Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«¿Uchiha? ¡¿Qué cojones…?!» Ahora sí que le habían roto, literalmente. ¿Cómo conocía su verdadero apellido? Que él recordase, a Shinjaka y Soroku les había dicho que se apellidaba Sakamoto. Solo había estado un joven en aquella sala que conocía su verdadero nombre al completo, y era Riko. Por mucho que se hubiese dicho sobre él, no lo consideraba un traidor. Entonces, ¿cómo? Lo habían averiguado por su cuenta, o quizá…
«¡El Tiburón!», recordó de pronto. Kaido había descubierto que era un Uchiha en la aventura que habían compartido en las Islas Monotonía. ¡Aquel cabrón le había vendido! ¿O quizá se estaba precipitando, y aquella mujer no tenía nada que ver con ellos? Fuese lo que fuese, pensar tanto con el henge activo le estaba dando dolor de cabeza. Desactivó el sharingan, y dejó arrastrarse escaleras arriba. Sin duda, un lugar más íntimo era lo que necesitaban para aclarar las cosas.
Justo iba a decirle que esperasen por alguien más cuando Akame apareció tras ellos, justo a tiempo.
—Ah, permíteme presentarte a Kuruso Ashito —dijo, haciendo un gesto con la mano para señalarle—. Mi amigo y compañero en este viaje. Lo compartimos todo. —Justo tras decirlo, se dio cuenta que aquella última frase se podía malinterpretar de varias maneras… «Bah, qué más da...»
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10/12/2017, 20:22 (Última modificación: 10/12/2017, 20:24 por Umikiba Kaido.)
Tras la súbita aparición de Kuruso Ashito, Meiharu no perdió la compostura. Asintió cordialmente a su repentina intromisión que, secundada por las palabras reconfortantes de Datsue, le permitió bajar la guardia y dejarle inmiscuirse en aquel ascenso. Antes de pisar el primer escalón, sin embargo; concluyó con:
—Bienvenidos al corazón del Molino Rojo.
Arriba, se encontraron con un ambiente tan distinto como el mismísimo día y la noche. Al traspasar las primeras cortinas, después del piquete de seguridad que tuvo ningún reparo en detener el avance de una de sus damas estrellas, junto a aquel par de lujuriosos nobles de Kaze no Kuni; tanto Akame como Datsue pudieron ver la verdadera exclusividad de la que se hacía mención cuando alguien se refería al Molino. Era también una sala oval aunque bastante más pequeña, donde la música del piso inferior no traspasaba. En cambio, un grupo tocaba con algunos instrumentos una deliciosa balada tipo casino, que suave y gentil, acompañaba a los murmullos de los diversos grupos de conversación que se reunían alrededor de un par de mesas ubicadas estratégicamente a lo largo de la sala.
Por lo que podían ver, era gente más selecta. Mejor vestida, y mucho mejor acompañada. Meiharu era hermosa, y como ella habían una docena de otras damas, cumpliendo con su labor.
También habían un par de tablas para jugar a las apuestas con juegos de mazo, y la ruleta. Un minibar repleto de bebidas selectas, y al fondo, un pasillo. Meiharu se dirigió hasta él.
Entre tanto, las miradas no pasaron desapercibidas. Por lo general, los clientes más asiduos de aquel sector conocían bien los rostros más familiares. Los nobles de Kaze no Kuni, desde luego, eran el añadido más reciente a aquel grupo de caballeros, damas y prostitutas que hacían vida social mientras algunos calentaban los motores. Si bien nadie les interrumpió, sí que podían sentir en el cogote de sus espaldas el peso de la curiosidad azotándoles como látigo de esclavo.
El pasillo les llevó finalmente hasta otra sala contigua, en donde habían cubículos. Amplios, lo suficientemente espaciosos como para que entrasen un par de personas, al menos. Meiharu se dirigió hasta el cubículo 7, y se adentró junto a sus dos nuevos invitados. Cerró la puerta corrediza detrás suyo, y sonrió.
El pequeño estar privado estaba compuesto de un sillón para dos, una cama espaciosa y perfectamente tendida, además de una mini-nevera con agua y vodkas en botella miniatura. Aceites, toallas, y alguno que otro utensilio que para desvelar su uso habría que dejar volar la imaginación.
Pero nada de aquello importaba, sino la figura de un hombre fornido, aunque elegantemente vestido con pantalón, camisa y un elegante saco de época cubriéndole los hombros. Su piel de color miel, ojos de tinte verde inconfundibles para Datsue y, a diferencia de aquella vez, su cabello ya no era tan largo y frondoso como antes. Aún castaño, sí, pero ahora yacía corto, anudado hacia atrás.
