Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Estaba confuso, otra vez. El primer combate no había terminado de la mejor forma, no para mi claro, mis secuelas no eran físicas, la herida de la pierna apenas era ya un rasguño, pero la imagen de mi adversario tirado en el suelo con la cabeza...
Sentado bajo aquél cerezo, ni siquiera me atrevía a pensarlo. Si hubiese sido una guerra, no habría dudado en golpearle con el filo de la espada, pero no lo era. Era un torneo formal entre las aldeas y yo no quería matarlo, solo incapacitarlo para que finalizase el combate, y sin embargo al golpearle con el reverso, me había pasado de fuerza y... No lo había matado, pero...
Sujeté a Tsubame frente a mí y la observé. Las espadas se forjaban para acabar con tus enemigos, su filo se hacia para que fuese capaz de cortar la carne, pero aquello no era el objetivo de ese torneo. Era un torneo para mostrar la fuerza, sin matar a tu oponente.
Pero daba igual cuantas veces me lo repitiese en la cabeza. Mi rival me había atravesado la pierna de lado a lado, pero yo le había aplastado la cabeza con la parte roma de una katana. Podía haber dado un golpe mas flojo, podía haber golpeado en cualquier otra parte, el brazo, el hombro. Pero apunté a su cabeza.
¿Que iba a ser de mi ahora? ¿Me expulsarían del torneo por haber dejado así a mi rival? Por el momento no había tenido noticias se Hanabi ni de ningún superior , pero claro... Quizás tenia que rendir cuentas con la Morikage y por mi culpa.
No había matado a mi adversario, pero cuando abandone el estadio a él se lo llevaron urgentemente entre varios médicos, y su estado era terrible. Quizás no muriera del golpe, pero tal vez lo matarán las secuelas. Y yo habría sido su verdugo.
Claro qué, igual la muerte era su intención desde el principio. Sobretodo cuando se lanzó a gritar que era el aprendiz del muchacho que había asesinado al anterior Morikage. Si vivía, quizás no seria por mucho. Pero todo aquello no justificaba mis actos.
La mano que sostenía la espada frente a mí, comenzó a temblar. ¿Se había cansado al tenerla tanto tiempo alzada o acaso yo estaba empezando a dudar si debía seguir utilizando la espada?
Datsue se encontraba realizando su entrenamiento matutino. Trabajo físico, en su mayor parte. Carreras, saltos, flexiones, dominadas… lo suficiente para mantener sus músculos y el tono. Todo ello mientras tenía el Sharingan activado, algo que llevaba haciendo desde hacía un tiempo. En combate siempre lo tenía activo, y era importante que su cuerpo estuviese lo más acostumbrado posible a ello.
Vestido con una camisa de tiras gris y un pantalón corto, de un azul oscuro, el Uchiha volvía empapado en sudor al gran dojo que hacía de residencia a los uzujines. Fue entonces cuando le vio: una figura solitaria, sentado bajo la sombra de un cerezo.
Esbozó una ligera sonrisa y se acercó a él a paso lento.
—Hacen que uno se siente como en casa, ¿eh? —dijo al llegar, con la mirada perdida entre las ramas del cerezo.
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Una voz conocida me sacó de mis cavilaciones y bajé el brazo que sostenía la espada para dejarla a mi lado mientras levantaba la mirada hacia la figura que me hablaba.
Datsue, el aspirante a ser el siguiente Uzakage, nada menos, y un buen amigo. Estaba empapado de sudor y vestido con ropa deportiva, por lo que venia de entrenar.
Pero su presencia y su forma de hablar, hicieron que me asaltaran nuevas dudas. ¿Había hablado Hanabi con él para que me retrasmitiese algún mensaje? Al fin y al cabo el era mi superior, quizás habían pensado que era mejor mandarle a él que a otro cualquiera, aprovechando que también estaba allí para competir.
—La verdad es que últimamente paso mas tiempo en el barco y se sintie más como mi propia casa, pero si, no negaré que todo esto es parecido a Uzushiogakure.
Si que echaba de menos las tardes en el barco, pero no había pasado tanto tiempo desde que habíamos llegado al valle, y en realidad, había podido vivir años sin ello, podía pasar unas semas sin él. Aunque...
