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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Daruu y Ayame caminaban torpemente sorteando los árboles del Lago Partido. El primero cargaba con la segunda, renqueante, confundida por la técnica de una misteriosa atacante enmascarada. Ignorando el peligro de sus familiares y confiándoles su esperanza, los muchachos pretendían acudir al socorro, o al menos comprobar el estado, de otro amigo. Se trataba nada más y nada menos que de Uchiha Datsue, quien ahora estaba tirado de cualquier manera en la orilla.

¿Ya puedes caminar? —preguntó Daruu, y dejó que Ayame se apoyara en un tronco cercano. Se acercó al uzujin—. Eh. Oye, Datsue. ¿Estás bien? ¡Datsue! —Le cogió por los hombros y le dio un par de sacudidas suaves—. Despierta.

Daruu se dio la vuelta hacia Ayame.

»Kaido, Akame y otro tipo aparecieron delante de nosotros. Yui y Hanabi bajaron a luchar contra ellos, y yo sólo pude pensar en poneros a salvo. A él, porque sabía que lo primero que haría sería tirarse encima de Akame. Y en su estado... bueno. —Daruu se encogió de hombros—. En cuanto vi quien estaba atacándote, la reconocí. Por el poder de su chakra, y por el pelo negro. ¿Esa era la tal Kuroyuki? —Daruu negó con la cabeza—. Tenía que sacarte de allí a ti también. ¡Maldita sea! ¿Acaso los Generales y Dragón Rojo están colaborando?
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#2
Ayame se dejó arrastrar, sumida en un completo silencio. Sabía que Daruu tenía razón sobre sus familias, sabía que era una completa locura volver al estadio si de verdad estaban detrás de ella, y también sabía que aquella era una hipótesis que ninguno de ellos quería comprobar si era cierta. Pero no podía dejar de preocuparse por ello. Estaba en su naturaleza. Y por eso, una y otra vez, echaba la vista atrás temiendo ver una nueva explosión u otro mortífero rayo.

Afortunadamente, ninguno de ellos llegó por el momento.

Al principio, Daruu casi había tenido que cargarla para que comenzara a moverse, pero ahora que su cuerpo había recuperado prácticamente la normalidad, Ayame podía avanzar casi por su cuenta. Aunque de forma lenta y renqueante. Era una sensación muy extraña y frustrante al mismo tiempo.

¿Ya puedes caminar?

Más... o menos... —Ayame apoyó la espalda en el tronco de un árbol, siseando entre dientes. Perder el control de su cuerpo de esa manera era una sensación muy frustrante. Era como volver a ser un bebé. Un bebé que se agita en el suelo como un pobre muñeco.

Daruu entonces se acercó a la orilla del lago y se inclinó sobre un cuerpo en el que Ayame, concentrada en sus propios pasos como estaba, no había reparado hasta ahora.

¡Datsue! —exclamó, prácticamente arrojándose de rodillas sobre el Uzujin.

Eh. Oye, Datsue. ¿Estás bien? ¡Datsue! Despierta —exclamaba Daruu, sacudiéndole por los hombros.

Daruu, ¿qué ha pasado? —preguntó Ayame, aterrada.

Kaido, Akame y otro tipo aparecieron delante de nosotros —explicó, y Ayame sintió que el bosque daba vueltas a su alrededor—. Yui y Hanabi bajaron a luchar contra ellos, y yo sólo pude pensar en poneros a salvo. A él, porque sabía que lo primero que haría sería tirarse encima de Akame. Y en su estado... bueno —Daruu se encogió de hombros—. En cuanto vi quien estaba atacándote, la reconocí. Por el poder de su chakra, y por el pelo negro. ¿Esa era la tal Kuroyuki?

Ayame, por toda respuesta, agachó la cabeza con un estremecimiento. No hizo falta decir nada al respecto, y Daruu negó con la cabeza.

Tenía que sacarte de allí a ti también. ¡Maldita sea! ¿Acaso los Generales y Dragón Rojo están colaborando?

Ahora hablaremos sobre ello, primero tenemos que asegurarnos de que Datsue esté bien —respondió Ayame, más seria y sombría que nunca.
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#3
Todo a su alrededor era oscuro. Oscuro, que no completamente negro, como si estuviese dentro de una nube de tormenta. ¿O es que ni siquiera tenía los ojos abiertos? Los párpados le pesaban. Le pesaban mucho. Las fuerzas se le escapaban como si decenas de sanguijuelas le estuviesen drenando, chupándole hasta la última gota de energía. No, no sanguijuelas. Sino senbons.

