—Me alegro por ella, parece ser una fuerte kunoichi. Debería de conocerla algún día, aunque es raro que Riko no me haya dicho nada.

Respondió primero a las últimas palabras de Akame antes que a la pregunta anterior. No solo porque le parecía más importante felicitar, de alguna manera, el trabajo de una compatriota, sino también porque no encontraba una respuesta concisa a tal cuestionamiento.

«¿Cómo no los conozco?» se repitió en su cabeza.

Camino un tiempo en silencio, nuevamente pensativo, hasta darse cuenta que sin encontrar respuesta clara prefirió dar una excusa simple y tonta.

—No sé, no les presté mucha atención. Me preocupaba por otras cosas, supongo, la verdad que no sé. Tal vez que no fuera muy social por aquel entonces, o todo el mundo exterior se me seguía haciendo raro.

Siendo sincero con él mismo no sabía en qué momento dejó de sentir al mundo exterior como tal. El templo seguía siendo su hogar, pero el vivir fuera de él lo había convertido en aquel lugar lejano y extraño con un sentimiento de no conocerlo. Tal vez era tiempo de volver a visitar a su familia y amigos pero.... ¿Cómo podría presentarse sin las habilidades que debería de tener? Después de todo no era un jounin como el Uchiha.

—¿Conoces a todos tus compañeros de promoción?— preguntó solamente para no dejar lugar al silencio incómodo.

Akame se limitó a guardar silencio ante las palabras de Karamaru. No tenía interés alguno en compartir su opinión sobre la habilidad en combate de los ninjas de Ame con uno de los suyos, y mucho menos de arriesgarse a que aquel chico se ofendiera y decidiese continuar su camino en solitario. Porque claro, a aquellas alturas el jōnin ya había decidido servirse de Karamaru en sus entrenamientos matutinos.

La siguiente respuesta del calvo llamó la atención de Akame. «¿No les prestaste atención a tus compañeros ninjas?» Incluso él, que se consideraba un tipo un tanto introvertido y para nada carismático, tenía claro que en aquella profesión uno tenía que conocer a sus colegas lo suficiente como para poder arriesgar la vida por ellos llegado el momento. O que otros la arriesgaran por uno.

Cuando Karamaru formuló su tercera y última pregunta, el gran tronco del Árbol Sagrado ya se alzaba imponente frente a ellos. Habían salido de la ciudad propiamente dicha y ahora se encontraban en los alrededores del venerado lugar, una ribera de hierba verde y fresca y río de aguas cristalinas. Akame buscó la sombra de un arbolillo cercano.

—Sí, los conozco —añadió, algo lúgubre, y en su rostro se podía distinguir perfectamente la dureza marmórea que de repente había adoptado—. A los que siguen entre nosotros, quiero decir.

Dejó aquella frase en el aire.

—Fuimos una promoción numerosa, pero recuerdo sus caras. Las de todos. Ahora ya no quedamos tantos —miró a Karamaru con cierta nostalgia—. Gajes del oficio.

Agachó la cabeza sin saber bien qué responder. Era triste para el calvo saber que los compañeros del Uchiha fueron cayendo uno a uno y que, a pesar de haber presenciado muertes, nunca tuvo la situación del fallecimiento de un colega cercano ni de alguien con quien tuviera trato. Tal vez los de Ame eran mucho más cuidadosos que la generación uzujin de Akame.

—Pues sí, gajes del oficio, aunque espero que no me alcancen a mí.

El monje había seguido a su compañero de caminata, futuro rival de combate, hasta la sombra de un árbol ya cerca del lugar objetivo. Ya ambos estaban en los alrededores del gigante arbóreo y en los terrenos del zorro eterno. Por su parte se tomó unos segundos en silencio para observar las altas copas verdes y deleitarse con el paisaje. La sensación de un guardián cercano ya lo reconfortaba y no solo le llenaba de energía y motivación, si no también que hacía que aquel viaje hubiera valido la pena.

«Es responsabilidad nuestra que no nos alcancen.» terminó su respuesta solo para él y sus pensamientos.

