Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ranko le dedicó una leve reverencia al joven de los ojos blancos.
—Es usted muy amable —comenzó, con una educada sonrisa y suave tono. El negociador de su padre estaría orgulloso —. Con gusto aceptaré lo que mi Señora Morikage me ofrezca, muchas gracias.
No lo dijo con tono malicioso alguno, e intentó sonar tan respetuosa como podía. Dedicó una mirada de igual respeto a la Arashikage, quien también la instó. ¿Debería hacerlo? Ella era nueva a la etiqueta de tratar con otros dirigentes. Algo en su interior le decía que sería maleducado sentarse con gente de tal altura. Pero el de los ojos blancos tenía razón, se vería muy mal si rechazaba algo que se le ofrecía tanto. ¿Debería de preguntarle directamente a Kintsugi? Sus ojos se desviaron brevemente hacia ella.
Afortunadamente, Kintsugi habló, confirmando su sentir. Aunque su expesión no cambió, Ranko soltó un chillido de emoción en su mente. Se sentó, al fin, sólo bajo instrucción de la Morikage.
Shanise había mencionado la caída de Yukio y la inminente guerra con Kurama. Tanto Datsue como Kintsugi acordaban que sus respectivas aldeas definitivamente apoyarían a Amegakure. Y claro que lo harían. Sin importar la oposición que Kusagakure había tenido con algunos ideales del resto, seguían siendo todos hermanos lejanos.
Ranko sólo asintió cuando su Señora dijo que se podía contar con los Kusajin. Ella misma no habló. ¿Qué más podía decir? Cualquier palabra que pronunciara estaría de más por sobre las de Kintsugi.
Siete estuvo con el pico cerrado cual monja en una cena de empresa, observando como una rapaz acechando a una poca precavida presa. En ésta reunión, sentía que sobraba. Pero fuera de sus sensaciones, tenía un cometido muy claro y concreto, muy específico, así que no debía o quería hacer otra cosa salvo permanecer en un segundo plano. Debía ser un fantasma. Aunque fuese algo que normalmente no iba con él, se esforzaría en no destacar.
La reunión parecía comenzar, dado que al parecer ya estaban todos dispuestos. En lo que tomaban asientos, el tipo de orbes sin color al que había abrazado Datsue insinuó que mas tarde debían dar una vuelta a solas. Hayato no quiso poner caras, o hacer muecas, pero sonó de lo más disparatado. ¿Acaso pertenecía al club de posibles asesinos del Uzukage, o bien era el que lo había matado? Fuese del club que fuese, sonaba a mala idea. Pero seguramente el Uchiha no vacilaba al rechazar la oferta, o eso pensó el de dientes plateados. Pero para su sorpresa, fue todo lo contrario, aceptó sin pensárselo siquiera.
«Definitivamente, no entiendo nada...»
Y una sola mirada del Uzukage bastó para aclararle que tomase asiento. El Senju se sentó a su derecha, en lo que los kages intercambiaban palabras en lo que parecía una tregua para las tres aldeas. Hayato no estaba muy puesto al día sobre ello, pero sí que sabía que los bordes delimitantes con el país del Bosque así como la relación con la propia villa estaba algo más que tensa. De hecho, ni recordaba su última travesía por esos lares boscosos.
Pero la guerra les unía.
Hay un dicho bien antiguo que clarifica totalmente esa situación: El enemigo de tu enemigo, es tu amigo. Si el nueve colas y sus secuaces tenían como objetivo relativo el dominio de la señora cara-mariposas, unirse a sus rivales era una estrategia simple y a la vez brillante. Cuantos más, mejor. O como el Culebra decía: "No somos machos, pero somos muchos".
No tardaron en corroborar lo que el Senju preveía, lo que parecía ser una nueva alianza.
«Bueno, supongo que tendremos una buena oportunidad si todas las villas cooperan contra la principal amenaza... aunque sigo sin entender como Hanabi se ha quitado de en medio cuando más le necesita su villa, o puede que el mundo entero. Un shinobi con su cargo tiene unas habilidades envidiables, dedicarse a la política en medio de éste conflicto es bastante... bastante sucio...»