Jodidos senbons.

Datsue se arrancó cada aguja de sanguijuela, una a una. ¿Cuántas le habían clavado? Perdió la cuenta en algún punto, cuando el sueño volvía a invadirle y su mente no era lo suficientemente fuerte como para erigir un muro de defensa. Llegó un momento dado que escuchó voces. Alguien le sacudía. Un traidor, supo casi al instante. Aquel que le había arrebatado lo que más quería en aquel mundo.

Su venganza.

Aquel pensamiento le enfureció. Desde su pecho, sintió un calor que se fue extendiendo de las arterias a las venas, y de las venas al músculo. Como si el mismísimo volcán de la Lengua Ígnea hubiese vomitado en el interior de su corazón. Aquello le espabiló. Le despertó. Generales, oyó. Dragones, escuchó.

«¿Dragones? Dragones de papel», dedujo. Aquellos seres mitológicos se habían extinguido hacía mucho tiempo. O bueno, casi. Tan solo quedaba uno. Un individuo que cargaba sobre sus hombros el peso de ser el último de su especie. El último y auténtico dragón de Ōnindo. Hanabi. Y más les valía a aquellos imitadores de tres al cuarto no ponerse delante de él cuando abriese las fauces.

¿Qué ven tus ojos? —farfulló, tratando de enfocar la vista en Daruu—. ¿Qué ven tus ojos? —volvió a preguntar, desviando la mirada hacia el estadio.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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#4
Daruu casi se sobresaltó cuando Datsue se dirigió a él, casi delirando. Al principio, no entendió a qué se refería. Entonces, el Uchiha desvió la mirada hacia el estadio. Daruu le imitó.

Quizás los desenfocados ojos de Datsue no vieran más que una silueta. Pero el Hyūga no necesitó siquiera activar el Byakugan para abrir la boca, anonadado.

Sus ojos vieron...
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#5

Permítanme contestar a Yui con Daruu en este post para hacerlo más fluido y no tener que contestar otra vez con la otra cuenta.

Amedama, cierra la boca, coño, ni que hubieras visto un fantasma.

...a Amekoro Yui. Lo cierto es que sí que parecía un fantasma. Parecía más pálida que de costumbre, y tenía unas grandes ojeras. Siempre había sido una mujer llena de energía, algunos, quizás, opinaban —lejos de ella— que tenía demasiada energía. Pero ese día la habitual sonrisa dentada y socarrona de Yui no era más que una mueca triste. La mujer vestía un sombrero distinto. Quizás alguno de ellos lo reconociera como el sombrero del Señor Feudal, si es que alguna vez lo habían visto aunque fuera en foto. Daruu no lo reconoció, no en ese momento.

Pero sí reconocía el sombrero de Arashikage que le plantó en la cabeza.

¿Yui-sama, qué...?

No te confundas. Eres muy buen shinobi, pero esto es temporal —dijo la Arashikage, mostrándole la palma de la mano, en un tono casi fúnebre—. Escuchadme bien, porque no quiero repetirlo y quiero largarme de aquí ya. Sekiryū ha matado a mi hermano. Al Señor Feudal. Creo que han acabado con todos ellos.

¡Bam! Una bomba inesperada. El Hyūga había atado cabos dispares. ¿El objetivo no era Ayame? ¿Entonces... Kurama?

Yui-sama, no quiero interrumpirle pero Kurama también está aquí.

Aunque con evidente sorpresa, Yui seguía pareciendo un muerto.

Entonces más razón para que Ayame y yo nos vayamos. Protege a...

»Mmh.

Yui se arrodilló al lado de Datsue y le puso una mano en la cabeza. Le estaba... ¿acariciando?

»Uchiha Datsue, ¿verdad? Muy gracioso tu broma del despacho. Quizás en otro momento pudiéramos ajustar cuentas, pero creo que tendría que añadir demasiadas cuentas que ajustar a mi ábaco —pronunció, casi arrastrando las sílabas—. Uchiha Datsue. Quiero decirte algo. Quiero decirte que... Lo siento.

Se levantó, y se dirigió hacia Ayame. Yui disculpándose. Esa también era nueva.

»Puedes contarle la verdad a Aiko. No. Debes contarle la verdad. Dile a ella que también lo siento. No es momento de que nos separen viejas rencillas. Ahora sé lo que es perder a alguien a quien de verdad quieres. Que su estancia en Uzushiogakure sea un símbolo de unión entre dos pueblos.

