Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Siguiendo a Akame por las oscuras calles de Tanzaku Gai, el Uchiha iba en silencio pensando en cómo afrontar los problemas que se le presentarían. Transformarse en Soroku era relativamente sencillo. Atraer la atención del Centinela, y obligarle a salir, era harina de otro costal.
Por eso, cuando su Hermano dijo…
—¿Cómo lo hacemos para que ese tipo se entere de que "Soroku" está aquí? Debería ser lo bastante claro como para que no pueda ignorar el mensaje, parecer tan vulnerable como para que se arriesgue a salir en su busca, y pasajero para que tenga que hacerlo ya. Sin tiempo para complicarnos las cosas.
… Datsue tenía la respuesta perfecta preparada.
—Ni puta idea. —Sí, lo había pensado y repensado, pero la inspiración divina no había acudido en su ayuda. No aquella vez.
Fuese como fuese, y a falta de ideas, buscó un callejón donde esconderse. Una vez a salvo de miradas indiscretas, realizó los sellos del Henge no Jutsu, transformándose en el Soroku que recordaba. No fue muy complicado, pues Soroku era de esos hombres que tenían una imagen que se quedaba grabada en tu retina por el resto de tus días. Alto, ataviado con chaleco sin mangas y pantalones holgados. De piel morena, similar a la de Shinjaka, y con una grotesca quemadura en el lado izquierdo de su rostro y la parte superior del cráneo. Su ojo izquierdo estaba ciego, y el poco cabello que le quedaba tras semejante cicatriz se amontonaban en su parte derecha del cráneo, de color castaño.
Un tatuaje adornaba ahora su musculado antebrazo derecho: un hacha sostenida por dos manos, plasmada en un escudo de bronce.
—Es hora de saldar una deuda —dijo con voz ronca, testeándola. Le pareció que sonaba bien—. Acerquémonos a la jodida casa…
¿Y luego? Luego a improvisar, como hacían siempre.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Datsue se vistió a imagen y semejanza del hombre con el que había estrechado una vez su mano, arrojándose al pacto con el ancestral Estandarte tras las promesas de fructíferos negocios. Se había transformado en el hombre por el que estuvo dispuesto a recibir el beso del dragón en su brazo, por las promesas de un intercambio equitativo de favores que podría traerle fama y fortuna. De alguna forma, se había transformado en el hombre por el que había aceptado un trato en el que él sólo ganaba, a priori, una cicatriz; como pagadero que le asegurase el favor del Hierro una vez saldara su deuda. Y decir aquello era mucho tratándose de nada más y nada menos que del intrépido egoísta, Uchiha Datsue. Ninja que vivía para ganar más que el prójimo siempre.
Aquel henge supuso ser para ambos un punto inflexible que sólo tuvo un significado inmediato para Akame. El por qué era tan sencillo como que le fue innegable sopesar el ligero parecido que existía entre la imagen y semejanza de Soroku con respecto al Centinela, el que curiosamente y en contrapartida, Datsue aún no hubo contemplado con sus propios ojos. Les distinguía sin embargo detalles como la enorme cicatriz que le acariciaba el costado izquierdo del rostro, pero resultaba innegable que existía un cierto nivel de similitud que podía resultar hasta agobiante.
Los Hermanos del Desierto tendrían tiempo de sobra para inquirir y tribular sobre sus propias divagaciones que bien le harían falta una vez se encontrasen cara a cara con los linderos custodiados de aquel refugio militar. A pie, aún tenían 10 minutos de viaje.
Y el oscuro barrio que les aguardaba en el horizonte les susurraba, queriendo engullirles en cuanto tuviera la oportunidad.
El Uchiha del Remolino no pudo evitar alzar una ceja, inquisitivo y sorprendido a partes iguales, cuando Datsue usó su Henge no Jutsu para transformarse en el herrero de Los Herreros, aquel con el que había contraído su deuda. El asombroso parecido entre éste y el Centinela no hizo sino agravar aquella sospecha cuando fue consciente de que el tal Soroku también parecía tener una significativa cicatriz en el rostro. «Una herida, como la del Centinela, hecha para ser vista y para marcar al que la lleva», caviló el genin.
Así pues, comenzó a andar en dirección a la casa. Al poco de arrancar la caminata se volvió hacia Datsue.
—Pues son casualmente parecidos el Centinela y ese Soroku en el que te has transformado —soltó el Uchiha de repente—. Me da en la nariz que este cebo podría llegar a ser más picante de lo que en un principio habíamos imaginado.
