de lo que hacer.
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Ayame rápidamente fue en su auxilio, agarrando a Juro del brazo evitando así que éste volviera a golpearle de nuevo, Jin, por su parte se quedó en el mismo lugar en el que estaba, no movió ni un solo músculo para ayudar al peliblanco, que se le quedó mirando con cara de pocos amigos, guardándose para sí que no le ayudaría en caso de que le pasara algo a él.
—¡Tú! ¡Lo matamos por tu culpa, Hiro! ¡Pero en verdad fuiste tú!
Riko miró la escena, la voz no parecía ser ni la misma que había escuchado antes y, ¿cómo le había llamado?
«¿Hiro?»
El chico buscaba con todas sus ganas zafarse de la amenia para volver a la carga contra el Senju, pero, misteriosamente, cuando lo consiguió se le cayó algo de la mano, y nuevamente cambió su forma de ser, volvía a ser el de antes, y parecía no recordar nada de lo que había pasado.
— Chicos... ¿Qué pasa? Me siento un poco raro...¿Habéis encontrado algo? ¡Ah, si! ¡Ya me acuerdo! ¡En el cajón estaba esa pieza! Parece una especie de puzle. ¿Creéis que puede tener algún significado?
El peliblanco entonces pensó que aquella pieza podía estar implicada en el cambio de personalidad que acababa de sufrir Juro.
— ¡No la cojas! Ni se te ocurra... — Riko entonces suspiró aliviado. — Me has atacado, Juro, no sé qué te ha pasado, pero has cogido eso y te has lanzado a por mi, he conseguido separarnos y entonces Ayame te ha frenado, y cuando se te ha caído eso de las manos, has vuelto a la normalidad. — Explicó, tratando de no dejarse nada por el camino. — Gracias Ayame, por cierto...
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Juro se revolvió sobre sí mismo como una auténtica fiera, y Ayame tuvo que aferrarse a él con todas sus fuerzas para evitar que el chico volviera a abalanzarse sobre Riko.
—¡Jin-san! —exclamó, llamando la ayuda del último integrante del grupo, que se mantenía aparte de la escena, simplemente observando. Pero esta nunca llegó.
—¡Tú! —chillaba Juro, pero de alguna manera, y si aquello era siquiera posible, la voz que salía de su garganta era muy diferente a la que habían escuchado hasta ahora—. ¡Lo matamos por tu culpa, Hiro! ¡Pero en verdad fuiste tú!
«¿Hiro? ¿Quién es...?»
—¡Ah!
Juro la embistió violentamente, apartándola de él y arrojándola al suelo en el proceso. Ayame cayó con un gemido de dolor, pero en aquellos instantes no se preocupó demasiado por sí misma y lo primero que hizo al recuperarse fue volverse de nuevo hacia Juro para intentar detenerlo de nuevo antes de que hiciera alguna locura. Por suerte, todo parecía haber acabado de manera tan repentina como había empezado y Juro se había detenido en seco, completamente aturdido y confundido. Con un gesto de dolor, se envolvió con la otra mano el puño que había usado para golpear al peliblanco.
—Chicos... ¿Qué pasa? —preguntó—. Me siento un poco raro...¿Habéis encontrado algo?
Ayame abrió la boca, pero no supo qué responder a aquello.
—No... ¿No recuerdas nada...? —balbuceó, con el rostro sombrío. De alguna manera, aquel evento le recordó a cuando perdía el control bajo el yugo del Gobi, pero ni tenía constancia de que en Kusagakure existiera ningún jinchūriki ni tenía la libertad para contar algo así. De modo que no añadió nada más.
—¡Ah, si! ¡Ya me acuerdo! ¡En el cajón estaba esa pieza! —exclamó el chico, señalando una pieza que había caído al suelo, fruto del forcejeo—. Parece una especie de puzle. ¿Creéis que puede tener algún significado?
Ayame se agachó para inspeccionarla, sin atreverse a tocarla. Tal y como decía Juro, parecía la pieza de un puzzle. Estaba fabricada con metal y tenía forma cuadrada. El borde de la derecha tenía un pequeño saliente y el de abajo una hendidura, que sin duda encajarían con otras piezas similares. ¿Pero qué tenía aquella pieza de especial?
