Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Daruu avanzaba por las colinas del Valle de los Dojos ataviado con un yukata negro simple, atado con un cinturón tradicional verde. Con los ojos vendados, se conformaba con sentir la brisa y el rozar de la hierba en sus sandalias de paja. Caminaba lentamente con la ayuda de Ayame, a cuyo brazo estaba agarrado firmemente.
—Ya estamos en el Valle, ¿verdad? —sonrió Daruu—. Menos mal que al final todo ha ido bien.
La operación fue todo un éxito, aunque según palabras del propio Zetsuo, la recuperación esta vez sería algo más dura. No era para tanto, claro, pero a Daruu le habían dicho que tenía que estar al menos una semana con los ojos vendados. Una y media sería lo ideal. Habían tenido que hacer todo el viaje con él siendo un lastre importante. Pero no pasaba nada, porque estaban contentos.
Contentos, porque habían disfrutado de una semana tranquila y en paz. Habían tenido un largo y tendido tiempo para hablar sobre todo, aunque él y su madre todavía tenían algo pendiente. Habían convenido hacerlo cuando el chico recuperase la vista.
Contentos, también, porque al final lo de Datsue había sido una falsa alarma. El Uchiha no había querido dar detalles, y ellos tenían todo lo sucedido en Shinogi-To demasiado reciente, así que habían quedado en decírselo ya en la reunión que habían planificado en el Valle. ¿El punto de reunión? Hokutomori.
Ayame avanzaba junto a Daruu, agarrándole con suavidad y firmeza mientras le guiaba bajo el papel de lazarillo que le había tocado desempeñar. No le importaba, por supuesto que no le importaba. Después de todo lo que habían pasado en las últimas semanas, aquello era lo mejor que le podía ocurrir. Porque Daruu había superado la operación sin ningún tipo de inconvenientes, y aunque ahora llevaba los ojos vendados y aún se encontraba en periodo de rehabilitación, se había sobrepuesto a todas las dificultades.
—Ya estamos en el Valle, ¿verdad? —sonrió el shinobi—. Menos mal que al final todo ha ido bien.
—No nos habría pasado nada por esperar un par de días más, ¿sabes? —le volvió a reprender Ayame—. Este viaje, estanto tú aún así, ha sido una verdadera locura. ¿Y si nos hubiesen atacado por el camino, eh? Cuidado, hay una roca —añadió, apartándole del camino antes de que llegara a tropezar con ella.
Habían salido de Amegakure cuatro días atrás. El transcurso había sido lento, bastante más lento de lo habitual. Con Daruu literalmente ciego y dependiendo solo de la guía de Ayame, los dos muchachos habían avanzado, a trompicones pero sin descanso, de camino a un lugar casi emblemático para cualquier shinobi que se preciara en Oonindo: El Valle de los Dojos, lugar de unión entre las tres aldeas, donde se llevó a cabo el famoso Torneo de los Dojos y también donde se celebró la reunión de los tres Kage, donde se culminó la Trialianza. Para Ayame, además, era algo más: era el lugar donde había vuelto a recobrar la libertad, y donde había hecho su peculiar pacto con Kokuō. Para ello habían atravesado El Túnel que les permitiría cruzar las Llanuras de la Tempestad, y desde ahí habían hecho una breve parada en Yukio para reponer fuerzas. Desde ahí, el trayecto fue directo hasta el Valle de los Dojos y ahora ambos se dirigían al noreste. La espesura del bosque los envolvió después de cruzar el enorme torii carmesí y Ayame respiró hondo, disfrutando de la fragancia de la vegetación. A su alrededor, los pajarillos piaban sin descanso y el techo de hojas que formaban los árboles que los rodeaban los protegía de los intensos rayos de sol. Ya habían comenzado a caer algunas hojas, por lo que el sonido de sus pasos crujía cada vez que pisaban alguna hoja seca.