—Siendo sincero, a pesar de las dudas ahora tengo ganas de entrar en combate. ¿Quieres acercarte un poco al Árbol Sagrado?

Ya alerta ante cualquier posible respuesta o movimiento traicionero, Karamaru esperaba calmo pero atento los movimientos del uzujin.

—Lo mismo digo, socio —respondió el Uchiha con voz seca.

Akame ya había dejado la mochila apoyada en el tronco del árbol bajo cuya sombra se cobijaban ambos ninjas cuando el amejin le sugirió que, para entrenar, se acercasen un poco más al gran Árbol Sagrado. El jōnin meditó unos segundos, pero acabó accediendo antes de volver a colgarse el petate y echar a andar hacia la parte del lago donde se podía cruzar para llegar al lugar sagrado.

—Yo también estoy ansioso por comenzar el entrenamiento —admitió—. Me apasiona enfrentarme a otros ninjas, sobre todo si son extranjeros. Hay tantos estilos de combate, tantos jutsus, tantas cosas por aprender...

No lo decía en balde, aunque Karamaru no supiera hasta qué punto.

Así, el Uchiha acabó por detenerse en el claro formado por el hueco que había entre dos enormes raíces del Árbol Sagrado. Se tomó unos momentos para admirar aquella maravilla de la naturaleza; las raíces se extendían por la tierra como los tentáculos de un dios sepultado, con un tamaño y robustez que Akame jamás había visto en ningún otro ser vivo de Oonindo. «Es ciertamente impresionante...»

En los alrededores ya habían visto a otros grupos de ninja entrenando, pero allí, en ese pequeño claro, estaban solos. El jōnin dejó su mochila junto a una de las raíces y se colocó en el centro del improvisado campo de batalla, que debía medir unos treinta metros de diámetro. Luego caminó unos cuantos pasos, hasta situarse a cinco metros del punto central, y esperó a que Karamaru hiciera lo mismo en sentido inverso.

De ese modo ambos quedarían a diez metros el uno del otro.

—Cuando quieras, Karamaru-san —anunció Akame, formando el Sello de la Confrontación y activando su Sharingan de Tres Aspas.

En silencio el calvo siguió las huellas del uzujin ante un claro rodeado por las enormes raíces del árbol. Akame recorrió con la mirada el terreno de combate, probablemente para analizar lo poco que había alrededor, pero lejos de hacer eso Karamaru tocó una raíz con la mano y cerró los ojos por tan solo segundos.

—Listo, allá voy— se dijo a sí mismo en susurros tras entregarle unas pocas palabras al guardián de aquel terreno.

Fue obvio para sus ojos al darse vuelta que el morocho no se encontraba en un lugar al azar, y fue rápido para acomodarse en un lugar similar. Unos diez metro aproximados los separaban a ambos y pensando de si moverse o no el uzujin le robó la iniciativa.

«Y eso...»

Los ojos de Akame cambiaron de color en un pestañeo e instintivamente el monje se preparó para un ataque que nunca llegó poniéndose en una posición de guardia básica. Todavía seguía quieto, con la vista teñida de rojo mirándolo de manera intimidante.

—Allá voy.— repitió esta vez en voz alta y en un movimiento veloz tomó un kunai de su portaobjetos y lo arrojó para luego hacer una pequeña secuencia de sellos y triplicarse a sí mismo en el escenario.

«¡Vamos!»

El enfrentamiento dio comienzo cuando Karamaru sacó un kunai de su portaobjetos y lo arrojó con fuerza en dirección al Uchiha. Éste previó el lanzamiento con todo lujo de detalles, dado que su Sharingan le facilitó enormemente interpretar las extensiones y contracciones en los músculos del brazo del monje. Así, Akame formó en su cabeza una imagen nítida de la trayectoria del cuchillo volador... Y del que venía oculto en su sombra. Le bastó dar apenas un rápido paso lateral para apartarse del camino de las dos armas, que terminaron por chocar contra la raíz del Árbol Sagrado que Akame tenía a su espalda, delimitando aquella zona del campo de batalla.

«Dos kunais, a veinticinco metros a mi espalda» se recordó el jōnin al escuchar el sonido que produjeron ambas armas chocando contra la gruesa raíz.

