Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¿Serio yo? ¡Pff! ¡Qué va! —hizo un ademán, como si acabase de soltar una tontería. Luego dio un nuevo sorbo a la taza—. ¿Por qué iba a estarlo? ¿Por aliarnos con los mismos que tienen retenida a mi novia? ¿Con los que intentaron asesinar a mi Hermano? ¿Por qué me sugirieron olvidarme de ella? Ah —dijo, llevándose un dedo a la barbilla, al acordarse—, ¿o lo dices por Akame? Que resulta que es un espía, el tío. Trabaja para una organización secreta llamada Tengu. Está encerrado hasta que descubran más del grupo para el que trabajaba y del papel que tenía aquí. ¿Luego? Bueno, si puedo demostrar que ya había cortado cualquier vínculo con ellos, quizá haya esperanza. ¿Si no?
Datsue se llevó una mano al cuello e inclinó la cabeza hacia un lado, en un claro gesto de ahorcarse. Luego se carcajeó.
—¡Así es la vida ninja! —Se vació la taza de un trago—. Pero no, tío. Claro que no estoy serio —se levantó y caminó hasta la nevera—. Yo estoy de puta madre. —Abrió la nevera, tomó una botella y rellenó la taza—. Oye, si queréis tomar algo avisadme, ¿eh? —dijo, incluyendo a Stuffy—. No os cortéis.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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—¿Serio yo? ¡Pff! ¡Qué va! ¿Por qué iba a estarlo? ¿Por aliarnos con los mismos que tienen retenida a mi novia? ¿Con los que intentaron asesinar a mi Hermano? ¿Por qué me sugirieron olvidarme de ella? Ah, ¿o lo dices por Akame? Que resulta que es un espía, el tío. Trabaja para una organización secreta llamada Tengu. Está encerrado hasta que descubran más del grupo para el que trabajaba y del papel que tenía aquí. ¿Luego? Bueno, si puedo demostrar que ya había cortado cualquier vínculo con ellos, quizá haya esperanza. ¿Si no?
Mi mirada no se movió de la figura de Datsue, sin mirar un punto concreto de su cara pero sin dejar de mirarle. Nunca había visto a mi compañero tan perdido, jamás. Incluso en las situaciones más incongruentes, en las peores encerronas y enfrentandose a terribles consecuencias si algo salía mal, siempre había ido hacia delante. Puede que no con decisiones acertadas, si no inventando una mentira aún más descarada que la que le metió en el fregado inicialmente, pero Uchiha Datsue no se rendía.
Si una jugada le salía mal, buscaba otra más arriesgada. Si un engaño no colaba, se hacía otro aún más enrevesado. Si el primer paso de un plan salía mal, saltaba directamente al quinto o al sexto. Pero nunca se detenía.
Hasta ahora.
Con cada palabra martilleaba aún más el ataud de su inventiva. No había ideas, no había planes, había rendición en su mirada, una amarga ironía en su discurso, una auto compasión que me daba autentico grima oír en su boca.
Ojalá supiese qué decir para que se recompusiera, ojala, en caso de saberlo, pudiese decírselo. Yo no era él, no le iba a mentir, si algo saldría de mi sería mi pura y dura opinión.
Se levantó y fue a por más bebida para hacer más llevadera su huida de la realidad. Le ignoré, no le seguí con la mirada, me quedé mirando el sofá donde estaba sentado.
— Me has decepcionado, Datsue. ¿Qué mierdas me estás contando? ¿Que tu novia está encerrada en Amegakure? ¡Pues vamos y la sacamos! ¿Que "si puedes" demostrar que Akame no es un traidor "quizá" haya esperanza? ¿¡PERO QUÉ MIERDA ES ESA!? ¿Quien coño eres? Uchiha Datsue, el Intrepido, no se queda lloriqueando y bebiendo en su casa como un crio malcriado al que su padre le ha cortado el grifo. Si quieres probar la inocencia de Akame, ¡sal ahí y haz algo! Si quieres rescatar a tu novia, ¡sal ahí y HAZ ALGO!
Me había levantado y le hacía gestos para acompañar mi discurso, señalandole la puerta al final del discurso.