—¡Un conejito! Oh... lo siento... —se excusó rápidamente, al darse cuenta de que Daruu no podía verlo. De hecho, le había pegado un pequeño tirón sin querer.
La kunoichi vestía sus ropas habituales, con una pequeña excepción: una reluciente y pequeña placa redondeada que lanzaba destellos plateados cuando era alcanzado por alguna luz, y que la acreditaba como chuunin. Ayame la había colocado cuidadosamente en su manga derecha, a la altura de su bíceps y justo debajo de la placa de Amegakure. Por el momento había desestimado vestir el resto de indumentaria. No iba a decirlo en voz alta, peor lo cierto es que le parecía muy sosa y demasiado formal.
—¡Ya estamos llegando!
Porque no había sido un capricho de los dos shinobi acudir a aquel lugar, tan lejos de su hogar. No. La verdadera razón por la que estaban allí era porque alguien les estaba esperando. Otro pequeño capricho del destino.
Puntual, el Uchiha se encontraba ya en el punto de reunión. Era mediodía, y se encontraba en un sobrio templo sin Dios. Curiosamente, había marcas en el suelo y en la mesa central de cemento nuevo, como si algo —o alguien—, las hubiese partido tiempo atrás. ¿En una pelea, quizá? Se suponía que allí estaba prohibido, pero los ninjas no existirían en primer lugar si todo el mundo siguiese la ley.
Había sido muy específico en celebrar la reunión aquel día, pues a diferencia de Daruu, él no era capaz de teletransportarse de vuelta a la Villa. Eso quería decir que, aquella misma noche, a más tardar, debía emprender su viaje de vuelta. Y es que, en la mañana del Tsuchiyoubi, debía hallarse en las puertas de Uzushiogakure no Sato, listo y preparado para emprender una misión que Hanabi en persona le había encargado.
Pero aquello no era todo. Oh, no. Hanabi le había insinuado que, tras cumplir con la misión, tendrían su ansiado combate. Un duelo que haría temblar los mismísimos cimientos de Oonindo, y que tan solo dejaría ceniza a su paso. O así le gustaba imaginárselo a él, al menos.
—Vamos, otra más. ¡Otra más! —exclamaba Datsue, volviendo a erguir el cuerpo.
Si iba a luchar contra Hanabi, no podía malgastar ni un segundo. Tenía que entrenar todavía más fuerte, más duro y de forma más intrépida. ¿Qué tenía que esperar por Ayame y Daruu? Pues lo aprovechaba para hacerse unas sentadillas. De camino, se había encontrado una roca muy bonita. Roca que había sellado. Roca que ahora llevaba atada a la espalda, amarrada por unas cadenas a una especia de mochila de hierro improvisada —ventajas de saber manejar el acero—, y que era más grande que él mismo.
—Venga, dame una más. ¡Dame una más, cabrón! —Datsue bajaba de nuevo, poniendo las piernas en forma de “L” inversa. Iba desnudo de cintura para arriba (su característica chaqueta y camiseta las había dejado encima de la mesa), y tan solo portaba un mechero con el símbolo Uchiha atado al cuello sobre sus nuevos y portentosos músculos—. ¡¿No querías superar al Rey?! ¡Entonces demuéstralo, cabrón! ¡DEMUÉSTRALO!
Sudando a chorros —había formado incluso un charco bajo sus pies—, el cuerpo de Datsue, temblando de puro cansancio, se levantó muy, muy lentamente.
—Eso es…Eso es… ¡¡¡ESO ES, JODER, ESO ES!!!
Ah, y sí. A Datsue le gustaba gritarse y motivarse a sí mismo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Empezaron a oír los gritos poco antes de llegar al templo sin dios. Al contrario que el resto de edificaciones de Hokutōmori, que rendían culto a dioses sintoístas o budistas, aquel carecía de cualquier imagen religiosa. No era un edificio de culto, ni de rezo, simplemente estaba allí para personas que quisieran alcanzar la paz mental meditando e incluso, en ocasiones como aquella, para planificar reuniones.