Su barba no estaba limpia, tampoco, sino que ahora tenía un candado rodeándole los labios. Y sus ojos, expectante, observándoles a la distancia con la cautela de un veterano.
Pero era Shinjaka, indiscutiblemente.
—Meiharu, preciosa. ¿Y estos caballeros, quienes son? —su voz, la misma de siempre. Galante y seductora, convincente.
10/12/2017, 20:55 (Última modificación: 13/12/2017, 02:24 por Uchiha Datsue.)
Datsue comprobó con satisfacción cómo atravesaban las líneas de seguridad sin esfuerzo. Abajo, habían tenido que inventarse una historia y prometer oro. Ahora, con la sola presencia de aquella mujer —quién todavía resultaba una intriga para el Uchiha—, les dejaban pasar como si fuesen clientes de toda la vida.
El cambio de un piso a otro fue notorio. Pese a que abajo era la discoteca más glamurosa que el Uchiha había pisado en su corta existencia, aquello era harina de otro costal. Mucho más selecto. Mucho más fino. No pudo evitar curiosear con la mirada los muchos juegos repartidos en el interior, especialmente los de cartas. Siempre le habían apasionado, y la razón por la que no solía jugar era por un sentimiento todavía más profundo que a veces le provocaba: un odio inmenso. Un odio que, solo tenía, cuando perdía.
Pero sus pasos pronto se vieron alejados de allí, mientras tenía esa característica sensación de cuando sabes que alguien te está observando… mirando. Siguió a la mujer por un largo pasillo, hasta finalmente introducirse en la puerta número siete. Se trataba de una habitación pequeña, con poco más de un sofá, una cama y una mini-nevera. Al Uchiha no le costó más que sumar dos más dos para adivinar qué se solía hacer allí.
Y en el sofá, sentado… Shinjaka. Datsue suspiró con alivio. Todas las piezas del rompecabezas empezaron a encajar de pronto, salvo quizá… «que sepa mi apellido».
—Meiharu, preciosa. ¿Y estos caballeros, quienes son?
—¿Es que ya no reconoces a un hermano de marca? —respondió, por ella—. ¿Quién va a ser? Soy yo —el cuerpo de Datsue se vio envuelto en una nube de humo, que tras diluirse, dio paso a su verdadera apariencia—, Datsue el Intrépido.
»Y este es mi Hermano —añadió, presentando a Akame—, el hombre que necesitaba para nuestro encargo.
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10/12/2017, 22:11 (Última modificación: 10/12/2017, 23:56 por Uchiha Akame.)
Pese a lo repentino de su aparición, la extraña mujer no parecía dispuesta a dejar a Akame fuera del lote. Se limitó a contestar a la cortesía e indicarle que la acompañara, junto a Datsue, hacia esferas más altas del Molino Rojo. El Uchiha asintió —quizá demasiado obediente para un noble acaudalado— y la siguió escaleras arriba. Al llegar frente a los gorilas que custodiaban aquella zona más exclusiva del Molino, Akame no pudo evitar entrecerrar los ojos con suspicacia. Cuando uno dejaba tanto al azar como ellos dos estaban haciendo en ese momento, todo podía irse por la borda en cualquier momento. Y para un ninja tan meticuloso, analítico y racional como Uchiha Akame... Aquella perspectiva evocaba una sensación insufrible.
Por fortuna no ocurrió tal cosa, sino que el trío fue rápidamente autorizado a ingresar a la zona exclusiva sin siquiera ser sometido a cuestionamiento. «Vaya, esta mujer debe ser realmente conocida e importante aquí...» Sin preguntas, sin sobornos, sin trucos de Ninjutsu. Habían entrado única y exclusivamente por la presencia de aquella tipa, y Akame lo sabía. Se estaban metiendo con alguien muy gordo.
Al entrar, el Uchiha sintió cómo era objeto del escrutinio de no pocos ojos. «Supongo que un grupo tan selecto y escaso como este tiende a tener bien ubicados a sus miembros... No hay forma en que dos caras nuevas pasen desapercibidas», se dijo el uzujin. Durante unos momentos aquellas miradas le hicieron sentir incómodo, y tuvo que paliar la molestia con un breve sorbo a su bebida mientras seguía a Datsue y su improvisada e influyente pareja.