Siete se mantuvo a la vera de Datsue, callado y observador.
15/02/2022, 19:04 (Última modificación: 15/02/2022, 19:04 por Amedama Daruu.)
«Panda de estirados fumahierbas», pensó Daruu. «¿Instrucciones? ¡Es comodidad! ¿En tan poca estima tienes a tus compañeras?» Estaba de mal humor, pero si le había sentado mal la respuesta de Kintsugi, no lo mostró. Se había entrenado para ello desde hacía semanas. Había practicado delante del espejo, imaginándose mil y una bravuconadas de aquella harpía, incluso ataques personales hacia Ayame, hacia Shanise, o la misma Yui.
Para eso sí estaba entrenado, pero no para que Uchiha Datsue fuese Uzukage. Santísimos Dioses, es que no le pegaba nada. «Míralo, ahí todo regio, todo solemne. Qué bien habla el hijoputa. Si es que en el fondo esto es lo suyo. El escenario. Los focos.»
«Las apariencias.»
Daruu sonrió. Sabía que, por dentro, Uchiha Datsue querría haberse burlado de la bellísima perfectísima correctísima Kintsugi. Quizás, más adentro, otra persona deseara estrangularla, incluso. Saber que Shukaku estaba ahí de nuevo le hizo perder la sonrisa, y obtener a cambio un escalofrío.
El acuerdo de colaboración contra Kurama fue bastante fácil. Aunque era de esas conversaciones breves que preceden a un PERO mucho menos breve, así que Daruu se quedó allí, de brazos cruzados, esperándolo pacientemente.
22/02/2022, 01:24 (Última modificación: 22/02/2022, 01:26 por Tsukiyama Daigo. Editado 1 vez en total.)
Shanise se sintió complacida con la respuesta de los otros dos. No había dudado ni por un instante en que ambos estarían dispuestos de ir a la guerra, pero no podían cantar victoria tan pronto, pues aunque estaba claro que tenían un objetivo común, todavía tenían que resolver sus diferencias si querían trabajar juntos.
— Bien. —Dijo—. Me alegro de que esta sea vuestra respuesta, pues necesitaremos trabajar juntos si queremos llevar la guerra a Kurama.
Quizás estaba diciendo algo obvio, pero Kurama y su ejército no era un enemigo al que pudiesen derrotar peleando cada uno por su cuenta.
— Ahora hablemos de los detalles. Antes les dije que Kurama ya ha tomado el Norte del País de la Tormenta, pero tengo entendido que se ha apoderado del Este de Oonindo, también. ¿Sus ninja han investigado algo al respecto, Kintsugi? —Preguntó. Necesitaban tener toda la información posible antes de empezar a tomar decisiones.
—Bien —La Arashikage asintió, complacida con las respuestas de las otras dos Sombras—. Me alegro de que esta sea vuestra respuesta, pues necesitaremos trabajar juntos si queremos llevar la guerra a Kurama.
«Antes muerta que dejar que un bijū tomara el control de Ōnindo» Pensó Kintsugi, apretando los dientes, pero no lo formuló en voz alta. Sabía que tanto en Amegakure como en Uzushiogakure existían ciertas afinidades con algunos bijū, y lo último que deseaba en aquellos instantes es que se malinterpretaran de alguna manera sus palabras.
—Ahora hablemos de los detalles —continuó Shanise—. Antes les dije que Kurama ya ha tomado el Norte del País de la Tormenta, pero tengo entendido que se ha apoderado del Este de Oonindo, también. ¿Sus ninja han investigado algo al respecto, Kintsugi?
La Morikage asintió.