Todo parecía indicar que habían dado con la carnaza perfecta para atraer al Centinela fuera de la seguridad de sus defensas y sus hombres a sueldo. Sin embargo, todavía quedaba un detalle crucial por pulir.
—Creo que lo mejor será que yo haga las veces de mensajero. ¿Tal vez sería suficiente con decir a uno de los guardias que Soroku me manda a entregar un mensaje al Centinela? —Akame se mesó el mentón—. Podría ser una citación... Aunque quizás sería demasiado obvio que se trata de una trampa. Meh...
—Pues son casualmente parecidos el Centinela y ese Soroku en el que te has transformado —soltó Akame en medio de la caminata—. Me da en la nariz que este cebo podría llegar a ser más picante de lo que en un principio habíamos imaginado.
Datsue —o, más bien, Soroku—, alzó su ceja sana.
—¿En serio? Pues sí que es curioso, sí…
¿Guardarían algún tipo de parentesco? ¿Primos? ¿Hermanos? ¿Padre e hijo? No había forma de saberlo por el momento, pero parecía que ambos Uchihas habían dado con la tecla. Ahora solo quedaba pulir el plan.
Su Hermano propuso hacer él de mensajero, y citar al propio Centinela. Simple y sencillo, sin complicaciones ni adornos. Akame no parecía muy convencido de su propio plan, pero a veces, las ideas más simples eran las más efectivas. Por el contrario, las más elaboradas y complejas, solían tener demasiadas cláusulas que, de no cumplirse alguna, desbarataban todo el plan.
—No, me gusta, me gusta —le aseguró—. Yo me quedaré atrás entonces, para que no me vean, y a ver si pican…
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Las tribulaciones de los hermanos del desierto llegaron a una conclusión final, que se traduciría en un arriesgado plan. Un plan que dependía además de factores de riesgo, que parecían haber aceptado sin renuencia durante su expedita conversación.
Ahora todo dependía del accionar de Akame. De el y de nadie mas.
si no tienen más que conversar, Akame puede proceder a ejecutar su parte del plan. Ya conoces el sitio y su descripción. Ppstea solo Akame durante esta ronda.
El Uchiha hizo memoria entre los recuerdos que le había transferido su Kage Bunshin para encontrar la residencia fortificada donde, presumiblemente, aquella noche se alojaba Kojuro Shinzo. «Llegados a este punto, realmente el señor Shinzo se ha vuelto casi irrelevante. El que nos interesa es ese tal Centinela...» Sea como fuere, cuando los Hermanos del Desierto se aproximaron al lugar, Akame le indicó a Datsue que se detuvieran a un par de calles de distancia.
—Antes de acercarnos, deberíamos establecer el punto de emboscada. Si es posible, intentaré llevar al objetivo hasta allí... Así que debería ser un lugar con pocas vías de escape —susurró Akame, dirigiéndose al otro Uchiha—. ¿Crees que podrás prepararle un regalo de bienvenida apropiado?
Aquella era una pregunta retórica; por supuesto que Datsue podría. Era uno de los shinobi más hábiles con el Fuuinjutsu de todos los que Akame había conodico. Y siendo ambos habitantes de Uzushiogakure no Sato, aquello no era decir precisamente poco.
De ese modo, el Uchiha buscaría acordar con su compadre un punto de encuentro. Tendría que ser uno de los oscuros y estrechos callejones que rodeaban el lugar, alguno que preferiblemente no tuviera muchas ventanas desde la que observadores indiscretos pudieran aguarles la fiesta.
Una vez arreglado aquel último punto de los preparativos, sólo restaba poner en funcionamiento la maquinaria. Akame cruzó las manos en una breve secuencia de sellos y adoptó un curioso disfraz; el del sicario que, según Datsue, un tal Toeru había mandado tras la Dama Violeta al sospechar de ella. «Me la estoy jugando a saco con esta mierda... Puede que alguien me reconozca, puede que no. Pero al menos sé que estoy adoptando la facha de alguien que realmente vive en esta ciudad», caviló el muchacho. Así pues, echó a andar hacia la fortaleza-residencia a paso rápido.
En cuanto divisó al primer guardia, se acercó con las manos a la vista y le interpeló sin alzar demasiado la voz.
—Tengo un mensaje para el Centinela de parte de uno de sus amigos —aseguró, mirando al mercenario directamente a los ojos.