Unos instantes después terminaron en una suerte de habitación para... «Joder, menudo sitio». Una cama amplia y diversos utensilios dejaban pocas dudas respecto a para qué se metían allí los clientes del Molino Rojo. Akame esbozó una mueca incómoda durante un momento, al imaginarse lo que aquella mujer iba a pedirles... Hasta que vió al cuarto. Un tipo mayor que ellos y vestido con elegancia que exigió saber, al momento, quiénes eran.
La sorpresa fue mayúscula cuando Datsue deshizo su Henge y se presentó con todas las de la ley; luego, le presentó a él. Akame comprendió con visible alivio que estaban con el contacto de su Hermano en aquella misión, y también deshizo su disfraz. La figura escuálida y atlética del Uchiha quedó a la vista de todos, con sus ropas militares, su vieja espada cruzada a la espalda y sendos portaobjetos atados en el muslo derecho y en la baja espalda. Ni rastro de su bandana de Uzushiogakure, claro.
—Akame —se presentó, escueto, con una inclinación de cabeza.
No se había olvidado de dar su apellido; simplemente prefería revelar cuantos menos detalles personales le fuera posible.
13/12/2017, 02:47 (Última modificación: 13/12/2017, 03:15 por Umikiba Kaido.)
Con parsimonioso escrutinio, Shinjaka invadió la privacidad de aquel par de invitados con la mirada entrenada de un inquisidor. Meiharu, por su parte, permaneció confiada y risueña: creía... no, sabía con certeza que no se pudo haber equivocado, no con ellos dos. Así que, dispuesta a contestar, amenizó el rostro e hizo el ademán de hablar, aunque fue inmediatamente interrumpida por la voz de aquel noble, con su silente amigo observando el tan ansiado reencuentro en segundo plano.
—¿Es que ya no reconoces a un hermano de marca? —respondió aquel desconocido, y Shinjaka entrecerró los ojos—. ¿Quién va a ser? Soy yo —tras deshacer el Henge y el humo resultante disiparse, Datsue hizo gala de su verdadero rostro. Shinjaka no pudo evitar sonreír, grácil, y Meiharu le secundó también apenas comprobó de que se trataba, en efecto, de un shinobi muy atractivo—. Datsue el Intrépido.
El aprendiz de Soroku alzó las manos, y las unió en un carismático aplauso. Luego, torció el gesto hasta los linderos del supuesto hermano de Datsue, quien también había deshecho su propio subterfugio. Él, sin embargo, carecía de la gracia y el appeal natural del primero; aunque no por ello dejaba de interesarle. Sobre todo porque también se trataba de un rostro conocido, Shinjaka sabía quién era él.
Y es que, en realidad; Shinjaka sabía quién era mucha gente.
—Datsue-kun, qué grato verte, finalmente. ¿Cuánto ha pasado? ¿cinco, séis meses? —menudo, fue transitando el corto de la sala y se acercó hasta Datsue. Tendió su brazo por sobre su hombro y le dio dos palmadas—. y vaya comodín que has elegido traer contigo, ¿no? ¡nada más y nada menos! que al mismísimo campeón del Torneo de los Dojos, Uchiha Akame. No dejas de sorprendernos, Datsue, no dejas...
La dama violeta carraspeó a la espalda, intentando llamar la atención. El Aprendiz volteó, y se increpó su falta de modales.
»Discúlpame querida. Chicos, ella es Meiharu. Umagi Meiharu. Una de las mujeres más hermosas de Tanzaku Gai, como también una informante indudablemente excepcional.
—Es un placer —en su mano, reposaba una copa de vino tinto. Lo meneaba, seductora, mientras cataba el delicioso aroma con su respingada nariz.
Shinjaka procedió a felicitarle por la elección de Akame como su compañero. A Datsue no le había pasado desapercibido que su Hermano había omitido su apellido adrede para que no se le pudiese identificar, pero el tiro de kunai no había dado ni en la diana, pues el aprendiz a herrero adivinó quién era al instante. No pudo evitar sonreírse, consciente de que a su Hermano no le gustaba nada ser reconocido tan fácilmente. «Ah, no hubieras ganado el torneo, mamón».
Pero las palabras de Shinjaka pronto se vieron interrumpidas por un pequeño carraspeo. Era la muchacha, que parecía haber aguantado suficiente tiempo en segundo plano. Shinjaka la presentó como Umagi Meiharu.
—Es un placer.
Datsue esbozó una leve sonrisa.
