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13/09/2018, 03:54
(Última modificación: 13/09/2018, 04:23 por Umikiba Kaido. Editado 2 veces en total.)
—No, no, Kaido, creo que hiciste bien —dijo Daruu—, sólo me da pena que haya tenido que... un momento.
—¿Uhm?
Y como una centella, abrió la puerta. Resulta ser que no estaba paranoico. Realmente había oído algo que al final resultó ser alguien.
—¡¡Ayame!! —bramó su amigo, tan feliz como una lombriz. Arrojándose a los brazos de su amada, a la que en algún momento del tempestuoso trayecto creyó perdida. Para siempre—. No sabes lo que me alegro de verte. De veros. Escucha, yo... yo... yo...
Finalmente, una disculpa. Y uno de los Te quiero más crudos y reales que pudiera haber escuchado el Tiburón en sus cortos quince años de vida.
Kaido permaneció todo el tiempo con los brazos cruzados, a una distancia prudente, con una entrañable sonrisa en el rostro. Viendo a los tórtolos como un padre orgulloso, o un cupido muy azul.
—¡Lo siento! ¡Yo... Yo no... No quería perder el control así! ¡De verdad que no...! ¡Me resistí con todas mis fuerzas mientras el Gobi me hablaba y Datsue seguía atacándome! ¡Pero no pude hacerlo! ¡No pude...! Yo... ¡LO SIENTO MUCHÍSIMO!
—Ya todo pasó, no hay por qué lamentarse —contestó él, sincero—. Me alegra que estés bien, prima.
Prima. Colega. Amiga. Esa jodida niñata se había ganado un pedacito de su podrido corazón, al igual que el puto pelopincho de los cojones, y les iba a culpar durante toda la eternidad por ello.
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Daruu abrazó a Ayame aún más fuerte. Rozó la mejilla contra su pelo. «Cállate ya, sólo quiero tenerte aquí, sana y salva...»
—No pasa nada, yo también cedí a las provocaciones de un uzureño de mierda —sollozó el—. Supongo que podemos dejarlo en que somos los dos un desastre —rio—. ¡Vamos, entra! Únete al aquelarre de villanos amejin. —Besó su cuello y se apartó, cogiéndola de la mano y tirando de ella hacia dentro del camarote. Cerró la puerta y señaló la cama—. Vamos, siéntate. Estábamos hablando de lo que ha pasado.
El muchacho se adelantó a ella y tomó asiento, como estaba antes.
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—Ya todo pasó, no hay por qué lamentarse —escuchó la voz de Kaido tras la espalda de Daruu—. Me alegra que estés bien, prima.
Volverle a oír utilizando esa palabra sólo empeoró las cosas. Sentir los brazos de Daruu apretándose en torno a su torso sólo empeoró las cosas. En lugar de calmar sus llantos, Ayame sollozó con aún más fuerza, profundamente conmovida. Pero también terriblemente confusa. ¿Por qué no la odiaban? ¿Por qué no la miraban con terror? ¡Se había presentado como un auténtico monstruo ante ellos y la recibían con los brazos abiertos!
—No pasa nada, yo también cedí a las provocaciones de un uzureño de mierda —lloró Daruu con ella—. Supongo que podemos dejarlo en que somos los dos un desastre —rio, ella quiso reír pero sólo le salió un hipido muy raro—. ¡Vamos, entra! Únete al aquelarre de villanos amejin —sintió sus labios en su cuello, estremeciéndola, y después se apartó de ella y la tomó de la mano, invitándola a pasar dentro del camarote mientras ella se esmeraba en limpiarse las lágrimas con la mano libre. Cerró la puerta cuando todos hubieron pasado y le señaló la cama. A Ayame ni siquiera le importó que estuviera deshecha, se dejó caer sobre ella con un fatigado suspiro cargado de cansancio—.Estábamos hablando de lo que ha pasado.