—Tengo guardias apostados por las costas septentrionales del País del Bosque. Si me permite —solicitó, alzándose en su asiento e inclinándose sobre el mapa que estaba desplegado en la mesa—. Cuando recibimos las noticias de que Kurama estaba comenzando a moverse, decidí intensificar aún más la vigilancias en ciertos puntos estratégicos —explicó, señalando con su dedo índice lugares como las Cascadas del Mar, el puerto de Tane-Shigai o el cabo que quedaba al norte de la península que ocupaba Kusagakure—. También envié algunos shinobi al mar, buscando movimientos sospechosos en el océano. Y... no tardamos demasiado en encontrarlos. Shanise-dono, Datsue-dono, los shinobi de Kurama no están haciendo demasiados esfuerzos por ocultarse. Están confiados, seguros de su inminente victoria —Kintsugi arrastró el dedo por las aguas del mapa, al este, hasta tocar tierra de nuevo. Los ojos de la Morikage, ocultos tras aquella máscara de mariposa, quedaron fijos en las otras dos Sombras—. Y ahora ocupan también el País del Rayo. Desconozco si han tomado todo el país o algunos puntos en el territorio, pero... la situación es preocupante. Si siguen extendiéndose a esta velocidad, Kurama conseguirá reunir un ejército importante.
Kintsugi era todo lo que Datsue se había imaginado. Una mujer repelente, odiosa y mezquina. Su comentario hacia Daruu, quien solo había tratado de ser amable con Sagiso, fue un claro reflejo de esto. Ahora, además, no tenía problema en aunar fuerzas con ambas villas… mientras mantenía el veto a dos de sus ninjas y uno de sus Kages.
El Uchiha estaba anonadado, todavía más perplejo si cabe al ver que Shanise continuaba como si nada sin abordar este tema primero. Los problemas eran acuciantes, sí, gravísimos. Por eso, se mantuvo callado. El tiempo justo. Solo lo necesario para terminar de recabar toda la información que tenían tanto Shanise como Kintsugi.
La situación era aún más crítica de lo que pensaba. Al norte del País de la Tormenta había que agregarle el País del Rayo. Y, algo que no habían mencionado, el País de la Tierra. Datsue lo sabía de primera mano gracias a sus contactos con los Señores del Hierro. Kurama se había estado preparando en las sombras, y ahora iba con todo, en lo que podía denominarse una guerra relámpago. Una táctica militar que consistía en una invasión rápida y contundente, sin opción a asedios que terminasen desgastando las tropas por parte de ambos bandos.
Era una situación crítica, y, aún así…
—Discúlpenme, probablemente sea debido a que soy un novato, inexperto y joven —se excusó—. Pero tengo la sensación de que estamos yendo muy deprisa. De que nos estamos saltando pasos.
Miró a Kintsugi, serio, pero después desvió la mirada hacia Shanise.
—¿Estás conforme con aliarte de nuevo con Kusagakure mientras mantienen el veto a Aotsuki Ayame? —Sin darse cuenta, olvidó los formalismos y empezó directamente a tutearla—. Cuando mandemos tropas al País del Rayo, ¿enviarás a Aotsuki Ayame en una delegación aparte, como si fuese la peste, porque en vez de poder ir directamente como el resto tiene que rodear el País del Bosque por miedo a ser atacada? Y si perdemos, que espero que no, y las tropas se baten en retirada hacia la única dirección posible, los Arrozales del Silencio, ¿estarás tranquila con que Aotsuki Ayame se encuentre allí después de la amenaza de la Morikage?
Sus ojos relampaguearon hacia Kintsugi y cayeron sobre ella como un trueno.
—¿Pretendes que haga eso con Sasaki Reiji? ¿Qué lo envíe a luchar al lado de unos tipos que le darían caza si pone pie en el sitio equivocado? —Ni siquiera se molestó en mencionar al tercer vetado. Porque el tercer vetado se pasaba la prohibición por el forro de los…—. Pues permitidme deciros una cosa. Estamos jodidos, sí. El País de la Tierra también ha caído bajo las garras de Kurama. Sabe los Dioses qué pasa en el País del Agua y del Hierro, y el País del Viento no es de nadie. Estamos rodeados, más solos que nunca, pero...
»Pero yo no estoy conforme.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El chico que acompañaba all Uzukage permaneció en silencio, al igual que el de los ojos blancos, aunque éste último sonreía también. A Ranko le alegró que no hubiera más problema con lo de sentarse.