— Si te acusasen a ti de traidor, ¿crees que me quedaría secando mis lagrimas en Stuffy? No, joder, removería cielo y tierra hasta encontrar algo que me diese la razón, y si no lo encontrase, cosa que dudo porque yo lo encuentro todo, me lo inventaría. Y eso lo aprendí de ti, el mismo que ahora me dice entre sollozos "es que me han dicho que Akame es un traidor, igual a lo mejor puedo probar que no es tan traidor".
La última parte fue en un tono agudo y gesticulando las comillas. Tomé aire para lo siguiente.
— ¡PERO QUE COÑO ME ESTAS CONTANDO!
Suspiré aliviado.
— Eso era todo, ahora, con tu permiso, me voy a buscar a alguien con un par de huevos.
Hice ademán de irme esperando que él reaccionase. Pero si no lo hacía, me iría directo a la puerta.
Principalmente, existen dos grandes cosas que uno puedo decir para herir a alguien. Una de ellas era mentir. En eso, Datsue era un experto. Retorcías la realidad por aquí y por allá, subministrabas la justa dosis de maldad, y en nada, tenías una bomba entre las manos que rompería la coraza de hasta tipos tan profesionales como Akame. El Corazón Uzureño era ejemplo de ello, aunque había miles más.
El segundo, en cambio, parecía más sencillo a simple vista, pero en realidad era mucho más complicado de preparar —aunque, a cambio, también dolía más—. Requería conocer a la otra persona en profundidad. No solo sus puntos débiles, no solo lo que decía ser, sino sus contradicciones internas. Era, en definitiva, contarle la cruda realidad. Rajarle de arriba abajo como un cerdo en un matadero y sacarle todas y cada una de sus vísceras.
Y eso, eso era lo que había hecho Nabi.
¡Plaf! Antes de que Nabi alcanzase la puerta, la taza que segundos antes había tenido Datsue entre sus manos se estrelló contra ella, reventando en añicos. El líquido dulce y cautivador del vodka negro se derramó por el suelo. Porque sí, efectivamente, Datsue había decidido ahogar sus penas en el alcohol.
Hasta en sus pensamientos había acertado Nabi.
—¿Hacer el qué, Nabi? —dijo con voz gutural, tratando de contener un volcán a punto de estallar.
Podría parecer que estaba enfadado con Nabi, pero nada más lejos de la realidad. No, estaba enfadado consigo mismo. Porque Nabi tenía razón. En el último año, Datsue no había hecho otra cosa que quejarse. Quejarse y criticar. Y llorar. Quejarse porque no le ayudasen con el tema de Aiko. Criticar a los que pasaban del tema. Quejarse. Quejarse. Quejarse…
¿Y ahora, qué? ¿¡Y ahora, qué!? Ahora se lamía las heridas y se ahogaba en su propio vómito de auto-indulgencia.
Cuánto se odiaba.
—Soy un fraude —reconoció. A Nabi. A sí mismo—. Pero, ¿dónde está la luz, Nabi? —preguntó, implorante. Desinflado—. ¿Ir y sacar a Aiko? Lo he intentado, joder. Keisuke, el shinobi de Amegakure que me confesó que la habían sellado, murió por mi culpa. Por mi culpa, joder. Porque pensé que Daruu podría ayudarme, y lo primero que hizo fue chivarse a los superiores. Y Kaido fue directo a matarle cuando todo estalló en el Chunin. ¿No lo entiendes? Saben que voy para allá. —Era como ir directo al matadero y esperar que, por algún milagro, aquel día no se trabajase—. Y hubiese ido, oh, sí. Escúchame bien, hubiese ido. Si aquel día que Shukaku me controló, Akame hubiese aceptado mi propuesta, hubiese ido. Pero él, él eligió a la Villa por encima de mí. —Y ahora era su Hermano, y no él, quien era acusado de ser un traidor—. Y entonces, ¿qué? ¿Me cuelo en Ame solo? En el mejor de los casos escapo con vida, pero Ame declara la guerra a Uzu y Hanabi, que me prohibió hasta de decirle los buenos días a cualquier amejin, me tacha de traidor.