—Sh... Shanise-senpai me contó parte... No sé qué pasó cuando os desaparecisteis conmigo, pero... —balbuceó ella. Aún temblorosa, alzó la mirada hacia Daruu. Una mirada cargada de terror y congoja—. ¿Es cierto que te esposaron, Daruu-kun? ¿Es cierto que planeaban secuestrarnos?
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14/09/2018, 15:17
(Última modificación: 14/09/2018, 15:18 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Daruu suspiró y cerró los ojos. Era hora de contarlo todo otra vez. Y tal y como hizo con Kaido, procurando no dejarse absolutamente ningún detalle, contó lo sucedido a Ayame. Desde que su técnica había fallado, pasando por la batalla en la Planicie del Silencio, continuando con cómo tras agradecerles Akame le traicionó como una rata inmunda, cómo Eri obedeció su orden sin rechistar, y hasta todo lo sucedido con Hanabi, el Rey de las Ratas.
— Esas ratas Uchiha —dijo Daruu— . Tenías razón, Ayame. Por eso lo siento, soy yo el que más cosas tiene que sentir.
Nivel: 28
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Finalmente, después de un poco de lágrimas y moco desparramado; Daruu invitó a Ayame a que tomara asiento, mientras repasaba nuevamente todo lo sucedido con ella, los uzurateros y el examen.
—Bueno, basta de andar disculpándose, coño —espetó Kaido—. no quiero más lamentos en este barco, o les tiro por la borda a los dos, cabrones —bromeó, tratando de aligerar un poco el ambiente tan pesado que envolvía a la habitación—. ahora sólo hay que esperar a ver qué es lo que hará Yui-sama cuando se entere de toda esta mierda. Pff, esos Uzujin no tienen idea de a quién se la están jugando.
»¿Qué creéis que suceda con el pacto? ¿Y con el Chunin?
Al garete. Al garete se había ido cualquier pretensión suya de obtener ese jodido chaleco.
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15/09/2018, 11:35
(Última modificación: 15/09/2018, 11:35 por Aotsuki Ayame.)
Ayame escuchó con suma atención todo lo que Daruu tenía por contar. No intervino en ningún momento ni llegó a interrumpirle. Ella ya sabía algunos de los datos, contados por Shanise; pero todo su mundo se vino abajo cuando Daruu le relató cómo Eri le esposó por orden de Akame.
—No puede ser... —susurró con un hilo de voz, con el rostro lívido.
Eri. Uzumaki Eri. La única persona en aquella aldea a la que había llegado a considerar una verdadera amiga. Eri. Los recuerdos del sonido de su flauta y su propia voz entremezclándose ante una multitud en Taikarune llenaron sus oídos, los recuerdos del batido compartido inundaron sus ojos y los de la pizza que habían compartido hacía apenas unos días echaron a rodar sus lágrimas. Eri. Uzumaki Eri. La misma que le había salvado la vida, casi había condenado la de Daruu. Tenía que tratarse de un error. Seguramente Eri se había visto obligada a cumplir la orden de Akame como superior. Quería creerlo. Tenía que ser eso, porque la Eri que ella conocía jamás haría algo así... ¿no?
Tampoco quedaba claro por qué habían esposado a Daruu después de sellarla. No tenía sentido, lo mirara por donde lo mirara. Él no se iba a negar a volver, ni se iba a negar a que la trataran en el hospital. Pero si no pretendían secuestrarlos, ¿por qué le esposaron a él y después la trataron a ella?
«Akame tenía otros planes separados de los de su kage.» Comprendió Ayame, apretando los puños con rabia y miedo contenidos en un mismo recipiente. ¿Y qué pasaría si cualquiera de los dos volvía a cruzarse con él?
Sin embargo, para rematar el redoble de tambores, llegó la traca final. Ante la comprensible rabia de Daruu de verse esposado sin ningún tipo de explicación más que una supuesta precaución y separado de Ayame, ¡el Uzukage amenazó con matarlos a ambos si no se disculpaba! Fue ahí cuando Daruu perdió toda compostura, intentó apuñalar a Akame por la espalda, terminó con la nariz rota y casi podía dar las gracias por no haber acabado muerto.