Mientras Karamaru hacía una corta serie de sellos, Akame salió disparado en dirección al monje. Recortó distancias velozmente, y al llegar a cuerpo a cuerpo fingió dirigir su atención hacia uno de los falsos Karamarus. Claro, su Sharingan le permitía distinguir claramente al verdadero, pero su oponente no tenía por qué saberlo. Esperando que el calvo se hubiera confiado gracias a su amago, Akame giró en el último segundo para enfrentarle; lanzó un rápido gancho con su diestra, directo a la mandíbula del amejin, y luego trató de barrer sus piernas con una patada de su zurda.

Tal como el calvo esperaba el uzujin esquivó los kunai con gran facilidad y, por fortuna para él, comenzó a su arremetida de contraataque. Esperaba un ataque firme hacia su persona, pero parecía ser que Akame iba primero a eliminar a uno de sus clones. Sin embargo el ataque nunca alcanzó tal objetivo, permitiendo a ambos clones alejarse en simetría hacia los costados del cenobita.

Su estrategia no cambiaba, después de todo la distancia que necesitaba era la misma. Cuando Akame lanzó un falso golpe, el monje se acercó al suelo, sin poder ver los movimientos posterior del jounin, y decidido atacó los tobillos del campeón.

«Konoha Reppū» se gritó a si mismo mientras giraba en velocidad levantando tierra con sus movimientos.

Todavía no sabía qué haría después, su falta de experiencia lo evitaba, pero sabía que si caía su ahora rival estaría en una posición de ventaja.

Sin embargo, Karamaru no iba a quedarse esperando a que Akame le diera la paliza de su vida sin intentar nada a cambio. Nada más el Uchiha se aproximó hacia la posición del calvo, este preparó su contraofensa; el jōnin enfiló a uno de los Bunshin, pero entonces su Sharingan le reveló que Karamaru estaba a punto de ejecutar una ofensiva que para nada podía pasar por alto. El amejin se agachó con rapidez y giró sobre sí mismo, liberando una cantidad considerable de chakra que había concentrado en su tren inferior.

En respuesta, Akame se limitó a dar un salto, elevando ambos pies, para hacer que la pierna de su rival pasara justo por debajo. Después sus manos se entrelazaron en el sello del Tigre, concentró chakra en su estómago y lo dirigió hacia su boca. Apenas aterrizó, un instante después, retrocedió con un salto al tiempo que vomitaba una bola de energía ígnea muy concentrada, directa al torso de Karamaru.

Arrastrándose por el piso sin éxito, el calvo pensó en seguir su ofensiva continuando con sus golpes cuerpo a cuerpo. Estirar las piernas y salir volando en una arremetida rápida para perseguir al jounin en su escapada, pero no pudo prevenir el contraataque que le seguía a aquel salto.

«Mierda»

Arrastró los pies en el suelo tratando de frenar, juntó sus manos para comenzar una secuencia de sellos con la que frenar la bola de fuego que se le acercaba pero antes siquiera de juntar sus manos ya sentía el calor del fuego cerca del rostro. Sin chances de cumplir con su objetivo, cruzo sus brazos en cruz frente a su cara y cerró los ojos para que el brillo anaranjado no lo ciegue.

El golpe calentó su cuerpo y lo tumbó arrastrándolo varios metros hacia atrás. Su ropa se cubrió levemente de tierra y lo próximo que vería el calvo tras abrir los ojos sería el pasto a pocos centímetros del rostro.

«Así no vas a durar mucho, idiota»

En silencio y tranquilo, reconociendo el dolor del impacto, Karamaru comenzó a levantarse ignorando a su oponente mas mirándolo de reojo, atento. Sacudió su vestimenta con las manos y buscando la mayor aceleración que podría tener fue a buscar al morocho.

—Raiton: Hebi Mikazuchi— dijo tras una corta serie de sellos a pocos metros de su rival. Su brazo se extendió y de este, una serpiente eléctrica continuó con la arremetida del calvo quién ya se preparaba para seguir el ataque.