»¿Akame? ¿Cómo coño voy a demostrar que es inocente? Porque que no fue culpable, oh, eso no puedo probarlo ni de coña. —Él sabía muy bien que lo había sido—. ¿No lo ves, Nabi? He perdido el puto crédito. La gente me mira y espera la próxima trola que salga por mi boca. Hanabi es el único que me está dando algo de cuartel, pero, ¿lo hace por mí? ¿O por lo que llevo dentro? —preguntó, señalándose el vientre. Allí donde sabía tenía el sellado del Shukaku—. Vuelvo al mismo camino, Nabi. El único camino realista que hay para salvar a Akame, y a Aiko, es echándole un par de huevos. Tienes razón, echarle un par de huevos... y exiliarme. ¿Tú lo harías?
No activó el Sharingan para discernir la duda o la mentira. Sabía que Nabi le respondería con la verdad.
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Aprovechando que estaba de espaldas, me lanzó su estúpida taza, que pasó por mi lado y se estrelló contra la puerta. Me giré lentamente para encararle a la vez que empezaba a caminar hacia él lentamente.
Me detuve a apenas un metro de él, con los brazos cruzados a mediados de su discurso. Estaba completamente fuera de sí, la autocritica estaba a unos niveles que yo jamás hubiera sido capaz de otorgarle. Y además, estaba desencadenado, soltaba una tras otra todas las cosas que le atormentaban, obviamente, sin ver el panorama completo o siquiera plantearse una solución remotamente posible.
Saltó directamente a lo que me temía desde el minuto uno. Desde que nos enseñó a Eri y a mi sus recuerdos sobre Aiko. Exiliarse. Le planté la mano izquierda en su hombro derecho, recortando la distancia que nos separaba aún más y le sonreí.
— Te entiendo perfectamente, tio. Todo eso de que la gente no te hace caso, me quiere sonar. Pero no te preocupes, te voy a enseñar un metodo para que la gente te haga caso aunque tus palabras no les alcancen.
Dicho eso, mi puño derecho se plantó en su mejilla con toda mi fuerza, que no era mucha, si no hacía nada para evitarlo. Sin cambiar mi expresión, sonriente, le comenté mi opinión al respecto.
— Esto, Datsue, se llama "actuar". Es decir, hacer algo. Es lo que se hace cuando alguna gente SE NIEGA A ESCUCHAR. Podemos hacer mil cosas dentro de una legalidad lógica. Te exilias ¿y luego qué? A despistar ANBUs durante toda tu vida. ¡Claro que no! Dices que Akame trabajaba para una organización, ¿no? Pues vamos a preguntarles. No creo que acabar con una terrible organización criminal llena de drogadictos y maleantes vaya a descontentar a Hanabi.
Estuve con la mirada en Datsue en todo momento, por si los contraataques. Estaba loco y era, evidentemente, varias veces más poderoso que yo, si se le iba la pinza podía acabar hecho alitas de pollo como el último kage.
— Admito que lo de Aiko es más complicado, pero siempre hay una forma. Es evidente que tal y como es Amegakure lo tienes jodidididididididisimo. Pero paso a paso, tio. Primero salvamos el culo a tu otro yo y lo de Aiko es ir consiguiendo información, esperar a que se olviden, porque es obvio que no fuiste del todo sutil, y entonces un rescate limpio. Le tiñes el pelo, le das un traje de campesina y la dejas en un pueblo de mala muerte donde no la encuentre nadie nunca. Teneis cinco o seis hijos y hecho.
Me crucé de brazos de nuevo, satisfecho con mi super plan. Desde luego, el mejor que había hecho nunca.
18/12/2018, 00:21 (Última modificación: 18/12/2018, 00:22 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Lo vio venir. Lo vio venir y no hizo nada por evitarlo. Al contrario, recibió el puñetazo con gratitud. Porque quizá, así, algo en su interior empezaría a removerse. A despertar. Trastabilló hacia atrás y chocó de espaldas contra la nevera. Un regusto a sangre inundó su paladar. Un chichón en su nuca. Un moratón en un codo.
Nada más.
Los ladridos agudos de Datsuse inundaron la habitación. Las palabras de Nabi, los oídos del Uchiha. Intentando penetrar la coraza de depresión y derrota en la que se había sumido. Arañaron su superficie, se colaron por un resquicio, y cuando creyeron llegar hasta su corazón…
… la oscuridad que había allí las engulló por completo, silenciándolas. Porque Datsue ya lo había intentado todo con Aiko. Y porque, aunque eso no podía decírselo, Datsue ya había encontrado la organización de Akame. A su jodida jefa, en una misión meses atrás.