—Vamos, otra más. ¡Otra más! —exclamó una voz desde el interior.
—¿Uh...? —Ayame se paró en seco momentáneamente, extrañada—. ¿Daruu, has oído...?
—Venga, dame una más. ¡Dame una más, cabrón! —volvió a bramar la voz.
Y en aquella ocasión no hubo duda alguna.
—¡Es Datsue! ¡Parece estar en apuros! —gimió Ayame, a la desesperada. y arrancó a caminar todo lo deprisa que pudo, cargando con Daruu tras de ella.
Por aquellas voces, parecía que el Uchiha estaba combatiendo. ¿Pero contra quién? ¡Se suponía que en Hokutōmori estaba prohibido combatir! ¿Y si se había encontrado con un enemigo formidable? ¿Y si se había encontrado... con un General? Se le congeló la sangre de sólo pensarlo.
—Eso es…Eso es… ¡¡¡ESO ES, JODER, ESO ES!!!
Para entonces, Ayame había echado casi a correr. Alarmada, entró de golpe y sopetón en el templo y buscó a su alrededor con desesperación.
—¡¡DATSU... e...!! Ah... Eh... —su voz murió en sus labios a mitad de pronunciación.
Y es que el Uchiha no estaba combatiendo contra nadie. O en realidad se podría decir que luchaba contra sí mismo. A Ayame le había costado varios segundos reconocerlo. Estaba allí, en mitad de la sala haciendo sentadillas con una enorme roca atada a la espalda por una suerte de mochila de acero. Sin camiseta. Dejando a la vista sus marcados pectorales, sus abdominales definidos como una perfecta tableta de chocolate y unos bíceps inflados como globos. Su piel tersa relucía por el sudor del esfuerzo.
Y Ayame, congelada en el sitio, sintió que las mejillas le ardían.
—Parece que alguien ha decidido compensar la falta de cerebro con algo de músculo —la voz de Kokuō, burlona, invadió sus labios, y Ayame se tapó la boca a todo correr. Demasiado tarde.
A medida que se acercaban al punto de reunión, el cantar de los pájaros del bosque de Hokutomori fue reemplazado por unos griteríos algo más preocupantes. Tanto Ayame, que llamó la atención de Daruu cuando a él ya se le había helado la sangre, como el muchacho mismo, apretaron el paso, la primera cargando con el segundo, que a duras penas arrastraba los pies, tropezándose y casi cayendo al suelo.
—Eso es…Eso es… ¡¡¡ESO ES, JODER, ESO ES!!!
—¡Bueno, al menos parece que va ganando! —balbuceó Daruu, asfixiado por el agotamiento que conllevaba correr a ciegas y rastras.
Ayame se detuvo de golpe, pero Daruu no tenía manera de saber cuándo iba a pararse. El chico siguió hacia adelante y cayó al suelo de bruces, soltándose del brazo de Ayame. De pronto hubo un silencio. Silencio, ¡malo! Daruu se levantó de golpe y puso una pose de combate Hyuuga, mirando hacia un lado y hacia otro a pesar de que no pudiera ver.
—¿¡Dónde está el enemigo, dónde!? ¡AAaaaah! —«Mierda, mierda, así no puedo luchar»—. Espera, Ayame, ¡ha pasado una semana justa, creo que puedo hacerlo!
El muchacho se llevó la mano a la nuca y se arrancó la pieza de tela negra que cubría sus ojos. Los abrió. Fue doloroso. La luz le cegó y tuvo que tapárselos. Dio dos pasos hacia atrás, y luego abrió una rendija entre los dedos. Los retiró poco a poco. Borroso. Cada vez más nítido. Había algo blanco, grande, y algo gris, más grande. Y luego...
—Parece que alguien ha decidido compensar la falta de cerebro con algo de músculo. —La voz de Kokuo les sorprendió por primera vez en semanas. Daruu se dio la vuelta hacia Ayame, luego de nuevo hacia... aquella masa de músculos sin cara. Borroso.
