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Shanise masticó su sandwich, frío y pastoso mientras iba echando miradas de reojo a la comida que Mogura iba sacando de los pergaminos. Afortunadamente —quién lo iba a decir, oh dios santo— Ayame volvió a interrumpir, y consiguió desviar su atención hacia la conversación.
—Pues... —meditó—. Unas horas nos quedan, desde luego. Y esa no sería la peor parte. Mucho me temo que aún nos queda más de un día y medio de camino hasta llegar a la Ciudad Fantasma. Como mucho, llegaríamos al Cementerio del Gobi al anochecer.
¡Joder, qué-puto-bien olía la comida de aquél-puto-genin!
—Y... no sé a vosotros, pero yo no duermo entre un montón de tumbas ni de coña. Vamos, es que ni de coña. —Shanise sintió un escalofrío—. De modo que, mucho me temo que tendremos que pasar la noche en Shinogi-to. Lamentablemente sólo es un poquito mejor que el Cementerio del Gobi. ¡JÁ!
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13/08/2017, 23:42
(Última modificación: 13/08/2017, 23:53 por Aotsuki Ayame.)
—Pues... —meditó—. Unas horas nos quedan, desde luego. Y esa no sería la peor parte. Mucho me temo que aún nos queda más de un día y medio de camino hasta llegar a la Ciudad Fantasma. Como mucho, llegaríamos al Cementerio del Gobi al anochecer.
Ayame asintió para sí. Nunca admitiría en voz alta que se le había ido el santo al cielo a mitad de la respuesta del jonin, ¡pero es que Mogura acababa de desplegar un auténtico banquete delante de sus narices! Platos calientes, yakitori humeante, adorables salchichas cortadas en forma de pulpo y un tazón de arroz blanco con lonchas de cerdo asado... La boca se le hacía agua por momentos sin necesidad de utilizar su técnica de hidratación y al final Ayame se vio obligada a apartar la mirada hacia un lado, abrazándose el estómago para que dejara de exigir aquella comida como una bestia hambrienta.
—Y... no sé a vosotros, pero yo no duermo entre un montón de tumbas ni de coña. Vamos, es que ni de coña. —continuó Shanise.
Ayame asintió con energía.
—¡Estoy muy de acuerdo con eso, Shanise-senpai! —exclamó y su voz sonó más desesperada de lo que verdad había pretendido en un principio. Pero era pensar en dormir precisamente en un cementerio y se le erizaban todos los pelos del cuerpo.
No. Nunca podría hacer algo así. Ni de broma.
—De modo que, mucho me temo que tendremos que pasar la noche en Shinogi-to. Lamentablemente sólo es un poquito mejor que el Cementerio del Gobi. ¡JÁ!
«Cualquier cosa sería mejor que el cementerio.» Coincidió Ayame para sus adentros, pero torció el gesto ligeramente y después le pegó otro bocado a su sandwich. «Pero precisamente Shinogi-to...»
No le hacía ninguna gracia. Pero no había posibilidad de elección.
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—Pues... Unas horas nos quedan, desde luego. Y esa no sería la peor parte. Mucho me temo que aún nos queda más de un día y medio de camino hasta llegar a la Ciudad Fantasma. Como mucho, llegaríamos al Cementerio del Gobi al anochecer.
Mogura no pudo evitar hacer un gesto de afirmación con la cabeza mientras degustaba el arroz caliente.
—Y... no sé a vosotros, pero yo no duermo entre un montón de tumbas ni de coña. Vamos, es que ni de coña. —continuó Shanise.
En ese momento el joven médico extendería su mano hasta la tetera y se serviría un poco de té caliente mientras ladeaba ligeramente la cabeza de un lado a otro, la idea de dormir rodeado de tumbas no era algo que le pudiese quitar el sueño ni nada por el estilo.
—¡Estoy muy de acuerdo con eso, Shanise-senpai!
Aotsuki Ayame parecía encontrarse en el polo opuesto en ese momento, no tenía muchas ganas de probar acampar en el Cementerio.
—De modo que, mucho me temo que tendremos que pasar la noche en Shinogi-to. Lamentablemente sólo es un poquito mejor que el Cementerio del Gobi. ¡JÁ!
Manase Mogura ahogaría cualquier clase de comentario dándole un sorbo a su té.
Se dio a la tarea de partir una lonja de cerdo asado para llevársela a la boca cuando pensó en algo.
«¿No son los sándwiches poco sanos considerando la misión en la que nos encontramos?»
Shanise y Ayame solo parecían traer consigo horrendos y poco nutritivos sándwiches. Debía hacer algo al respecto.
Shanise-san, Aotsuki-san. ¿Les interesaría cambiar un sandwich por un poco de yakitori? Sino también tengo un poco de takoyaki o cerdo asado, incluso podrían tomar un poco de arroz.
Llamó la atención de ambas féminas y a medida que iba proponiendo el trueque, iba guiando su atención señalando con los palillos cada plato.
¡Todo esta caliente...!
Comentó con un tono un tanto jocoso. Si eso no las convencía, no sabía que lo haría. No podía considerarse el mejor médico de Amegakure si dejaba que equipo muriese de malnutrición siquiera antes de llegar a presenciar los dichosos hilos.
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17/08/2017, 20:54
(Última modificación: 17/08/2017, 20:55 por Amedama Daruu.)