—¡No deberías haber hecho eso...! —susurró Ayame, con un débil hilo de voz.
El relato terminó y Ayame se abrazó las rodillas con ambos brazos. Toda la información zumbaba en su cabeza como un enjambre de abejas furiosas y confundidas. Akame los había teletransportado. Eri la había sellado. Eri había esposado a Daruu. Akame los había devuelto al hospital de Uzushiogakure. Un secuestro sin sentido. Una amenaza de muerte del Uzukage. El intento de asesinato en defensa propia de Daruu. Daruu con la nariz rota. Daruu casi muerto. Uzushiogakure...
—Todo el mundo habla de la belleza de los cerezos de Uzushiogakure —comentó Ayame en voz baja y lenta, paladeando cada palabra. Por su mente pasaron varias imágenes: Uchiha Datsue, con sus venganzas y mentiras; Uchiha Akame, con sus secuestros y sus mentiras; Sasaki Reiji, defensor de las estafadores con más mentiras; Nabi, quien le arrojó una hez de su perro; Eri... Eri...—. Pero yo sólo he visto un manojo de cerezas podridas.
Era irónico que la única persona que se había portado bien con ella allí, aparte de sus compañeros, hubiese sido, precisamente, un shinobi de Kusagakure.
Ayame volvió a apretar los puños, con un dolor vacío en su pecho.
—Bueno, basta de andar disculpándose, coño —espetó Kaido—. No quiero más lamentos en este barco, o les tiro por la borda a los dos, cabrones —bromeó, y Ayame esbozó una amarga y débil sonrisa—. Ahora sólo hay que esperar a ver qué es lo que hará Yui-sama cuando se entere de toda esta mierda. Pff, esos Uzujin no tienen idea de a quién se la están jugando. ¿Qué creéis que suceda con el pacto? ¿Y con el Chunin?
Pero Ayame había vuelto a palidecer al oír el nombre de su Arashikage. Con un profundo suspiro, y temblando como una hoja de otoño, volvió a enterrar la cabeza entre las rodillas.
—Sobre el Pacto y el examen no tengo ni idea, pero desde luego yo me puedo olvidar del chaleco... —afirmó, con un doloroso nudo en la garganta. Adiós a su plan de hacerle frente a su padre después de conseguir ascender a Rango Medio—. Lo que sí se es que me va a matar. Eso va a pasar. Lo de hoy... no ha sido la única vez... No ha sido la única vez que he perdido el control en esta aldea...
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—Ay, no te preocupes, Ayame... tampoco creo que me den a mí el chaleco, después de todo lo que no me lo merez... —Paró en seco—. ¡Espera! ¿Cómo que no es la única vez que has perdido el control? ¿Qué más ha pasado?
Ayame no le había contado a Daruu nada al respecto. Quizás había sucedido cuando estaba enfadada con él.
Daruu bajó el rostro, sombrío.
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—Sobre el Pacto y el examen no tengo ni idea, pero desde luego yo me puedo olvidar del chaleco...—admitió Ayame, y Kaido la acompañó en aquella afirmación. En realidad, creía que nadie iba a ganarse ningún chaleco, dadas las circunstancias de lo sucedido, y de que cualquier evaluación de las pruebas quedaba en un segundo plano tras los conflictos entre aldeas—. Lo que sí se es que me va a matar. Eso va a pasar. Lo de hoy... no ha sido la única vez... No ha sido la única vez que he perdido el control en esta aldea...
Luego, Daruu reparó en algo.
En que aquella vez no había sido la única. En que Ayame, según sus propias palabras, ya había caído antes en las garras sugestivas de esa bestia en su interior.
Kaido mantuvo el agónico silencio, con el interés a llama viva.
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16/09/2018, 16:30
(Última modificación: 16/09/2018, 16:48 por Aotsuki Ayame. Editado 3 veces en total.)
