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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
—Tranquila, dudo que vengan a por nosotros. Aquél ninja estaba haciendo aspavientos y todo para que nos largásemos de allí. No tendría sentido que volviera a matarnos.

No sabía cómo pero las palabras de Daruu calaron en lo más profundo de ella e hicieron tranquilizarse un poco, no del todo, pero lo suficiente para evitar volver a mirar hacia atrás para cercionarse de que nadie les seguía ni quería rebanarles el cuello por profanar tierras santas.

Querrá quedarse donde estaba su antigua aldea, supongo... — Añadió más para que ella misma se lo creyera que para seguir el tema de conversación.

Mientras el de la Lluvia hablaba, ella se levantó del suelo y limpió el polvo que se había arremolinado en su jersey.

—De modo que lo de que Konoha está muerta y enterrada es un hecho para vosotros también. Eri-san, ¿sabes donde estamos? ¿Conoces algún sitio cercano donde tomar algo? Una ciudad, o un asentamiento con una posada o taberna. Así podemos pensarlo con más calma.

»Además, si nos cruzamos con un ninja de tu aldea, podrías contárselo. Creo que a Uzushiogakure, no, a todas las aldeas les concierne saber que Konohagakure está rearmándose... O un grupo de ninjas que se hacen llamar de Konoha, claro. A estas alturas, quién sabe.


Pues... — Comenzó.— Yo vengo de Ushi, pero no sé exactamente a cuanto está de nuestra posición actual, ahora mismo no sé situarme, como hemos salido tan rápido... — Explicó mientras fruncía los labios, intentando recordar por dónde había venido o si algún árbol había sido lo suficientemente gracioso como para ocupar su mente. — Puede que, si encontramos un camino cerca, nos lleve a algún sitio en el que podamos descansar y hablar más tranquilamente. — Era lo más lógico que se le ocurría.

Luego hizo un parón, poniéndose sobre sus puntillas para intentar divisar en sus cercanías algún camino o algo que señalase un sitio conocido cercano.

Y creo haber pensado lo mismo, es decir, ¡estamos hablando de la antigua Konohagakure! — Exclamó volviendo a posar sus ojos sobre los blancos de Daruu. — ¡No es algo que debemos pasar por alto! Yo creo que, por mi parte, pienso comunicárselo a la aldea en cuanto vuelva. — Afirmó con algo parecido a orgullo en su voz. — Tu tardarás un poco más... Pero bueno, ¡más vale tarde que nunca!
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#17
—Pues... Yo vengo de Ushi, pero no sé exactamente a cuánto está de nuestra posición actual, ahora mismo no sé situarme, como hemos salido tan rápido... —Eri puso cara de intentar recordar, pero no conseguir, por dónde había venido—. Puede que, si encontramos un camino cerca, nos lleve a algún sitio en el que podamos descansar y hablar más tranquilamente.

Se puso de puntillas, posiblemente buscando un camino. Difícil, considerando que todo estaba lleno de árboles.

«Así que un camino cerca, ¿eh...?», pensó Daruu, y caminó hasta el borde del claro, en el extremo opuesto al de su huída de la no-Konohagakure. Se quedó allí en silencio un momento.

—Y creo haber pensado lo mismo, es decir, ¡estamos hablando de la antigua Konohagakure! ¡No es algo que debemos pasar por alto! Yo creo que, por mi parte, pienso comunicárselo a la aldea en cuanto vuel...

—Trescientos cincuenta y dos metros al norte —dijo Daruu, de pronto, todavía de espaldas a ella.
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#18
—Trescientos cincuenta y dos metros al norte.

Eri parpadeó varias veces, perpleja.

Daruu, aun de espaldas a ella, había dicho una distancia, ¿de qué? ¿Trescientos cincuenta y dos kilómetros al norte... Qué?

¿Perdón, Daruu-san? — Preguntó acercándose a él con curiosidad. — ¿Qué quieres decir? — Volvió a preguntar. — ¿Es algún sitio cercano? ¿Es la distancia a Ame? ¿Qué es? — Las dudas la asaltaron como un ladrón a una joyería sin alarmas. — ¿Cómo es que puedes calcular las distancias tan rápido? ¿O es un número al azar y me estás tomando el pelo?