Shanise pidió un reporte a Kintsugi, y ésta se lo dio. y explicó la movilización que había llevado acabo, y cómo los ninja de Kurama estaban tomando el País del Rayo también. Ranko suspiró por lo bajo al escuchar la situación. Sin embargo, fue lo que Datsue dijo lo que le puso más nerviosa, al menos por un momento.
"¿Ayame... san?" Una voz, linda y armoniosa, resonó en su cabeza.
"Pues... un poco más alto que yo, lleva el pelo recogido en una coleta -aunque se le despeina solo hacia arriba. Oh, y tiene los ojos prácticamente blancos."
Los ojos de Ranko, ligeramente más abiertos por la sorpresa, se detuvieron por varios segundos sobre el acompañante de Shanise.
"¿Es... él? ¿Daruu? ¿El... Ninja más fuerte de nuestra generación?" Claro. Si era a como Ayame le había contado aquella vez, era natural que él estuviese de acompañante del Kage. ¡Ahora tenía muchas más ganas de conocerlo!
Ranko apartó la mirada, esta vez viendo de reojo a Kintsugi. Ranko seguiría lo que su Señora le dijera, pero... Datsue tenía algo de razón. Era la espinita que siempre le dolía al corazón de Hakuto. Ayame era una muy buena persona, hasta donde ella sabía. ¿Por qué tratarla como una bestia?
Tragó saliva, pero no dijo nada. Necesitaba mantenerse calmada para su Señora, y para ella misma.
Una tregua, o algo parecido pareció tramarse con absoluta y rotunda eficacia, y eso es lo que parecía. Pero en realidad, nada es tan sencillo como parece. Es como... una carbonara; hay quien le pone cebolla, y hay quienes no entienden de cocina. No hay nada sencillo, siempre hay otro punto de vista. Y como no, en ésta ocasión el punto sobre la í tuvo que ponerlo ni más ni menos que Datsue. Hayato no pudo evitar que su mirada lo buscase cual rapaz, intentando entender el porqué. Pero en realidad ese porqué no tuvo que esperar demasiado, él mismo era uno de los afectados, y si se hacía una alianza debía ser completa y absoluta. Nada de medias verdades.
Siete no supo ni a quién mirar primero tras las palabras del Uzukage, pues en la sala había de todo. Quienes querían matarlo, quienes supuestamente ya lo habían hecho, quienes con éstas palabras ahora sí que querrían hacerlo...
¡En serio! ¡Ese hijoputa tenía enemigos hasta en la puta sopa!
Su mirada se lanzó en ésta ocasión con primicia a la mujer de las mariposas, la Morikage. Si lo había entendido bien, ella era la principal causa efecto de la actual tensión, y posiblemente una de las más peligrosas de la sala. Hayato intentó no mostrarse agresivo con la mirada, tan solo actuando como la mayoría, pues le acababan de pasar la pelota a la mujer mariposa, y estando en su campo la pelota era su obligación responder, ¿no?.
«No me sentía con tantos problemas encima ni cuando vendía opio... ¡me cago en la puta!»
Precisamente, Daruu y Shanise habían estado debatiendo qué pasaría si los rumores de que Kurama se había apoderado del este de Oonindo fuesen ciertos. Cuáles serían los mejores movimientos. Para desgracia del mundo, tenían razón. Lo había hecho.
«Pero... ¿cómo?»
Una cosa había que reconocerle a Kintsugi... era tan inteligente como Shanise, y sabía coordinar muy bien sus fuerzas. En eso, se parecían mucho.
Y a Kurama había que reconocerle el valor. No, claro que no se esforzaban en ocultarse. En el momento en el que matas a una de las personas más importantes del mundo y envías su cabeza por correo, lo que estás haciendo es difundir un mensaje. Una declaración de guerra abierta. Y para hacer una declaración de guerra abierta, tienes que estar seguro de que tienes alguna posibilidad.
Entonces Datsue llegó y dijo algo en lo que Daruu no había pensado. Pero no lo había hecho porque quería mantenerse con la cabeza fría. Y ahora era tarde. El muchacho se agarró con fuerza los brazos y apretó los labios. Cerró los ojos, y dejó que las palabras de Datsue entrasen por un oído y saliesen por el otro... era difícil.