—Ay, no te preocupes, Ayame... tampoco creo que me den a mí el chaleco, después de todo lo que no me lo merez... —comenzó a decir Daruu, pero se detuvo en seco al reparar en el verdadero significado de las palabras de Ayame—. ¡Espera! ¿Cómo que no es la única vez que has perdido el control? ¿Qué más ha pasado?
Ayame escondió aún más el rostro entre las rodillas con un largo y pesado suspiro. Kaido se mantenía en silencio, pero ella era bien consciente de que la atención de ambos recaía sobre sus hombros como dos pesadas rocas.
—Creo que fue entre la primera y la segunda prueba. O entre la segunda y la tercera, no lo recuerdo bien... —comenzó a relatar, con un hilo de voz. El tiempo pasado en aquella condenada aldea se entremezclaba en su cabeza como un caótico remolino—. Me crucé con un chico de Uzushiogakure con un perro, no sé si lo conoceréis... Creo que se llamaba... Inuzuka Nabi. Primero empezó con que si estaba ocupando su sitio, que si yo era una mala persona por echarle cebolla a la comida, que si era una espía de Kusagakure... —soltó una risilla amarga—. Eran cosas totalmente fuera de sentido. Al principio creí que el chico no estaba en sus cabales, así que no le di demasiada importancia. Pero entonces... —se mordió el labio inferior, temblorosa—. Empezó a acusarme. Empezó a decir que era yo la que iba todo el rato detrás Uchiha Datsue, que si le estaba haciendo la vida imposible por un par de bromas, que pobrecito por todo lo que le estaba haciendo —Ayame apretó los puños, le hervía la sangre de sólo recordarlo—. ¡¿Pero qué narices sabía él y cómo se atrevía a meterse donde no le llamaban?! Me enfadé, pero lo último que quería enzarzarme en una pelea en una aldea que no era la mía. Por eso me levanté, dispuesta a irme... Y entonces me tiró una... caca de su perro... —culminó, con los ojos empañados y con el rostro encendido de ira y de vergüenza. Ni siquiera cuando soportaba el acoso en la Academia había sufrido algo así—. No pude controlarme y... No sé qué pasó después. Perdí el conocimiento de repente. Para cuando volví en mí, papá me dijo que dos ANBU me habían neutralizado y habían modificado los recuerdos de Nabi.
Calló, tras un último suspiro cargado de pesar. Pero no tardó en volver a utilizar la palabra tras alzar la mirada hacia sus dos compañeros. Necesitaba desahogarse. Descargar todo lo que había tenido durante aquellos días que habían terminado por pasar por una eternidad para ella:
—En esa aldea están todos locos. No sé qué demonios tienen en la cabeza —afirmó, ceño fruncido y puños apretados—. En otra ocasión me crucé con un shinobi espadachín que se hacía llamar Reiji y que me advirtió que no probara un juego con cubiletes y bolitas que un hombre estaba haciendo en la calle. Cuando le pregunté que por qué permitía estafas y engaños de ese tipo hacia la gente de su aldea me soltó que los ninjas éramos iguales que esos estafadores y que aquel pobre hombre sólo se estaba ganando la vida. ¡Que la gente sabía a lo que iba cuando apostaba por ese juego! ¿Cómo vas a apostar dinero por un juego que sabes que es imposible de ganar? ¡No tiene ningún sentido! ¡Y, por si fuera poco, cuando hice lo que él debería haber hecho y lancé tres senbon a los cubiletes para demostrarle a la gente que estaban siendo engañados me acusó de haber atacado a un civil! ¿Pero es que estamos locos o qué pasa? ¿No hay nadie con sentido común en Uzushiogakure?
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Ayame pasó a contarles dos historias de lo más inverosímil. Daruu habría reído en las dos, si se hubieran presentado en otro marco que no fuera el de la Ciudad de las Ratas.
