Ranko podía imaginar un escalofrío recorriendo su trenza.

"Mi Señora Morikage... debe caer... ¡Pero qué locuras dice este viejo! ¡Habría que encerrarlo YA!"

Con toda calma, Ranko respiró profundamente. Tenía que pensar muy bien sus palabras.

—Hay muchas cosas que debieron hacerse antes... Yo... Y-yo estuve en el ataque a los Dojos. Los dos lo estuvimos y... Hubo tanto que podría haberse hecho. C-creo... Creo que ahora es el segundo mejor momento para enderezar las cosas, los errores del pasado —Dio un par de sonoros pasos hacia adelante. —. Hagámoslo. Participaré.

Su espíritu de combate le daba la confianza para seguir. En nombre de Su Alteza Morikage.

«¿Discutirán esta noche sobre el asesinato de Kintsugi-sama?» Pensó Daigo, interesado. «¿Estarán allí todos los implicados?»

Daigo tragó saliva, preocupado. Sabía que lo que estaban a punto de hacer probablemente sería extremadamente peligroso, pero era la misión que les habían encomendado y había mucho más en juego que su propia seguridad.

Dio un par de pasos hacia adelante, junto a Ranko. Al menos sabía que estaba en esto con ella.

— Allí estaremos. —Aseguró.

Zaofu les miró a la cara durante un largo rato, en silencio. Parecía juzgarles. Tratar de leer a través de ellos. Finalmente, desactivó su temido dōjutsu y suspiró, mostrándoles una sonrisa afable.

—Tampoco es que queramos matarla, ni nada de eso —dijo—. Pretendemos que ella misma vea el camino al que está conduciendo a su pueblo. Claro que, desde que murió Kenzou, esa mujer ha... cambiado. Será muy difícil. Muy difícil. Quizás tengamos que apartarla temporalmente por la fuerza, hasta que demostremos que tenemos la razón. —El sensei les mostró el puño derecho y lo apretó con fuerza—. Ahora, como sin duda comprenderéis, os tendréis que quedar conmigo hasta esta noche. Así que, ¿por qué no nos tomamos un té y os cuento más sobre este asunto?

La hostilidad que Zaofu había mostrado había desaparecido casi por completo. Su sonrisa, afable, parecía sincera. Pero ambos sabían que ocultaba mucho más. Era casi como si en él vieran a...

»Estoy seguro que no habéis tomado un té tan bueno como este —les dijo, mientras les apremiaba a seguirle. El veterano subió unas escalerillas que había al fondo del dojo y les abrió paso a una terracita, no muy diferente que la que ahora había sin usar en el edificio administrativo. Allí, en una mesa, había dispuesta una bandeja con unas cuantas tazas. En una cocinilla, al fondo, Zaofu estaba preparando un té, presumiblemente desde hacía rato.

El maestro tenía decorada la terraza con múltiples fotografías en las que aparecía junto a otros jōnin de la villa que en alguna vez habían tenido ocasión de ver. Sus amigos y compañeros, claro. Pero a ambos les llamó la atención una en especial: aparecía junto a Moyashi Kenzō, sujetando su sombrero de Morikage, ambos con una mano. Sonreían.

—Fui muy amigo de Kenzō, muy amigo... fuimos juntos a la academia, hicimos muchas misiones juntos... —dijo, mientras les servía el té. Echaba humo—. Yo le enseñé a hacer té. Aunque creo que nunca lo pilló del todo, porque siempre mandaba que se lo hicieran otros. —Zaofu soltó una carcajada—. Un buen año, ayudé, junto a unos cuantos valientes y la inestimable ayuda de Uzushio y Ame, a ese zoquete a subir al poder. Hicimos a Kusagakure importante. Poderosa. Respetada. Próspera.

»Pretendemos volver a hacer lo mismo. —El hombre se sentó y le dio un sorbo a su taza de té, sin importarle que quemara como las mismas brasas. Les sonrió. Una sonrisa muy particular.

Como si esa misma persona fuese...