—Mmmhh... —murmuró, pensativa—. ¿Qué fue lo que dijo esa voz? Hablaba de cuatro piezas, o algo así... ¿Se referiría a cuatro como esta? Además, Juro habló de un tal Hiro...
— ¡No la cojas! Ni se te ocurra... —exclamó Riko, visiblemente alarmado—. Me has atacado, Juro, no sé qué te ha pasado, pero has cogido eso y te has lanzado a por mi, he conseguido separarnos y entonces Ayame te ha frenado, y cuando se te ha caído eso de las manos, has vuelto a la normalidad —explicó, antes de volverse hacia ella—. Gracias Ayame, por cierto...
Ella se sonrojó visiblemente.
—N... no tienes que dármelas. No podía simplemente quedarme mirando...
«No como...» Completó su mente, con cierto rencor.
—¿Por qué no nos ayudaste, Jin-san? —le recriminó, con los ojos ligeramente entrecerrados.
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Las miradas de odio y recelo no me importaban en absoluto. No viniendo de gente que no conocía, gente que podía morir en cualquier momento o gente que no iba a volver a ver en mi vida. Ni siquiera sabía quiénes eran, pero ellos si se conocían, ellos eran amigitos y todo aquello era especialmente sospechoso.
—Chicos... ¿Qué pasa? —preguntó confuso el chico que había atacado—. Me siento un poco raro...¿Habéis encontrado algo?
—No... ¿No recuerdas nada...?
—¡Ah, si! ¡Ya me acuerdo! ¡En el cajón estaba esa pieza.Parece una especie de puzle. ¿Creéis que puede tener algún significado?
—Mmmhh... ¿Qué fue lo que dijo esa voz? Hablaba de cuatro piezas, o algo así... ¿Se referiría a cuatro como esta? Además, Juro habló de un tal Hiro...
Aquello era sospechoso. Aun así preferí no acercarme, el ambiente se había vuelto tenso. No iba a decir que era por mi culpa, porque no lo era. Mi intervención no hubiese servido de nada, o tal vez hubiese empeorado las cosas, porque lo único que había cruzado por mi cabeza en aquel instante era noquear al agresor, no quitarle un trozo de metal que llevaba en la mano y mucho menos sujetarlo.
— ¡No la cojas! Ni se te ocurra... —exclamó el chico al que habían agredido, visiblemente alarmado—. Me has atacado, Juro, no sé qué te ha pasado, pero has cogido eso y te has lanzado a por mi, he conseguido separarnos y entonces Ayame te ha frenado, y cuando se te ha caído eso de las manos, has vuelto a la normalidad
—¿Por qué no nos ayudaste, Jin-san?
— Cuando yo necesito ayuda, vosotros os marcháis, dándome la espalda, y seguís a la vuestra, preocupándoos solo por vosotros mismos, pero cuando sois vosotros los que estáis en problema y yo decido no interferir, me lanzáis miradas de recelo y exigís una respuesta. — Donde las dan, las toman, y pensaba usar mi ataque de ansiedad por el maíz como escudo. — Ah, pero no lo recordáis, claro, porque todos vosotros salisteis disparados hacia la habitación en cuanto visteis el rayo de luz, dejándome atrás, y mientras yo suplicaba por ayuda, vosotros ya no estabais ahí, así que ¿Cómo os atrevéis a exigirme con vuestras miradas y preguntas algo que vosotros mismos me negasteis?
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14/12/2017, 16:07
(Última modificación: 14/12/2017, 16:08 por Uzumaki Eri.)
Reiji, bajo el nombre de Jin; había dado su punto de vista. Nadie había recogido la pieza y Juro estaba confuso. Todo acababa de pasar muy deprisa y la verdad, lo previsto para ellos iba a seguir sucediendo así. Una risotada se escuchó por toda la cocina, no era de mujer, esta vez era de lo que podría ser un joven, e instantes después las puertas de la cocina se cerraron con un portazo.