Primero estaba el tipo del perro, ese tal Nabi. Otro loco más que Daruu sí conocía. La Rata de Mierda le había lanzado un excremento de su propio perro. Él sólo sentía ganas de acuchillarlos, a ambos. ¿Hasta dónde podían llegar las mezquindades en aquella villa?
No tardó mucho en averiguarlo: para eso estaba la segunda historia. Lejos de apresar a un estafador, un tal Reiji, la Rata de Espadas, decidía ignorar todo crimen de dentro de sus muros por considerarlos actos de trabajo honrado. ¿Pero qué clase de sirvientes públicos entrenaban en Uzushiogakure? Había oído hablar de Uzumaki Zoku, pero por lo visto la maldad y el sinsentido más bárbaro reinaban bajo la sombra de todos y cada uno de los cerezos.
—Desde luego que lo están, están todos locos de atar —confirmó Daruu—. No hay pesticida en el mundo para acabar con tantas Ratas, tan astutas y perversas. Ayame, debes aprender mantener el bijuu a raya. No por ti, sino por esa gente, quién sabe lo que serían capaz de hacer paea hacerte perder el control y luego aprovechar para que la opinión pública vaya en nuestra contra.
»Los uzujin traicionan su propia historia... ¿qué pensaría su primer kage de todo esto? ¿De las malvadas intenciones de Akame? ¿Qué coño hacen recolectando bijuus?
»Terrible asunto.
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El rostro de Kaido, a lo largo de aquellas anécdotas de Ayame, era todo un poema. Un compendio de gestos que delataban incomprensión, y que muy en el fondo, le hacían creer que la guardiana estaba inventándose todo aquello para puntualizar mejor todo lo sucedido. Para justificar su pérdida de conciencia, que desató todo el desastre.
Pero en ella no había atisbo alguno de falsedad. Lo decía en serio.
Todos esos uzujin estaban idos de olla.
—Pero, ¿cómo se aprende a controlar a esa Bestia? es decir, no es que haya un jodido manual de domando Bijuus para tontos en la biblioteca de la academia. Has dicho que te hablaba, ¿no? ¿si ahora mismo lo quieres, puedes conversar con él?
Desde luego, no sabía que era una ella.
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—Desde luego que lo están, están todos locos de atar —afirmó Daruu—. No hay pesticida en el mundo para acabar con tantas Ratas, tan astutas y perversas. Ayame, debes aprender mantener el bijuu a raya. No por ti, sino por esa gente, quién sabe lo que serían capaz de hacer paea hacerte perder el control y luego aprovechar para que la opinión pública vaya en nuestra contra.
Ayame se encogió aún más sobre sí misma. ¡Como si no lo estuviera intentando ya! ¡Como si fuera tan fácil como apretar un botón o, simplemente, sujetar la cuerda de un perro! Estaban hablando de una bestia. Aquello no era un perro. Ni siquiera era un lobo. Era mucho más que eso. Mucho más que la bestia más salvaje que se pudiera imaginar. ¿Qué poder tenía ella frente a una influencia como aquella?
—Los uzujin traicionan su propia historia... ¿qué pensaría su primer kage de todo esto? ¿De las malvadas intenciones de Akame? ¿Qué coño hacen recolectando bijuus? Terrible asunto. Terrible asunto.
Terrible. Tan terrible que la aterraba. Y odiaba vivir con miedo. Miedo a vivir. Miedo a volver a encontrarse con los Uchiha en cualquier momento y terminaran secuestrándola de verdad. Ayame estaba convencida de que pasaría noches teniendo la misma pesadilla.
—Pero, ¿cómo se aprende a controlar a esa Bestia? es decir, no es que haya un jodido manual de domando Bijuus para tontos en la biblioteca de la academia. Has dicho que te hablaba, ¿no? ¿si ahora mismo lo quieres, puedes conversar con él?