Ayame parecía estar demasiado de acuerdo con Shanise en su plan para no dormir en el cementerio. Shanise hasta se echó para atrás cuando la kunoichi mostró aquella determinación. Definitivamente era una muchacha muy rara.
Y luego estaba ese maldito médico, que se estaba dando un buen banquete, un maravilloso banquete... un banquete que les ofrecía.
Shanise dejó su medio sandwich de inmediato junto a Mogura y empezó a comer yakitori con las manos desnudas.
—Gfafiaf —dijo—. Eftaba oliendo fe puta mafre.
El trío terminó de cenar e inició los preparativos para dormir. Como en su viaje de ida, Shanise había demostrado ser previsora en cuanto a ese tema —podría haberlo sido también con el tema de comer—. Sacó varios pergaminos de su mochila y volvió a liberar aquellos sacos de dormir calientes, importantes para acampar en el clima tormentoso del País de la Tormenta, bajo aquella temperatura más fría que en el resto del continente.
Cuando los tres estaban metidos en los sacos, Shanise habló:
—Ayame... Zetsuo-san solo trata de protegerte, como su hija —dijo—. Shiruka-san era... era una buena kunoichi. Y también mi amiga. Y ambos la perdimos. Supongo que no quiere perderte a ti también.
»Trata de esforzarte para ser tan buena kunoichi como ella. Todos tenemos algo que proteger. Protegiendo a la jinchuuriki, protegemos a la aldea. Y tú formas parte de ella.
»Mogura... ¿tienes más comida sellada? A lo mejor... A lo mejor mañana nos viene bien. Ya sabes.
»Compraré más en Shinogi-to.
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Mogura sin duda alguna había hecho una oferta que no podía ser negada, la experimentada kunoichi no dudó en dejar de comer aquella porquería y se acercó a tomar un poco de comida de verdad.
—Gfafiaf. Eftaba oliendo fe puta mafre.
Comentó mientras tomaba un poco de yakitori sin molestarse en pedir un par de palillos. El shinobi simplemente delineó una ligera sonrisa y asintió con un gesto de su cabeza.
¿Verdad que si...?
Llegaría a comentar con un tono jocoso en algún momento.
Habiendo finalizado la cena, Mogura se aseguraría de guardar los sándwiches en un pergamino aparte, un pergamino que estaría destinado a sellar desperdicios y basura que debía ser descartada cuando fuese posible.
Shanise tenía otras prioridades para las cosas que sellaba en pergaminos, una noche de descanso significaba más que una buena comida y no había argumento del cual pudiese armarse Mogura para contraatacar.
Ya en las bolsas de dormir, calentitos y cómodos.
—Ayame... Zetsuo-san solo trata de protegerte, como su hija. Shiruka-san era... era una buena kunoichi. Y también mi amiga. Y ambos la perdimos. Supongo que no quiere perderte a ti también.
Desde luego que Mogura no podría evitar escuchar la conversación de la mujer y la joven kunoichi. Un par de nombres interesantes habían sido nombrados, lazos cortados por la muerte y un aparentemente sobreprotector tutor.
»Trata de esforzarte para ser tan buena kunoichi como ella. Todos tenemos algo que proteger. Protegiendo a la jinchuuriki, protegemos a la aldea. Y tú formas parte de ella.
Una ligera sonrisa se dibujaría en el rostro del joven médico. Después de un día tan largo y tan lleno de diferentes emociones, escuchar algo como eso realmente era tan bien recibido como una comida caliente o un lugar cómodo para pasar la noche, aunque las palabras no fuesen especialmente dirigidas a él.
»Mogura... ¿tienes más comida sellada? A lo mejor... A lo mejor mañana nos viene bien. Ya sabes.
»Compraré más en Shinogi-to.
¡Debería quedarme un poco más de comida, Shanise-san...!
Contestaría, no había liberado de su sello el pastel de fresa aún, quizás en otro momento sería más digno de un postre de tal magnitud. Pero si, contaba con más comida.
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—Shanise-san, Aotsuki-san. ¿Les interesaría cambiar un sandwich por un poco de yakitori? —intervino de repente Mogura. Ayame le miró, estupefacta. ¿Había escuchado bien o su hambre le estaba jugando una mala pasada?—. Sino también tengo un poco de takoyaki o cerdo asado, incluso podrían tomar un poco de arroz.
No. Había oído bien. Les estaba ofreciendo de su deliciosa comida a cambio de uno de sus sandwiches mustios.
—¡Todo esta caliente...! —insistió, con cierta malicia.
Ayame tragó saliva. En otra ocasión quizás se habría negado por simple modestia, pero aquella noche estaba verdaderamente hambrienta y el olor de aquellos platos era demasiado tentador. Sin poder contenerse por más tiempo, le cedió uno de sus dos bocadillos a Mogura y se adelantó a Shanise para coger un poco de aquel delicioso yakitori que prácticamente se le deshizo en la boca.
—¡Ay, qué bueno...! —se relamió—. ¡Muchas gracias, Mogura-san!
—Gfafiaf —correspondió Shanise, con la boca llena y las manos manchadas—. Eftaba oliendo fe puta mafre.