—¿¡Quién eres, y dónde está Datsue, hijo de puta!? —gritó, sin darse cuenta de qué había querido decir Kokuo. Y de pronto, la nitidez. Le señaló—: ¡Por los tres dragones que se llevaron a Oonori, QUÉ TE HA PASADO, DATSUE! —Ante él se encontraba una grotesca imagen de lo que se supone que debía ser Uchiha Datsue. Con unos músculos tan inflados que podría haber levantado una... una...
Si Ayame lucía sorprendida, Datsue no lo era menos. Se llevó las manos a la boca, horrorizado, incapaz de pronunciar palabra alguna. Ni siquiera pudo responder a la provocación de Kokuō —a quien había oído lo suficiente como para reconocer su voz—, tan lívido como se encontraba. La visión de ellos le había quitado más el aliento que todas las sentadillas que acababa de realizar.
—Oh, dioses…
No sabía ni qué decir. Miró a Daruu. Miró a Ayame. Volvió a mirar a Daruu. ¿Cómo había podido pasar semejante cosa? ¿Cómo había…?
—¿¡Quién eres, y dónde está Datsue, hijo de puta!? —gritó Daruu, quitándose las vendas ante la cara horrorizada del Uchiha. Pero, entonces, tras ellas…—: ¡Por los tres dragones que se llevaron a Oonori, QUÉ TE HA PASADO, DATSUE!
—¡PEDAZO DE CABRÓN ESTÚPIDO! —le devolvió, mas su suspiro de alivio fue tan sonoro que pareciese que la preocupación por Daruu le hubiese puesto más tenso que todos los kilos que llevaba encima—. ¡Por un momento pensé que te habían quitado otra vez los ojos, joder! ¿¡A cuento de qué vas con vendas!? ¡Putas bromas las vuestras, de verdad! —exclamó, sin poder olvidarse todavía la que le había hecho Ayame, tiempo atrás.
Se agachó con cuidado para dejar la roca sobre el suelo, librándose de las correas de su improvisada mochila. Luego, avanzó, muy serio, hasta ellos. Miró a Daruu, a sus nuevos ojos —¿o más bien viejos?— con la cara de más mala hostia que fue capaz de poner.
Entonces…
—Ah, ¡sabía que lo conseguirías, capullo! —exclamó, dándole un breve abrazo y palmeándole la espalda como solo los camaradas hacían. Con fuerza. Para transmitir como era debido su cariño. Luego miró a Ayame, y sus ojos cayeron en la nueva placa que lucía en el brazo—. Bueno… Bueno, bueno, bueno. ¡Quiero detalles! ¡Quiero que os recreáis! ¿Cómo fue la caza? —preguntó, como un niño que aguarda impaciente oír un nuevo cuento antes de dormirse.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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—¡Daruu, no deberías...! —exclamó Ayame, demasiado tarde.
En un ataque de gallardía, su compañero se arrancó la venda de los ojos. Y el color perlado de sus iris volvió a iluminar su semblante.
—¿¡Quién eres, y dónde está Datsue, hijo de puta!? —bramó Daruu.
—D... Daruu... —murmuró Ayame, con un hilo de voz.
Estaba claro que su pareja estaba haciendo un soberano esfuerzo para comenzar a ver de nuevo, y que estaba confundiendo a la mole en la que se había convertido Datsue con un enemigo. Llegar a visualizar la verdad le llevó varios largos segundos.
—¡Por los tres dragones que se llevaron a Oonori, QUÉ TE HA PASADO, DATSUE!
Pero Datsue no estaba menos sorprendido que ellos. Al comienzo de los gritos parecía haberse preocupado enormemente, pero entonces...
