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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Dos días. Eso era lo que les había dado Hanabi para descansar. Para reponerse de haber estado al borde de la guerra, de liarse a palos con los kusajines, y de detener una bijuudama y frenar a una jinchuuriki descontrolada. A Datsue le parecieron pocos. Muy pocos. Pero comprendía la urgencia del momento.

Atiborrándose a analgésicos en el hospital, el Uchiha apenas había salido del edificio mas que para comer algo decente. Allí solo daban purés, purés y más purés. Nada bueno con lo que llenar el estómago de verdad.

Aquel día, sin embargo, pasó por casa. Se dio una buena ducha, y recuperó su antiguo chaleco ninja. Ese que había mantenido en el armario por meses tras su caída a genin. Esperaba que, en aquella ocasión, no tuviese que guardarlo nunca más. También se selló una mochila con comida, agua y una túnica en la nuca. Ventajas de ser especialista en fuuinjutsu.

Tras equiparse con todos los utensilios, armas y objetos que un ninja de bien necesitaba en una misión, el Uchiha partió al edificio del Uzukage tras llenarse el estómago con un buen desayuno. Mejor empezar aquel día con las energías a tope. Algo le decía que las iba a necesitar.

Distinguió una silueta en la entrada. Una voluta de humo ascendiendo como un hilo hacia el cielo. Sonrió. No le hacía falta distinguir su rostro para saber de quién se trataba.
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#2
Ceniza, Verano del año 218.


Uchiha Akame apuró el pitillo mientras el Sol mañanero le daba directamente en la cara, confortándole con su calidez. Vestía su uniforme militar de Uzushiogakure, con camiseta de cuello alto y pantalones color azul marino, chaleco y placa dorada en el hombro izquierdo. Llevaba la bandana, como siempre, atada a la frente, y el resto de su equipamiento ninja debidamente colocado. Los portaobjetos, en el muslo derecho y la cintura, respectivamente; su fiel espada de color negro, enfundada en la bandolera que llevaba a la espalda. También cargaba con una mochila militar en la que había metido suficientes prendas y comida para varios días. El viaje que iban a emprender se antojaba largo y lleno de imprevistos.

Cuando vio aparecer a Datsue por el puente de madera que daba acceso al Edificio, Akame aspiró una última, honda calada y luego apagó el cigarrillo en la barandilla. El jōnin no tenía buena cara, no al menos mejor que otras veces, pero por fortuna la herida de su costado había sanado con aquella inusual rapidez a la que Akame ya se estaba acostumbrando.

Compadre —saludó, con una media sonrisa—. ¿Listo para dar con el paradero de esos hijoputas?

Durante los dos días anteriores Akame había estado, casi exclusivamente, drogado. Se había fundido casi un cuarto del blíster de tranquilizantes que les habían dado en el hospital la noche del incidente, y como consecuencia había dormido casi la mayor parte de esas cuarenta y ocho horas. No se arrepentía; hubiera sido mucho más difícil convivir con sus pensamientos, que zumbaban de un lado para otro dentro de su cabeza como si ésta fuera un nido de abejas.

Luego, Akame se dio la media vuelta y entró en el Edificio. Saludó a quien quiera que estuviese en recepción, anunciando que el Uzukage les esperaba, y subió aquellas escaleras que ya empezaba a conocer demasiado bien.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

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#3
Hanabi estaba de espaldas a ellos contemplando el paisaje con una taza de té y un bollito en la mano. Al oír los pasos en la escalera supo que eran ellos, los había estado esperando, incluso había tenido sueños turbios con ese momento, con lo que aquella operación entrañaba realmente. Aún así, estaba contento.

Muy buenos días, Datsue, Akame. ¿Cómo os ha tratado la cama estos días? Madre mía, estáis como nuevos.

Parecía contento, sonriente, como quien acaba de llegar de vacaciones con las energías renovadas, o tal vez es que el día solo acababa de empezar y no se había metido en faena todavía. ¿Quien sabe?

Sentaos va, contadme qué tal habéis llevado estos dos días. ¿Queréis algo? ¿Habéis desayunado? Ya sabéis lo que dicen del desayuno.

Les hizo un gesto para que tomasen asiento mientras acababa de beberse el té y comerse el bollo.
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#4
Compadre —saludó, con una media sonrisa—. ¿Listo para dar con el paradero de esos hijoputas?