Miró a Ayame a los ojos.

»Ayame. Si sigues teniendo alguna de tus marcas en mi torre, es hora de que me acompañes. Te necesito. —Se dio la vuelta hacia Daruu—. Y tú, Amedama...

»Lidera a mis shinobi de vuelta a Amegakure. Y traete... a Umikiba Kaido.

»He logrado quebrar la voluntad de ese sello, al menos temporalmente. Pero si queremos asegurarnos su regreso, necesitaremos que alguien lo rompa. Uchiha, eres experto en Fūinjutsu, ¿verdad? Sé que no me he ganado tu respeto. Pero aunque sea por ese vínculo a tres que tenéis entre vosotros... hazme ese favor.
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#6
Y entonces, Datsue reaccionó.

¿Qué ven tus ojos? —farfulló, con la mirada aún desenfocada. Ayame llegó a creer que estaba delirando en su debilidad, pero entonces el Uchiha volvió los ojos hacia el estadio y demandó con más energía—. ¿Qué ven tus ojos?

Y los dos Amejines le imitaron. Y ambos se quedaron boquiabiertos, Daruu ni siquiera tuvo que activar su Byakugan.

Y es que hacia ellos se acercaba una figura entre los árboles. Una figura que había perdido toda su energía eléctrica, pero que seguía manteniendo aquel porte regio que la caracterizaba.

Amedama, cierra la boca, coño, ni que hubieras visto un fantasma —habló Amekoro Yui, con el sombrero del Señor Feudal sobre su cabeza en lugar de el de Kage. La mujer parecía más pálida que de costumbre, más cansada, y sus ojos estaban hinchados y enmarcados por unas notables ojeras. Era como si hubiese envejecido de repente varios años. Ni siquiera aquella afilada sonrisa era la misma sonrisa socarrona de siempre, ahora sólo estaba cargada de una infinita tristeza.

Y... Yui-sama —la saludó Ayame, poniéndose en pie todo lo deprisa que fue capaz e inclinando el torso en una reverencia. Menos mal que la técnica que la inmovilizaba ya había perdido su efecto.

Pero entonces la Arashikage se adelantó y le plantó a Daruu un sombrero en la cabeza. El sombrero de Arashikage.

A Ayame casi se le cae la mandíbula al suelo.

¿Yui-sama, qué...? —farfulló Daruu, tan confuso como ella. Y no era para menos.

No te confundas. Eres muy buen shinobi, pero esto es temporal —respondió Yui, con tono fúnebre, mostrándole la palma de la mano—. Escuchadme bien, porque no quiero repetirlo y quiero largarme de aquí ya. Sekiryū ha matado a mi hermano. Al Señor Feudal. Creo que han acabado con todos ellos.

Aquel fue el primer jarro de agua helada.

¿Los... Señores Feudales están...? —repitió Ayame en voz baja. ¿Entonces ella no era el objetivo principal? ¿Pero entonces por qué estaba Kurama allí también?

Yui-sama, no quiero interrumpirle pero Kurama también está aquí —habló Daruu, como si le hubiese leído el pensamiento.

Entonces más razón para que Ayame y yo nos vayamos —replicó Yui. Y Ayame levantó la cabeza de golpe.

«¿Qué? ¿Irme? Pero...» Protestó, siempre dentro de su mente, sin atreverse a expresarse en voz alta ante Yui. Puede que la relación entre ambas hubiese mejorado a raíz de que prácticamente la obligara a revelar que había liberado a Kokuō, pero había ciertas cosas que nunca cambiaban.

Protege a... —Yui pareció reparar de repente en la presencia de Datsue, y se arrodilló junto a él. Le puso la mano en la cabeza y entonces... ¿Le acarició?—. Uchiha Datsue, ¿verdad? Muy gracioso tu broma del despacho. Quizás en otro momento pudiéramos ajustar cuentas...

«Oh, no...» Ayame se temió lo peor.

...Pero creo que tendría que añadir demasiadas cuentas que ajustar a mi ábaco. Uchiha Datsue. Quiero decirte algo. Quiero decirte que... Lo siento.

¡BAM! Segundo mazazo: Yui pidiendo perdón. La última vez que la había visto de aquella manera, fue cuando se abrió emocionalmente hacia Kokuō. Y, la verdad, no esperaba verlo de nuevo. Y mucho menos hacia Uchiha Datsue.