Y los grifos se abrieron, incapaces de ser cerrados de nuevo.
De ellos salía una especie de líquido viscoso de una tonalidad marrón, que poco a poco fue llenando la estancia. Poco a poco fue llenando el lugar, cubriendo los pies de los jóvenes ninjas que allí se encontraban, encerrados y sin una salida a la vista. El trozo metálico que Juro había encontrado flotaba en aquel líquido, sin embargo parecía que poco a poco estaba cediendo y pronto comenzaría a sumergirse.
Las puertas de madera flotaban, los armarios comenzaban a llenarse, y ellos, ellos seguían allí, ¿qué harían?
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Las caras de sus compañeros — si es que pudiera verlas bien, vamos — debieron de ser de asombro tras hablar Juro. Empezó a asustarse, pero las primeras palabras de Ayame le indicaron lo que pensaba: algo no andaba bien.
—No... ¿No recuerdas nada...?
— ¿Eh?
Las manos le empezaron a sudar. Se sentía muy incómodo de repente. La sensación de extrañeza aumentaba al segundo. Las pequeñas incongruencias que había descartado antes volvieron a asaltarle con fuerza ¿Por qué ya no estaba en la estanteria? ¿Por qué el objeto estaba en el suelo?
—Mmmhh... ¿Qué fue lo que dijo esa voz? Hablaba de cuatro piezas, o algo así... ¿Se referiría a cuatro como esta? Además, Juro habló de un tal Hiro...
« ¿Yo? ¿Hiro? »
No entendía nada. Nada. Riko pareció darse cuenta.
Me has atacado, Juro, no sé qué te ha pasado, pero has cogido eso y te has lanzado a por mi, he conseguido separarnos y entonces Ayame te ha frenado, y cuando se te ha caído eso de las manos, has vuelto a la normalidad
— ¿Que? ¿Yo? — murmuró, sin poder creerlo. Volvió a mirar el objeto de abajo, con cierto temor. ¿Tenía razón? ¿Por eso le dolía tanto el puño? —. Yo... ,no recuerdo absolutamente nada. No quise hacer nada tan horrible a propósito, de verdad. Lo siento mucho.
Hizo una pequeña reverencia, hacia Riko y Ayame, puesto que parecían ser los más afectados por su ataque. Aun así, la confusión seguía marcandole. Se había vuelto loco. Había atacado a alguien. Había dicho cosas extrañas. ¿Qué diablos le había pasado? ¿Volvería a pasarle?
¿Y si estaba perdiendo el control de su cuerpo?
Mientras reflexionaba, Ayame y Riko parecieron echarle en cara a Jin el que no les hubiese ayudado. Este, respondió, airosamente, contestando que el también se encontró en necesidad de ayuda y nadie le hizo el menor caso. Juro, en su caso, se mantuvo callado, en una esquina. ¿Qué iba a decir él? Estaba completamente aturdido y no comprendía lo que Jin estaba diciendo. Seguía dandole vueltas al asunto de la pieza y el puzle.
« No entiendo nada... »
Pero las sorpresa no habían, ni por asomo, terminado.
Una risa se escuchó de repente. Parecía ser la de un joven. Juro se puso en guardia. Las puertas de la cocina se cerraron de golpe, con un potente ruido.
No pudo evitar gritar. Nunca se acostumbraría a algo así.
Los grifos de abrieron de repente. Un líquido viscoso, de una tonalidad marrón, comenzó a salir a chorros. Antes de poder darse cuenta, el nivel del agua del suelo ya les llegaba a los pies. Y no había salida. Estaban jodidos.
— ¡No, no, no!
Corrió tratando de no tropezar y luchó contra uno de los grifos que estaba abierto de par en par. Sin embargo, no consiguió cerrarlo. Era imposible.
— ¡No se cierran! ¡No se cierran! — exclamó, aterrado.
Iban a morir ahogados. Iban a morir ahogados.