¡Qué remedio! —exclamó el Uchiha, sin ser capaz de disimular la emoción que le imbuía. Sí, localizar la guarida de los pisacharcos era importante. Especialmente por si la paz se rompía. Por eso estaba allí Akame, y por eso Hanabi había accedido a enviarles de misión. Datsue también, pero, por mucho que no quisiese pensar en ello, no era por eso que su corazón se agitaba como un potrillo en campo abierto. No, el motivo no podía ser más distinto, y a la vez tan parecido…

Y es que, al fin, Uchiha Datsue sabría exactamente donde se localizaba Watasashi Aiko.

Los Hermanos del Desierto subieron por las escaleras hasta el despacho de Hanabi, quien parecía estar en medio del desayuno. Estaba muy cambiado respecto a la última vez —apenas dos días atrás—. Las arrugas por el cansancio, las ojeras, y los ojos rojos por la falta de sueño habían desaparecido. También la voz crispada de un hombre que ha recibido demasiados golpes. Era un hombre nuevo, que contempla el nacimiento del día con alegría y esperanza y no con temor.

Buenos días, Hanabi-sama —respondió, realizando una pequeña pero florida reverencia—. Es lo que tiene dormir dos días seguidos, señor —respondió ante el halago—. Casi empezábamos a cansarnos de tanto descansar —bromeó.

No tardó en tomar asiento, tal y como les había pedido, y el recibimiento fue tan coloquial y ameno que casi comete el desliz de desparramarse sobre el asiento como si estuviese en su casa. Suerte que todo un año junto a su Hermano le había enseñado a guardar la compostura incluso de forma inconsciente cuando la situación lo requería.

Pues hay poco que contar. Básicamente nos la pasamos durmiendo —informó, sincero—. No, muchas gracias. Yo vengo recién desayunado.

Ya sabéis lo que dicen del desayuno.

¿Qué dicen? —preguntó, intrigado. Conocía un par de frases hechas al respecto, pero no creía que se refiriese a ellas.
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#5
Buenos días, Hanabi-sama —respondió Akame, con una diligente inclinación de cabeza. No se podían descuidar las formas—. Bien, gracias. ¿Y usted?

Luego tomó asiento junto a su Hermano, mientras el mandatario les ofrecía algo de desayunar.

Yo también he comido ya, gracias —se limitó a responder, tan lacónico como solía. Lo cierto era que su cuerpo todavía estaba expulsando la ingente cantidad de drogas tranquilizantes que había consumido en esos dos días, y por consiguiente la sola idea de probar bocado le daba arcadas—. El descanso ha sido... Reparador. Todo gracias a las medicinas de Ria-dono.
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#6
Hanabi sonrió ante las buenas nuevas de sus jinchurikis, ambos estaban bien alimentados y descansados, por fin le daban algo bueno con lo que trabajar.

Bien, bien.

Iba a empezar con su explicación cuando Datsue le interrumpió.

¿Qué dicen?

¡Pues que es la comida más importante del día, Datsue! ¿Qué van a decir si no?

Aclarado el asunto, dejó a un lado su tentempié y se puso de pie. Ahora más serio, sacó un mapa y lo plantó encima del escritorio, extendiéndolo para que los tres pudiesen tener una buena vista. Se trataba de un mapa del continente. Sacó un lápiz y empezó a comentar la jugada.

Lo primero y más importante es que tenéis que ir de forma sigilosa y sin revelar vuestro rango ni que sois shinobis. Sin armar escándalos, sin embrollos y sin altercados. Podría seguir sacando sinónimos pero espero que entendáis que no es el momento para que vean a un Jounin y un Chunin merodeando las fronteras de los países de las otras villas.

Miró a Datsue y después a Akame esperando alguna reacción por su parte para que dieran a entender que lo habían entendido. Después, la hubiesen dado o no, seguiría a lo suyo.

Saldreis de la villa y partiréis hacia Yachi, como lleguéis lo dejo en vuestras manos. Una vez en Yachi, marcareis en este mapa hacia donde señala el sello. Supongo que sabréis encontrar el norte para orientaros, ¿no? Bien, después, NO seguiréis por el País de la Tormenta. La clave es poder localizar su villa sin que ellos lo sepan, acercarse más sería un suicidio. — empezó a acompañar sus palabras con el movimiento del lápiz sobre el papel, en el que había marcado Yachi.