Las palabras de Uchiha Datsue suelen llamar al timbre, darte un abrazo y pedir comida a domicilio dentro de ti mismo. Luego, de alguna forma, encuentran el mueble-bar y tu set de chupitos preferido. Y cuando te das cuenta, amaneces en una isla, con resaca, y sin modo de volver al continente.
Era difícil... pero Daruu trató de mantener la Calma, a pesar de las circunstancias. Seguiría sin abrir la boca y todo iría bien, aunque por dentro estuviese ardiendo el fuego más brillante de todos los infiernos.
Tal y como se lo temía, Kurama ya se había apoderado del Este de Oonindo, lo que significaba que estaban, más o menos, el doble de jodidos.
Shanise se tomó un segundo para pensar y considerar sus opciones, o se lo habría tomado, si le hubieran dado un segundo. El Uzukage, Uchiha Datsue, inconforme con el orden en el que estaban tratando los temas, intervino en cuanto Kintsugi terminó de compartir la información que tenía.
Serio, Datsue miró a Kintsugi, antes de desviar la mirada a la Arashikage, que se preguntaba qué quería el Uchiha.
— ¿Estás conforme con aliarte de nuevo con Kusagakure mientras mantienen el veto a Aotsuki Ayame? —Shanise suspiró cuando el chico, impaciente, se apresuró a sacar el tema—. Cuando mandemos tropas al País del Rayo, ¿enviarás a Aotsuki Ayame en una delegación aparte, como si fuese la peste, porque en vez de poder ir directamente como el resto tiene que rodear el País del Bosque por miedo a ser atacada? Y si perdemos, que espero que no, y las tropas se baten en retirada hacia la única dirección posible, los Arrozales del Silencio, ¿estarás tranquila con que Aotsuki Ayame se encuentre allí después de la amenaza de la Morikage?
No, definitivamente no lo estaría de ninguna de las maneras. Aún así, no respondió enseguida, sino que esperó a que el Uzukage acabase de hablar.
Shanise sonrió para sí. El chico podía ser novato, inexperto y joven, pero joder. Qué bien se le daba hablar.
— La verdad es que estaba esperando a que fuese usted misma quien sacase el tema, pero ya que Datsue nos ha hecho el favor... —Dijo, antes de mirar directamente al Uzukage—. No. No estoy conforme, y no hay manera de que esta alianza ocurra si no se revoca el veto a nuestros Jinchuuriki. Entiendo que piensas lo mismo, Datsue. —Devolvió entonces la mirada directamente a Kintsugi, con seriedad—. Y entiendo también que no tendrás ningún problema en hacerlo ¿verdad?
Las tres Grandes Aldeas estaban más que dispuestas a firmar una nueva alianza, de cara a la amenaza que suponían Kurama, sus Generales y sus ejércitos. Durante un instante, parecía que la historia de Ōnindo había regresado al pasado, cuando el Remolino, la Tormenta y la Hierba estaban unidas por los lazos de aquellas tres Sombras que ahora, lamentablemente, formaban parte del pasado.
Pero... siempre hay un pero:
—Discúlpenme —Intervino el nuevo Uzukage—, probablemente sea debido a que soy un novato, inexperto y joven. Pero tengo la sensación de que estamos yendo muy deprisa. De que nos estamos saltando pasos.
Uchiha Datsue miró fijamente a Kintsugi, quien le devolvió la mirada con calma. Después de aquel breve intercambio, volvió a depositar su atención en Shanise.
—¿Estás conforme con aliarte de nuevo con Kusagakure mientras mantienen el veto a Aotsuki Ayame?
«La está tuteando...» Observó la Morikage, con desaprobación. ¿Tanta familiaridad tenían ambos como para tutearse?
—Cuando mandemos tropas al País del Rayo, ¿enviarás a Aotsuki Ayame en una delegación aparte, como si fuese la peste, porque en vez de poder ir directamente como el resto tiene que rodear el País del Bosque por miedo a ser atacada? Y si perdemos, que espero que no, y las tropas se baten en retirada hacia la única dirección posible, los Arrozales del Silencio, ¿estarás tranquila con que Aotsuki Ayame se encuentre allí después de la amenaza de la Morikage?