Aquello era extraño para él. La primera vez, desde luego, que alguien se acercaba hasta los perímetros del refugio de su empleador. Tragó saliva porque se sabía en el ojo del huracán al ser apenas su tercera guardia, y no quería cagarla en un trabajo cuyo contrato tenía en letras pequeñas que los fallos no estaban permitido en cualquiera de sus formas y eran castigados con poca renuencia. No podía esperar menos de un hombre como el Centinela, desde luego. Akame, tras su disfraz, pudo ver en el primer contingente una respuesta vacilante. El primer guardia al que miró a los ojos se acercó con terquedad y quedó postrado a un par de metros de la primera casilla de vigilancia, un pequeño cubil hecho de madera y paja, que tras él apenas unos diez metros separaban de la entrada de la acogedora casona custodiada.
Entonces, comprobó de primera mano el terror que le invadió al hombre en cuanto el Uchiha mencionó ese mote.
—¿Q-qué fue lo que dijiste? —anunció, tembloroso, mientras hacía un par de gestos con la mano que no sostenía la kodachi—. mira, quillo, será mejor que te pires de aquí, venga. Aquí no hay ningún centinela. ¡Te dije que te pires, coño!
Tras suyo comenzaban a arremolinarse tres guardias más.
Los nervios que Akame sentía se atenuaron al comprobar que el primer guardia que le salió al paso parecía incluso más nervioso. El Uchiha le echó un buen vistazo y evaluó al tipo como mejor pudo; «claramente no tiene mucha experiencia, y tampoco se esperaba que nadie fuese a aparecer por aquí preguntando por nuestro amigo de las altas esferas. Bien, debo jugar con eso a mi favor...»
El Uchiha disfrazado de maleante se encogió de hombros, tratando de aparentar toda la indiferencia que fue capaz.
—Tú mismo, socio —replicó—. Yo sólo hago mi trabajo. Me encargaron que viniera aquí a entregar una información importante a nuestro amigo en común, y eso es lo que voy a hacer.
Entonces se llevó una mano al mentón con gesto fingidamente pensativo.
—Ahora que lo pienso, el jefe no especificó que tuviera que contárselo a él en persona —comentó como de pasada, y luego vistió su rostro de una sonrisa—. Así que simplemente te pasaré la patata caliente. Han visto a un tal Soroku en la ciudad, ahora mismo está reunido con otros amigos en una casa a apenas un par de cuadras de aquí, pasando la calle del mercado.
Y, sin mudar aquella expresión de súbito alivio, agregó.
—Ale, compa, ahora puedes seguir haciéndote como el que acaba de llegar. Yo ya cumplí... Si ese mensaje no llega a nuestro amigo en común, ya no será culpa mía.
El silencio invadió al soldado, y su lengua se trabó en santo y seña. No dijo nada, incluso para cuando el infractor hubiera acabado su charla. Y la realidad era que no se podía estar más agobiado, por aquella patata caliente que a pesar de ser un eufemismo, ahora mismo le quemaba como el calor de mil soles. Empezó a sudar, aún y cuando la noche era de las más cálidas que hubo en Tanzaku en mucho tiempo.
Hasta que mordió el anzuelo, pero no de la manera prevista.
—Entonces vendrás a contárselo tú —decidió, y los tres soldados tras suyo vacilaron ante la repentina decisión tomada por el vigilante. Alzó los brazos y por ende su espada, apuntalando al mensajero—. camina lentamente y no intentes nada, porque te corto el pescuezo. Vamos, muévete.
Ligero cambio de planes. O bueno, ni tan ligero. ¿No, Uchiha Akame?
Akame sonrió para sí cuando vio la primera reacción que sus palabras tuvieron en el inexperto soldado de fortuna. «Esto ha sido coser y cant...»
Los pensamientos se le ahogaron en el cerebro cuando el tipo, en un movimiento brusco, levantó el brazo con la punta de su espada mirando al pecho del Uchiha. Así, exigió que él mismo fuera quien se viera con el Centinela y le entregase el mensaje en persona. «¿Pero qué...? ¡Será cabrón!»
Unos momentos de tenso silencio precedieron a la demanda del guardia. Akame miró la espada, y luego lo miró a él. Se cuadró en el sitio para dejar claro que no se sentía intimidado, hablando con la dureza característica de un joven sicario acostumbrado a lidiar con ese tipo de situaciones.