» Rodeareis el tunel desde bien lejos y os dirigiréis a Notsuba, ahí tomareis una segunda medida. No sé qué precisión tiene tu sello, Datsue, si necesitaseis una tercera medida, tendríais que ir a la Torre de Meditación. Pero nada de ir más allá, eso ya sería meterse mucho en el territorio de Amegakure. En teoría aún tenemos el pacto, pero mejor que no sepan nada de vosotros.

Había dibujado todo el recorrido sobre el mapa que dejó abierto sobre la mesa al finalizar su explicación.

Como veis, no es nada del otro mundo, constará como una misión C en el País de la Tierra y la cobrareis como tal. ¿Alguna sugerencia? ¿Dato relevante que me haya dejado? ¿Dudas?



Tú no cobras la misión, Datsue. Ya estás en una misión, respecto Akame, creo que no tiene ninguna más, así que él mismo, puede elegir si cobrar o no.
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#7
«¿La comida más importante del día?» Datsue asintió, ligeramente decepcionado por la respuesta. Con el compadreo que Hanabi estaba mostrando, se hubiese esperado una broma picante. La frase y la pregunta lo pedía a gritos. No obstante, pasó rápidamente a centrarse en la misión.

Observó el mapa que Hanabi colocó sobre el escritorio, conocido por todos. Él mismo había pedido a una enfermera que le trajesen uno para estudiarlo entre colocón y colocón de narcóticos.

Asintió, de acuerdo, ante la petición de ir de incógnitos. Tras todo lo que había sucedido, la cautela era obligatoria. Y, cuanto menos tiempo permaneciesen en tierra conflictiva, mejor que mejor.

Como veis, no es nada del otro mundo, constará como una misión C en el País de la Tierra y la cobrareis como tal. ¿Alguna sugerencia? ¿Dato relevante que me haya dejado? ¿Dudas?

«¿Mil ryos? Solo… ¿mil ryos?» Se repuso de la momentánea decepción —aquella sí que la sintió, y no como la primera—, y volvió a centrarse.

Respecto a la precisión de mi sello, la misma que la del ojo humano, señor —respondió. Y la precisión del ojo, ya se sabía, no era del todo exacta. Por eso, cuantos más puntos de referencia tomasen para trazar las líneas, mejor—. ¿Me permite una sugerencia? —preguntó, pidiéndole el lápiz—. Si le preocupa que crucemos las fronteras de la Lluvia, ¿por qué no tomar la primera medición en el Valle de los Dojos? Tampoco está a tantos kilómetros de distancia, y nos ahorraría cruzar la frontera —argumentó, trazando un círculo en el Valle de los Dojos—. Luego podríamos llegar a Notsuba por el País del Bosque. —Aunque la idea de meterse en territorio kusajin, visto lo visto en el examen, tampoco le agradaba demasiado—. Si tenemos suerte, y Amegakure se encuentra entre las Tierras de la Llovizna y las Llanuras de la Tempestad Eterna, creo que bastaría. Una última medición, sin embargo, en la Ribera del Norte, eliminaría con mucha probabilidad cualquier imprecisión —Datsue se había puesto la capa de ninja modelo y seguía explicándose, trazando círculos sobre los territorios que citaba—. Si, en cambio, se encuentra entre Las Llanuras de la Tempestad Eterna y Shinogi-to, una tercera medición en la Torre de Meditación, como usted bien dijo, sería preferible. Aunque lo ideal, he de decir, sería tomarla desde Shinogi-to misma. —Sus ojos pasaron ahora al Norte del país—. Si, en cambio, la Villa se encuentra más al Norte, entre Shinogi-to y las Tierras Nevadas… —torció el gesto—. Quizá necesitásemos una tercera medición, más al Norte todavía. —Pero al Norte solo había mar—. ¿Habría la posibilidad de ir en barco por la costa? —preguntó.



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#8
Akame escuchó, paciente, la exposición de Hanabi. Parecía un buen plan, y sin duda la técnica de la brújula de Datsue les permitiría triangular con razonable precisión la ubicación de Amegakure; nadie esperaba que les llevase hasta sus mismas puertas, pero tener una idea —aunque aproximada— de dónde se encontraba la Villa sería realmente valioso para el Remolino.