Era inefectivo tratar de detener los grifos. ¿Qué podían hacer? El no tenía fuerza para derribar la puerta y parecía cerrada a cal y canto. Pero no tenían otra opción. Sin chakra, no podían abrir otra abertura que no fuese esa.
— No hay más salidas. ¡Solo esa puerta cerrada! — murmuró Juro, desesperado. ¿Qué podían hacer?
La pieza, bajo los pies de los cuatro, flotaba. Quizá pronto se sumergiría, pero él no se dio cuenta en ese momento. Después de haber escuchado las cosas horribles que había hecho por cogerla, no se sintió alentado si quiera de volver a tomarla y darle mayor caos a la situación.
Sin embargo, era algo importante. Y los cuatro lo sabían.
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La reacción de Juro dejó claro que no recordaba nada de lo que había pasado, por lo que solo quedaba confiar en que no volviera a pasar y, por si acaso, estar más alerta de lo que ya estaban, ya no solo con los alrededores, si no con sus propios compañeros, por si alguno volvía a sufrir un arrebato como el que había tenido Juro.
Riko hizo unos movimientos con la mano, quitándole importancia al asunto tratando de que su compañero no le diera más vueltas, no había sido culpa suya, por lo que no tenía que preocuparse.
Por otro lado, Ayame preguntó lo que el peliblanco pensaba, ¿por qué Jin no había movido ni un músculo para ayudarles? Y como respuesta solo obtuvieron una serie de réplicas que para el Senju no tenían ningún sentido, no recordaba haberle dejado tirado en un momento de necesidad, por lo que decidió que lo mejor era no contestar, no era bueno que se enfrentaran en aquellos momentos, tenían que estar unidos.
Pero las sorpresas no iban a acabar allí, escucharon una risotada que le provocó un escalofrío de los pies a la cabeza, las puertas se cerraron de golpe y de los grifos comenzó a salir un líquido viscoso que, en un abrir y cerrar de ojos, les habría cubierto los pies.
— ¡No se cierran! ¡No se cierran!
Juro luchaba por tratar de cerrar uno de los grifos, pero era imposible y, tal y como dijo después, la única salida que les quedaba era la puerta que se había cerrado de golpe.
— ¡Vamos joder, tenemos que salir de aquí! — Exclamó el joven, iniciando la marcha.
Sabía que la pieza que Juro había cogido antes era algo importante, por lo que no se lo pensó dos veces, y al pasar cerca la agarró antes de que ésta se hundiera, rezando por lo bajo para que no se convirtiera en un peligro para sus acompañantes.
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—Cuando yo necesito ayuda, vosotros os marcháis, dándome la espalda, y seguís a la vuestra, preocupándoos solo por vosotros mismos, pero cuando sois vosotros los que estáis en problema y yo decido no interferir, me lanzáis miradas de recelo y exigís una respuesta —replicó Jin, y Ayame parpadeó, boquiabierta y notablemente confundida. Intercambió una mirada interrogante con Riko y Juro, pero ellos parecían tan estupefactos como ella—. Ah, pero no lo recordáis, claro, porque todos vosotros salisteis disparados hacia la habitación en cuanto visteis el rayo de luz, dejándome atrás, y mientras yo suplicaba por ayuda, vosotros ya no estabais ahí, así que, ¿cómo os atrevéis a exigirme con vuestras miradas y preguntas algo que vosotros mismos me negasteis?
—¿Qué? ¿Pero cuándo...? —comenzó a preguntar, irritada ante el comportamiento de Jin, pero entonces se escuchó una nueva carcajada proveniente de todas partes y ninguna, y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma con un grito terror.
Las puertas se cerraron con un violento portazo. Los grifos se abrieron de golpe, y pese a que cuando Jin los comprobó no salió nada de ellos, ahora brotaba de ellos a presión un líquido viscoso de un asqueroso tono marrón. Fuera lo que fuera aquello, no tardó en llenar los lavabos y comenzó a desbordarse sobre el suelo a una velocidad antinatural. Y Ayame, en un acto reflejo, se subió de un salto a la encimera más cerca que tenía. Por nada del mundo quería tocar aquel líquido, fuera lo que fuera. ¿Pero qué era? ¿Agua contaminada con hierro? ¿Alguna sustancia tóxica? ¿Sangre...? ¿Algo peor...?