—¿Estás de coña, hermano? ¿O me ves cara de parvo? —le espetó con desprecio—. El mensaje se lo das tú, y no me toques los cojones que hoy no tengo la noche para tonterías. Yo ya he cumplido, y más te vale que bajes esa mierda antes de que te hagas daño.
En su disfraz, Akame se inclinó ligeramente hacia adelante, sin despegar sus ojos de los del muchacho. Quizá estaba forzando demasiado su cohartada, pero más sospechoso le parecería simplemente aceptar como un cochino de camino al matadero. No, los matones y sicarios no se amilanaban a las primeras de cambio.
La mano del guarura empezó a temblar, y la hoja por poco y se le resbala de las manos. Decidió entonces abalanzar aquella arma hacia el mensajero, pero luego se arrepintió; y se debatió entre esas dos líneas de acción al menos una docena de veces en su cabeza. Pero en cuanto estuvo a punto de tomar la decisión equivocada, imperó la razón por sobre cualquier otra cosa. No porque fuera el hombre más resolutivo ni mucho menos, sino que el desconocido no parecía haberse inmutado por su aparente represalia. Y aquello le descojonaba.
Se secó el sudor de la frente con la diestra, y señaló al mensajero, de nuevo.
—Anda, lárgate antes de que me arrepienta —dijo, envalentonado—. Yura, ve a informar.
El guardia y el resto de sus compañeros comenzaron a retroceder, a medida de que lo hiciera Akame.
Y pudo ver que uno de los guaruras pareció dirigirse a toda prisa hasta los linderos del interior de la casona, a compartir, probablemente, el mensaje.
Sólo quedaba esperar.
. . .
En el mientras tanto, El Herrero había quedado en soledad; acompañado de la incipiente oscuridad del los callejones que había elegido para perpetuar su plan. Según las disyuntivas conversadas, se trataba de un sector bastante callado y aparentemente inhóspito, pues no parecía haber indicios de que hubiera gente en los alrededores. Además, no era una zona residencial sino comercial, por lo que quizás no hubiese nadie dormitando por allí.
Los ojos del atento Uchiha captaron el tembleque en la mano que sostenía aquella espada; incluso un ninja joven como él sabía identificar el miedo cuando lo veía. «Maldito aficionado, ¡retrocede y no me des más problemas!»
Por un momento Akame temió que aquel mercenario perdiese los papeles y todo terminase con sangre, pero por fortuna no fue así. Tuvo que contener un suspiro de alivio cuando el otro, aun queriendo enmascarar el miedo que le invadía, le despachó con una bravata y luego mandó a otro de los tres guardias a informar. Akame sonrió para sí mismo y se dio la vuelta sin decir palabra, dirigiéndose hacia el callejón más próximo.
Una vez allí su Henge se esfumó, luego hizo un sello con ambas manos y un Kage Bunshin apareció a su lado.
—Vigila e infórmame si ves al tipo salir —le ordenó.
La copia asintió y se agazapó entre las sombras mientras el verdadero desandaba el camino que le llevaría hasta la calleja donde se suponía que le esperaba Datsue.
Datsue, que llevaba minutos sin parar de dar vueltas y más vueltas de los nervios que tenía, se le paró el corazón cuando vio una figura doblando la esquina y acercándosele.
Entonces le reconoció.
—La madre que me parió —susurró, al comprobar que venía solo—, ¿por qué tardaste tanto? ¿Picaron el anzuelo? ¿Va a venir? —le bombardeó a preguntas, y, antes de dejarle responder, agregó:—. Hay que colocarse los comunicadores avanzados como nos volvamos a separar, tío. Que para algo nos dejamos medio riñón en ellos.
Allí, sumido en la oscuridad y la incertidumbre, Datsue lo había pasado fatal. No quería que le volviese a suceder.
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8/04/2018, 21:25 (Última modificación: 8/04/2018, 21:28 por Umikiba Kaido.)
Tras varios minutos que supusieron ser una eternidad, el Kage Bunshin detectó movimiento entre las filas del Centinela. Y vaya qué movimiento, pues de aquel refugio salió el señalado, ataviado de su vestimenta militar muy dispuesto a atravesar con parsimonia el umbral de su guarida. Tras él, una fila de soldados le seguía a buena marcha. Se podían contar unos ocho. Ninguno le acompañó durante su travesía, sin embargo; sino que se perdieron en la noche hacia la dirección de la que Akame podía intuir se encontraba la primera casona de seguridad. Abandonando el área comprometida y buscando comprimir al pequeño ejército que tenía a su disposición, probablemente, ante los vestigios que amenazaban con quebrantar su régimen.