«Hombre, podría, pero... ¿Y si no? ¿¡Cómo!?»
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#19
Escuchó los pasos de Eri a sus espaldas, caminando despacio, como alguien a quien le acaban de medir una distancia a través de un bosque. Una reacción perfectamente normal.

—¿Perdón, Daruu-san? —preguntó—. ¿Qué quieres decir? ¿Es algún sitio cercano? ¿Es la distancia a Ame? ¿Qué es?

Daruu se giró de nuevo con una sonrisa de satisfacción. Aparte de eso, todo lo demás era normal, o tan normal como hubiera parecido antes de girarse.

—¡El camino que buscábamos! He encontrado un cruce, por allá, a trescientos cincuenta y dos metros. Bueno, más o menos. Había una señal, y una de las direcciones era la de Ushi. Sólo tenemos que seguir el camino al que apunta. ¡Vamos!

Sin mayor explicación, subió a la rama más cercana y empezó a transitar entre los árboles.

—Es que tengo buen ojo para estas cosas, ¿sabes?

«Qué gracioso que eres», le dijo una voz de su cabeza.

«Cállate», le contestó con otra.

Saltaron por el bosque hasta que encontraron un nuevo claro. Allí, efectivamente, tres caminos convergían en un cruce. Y también había un cartel, y sí, increíblemente una de las direcciones parecía llevar a Ushi.

—Te lo dije. Venga, vamos. Espero que en Ushi encontremos a alguien de tu aldea.
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#20
—¡El camino que buscábamos! He encontrado un cruce, por allá, a trescientos cincuenta y dos metros. Bueno, más o menos. Había una señal, y una de las direcciones era la de Ushi. Sólo tenemos que seguir el camino al que apunta. ¡Vamos!

Eri seguía tan perpleja como antes o incluso más. ¿Cómo lo había encontrado? ¿Había alguna señal en un árbol cercano y ella no alcanzaba a verlo o cómo iba el plan? ¡Porque quería saberlo! Estaba tan metida en sus pensamientos que sentía que Daruu acabaría yéndose sin ella.

¡Eh-eh, espera!

—Es que tengo buen ojo para estas cosas, ¿sabes?

«Un momento...»

Pero vio que si seguía abriendo la boca se quedaría atrás, y, quién sabe, ¡alguien podría volver a intentar acabar con su vida como aquel loco que podría ser shinobi de la Hoja! Así que selló sus labios con llave y saltó a la rama en la que estaba el muchacho para seguir su presunto rastro. Y tras una serie de saltos por ramas encontraron otro claro, donde podían divisarse tres caminos que creaban un cruce, ¡y un cartel!

Parecía no estar muy desencaminado el asunto.

—Te lo dije. Venga, vamos. Espero que en Ushi encontremos a alguien de tu aldea.

Eh... ¡Sí! Y-yo también... — Exclamó entre balbuceos, aún con la curiosidad de saber cómo había logrado descubrir un camino tan rápido. — Ahora, en serio, ¿cómo has conseguido ver el camino? ¿En Ame os enseñan a hacer ese tipo de cosas? — Inquirió, incapaz de morderse la lengua un segundo más.
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#21
Shinobi y kunoichi comenzaron a caminar por el sendero que les llevaría a Ushi.

Ahora, en serio, ¿cómo has conseguido ver el camino? ¿En Ame os enseñan a hacer ese tipo de cosas?

Daruu no estaba precisamente inclinado a contarle la verdad, pero tampoco quería engañarla con una mentira tan burda como podría serla sí, en efecto, en Amegakure nos enseñan a ver a través de los árboles, es nuestra habilidad especial, de modo que se limitó a repetir:

—Ya te lo he dicho, tengo buen ojo para estas cosas. —Y siguió caminando por el sendero.

Eri había venido de Ushi. Y efectivamente no tardaron mucho en llegar. Era una aldea, aparentemente pacífica y bien abastecida. No era un sitio rico, pero estaba lleno de ganado, así que sus habitantes podían permitirse el lujo de vestir limpio.

Lo que pasa es que olía a mierda de vaca. Pero es lo que pasa cuando tienes tantas vacas juntas.