—No soy muy de pillar mensajes con segundas, pero si eso quiere decir que tengo que volver a casa, mejor si eres directo.
Aunque por otra parte, no tenia sentido que, viniendo de entrenar y topándose conmigo de casualidad, trajese un mensaje así ¿No? Por supuesto, también cabía la posibilidad de qué pensará buscarme después de entrenar, mientras pensaba una manera sueva de decírmelo.
«Míralo ahí, ¡con recochineo el mamón!», pensó, cuando Reiji aseguró que pasaba tanto tiempo en el barco que ya lo sentía como su propia casa. «Algún día yo también, Reiji. Algún día yo también… Ya verás. ¡Ya verás!»
Solo tenía que hacerse Uzukage y cobrar el pastizal que traía consigo el sombrero. Claro que si se hacía Uzukage, ¿cómo iba a vivir en un barco y navegar hasta islas paradisíacas? «B-bueno… Eso ya lo resolveré. Los problemas, en orden. Que sino es un lío».
Pero entonces Reiji le soltó algo que le desencajó tanto que hasta se olvidó de sus maquinaciones. Tanto, incluso, que se olvidó hasta de seguir alimentando sus ojos con chakra, y el Sharingan desapareció para dar paso a unos orbes negros con un leve tono anaranjado.
—¿Irte a casa? ¿Qué me dices, muchacho? —Entonces recordó lo que había oído de su combate, y sumó dos más dos—. Ah, ya. —Suspiró, y se sentó frente a él, con las piernas cruzadas—. No, no vengo a entregarte ningún mensaje. Nadie te responsabiliza por lo que pasó, Reiji. Al menos no yo. Tampoco Hanabi —En verdad, no tenía ni idea de lo que opinaba Hanabi. Pero conociéndole apostaba a que tampoco.
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—. No, no vengo a entregarte ningún mensaje. Nadie te responsabiliza por lo que pasó, Reiji. Al menos no yo. Tampoco Hanabi
De Datsue, me lo podía esperar. La Morikage le quería ver muerto. Bueno, a el, a Ayame, y a todos los bijuus que existiesen. Pero, podía entender que para él, una baja enemiga era un alivio, aunque fuera un genin, era un problema menos del que preocuparse.
Pero Hanabi... Seguro que la Morikage no se quedaba conforme con un simple "Lo siento, no volverá a suceder". Igual hasta le pedía mi cabeza a Hanabi si el chico se moría, en compensación. De gente de una villa que se metió en un conflicto por que sí, y que ademas quiso aprovechar la confusión para atacar un hospital, no podía esperar nada bueno.
Y todo aquello lo había desencadenado yo. Con un solo golpe.
—Fue un solo golpe, podía haber apuntado al hombro, o a un brazo, le habría herido severamente, pero no le hubiese dejado tan mal... Sin embargo, pensé que atacar a cualquiera de esos puntos significaría dejarle una oportunidad de oro a mi oponente para contraatacar.
Era cierto que yo no quería que el combate hubiese terminado de esa manera, pero seria una gran mentira decir que yo no quería dejarle fuera de combate con ese golpe. Quería. Y aunque me pásese de fuerza ejecutando aquella técnica, cualquier otra cosa era solo una excusa para hacerme sentir mejor a mi mismo, restándole importancia a lo sucedido.
—Habrá consecuencias, eso seguro. Ese chico grito a pleno pulmón que era el aprendiz de Juro, igual lo rematan y me cargan él muerto a mí, o lo que es peor, igual se muere por las secuelas del golpe.
Aunque los Kusajin quisiesen cargarse a Datsue, no era una excusa para matar a uno de ellos en un torneo que se suponía que era para mostrar nuestra fuerza sin aseinarnos unos a otros.
—Espero que tu pelea fuese mucho mejor que la mia...
Datsue dejó escapar un suspiro y esbozó una media sonrisa. Era una sonrisa de pena, aunque con cierto orgullo brillando en sus ojos.
—¿Recuerdas nuestro encuentro, hace un año en la playa? —le preguntó, sin responder directamente a sus inquietudes—. Cuando decías que no servías como ninja. Recuerdo que me dijiste que nadie te metería en un torneo porque serías el hazmerreír de las aldeas. —Había dicho exactamente eso—. Y mírate ahora, lamentándote por haber luchado con demasiada fuerza. Cuánto has crecido. Cuánto has recorrido.