—No... estoy muy segura... —afirmó ella, y cuando ladeó la cabeza algunos mechones de cabello oscuro resbalaron por su mejilla—. Más bien, es ella quien me habla cuando quiere. Y suele hacerlo en esos momentos... para tentarme con darme poder para... destruir a quien me está molestando —confesó, y cerró los ojos profundamente avergonzada y asustada—. Siempre intento resistirme, pero siempre hay algo que rebasa mi límite y es cuando explota. Quiere liberarse, lo sé. Y hará cualquier cosa por conseguirlo.
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Daruu cerró los ojos, se cruzó de brazos y dio un largo y tendido suspiro.
—Entonces no se trata de cómo resistir a un bijuu —intervino Daruu—. Se trata de evitar que te provoquen. Un asunto en el que todos deberíamos mejorar. Creo que Kaido-kun es el que mejor lo lleva de los tres.
»Perdí los nervios delante del Rey de las Ratas y del General Rata, y eso es lo que casi nos cuesta la vida a nosotros dos. Fue mi responsabilidad. La tuya: ceder ante Uchiha Datsue. Uchiha Datsue, él es el origen de todo este mal. Y seguro que los dos estaréis de acuerdo conmigo que en cuanto a sacar a pasear la lengua como una serpiente rastrera, es el mejor de todo Oonindo. Suena con convicción, con presencia.
»Si el bijuu te habla y tú cedes, es como si cedieras ante cualquier otra persona. Quizás tu padre pueda ayudarte con eso. Tenemos que fortalecernos, todos. Quizás yo pregunte a Kori-sensei. Quizás ambos debiéramos hacerlo. ¿Cómo se mantiene siempre impertérrito? Lo admiro, la verdad.
Suspiró. Se dio cuenta de algo y se reincorporó, de golpe.
—Ah, ¡Ayame! A propósito, ¿sabes quién resultó ser el traidor que le contó a Datsue todo? Inoue Keisuke. Shanise ordenó a Kaido que le ejecutara. Ahora esta... Muerto.
»Y es como debe ser. Todos deberíamos confiar en los de nuestra aldea, ¡no en un shinobi extranjero que habla bien y dice cosas bonitas! Nunca sabes cuándo te dará una puñalada por la espalda. Nunca. Eso es lo que he aprendido hoy. Eso es lo que todos deberíamos aprender del día de hoy. Y entrenar. Sobretodo entrenar mucho. Para que no nos cojan desprotegidos.
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Era irónico. Bastante, que fuera él, el más irritante de los tres, el que menos hubiera perdido los papeles. Pero es que eran circunstancias totalmente diferentes, y el tiburón nunca estuvo en el epicentro de todos los problemas. Si hubiera sido así, quizás, alguien más que Keisuke habría acabado muerto.
Y hablando de Keisuke...
Los ojos se le abrieron como platos. Sus cuchillas de dientes se escondieron tras un gesto de recelo. No, Daruu, aquella no era la forma de revelar una información tan delicada. No a Ayame.
—¡Bueno! —interrumpió, como quien no quiere la cosa—. ya habrá tiempo para hacer todo eso que dice Daruu-kun. Lo que quiero ahora es dejar atrás este calor de mierda y llegar a casa, descansar un par de días y volver a la rutina.
»No os comáis mucho la cabeza con los uzujin, no vale la pena. Con saber que tenemos que cuidarnos las espaldas y no fiarnos de esos cabrones creo que bastará.
Se levantó de su asiento y enfrentó a sus compañeros.
—Me voy a mi cuarto, estoy cansado. ¿Nos reunimos en la aldea para comer algo luego?
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16/09/2018, 21:07
(Última modificación: 16/09/2018, 21:08 por Aotsuki Ayame.)
—Entonces no se trata de cómo resistir a un bijuu —intervino Daruu—. Se trata de evitar que te provoquen. Un asunto en el que todos deberíamos mejorar. Creo que Kaido-kun es el que mejor lo lleva de los tres. Perdí los nervios delante del Rey de las Ratas y del General Rata, y eso es lo que casi nos cuesta la vida a nosotros dos. Fue mi responsabilidad. La tuya: ceder ante Uchiha Datsue. Uchiha Datsue, él es el origen de todo este mal. Y seguro que los dos estaréis de acuerdo conmigo que en cuanto a sacar a pasear la lengua como una serpiente rastrera, es el mejor de todo Oonindo. Suena con convicción, con presencia.