Los tres siguieron comiendo durante un rato más, casi en completo silencio o con alguna que otra palabra banal. Pero la cena se terminó, y llegó la hora de dormir. Shanise volvió a desplegar los tres sacos de dormir que habían venido usando durante todo el camino y Ayame, como todas las noches, se arrebujó en el suyo sin tan siquiera quitarse la bandana de la frente.
—Ayame... —la llamó de repente la ANBU, sobresaltándola. La muchacha se giró hacia ella, interrogante—. Zetsuo-san solo trata de protegerte, como su hija. Shiruka-san era... era una buena kunoichi. Y también mi amiga. Y ambos la perdimos. Supongo que no quiere perderte a ti también.
Aquellas palabras cayeron sobre ella como un súbito mazazo.
—Trata de esforzarte para ser tan buena kunoichi como ella. Todos tenemos algo que proteger. Protegiendo a la jinchuuriki, protegemos a la aldea. Y tú formas parte de ella.
—Ya... —respondió al cabo de algunos segundos. Con un doloroso nudo en la garganta, Ayame se dio la vuelta de nuevo en el saco de dormir, dándoles la espalda para que no vieran que los ojos se le habían humedecido.
¿A qué había venido aquel sermón de repente? Y lo más importante...
Shanise y Mogura intercambiaron un par de frases más y el grupo volvió a sumirse en el silencio previo al sueño. Ayame se había encogido sobre sí misma, con los ojos pesados por el sueño. Sin embargo, al cabo de varios minutos, volvió a hablar.
—Shanise-senpai... ¿De verdad conocías a mi madre? —preguntó, con un hilo de voz.
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Shanise suspiró, aliviada, cuando Mogura aseguró que tenía más comida sellada en los pergaminos. Sin duda, aunque le jodía reconocerlo, era mucho mejor que aquellos sándwiches de mierda. ¿Por qué no había sellado comida en pergaminos, como él? Se asintió a sí misma, como en un soliloquio mental: hasta un genin puede darte una lección de vez en cuando, ¿eh?
—Shanise-senpai... ¿De verdad conocías a mi madre?
—Sí... Tienes sus mismos ojos, y el rizo del pelo —dijo—. Pero no hablemos más del pasado. Un ninja tiene que mantener el corazón endurecido, y estas cosas no hacen más que ablandarlo. —Sentenció y puso punto y final a la noche.
Los tres durmieron en perfecta tranquilidad, auspiciados por el techo de hormigón del Túnel. Allí, los ruidos de los truenos sonaban lejanos, como carentes de importancia...
...Mogura rodó con su saco de dormir mientras dormía, y acabó encima de la cinta transportadora...
···
—¡Ayame, Ayame! —la voz de Shanise le llegaba amortiguada junto al rumor de un aparato mecánico—. ¡Ayame, despierta! ¡Es Mogura, ha desaparecido!
···
La dulce caricia de la lluvia de su país natal abrazó a Mogura lamiéndole el rostro con delicadeza. Cuando abrió los ojos, se encontró envuelto en su saco de dormir, en medio... en medio de un campo de hierba.
¿Dónde estaba?
Si salía del saco y se levantaba, vería el Túnel, a unos veinte metros. El guardia de la entrada dormía distraídamente. Si se daba la vuelta vería un bosque. Claramente, no estaba en el extremo del Túnel por donde habían entrado.
Pero no estaba con sus compañeros. Y, que él supiera, cuando se durmió sí estaban ahí...
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El día había terminado, la charla breve pero amena que habrían tenido Ayame y Shanise eventualmente terminaría tan pronto como había comenzado. Todos se abrazarían a sus bolsas de dormir y buscarían recobrar energía para continuar al día siguiente con la jornada.
En la noche, en algún punto de la noche. El joven médico se movió dormido y se subió donde no debía.
Desde luego que no entendería nada, Mogura dormía como un tronco.
Transportado como alguna especie de producto empaquetado, el muchacho de cabello azabache terminaría en uno de los extremos del Túnel.
Las gotas de agua caerían sobre él por un rato, un buen rato. La bolsa de dormir lo mantendría lo suficientemente abrigado como para que aquella molestia pase desapercibida.
Finalmente, después de un buen rato, la bolsa de dormir de Mogura se movería. Abriría el cierre interior y liberaría sus brazos para desperezarse, entre bostezos se acomodaría el cabello y tomaría la bandana detrás de su pequeña almohada y se arreglaría el peinado.
Sus somnolientos ojos comenzarían a percibir nuevamente la realidad, en la extraña realidad que ahora se encontraba.
«¿Hmm...?»
¿Donde estaba? ¿Cuanto tiempo llevaba ahí? ¿Como había llegado ahí?
«Está... lloviendo... y hay mucha hierba... esto es el País de la Tormenta...»
Mientras se dedicaba a pasear su mirada por el lugar. Se sentaría entonces y buscaría con la mirada algo más que le sirviese para entender donde estaba. Realmente estaba todavía un poco dormido como para preocuparse demasiado.
«¿Está amaneciendo...?»
Sería posible, si. Le sorprendería que algo lo despertase durante la noche. Extendió sus manos fuera de la bolsa con la esperanza de encontrar su morral o sus botas, pero no había forma de que las arrastrara consigo durante la noche.
«Mis cosas...»
Sacudió la cabeza de un lado a otro con la esperanza de terminar de despertarse. Entonces se pondría de pie sobre la bolsa de dormir. Sería entonces que vería marcas en la bolsa, marcas que habrían quedado por viajar en la cinta.