Meditabundo, el jōnin no quitaba ojo del mapa sobre el cual tanto su compañero como su mandatario dibujaban esquemáticamente las rutas que cada uno creía que serían mejores para llevar a cabo aquel rastreo. Cuando ambos terminaron, Akame paseó su dedo índice por la línea costera Oeste de Arashi no Kuni.

Creo que lo mejor sería bordear las fronteras del País por ambas orientaciones, Este y Oeste. Si realizamos una medición desde Notsuba, un punto céntrico con referencia al País de la Tormenta, podríamos determinar fácilmente hacia dónde se encara la ubicación de Amegakure. A partir de ahí, podríamos regresar hacia el Sur por el País del Fuego y tomar un barco en Taikarune, alguno que se dirija a Coladragón o Yukio. Luego registraríamos la orientación de la brújula mientras bordeamos la costa de Arashi no Kuni.

Parecía fácil. Demasiado fácil. Pero Akame no las tenía todas consigo. Si había suerte y Amekoro Yui no había empapelado todo el País de la Tormenta con sus caras, "sólo" tendrían que preocuparse de pasar desapercibidos ante cualquier ninja de la Lluvia con el que pudieran cruzarse.
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#9
El Uzukage escuchó a sus ninjas atentamente mientras planeaba como cambiar sus movimientos en función de la información que le daba Datsue sobre su técnica. Tanto sus ideas como las de Akame no estaban mal, pero era algo que no podían saber hasta que tomasen la primera medida.

No podemos hacer el plan inicial suponiendo donde estará Amegakure, podría estar en las llanuras del túnel o podría estar en las cordilleras del norte. ¿Qué rango crees que necesitarías para tu sello, Datsue? ¿Podrías activarlo desde aquí? ¿Desde los Herreros? ¿Minori? — fue señalando los lugares mientras le preguntaba.

»La parte más importante es que evitéis en la medida de lo posible tener que entrar en el País de la Tormenta y que toméis las medidas en lugares marcados en el mapa. Si puedes hacerlo desde los Dojos, adelante. Os he dicho Yachi porque está relativamente cerca de nuestro país. Dependiendo de lo que os dé ahí, podéis decidir vosotros mismos si ir a la Ribera Norte o a Notsuba. Después podéis medir en cualquier sitio que seáis capaces de marcar en el mapa.

Hizo una breve pausa mientras repasaba con la mirada todo el mapa, joder, si es que el País de la Tormenta era aberrante, como un churro y casi inaccesible por un montón de sitios. Por un lado tenía desierto y por el otro cordilleras.

Y nada de barcos. Sería innecesariamente peligroso.
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#10
Datsue negó con la cabeza.

No desde aquí —respondió—. Lo cierto es que… Lo cierto es que ya probé a activarlo alguna vez, en casa —alguna vez no. Muchas noches. Demasiadas—, y está fuera del rango.

¿Y desde los Herreros? ¿Y desde Minori?

No… No lo sé con exactitud —informó, sincero—. Desde luego, si la Villa se encuentra en el Norte, no creo que llegue el alcance. —Al final, hasta que no lo intentasen, no lo sabrían.

Asintió al resto de indicaciones. Una vez. Dos veces.

Entendido —aseguró, serio—. Nada de barcos. Probaremos en los Dojos primero, y a partir del resultado iremos a un lado u otro.

»No le fallaremos, Uzukage-sama. —Por los Dioses que no le fallarían.
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#11
Akame asintió.

Así se hará, Hanabi-sama.

Impaciente, el jōnin esperó a que su Uzukage les diera permiso para retirarse. Todavía tendrían que arreglar algo de papeleo —el pergamino de misión, por ejemplo— y prepararse para partir. Iba a ser la primera vez que Akame salía a una misión de incógnito, sin rastro de su bandana, su chaleco o su placa; y por un momento pensó que iba a sentirse realmente desnudo sin ellos.

Se sacó aquellos pensamientos de la cabeza. «Esto es una misión crucial para el futuro de Uzushiogakure... Hay que estar centrados», se dijo.
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#12
Aquí tenéis.