—Permítame ser maleducado y rebatirla —los hielos bailaron en su copa cuando se adelantó un paso—, pero el placer es totalmente mío —aseguró, realizando una florida reverencia.
»¿No me equivocaba entonces? —preguntó, curioso, desviando la mirada hacia el brazo de ella—. ¿Es esa también la marca del Hierro?
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Akame observaba cómo aquella discreta e íntima reunión se iba sucendiendo como si él fuese un extraño venido de otro planeta. El joven de lengua de plata y ropajes caros que les había estado esperando dentro de aquel cubículo parecía ser, a todas luces, el contacto de Datsue para la misión. La mujer que les había llevado hasta allí —conscientemente o no— también estaba en el ajo, o eso daba a entender la presentación que el tipo hizo de ella.
Al ser reconocido, el Uchiha esbozó una sonrisa forzada para disimular el descontento que le producía la fama que bien se había granjeado en Hi no Kuni.
—Así es —admitió sin tapujos; poco sentido tenía negarlo a esas alturas—. ¿Y tú eres...?
No pasó desapercibido para Akame que, a pesar de su incansable verborrea —no era difícil imaginar por qué parecía llevarse tan bien con su Hermano—, aquel tipo no les había dado su nombre. Datsue tampoco lo había mencionado y, aunque era de intuir que lo conocía, eso acrecentaba todavía más la incomodidad de Akame en tan pintoresca reunión.
A la mujer se limitó a saludarla —por segunda vez, como si su encuentro abajo, antes de las escaleras, no hubiese sucedido— con una sobria inclinación de cabeza. Calculada. Fría, que nada tenía que ver con las palabras de su Hermano. «Cómo les gusta hablar, maldita sea. ¿Por qué no nos dan la maldita información de una vez? Cuanto más tiempo pasemos aquí de cháchara, más probabilidades hay de que algo salga mal...»
—Una velada encantadora, sin duda —interrumpió el Uchiha—. ¿Les parece si pasamos a lo importante?
—Shinjaka, sólo Shinjaka. Discúlpame, supuse que Datsue-kun te habría puesto al tanto de todo —añadió él a modo personal para con Akame, mientras Datsue continuaba bailando en su salsa junto a Meiharu. Los cubos de su copa sonaron al compás de su reverencia, y Meiharu le devolvió a él y Akame su presentación. Con una sonrisa cálida, y poco más.
»¿No me equivocaba entonces? —su pregunta no pasó desapercibida, sin embargo, y ella volvió a acariciarse la marca. Parecía un mal hábito—. ¿Es esa también la marca del Hierro?
—Lo es, querido, lo es. Yo también tuv... —Umagi Meiharu torció la mirada, y calló en súbito cuando Akame les interrumpió. Lo cierto es que podría tener muy buenas e interesantes anécdotas que compartir con aquel que también eligió recibir la marca, y que ella y Datsue probablemente podrían hablar horas y horas acerca de qué les habría llevado a aceptar el contrato ofrecido por Soroku, como emisario del Estandarte, pero la impaciencia del campeón del Torneo de los Dojos no tardó en hacerse notar.
Para otra oportunidad, pensó ella; un poco decepcionada.
—¿Les parece si pasamos a lo importante?
El silencio abatió a la sala por unos segundos, pero Shinjaka lo cercenó de nuevo con su voz melodiosa. Tomó asiento junto a Mei y señaló el otro sofá para que los Hermanos del Desierto hicieran lo propio.
Entonces, habló.
—Bien, como ya traté de avisarte en la carta, Kojuro Shinzo ha estado moviéndose por la ciudad con mucha más asiduidad de la usual. Probablemente, y habiendo pasado ya séis o siete meses desde nuestros últimos intentos de acercamiento, puede que crea con fervor que aquí, entre los suyos, está enteramente seguro. Que nadie tendrá los cojones de atreverse siquiera a intentar acercársele por ningún medio. Y es que, siéndoles sincero, nadie puede hacerlo. Porque, para cuando estés detrás de su puerta creyendo haberle pisado la cola, él ya sabrá que estarás ahí antes de que tú mismo lo sepas. Así es el nivel de poder con el que se codea Shinzo en Tanzaku Gai, donde casi todos, salvo contadas excepciones —hizo un ademán que puntualizaba, sin duda alguna, a la dama violeta que yacía a su lado con rostro hermético—. velan por él, directa o indirectamente. Es más, probablemente esté oyendo ahora mismo de manos de alguno de sus informantes que un par de apuestos y acaudalados extranjeros se encuentran divirtiéndose con Murasaki en uno de los cubículos.