Puedes contarle la verdad a Aiko. No. Debes contarle la verdad. Dile a ella que también lo siento. No es momento de que nos separen viejas rencillas. Ahora sé lo que es perder a alguien a quien de verdad quieres. Que su estancia en Uzushiogakure sea un símbolo de unión entre dos pueblos.

«No sé si va a ser buena idea que le revelen la verdad...» Pensó Ayame. Después de no recordar absolutamente nada, que te cuenten de un día para otro que tu verdadero hogar estaba en Amegakure y que fuiste sometida a morir eternamente entre las aguas del lago por una insubordinación antes de entregarte a otra aldea debía de ser, cuanto menos... traumático.

Y para cuando la Arashikage se volvió hacia Ayame, la kunoichi tuvo que hacer un verdadero esfuerzo consciente para cerrar la boca.

Ayame. Si sigues teniendo alguna de tus marcas en mi torre, es hora de que me acompañes. Te necesito.

Ayame apretó los puños y se mordió el labio inferior. Toda su naturaleza se rebelaba ante la idea de abandonar el lugar. Una cosa era alejarse prudencialmente del estadio por si Kurama pudiera seguir por allí, ¡pero volver a Amegakure era algo impensable!

Y tú, Amedama... Lidera a mis shinobi de vuelta a Amegakure. Y traete... a Umikiba Kaido.

¡BAM! La tercera bomba.

He logrado quebrar la voluntad de ese sello, al menos temporalmente. Pero si queremos asegurarnos su regreso, necesitaremos que alguien lo rompa. Uchiha, eres experto en Fūinjutsu, ¿verdad? Sé que no me he ganado tu respeto. Pero aunque sea por ese vínculo a tres que tenéis entre vosotros... hazme ese favor.

«Kaido... ¿regresa...?» Se repitió Ayame, como si su cerebro no fuese capaz de procesar esas dos simple palabras.

Pero entonces sacudió la cabeza y se volvió hacia Yui.

Y... Yui-sama... Eh... -dono... Eh... —titubeaba, al verla con aquel sombrero de Daimyō sobre su cabeza—. Mi... Mi familia sigue en el estadio... Mi padre, mi hermano... Kiroe, Chiiro... Yo... N... No quiero llevarle la contraria pero... N... no puedo abandonarlos... Ni siquiera sé cómo están... —suplicaba, con los ojos inundados de lágrimas.
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#7
No fue el encuentro con el que siempre había soñado. En su cabeza se lo había imaginado de otra manera: él, en plenitud física, con el Mangekyō izquierdo reflejado en los ojos de ella. Sin titubeos. Sin contemplaciones. En su lugar, Yui apareció en su rango de visión mientras él todavía luchaba por mantenerse consciente, tirado de cualquier manera en el suelo. Sus ojos solo reflejaban cansancio.

Verla le recordó lo mucho que la odiaba. Quizá nadie lo quisiese admitir, quizá nadie quisiese verlo, pero Yui había mutilado a Aiko. Había cercenado su alma y arrebatado parte de su ser. Había eliminado años de recuerdos, cortando por el camino lazos, amistades, amores. Pero, ¿saben qué? Datsue también había ajustado demasiadas veces su ábaco, y siempre había salido perdiendo, de una manera u otra.

Hanabi, el Consejo, compañeros de villa… Tanta y tanta gente tenía los ojos puestos en él que no podía permitirse el lujo de caer en los errores del pasado. Tenía que ser mejor que eso, aunque le sentase como una patada en los huevos.

Se tragó el orgullo. No hizo nada. Su mente tan solo trabajó para atar cabos. El sombrero sobre Daruu; la muerte del hermano de Yui —quien, descubrió, se trataba del Señor Feudal—; las palabras de perdón. Aquello último le descolocó. Más cuando le dijo que podía contarle a Aiko la verdad. Parpadeó varias veces, incrédulo. Sin saber qué responder. Sin saber siquiera cómo tomarse aquella noticia. Demasiada información. Demasiadas cosas inesperadas como para asimilarlas todas de golpe.

Cuando encontró aire en los pulmones tan solo pudo responder a una cosa.

Lo haré —respondió, al favor solicitado para ayudar a Kaido—. Por ellos —especificó, mirando primero a Daruu, luego a Ayame, quien tenía algo más que decir.