»¡Y encima osan volver a itentarlo, los hijos de puta! ¡La Guerrilla! ¡Curioso nombre para unas ratas traidoras! ¡Se creen que la gente de Kusagakure va a aceptar que vuelva la corrupción de la época democrática!

Las palabras iniciales de Zaofu confundieron un poco a Ranko. Tal vez ella recordaba mal, pero ¿no había dicho Kintsugi que la Guerrilla quería derrocarla? ¿Cómo decía el viejo que podrían necesitar apartarla temporalmente?

—P-por supuesto —dijo la chica cuando el maestro les indicó que tenían que quedarse con él hasta la reunión. Ranko asintió en dirección a Daigo, dándole animos, a la vez que los pedía —. Aunque... ¿no necesitará mi amigo atención médica? —Su pregunta era honesta, y si el anciano intentaba percibir algo en su voz y su expresión, encontraría una sincera preocupación por el bienestar del peliverde.

De cualquier manera, le seguiría arriba, a la terraza. Le dedicó un largo vistazo a las fotos.

"¿Tercer Morikage? ¿Cómo está relacionado el maestro Zaofu con la Guerrilla y con el Señor Moyashi al mismo tiempo?

Ranko perdió toda expresión en su rostro al escuchar a Zaofu, a excepción de la sorpresa. Sacudió la cabeza para salir de ello. ¿No estaba el viejo con la Guerrilla, entonces? ¿No era su objetivo, entonces? ¿Había dos bandos intentando quitar a la Cuarta Morikage de su puesto?

—La... ¿La Guerrilla? —Ranko dejó que su incertidumbre plagara su tono al preguntar —. N-no entiendo. ¿Quiénes son?

Definitivamente tenían que contarle todo a Kintsugi. ¿Y por qué la sonrisa de aquél hombre era tan curiosa?

Zaofu los miró un largo rato, en silencio, antes de cambiar por completo su expresión y empezar a hablar. Dándoles un montón de información que chocaba con lo que conocían de la Guerrilla.

«¿Cómo que derrocarla temporalmente?»

Pero lo peor era que aquello se los contaba con una afable sonrisa antes de invitarlos a tomar algo de té. Casi le recordaba a...

«No». Pensó. «Él está muerto y no volverá».

—De acuerdo. —Respondió a la invitación.

Ranko lo miró y asintió para darle ánimos, a lo que el chico respondió sonriendo con confianza, pretendiendo transmitirle algo de esa seguridad que sentía a su compañera.

Arriba, en la terraza, Daigo pretendió simplemente tomar asiento mientras observaba de paso las fotos que había a su alrededor, pero una le llamó tanto la atención que simplemente no pudo evitar acercarse a mirarla un poco más de cerca durante unos segundos.

—Fui muy amigo de Kenzō, muy amigo... fuimos juntos a la academia, hicimos muchas misiones juntos... yo le enseñé a hacer té. Aunque creo que nunca lo pilló del todo, porque siempre mandaba que se lo hicieran otros. Un buen año, ayudé, junto a unos cuantos valientes y la inestimable ayuda de Uzushio y Ame, a ese zoquete a subir al poder. Hicimos a Kusagakure importante. Poderosa. Respetada. Próspera.

Daigo sonreía mientras escuchaba aquello. Escuchar aquellas historias sobre Kenzou era... extraño y se sentía bien.

Lo extrañaba.

Tomó asiento y miró su ardiente taza de té durante unos pocos largos segundos. Era tal y como la recordaba. Luego volvió a levantar la mirada para mirar a Zaofu, que seguía sonriendo de aquella manera tan particular.

Lo extrañaba mucho.

Pero no iba a dejar que eso le afectase, pues todavía no estaba seguro de que estuviese siendo sincero y les estuviese contando la verdad. Ni siquiera estaba seguro de querer que nada de aquello fuese verdad.

Cuando Ranko preguntó, Daigo intentó simplemente escuchar, escuchar con atención la respuesta que le daría Zaofu.