Y por ello, Datsue no estaba haciendo nada por buscarles. Porque temía que si los encontraba, sus respuestas, más que ayudar, hundirían todavía más en la mierda a su Hermano. No, temer no era la palabra adecuada. Tenía pánico de ello.
—Estoy harto de falsas esperanzas, Nabi. Llevo un año así, engañándome a mí mismo. Conoces a los amejines —él mismo, sin necesidad de decírselo, tenía que darse cuenta—, sabes que nunca lo olvidarán. Sabes que nunca me perdonarán. Y aún juntándose esas dos cosas, nunca, nunca, liberarían a Aiko por mí. No con Yui al mando. ¿Un rescate limpio? Imposible —negó con la cabeza, abatido—. No es cosa de un día, Nabi. Lo he pensado durante meses. No hay modo de hacerlo sin mancharse las manos. Y aunque lo hubiese, sabrían que he sido yo. Llamarían a la puerta de Hanabi, y tendría que elegir: yo; o su Villa. De un modo u otro correría sangre. Y sabes lo que elegiría Hanabi, Nabi. Lo sabes.
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El puñetazo sirvió tanto o menos que mis palabras, vamos, que o empezaba a entrenar los biceps o mi oratoria porque parecía que ninguno de los dos valía para absolutamente nada. El Uchiha, lejos de aceptar mis mejores consejos hasta el momento, se dedicó a seguir gimoteando como un niño al que le han dicho que los reyes magos no son ni reyes, ni magos ni nada.
Se hundió en sí mismo, como un barco de papel en una cubo de agua, deshaciendose poco a poco. Delante de mi, Uchiha Datsue se iba convirtiendo en poco más que un montón de huesos y músculos sin proposito ni ambición alguna.
— ¿Falsas esperanzas? Solo serán falsas si te rindes. Sé que Amegakure no te dará mierda, claro que lo sé. ¿He dicho yo acaso que vayan a darte algo? Mira, levanta la cara de palurdo que se te está quedando y dime "Pues me convertiré en kage y conquistaremos Ame" pero tio, dejar que hagan lo que quieran contigo y ni siquiera tener el coraje de mantenerte firme... Es terriblemente patético.
Ni siquiera le miraba a él, miraba a algún punto tras él. No quería verle, no quería tener que enfrentarme a eso, por muy capaz que fuese de controlar mis reacciones, si volvía a verle con esa cara de gilipollas sin un apice de voluntad que tenía, tendría que sacudirle de nuevo.
— Sé lo que te ha dicho Hanabi, y eso que no he cruzado palabra con él. Y Akame también sé lo que te dijo, a pesar de que le conocí en el examen. Hanabi quiere paz, así que te ha dicho que te estés quieto de una puta vez. Lógico y normal. Akame es más recto que dos lineas paralelas.
Hice una pausa para sorprenderme de la metafora tan inteligente que me había salido, y para pensar si dos lineas paralelas eran rectas.
— Que Akame te ha dicho que sigas las normas hasta el final de los tiempos. ¿Y qué? En serio, ¿y qué? ¿Ahora haces caso a la gente? ¿O es que solo me ignoras a mi? Ya te he dicho que hay mil cosas que podemos hacer para allanar el camino. Tienes que tener algo de estoicidad ante estos temas. ¿Qué pensabas? ¿Que sacar a una amenia de Amegakure ibas a conseguirlo de un día para otro? Tienes la paciencia de un amenio en una carniceria, colega.
Empezaba a sentir que me estaba repitiendo, pero es que Datsue no es que no atendiese a razones, es que el verbo ignorar empezaba a tener nuevos matices para mí.
¿Convertirse él en Kage? No sabía si reír o llorar ante semejante sugerencia. La mitad de la Villa le tenía miedo, o cierto rencor. Por no hablar del Consejo de Sabios, quienes, según había podido saber por el propio Hanabi, no le tenían en muy alta estima.
Aunque lo había pensado, claro que lo había pensado. Más de una vez, tenía que admitirlo. Él, junto a su Hermano, en una especia de diarquía. Algo inaudito e impensable, como todo sueño húmedo, pero hasta aquello lo veía más factible que coronarse Uzukage por cuenta propia.