—Mi nombre artístico —añadió.
—Sin embargo, hay formas. Gazapos que he ido colectando aquí, y allá. Métodos que podrían permitiros llegar hasta él. Pero, debo preguntarte, Datsue-kun: ¿y una vez ahí, qué? ¿cómo piensas abordar éste asunto? ¿cómo piensas cumplir con lo prometido a Soroku-sama?
—Obligar a alguien como él a saldar sus deudas, en su ciudad, protegido entre tantos... ¿sabías bien en lo que estabas metiéndote al dejar que el hierro tocara tu piel, querido?
—Una velada encantadora, sin duda —interrumpió el Uchiha—. ¿Les parece si pasamos a lo importante?
Hay miradas que matan. La que Datsue lanzó a Akame justo en ese momento fue una de ellas, y aunque aquella expresión era metafórica, en ojos de un Uchiha podía convertirse en realidad. ¿Es que no veía que estaba iniciando una conversación de lo más interesante con Meiharu? ¡Aquello también era importante! A su modo. «Ah, claro, y luego soy yo el maleducado cuando te interrumpo leyendo no sé qué libro», farfulló para sus adentros, mientras tomaba asiento.
Shinjaka realizó un resumen de la situación, terminando por preguntarse cómo conseguirían aquellos dos genin que un hombre en la posición social y económica de Shinzo pagase su deuda. El Uchiha se sonrió, una sonrisa que se agrandó y ya no pudo disimular cuando Meiharu agregó si sabía dónde se había metido cuando había aceptado la marca. Porque, dígase una cosa de Uchiha Datsue: es un irresponsable.
Pero a veces, muy de cuando en cuando, tenía un plan. Un buen plan. Por eso se regodeó en sus dudas, sin cortarles, y solo habló cuando éstos acabaron.
—¿Qué haremos cuando lleguemos hasta él? —Había preguntado Shinjaka. Realizó un ademán—. Nada —se sonrió nuevamente—. Le saludaremos, le daremos la mano, y nos iremos.
Se acercó la copa a los labios y dio un sorbo, con parsimonia, saboreando el champán, el vodka, el hielo… y la confusión y desconcierto que a buen seguro habían generado sus palabras. Ah, ¡cómo le encantaban esos momentos!
—¿Alguna vez han visto una brújula, señores? —se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas—. De no ser así, apuesto a que saben su funcionamiento. Es muy simple: la aguja apunta siempre al Norte —hizo un movimiento circular con un dedo, terminando por apuntar hacia dónde él creía que estaba, más o menos—. Ah, pero yo tengo una brújula especial. En vez apuntar al Norte, apunta hacia… —empezó a mover otra vez el dedo, muy lentamente, pasando por Akame…—, lo que más… —… Shinjaka… —, deseo —y deteniéndose casualmente en Meiharu. Chasqueó la lengua, divertido, y bajó la mano—. ¿La única condición? Haber tocado previamente a esa persona. Un simple apretón de manos, una palmada en el hombro, un roce… No importa, una vez marcado, mi brújula siempre apuntará hacia él. Da igual lo lejos que se vaya, lo bien que se esconda, no podrá huir de nosotros.
»Verán, permítanme que les revele el gran punto débil de Shinzo —soltó, algo pomposo—. Su gran debilidad es… su mayor fortaleza. Siempre rodeado de seguridad. Siempre sabiendo las cosas antes incluso de que sucedan —agregó, imitando las palabras de Shinjaka—. Por eso, cuando nos colemos en su habitación mientras duerme gracias a mi brújula, y se vea no simplemente solo y sin amigos, sino sorprendido, tendrá su mayor momento de vulnerabilidad. Y entonces…
Sonrió, y desvió la mirada hacia Akame.
—Cuéntales que pasará entonces, Hermano.
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14/12/2017, 21:01 (Última modificación: 14/12/2017, 21:01 por Uchiha Akame.)
La figura que había adoptado Datsue para responder a las —razonables— inquetudes de aquellas personas era, como poco, admirable. Akame nunca hubiera podido hacer algo así; cocer y dorar las palabras con tanto mimo, crear ese clima de tensión previo al golpe, todo ello acompañado de un lenguaje corporal calculado y meticuloso. Sí, su Hermano era todo un experto en lo que a manipular a las personas se refería. Era capaz de evocar sensaciones en sus receptores, de manejar su atención e instigar su curiosidad... O su miedo. Aquellas habilidades que Datsue siempre había tenido se habían afilado desde hacía poco tiempo. Desde que eran conocidos como los Hermanos del Desierto.