En ese momento un recuerdo pasó por su mente como un relámpago atraviesa la Llanura.
—No caminéis por las cintas. Tienden a arreglarlas cuando menos te lo esperas y... ¡Fiuum!
Podría ver entonces a lo lejos un bosque, un guardia y en el sentido contrario, una entrada al túnel.
Supongo que ese es el Bosque de Azur.
Serían las primeras palabras que pronunciaría en el día. No tenía su abrigo, no tenía sus botas, no tenía...
Sus ojos se abrieron como platos y se agachó de golpe para buscar en algún lado de la bolsa de dormir rápida y nerviosamente.
«¡Tiene que estar... no creo que se haya caído!»
Finalmente, y dejando escapar un suspiro de alivio, tomaría un pergamino del interior de la bolsa. Lo abriría para verificar su contenido y su mundo recuperaría color al ver que la palabra Fresa seguía rodeada de marcas de sellado.
Todo esta bien, supongo... ¿Pero dónde están Shanise-san y Aotsuki-san?
Consultaría a la nada misma. ¿Habría quedado atrás? No, seguramente había quedado adelante, Shanise y Ayame habrían estado durmiendo cuando el joven muchacho se separó. ¿Sabrían las féminas que les faltaba un compañero?
«En el peor de los casos tendré que llegar a Shinogi-To solo...»
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(Última modificación: 20/08/2017, 01:16 por Aotsuki Ayame.)
—Sí... Tienes sus mismos ojos, y el rizo del pelo —respondió Shanise, y Ayame no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. Eso ya lo había oído varias veces—. Pero no hablemos más del pasado. Un ninja tiene que mantener el corazón endurecido, y estas cosas no hacen más que ablandarlo.
Aquellas últimas palabras podrían haber salido perfectamente de los labios de su padre. Ayame no añadió nada más. Estaba muy cansada. Y sólo le hizo falta rendirse y cerrar los ojos para quedarse profundamente dormida. Ni siquiera la iluminación natural del túnel consiguió desvelar su sueño.
Sin embargo, a mitad de la noche un leve rumor la sacó de su sueño. Medio dormida, Ayame se removió en su sacó, entreabrió los ojos y sonrió para sí.
«<<Qué bien... ya han arreglado la cinta...>>» Pensó, antes de volver a dormirse de nuevo.
Ni siquiera le dio por preguntarse qué era aquel bulto que se alejaba por el túnel.
Y Morfeo volvió a invitarla a su mundo.
—¡Ayame, Ayame! —la voz de Shanise comenzó a llamarla después de que a la kunoichi le parecieron apenas unos minutos.
La muchacha se agitó, remolino, tratando de quitarae de encima los brazos de Morfeo. Sin embargo, las siguientes palabras de la ANBU fueron más efectivas que un cubo de agua fría:
—¡Ayame, despierta! ¡Es Mogura, ha desaparecido!
—¡¿Q... QUÉ?! —Ayame se reincorporó de golpe, mirando a su alrededor alarmada.
Efectivamente, Mogura había desaparecido sin dejar rastro. Pero aunque se había desvanecido con el saco de dormir incluído, sí había dejado atrás sus pertenencias, entre ellas su abrigo, su mochila y sus botas.
—No puede ser... —balbuceó Ayame.
Pero, tal y como se temía, la cinta transportadora estaba, efectivamente, en marcha.
No había sido un sueño.
Y el bulto que vio alejarse...
—¡AY, NO! —aulló, pálida como la cera—. ¡Shanise-senpai, hay que darse prisa! ¡A Mogura-san se lo ha llevado la cinta! —añadió, recogiendo a toda prisa los objetos de su compañero—. Y... Yo... ¡Lo siento, Shanise-senpai! Me desperté a media noche por el ruido de la cinta. Debían de haberla reparado, y vi un bulto alejarse... ¡Pero estaba muy adormilada aún y creía que estaba soñando!
Se sentía fatal. Se sentía horrible. Si algo le pasaba a Mogura no podría perdonárselo nunca...
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Shanise sacudió la cabeza.
—No importa, Ayame, eso significa que no nos ha traicionado y que ha sido por accidente, dijo —rio—. Lo siento, es que me lo he imaginado y me ha hecho mucha gracia. De todas formas... ¡Vamos a por él!
La ANBU ayudó a Ayame con las pertenencias de Mogura y ambas echaron a correr por el túnel hasta alcanzar una velocidad que les permitiese montar en las cintas sin tener problemas. Llegados a ese punto, Ayame se subió en la cinta y avanzó por el túnel, creyendo que Shanise iba detrás de ellos, pero...
La kunoichi se había quedado en el sitio, pálida como la cera.
Ayame saldría del túnel a tiempo de ver a Mogura a lo lejos. Él también la vería a ella. Unos minutos después del reencuentro, Shanise aparecería por la entrada del túnel y caminaría hacia ellos, sombría.
—Chicos —dijo—. Necesito que me escuchéis con toda la atención del mundo y que por favor no entréis en pánico.
»Kusagakure ha asesinado a la Uzukage y ha intentado culpar a Yui-sama. Afortunadamente, la Yui que nos acompañó era un Kage Bunshin. Me acaba de contactar desde Amegakure...