No, aquello era imposible. Y cuanto antes empezase a ser realista, mejor.
—Nabi, tengo a media Villa en mi contra. ¿Uzukage yo? Ja… Ja… Ja. Además, la Villa quiere a Shionas. Quiere a Hanabis. A Eris —informó—. Quiere... —el rostro se le crispó—. Quiere poner la otra mejilla. Quiere callar, agachar la cabeza y asentir. ¡Lo que sea con tal de mantener la paz! ¡A cualquier puto precio! —exclamó con rabia—. Tú y yo no somos los ninjas adecuados para eso. Y lo sabes. No estamos hechos para dirigir esta Villa.
¿Qué se dejaba? Ah, sí. Negó con la cabeza.
—No es que quiera seguir las normas, joder. Es que me las están imponiendo. Después de las que he hecho, una tontería más y el que acaba en el calabozo soy yo —¿Y para qué? ¿Para no conseguir nada en absoluto, como le había venido pasando?—. ¿Paciencia de amejin, me dices? Tío, que a mí Keisuke me chivó lo que le habían hecho a Aiko hace ocho meses. Ocho jodidos meses. Doscientos treinta y seis días, para ser exactos. —En realidad lo había dicho un poco al azar, no llevaba la cuenta exacta—. Cinco mil seiscientas sesenta y cuatro horas —soltó, tras echar cuentas—. Y yo ya me olía que algo le había pasado desde tres meses antes. ¡Que va a hacer un año, joder! ¿¡Cuánta más paciencia he de tener!? ¿¡Cuánto más he de esperar!? ¿¡A que Yui muera de vieja!?
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Otra de mis enormes virtudes era que mi sarcasmo a veces era demasiado sutil, demasiado intelectual, y algunas personas, pues no lo pillaban. Lo de que Datsue dijese que quería ser kage era una hiperbole de cuidado, que él, embriagado de sí mismo, diría como única solución viable para salvar a su querida. Pero el muy idiota se lo tomó en serio.
La paciencia que tenía yo, no la tenía nadie.
Por si la cosa no fuese poco surrealista, entonces empezó a decir que tenía que hacer algo. ¡Cómo si no fuese justo lo que le llevaba diciendo yo desde el minuto uno! Qué chaval, qué paciencia, me cago en todo lo cagable.
— A veces, tengo la sensación, de que oyes lo que te da la puta gana. Pero después hablas, y me lo demuestras.
Hice un par de pausas de más para intentar contenerme los gritos, que aquí el paciente era yo.
— ¿Te he dicho yo que estés sin hacer nada? ¿Ha salido eso de mi boca? No, claro que no. De hecho, juraría, si mi memoria no me falla, ¡que te he estado gritando justamente lo contrario! ¡JODER! Así que cuando te digo que seas paciente no es que no hagas nada, idiota. Es que traces un plan maestro de los tuyos, a largo plazo, sin prisa. Porque si tienes prisa, te pillaran y te destrozaran. Y si tienes que pasar un tiempo disimulando, pues te jodes y te aguantas. Si no hubieras hecho el loco tú solo y te hubieses parado a pensar en su momento, esto, no estaría pasando.
Volví a sentarme, más bien me tiré medio muerto en un sillón. No podía con este chaval, estaba más lelo que yo. Incluso más que Stuffy. Aquí el listo tenía que ser él, coño.
— Recuerda quien eres, Datsue.
Antes de que contestase puntualicé un matiz:
— ¡Y que conste! Yo no te estoy diciendo que desobedezcas a Hanabi, la autoridad del Uzukage es absoluta y atemporal. Pero dudo que no tengas un margen de acción, siempre diplomático y nunca violento. Aunque si un amenio se gana una hostia, no seré yo quien te detenga.
Oh, no. Pero él no decía que se le había acabado la paciencia porque quisiese actuar. Sino todo lo contrario. Simplemente, porque ya estaba cansado. Cansado de ir a contracorriente. Cansado de darse de bruces contra una muralla demasiado alta y demasiado gruesa para él. Era como un crío tratando de ir a nado hasta las Islas del Té. Hasta el momento, la marea le había devuelto a las costas del Remolino. Cada vez en peor estado, cada vez más moribundo. Había tenido suerte. Lo normal hubiese sido ahogarse en pleno océano.