—Aaaaah, dioooooos. Qué asco de olor. Si es que tendríamos que habernos dedicado a la agricultura, como esos espabilaos de Minori.

El granjero se sorprendió al ver a dos ninjas en su localidad de mala muerte, y les saludó con la mano.

—Oh, oh, vaya. ¡Otros dos! Hace nada pasó otro shinobi por aquí. ¿Qué os trae por Ushi, chicos? —dijo.
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#22
Después de que su curiosidad hiciese que las palabras brotasen de su boca sin ningún tipo de consentimiento por parte de su dueña, al final, Daruu volvió a contestarle de la misma forma que antes.

—Ya te lo he dicho, tengo buen ojo para estas cosas.

Algún día tendrás que enseñarme a tener buen ojo para esas cosas, entonces. — Declaró, y sintiéndose un tanto pesada ante tanta pregunta y no muchas contestaciones por parte del moreno, decidió aparcar el asunto para... Más adelante, sí, mejor, cuando se presentase la ocasión de volver a abordarle.

Sí, claro, «eres un genio, Eri»

Tras esa pequeña conversación, ambos continuaron con su camino hacia Ushi, aquel pueblo del que había venido hacia el Bosque de la Hoja; no había parado mucho para ser sincera, simplemente lo justo y necesario para recobrar el aliento, alimentarse y por ello visitar un local en donde sirviesen comida asequible para su bolsillo. Así que mucho tiempo de turismo allí no había pasado.

Y cuando llegó allí, un olor a pura mierda podrida inundó sus fosas nasales, haciendo que comenzase a toser de forma incontrolable hasta terminar soltando pequeñas lágrimas por ojos. ¡No podían haber elegido otra entrada! Una con gallinas, ¡o con perros! ¡O CON CUALQUIER OTRO ANIMAL! Bueno, cerdos no, los cerdos seguramente olían peor que las vacas.

Aunque ella no era experta en el tema.

—Aaaaah, dioooooos. Qué asco de olor. Si es que tendríamos que habernos dedicado a la agricultura, como esos espabilaos de Minori.

Cof, cof... Hola... — Saludó entre toses y bocanadas de aire. «¡Eso se piensa antes de dedicarse a algo! ¡Así vais a matar a alguien! ¿Cómo podéis estar acostumbrados a esto?»

Pero algo hizo que Eri se olvidase por un momento del olor a estiércol que dominaba en el lugar. La palabra shinobi se apoderó de su mente, haciendo eco dentro de su cabeza.

¿Ha visto usted a otro shinobi? ¿Sabe, pues, hacia dónde partió o dijo hacia dónde se dirigía? — Preguntó con algo parecido a urgencia en su voz, acercándose a la posición del granjero.
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#23
El trabajador apoyó el peso del cuerpo en una pierna. Bueno, y en el rastrillo lleno de heces de animal que tenía clavado en la tierra. En eso también.

—Ah, pues la verdad es que creo que sigue aquí en Ushi —dijo, bostezando—. Está en la taberna. Dijo que necesitaba un buen trago antes de seguir el camino. Si os dais prisa puede que lo pilléis todavía dentro. Es aún muy temprano, así que estará casi vacía, no os será difícil reconocer a uno de los vuestros.

Daruu asintió, aunque de alguna forma sentía una mala vibración en todo aquello. Hasta ahora, el destino parecía haberles estado sonriendo mucho. Quizás para compensar lo del shuriken gigante que casi les arranca la cabeza de cuajo. Sí, puede ser. Pero el destino es un cabrón, y en cuanto te das la vuelta te apuñala con la espalda. Algo iba a pasar, estaba seguro.

—¡Muchas gracias, señor! Vamos, Eri, tenemos que darnos prisa. Con suerte podremos contarle lo que hemos visto.

Los muchachos pidieron al granjero la dirección de la taberna, y este le dio las indicaciones. Entre caminos de tierra y granjas con todo tipo de animales y olores de animales, Eri y Daruu llegaron a un establecimiento pequeño, de madera, con las puertas típicas de taberna típica, ya sabéis... De las que se abren hacia adentro y hacia fuera y se quedan unos segundos sin saber qué hacer, si quedarse abiertas o cerradas.