Se había ganado la confianza de un bijū. ¡Se había ganado parte de su chakra, incluso! ¿Quién lo hubiese dicho hacía un año? Bueno, Datsue sí. Porque desde el mismo momento en que se habían conocido en el examen Chūnin, había visto algo en él. Algo especial. Algo que le llevaría bien lejos.
Pero sabía que Reiji no encontraría consuelo en aquellas palabras. Él estaba jodido. Jodido por casi haber desgraciado —o quizá lo hubiese hecho— a un compañero de profesión.
Decidió lanzarse de lleno al meollo de la cuestión:
—También podías haberle dado con la hoja desnuda, y no lo hiciste. No lo hiciste, Reiji, porque querías evitar matarle. Lo que pasó luego podría haberle pasado a cualquiera. ¿Qué esperan los Señores Feudales que pase, juntándonos para luchar para su regocijo? Somos ninjas, estamos entrenados para matar. Nos jugamos la vida en cada puto combate. Está claro que en el torneo nos contenemos, nos medimos más. Pero siguen pudiendo pasar accidentes.
Suspiró.
—Mira, ojalá no se muera, tío. Yo confío en que no. Le conozco, ¿sabes? Le vi un tío con la cabeza muy dura. Y hay médicos muy preparados, ¡seguro que lo supera, coño! Y ya lo que le pase con Kintsugi… Bueno, eso ya no es responsabilidad tuya.
Había que ser muy inconsciente para gritar lo que gritó Kazuma en pleno torneo. Él no conocía personalmente a Kintsugi, pero el mero hecho de saber que rompió la Alianza y le cerró las fronteras… le hacía saber que no era de las que se andaba con tonterías. ¿Cómo cojones se le había ocurrido hacer tal tontería? Cuando le conoció parecía un tío extremadamente educado y sensato.
—A mí… A mí me fue bien, tío. Me enfrenté a un kusareño llamado Daigo. Me dejó pelado de chakra pero pude encajarle el golpe final.
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—¿Recuerdas nuestro encuentro, hace un año en la playa? —Claro que lo recordaba, aquel verano había abandonado mi placa por que pensaba que era bueno para nada.—. Cuando decías que no servías como ninja. Recuerdo que me dijiste que nadie te metería en un torneo porque serías el hazmerreír de las aldeas. —Si, esas fueron exactamente mis palabras, pero ahora nadie se reiría.—. Y mírate ahora, lamentándote por haber luchado con demasiada fuerza. Cuánto has crecido. Cuánto has recorrido.
Pues si. De un extremo al otro extremo. ¿Machacarle la cabeza al oponente significaba ser fuerte? Quizás en el campo de batalla sí, pero en un torneo como aquel, la fuerza estaba también en el autocontrol.
—También podías haberle dado con la hoja desnuda, y no lo hiciste. No lo hiciste, Reiji, porque querías evitar matarle. Lo que pasó luego podría haberle pasado a cualquiera.— No. No lo hice, pero quizás hubiese sido mas piadoso y menos indoloro. Y si al final lo mataban y me cargaban el muerto, pues casi hubiese sido mejor. —¿Qué esperan los Señores Feudales que pase, juntándonos para luchar para su regocijo? Somos ninjas, estamos entrenados para matar. Nos jugamos la vida en cada puto combate. Está claro que en el torneo nos contenemos, nos medimos más. Pero siguen pudiendo pasar accidentes.
Ni creía que a ninguno de los señores feudales le hubiese gustado mi combate, más bien, seguro que habían apartado la mirada. O quizás no, quizás disfrutaban mas del espectaculo, era probable que para ellos solo fuesemos herramientas fácilmente sustituibles.
Pero quién sabe. Todo eso solo eran especulaciones mías. No conocía a ningún señor feudal, y la verdad, no estaba seguro de querer conocer a ninguno.
—Mira, ojalá no se muera, tío. Yo confío en que no. Le conozco, ¿sabes? Le vi un tío con la cabeza muy dura. Y hay médicos muy preparados, ¡seguro que lo supera, coño! Y ya lo que le pase con Kintsugi… Bueno, eso ya no es responsabilidad tuya.