Les tendió el mapa en el que ahora estaban marcadas todas las localizaciones desde las que habían dicho que podían probar de tomar alguna medida, del País de la Tormenta solo estaba marcada Yachi.

Suerte, chicos.

Se sentó de nuevo a la espera de que se fuesen.
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#13
Tomó el mapa que el Uzukage les entregó y se levantó. Luego, realizó una pequeña reverencia.

Hasta pronto, Hanabi-sama —se despidió, para luego girar sobre sus talones y salir del despacho.

Mientras bajaba por las escaleras, pensaba en todo lo que iba a necesitar para un viaje tan largo. Provisiones, mudas, mantas, un saco de dormir… Y armas. Pero en aquella misión debían ir de incógnito, así que no podía llevar ninguna a la vista. «Suerte que soy un especialista en fuuinjutsu», se sonrió. También tendría que dejar el chaleco y la placa en casa.

Había mucho que preparar.

¿En una hora en las Puertas de la Villa? —preguntó a su Hermano, nada más salir del edificio.
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#14
Akame se levantó como un resorte.

Gracias, Hanabi-sama —respondió, inclinando la cabeza en inequívoca señal de respeto.

Imitó a Datsue y salió del despacho a paso ligero. Los Hermanos del Desierto bajaron las escaleras del Edificio del Uzukage en silencio, probablemente perdidos en sus propias reflexiones sobre la importante misión que les acababa de ser asignada.

Luego, el menor del dúo propuso hora y lugar para la salida. Akame asintió; una hora era más que suficiente para empacar. Dado que iban de incógnito, no podría llevar algunas de sus armas, y tampoco todo su equipamiento ninja. En su lugar, debía meter en la mochila una buena cantidad de mudas, algo de ropa abrigada —tanto en Arashi no Kuni como en el País de la Tierra tenían dificultades para entender lo que era el Verano— y raciones de comida enlatada.

Hecho. Allí nos vemos.

Y así, Akame se encaminó hacia su casa. Tenía algún que otro preparativo que realizar, también, antes de un viaje tan largo. Pero de eso, nada sabría Datsue...
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#15
Uchiha Datsue se preparó a conciencia.

Primero, como tenía pensado, guardó la placa, la bandana y el chaleco en el armario. Solo un kusajin llevaría una placa identificativa de su procedencia y profesión en una misión de incógnito. Y ya se sabe que Datsue no es ningún kusajin, por mucho que naciese en la Ribera del Norte.

Segundo, los preparativos. Como no quería llevarse nada que le identificase como ninja, decidió seleccionar sus cinco armas y objetos indispensables y sellárselas en el cuerpo. Lo primero, la esfera explosiva de clase A, en el codo izquierdo. Un ninja no era nada sin su bomba capaz de reventar a todo amejin que se le pusiese por delante si la situación lo requería, a prueba incluso de Hozukis. Después, un comunicador avanzado, sellado en el codo derecho. Luego, una píldora estimuladora de chakra, en su rodilla derecha. Una píldora estimuladora de sangre, en su rodilla izquierda. Finalmente, un Fuda Kami, en su estómago. De último, sellada en la espalda, una mochila con un saco de dormir en su interior, mudas y un impermeable.

Tercero, dinero. Con cierto dolor, vació el cerdito de cerámica en una bolsita, rellenándola con las monedas de las vueltas y las sobras que había ido acumulando. Se la ató al pantalón, en la cintura, así como también una cantimplora llena de agua.

Cuarto, más armas. Estableció una vinculación sanguínea con dos kunais y un sello explosivo de clase B —nunca se tenían suficientes explosivos en una misión—.

Quinto, se vistió para la ocasión. Camiseta de manga larga, y un jersey blanco por encima. También pantalones largos, de un azul oscuro, remangadas a la altura del tobillo. Con todo listo, abrió la puerta de su domicilio y…

¡Sexto, sexto! —se acordó a tiempo—. ¡El sexto paso era el más importante!

Y tanto que lo era. ¡Casi se le había olvidado su juego de ganzúas! Esas que tantas y tantas veces le habían salvado el pellejo. Las tomó de un cajón y se las guardó en su lugar habitual.

No fue hasta entonces que salió de casa, ya preparado, a emprender su aventura junto a Uchiha Akame.
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