Los ojos del Uzukage volvieron a caer con furia sobre la Morikage. Pero, nuevamente, ella aguantó la fiereza de su mirada con su fuerza de Voluntad. Aunque, debía admitirlo, le costó hacerlo. Lo que mejor se le daba hacer al Uchiha era hablar. Hablar e imponer su carisma sobre el resto. Pero Aburame Kintsugi tampoco era como el resto. Su dura vida la había llevado a forjar, templar y afilar su temple. A mantener la calma en los momentos más tensos. Así lo había hecho hasta ahora. Y así lo seguiría haciendo.
—¿Pretendes que haga eso con Sasaki Reiji? —Continuó, arremetiendo como un toro enloquecido—. ¿Qué lo envíe a luchar al lado de unos tipos que le darían caza si pone pie en el sitio equivocado? Pues permitidme deciros una cosa. Estamos jodidos, sí. El País de la Tierra también ha caído bajo las garras de Kurama. Sabe los Dioses qué pasa en el País del Agua y del Hierro, y el País del Viento no es de nadie. Estamos rodeados, más solos que nunca, pero... Pero yo no estoy conforme.
—La verdad es que estaba esperando a que fuese usted misma quien sacase el tema, pero ya que Datsue nos ha hecho el favor... —Intervino Shanise, antes de que Kintsugi pudiera responder—. No. No estoy conforme, y no hay manera de que esta alianza ocurra si no se revoca el veto a nuestros Jinchuuriki. Entiendo que piensas lo mismo, Datsue. —Devolvió entonces la mirada directamente a Kintsugi, con seriedad—. Y entiendo también que no tendrás ningún problema en hacerlo ¿verdad?
Kintsugi los miró alternativamente a ambos con seriedad.
—Soy consciente de que las relaciones entre nuestras aldeas no han sido lo más... idílicas desde que tengo el Sombrero —respondió, antes de volverse directamente a Datsue—. Y os disculpo, Uzukage-dono, porque, efectivamente, vuestras palabras brotan de vuestra inexperiencia y el fuego de vuestra juventud. —Kintsugi, que hasta el momento había estado inclinada sobre el mapa, se alzó en toda su estatura—. Y también entiendo vuestra preocupación al respecto de vuestros jinchūriki. Pero... ¿cuánto tiempo hace desde que hemos atravesado esas puertas? ¿Cinco minutos? Pensaba sacar el tema, pero apenas hemos tenido tiempo de intercambiar nuestra firme disposición a ayudarnos en esta nueva alianza y la información que tenemos sobre los movimientos del Nueve Colas, Uzukage-dono.
Kintsugi respiró hondo. Las palabras que estaba por pronunciar no eran fáciles para ella, después de todo. Pero tenía que hacerlo, por el bien de su aldea, y por el bien de todos.
—Levantaré el veto a los jinchūriki. A los vuestros —especificó, mirando tanto a Shanise como a Datsue—. Era algo que ya tenía pensado hacer antes de acordar esta reunión y antes de que Kurama decidiera campar a sus anchas. Así que, si ese tema era lo único que os preocupaba...
Ranko pensó que la Arashikage se expresaba a como un dirigente debía, y no de manera tan... emocional, a como Datsue había sido.
"Mi Señora..." se dijo, como si las palabras en su cabeza fuesen a convencer mágicamente a la Morikage. Aunque pareció que así había sido, porque las palabras de Kintsugi le hicieron chillar mentalmente.
Claro, a Ranko los bijū le seguían pareciendo criaturas salvajes en general, pero... Confiaba mucho más en Ayame al respecto. Y ahora podría ver a su amiga de nuevo. ¡Estaba en Amegakure! ¡Podría incluso verla pronto! Si Kintsugi le dejaba, claro.
Una levísima sonrisa se asomó en los labios de Ranko por un instante.