Karamaru no dispuso de suficiente tiempo y velocidad de reacción como para poder evadir la bala ígnea que el Uchiha del Remolino le disparaba casi a bocajarro, de modo que recibió el impacto directamente. Una deflagración precedió al fuerte empujón que mandó al calvo al suelo, cayendo de espaldas sin remedio. Akame aterrizó un momento después, flexionando las rodillas para amortiguar el impacto de sus sandalias ninja contra la fresca hierba, y observó.

«Ese Taijutsu ha sido muy rápido, y su pierna estaba cargada de chakra... Debo tener cuidado. Si me coge desprevenido con esa técnica, podría hacerme bastante daño».

Unos momentos después, el amejin ya se encontraba de nuevo en pie. Parecía que, pese a haber recibido el impacto directo de un Ninjutsu Katon, todavía podía seguir peleando; cosa que complació al jōnin. Akame esperó a que su oponente se hubiese recuperado del todo y entonces el combate continuó.

Lejos de arrugarse, Karamaru volvió a la carga, tratando de llegar otra vez a distancia de cuerpo a cuerpo. La velocidad del amejin no era nada del otro mundo, dicho sea de paso, y Akame no estaba teniendo problema alguno en seguir sus movimientos. «Por Amaterasu que es lento, incluso sin el Sharingan no creo que encontrase dificultad para no perderle de vista», se dijo el jōnin.

Cuando su oponente realizó un par de sellos, las manos de Akame se movieron rápidamente para imitarlos. Casi estaban a distancia de cuerpo a cuerpo, y Karamaru adelantó uno de sus puños —recubierto de chakra Raiton— con un golpe feroz. Sin embargo, el Uchiha había hecho lo mismo; y ahora su brazo, también embadurnado de chisporroteante energía azulada, buscaba encontrarse con el de su oponente. De sus labios surgió una réplica, casi desafiante.

—¡Raiton! ¡Hebi Mikazuchi!

Las técnicas de Rayo colisinaron con fuerza. Pese a que Akame simplemente había copiado el jutsu a su alopécico rival, la potencia de su propio chakra era abrumadoramente superior. Como una bestia furiosa, el Raiton del Uchiha engulló al de Karamaru, devorándolo y nutriéndose de su esencia para volverse todavía más mortífero.

Nada podría haber esperado y anticipado Karamaru sobre lo que sucedería a continuación. Vio los movimientos de su rival, sabía que mientras formulaba los sellos algo haría para contrarrestarlo, pero estaba realmente lejos de saber que la misma técnica saldría de su mano y que sentiría tan de cerca el poder de un jounin.

Un estallido de luz lleno sus ojos achicando sus pupilas y una fuerza bruta hizo presión en su brazo que no tardó en doblarse y transmitirle la fuerza al cuerpo entero. Otra vez, y ya con aires de impotencia, Karamaru se revolcaba por el piso para terminar tumbado en el suelo. Sus posibilidades eran escuetas, y ante tal poderío la chance de siquiera acercarse era menor.

«Yo sabía que esto iba a ser así, me resta mostrarle que no soy un cagón»

En silencio tras el impacto, y tras un tiempo lo suficientemente largo para sentirlo, el monje se encontraba nuevamente de pie sobre el terreno con más tierra que la vez anterior. Miraba fijamente a los ojos rojos de Akame, tratando de pensar como continuar, como arremeter, que técnica usar, cómo podría responder.

—No sé si hay una manera de medir el poder de alguien.— los pensamientos dieron lugar a palabras, y su inacción en cuanto al combate se alargaba— Pero eso que acabas de hacer se aproxima bastante.

Y no mentía, se encontraba sorprendido ante el hecho de que estuviese tan atento como para leer sus sellos, repetirlos tan rápidamente, e impactar al mismo tiempo que él.

Tal y como Akame había calculado, la potencia de su propio chakra abrumó sin problemas al de amejin. Las técnicas eléctricas colisionaron violentamente durante un segundo, pero momentos después Karamaru salió despedido hacia atrás sin remedio. El genin, derribado, rodó por el suelo antes de recomponerse finalmente.