—¡PEDAZO DE CABRÓN ESTÚPIDO! —bramó, pero desinfló su ira con un sonoro suspiro—. ¡Por un momento pensé que te habían quitado otra vez los ojos, joder! ¿¡A cuento de qué vas con vendas!? ¡Putas bromas las vuestras, de verdad!
Preguntó, mientras abandonaba la mochila con la roca en el suelo y, aún cubierto de sudor, comenzaba a acercarse ellos con muy mala cara. Ayame, inconscientemente, bajó la mirada hasta su barbilla y comenzó a prepararse por si necesitaba licuar su cuerpo, pero...
—Ah, ¡sabía que lo conseguirías, capullo! —exclamó, dándole un breve abrazo y palmeándole la espalda con toda la fuerza que podían imprimir aquellos brazacos. Después miró a Ayame, y sus ojos se fijaron rápidamente en su brazo, donde lucía su recién estrenada placa de chuunin—. Bueno… Bueno, bueno, bueno. ¡Quiero detalles! ¡Quiero que os recreáis! ¿Cómo fue la caza?
—P... P... ¿Podrías ponerte algo encima primero? —balbuceó Ayame, que había apartado la mirada bruscamente hacia un lado del templo, y temblaba ligeramente, incapaz de contener el rubor de sus mejillas ardientes—. Quiero decir... Eh... Es que...
«Y una ducha tampoco vendría mal, pero no creo que le caiga en gracia si le tiro un Mizurappa...» Aunque ganas no le faltaban.
¿Pero cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se vieron en persona? ¡Tres meses como mucho! ¡¿Qué demonios había hecho para inflarse de aquella manera?!
8/10/2019, 13:33 (Última modificación: 8/10/2019, 13:33 por Amedama Daruu.)
—¡PEDAZO DE CABRÓN ESTÚPIDO! —le devolvió, mas su suspiro de alivio fue tan sonoro que pareciese que la preocupación por Daruu le hubiese puesto más tenso que todos los kilos que llevaba encima—. ¡Por un momento pensé que te habían quitado otra vez los ojos, joder! ¿¡A cuento de qué vas con vendas!? ¡Putas bromas las vuestras, de verdad! —exclamó, sin poder olvidarse todavía la que le había hecho Ayame, tiempo atrás.
Daruu parpadeó, incrédulo. Por cierto, fue una acción que le dolió más de lo que debería.
—¡Pero SUBNORMAL! —exclamó indignado—. ¿¡Qué broma ni qué broma, gilipollas!? ¡Que me operaron hace menos de diez días! ¡Esto tiene un período de rehabilitación jodido, tonto el culo!
Datsue y él mantuvieron un intenso duelo de miradas, ambos con cara de pocos amigos. Acercándose cada vez más. Cada vez más a punto de iniciar un duelo allí, en Hokutomori, donde estaba prohibido siquiera pelear.
—Ah, ¡sabía que lo conseguirías, capullo! —exclamó entonces Datsue, alegre, tratando de rodearle con los brazos. Daruu dio dos pasos largos atrás, zafándose de aquellos sudorosos músculos de bestia parda—. Bueno… Bueno, bueno, bueno. ¡Quiero detalles! ¡Quiero que os recreáis! ¿Cómo fue la caza?
—P... P... ¿Podrías ponerte algo encima primero?
Y como si Daruu le estuviese leyendo la mente a Ayame, formuló un sello de una mano y le escupió a Datsue un ridículo manguerazo de agua. Un Mizurappa sin presión. Un refresco para limpiarlo.
—¡Lo siento, tío, es que dabas un poco de cosica! —dijo—. ¡Y en todo caso debería haberte echado la bronca yo por decirnos ADIÓS, así con todas las letras, y luego no contestarnos a nada! ¡Qué coño te pasa!
¡Plaff! Un chorro de agua impactando en su cuerpo.