¿Conseguir llegar hasta La Capital? ¿A nado? Hasta un tonto sabía que era imposible.
—Recuerda quien eres, Datsue.
«¿Quién… soy?» Por primera vez en aquella conversación, sintió una punzada en el pecho. Él era Uchiha Datsue, un Hermano del Desierto. El mismo que había detenido una bijūdama con una simple mirada. El mismo que había matado a un Kage cuyo sombrero no merecía. Se había ganado el favor de los mismísimos dioses. Susano’o comía de su mano, y sabía que pronto, la mismísima Izanami lo haría también. Oh, sí, pronto sería capaz de revertir la mismísima muerte.
Nabi tenía razón. ¿Iba él a permitir que algo tan anecdótico como la orden de un Uzukage y toda la Villa de Amegakure dictase sus acciones? Negó con la cabeza. «¡No! ¡Claro que no!»
Entonces, cayó en la cuenta: «yo ya no soy un Hermano del Desierto». Le habían quitado a su Hermano, y sin su Hermano, él ya no era ninguna de esas cosas. Sin su Hermano, jamás habría llegado a despertar su Mangekyō Sharingan. La bijūdama hubiese arrasado con él. Susano’o se hubiese reído en su cara ante su llamada. Sin su Hermano no habría derrotado a Zoku. Sin su Hermano, ni tan siquiera hubiese pasado la prueba velada que le hicieron en el Chūnin. Él estaba a punto de rendirse y confesar a Zoku todo lo que él quería, y había sido por Akame, y solo por él, que en el último momento había aceptado sacrificarse.
Tal era la influencia que tenía en él.
Entonces, ¿quién era él sin su Hermano? Era Datsue el Intrépido. El chiquillo que se pasaba el día más preocupado por sacarse unas monedas que por la seguridad de su Villa. Era el mismo que había abandonado a sus padres en la Ribera del Norte cuando se topó con un problema que no supo afrontar. El mismo que se alistó en Uzu con la única razón de hacerse con una buena cartera de clientes. Era solo un desgraciado. Era solo…
Sacudió la cabeza. ¿Solo eso? ¿No había aprendido nada en todo aquel tiempo? ¿No se le había pegado nada? Se miró las palmas de las manos, y halló la marca que Akame le había dejado en el antebrazo hacía tanto tiempo. ¿Aquellas cicatrices no significaban nada? Por los dioses, estaba más confuso que un kusajin tras ganar un combate. Era un mar de dudas y de contradicciones internas. Ahora mismo, era una incógnita hasta para sí mismo. Era…
Era una jodida carta de un amejin. Igual te salía una misiva de paz como un tsunami.
—He estado desarrollando un jutsu para nosotros, Nabi. —Había muchas cosas que no tenía claras. Dudaba hasta de su propia persona. Pero si de algo estaba seguro, eso era de que Inuzuka Nabi era su amigo—. Se llama la Hermandad Intrépida —hizo un amago de sonrisa, mientras levantaba la cabeza y le miraba a los ojos—. Es un fūinjutsu. Verás, lo colocas en cualquier parte de tu cuerpo, y adquiere esta forma —se acercó a él y le mostró la muñeca izquierda, adornada por el kanji 糸 y el número siete, en pequeño, a su derecha, a modo de subíndice—. Entonces, todos los que compartan la Hermandad Intrépida y el mismo número, podrán hablar entre ellos. No importa la distancia, no importa la situación. Solo necesitas un pequeñito gasto de chakra, y se activa como si fuese un comunicador.
»¿Qué te parece? Creo que con toda la que está cayendo, podría venirnos bien estar… en permanente contacto.
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Juro estaba en la habitación de su casa. Su abuela estaba dando un paseo, y su hermana, en la tienda. Estaba completamente solo. Completamente a salvo.
« Nadie tiene por qué enterarse de esto. Nadie » — se sentía terriblemente culpable por no haber informado a su Kage sobre el sello que le había puesto Datsue. Pero, con tantas cosas, no le pareció relevante. De hecho, no le pareció necesario que lo supiera.
Claro, podía considerarse traición. Pero él no tenía esa intención. Solo... solo necesitaba enterarse de lo que estaba pasando ahí, en Uzushiogakure. Y el Morikage no iba a decirle nada.