Yo tampoco quería que se muriera. Pero no estaba seguro de que sus compatriotas pensaran igual. No después de su espectáculo. ¿que creía que iban a pensar los suyos?
Aún así, tendría que andarme con ojo, si no me expulsaban, si me cruzaba con cualquier Kusajin. No fuese a ser que de verdad me cargarán un muerto, y sus amigos clamaran venganza.
—A mí… A mí me fue bien, tío. Me enfrenté a un kusareño llamado Daigo. Me dejó pelado de chakra pero pude encajarle el golpe final.
Por lo menos él parecía haber tenido un combate sin incidentes, aunque fuera con un Kusajin. La verdad que si me dijesen que la Morikage había ordenado a sus Shinobis que, por accidente, se cargarsen a Datsue o Ayame durante el torneo, me lo creeria.
—Ojalá les haya ido bien a los demás también. La verdad es que no he tenido noticias de ninguno y se que por lo menos, Hana y un chico con gafas que se llama Takumi también habían venido a participar.
Era posible que Eri también, pero no habíamos coincidido todavía en ninguna parte por los dojos, por lo que no podía estar seguro. Quizás había vuelto a salir a cazar ratas, y eso la tenía muy ocupada para asistir a torneos como aquél.
Datsue asintió. Todavía no había tenido la oportunidad de hablar con Hana o Eri tras la primera ronda —a Takumi ni le conocía—, pero sabía por Raito-sensei, que había presenciado todo el torneo, cómo les había ido.
—Hana ganó, según me dijeron. Takumi desgraciadamente perdió contra una kusareña. ¡Agh! ¡Una puta lástima! Teníamos que haberles derrotado a todos —dijo, con pesar—. Y Eri… —suspiró—. Eri cayó contra Roga, un amejin malo como el demonio. Al parecer fue muy, muy reñido.
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—Hana ganó, según me dijeron. Takumi desgraciadamente perdió contra una kusareña. ¡Agh! ¡Una puta lástima! Teníamos que haberles derrotado a todos —Pues si, la verdad. No tenia muchas ganas de enfrentarme a un kusajin enfurecido en busca de vengar a su compañero—. Y Eri… —Así que Eri estaba allí también...Mejor para mi reputación como herrero. —. Eri cayó contra Roga, un amejin malo como el demonio. Al parecer fue muy, muy reñido.
—Me alegra que Hana ganase, pero espero no encontrarmela en la siguiente ronda, si no en la final.
Una final entre dos shinobis de uzushiogakure solo podría traer buenas cosas para la aldea. Dos ninjas en las mas altas posiciones. Aunque por otro lado, preferia no toparme con la Kusajin que había peleado contra Takumi. No por miedo, simplemente prefería no dar ese tipo de espectáculo. Otra vez.
—Lo de Eri y Takumi es una verdadera lastima, aunque he escuchado que este año los perdedores tienen la oportunidad de seguir luchando y ascender.
Lo cual era bueno, podías ni ganar tu primer combate, pero ganar los dos siguiente y quedar bien en la clasificación final, ademas de demostrar que una derrota no era tu fin.
—Espero que Hana y Eri usasen las armas que les fabriqué, por lo menos, aunque yo me gane una fama un poco mala, que mis armas se ganen una muy buena.
Podía imaginarlo: "¿Donde compraste esa Naginata tan buena?"
"En la forja de los Sasaki"
"Oye, ¿De donde ha salido un arma tan guay como esa?
"De la forja de los Sasaki
Y Hanabi no tenia que pelear, si no, los otros Kages, al ser derrotados, también le preguntarían de donde había sacado un arma tan guay y poderosa, y Hanabi tendría que decirlo.
Claro que, no podría aceptar ningún encargo de la Morikage, aunque seguramente, cuando se enterase de que era el mismo tipo que le había partido el craneo a su ninja, tampoco quisiera comprarme.
Datsue asintió, en la misma línea que Reiji. Una final uzujin sería fantástico.
—Ojalá. Le estuve enseñando unas cuantas cosillas a Hana estas semanas, ¿sabes? —Cosillas que se podían resumir en una sola: el Rasengan. Aunque todavía no lo había dominado—. Espero que le sirvan para luchar por el título de campeona.