Siete casi sentía como si tuviese el corazón en la palma de la mano, agarrado con fuerza, en lo que su latir parecía que lo fuese a hacer saltar de la misma de un momento a otro. La tensión se sentía en el aire, como bien podía verse o palparse una niebla densa de mañana lluviosa. Un poco más densa, y podían golpearse en los morros con la propia tensión.
Shanise no ayudó del todo a lo presentado por Datsue, aunque hizo por su parte en soltar sus palabras de buenas maneras, evitando disimuladamente el conflicto. Pero el conflicto ya estaba ahí, o al menos parecía estar desde hacía algún tiempo. Sin embargo, la cara-mariposa tuvo un temple magnífico —o disimulaba como una maestra del engaño—, y contestó con tranquilidad aunque con cuchillas. No tuvo mal resultado después de todo, pues el desenlace no fue a parar a otro sitio que no fuese una aclaración: los jinchūriki de las aldeas estarían incluidos en la tregua. La alianza estaba cada vez más próxima, casi se podía saborear la victoria administrativa. Pues de la otra victoria, ya vendrían los días...
O no.
De momento, la Morikage daba pie a los otros kages de realizar más preguntas ajenas al tema principal, Nueve colas, si es que las tenían. Y entre tanto, la reunión parecía marchar tal y como se podía predecir, lideradas en palabras únicamente por los kages. La chica fuerte, y el de ojos blancos parecían estar al igual que Hayato en un puesto secundario por no decir terciario.
«A saber qué cantidad de subordinados, o qué medios tiene el maldito zorro... ¿Conquistar tanta tierra en tan poco tiempo? ¡Menuda locura! Si nos descuidamos, nos comen.»
El veto a los jinchūriki fue levantado. Daruu no podía creer que Kintsugi finalmente hubiese cedido en aquél asunto, y quizás desde ese momento la hubiese visto con otros ojos, si no fuese por quién era su pareja. Aún así, la conversación se movería a un terreno más amable a partir de ahora, y Daruu terminó por relajarse.
«Y a todo esto, ¿que habrá sido de Eikyu Juro?», meditó Daruu, con la vista puesta en la larga trenza de Sagiso Ranko, siguiendo los nudos con curiosidad. «Cuando luché contra él, no parecía un tío muy capaz...». Oh, pero lo era, sin duda. Mató a Moyashi Kenzō.
«¿Se atara la trenza todas las mañanas o se la dejará así para dormir...? Un poco más y puede ponerse la de bufanda.»
Ante el perdón de Kintsugi por su autoproclamada inexperiencia, Datsue esbozó una sonrisa gentil y una ligera inclinación de cabeza, en señal de agradecimiento, mientras por dentro se cagaba en los santísimos muertos de la Morikage. El sombrero le pesaba más que nunca, atenazándole la lengua e impidiéndole expresarse como le gustaría. Aunque no debería quejarse. Al final, había conseguido su objetivo: Kintsugi levantaba el veto a los suyos. A Reiji, a Ayame, a él mismo.
«Ah, pensé que lo iba a poner un poquito más difícil. ¡Qué lástima!»
No solo había sido más sencillo de lo esperado, sino que Kintsugi aseguraba que era una decisión que tenía tomada de antemano a la campaña de conquista de Kurama. El Uchiha no confió demasiado en que eso fuese cierto. De serlo, bien podía haber avisado por teléfono semanas atrás. «A mí no me la vas a colar, perra».
—Así que, si ese tema era lo único que os preocupaba...
—En realidad, no es el único —tuvo que admitir—, pero me guardaré el resto por el bien común. —Suspiró, relajando la mirada—. Desde hoy, entonces, Uzushiogakure no Sato dejará de cuestionar a los ninjas de Kusagakure que entren en la Espiral, de vigilarlos y de poner una fecha límite a su estancia. Podrán entrar tan libremente como los amejines.
No tuvo dificultad en pronunciar aquellas palabras, sino que más bien sintió cierto alivio. Por más que le guardase rencor a Kintsugi, no tenía nada en contra de su aldea ni de sus ninjas. Una vez zanjado aquello, y de saber dónde se sentaba cada uno, ahora sí, Datsue se encontraba cómodo para hablar de Kurama y cómo afrontar la guerra que se cernía sobre Ōnindo.