Pesadamente, Karamaru se incorporó. El de Uzu le dedicó una mirada inquisitiva, mientras se mantenía en guardia pero sin intenciones de atacar.

—¿Puedes seguir, Karamaru-san?

Por nada del mundo quería que aquel entrenamiento terminase con el amejin inconsciente sobre la fresca hierba del islote, y su cuerpo ya parecía sumamente maltrecho.

«De hecho, para su nivel, me sorprende que haya sido capaz de aguantar dos jutsus de rango medio como estos. Debe haber trabajado su vitalidad y resistencia físicas para lograr semejante fortaleza en relación a sus capacidades».

La ofensiva que esperaba Karamaru nunca empezó. Él ya había arremetido sin éxito, pensó que esta vez lo haría el jounin, pero nuevamente la inacción dio lugar a las palabras. Y si el calvo tenía que quedarse allí durante días y noches era capaz de hacerlo con tal de mostrarle su valía a alguien superior.

—Claro, dame con todo lo que tienes, demuéstrame de qué es capaz un jounin.— terminó por decidirse a torear al rival.

Y sabía perfectamente que si Akame procedía a cumplir el pedido del amejin, este poco podría hacer para seguir en pie dado su estado actual donde el dolor era claro y evidente. Pero la curiosidad del calvo, y la aceptación de una inevitable victoria por parte del morocho, lo llevó a querer conocer el nivel que debía de alcanzar para ser digno de ese tan respetado rango.

—Vamos qué esperas, te espero.

El cambio de actitud rotundo del cenobita lo llevó a postrarse derecho, con los brazos estirados hacia los costado entregándose como blanco. Ante tal insinuación y palabras, era infaltable el gesto con las manos para que el uzujin recortara distancia.

Ante la respuesta de Karamaru, el Uchiha se limitó a afianzar su postura de guardia y dar por continuado el combate.

«Puede que no quiera rendirse, pero parece realmente malherido. Tendré que calcular de forma exquisita la potencia de mis ataques para asegurarme de que no le hago daño de verdad... Será mejor que me limite al Taijutsu por ahora, no estoy seguro de cuánto Ninjutsu podría aguantar este chico antes de quedarse fuera de combate.»

Como un resorte, Akame salió despedido a toda velocidad hacia su oponente, buscando recortar rápidamente la distancia que les separaba. Ya sabía que era realmente superior a Karamaru tanto en agilidad como en destreza cuerpo a cuerpo, de modo que el Uchiha pensó en terminar con el combate con una ofensiva continuada de golpes físicos.

Cuando estuvo a distancia de cuerpo a cuerpo, el jōnin amagó un golpe directo a la cara de su rival con la zurda, pero en realidad el verdadero ataque estuvo en un gancho de derecha directo a la mandíbula. Impactase o no, continuaría su ofensiva con otro puñetazo, esta vez sí, directo a la nariz. Por último, trataría de barrer a Karamaru con una patada baja.

Finalmente el jounin movió los pies y recortó distancia. Karamaru en sus pocos segundos de charla había pensado solamente una cosa, la única idea que tenía en ese momento como para siquiera hacerle algo a Akame, algo que sea un poco más que un simple rasguño. Aunque eso sería como una victoria para él igualmente.

«Bien»

Al momento en que Akame comenzó a moverse, Karamaru lanzó los únicos dos kunai que le quedaban hacia los costados del uzujin. Podrían pasar cerca cada uno por su lado, pero su objetivo no era la puntería para acertar, simplemente que le pasasen por al lado. La carrera del monje no tardó en comenzar.

Unos pocos cuántos pasos que, junto con los del morocho, achicarían la distancia y luego se despegaría del piso. Con un pie al frente todo su cuerpo se abalanzaba hacia el rostro de su rival, o eso podría llegar a pensar. Al igual que los kunai, intentaría pasar por el costado y aterrizar un poco detrás de Akame para dar el golpe verdadero.

«Por favor, por favor» fue lo que pensaba mientras juntaba sus manos. Las dos juntas, los dos índices estirados, y un culo que se veía como objetivo primario a la ofensiva del cenobita. Si alcanzaban destino, en ese impacto, una fina capa de chakra las recubriría.