»Ha insistido en que volviéramos a la villa. Pero pese a todo teníamos una misión, y Gouna no parecía mentir. A pesar de esto debemos ir a La Ciudad Fantasma y detener a esos encapuchados que vio. Nos ha dejado hacerlo, pero, me preocupa... Me preocupa todo esto.
»Tened mucho cuidado a partir de ahora. Yui-dono va a intentar exculparse ante Uzushio e inculpar a Kusagakure. Kusagakure, por otra parte, intenta echarnos encima todo el marrón. Y quién sabe qué más podrían hacer. Es posible que tengamos muchos enemigos. No bajéis la guardia.
Los miró a los ojos, alternativamente.
—Confío en vosotros. Tenemos que confiar en nuestros compañeros de villa. Ahora, más que nunca. Así que confiad en mi e intentemos ser todo lo cautos que podemos. No reveléis esta información a nadie hasta que las noticias no vuelen. Es la hora de la discrección. De ser ninjas de verdad. ¿Entendido?
»Vamos. Cuanto antes acabemos con esto y volvamos a Amegakure, mejor para todos.
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—No importa, Ayame, eso significa que no nos ha traicionado y que ha sido por accidente —Shanise se rio, pero Ayame se estremeció involuntariamente. ¿De verdad había llegado a pensar que Mogura las traicionaría así como así?—. Lo siento, es que me lo he imaginado y me ha hecho mucha gracia. De todas formas... ¡Vamos a por él!
—¡Sí! —asintió ella.
Y, tras recoger las cosas de su compañero, ambas echaron a correr. Corrieron todo lo rápido que les permitían las piernas, y Ayame hizo un esfuerzo extra por acompañar el paso de la ANBU y no retrasarla. Alcanzaron una velocidad óptima y ambas subieron a la cinta. La inercia las empujó hacia delante, y Ayame estuvo a punto de perder el equilibrio, pero consiguió mantenerse estable al final. Pero aquello no significaba el final de la carrera, ni mucho menos. Siguieron corriendo entre largas zancadas, recorriendo el túnel e impulsadas por la velocidad de la cinta. Ayame sintió un agradable cosquilleo en el estómago al ser consciente de la velocidad a la que estaban moviéndose; pero, aunque no pudo evitar sonreír para sus adentros, era muy consciente de la gravedad de la situación y de que no podía detenerse a disfrutar de la sensación.
—¡Ahí está la salida! —exclamó Ayame, tras varios largos minutos.
La inercia de la cinta le hizo salir a trompicones hasta que consiguió recuperar el control sobre su cuerpo, pero cuando lo hizo, miró a su alrededor con ansiedad. El guardia del túnel dormía profundamente, así que era bien improbable que hubiera visto salir a Mogura.
«Pues menuda vigilancia...» No pudo evitar pensar, torciendo ligeramente el gesto.
Su corazón se olvidó de latir durante un breve instante cuando vio a lo lejos a Mogura. Parecía bastante confundido, porque no dejaba de mirar a su alrededor con gesto desorientado. Ayame se mordió el labio inferior.
—¡MOGURA-SAAAAAAAAAAN! —exclamó, prácticamente abalanzándose sobre él. Y comenzó a hablar a toda velocidad, entre confusos balbuceos como solía hacer cada vez que estaba tan nerviosa—. ¿Estás bien, Mogura-san? ¿Estás herido? ¡Lo siento, fue mi culpa! ¡No me di cuenta de que eras tú el bulto que la cinta estaba arrastrando y... y...! ¡Mira, te hemos traído tus cosas! —añadió, señalando la mochila que llevaba al hombro—. ¿A que sí, Sh...?
Se había girado, buscando a Shanise. Pero la ANBU había desaparecido de repente.
—D... ¿Dónde está? Venía detrás de mí...
¿Acaso se habían quedado solos? Una gota de sudor recorrió su frente ante la sola idea. Pero, afortunadamente, no era así. La mujer salió del túnel a los pocos minutos, caminando hacia ellos con el semblante sombrío. Nada más verla, Ayame ya supo que algo malo había pasado.
—Chicos, necesito que me escuchéis con toda la atención del mundo y que por favor no entréis en pánico.
Tarde. Cuando alguien dice eso es que trae muy malas noticias.
—Kusagakure ha asesinado a la Uzukage y ha intentado culpar a Yui-sama
«Q... ¡¿Qué?!» La bomba había caído sobre ellos sin anestesia alguna, como una bofetada.
—Afortunadamente, la Yui que nos acompañó era un Kage Bunshin. Me acaba de contactar desde Amegakure... Ha insistido en que volviéramos a la villa. Pero pese a todo teníamos una misión, y Gouna no parecía mentir. A pesar de esto debemos ir a La Ciudad Fantasma y detener a esos encapuchados que vio. Nos ha dejado hacerlo, pero, me preocupa... Me preocupa todo esto. Tened mucho cuidado a partir de ahora. Yui-dono va a intentar exculparse ante Uzushio e inculpar a Kusagakure. Kusagakure, por otra parte, intenta echarnos encima todo el marrón. Y quién sabe qué más podrían hacer. Es posible que tengamos muchos enemigos. No bajéis la guardia.
Los miró, alternativamente, y Ayame se vio incapaz de apartar su aterrorizada mirada de Shanise. De alguna manera, una parte de ella esperaba que acabara diciendo que todo aquello no era más que una broma. Pero no lo era. Así lo aseguraba la grave mirada de sus ojos cristalinos.