Zaofu se levantó y les dejó solos un momento. Mientras bajaba las escaleras, dijo:

—No me puedo creer que no hayas oído hablar de ello, niña. —La voz llegaba desde el piso de abajo—: Están matando gente. Son terroristas. Quieren traer la "democracia" de nuevo a la aldea. Y se dice que están reclutando genin. —El maestro subió de nuevo con una tablilla de madera rígida y unas vendas gruesas. Tomó el brazo de Daigo, lo entablilló y comenzó a vendar y a pegar las vendas con cinta adhesiva. Poco a poco, rudimentariamente, pero con delicadeza—. No lo muevas más de lo necesario. Deberías tenerlo en cabestrillo, también. Ahora te doy una cinta.

»Igual que ellos están intentando reclutar a ninjas jóvenes que no entienden lo mal que lo pasó la aldea en esos tiempos, yo también estoy intentando atraer gente a mi causa. Kintsugi, como alumna de mi mejor amigo, me causa simpatía. Pero vive cegada por el odio y por eso es incapaz de seguir el camino que embarcó Kusagakure con Kenzou.

Ranko estaba confundida. Ya no estaban entre dos bandos, sino entre tres: la Morikage, la Guerrilla y el grupo de Zaofu. ¿Por qué Kintsugi no les había comentado nada de Zaofu? ¿Acaso sabía? ¿O era que ella sí sabía y a posta los había mandado al dojo? ¿Tal vez era parte de su plan que ella y Daigo se metieran en ambas organizaciones para detenerlas? Tenía tantas preguntas que moría por hacerle a su señora Morikage, pero sabía que no podía ir a hablar con ella sino hasta que todo terminara. Sentía que pronto se perdería entre tantas dudas, tantas incógnitas. Era como si estuviera en un denso bosque de...

Misterio.

—Estimo bastante a mi señora Morikage —"Quizá demasiado... pensó —, pero también he sentido eso. El... El odio que mella nuestra relación con otras aldeas... Quisiera ayudar a la Hierba, de todo corazón. Con todo mi espíritu.

Ranko no estaba cambiando de bando, ni abandonaría el lado de Kintsugi. Pero lo que Zaofu decía sobre el odio... Realmente le hacía desear por un mejor futuro para la Aldea de la Hierba.

Daigo escuchó con total atención todas y cada unas de las palabras del viejo Zaofu, que continuó explicándoles a los genin sobre la Guerrilla y de cómo él también ha estado atrayendo genin para su propia causa, convirtiendo esto en lo que podría desembocar en una guerra civil a tres bandos si no tenían cuidado.

«Tú causa». Pensó. «Así que tú eres el líder».

El chico se mantuvo callado mientras el anciano le vendaba y le entablillaba el brazo. No se le había olvidado lo que estaba haciendo allí ni cuál era el objetivo de su misión, pero no podía negar que había algo de verdad en sus palabras. El odio parecía cegar a Kintsugi y sin embargo, aunque aquello fuera cierto, eso no significaba Zaofu o La Guerrilla estuviesen en lo correcto.

Aún así...

— En la última reunión perdimos una gran oportunidad de establecer una alianza... —no pudo evitar cerrar con fuerza sus puños antes de mirar a Zaofu—. ¿Cuál es el plan después de apartar a Kintsugi? ¿Cree que podrá arreglar eso?

Tras prestarle una cinta a Daigo para que pusiera el brazo en cabestrillo, Zaofu se sentó de nuevo a disfrutar del té. Parecía extremadamente complacido por las palabras de los genin, sobretodo con la última intervención de Daigo.

—¡Eso es! —dijo—. Kintsugi no entiende de qué van las relaciones de poder. No basta con querer lo mejor para tu aldea. Eso no basta —Dio un largo sorbo, hasta casi beberse toda la taza. A pesar de que estaba ardiendo. Como lo habría hecho Kenzou—. Kenzou lo sabía. Y por eso en cuanto el liderazgo de la aldea haya cambiado, lo primero que haremos...