Akame ponía la dureza, la frialdad y restaba toda la compasión. Datsue, en cambio, bailaba con las palabras y las ideas de los demás, las domaba a su gusto y las ponía exactamente donde quería que estuvieran. Parecían una dupla perfecta, y a Akame le encantaba. Era donde encontraba el consuelo que le era negado en sus sueños por culpa del Ichibi... En su trabajo. Siempre había sido así.
Por eso mismo, cuando Datsue terminó de explicarles su plan para localizar y seguir sin fallo a Kojuro Shinzo, le cedió amablemente el turno de palabra a su Hermano, llamándolo como tal. Akame se cruzó de brazos y bajó la mirada. El silencio invadió durante unos tensos momentos la estancia, y cuando el Uchiha volvió a alzar su rostro, los presentes podrían ver que en la penumbra de la habitación brillaban dos ascuas rojas en sus ojos. Sería sólo un momento, un instante, el tiempo justo para que Shinjaka y Meiharu tuvieran la fortuna de contemplar el Sharingan de Tres Aspas antes de que desapareciese y los ojos del uzujin recuperasen su habitual tono azabache.
15/12/2017, 05:13 (Última modificación: 15/12/2017, 05:18 por Umikiba Kaido.)
—¿Qué haremos cuando lleguemos hasta él?
Cada uno de los presentes tuvo que verse a la cara, entre ellos, aguardando por tan ansiada respuesta. De un momento a otro, todos los focos le alumbraban a él. A Uchiha Datsue.
... Nada —se dibujó una sonrisa lustrosa y atractiva en el rostro del contrariado, y así también en la de Murasaki. Shinjaka, escéptico, aguardó en silencio sin mostrar mayor sorpresa—. Le saludaremos, le daremos la mano, y nos iremos.
—¿Y nos iremos? —repitió ella, siguiéndole el juego—. explícate un poco, cariño. ¿Quieres?
Y pedir explicaciones nunca le había salido tan caro —o tan barato—, dependiendo de cómo se viera.
Haciendo honor a su rol protagónico, el intrépido hizo alarde de su bien ganado mote revistiendo su lengua viperina de gala, haciéndola danzar melodiosa mientras escupía, palabra por palabra, aquel improvisado discurso que bien podría haber dado la sensación a sus oyentes de que éste había estado practicándolo a solas frente al espejo, durante meses.
Así pues, con la maestría de un versado literario, Datsue contó su respuesta con una simple anécdota referente al símil de una brújula, una que según sus pretensiones apuntaría a donde él más quisiera. Cuando aquel dedo de la discordia comenzó a moverse, serpentino, todos sintieron la necesidad de seguirlo con la mirada, y mientras señalaba a cada cuál —Meiharu, de hecho, tuvo que contener un suspiro cuando casualmente la mano del actor se detuvo frente a ella—, aquel discurso iba cobrando, a paso de gigantes, un extraño sentido que más que entenderlo; daba la sensación de que sin importar qué, bastaba con que Datsue supiera que su estrategia tendría los resultados deseados, sin mayores inconvenientes que los ya existentes.
Y como si su atrevido carisma no fuese suficiente, éste buscó un apoyo de cierre a su presentación cediéndole la palabra a su Hermano. Entonces, el Desierto mismo cobró vida, y la dulce y cálida charla de Datsue se convirtió de pronto en una arenosa, seca y agobiante voz proveniente de Akame que, en tan sólo cinco palabras, transmitió incluso sensaciones más profundas. Aunado a, desde luego, aquel fugaz y repentino tinte que vistió a sus ojos de rojo sangre.
Los hermanos iban en serio con aquello, de eso no cabía duda alguna.
—Y, está bien. Parece que lo tenéis bien pensado, peeero. Oh, mi Dios, es que hay tantos... —soltó un suspiro cansino y recostó la espalda en el asiento, mientras su mano derecha se alzó para sobarse la barba—. nuestra odisea está en lograr acercarnos a él, bajo cualquier concepto. Ésto, sin embargo, no va a ser posible si no conocemos sus métodos. Meiharu, por suerte, ha sido de gran ayuda en éste aspecto y ha averiguado dos cosas importantes.
Alzó su dedo índice.