Daruu empujó una de ellas y entró al local.



Es importante que no postees, Eri. No hasta que un invitado especial haga acto de presencia.
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#24
Señor, debo pedirle que lo reconsidere. El precio que le ofrezco es bueno y, al fin y al cabo, ¿para qué quiere usted semejante manuscrito?

El hombre, ceñudo, se rascó una de sus pobladas cejas negras. Más que cejas, a Akame le parecía que aquel tipo tenía dos gatos acostados en la frente. Dio un trago más a su cerveza —la tercera que el Uchiha había tenido que pagarle— y bostezó, con fingida indiferencia.

Pues lo que te' dicho, zagal. Que no es por mí, ¿eh? Que yo por mí cogía el dinero y a juir. Pero es que ese libro fue de mi padre, y de mi abuelo antes que él. ¿Mentiendes?

Akame cerró los ojos un momento, frunciendo el ceño. Aquel tipo estaba agotando sus reservas de paciencia, que no eran nada escasas. Además, aquella forma de hablar, con tantas palabrejas raras, le estaba poniendo nervioso. Durante los quince minutos que llevaban allí sentados, intentando el uno al otro convencerse de vender el libro o no venderlo, el Uchiha había tenido la impresión varias veces de que no hablaban el mismo idioma.

Mire, no se ofenda, pero... No creo que usted sea Uchiha. Ni su mujer, o sus hijos, si los tiene. Es más, no creo que haya un sólo Uchiha en todo Ushi —Akame estaba perdiendo la paciencia, y se notaba en su voz—. ¿Para qué quiere entonces el condenado libro? ¿Lo ha leído alguna vez?

Aquello pareció ofender al lugareño de forma más allá de toda descripción. Se puso rojo, luego más rojo aún, y luego estampó un puñetazo furioso sobre la mesa de madera. «Menos mal que no hay nadie más en esta taberna, aparte de nosotros dos y el tabernero...» sopesó Akame, que ya estaba pensando en sacarle el libro a golpes a aquel tozudo pueblerino.

¡Miré usté, señor shinobi! Aquí somos todos gente muy honrada y muy trabajaora, y no vamos a dejar que uno de la capitá venga a insultarnos. Así que ya puedes ir cogiendo tu dinero. No hay na más que hablar.

Y con esas el cejudo granjero se levantó, no sin antes apurar la cerveza, y salió de la taberna. Akame dejó caer su cabeza sobre las manos, con ambos codos apoyados en la mesa, soltando un largo suspiro. Entonces oyó que la puerta se abría otra vez y, esperando que aquel pueblerino se lo hubiese pensado dos veces, alzó la vista con una sonrisa en el rostro. Pero no era él.

E... ¿Eri-san?
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#25
—Ah, pues la verdad es que creo que sigue aquí en Ushi —dijo el granjero, seguido de un bostezo, para proseguir—. Está en la taberna. Dijo que necesitaba un buen trago antes de seguir el camino. Si os dais prisa puede que lo pilléis todavía dentro. Es aún muy temprano, así que estará casi vacía, no os será difícil reconocer a uno de los vuestros.

Eri asintió a la par que Daruu, con suerte de encontrarse a algún shinobi de cualquiera de ambas villas de las que provenían, o incluso de Kusa, aunque esperaba que no... Por si acaso. No tenía nada en su contra, pero... Bueno, que era un poco desconfiada.

«Un buen trago... Quizá sea alguien mayor, ¿será chunin, o jounin quizá?»

¡Muchísimas gracias! — Cacareó después del de ojos blancos.

Para continuar su búsqueda pidieron al señor la dirección y así no tener que perder más tiempo, pero apostaría la mitad de sus ryos a que Daruu seguramente sacaría la distancia a la que se encontraban, ¡seguro! Pero bueno, si era un don, mejor no abusar de él, y aunque los apostase, sus ryos estaban bien en su portaobjetos. Así que entre el olor a putrefacción y caminos típicos de un pueblo dedicado a la ganadería, ambos llegaron a lo que se suponía que era la taberna de Ushi, completamente hecho de madera, incluso con las puertas que se abrían bien empujando o bien tirando, y eso a Eri le gustaba, siempre tenía que pensar antes de empujar o tirar...