Aunque bien era cierto que acababa de salir de la academia, como quien dice. En el torneo había participantes más experimentados, más curtidos. Uno de ellos, sin duda, el propio Reiji.
—Hmm… Sí, lo de seguir luchando aunque pierdas está bien. Pero mejor no pensar en ello. —La actitud tenía que ser positiva. Si ya pensabas en la derrota, había muchas papeletas para que, efectivamente, perdieses—. Hostia, ¿¡le fabricaste armas a Hana y Eri!? ¡No me dijeron nada! —¡Las muy bandidas! Bien calladito que se lo tenían.
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—Ojalá. Le estuve enseñando unas cuantas cosillas a Hana estas semanas, ¿sabes?[/color] —A saber, de Datsue uno podía esperarse muchas cosas. Además, me dió un poco de envidia que la hubiese entrenado él.—[sub=mediumturquoise]. Espero que le sirvan para luchar por el título de campeona.
—Pero no pienso dejar que se lo lleve con facilidad, mientras no me echen por cortarle algo a alguien, voy a por la cima
Y aún así, todavía me temblaba la mano cuando la acercaba a la espada. ¿Miedo a volver a equivocarme? O tal vez ¿Miedo a hacerle daño a un compañero de villa?
—Hmm… Sí, lo de seguir luchando aunque pierdas está bien. Pero mejor no pensar en ello.
—No es por mi hombre, es por Eri y Takumi. No creas que esto va a detenerme, es solo una espina mas en el camino de rosas, y aún me quedan unas cuantas por pisar, pero acabaré superandolo.
Había pasado por cosas peores, y aunque me sentía culpable por el estado del Kusajin, rendirme o angustiarme no iba a hacer que se recuperase antes. Tenía que seguir con mi vida normal, y tenia que ir a por la cima del torneo.
—Hostia, ¿¡le fabricaste armas a Hana y Eri!? ¡No me dijeron nada!
Bueno, le fabricaba armas a mucha gente, en eso consistía la mayor parte de mi día a día. Al final, era lo que había llevado a mi familia a su situación actual. Y si quieres llegar a la cima, si quería salir en los libros de historia, tenia que hacer armas para los mejores ninjas.
—Supongo que quieren guardar sus trucos por si os acabáis cruzando, pero si, he hecho armas para ambas, y cuando les pregunten de donde las han sacado...
Podía volver a imaginarme rodeado de gente pidiéndome armas tan poderosas y geniales.
»La gente hará cola para que yo les haga armas. O imagina solo por un momento que Hanabi derrota a un poderoso enemigo usando el arma que le hicimos los Sasaki, Tendría al resto de Kages y a los señores feudales pidiéndome armas.
«Bien, esa es la actitud, Reiji», pensó, al ver que pese al entendible bajonazo que sufría el chico por el percance con Kazuma, seguía buscando la victoria. Definitivamente el chico había madurado un montón desde aquella charla en la playa.
Luego, Reiji aseguró que si ni Hana ni Eri le habían dicho nada sobre sus armas, era porque querían guardarlas como un as bajo la manga. Datsue se puso a pensar y…
—Un momento. ¿El arma que le diseñaste a Eri es una naginata? —preguntó, acordándose de pronto—. ¡Ja! ¡Se la vi! —Aunque pensó que se la había comprado en alguna armería—. Pues que sepas que no pienso ponértelo fácil, compañero. Yo ya abandoné el negocio de las armas, pero todavía hay katanas con el acero intrépido por el mundo y también pienso dejarla en buen lugar en este torneo —aseguró, con una sonrisa zorruna.
»Y bueno, ¿qué tal el resto? —añadió, cambiando el tema—. ¿Vino Yuuna a verte al combate?
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—Un momento. ¿El arma que le diseñaste a Eri es una naginata? —En el blanco, exactamente era eso lo que había hecho para Eri—. ¡Ja! ¡Se la vi!
—¿Y no reconociste mi maestría solo con verla? Igual tienes que ir a que te vean la vista... quizás te estas quedando ciego con la edad.
Bromée, aunque lo cierto es que si no se podía distinguir a lo lejos que era una creación mia, significaba que todavía tenia que mejorar mucho. El camino aún era largo.