«Y por mí», añadió silenciosamente para sí. Porque quería descubrir qué había sido de Akame. Qué planes tenía. Cuál sería el próximo paso que iba a dar. Un cazador debe conocer los hábitos de su presa antes de tenderle una trampa.
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#8
Daruu tragó saliva, y como un acto reflejo, se ajustó el sombrero. De pronto, sintió su peso, si bien breve, si bien temporal. Como bien había dicho Yui. «Liderar a tus shinobi de vuelta a Amegakure... Kaido...» Un momento. ¿Había dicho Kaido?

¿Que me traiga a...? —fue a decir, pero Yui se tragó sus palabras como el fondo del lago de la Lluvia.

»He logrado quebrar la voluntad de ese sello, al menos temporalmente. Pero si queremos asegurarnos su regreso, necesitaremos que alguien lo rompa. Uchiha, eres experto en Fūinjutsu, ¿verdad? Sé que no me he ganado tu respeto. Pero aunque sea por ese vínculo a tres que tenéis entre vosotros... hazme ese favor.

Daruu miró a Datsue, atónito. Y el Uchiha contestó afirmativamente. Daruu tragó saliva. ¿De verdad iban a rescatar a Kaido...? ¿Tras tanto tiempo...?

Sintió un sabor agridulce. Demasiada información, sí. Contradictoria. Estaba alegre por Kaido, pero inquieto por su familia, inquieto por Yui. La mujer no parecía la misma. Se mentiría a sí mismo si no admitiese que se había imaginado muchas veces con aquél sombrero encima de la cabeza, pero ahora que lo tenía sentía un terrible miedo a no dar la talla. Ojos puestos en él. Aunque fuera por unos días de viaje.

Tragó saliva. Se dio la vuelta hacia Ayame. Y la saludó con una pequeña reverencia.

Ayame. Confía en mí. Los llevaré de vuelta a casa. A salvo. A todos.

«En el fondo, es todo lo que siempre creí que tenía que ser un shinobi. Proteger a los tuyos.»

El amejin levantó la mirada y la clavó en la de Ayame. En esto, no había duda en sus ojos.
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#9
Yui asintió a Datsue.

Te lo agradezco. —La Señora Feudal suspiró. «No se me da bien hacer amigos. Espero que en eso seas mejor que yo. Qué coño. Sé que lo serás», dedicó interiormente a alguien lejano. Luego, se dio la vuelta hacia Ayame y desvió la mirada al suelo. No, no estaba enfadada. Pero no se le daba bien pensar. Menos ahora. Afortunadamente, Daruu encontró mejores palabras—. Y no hace falta que tu novio cuide de ellos. ¿No confías en tu familia? Son tipos duros. No caerán.

»Amegakure no caerá hoy. Ni mañana. El País de la Tormenta no se doblegará.
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#10
Daruu se volvió hacia ella entonces; y cuando inclinó el cuerpo en una pequeña reverencia, supo lo que estaba a punto de decirle.

Ayame. Confía en mí. Los llevaré de vuelta a casa. A salvo. A todos —dijo, con una mirada llena de una determinación inquebrantable.

Y Ayame le miró largamente, con lágrimas en los ojos. Observó el sombrero de Arashikage sobre su cabeza y algo se removió en su interior. Daruu siempre había estado por delante de ella, en todo. Y ella siempre se había sentido insegura sobre sus propios progresos. Pero lo que sentía ahora era muy diferente: lo que sentía ahora era una confianza ciega en que Daruu, y sólo Daruu, podría llevar a cabo aquella misión con éxito. Sólo Daruu podría poner a salvo a su familia; no, a todos los representantes de Amegakure presentes en el Valle de los Dojos. Sólo él podría devolverlos a sus hogares. Sanos y salvos. En el amparo de Amenokami.

Ayame apretó los puños y se mordió el labio inferior. Para ella era una tortura terrible abandonar el lugar y dejarlos allí, pero...

Y no hace falta que tu novio cuide de ellos. ¿No confías en tu familia? Son tipos duros. No caerán —agregó la Arashikage, firme como el hierro con el que se había tatuado el símbolo de Amegakure en su frente—. Amegakure no caerá hoy. Ni mañana. El País de la Tormenta no se doblegará.

Confío en ellos... —confirmó Ayame, agachando la mirada. Su padre era el maestro de las ilusiones, el carácter de su hermano había sido templado por el más crudo de los inviernos, Kiroe era astuta como nadie... Chiiro sólo era una chiquilla, pero sabía que podrían protegerla entre todos. Ayame levantó la cabeza de nuevo y clavó sus ojos en Daruu—. Por favor... Tráelos de vuelta, lo dejo en tus manos.