—¡No, no, no! —aulló Juro, abalanzándose sobre los grifos intentando cerrarlos—. ¡No se cierran! ¡No se cierran!
—¡Tenemos que salir de aquí! —exclamó Ayame, pero no se atrevió a moverse del sitio.
—No hay más salidas. ¡Solo esa puerta cerrada!
—¡Vamos joder, tenemos que salir de aquí!
Fue Riko el que tomó la iniciativa. Haciendo gala de un valor que los demás estaban lejos de sentir, rescató la pieza del puzzle antes de que terminara sumergida en aquel extraño líquido y después se dirigió hacia la puerta.
«No se va a abrir... igual que no se cierran los grifos...» Pensó una pesimista y aterrorizada Ayame, que comenzó a mirar a su alrededor con desesperación, buscando una salida alternativa a aquella puerta. Una ventana, un sumidero de ventilación de humos, cualquier hueco lo suficientemente amplio para que pudieran pasar a través de él serviría...
Nivel: 17
Exp: 144 puntos
Dinero: 4650 ryō
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—¿Qué? ¿Pero cuándo...?
Sí, claro ¿No era obvio? ¿A quién le importaba el desconocido? Ni uno solo de ellos se había dado cuenta de que me habían dejado atrás y tirado. Todos ellos tenían esa cara confusa que indicaba que no sabían de qué hablaba. Por supuesto, si hubiese sido uno de ellos tres y yo hubiese seguido adelante dejándole atrás, me lo hubiesen recriminado, pero claro, como era yo ¿Qué más daba? Y encima me querían pintar a mí como el malo, no fastidies. Por eso no iba a pasar. Si antes mi importaban poco, ahora menos.
Pero de pronto, toda la escena se vio interrumpida por una nueva y siniestra carcajada que hizo que se me erizaran todos y cada uno de los pelos del cuerpo. Luego, los grifos que antes yo había probado que no funcionaban una y otra vez, empezaron a funcionar y algo parecido al lodo empezó a cubrir la habitación a una gran velocidad. Si lo sé, no le pido a mi pensamiento que saliera algo del grifo, porque justo hacía un momento que había pensado en eso. Por si acaso, pensé que quería que todo aquello se detuviera y que aparecieran un par de cuchillos. Al menos uno para mí.
—¡No, no, no! —aulló Juro, abalanzándose sobre los grifos intentando cerrarlos—. ¡No se cierran! ¡No se cierran!
—¡Tenemos que salir de aquí!
—No hay más salidas. ¡Solo esa puerta cerrada!
—¡Vamos joder, tenemos que salir de aquí!
Riko entonces se abalanzó a por la pieza de puzzle que había convertido a juro en alguien violento. Yo también me lancé. Estaba a punto de perder la cordura por culpa de mi adicción al maíz, y puestos a que alguien se volviera loco, mejor que fuera yo solo.
— Déjamela a mí, estoy a punto de desfallecer, mejor uno solo que tú y yo, además, con el odio que me tenéis, no os supondrá un esfuerzo dejarme inconsciente y arrastrar mi cuerpo con la pieza encima.
Claro que, dado que estaba empezando a sentir el mono, también estaba empezando a perder mis fuerzas y mi razón, y si Riko no soltaba la pieza, obviamente acabaría por quedársela él. Pero tenía que intentarlo, ¿pero por qué les ayudaba? Seguro que, si Riko cogía la pieza, y todo aquello paraba, me volvían a dejar allí tirado.
Preso de aquel torbellino de sentimientos y recordando que la casa encantada me había ayudado en mis peores momentos mientras el resto me había dejado tirado, pensé para mis adentros por si la casa podía leerme la mente.
“Si tengo que ser el malo de este cuento, entonces lo seré, ayúdame de nuevo y yo te ayudaré a ti. Pide lo que sea a cambio del maíz”
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