»Será buscar a ese hijo de puta de Eikyū Juro y extraerle el bijū —dijo—. Kenzou lo tuvo claro desde el primer momento: engañó al chaval para que se creyese que era más que lo que era: un arma disuasoria, una herramienta. Se vé que se pispó de que Kenzou pensaba matarlo y poner el bicho en otra persona. Era un chico demasiado tranquilo. No podíamos forzarlo a perder los nervios, como a la mocosa de Ame.

»El viejo se equivocó en algo: sí que podía perder los nervios —Zaofu dejó escapar una risotada triste—. No te preocupes, viejo amigo. Completaré tu plan.

Zaofu se levantó.

»Eso de no tener tú una bestia superpoderosa sedienta de sangre está muy bien. Pero Amegakure hace años que la tiene y ya véis lo que pasó en Uzushio. Uzushio tiene dos, ¡y Kintsugi tan tranquila! ¡Debería de estar indignada, pero por diferentes motivos! Por mucho que odies el Ninjutsu, si eres el único que no quieres, estás jodido, ¿no? Con esto, lo mismo. Si hubiese una guerra de verdad, ya os aseguro yo que acabarían usándola. Y nosotros tenemos que tener una. Si son dos, mejor. Si son tres, mejor todavía. Y si podemos utilizarla como incentivo para conseguir mejores tratos comerciales...

El hombre se dio la vuelta, puso los brazos detrás de la espalda y se acercó a una de las fotos en las que aparecía su viejo amigo.

»Era el camino de Kenzou. Siempre hemos funcionado así. Suelen aceptarlo. Los que no... bueno. Que se lo digan a Takiga... —Zaofu se detuvo un momento, se dio la vuelta y sonrió afablemente—. ¿Está bueno el té?

Ranko había ido a la mesa a sentarse, y había tomado su té, mirando la bebida. Tenía un muy agradable aroma, pero seguía demasiado caliente para ella. Apretó la taza con un poco más de fuerza, sin romperla, cuando escuchó lo de la "mocosa de la Lluvia".

"Pero... ¿lo son? ¿Son sólo armas disuasorias? Ayame es tan, pero tan amable... ¡¿Cómo puede llamarle así?!" pensó la chica de la trenza, concentrando con la vista en el té una molestia que poco a poco se hacía más evidente.

Sin embargo, había algo en sus palabras que era cierto. El traidor Eikyuu Juro tenía que ser aprehendido. Si bien no por contener una Bestia con Cola, sino por el asesinato del anterior Morikage anterior. Al menos es lo que opinaba Ranko. Sopló un poco su té mientras se tragaba sus comentarios sobre las Bestias.

—E-entiendo. Aunque... ¿cómo se lograría apartarla? Tiene ojos y oídos en todas partes co-con sus mariposas...

Logró tomar alguno que otro sorbo de su bebida.

—Sí, está muy bueno. Gracias.

«Ese no es el Kenzou que yo conozco».

Con mucho cuidado, Daigo iba poniendo su brazo en cabestrillo mientras mantenía la cabeza baja, escuchando al anciano hablar sobre sus planes y sobre cómo esa siempre había sido la forma en la que Kenzou hacía las cosas.

«Kenzou nos amaba a todos. Era como un padre para nosotros».

No había manera de que hiciese algo tan rastrero como utilizar a uno de sus shinobi de aquella manera para luego deshacerse de él cuando dejase de serle útil. De eso estaba seguro.

O le habría gustado estarlo, pero ya no estaba seguro de nada.

— ¿Está bueno el té?

— Ay, si todavía no he probado un sorbo. —Dijo, algo nervioso. Prácticamente se le había olvidado que tenía la taza de té enfrente—. No sabía que Kenzou-sama tenía esos planes...

Tragó saliva. Realmente no sabía si quería que se lo confirmase, así que rápidamente cambió de tema.

» ¿Y cómo planean hacerlo? —Preguntó, curioso—. Lo de encontrar a Juro y a otros Bijuu. No suena como algo fácil... especialmente cuando todo el mundo está intentando hacer lo mismo.