Dejando al de la Lluvia hacer los honores, ambos entraron al local justo después de que un señor con unas cejas bastante complejas y con cara de pocos amigos abandonase la taberna. Eri buscó con la mirada a alguien con pinta de importante, alguien impotente, alguien que pudiese hacerle frente a cien hombres, alguien...

E... ¿Eri-san?

La mencionada frunció el ceño, y rápidamente reparó en la persona que acababa de llamarla por su nombre, encontrándose con alguien que bien conocía.

¿U-Uchiha-san?

Perpleja como la que más, incluso podría apostar que un poco más que cuando Daruu había calculado la distancia en un abrir y cerrar de ojos allá en el bosque; miró a Uchiha Akame de arriba a abajo. Sin lugar a dudas, aquellos ojos como la mismísima noche sin luna eran los que poseía el Uchiha que había compartido tantas clases con ella en la academia.

«Ay, ay... ¿Qué digo?»

Nunca había cruzado palabra con él siempre y cuando no fuese necesario, no porque no quisiese ser su amiga o porque él imponiese, sino por su apellido, aquel apellido que le hacía sentir escalofríos al escucharlo, y es que sentía que los Uchiha venían de otro mundo, uno muy lejano al de ella.

Y como se sentía inferior, también sentía que no tenía que relacionarse con ellos.
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#26
Allí estaba. Lo vieron nada más abrir la puerta, plantado con una sonrisa de idiota. Nada más verlos a ellos, su cara pasó por otras dos fases: una breve de decepción, y otra más larga de sorpresa.

—E... ¿Eri-san? —preguntó, con la boca abierta. Bueno, no lo sé, pero Daruu lo recordó más tarde con la boca abierta.

«Ay mi madre, ¿se conocen? ¿"-san"? Entonces, no es un jounin...», pensó Daruu, con abatimiento.

—¿U-Uchiha-san?

«¡Uchiha!»

Claro, los Uchiha eran conocidos a lo largo y ancho de todo Onindo. Unos oponentes temibles, con jutsus poderosos y un Kekkei Genkai increíble. Si Daruu hubiera sido un shinobi normal, hasta ahí podría contar. Pero Daruu resultaba ser de uno de los dos clanes con los dojutsus más famosos del mundo, el Hyuuga, y por supuesto conocía ese Kekkei Genkai, precisamente por que era otro dojutsu: el Sharingan.

Por supuesto, poco sabía sobre el Kekkei Genkai en sí. Los ninja no solían ir por ahí contando a todo quisqui los secretos de sus técnicas. Por eso, aunque no tenía problema en decírselo, Daruu no se lo había contado a Eri tan directamente. Si tenía que enterarse, lo acabaría haciendo. Tarde o temprano, todos lo hacían, pensó.

Su madre sí que se había enfrentado a alguno de ellos. Daruu había aprendido de ella que les permitía ver el chakra, como a los Hyuuga, pero no tenían mira telescópica. Lo compensaban con, según su madre, "un abanico de mierda con la que no paran de salir y sorprenderte, los muy hijos de perra".

No era una descripción agradable.

El Sharingan no parecía verse a simple vista a menos que el usuario lo tuviera activo. Al menos, eso dedujo Daruu, porque estaban delante de un chaval rematadamente normal. Tenía el pelo negro, los ojos más negros aún, y la nariz torcida, fruto de alguna reyerta de juventud o un accidente en la academia. O eso creyó Daruu. Las lesiones de ese tipo eran bastante comunes en el mundo de los ninjas.