« Él no es de fiar. Ya me lo han dicho. Pero, pero... » — Pero es un jinchuriki. Él sabe más que él de los bijuus, probablemente. Él tiene su opinión. Hablar con él sería una buena oportunidad (quizá la única, puesto que Ayame parecía tener sus problemas) para poner en común esa clase de experiencias.
Aún recordaba la cara de decepción de su Kage cuando creyó que Juro había sido engañado por Datsue. Apretó los puños: no, no iba a volver a ser convencido por nadie. Kusagakure era una aldea neutra, y no participaría en ninguna clase de conflicto. Eso lo tenía más que claro.
Solo quería saber cómo había sucedido todo. Ya esta. No era ningun delito.
Juro se aclaró la garganta. Se concentró, e imitó lo que le dijo Datsue aquella voz, gastando un poco de su chakra.
— U-uh... ¿Hola? ¿Datsue? ¿Estas ahí? — Juro habló, deseando que en ese momento, no estuviera con más gente. Ni con su Kage. Eso sería bastante malo. De hecho, no sabía las probabilidades que tenía de que estuviera solo.
Pero fue terminar de contarle a Nabi sobre su fuuinjutsu de la Hermandad, y el propio sello que llevaba en la muñeca sonar. «Joder, ¡qué puntería!»
—¡Sshhh! —pidió a Nabi, llevándose un dedo a los labios. Aunque, ¡qué coño!, mientras no suministrase chakra al sello, nada de lo que allí dijesen sería oído por el invitado sorpresa.
Volvió a pedirle calma a Nabi, enseñándole la palma de una mano, y solo entonces actuó, en todo el significado de la palabra.
Activó el sello.
—¿Datsue? ¿Cómo que Datsue? ¿Pero no eras Kenichi? —dijo con voz ronca. ¿Cómo había sido capaz de modificar tanto su voz sin el uso del Henge? Fácil, para cualquiera con el suficiente arte. Algunos lo llamaban carisma.
—¿Ves? Te lo dije. ¡Te dije que me sonaba al puto Uchiha Datsue! ¡Es un puto infiltrado! —exclamó con voz aguda.
—¡¡¡AAAAAAAAGHHHHH!!! —Datsue, tan metido en el papel, se desplomó en el suelo. Gruñó de dolor, y emitió un último suspiro. «¡Perfecto!»
Desactivó el sello.
—¡JAAAAAAAJAJAJAJAAJJAJAJAJA! —Nunca en la vida se había descojonado tanto. Lloraba de tanto que reía, todavía en el suelo, incapaz de levantarse—. ¡Se la he metido doblada seguro, tío! ¡Va, va! ¡Escucha, escucha, a ver si dice algo!
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Juro se quedó esperando la reacción. Sin embargo, lo que escuchó fue muy distinto a lo que esperaba.
—¿Datsue? ¿Cómo que Datsue? ¿Pero no eras Kenichi?
Juro pegó un bote de la cama, claramente asustado.
« No... No me jodas » — ¿Estaba en una misión de infiltración? Quizá estaba timando o mintiendo a alguien. O en una taberna. Fuese lo que fuese, lo acababa de joder.
Un sudor frío le recorrió el cuello.
—¿Ves? Te lo dije. ¡Te dije que me sonaba al puto Uchiha Datsue! ¡Es un puto infiltrado!
« Mierda... Mierda... » — Joder. La había cagado. Joder.
«Venga, eres el puto Uchiha Datsue. Nada que no puedas controla, ¿verdad? »
—¡¡¡AAAAAAAAGHHHHH!!!
— ¡No! — exclamó Juro, sin darse cuenta de que estaba gritando —. No. Joder. Joder. Joder.
Suspiró, y se llevó las manos a la cabeza, freneticamente. ¿Que acababa de pasar? ¿Estaba muerto? El sello ya no mostraba nada. ¿Se había desactivado por qué estaba muerto? Se tocó la oreja varias veces, pero no conseguía que funcionara nada. Era como un aparato roto.
Dio un puñetazo a la cama, sin saber aún como si quiera sentirse.
