Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La dueña aguantó, estoica, la marea de palabras que Datsue le estaba lanzando directamente a la cara, como una cañería rota. Si aquella ley existía, o la señora Tofu la conocía, era irrelevante. La mujer se debatía entre echar a gritos a aquel chico y llamar a los guardias para denunciarle a él también, o seguir escuchando. Su limitado intelecto realizó algunos cálculos superficiales y concluyó que lo más rentable era lo segundo.
—¿A dónde quieres llegar, shinobi? —preguntó, entre furiosa y temerosa de que aquello fuese cierto y un ninja estuviese a punto de dar al traste con el negocio que tantísimos años le había costado levantar.
Datsue suspiró. Notó el peligro en su tono de voz, todavía sumisa, pero encrespada. Un animal atrapado que se debatía entre ceder o luchar. Quizá se había pasado con su discurso, y era hora de bajar el tono… de ser cauto.
Suspiró, mientras echaba un vistazo a los niños. De haber obtenido una respuesta más positiva, la hubiese chantajeado con dinero. Pero ahora… «Qué remedio, ¿no? Pero no lo haré por pena, solo porque quizá me beneficie de ello en un futuro. Eso» se dijo, tratando de convencerse a sí mismo.
—Perdone a los chicos y al perro —dijo, mientras miraba, primero al niño, y luego a la niña, para finalmente volver a dirigir la mirada a la señora—. Déjeselo pasar por esta vez… y me encargaré de que Akame no hable con los inspectores. Le engañaré diciendo que yo mismo iré a hablar con ellos, para luego no hacerlo, a cambio de ellos. Ese es… el precio de esta misión particular.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Tofu Rin entornó los ojos como un joyero veterano que examina un diamante claramente sospechoso. Tal vez volvía a plantearse si denunciar a Datsue a los guardias —que no tardarían en llegar—. Tal vez reflexionaba sobre todo aquello que había dicho el gennin acerca de normas de sanidad, alimentos caducados y demás patrañas. Tal vez...
La mujer se cruzó de brazos con gesto pensativo. Tenía las mandíbulas muy apretadas, y aún así sus labios fruncidos se movían de un lado para otro, como si estuviese rumiando la respuesta. Estaba claro que no era una decisión fácil para ella.
—Está bien —accedió, tal vez recordando que había sido capaz de montar aquel negocio poniendo el pragmatismo por delante del orgullo—. ¡Venga, ya lo habéis oído! ¡Fuera, fuera! ¡Y si vuelvo a veros por aquí, criminales, pasaréis el resto de vuestras cortas vidas en una celda!
Los chicos no podían estar más confusos, pero aun así no tardaron en entender la situación. Con pasos rápidos salieron de la tienda, doblando la esquina del callejón y perdiéndose en la oscuridad.
Tofu Rin se acercó a Datsue con los ojos ardiendo de ira, sus párpados apenas dos rendijas. Su rostro estaba crispado a más no poder.
—Ya has conseguido lo que querías, ¿verdad? Creerte mejor que yo. Mejor que nadie, ¿era eso? —siseó—. Ahora largo de aquí. Si vuelvo a verte por mi tienda, juro por todos los dioses que lo lamentarás.
Los niños escapaban de la trampa mortal, y todo gracias a Uchiha Datsue. Datsue el Intrépido. Una sonrisa de oreja a oreja cruzó su cara. Por una vez, había hecho lo correcto. Y ahora que lo empezaba a experimentar, no hacía que uno se sintiese tan mal…
—Ya has conseguido lo que querías, ¿verdad? Creerte mejor que yo. Mejor que nadie, ¿era eso?
La sonrisa de Datsue se desvaneció en el acto, dando paso a una expresión entre indignada y asustada.
—Señora Tofu… ¡No! ¡Jamás haría algo…!
Pero la señora Tofu le cortó, dándole a entender que o hacía desaparecer su sucio culo de su tienda en el acto, o lo lamentaría. Pero, ¿lamentar el qué? Él era Uchiha Datsue, shinobi de Uzushiogakure no Sato. Demasiado se creía ella si pensaba que una simple mujer, dueña de una tienducha de comida, conseguiría siquiera hacer estremecerse a Datsue el Intré…
—¡A-akame! —chilló, de forma entrecortada, tras una carrera de cuarenta metros a toda velocidad. Se llevó las manos a las rodillas, doblando el cuerpo, para recuperar brevemente el aliento—. ¡V-vámonos de aquí! Por los Dioses, creía que me cortaría la cabeza. ¡Esa mujer está loca!
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Los gritos de su compañero le sobresaltaron, y Akame se apresuró a tirar disimuladamente el cigarrillo al suelo con su mano diestra, para posteriormente aplastarlo con el talón de sus sandalias ninja. Luego trató de hacer como el que se estiraba y tomaba una gran bocanada de aire para dejar salir parte del humo que todavía tenía dentro.
—Por todos los dioses, Datsue-san, no grites tanto... Los vecinos de esta calle deben estar hartos de esa señora —respondió el Uchiha.
Akame se irguió, despegando la espalda de la pared sobre la que había descansado un rato, para luego empezar a andar en una dirección que él tenía bastante clara.