Iba a darse media vuelta cuando recordó una última cosa.

Datsue, cuídate, por favor. Y dale las gracias a Shukaku de mi parte. Él sabe por qué.

Con aquellas últimas palabras, Ayame se dirigió entre pasos cortos hacia Amekoro Yui, y encorvó el cuerpo en una sentida reverencia.

Agárrese a mí, Yui-sama —le indicó, al tiempo que comenzaba a entrelazar las manos en una secuencia de sellos—. Ah, y... no se asuste, por favor.

¡Plas!

Con una última palmada, kunoichi y Arashikage desaparecieron con un último destello rojo que iluminó la ribera de sangre durante un instante.






PV:

118/260


CK:

167/330

-90 CK
+60 CK
(Regeneración turnos anteriores)

Fuerza 30 Resistencia 40 Aguante40 Agilidad 100 Destreza 60
Poder 60 Inteligencia 70 Carisma 50 Voluntad 40 Percepción 100


·Hitai-ate [Hombro derecha, manga]
·Carcaj con 15 flechas restantes [Espalda]
·Portaobjetos básico [Pierna derecha]
·Portaobjetos Avanzado [Parte baja de la espalda]


¤ Chishio Kuchiyose no Jutsu (Evolutiva enseñada por Daruu)




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#11
«¿Shukaku?», se preguntó, incapaz de comprender a qué se refería Ayame. Quizá fuese que se encontraba demasiado débil como para que su mente pensase con claridad, ¿pero por qué tenía que darle las gracias de su parte? No entendía nada.

Fuese como fuese, no era el momento de perder el tiempo con aquellos detalles. Ella y Yui desaparecieron con la emblemática técnica de Daruu, dejándolos solos. El Uchiha apretó los dientes y se irguió, medio tambaleándose. Pero en aquella ocasión no cayó del mareo.

Inspiró profundamente y soltó el aire lentamente por la boca.

Que sepas que el sombrero te queda mejor a ti —Arashikage. Quién lo hubiese dicho. Probablemente muchos, pero no tan pronto. Menos aquel día—. Dragón Rojo y Kuroyuki… ¿siguen dando guerra?

Inspiró de nuevo. Sus ojos se posaron en el humo que salía del estadio. Su semblante se tiñó de preocupación. ¿Estarían bien los suyos? ¿Hanabi? ¿Eri? ¿Reiji? ¿Estarían bien todos?

Vamos. Tenemos que volver.
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#12
Por favor... Tráelos de vuelta, lo dejo en tus manos.


Daruu clavó una profunda reverencia.

Lo haré.«Si mi madre no los ha arrastrado de vuelta a la fuerza con un Chishio Kuchiyose. No me extrañaría nada.» Pensar en esa posibilidad casi le tranquilizaba, honestamente. Nada le producía más terror que presentarse delante de Aotsuki Zetsuo y ordenarle que era hora de volver a casa.

Y así, dos de las mujeres más fuertes de Amegakure desaparecieron con un destello rojo. Daruu se sintió de pronto muy sólo. Y asustado. Y con un peso enorme en la cabeza.

Que sepas que el sombrero te queda mejor a ti —soltó Datsue.

Pfft. Llevo un buen tiempo repitiendo "yo seré la Tormenta, yo seré la Tormenta". Pero ahora que tengo el sombrero encima, sólo siento una presión horrible en el pecho —dijo Daruu—. Tormenta sólo hay y habrá una... Amekoro Yui.

. Dragón Rojo y Kuroyuki… ¿siguen dando guerra? —Datsue inspiró—. Vamos. Tenemos que volver.

Daruu asintió. Activó su Byakugan y oteó el estadio.

Estaba reservándome chakra —murmuró, concentrado—. Me exprimiste al máximo, cabrón. ¡Se han ido! —El Byakugan llegó a tiempo para ver a aquél tipo desvanecerse. «¿¡Qué coño!?»

»¿Puedes caminar? Hanabi está herido. Deberíamos ayudar.

Continuaré en el otro tema.
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#13
Oh, sí. Datsue conocía muy bien aquella presión en el pecho. La carga sobre los hombros. La duda. Él la había experimentado nada más con la posibilidad de ser algún día Uzukage, no se quería imaginar lo que le pasaría si alguna vez aquel sombrero se posaba también sobre su cabeza.

Pero ahora no estaban para pensar en esas cosas. Ni en su combate.

Sí, puedo. ¡Vamos!

Continuo en el otro tema, esto queda finalizado
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