Eso no era algo que tuviera que jurar. Todos allí habían presenciado y experimentado la labia de Datsue. Aquellas venenosas palabras recubiertas de dulce miel para atraerte justo al terreno que él desea. Pero Ayame no estaba dispuesta a caer de nuevo en ello. No. Ni aunque le estuviera afirmando y prometiendo que el cielo era azul detrás de las nubes, Ayame no estaba dispuesta a creer ni una sola palabra más salida de aquellos labios.
—Si el bijuu te habla y tú cedes, es como si cedieras ante cualquier otra persona. Quizás tu padre pueda ayudarte con eso —continuó, y Ayame se estremeció ante la sola idea. Aunque sabía que tenía razón. Tendría que someterse a sus entrenamientos...—. Tenemos que fortalecernos, todos. Quizás yo pregunte a Kori-sensei. Quizás ambos debiéramos hacerlo. ¿Cómo se mantiene siempre impertérrito? Lo admiro, la verdad.
—Fue mi padre quien le hizo así —reveló, echando la cabeza hacia atrás—. Bueno, él siempre ha sido bastante frío y distante, papá simplemente potenció esas cualidades. Siempre ha creído que los sentimientos nos vuelven débiles, y mucho me temo que le estoy demostrando que tiene razón... —añadió, con una sonrisa amarga.
Entonces Daruu pareció acordarse de algo. Comenzó a hablar sobre el traidor, y Ayame, aún perdida en todo lo que había pasado en aquel día, tuvo que hacer memoria durante unos instantes para recordar de qué estaba hablando.
«El traidor que buscó ayuda en Uzushiogakure, es cierto. Daruu-kun iba a informar a Shanise sobre él...»
Y el traidor resultó ser Inoue Keisuke. Nuevamente, Ayame se vio obligada a hacer memoria. Sólo se había cruzado una vez con él, y había sido hacía mucho tiempo. Quizás por eso la noticia de que Kaido había sido la mano ejecutora no le impactó tanto y se limitó a mirarle con gesto sombrío y terriblemente fatigado. O, simplemente, el cansancio caía sobre ella como una pesada manta como para siquiera reaccionar adecuadamente. Quizás cuando las cosas se enfriaran un poco, quizás cuando terminara de asentarse en su confundida mente terminaría de darse cuenta de lo que aquello significaba.
—Me voy a mi cuarto, estoy cansado —habló Kaido—. ¿Nos reunimos en la aldea para comer algo luego?
Ayame torció el gesto.
—Primero deberé presentarme con Shanise-senpai ante Yui-sama. Después... no sé qué pasará...
Se levantó sin demasiados ánimos y, tras despedirse de sus compañeros, se dirigió a su propio camarote.
Aquella noche, descalza y entre pasos sigilosos, Ayame volvió a subir a cubierta. El aire fresco y una suave llovizna la recibieron en un abrazo, y al mirar al cielo y verlo cubierto de aquel manto gris que tan bien conocía, supo que ya estaban entrando en el País de la Tormenta. Caminó y se dirigió a la popa del barco. Y se apoyó en la barandilla mientras hundía la mirada en las profundidades del océano. Sólo unos segundos después volvió a alzarla hacia el cielo.
Y entonces, entre lágrimas silenciosas, comenzó a entonar los versos de una canción, con voz lenta, pausada, melancólica. Una canción perdida en el tiempo y que las olas del mar se llevarían a la deriva. Una canción a modo de despedida y que terminaba de romper el único lazo que la había unido a alguna vez a Uzushiogakure. Ya no volvería a haber una flauta que acompañara a su voz.
Los tiempos estaban a punto de cambiar, y ella tendría que cambiar con ellos.
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