—Creo que estaremos los tres de acuerdo en que no debemos permanecer a la defensiva, sino elaborar un plan de reconquista, y ejecutarlo cuanto antes. —Cada día que pasaba era un día más en el que el imperio de Kurama se asentaba. En el que se hacía más fuerte. En el que dejaba su huella en la población civil—. Respecto al País del Rayo, sugiero enviar un equipo de espías para evaluar qué zonas del país tiene controladas Kurama, los números con los que cuenta y las posibles defensas. Deberíamos redoblar la guardia en la frontera, creando campamentos aquí y aquí —dijo, señalando los Arrozales del Silencio—. Una vez sepamos a lo que nos enfrentamos, propongo enviar Regimientos de Batalla por dos frentes distintos. Uno por tierra —dijo, levantándose y trazando una línea con el dedo que atravesaba los Arrozales del Silencio y llegaba hasta la Villa de las Aguas Termales—, y otro por mar —dijo, trazando una nueva línea desde el puerto de Uzushiogakure hacia las Costas de las Olas Rompientes—. Fijémonos además que hay dos posibles puertos para embarcar. Si el Regimiento Terrestre encuentra problemas antes de tiempo, el Regimiento Naval podría desviarse al puerto del oeste y brindar ayuda. De lo contrario, iría al este.
Eso le recordaba una cosa.
—Amegakure ya conoce esto —dijo, dirigiéndose a Kintsugi—, pero en Uzushiogakure contamos con un fūinjutsu que nos permite comunicarnos a distancia a través de sellos. Estoy dispuesto a compartirlos para la guerra. Deberíamos formar un Equipo de Comunicación para permanecer en contacto con las tropas, y estas entre ellas, y así poder reaccionar a posibles eventualidades al momento y contar con una mayor compenetración.
Quizá Datsue se había llevado a Senju Hayato, un novato como ninja, a la reunión, pero eso no quería decir que no se hubiese preparado. Oh, no, había hablado con Uchiha Raito y el Consejo de Sabios largo y tendido sobre varios temas. Todos coincidían en que los sellos de comunicación eran un arma demasiado buena como para guardársela solamente para ellos en la guerra que se cernía sobre Ōnindo.
—Sobre el País de la Tierra, hay que apostar fuerzas cuanto antes en los puentes de la frontera. —Sus ojos no pudieron evitar desviarse hacia la Ribera del Norte. Dudó por un momento—. Uzushiogakure enviará tropas para reforzar a las vuestras, Kintsugi.
No, definitivamente no iba a dejar la vida de sus padres a la exclusiva dependencia del buen hacer kusajin. A decir verdad, no confiaba demasiado en sus fuerzas.
—Existe una mujer llamada Kurawa Ivvatsumi. Imagino que sabéis de quién se trata: una vez, legítima heredera al Daimyō, exiliada por su difunto padre hace ya años. Por una misión en la que participé un tiempo atrás —Ah, los Señores del Hierro. Menuda misión con mayúsculas—, sé por fuentes fiables que Ivvatsumi se estaba preparando para derrocar a su tío. Creo que deberíamos ayudarla, ahora que su enemigo es Kurama. Por lo que he visto en mi estancia allí, el pueblo la quiere. Deberíamos enviar a alguien a buscarla y aunar fuerzas con ella. Eso sí… —quiso puntualizar—, no creo que en este país debamos optar por la fuerza y los números.
»El País del Rayo está lleno de planicies, es fácil mover las tropas y difícil caer en emboscadas. El País de la Tierra, en cambio, es una auténtica fortaleza natural. Honestamente, si Kurama sabe lo que se hace, sería una sangría no ya reconquistarla, sino únicamente llegar a Notsuba. Llena de montañas, cañones, mil lugares donde tender emboscadas. Creo que aquí debemos ser más cautos, y enviar ninjas que traten de infiltrarse y asesinar a quién coño mande allí.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80