« No me jodas. No me jodas »
— ¿Datsue? — preguntó, claramente cagado de miedo —. Datsue contestame. Eres el puto Uchiha Datsue. Te metiste con un bijuu y saliste vivo. No me jodas. No puedes morir por esto. ¿Datsue? ¡CONTESTAME JODER!
¿Y si ya estaba muerto? ¿Y si ya era tarde?
Se quedó callado, mientras respiraba pesadamente. ¿Qué iba a hacer ahora? Nadie nunca lo podría vincular (afortunadamente, no había hablado a nadie del sello que tenía con él), pero quizá hicieran preguntas. Desconocía si el sello se iría con su muerte, pero ahora estaba atado a un muerto. Metaforica y literalmente hablando.
¿Qué hacía? ¿Y si por casualidad miraban el sello de su muñeca y luego miraban el suyo? ¿Podría colar como un tatuaje que se hicieron juntos? No. Nadie se creería eso.
« Tranquilo. Tranquilo. Piensa en positivo. Tú no has matado a nadie. Se ha muerto él solo. Murió por ser muy malo tratando de infiltrarse. ¿El sello? Bueno, a saber que harán con su cuerpo. Con suerte, lo profonaran o lo destruirán. Si. Ningún problema. Nadie sabrá nada »
Las carcajadas que soltó Datsue cuando oyó la voz asustada de Juro se oyeron en todo el edificio. Incapaz de parar, todavía tirado en el suelo sacudiéndose de un lado a otro, tuvo que sujetarse el estómago de tanto que le dolía.
Por los dioses, ¡se lo había tragado enterito!
—¡Pues claro que soy el puto Uchiha Datsue! —le espetó, tras activar el sello de nuevo—. Pero la próxima vez, llámame por un apodo o esta representación podría convertirse en realidad. El Intrépido. El Matakages. Si será por nombres, leñe.
Se incorporó de cintura para arriba.
—A ti, en cambio, podría llamarte Siete —guiñó un ojo, divertido, a Nabi—. ¿Qué tal te suena? O el Chico de la Fortuna. Más irónico, menos llamativo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El miedo que Juro sentía en ese momento se transformó en pura indignación cuando escuchó a Uchiha Datsue hablarle (con un tono tan jocoso que probablemente indicaba un par de carcajadas anteriores), haciendo burla de su frase anterior. Se sintió, entonces, estafado.
—¡Pues claro que soy el puto Uchiha Datsue! Pero la próxima vez, llámame por un apodo o esta representación podría convertirse en realidad. El Intrépido. El Matakages. Si será por nombres, leñe.
— ¡Ésto no es gracioso! ¡Había formas mejores de decírmelo! — exclamó Juro, claramente indignado.
« ¿El Matakages? El gilipollas te voy a llamar » — pensó para sí, pero se mordió la lengua.
Aun así, no pudo evitar pensar en cómo diablos lo había hecho. Sonaban como si realmente fuesen otras personas. ¿También podía imitar voces? ¿O era alguna clase de técnica extraña?
Lo mismo daba. Le habían timado otra vez.
—A ti, en cambio, podría llamarte Siete ¿Qué tal te suena? O el Chico de la Fortuna. Más irónico, menos llamativo.
— Supongo que el chico fortuna es menos revelador,aunque suena a héroe de alguna serie de cómics cutre — Juro suspiró. Le importaba una mierda ahora mismo su "apodo" —. Desde luego, has dado en el clavo con la ironia. No es que me sienta muy afortunado últimamente con todo lo que está sucediendo.
» ¿Cómo... fue? Ya sabes, la reunión. Has informado a tu Kage de lo sucedido, ¿verdad?
¿Mejores formas de decírselo? Lo dudaba muchísimo. De habérselo dicho de buenas, Juro no hubiese sentido ese miedo en el cuerpo, ese susto, esa sensación de haberla cagado irreversiblemente. En su lugar, hubiese creído que Datsue estaba exagerando. Que era demasiado paranoico. Quizá le hubiese hecho caso igualmente, sí…
Pero no hubiese aprendido la lección.
—Le informé, sí —confirmó—. Pues me fue bien, la verdad. —La verdad era una muy distinta—. Todos están muy preocupados por lo sucedido, lógicamente. Ahora mismo, tú y yo somos dos jodidas dianas. Hay que tener cuidado.
»¿Cómo te fue a ti?
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