Eri parecía bloqueada. A falta de que ella tomase la iniciativa, Daruu se adelantó hasta su mesa, puso la mano en una silla libre al lado de otra mesa —dejándole la que había ya a Eri, que era la kunoichi de Uzu, lo creyó correcto—, y se presentó amigablemente:

—Amedama Daruu, shinobi de Amegakure, encantado. ¿Podemos sentarnos y hablar un rato contigo, eh, Uchiha...? —dudó. No sabía su nombre.
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#27
Akame estuvo a punto de entornar los ojos cuando la brillante luz que se filtraba del exterior a través de la puerta entreabierta de la taberna le cegó. ¿O tal vez aquel brillo mágico tenía su fuente en otra parte? Atolondrado, no pudo evitar contraer sus mejillas en una sonrisa cuando la kunoichi de Uzushiogakure le reconoció. Akame nunca había sido el chico más popular de la Academia; rara vez había entablado conversación con ninguno de sus compañeros, que normalmente estaban más ocupados rodeando a gente más carismática, como Senju Riko, Uchiha Haskoz o Sakamoto Noemi. «Pero no me ha llamado por mi nombre. 'Uchiha', sí, eso ha dicho. ¿Será entonces que no lo sabe? ¿O tal vez piensa que sería descortés? ¡Pero yo la he llamado por el suyo! Oh, dioses, ¿se habrá molestado?»

Se levantó de golpe, como si aquello le pudiese ayudar a callar las furiosas voces de su cabeza. Recordó lo que Haskoz solía decirle a veces...

«Piensas demasiado, compañero»

De repente, una voz rompió definitivamente su reflexión interior. No era la de Eri, claro, sino la del chico que había entrado con ella en la taberna. Akame ni siquiera se había fijado en él... Y no porque no llamase la atención. Su aspecto era un tanto anodino, pero sus ojos... «¿Es ciego...?». El muchacho tomó una silla y se presentó haciendo gala de una nada despreciable etiqueta. Akame le correspondió haciendo una leve reverencia.

Oh, discúlpame, Amedama-kun. Uchiha Akame, de Uzushiogakure —añadió, aunque la bandana con el símbolo del Remolino en su brazo derecho era suficiente para identificarlo como tal—. Claro, tomad asiento. Hasta ahora no he tenido mucho éxito en la empresa que me ha traído aquí, pero estoy seguro de que un buen té y una buena charla me subirán el ánimo.

Alzó la diestra para llamar la atención del tabernero y pidió con educación un té caliente. Luego miró al shinobi de Amegakure, y a Eri, esperando un tiempo prudencial por si ellos también querían algo.
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#28
Y allí estaba ella, plantada en medio de la taberna como si fuese un pino en medio del bosque, sin saber qué decir y con las palabras en la garganta, atragantadas, sin querer entrar ni salir.

«¿Crees que esas son maneras para una kunoichi? ¡Venga, actúa!»

—Amedama Daruu, shinobi de Amegakure, encantado. ¿Podemos sentarnos y hablar un rato contigo, eh, Uchiha...?

Bien, lo primero era hablar... Aunque esa no era su voz, mierda.

Oh, discúlpame, Amedama-kun. Uchiha Akame, de Uzushiogakure...

«Akame, Akame, Akame, Uchiha... ¡Reacciona, joder!»

Y con el sonido de un objeto arrastrándose por el suelo Eri salió de su pequeño bloqueo para seguir a Daruu hacia la mesa donde estaba Akame situado y tomar el asiento libre que quedaba en ella, sintiéndose agradecida con el de la Lluvia por ser el que cogiese otra silla a la que estaba. Imaginad si tuviese que ser ella la que lo cogiese, el escándalo estaba asegurado.

Una vez sentada, se cruzó de piernas e hizo una señal al tabernero de que solo quería un vaso de agua, ya que tenía la garganta bastante seca desde hacía un par de minutos atrás; luego miró al chico con el que compartía hogar con una sonrisa un poco nerviosa.

Espero que tengas suerte con... Eh, lo que te haya traído aquí.

«¡Oh, sí! ¡Eso es iniciar una conversación!» Una voz irónica salpicó sus pensamientos, y, avergonzada, agachó la cabeza un poco, lo suficiente para que sus ojos fuesen tapados parcialmente por su flequillo. «Creo que lo mejor será dejar que hablen ellos hasta que me relaje un poco... Estoy demasiado tensa.» Así que cerró sus labios con llave y esperó con todo su corazón que ni Daruu ni Akame pensasen que era retrasada, o tenía algún problema.
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#29
—Oh, discúlpame, Amedama-kun. Uchiha Akame, de Uzushiogakure —contestó el Uchiha.

—Encantado, Akame-san. —Daruu asintió con energía y una sonrisa.