—Me cago en… ¡Esas cosas se avisan! —se quejó, aunque con la boca pequeña. Lo cierto es que le había venido de puta madre—. Ehm… Sí, sí. Ahora me pongo algo —dijo, si bien algo confuso con la incomodidad de Ayame. ¿Cuántas veces había oído a un amejin decir que solían correr desnudos bajo la tormenta? ¡Completamente desnudos! Decenas, mínimo. Y seguramente se quedase corto—. Cuando entreno pecho o espalda apenas sudo un par de gotas, pero cuando me toca pierna… —Bueno, cuando le tocaba pierna…—. Sudo como un kusareño en un examen de matemáticas, macho.
Tomó una toalla que había dejado sobre la mesa de piedra y se secó un poco. Luego, de paso, sacó un pergamino y lo dejó en el suelo, abierto. Realizó una corta tanda de sellos y la gran roca se desvaneció, sellándose en el pergamino. Lo guardó en el portaobjetos y, finalmente, se puso la camiseta.
—Pues a ver, Daruu, es que ese adiós tenía un porqué. No te creas que lo hice gratuitamente, hombre. Yo me estaba despidiendo porque… Bueno, ¡es que no me vais a creer! —No le iban a creer ni de coña—. Pero… me clavaron una espada en el pecho, ¿vale? Bueno, yo me la clavé. Y pensé que, como consecuencia lógica, me moriría. ¿Quién en su sano juicio no lo pensaría? Por eso quise despedirme justo antes de todos vosotros.
Se sentó encima de la mesa y les miró a los ojos.
—No me creéis, ¿verdad? ¡Si es que nunca me creen cuando digo la verdad, hostia! —se quejó. Supuso que algo de culpa tenía de eso—. Si fuese mentira, me inventaría algo más creíble, ¿no?
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Pero Daruu sí que se atrevió a dar aquel arriesgado paso adelante. Ni corto ni perezoso le lanzó un Mizurappa falto de presión y potencia a Datsue. Un manguerazo en toda regla. Y Ayame se estremeció a su lado.
—¡Daruu! —¡Que por mucho menos el Uchiha se la había tenido jurada a ella hasta hace no mucho!
—¡Lo siento, tío, es que dabas un poco de cosica! —se excusó él—. ¡Y en todo caso debería haberte echado la bronca yo por decirnos ADIÓS, así con todas las letras, y luego no contestarnos a nada! ¡Qué coño te pasa!
—Eso es cierto, ¡nos dejaste muy preocupados!
—Me cago en… ¡Esas cosas se avisan! —protestó el Uchiha, aunque parecía estar más agradecido que molesto por ello—. Ehm… Sí, sí. Ahora me pongo algo. Cuando entreno pecho o espalda apenas sudo un par de gotas, pero cuando me toca pierna… Sudo como un kusareño en un examen de matemáticas, macho —añadió, y Ayame no pudo evitar soltar una risilla.
Datsue cogió una toalla que había tirada sobre la mesa de piedra y se secó un poco. Después, y ante los atónitos ojos de Ayame, sacó un pergamino, lo dejó sobre el suelo abierto, y tras una pequeña serie de sellos la roca desapareció.
«Nunca entenderé esa magia oscura...» Se dijo la kunoichi.
—Pues a ver, Daruu, es que ese adiós tenía un porqué —continuó, ya vestido con una camiseta—. No te creas que lo hice gratuitamente, hombre. Yo me estaba despidiendo porque… Bueno, ¡es que no me vais a creer! —añadió—. Pero… me clavaron una espada en el pecho, ¿vale? Bueno, yo me la clavé —aclaró, como si no fuera suficiente—. Y pensé que, como consecuencia lógica, me moriría. ¿Quién en su sano juicio no lo pensaría? Por eso quise despedirme justo antes de todos vosotros.
Ayame se había quedado mirándola, muda de asombro e incapaz de procesar lo que Datsue acababa de relatar. Y el Uchiha debió de interpretar sus gesto, porque se sentó encima de la mesa y añadió:
—No me creéis, ¿verdad? ¡Si es que nunca me creen cuando digo la verdad, hostia! Si fuese mentira, me inventaría algo más creíble, ¿no?