Todo comenzó a dar vueltas...
—Confío en vosotros —continuó—. Tenemos que confiar en nuestros compañeros de villa. Ahora, más que nunca. Así que confiad en mi e intentemos ser todo lo cautos que podemos. No reveléis esta información a nadie hasta que las noticias no vuelen. Es la hora de la discreción. De ser ninjas de verdad. ¿Entendido? Vamos. Cuanto antes acabemos con esto y volvamos a Amegakure, mejor para todos.
Pero Ayame se tambaleó, aturdida y profundamente mareada. Se llevó una mano al pecho, temblorosa. Había demasiadas preguntas en su cabeza, y casi sentía que le iba a estallar de un momento a otro.
—¿Pero cómo...? ¿Por qué...? Gouna-sama... Kusagakure... —balbuceó, muerta de miedo—. E... entonces eso significa que el pacto... —Ya no había pacto—. Y... toda la gente que hemos conocido de otras aldeas... —Ya no había amigos. Su corazón se despedazó al pensar en Taeko y en tantas otras personas que había ido conociendo a lo largo del tiempo—. ¿Y... y qué pasa con la misión? ¿Qué pasa si necesitamos refuerzos? Ya no podemos usar el pergamino... ¿Y si...? ¿Y si...?
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Haciendo gala de su genial capacidad de razonamiento, el joven médico terminó de ubicarse en el espacio. Entendió que había sucedido y más importante, qué tenía que hacer. Nada, básicamente, esperar a que vengan por él. Teóricamente había quedado delante en el camino y tarde o temprano tendrían que salir del Túnel sus compañeras de equipo.
—¡MOGURA-SAAAAAAAAAAN!
Sonrió para su interior al darse cuenta nuevamente de que estaba en lo correcto, para variar. Un nuevo diagnostico acertado para el mejor médico de Amegakure. Sin embargo, la kunoichi no estaba tan tranquila como Mogura empezaba a estarlo.
¿Estás bien, Mogura-san? ¿Estás herido? ¡Lo siento, fue mi culpa! ¡No me di cuenta de que eras tú el bulto que la cinta estaba arrastrando y... y...! ¡Mira, te hemos traído tus cosas! ¿A que sí, Sh...?
Ayame no paraba de disparar palabras como si fuese el último bastión de una linea de defensa. El muchacho sentía que estaba siendo victima de una de esas técnicas de voz, pero no, solo era la voz de Ayame.
No hay necesidad de exagerar tanto, Aotsuki-san. Me encuentro bien, al parecer me quedé dormido y de alguna forma me subí a la cinta...
Finalmente le mostraría su morral donde cargaba sus cosas, lo primero que haría después de tomarlo sería buscar su abrigo y protegerse un poco del clima del País de la Tormenta.
—D... ¿Dónde está? Venía detrás de mí...
La joven kunoichi se mostraba notablemente confundida. Se suponía, al parecer, que Shanise venía detrás de ella pero en algún momento eso cambió.
Quizás la cinta volvió a averiarse.
Señaló el médico como la mayor posibilidad. Pero no tardaría mucho en tener que echar por tierra esa teoría y aceptar una mucho mas descabellada. Se pondría sus botas y terminaría de acomodar sus cosas mientras pasaban unos minutos. Finalmente, la ANBU emergería del túnel, su rostro no era el de una persona que cargara con buenas noticias, ni por asomo.
—Chicos, necesito que me escuchéis con toda la atención del mundo y que por favor no entréis en pánico.
No entrar en pánico, era la frase perfecta para entrar en pánico. Parecía que a Mogura le había costado un poco menos que a Ayame el intentar mantener la calma.
—Kusagakure ha asesinado a la Uzukage y ha intentado culpar a Yui-sama
«¡Wow...!»
Los ojos del chico se abrieron un poco más de lo normal, la sorpresa era fácilmente apreciable en su rostro. Nuevamente el Uzukage había fallecido, esta vez a manos de Kusagakure.
«¿En qué momento...?»
—Afortunadamente, la Yui que nos acompañó era un Kage Bunshin. Me acaba de contactar desde Amegakure... Ha insistido en que volviéramos a la villa. Pero pese a todo teníamos una misión, y Gouna no parecía mentir. A pesar de esto debemos ir a La Ciudad Fantasma y detener a esos encapuchados que vio. Nos ha dejado hacerlo, pero, me preocupa... Me preocupa todo esto. Tened mucho cuidado a partir de ahora. Yui-dono va a intentar exculparse ante Uzushio e inculpar a Kusagakure. Kusagakure, por otra parte, intenta echarnos encima todo el marrón. Y quién sabe qué más podrían hacer. Es posible que tengamos muchos enemigos. No bajéis la guardia.
La mirada de la ANBU podría haber dado pie al remate de una de las bromas más pesadas de la historia, ideal para aterrorizar a dos genin en medio de una misión S super secreta. Pero no era algo que nunca llegaría. La broma seguía.
—Confío en vosotros. Tenemos que confiar en nuestros compañeros de villa. Ahora, más que nunca. Así que confiad en mi e intentemos ser todo lo cautos que podemos. No reveléis esta información a nadie hasta que las noticias no vuelen. Es la hora de la discreción. De ser ninjas de verdad. ¿Entendido? Vamos. Cuanto antes acabemos con esto y volvamos a Amegakure, mejor para todos.