»1. Que Shinzo tiene dos locaciones principales en las que reside aquí en Tanzaku Gai, y que turna sus estadías en cada una dependiendo de los reportes de su hombre de confianza, un tipo al que le conocen como El Centinela. Desconocemos la ubicación de estos fuertes, pero una vez que sepáis en dónde está cada casa, se tendrá mayor margen de maniobra para descifrar sus movimientos. Tenemos una pista que nos puede ser de utilidad, y se trata de un chaval al que atendió Meiharu en su día, que no dejaba de jactarse de haber tenido el honor de ser elegido como nuevo miembro de seguridad de un hombre muy importante. Estoy casi convencido que se trata de Shinzo. Y...
Luego, el dedo medio.
»2. Que hoy, casualmente, se abre en el tercer piso —aquel que Akame divisó a duras penas, mientras aún estaban abajo—. una mesa de Hanafuda y derivados. Se suele hacer sólo un par de veces al mes, y por lo general el acceso está reservado a unos pocos selectos. En su mayoría, gente de importancia en la ciudad que se reúne para codearse entre ellos, malgastar la pasta y por qué no, hablar de cosas que no escucharíamos en otro lado sino ahí, con ellos.
Shinjaka echó por sobre la mesa un par de fajos de billetes verdes, en pacas.
—Quién de ustedes, chicos, sabe jugar a las cartas.
El Uchiha asintió, conforme, ante las explicaciones de Shinjaka. «Ahora sí estamos hablando, amigo...» La información que aquel hombre les ofrecía era de sumo valor para la misión que tenían entre manos, porque Datsue ya le había contado a su Hermano que iban tras —nada más y nada menos— uno de los duros de Tanzaku Gai; pero hasta ese momento, el Uchiha no fue consciente de cuánta verdad había ahí.
«Realmente lo vamos a tener difícil para coger a este cabrón», se dijo Akame mas sin verbalizarlo.
Sin embargo, el trabajo de la mujer conocida como Meiharu —según Shinjaka— les permitiría partir con cierta ventaja frente a su objetivo. Akame entrecerró los ojos cuando el aprendiz de herrero puso los detalles —metafóricamente— sobre la mesa, como un cazador que ya ha elegido su presa. «Veremos si es verdad que nuestro joven guardaespaldas tiene tantas ganas de hablar sobre su valedor».
Y aquella no era la única pista. En un atrevido movimiento, Shinjaka se sacó dos auténticos fajos de dinero y los dejó —ahora sí, de forma literal— sobre la mesa del cubículo. Akame los miró como si nunca hubiese visto tanto dinero junto... Cosa que era verdad. Luego, dirigió la vista hacia su Hermano.
—Tranquilo, Datsue-kun, que no son para nosotros —bromeó, aun sin mudar la seriedad de su rostro, haciendo alusión al único y verdadero amor que aquel chico había conocido jamás; el dinero.
Se cruzó de brazos cuando Meiharu les preguntó quién era mejor jugando a las cartas. Akame tenía otras aficiones menos nobles, como el shōgi, pero conocía perfectamente las reglas.
—Yo lo haré, Meiharu-san, Shinjaka-san —se ofreció, mirando a los interpelados. No las tenía todas consigo, pero intentaba que no se le notara.
Cuando Shinjaka soltó los fajos de billetes, los ojos de Datsue se iluminaron, no con el rojo vengativo del sharingan, sino con un sentimiento mucho más puro, pero a la vez, intenso. Era un destello verde, como el color de un billete de cincuenta ryōs.
—Tranquilo, Datsue-kun, que no son para nosotros.
Datsue rio, como si aquella broma fuese, efectivamente, una broma, y no la pura descripción del pequeño de los Uchiha, que se había emocionado más que un kusareño al ganar un combate.
—Fiuu… Menos mal, ¿eh? No sabría qué hacer con tanta pasta… —Comprarse un barco; una mansión; una pequeña isla… En realidad, por mucho dinero que Shinjaka hubiese puesto sobre la mesa, no le llegaría ni para empezar ninguno de sus muchos objetivos.
«Aunque si pudiese duplicar la pasta en esa partida…». No le dio tiempo ni a planteárselo seriamente, pues su Hermano se le adelantó ofreciéndose como jugador. Datsue se rascó una mejilla, contrariado. En realidad, tenía que reconocer que a Akame se le daba mejor. Datsue pecaba de impulsivo, dejándose llevar demasiadas veces tanto por la intuición como por la codicia, dos cosas que mezcladas no solían dar buenos resultados. Akame, en cambio, era todo lo contrario. Esquemático, calculador, frío, con razonamientos puramente lógicos. Enfocaba la mirada en su rival, como un león lo haría con su presa, y no paraba hasta verlo entre sus fauces, con esa escalofriante profesionalidad que le envolvía en cada faceta de su vida.