Notaron inquieto al viejo Zaofu. Algo en él hizo que entrecerrase los ojos, que los observase atentamente durante un minúsculo instante. Afortunadamente, Daigo continuó la conversación como quien esquiva una bala. Hacia una dirección que a Zaofu le gustaba más. Bastante más.

—Ahhh, ¿vosotros sois de la misma promoción que Eikyuu Juro, no? Vosotros, y algunos más de su promoción, seríais un cebo perfecto... a decir verdad, pensé en Hanamura Kazuma, pero no sé todavía si se libró de las garras de Kintsugi después de lo del torneo.

»Utilizaremos a sus amigos para engañarlo y que piense que le recibiremos con los brazos abiertos. Entonces lo encerraremos en la jaula más resistente que podamos encontrar.

»Extraeremos el bijū y se lo colocaremos a alguien digno de servir a la Patria.

Ranko negó con la cabeza.

—No sé si soy contemporánea suya —explicó —. No conozco a Juro personalmente, pero tenemos amigos en común. Kazuma es uno de ellos, es... un amigo muy querido, aunque no he tenido oportunidad de visitarlo... El otro es Yota. Yota Sasagani.

El plan de Zaofu se le hacía despiadado a Ranko. Imaginaba que la usaran a ella (o a ese tal Daruu) para atraer a su amiga Ayame a una trampa. ¿En qué clase de personal le convertiría eso? La chica de la trenza intentó disimular su desacuerdo bebiendo dos largos tragos de té. Al menos no podía negar que el té estaba bastante bueno.

Al fin y al cabo, Ayame era muy amable y sería en especial malvado hacerle eso. ¿Pero Juro Eikyuu? ¿Quién podría decir cómo era en realidad?

—S-suena cruel —se sinceró la chica. Alzó la vista hacia Zaofu. Aunque no aprobaba de tal método, Ranko en verdad quería mejorar la aldea, y eso se reflejaría en su mirada decidida al continuar hablando —. Pero será necesario, si es que Juro muerde el anzuelo —No sabía si querer que sí lo hiciera o que no —. ¿Se sabe dónde está él?

Daigo asintió. No solo era de su generación, sino que incluso había trabajado junto a él una vez. Aunque ese plan no le agradaba en lo absoluto.

Era ridículo hablar de honor entre ninjas, pero sabía que por mucho que lo intentase no podría llevarse a sí mismo a llevar a cabo un plan como ese y mucho menos contra un viejo amigo, por traidor que fuese.

— una vez hice una misión con él. —Dijo—. Y hablábamos de vez en cuando. Lo respetaba.

Todavía no sabía exactamente cómo se sentía respecto a Juro. Todo el odio que había estado sintiendo... no era fácil deshacerse de él, incluso si Kenzou realmente era la clase de persona que Zaofu decía que era.

El joven escuchó con atención cuando Ranko preguntó por su paradero, pues si conseguía cualquier pista, por pequeña que fuese, quizás conseguiría traerlo de vuelta él mismo...

A su manera, por supuesto.

—S-suena cruel —se sinceró Ranko.

—Suena necesario —Zanjó Zaofu, cosa que se congratuló de oír de los labios de la chica un instante después. Ranko se interesó por saber dónde se encontraba Eikyū Juro—. Hemos oído rumores, pero si llevas tanto tiempo en esto como yo, sabrás hacerle caso a la mitad de ellos, e investigar más a fondo un cuarto. Los más creíbles. Y de esos hemos tenido pocos. Por lo que sabemos, esa sabandija podría haberse aliado con nuestros enemigos, incluso. Así que...

»Esta noche —habló el maestro, sintiéndose ya más cómodo en compañía de aquellos dos. Había algo que no le gustaba, pero eran quizás sus dudas. O su miedo—. Esta noche habrá una gran reunión de Patriotas. Si hay suerte, acabaremos con el gobierno de Kintsugi y pondremos fin a toda esta tontería. Si no hay suerte... bueno, Kintsugi tendrá que elegir entre tener a media villa en contra o abrirme paso y dejar que yo me ocupe del problema de la Guerrilla con la aldea unificada y dispuesta a ser grande de nuevo.