Hizo su mejor esfuerzo por que no se notara reacción ninguna y se mantuvo firme, Ayame por el contrario se había ubicado en su polo opuesto.
—¿Pero cómo...? ¿Por qué...? Gouna-sama... Kusagakure... E... entonces eso significa que el pacto...Y... toda la gente que hemos conocido de otras aldeas... ¿Y... y qué pasa con la misión? ¿Qué pasa si necesitamos refuerzos? Ya no podemos usar el pergamino... ¿Y si...? ¿Y si...?
Uzumaki Gouna, la sucesora de la recientemente fallecida Uzumaki Shiona. Madre e hija muertas por enemigos de su nación. Un pacto debilitado y lazos con gente de otras aldeas cortados. Una misión que continuar y refuerzos que no llegarían, un pergamino posiblemente inútil y más preguntas que la kunoichi podría tener. Mogura escuchó todo mientras pensaba en eso y muchas cosas más.
¡Hai!
Haciendo una ligera reverencia, exclamó con decisión y un tono que opacaría totalmente al de la nerviosa Aotsuki, como diciendo "Esto es lo que tienes que contestar, muchacha". No había tiempo que perder, probablemente nadie esperaría que la misión continuase con un ambiente así.
No perdamos tiempo, Aotsuki-san.
Mogura miraría entonces a su compañera con una expresión un tanto sería, un poco más de lo normal. No era momento para hacer tantas preguntas.
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Shanise estaba a punto de contestar a Ayame. Ya tenía el ceño fruncido y había levantado el dedo índice, pero su compañero la interrumpió con una rotunda disciplina.
—No perdamos tiempo, Aotsuki-san.
La ANBU suspiró y echó a caminar, tomando rumbo a Shinogi-to, como habían acordado.
—Mogura-kun tiene razón, Ayame-chan. Pero entiendo tus dudas. Honestamente, no sé cómo Mogura-kun es capaz de mantenerse tan estricto —dijo—. Tenemos un deber para con la villa. Somos ninjas. Aprovechad estas adversidades para formaros y para aprender lo que realmente significa.
»A lo largo de vuestra vida, mataréis gente en interés del bien común de la villa. A veces, las víctimas serán inocentes. Veréis amigos caer a vuestro lado, e incluso puede que miembros de vuestra propia familia. La vida es una puta mierda, chicos.
A pesar de la crudeza de sus palabras, sin darse la vuelta, les levantó el dedo pulgar formando un "o.k.".
—Pero tenéis que decirle un enorme "que te jodan" a la vida y morderos las entrañas para soportar todo lo que os venga encima. Tenéis que ser fuertes. Por vosotros, y por aquellos que todavía os queden por proteger. Ese es el camino del ninja de Yui-sama, y es el que me he hecho propio.
»La cosa está muy jodida, pero no por eso nos vamos a amilanar. ¡Somos shinobis de la Lluvia! ¡Del País de la Tormenta! Seremos duros como las rocas del País de la Tierra que nos separan de esas sabandijas de Kusa y les sacaremos el dedo corazón mientras exhibimos la mejor de nuestras sonrisas.
»Y ahora, tenemos una misión que cumplir. Yui-sama confía en nosotros. Y la mejor forma de demostrarle a los uzujin que fuimos fieles hasta el final, quizás, sería hacerle caso a Gouna y terminarla. Además, por lo que cuenta podría ser una amenaza global. ¿En serio queréis a alguien más por ahí con el poder para tumbar una ciudad entera entre sus manos?
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—No perdamos tiempo, Aotsuki-san —la voz de Mogura la sorprendió. Para su completa estupefacción, se mantenía sereno, soportando con una admirable estoicidad aquella situación tan difícil para dos genin como aquellos. Durante un breve instante, tan sólo por un momento, le recordó a su hermano con aquella actitud tan fría y distendida.
Pero ella era incapaz de relajarse.
—Mogura-kun tiene razón, Ayame-chan —intervino Shanise—. Pero entiendo tus dudas. Honestamente, no sé cómo Mogura-kun es capaz de mantenerse tan estricto. Tenemos un deber para con la villa. Somos ninjas. Aprovechad estas adversidades para formaros y para aprender lo que realmente significa.
Ayame agachó la mirada, mordiéndose el labio inferior. ¿Lo que realmente significa ser un ninja? ¿A qué se refería con eso?
—A lo largo de vuestra vida, mataréis gente en interés del bien común de la villa. A veces, las víctimas serán inocentes.
«Jamás mataré a un inocente» Se rebeló Ayame interiormente, con el ceño ligeramente fruncido, pero de sus labios jamás surgirían aquellas palabras.