El Uchiha pudo ver en sus rostros la aflicción y cierta desidia, aún y cuando la rectitud de sus cuerpos transmitía obligación. El miedo y la necesidad parecía ser el motor principal de aquellos civiles, dispuestos a morir por la venganza de un mercenario.
El ejército pronto dejó de estar a la vista, y El Centinela se aproximaba a paso firme hasta el punto de encuentro.
. . .
Sus manos yacían dispuestas en la parte posterior de su espalda mientras avanzaba con rigidez por el callejón de la discordia. Lo único que rompía el lúgubre silencio era su caminar, que levantaba partículas de polvo y alborotaba a las luciérnagas que se arremolinaban seducidas en las pocas farolas que apenas iluminaban la calle.
De un momento a otro, se detuvo. Miró a su diestra, a su izquierda. Luego al cielo.
Y sonrió.
—Runoara Soroku —recitó, con dificultad. Su voz resultó ser un carraspeo forzado que luchaba por salir de su garganta, herida y maltrecha—. Runoara Soroku, mírame. Fue voluntad de los Señores del Hierro que su fuego me convirtiera en cenizas para extinguirme hasta el fin de los tiempos, y aún así; hoy mi llama no puede estar más viva. ¿Vuelves a ser tan estúpido como para seguir los designios de tu marca, Runoara Soroku?
»Porque volverás a fallar. Y tu carga se hará más pesada, cada vez, después de cada intento fallido. De cada estrepitosa caída. No será mi llama la que fallezca, sino la tuya. Y la de los ancestros a los que respondes ciegamente.
Tras su Hermano avisarle de que el Centinela había picado el anzuelo, Akame se buscó un escondrijo para poder aparecer por sorpresa en caso de necesidad. La estrategia pactada era clara —la que siempre habían usado, y la más eficaz de lejos—, pero aún así, el Uchiha no pudo evitar cambiar constantemente el peso del cuerpo de una pierna a otra, mientras se restregaba las manos en el pantalón, sudorosas.
«Puedes hacerlo, puedes hacerlo, puedes hacerlo…», se repetía una y otra vez.
Y entonces lo vio. Tal y como le habían descrito. Era él.
—Runoara Soroku —recitó, con dificultad. Su voz resultó ser un carraspeo forzado que luchaba por salir de su garganta, herida y maltrecha—. Runoara Soroku, mírame. Fue voluntad de los Señores del Hierro que su fuego me convirtiera en cenizas para extinguirme hasta el fin de los tiempos, y aún así; hoy mi llama no puede estar más viva. ¿Vuelves a ser tan estúpido como para seguir los designios de tu marca, Runoara Soroku?
»Porque volverás a fallar. Y tu carga se hará más pesada, cada vez, después de cada intento fallido. De cada estrepitosa caída. No será mi llama la que fallezca, sino la tuya. Y la de los ancestros a los que respondes ciegamente.
«¿Qué coño dice?».
—Está vez será distinto —se atrevió a responder, lacónico, mientras buscaba que sus miradas se cruzasen. Y es que Datsue, tras su disfraz, tenía el Sharingan activado, con el objetivo de hacer caer en el Saimingan al Centinela. De lograrlo, la ilusión representaría la realidad. Partícula por partícula, tratando de que no se diese cuenta del engaño.
Porque, mientras tanto, Akame…
¤ San Tomoe no Sharingan ¤ Ojo Giratorio de Tres Aspas - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Uchiha 60 - Gastos: 18 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:Percepción+18 - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Los iris del usuario se vuelven de color carmesí, y alrededor de sus pupilas surgen tres aspas negras que giran hasta formar un trío en una circunferencia imaginaria. Este estado del Sharingan se considera el más avanzado en su forma básica.
El Sharingan le da color al chakra, y permite distinguir su composición elemental. El usuario puede ver el flujo del chakra de otros seres vivos como un manto, con suficiente precisión para detectar si tiene mucho o poco chakra (CK actual) o si ese chakra es débil o poderoso (mide aproximadamente el Poder), pero no con la suficiente para detectar movimientos de chakra dentro de un oponente si no hay una técnica activa. El Sharingan puede ver el chakra de las técnicas activas: las que afecten al interior de un ser vivo o las que ya se encuentren en el exterior de un oponente, pero no antes de que se hayan formado. Puede detectar si alguien está siendo afectado por una técnica ilusoria.