La kunoichi tardó algunos segundos en responder. Y aún así, cuando lo hizo, su voz sonó débil y temblorosa.
—C... ¿Cómo que te clavaste... una espada... en el pecho...? —preguntó—. A ver, que no quiero ser yo quien te cuestione pero... ¡¿ES QUE ESTÁS TONTO O QUÉ?!
¿Que se clavó una espada en el pecho? Bien, vale, muy bien. Se clavó una espada en el pecho. Se la clavó él, fue muy claro en aclarar ese detalle. ¿¡Y por qué coño se clavó una espada en el pecho, eh!? ¿¡Por qué cojones iba a hacer eso!?
—No me creéis, ¿verdad? ¡Si es que nunca me creen cuando digo la verdad, hostia! —se quejó. Supuso que algo de culpa tenía de eso—. Si fuese mentira, me inventaría algo más creíble, ¿no?
—Vamos a ver, Datsue, si no es que no te crea, es que por qué co...
—C... ¿Cómo que te clavaste... una espada... en el pecho...? —preguntó Ayame—. A ver, que no quiero ser yo quien te cuestione pero... ¡¿ES QUE ESTÁS TONTO O QUÉ?!
Daruu dio una palmada y apuntó con ambas manos a Ayame con las palmas hacia arriba y los labios fruncidos en un gesto enfático.
Bueno, al menos le creían. ¿Pensaban que era un tonto? Sí. Pero no podía culparles. Él también lo había pensado cuando se clavó la espada en el pecho. Eso y cosas mucho peores y malsonantes.
—Un soñador, diría. Un iluso. Un poco intrépido, también. Pero, ¿tonto? —dijo, escéptico, respondiendo a ambos—. Bueno, vale, quizá un poco tontito también —tuvo que admitir.
»Veréis, y esto que quede entre nosotros —dijo, algo más serio—. Fue el Consejo de Sabios. Me quisieron poner a prueba —confesó, mirando a uno y a otro y tomándose unos momentos para continuar—. Me prestaron una espada, una muy especial, imbuida con fuuinjutsu. Entonces, me revelaron cómo superar la prueba. Solo tenía que hacer una cosa sin importancia, un pequeñito gesto por mi parte: clavármela hasta el fondo en el puto corazón.
Alzó un dedo pidiendo tregua, antes de que se le abalanzasen con preguntas.
—Ah, pero tenía truco. La magia del fuuinjutsu. —Una que ni él mismo, que se consideraba experto, era capaz de explicar cómo funcionaba en aquel caso en concreto—. Si la espada me consideraba digno, no me sucedería nada. Sería como si me atravesase algo inmaterial, un fantasma. Pero, si por el contrario me consideraba indigno…
Echó la lengua fuera hacia un lado mientras entrecerraba los ojos y ladeaba la cabeza, queriendo imitar a un muerto. No hacían falta más palabras.
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Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—¡Exactamente eso! —exclamó Daruu, con una palmada, dándole la razón.
—Un soñador, diría —respondió Datsue. «Un soñador tonto.» Pensó Ayame para sí—. Un iluso. —«Un iluso tonto.»—. Un poco intrépido, también. —«Un intrépido tonto.»—. Pero, ¿tonto? —«Sí. Tonto tonto.»—. Bueno, vale, quizá un poco tontito también —tuvo que admitir al final, y Ayame, que se había cruzado de brazos, asintió varias veces con gesto serio y el ceño fruncido.
»Veréis, y esto que quede entre nosotros —continuó hablando—. Fue el Consejo de Sabios.
«El Consejo de Sabios...» Ayame abrió los ojos de par en par, y Kokuō, en su interior, se removió inquieta. Si no se equivocaba, el Consejo de Sabios había sido el mismo grupo de ancianos Uzumaki que ayudaron a revertir de nuevo el sello, cuando estaba confinada en el interior de su cuerpo.