—Claro, tomad asiento. Hasta ahora no he tenido mucho éxito en la empresa que me ha traído aquí, pero estoy seguro de que un buen té y una buena charla me subirán el ánimo.

«Qué bien habla el jodido», pensó Daruu, mientras arrastraba la silla y la plantaba frente a la mesa. Akame pidió un té caliente, y Eri un vaso de agua. Él miró al camarero de reojo y pidió:

—Un té chai con leche, por favor.

Ahora que todos estaban sentados, era el momento de empezar a discutir sobre lo importante. Eri parecía tener ganas de decir algo, así que la dejó intervenir.

—Espero que tengas suerte con... Eh, lo que te haya traído aquí.

Daruu levantó una ceja y se cruzó de brazos, porque eso era lo único que la muchacha parecía estar dispuesta a decir. «¡Es un ninja de tu villa! ¿Tengo que explicarlo yo también?». Agachó la cabeza llena de verguenza y se tejió un silencio tenso que duró unos segundos, hasta que Daruu lo interrumpió con un suspiro.

—El caso es que no estamos aquí juntos por casualidad... Nos han atacado —comenzó—. Esperábamos encontrar un chunin de vuestra aldea para contarlo, porque el caso es que no han sido unos bandoleros de poca monta, ha sido un shinobi de Konohagakure. Quiero decir que llevaba la bandana de Konohagakure. Es probable que sólo se trate de un impostor, pero estábamos en el cráter de la antigua aldea. Nos echó de allí, parecía importante para él que nos largásemos.

»¿Tú has oído hablar alguna vez de esto, Akame-san?
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#30
Akame no pudo evitar ensanchar su plácida sonrisa al ver los apuros por los que parecía estar pasando Eri. Claro, que no era felicidad lo que sentía, sino la más profunda de las desgracias, y aquel no era sino su forma de canalizar tanta impotencia. No ya por la muchacha en sí, sino porque se sentía completamente inhabilitado para establecer cualquier tipo de relación con una kunoichi de la Aldea. Simplemente, no se le daba bien. Algo dentro de él, algo que su maestra jamás se había preocupado en moldear, le daba coces en el estómago y le hacía un nudo en la garganta cada vez que intentaba hablar con una de sus compañeras.

Gracias, Eri-san, eres muy amable —fue cuanto pudo decir, y su voz sonó atropellada y poco suya.

Por suerte para los confusos muchachitos, Daruu no tardó en retomar la palabra para salvar la situación. A Akame ya le cayó bien sólo por eso —que no fue poco— y así trató de hacérselo saber con una mirada que destilaba sincera gratitud. Nunca había conocido a un shinobi de Amegakure, pero aquel chico parecía buena persona.

El Amedama pasó entonces a relatarle los pormenores de la aventura que les había llevado, a ambos, hasta Ushi. Akame escuchó la historia con prudente interés primero y con auténtica excitación después. Cuando Daruu hubo terminado, los ojos del joven Uchiha estaban tan abiertos que parecían a punto de salírsele de la cara. Su cabeza empezó a funcionar a la velocidad que ameritaban todos los mecanismos que aquel relato había activado; Konohagakure. «Tiene que ser una broma, ¡un shinobi de la mismísima Aldea de la Hoja! ¿Será un Uchiha? ¿Será un anciano superviviente de la catástrofe? ¿Qué clase de historias podría contarnos?»

Casi pasó por alto el hecho de que Daruu había especificado claramente que aquel ninja no era precisamente amigable. Pero al jovencísimo Uchiha, inmerso ya en sus fantasías, poco le importaba ese detalle. Tratando de serenarse —o, al menos, aparentar su calma habitual—, Akame carraspeó y tomó otro sorbo de té.

Es muy interesante esto que me cuentas, Daruu-kun —comenzó—. Nunca había oído algo similar... Y es precisamente por eso por lo que creo que deberíamos investigar este asunto. ¿Y si fuera cierto? Un auténtico shinobi de Konoha... O de lo que sea que quede de ella. ¡Sería una historia para la posteridad!

»¿No? —tanteó a sus compañeros de profesión, con los ojos encendidos de emoción.
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