La percepción visual del usuario goza de un gran estímulo, volviéndose muy sensible al movimiento. El Uchiha puede leer labios con extrema facilidad o imitar movimientos tan sutiles como los de la escritura, escribiendo lo mismo que alguien a quien está observando. En combate, el clan utiliza esta destreza para seguir con claridad los movimientos físicos (y no de técnicas, importante) de un oponente y de sus extremidades en el Taijutsu, y para leer con claridad los sellos manuales que realiza. Si y sólo si el usuario conoce la técnica que va a utilizar, puede anticipar una respuesta (hay muchas técnicas con secuencias de sellos similares o iguales. En este caso, el Uchiha no tiene manera de saber qué va a hacer el oponente). El Tres Aspas hace que el Uchiha pueda predecir dónde va a encajar un golpe de Taijutsu mediante la lectura de las tensiones en los músculos del cuerpo del oponente, dotándole de cierta capacidad predictiva. Cabe destacar que aunque el usuario sea capaz de percibir un movimiento, necesita las capacidades físicas y de reacción para poder responder ante él.
La habilidad para leer los movimientos del Sharingan le otorga al usuario la capacidad de copiar los sellos de una técnica de Ninjutsu o de Genjutsu (o los movimientos de una técnica de Taijutsu) que no dependa de una facultad personal para ejecutarla al mismo tiempo que el oponente o registrarla en su repertorio (hasta un máximo de tres técnicas). Se pueden imitar evolutivas, pero no registrarlas. Para copiar una técnica se debe de tener su requisito convertido a la facultad Uchiha.
El Sharingan le permite al usuario distinguir técnicas como los clones simples (no los generados por la técnica Kage Bunshin no Jutsu) de un usuario real, y ver a través de la técnica Henge no Jutsu.
El Sharingan de Tres Aspas es capaz de penetrar y romper los Genjutsus sensoriales, y de ver a través de las imágenes creadas por los Genjutsus ambientales.
¤ Saimingan ¤ Ojo Hipnótico - Tipo: Apoyo (Genjutsu visual) - Rango: A - Requisitos: Uchiha 60, Sharingan de Tres Aspas activo - Gastos: 18 CK, impide regen. de chakra - Daños: - - Efectos adicionales: Distracción, control, ataque sorpresa, engaño - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Mediante su Sharingan, el usuario es capaz de hacer entrar en un Genjutsu a su oponente con mero contacto visual. Cuando el oponente entre en su ilusión, podrá mostrarle lo que desee, emulando visión, sonido, e incluso sensaciones como el dolor o el placer. Mientras se realiza el Genjutsu, el usuario no puede atacar a la victima, pues cualquier daño externo anularía el engaño, y durante el transcurso del mismo, tanto usuario como oponente estarán paralizados en el sitio. El ejecutor será capaz de modificar el entorno por completo durante el transcurso de la ilusión, y de hacer que la ilusión dure todo el tiempo que haga falta, hasta un máximo de diez turnos. Si dispone de menos de 40 de Inteligencia, no será capaz de mantener ninguna técnica activa mientras la utiliza.
(Uchiha 70) Por 32 CK adicionales al gasto base, si la Inteligencia del usuario es mayor que la Voluntad del oponente en más de 30 puntos o en más de 10 si el PV del oponente ha descendido por debajo de su 60%, si la víctima está completamente inmovilizada, o si se trata de un civil, el usuario puede utilizar la técnica para crear un estado de sueño profundo mediante hipnosis. Luego podrá interrogar al afectado libremente si así lo desea o dejarlo caer inconsciente. Si sufre daños, o pasan tres turnos, despertará. Mediante este uso de la técnica también se puede inducir una parálisis en lugar de un sueño profundo.
(Uchiha 100) Con el Tres Aspas muy desarrollado y mucho entrenamiento, la técnica es increíblemente poderosa, pues el usuario será capaz de moverse mientras se ejecuta —muy lentamente con Inteligencia < 40, lentamente con Inteligencia de 40 a 80, y con total normalidad con Inteligencia > 80, aunque no podrá ejecutar técnicas adicionales a las que ya mantiene si no supera los 100 puntos de Inteligencia—. Recordamos que cualquier daño al oponente lo sacará de la ilusión. En este caso, el oponente se moverá con normalidad fuera de la ilusión, pero estará encarcelado en ella y podrá ser engañado mientras el usuario controla sus cinco sentidos.
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