—Me quisieron poner a prueba. Me prestaron una espada, una muy especial, imbuida con fuuinjutsu. Entonces, me revelaron cómo superar la prueba. Solo tenía que hacer una cosa sin importancia, un pequeñito gesto por mi parte: clavármela hasta el fondo en el puto corazón —el Uchiha alzó un dedo antes de que ninguno de los otros dos sinobi pudiera intervenir ante tal revelación, y ambos se quedaron callados y con las ganas de decir nada. ¡¿Qué clase de prueba te exigía que te suicidaras de esa manera?!—: Ah, pero tenía truco. La magia del fuuinjutsu. Si la espada me consideraba digno, no me sucedería nada. Sería como si me atravesase algo inmaterial, un fantasma. Pero, si por el contrario me consideraba indigno… —En un gesto de lo más teatral, el Uchiha sacó la lengua a un lado de la boca, entrecerrando los ojos y ladeando la cabeza.
Ni siquiera habría hecho falta que lo hiciera. Las consecuencias eran bien obvias.
«Definitivamente, nunca entenderé las técnicas de sellado...» ¿Una espada que atravesaba cuerpos si te consideraba digno, y si no te mataba? ¿Qué clase de magia negra era esa?
—¿Pero una prueba para qué? ¿Para qué debía considerarte digno la espada? —preguntó Ayame, muerta de curiosidad.
13/10/2019, 17:41 (Última modificación: 13/10/2019, 17:42 por Amedama Daruu.)
Datsue les reveló que fue el Consejo de Sabios quien le emplazó a clavarse la espada en el corazón. Una espada antigua y llena de poder, con una peculiar técnica de sellado que juzgaba al que la utilizaba de esta manera y decidía si viviría o si no lo haría, basado en si la propia hoja le consideraba alguien digno. ¿Digno para qué?
—¿Pero una prueba para qué? ¿Para qué debía considerarte digno la espada? —preguntó Ayame, muerta de curiosidad.
Daruu entrecerró los ojos, serio. Observó la fortaleza física recién adquirida, dirigió una mirada luego hacia donde había estado la roca gigante. Se estaba entrenando, más duramente de lo que le había visto jamás. Por sí mismo eso no habría tenido por qué significar nada, con todo el problemón de Dragón Rojo, Kaido y Akame sobrevolando sobre sus cabezas, así como los Generales de Kurama. Pero estaba la prueba del Consejo de Sabios.
¿A quién respondía el Consejo de Sabios de Uzushiogakure? Daruu no tenía ni idea, pero sí podía tratar de hacérsela. Desde luego, no a mucha gente.
Apretó los puños y se dio la vuelta, molesto. Aquél maldito Uchiha siempre iba dos pasos por delante. Y por culpa de haber estado ocupado buscando sus ojos, ahora iba cuatro.
—He retado a Yui a un combate. Me volveré el más fuerte de mi villa. —Si había que adelantar a alguien, tendría que comenzar a correr.
Ah, la pregunta de Ayame voló certera hacia Datsue, quien normalmente sacaría pecho y se vanagloriaría del tremendo honor que le habían concedido. En aquella ocasión, sin embargo, calló. Calló hasta encontrar una respuesta más comedida.
—Espero que no tengas que descubrirlo en mucho, mucho tiempo.
Silencio. Daruu se dio la vuelta, y no le pasó desapercibido la tensión en torno a sus manos, hechos puños.
—He retado a Yui a un combate. Me volveré el más fuerte de mi villa.
Hubo un segundo silencio, distinto al primero. Menos tenso, más vibrante. Menos frío, más eléctrico. Datsue se levantó de la mesa y asintió con solemnidad.
—Y cuando lo hagas —Porque Uchiha Datsue no tenía ninguna duda de que lo iba a conseguir—, volveremos a enfrentarnos.
Porque así estaba escrito en su destino. Porque así lo demandaban sus corazones.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80