—Veréis amigos caer a vuestro lado, e incluso puede que miembros de vuestra propia familia. La vida es una puta mierda, chicos —sentenció, pero les levantó el dedo pulgar en un gesto conciliador—. Pero tenéis que decirle un enorme "que te jodan" a la vida y morderos las entrañas para soportar todo lo que os venga encima. Tenéis que ser fuertes. Por vosotros, y por aquellos que todavía os queden por proteger. Ese es el camino del ninja de Yui-sama, y es el que me he hecho propio. La cosa está muy jodida, pero no por eso nos vamos a amilanar. ¡Somos shinobis de la Lluvia! ¡Del País de la Tormenta! Seremos duros como las rocas del País de la Tierra que nos separan de esas sabandijas de Kusa y les sacaremos el dedo corazón mientras exhibimos la mejor de nuestras sonrisas. Y ahora, tenemos una misión que cumplir. Yui-sama confía en nosotros. Y la mejor forma de demostrarle a los uzujin que fuimos fieles hasta el final, quizás, sería hacerle caso a Gouna y terminarla. Además, por lo que cuenta podría ser una amenaza global. ¿En serio queréis a alguien más por ahí con el poder para tumbar una ciudad entera entre sus manos?
—No...
Ayame dejó escapar todo el aire de sus pulmones y relajó todo lo que pudo la tensión de sus hombros. La situación entre las aldeas era difícil, muy difícil. Y le provocaba un terrible dolor de cabeza siquiera pensar en lo que podría ocurrir a continuación. Todas las personas que había conocido se quedarían atrás, y no quería siquiera imaginar la posibilidad de que se vieran obligados a enfrentarse en un conflicto bélico. Durante un momento se sintió rota por dentro, y no pudo evitar cuestionarse para qué se había hecho kunoichi.
Volvió a expulsar el aire.
Pero tenía que apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Ya tendría tiempo para preocuparse por ellos. Su mente estaba ocupada ahora con los rostros de su padre, su hermano, su tío, Daruu... Ahora tenían que detener a los hombres que querían hacerse con los hilos. Debía protegerlos a todos ellos, como kunoichi y como Jinchūriki. De ninguna manera podía permitir que aquello sucediera.
No debía haber una segunda Ciudad Fantasma. Debía servir a Amegakure.
—Tenéis razón, Mogura-san, Shanise-senpai —sentenció, abriendo los ojos y clavándolos en su compañero y en su superiora. Les dedicó una pronunciada inclinación—. Lo siento. ¡Y ahora, continuemos!
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—Mogura-kun tiene razón, Ayame-chan
Comenzó diciendo la ANBU.
Pero entiendo tus dudas. Honestamente, no sé cómo Mogura-kun es capaz de mantenerse tan estricto. Tenemos un deber para con la villa. Somos ninjas. Aprovechad estas adversidades para formaros y para aprender lo que realmente significa.
Su mirada bailó entre la expresión de Ayame y la superior mientras hablaba. Quizás la joven kunoichi sentía el peso de la realidad por primera vez en sus hombros. Mogura tenía muchas cosas para preguntar y si hubiese tenido tiempo habría parado a pensar en todas las posibles opciones que tenían, pero no le correspondía tomar las decisiones.
—A lo largo de vuestra vida, mataréis gente en interés del bien común de la villa. A veces, las víctimas serán inocentes. Veréis amigos caer a vuestro lado, e incluso puede que miembros de vuestra propia familia. La vida es una puta mierda, chicos.
O podría morirse un paciente en sus manos, tener que ir contra sus reglas y dejar de lado el tratamiento de un paciente en pos de salvar a otra persona mas importante. Todo eso y mas ya había cruzado la mente del joven genin en algún momento de su vida.
Shanise hizo un gesto con su mano, el cual atraería la atención del joven médico. Entonces continuaría hablando.
Pero tenéis que decirle un enorme "que te jodan" a la vida y morderos las entrañas para soportar todo lo que os venga encima. Tenéis que ser fuertes. Por vosotros, y por aquellos que todavía os queden por proteger. Ese es el camino del ninja de Yui-sama, y es el que me he hecho propio. La cosa está muy jodida, pero no por eso nos vamos a amilanar. ¡Somos shinobis de la Lluvia! ¡Del País de la Tormenta! Seremos duros como las rocas del País de la Tierra que nos separan de esas sabandijas de Kusa y les sacaremos el dedo corazón mientras exhibimos la mejor de nuestras sonrisas. Y ahora, tenemos una misión que cumplir. Yui-sama confía en nosotros. Y la mejor forma de demostrarle a los uzujin que fuimos fieles hasta el final, quizás, sería hacerle caso a Gouna y terminarla. Además, por lo que cuenta podría ser una amenaza global. ¿En serio queréis a alguien más por ahí con el poder para tumbar una ciudad entera entre sus manos?
Manase Mogura se limitó a aprobar aquellas palabras con una ligera reverencia. Un shinobi de Amegakure, del País de la Tormenta. Las palabras de la ANBU sin duda alguna llenaban el corazón de quienes le escuchaban, en ese momento eran solos los dos genin. Habían herido a Uzushiogakure y la culpa estaba queriendo ser depositada sobre Amegakure, para que esas sospechas fuesen despejadas, los ninjas debían seguir y cumplir con su misión. Había que evitar que un loco se hiciese con el poder del chakra natural.
—Tenéis razón, Mogura-san, Shanise-senpai. Lo siento. ¡Y ahora, continuemos!
Diría Ayame realizando una marcada reverencia.
Esa si parece la mirada de una kunoichi lista para salvar su país.
O dispuesta a evitar que unos locos se robasen energía espiritual de su territorio. Sea como fuese, Mogura correspondería la reverencia de la fémina con una ligera inclinación y una pequeña sonrisa dibujada en el rostro, no duraría mucho pero sería sincera.
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