—Pues que sepas que no pienso ponértelo fácil, compañero. Yo ya abandoné el negocio de las armas, pero todavía hay katanas con el acero intrépido por el mundo y también pienso dejarla en buen lugar en este torneo
—Nunca esperé que fuera fácil, pero superar al acero Intrépido es solo un paso mas hacia la cima. Y pienso estar arriba del todo, tarde i temprano.
¿El mejor espadachín? No estaba seguro, ¿El mejor herrero de Oonindo? No. El mejor no. Había que aspirar mas alto. Una leyenda. Eso es en lo que me convertiria. Y los mejores guerreros del pais llevarían mis armas.
—Y bueno, ¿qué tal el resto? ¿Vino Yuuna a verte al combate?
—Si, vino con mi madre, sorprendentemente se llevan como si fuesen amigas de toda la vida, aunque no estoy seguro de si eso es muy bueno o muy malo para mí.
Había cosas del Reiji de hacía unos años que era mejor que nadie supiera, pero estaba claro que la posibilidad de mi madre las sacara a la luz con Yuuna eran mas bien altas.
—Ella también me vio un poco de bajón e intentó animarme, siempre lo consigue, pero ha tenido que volverse a Uzushiogakure. Es una lastima que no la dejasen participar, hubiese aspirado a lo mas alto, incluso me atrevo a decir que podría ganar.
»Ahora que recuerdo del día de la barbacoa... Tu también estabas saliendo con alguien, ¿verdad? ¿También vino a verte?
Ah, pues quizá si estaba perdiendo la vista, sí. Una cosa llamada Mangekyō se la tenía frita. Pero no hizo comentario al respecto, salvo cuando Reiji mencionó que su madre y Yuuna se llevaban muy bien, y que no sabía si eso era bueno o malo.
—Créeme, a la larga será bueno. No te digo yo que tiene sus matices según la situación, pero... Nah, estás de suerte.
Luego, no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la picardía de Reiji. «Que Yuuna te animó, ¿eh? Qué bribonzuelo. Ya me imagino cómo, ya…» Iba a soltar un comentario jocoso, pero justo en ese momento el espadachín se la devolvió, haciéndole una pregunta personal.
—Ehm… Sí. Quiero decir, no. No pudo venir a verme. Me tuve que conformar con el gruñón de Raito-sensei. No veas la bronca que me echó al terminar el combate. Que si había desperdiciado un montón de chakra, que si había actuado como un gigante que solo sabía dar puñetazos sin ningún tipo de estratagema… —Suspiró—. Lo peor es que tiene razón. Fui demasiado a lo bruto. Si quiero ganar este torneo tengo que ser más inteligente. Más astuto.
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—Ehm… Sí. Quiero decir, no. No pudo venir a verme. Me tuve que conformar con el gruñón de Raito-sensei. No veas la bronca que me echó al terminar el combate. Que si había desperdiciado un montón de chakra, que si había actuado como un gigante que solo sabía dar puñetazos sin ningún tipo de estratagema... Lo peor es que tiene razón. Fui demasiado a lo bruto. Si quiero ganar este torneo tengo que ser más inteligente. Más astuto.
Bueno, a lo bruto. Vamos a ver, era yo el que le había partido el craneo a alguien. Si algún combatiente podía considerarse bruto a si mismo, ese era yo.
—Seguro que viene a verte en alguno de los combates, no te preocupes por eso. Si no, pues vuelve con la victoria a casa y lo celebrais juntos.
Yo en esta ocasión, casi hubiese preferido que no hubiera nadie mirando. Había sido un espectaculo lamentable, incluso antes de empezar, cuando el loco aquel había gritado aquello a los cuatro vientos. ¿Por que me pasaban esas cosas a mí?
—No creas que tu combate fue lo peor del mundo, mi combate fue un desastre de principio a fin. ¿Sabes que es lo peor? Dejé que una espada me atravesara la pierna de lado a lado para así poder encajar el golpe. Y ¿Sabes por qué?
Yo si lo sabía. Estaba usando un poder que no era mío. Algo que me habían prestado. Algo que no le pertenecía. Mi cabeza lo sabia y mi cuerpo también.
—Por que sabia que la herida se cerraría sola después. Pero no debería depender de estos poderes para ganar nada. Se irán algún día para no volver.
Y si me acostumbraba a vivir con eso, algún día, cuando el chakra de Gyūki ya no estuviera...