«Pobre Koko…». Sacudió la cabeza, quitándose aquel repentino pensamiento.
—Sí… Akame es el mejor con las cartas —murmuró, con la boca pequeña—. ¿Acudirá ese tal Centinela a la partida, entonces? —preguntó, intrigado.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Envalentonado, y sin siquiera consultarlo con su coterráneo; Akame se anunció a sí mismo como el más adecuado para hacerse cargo de aquella vertiginosa tarea. Datsue, más adelante, coincidió.
—Sí… Akame es el mejor con las cartas —espetó él, en leves e ininteligibles murmullos. Meiharu paró el oído tratando de escucharle, y Shinjaka comenzó a meter el dinero en una bolsa—. ¿Acudirá ese tal Centinela a la partida, entonces?
—No, y si así fuera, por ahora no tendríamos forma de saberlo. No sabemos quién es ni como luce, tampoco. Así que descubrirlo será entonces nuestro trabajo, Datsue, dado que Akame-san estará bastante ocupado debatiéndose con la suerte misma, porque, bueno; la va a necesitar —de pronto, la bolsa de plástico que envolvía a los fajos se deslizó a lo largo de la mesa, frenándose allá en el extremo donde el más ortodoxo de los dos uzujin aguardaba, paciente e imperturbable. También, el tacón de Meiharu resonó en la habitación al ella levantarse, y se acercó a paso lento hasta los linderos del mismo Akame, pues él y ella iban a pasar más tiempo juntos a partir de ese momento. Shinjaka, luego, volteó a ver a Datsue—. mientras ellos se ocupan de ese asunto, tú y yo iremos a tratar con éste chico del que les hablé antes. Esto será un juego cruzado donde si tanto Akame y Meiharu tanto como nosotros dos obtenemos buena información, podremos hacer un trazado que nos de alguna pista tangible y real sobre Shinzo. Esa es la prioridad ahora mismo, socios.
La marca de Datsue comenzó a picar, luego de aquel pequeño discurso final.
»En cuanto hayáis terminado, Mei, partid y esperadnos en la cabaña de Tontata, ¿entendido?
—Entendido, cariño —la mujer volteó a ver al intrépido, luego. Y le guiñó el ojo—. no te preocupes, cuidaré bien de tu hermano.
El intrépido podría sentirse ligeramente decepcionado, también. Se quedó sin la chica, y sin el dinero. Mala cosa, ¿no?
Aquello no le estaba gustando. No le estaba gustando nada en absoluto. Akame, en un movimiento rastrero, traicionero y vil, se había agenciado el dinero y la mejor compañía. Disfrutaría de los juegos, las copas y la buena conversación. Datsue, en su lugar, le tocaba pringar con Shinjaka, en busca de un tipo que se las daba de segurata de Shinzo. Era como si a uno le mandaban divertirse en las fiestas del Cerezo, y a otro limpiar la mierda acumulada de los desagües. ¡Se suponía que eran Hermanos! ¡Iguales! ¿Qué igualdad había en aquello?
«Maldita sea mi suerte… Siempre lo mismo».
—En cuanto hayáis terminado, Mei, partid y esperadnos en la cabaña de Tontata, ¿entendido?
«Me cago en… ¡Y aún por encima estarán a solas en una cabaña! ¡Será cabrón!».
—Entendido, cariño —la mujer volteó a ver al intrépido, luego. Y le guiñó el ojo—. no te preocupes, cuidaré bien de tu hermano.
Esbozó una media sonrisa.
—Eso es precisamente lo que me preocupa —rio, como si aquello fuese una broma que no reflejaba en absoluto la realidad. ¿La reflejaba? ¿Tenía envidia? ¿Estaba celoso? «En absoluto», se dijo, contundente. «Pero me preocupa… Koko. Eso, ¡me preocupa Koko-chan! Ella de misión, poniendo en riesgo su vida por la Villa y su amado, y mientras Akame de copichuelas con Mei. Muy feo todo… Muy feo».
Pero lo hecho, hecho estaba, y no valía la pena lamentarse por ello. No cuando no podías hacer nada para remediarlo. Se levantó, realizó unos sellos y se volvió a transformar en el hombre que se había hecho llamar Seshu Sakyū.
—Cuando queráis.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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