Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
8/02/2021, 16:52 (Última modificación: 8/02/2021, 17:30 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—¡DIOS MÍO, MALDITO POLLO, CÁLMATE! —bramó Yui, atrapando al halcón con una sola mano y acercándoselo al rostro—. Escúchame. Vas a ir a Amegakure tan rápido como puedas y vas a usar esa vocecilla estridente tuya para decirle a la Arashikage que mande todos los refuerzos que pueda a Yukio para reestablecer el orden. La ciudad ha sido ocupada y manipulada con un Genjutsu. ¿Queda claro?
—S... ¡Sí, señora Yui! ¡Volaré rápido como el viento! —graznó Pigmy, cada una de sus plumas temblando con violencia.
Y, dicho y hecho, en cuanto Yui le soltó, Pigmy se convirtió en una saeta que ascendió en el aire atravesó los cielos a toda velocidad hacia el sur. Mientras tanto, Kaido se había acercado hasta los cuatro shinobi del Copo de Nieve que La Tormenta les había ordenado ejecutar, y que Ayame había intentado evitar de la forma más elegante y disimulada posible. Sin mediar palabra, El Tiburón empuñó su espada y la clavó en el cuerpo de uno de ellos, que murió sin remedio.
—No sé yo si hay tiempo para eso, Ayame. Y si tal, ya pillaremos a alguno en el camino, que es muy probable que hayan otros más por ahí esperándonos ahí a donde ha dicho de ir Yui.
Pero, antes de que Ayame pudiera siquiera responder o defenderse, Yui llegó con la furia de la tormenta. La apartó de un brusco empellón que casi la tiró al suelo, y después arrasó con los tres ninjas restantes: al primero le clavó la katana en el torso, al siguiente le seccionó limpiamente la garganta y Ayame tuvo que apartar la mirada del tercero cuando vio a Yui saltar sobre él con los pies por delante. Eso no evitó que escuchara un desagradable crujido.
«Innecesario... Eso ha sido... innecesario...» Pensó, conteniendo la respiración en un vano intento por controlar los temblores que sacudían su cuerpo.
—No te preocupes, a partir de ahora tendré en cuenta lo que puedes y no puedes hacer.
Las palabras de Yui se clavaron en ella como la katana que había utilizado para segar la vida de aquellos hombres. Ayame no protestó, ni siquiera musitó una disculpa, se quedó temblando, con los puños apretados junto a los costados, en completo silencio. Daba igual, Yui había echado a andar entre largas zancadas, seguida de cerca del Gobernador y de su gigantesco cocodrilo, que no tardó en continuar con su peculiar competición con Takeshi. Ayame les siguió poco después, después de llevarse una mano al oído izquierdo y pronunciar unas palabras en voz baja.
. . .
Los tres shinobi entraron en la que debía ser la sala de comunicaciones. Ahora estaba completamente destartalada, y había varios ordenadores gigantescos, que en aquellos instantes estaban procesando algo que Ayame no alcanzó a comprender, conectados entre sí al sistema de megafonía.
—Maldita sea... —gruñó Yui.
—¿Desde cuándo llevamos dormidos...? —gimoteó el Gobernador.
—No sé desde cuándo, pero sí sé la respuesta de hasta cuándo. Hasta ahora.
Ayame, que se había acercado a los ordenadores para intentar descifrar algo entre todos aquellos datos sin sentido, tuvo que apartarse de un salto antes de que una mesa, pateada por Yui, se abalanzara violentamente sobre ellos. Un enorme estruendo sucedió a la destrucción de las máquinas, y un último estertor en forma de chispazo despertó un incendio.
—Ayudadme a apagarlo. Vamos. ¡Suiton: Mizurappa!
Ayame inspiró por la nariz, reuniendo fuerzas. Había invocado a dos halcones, se había visto obligada a enfrentarse a cuatro hombres al mismo tiempo y había creado un Clon de Sombras. Sus reservas de chakra estaban entrando en niveles mínimos, y encima su clon aún no había regresado. Había tenido la esperanza de poder recuperar algo de energía, pero...
«...No te preocupes, a partir de ahora tendré en cuenta lo que puedes y no puedes hacer...»
—¡Suiton: Mizurappa! —exclamó, uniéndose a los sellos manuales de Yui y exhaló un potente chorro de agua a presión desde sus labios para apagar las llamas.
El esfuerzo le pasó factura, sin embargo, y al terminar la técnica todo a su alrededor se oscureció momentáneamente. Mareada como estaba, se vio obligada a apoyarse en el mueble más cercano que encontró, con el sudor perlando su frente y resollando con fuerza.
El Umikiba presenció en primera fila el cómo Yui eliminó a los otros tres ninjas de Kurama. No se inmutó, y tampoco apartó la vista cuando sucedió, porque sencillamente la muerte de esos hombres era un trámite necesario para salvaguardar la seguridad de Yukio y, a priori, la de ōnindo también.
Sólo entonces volteó a mirar a Ayame, que lucía rígida y afligida por las durísimas aunque necesarias palabras que recibió por parte de la Tormenta. Y aunque entendía un poco a su compañera —Kaido conocía de su gran corazón, y de cómo éste podía darle en ocasiones la resolución necesaria para perseverar, como también llenarla de dudas e indecisión en momentos de moralidad cuestionable como el que ahora atravesaban—. le hubiese gustado que la Hōzuki fuera capaz de superponer el deber asumido a la hora de haberse embarcado en la misión a lo que pudiera sentir por esos hombres, que no eran precisamente inocentes, y que habían estado lastimando a los ciudadanos de Yukio durante demasiado tiempo ya. Si aquello no era suficiente para convencerla de que las órdenes de Yui secundaban una causa justa...
Sacudió la cabeza, esperando que aquello no la desanimara. Kaido estaba convencido de que la iban a necesitar al cien por cien para lo que, desde luego, estaba por venir.
. . .
Al cien por cien.
—Mierda, Ayame ¿estás bien? —le dijo Kaido, que se había acercado a ayudarla, sólo después de haber colaborado también con un mizurappa para apagar las llamas nacientes de la pila de cachibaches que Yui había destruido de una patada. Por como lucía, era evidente que estaba exhausta y con sus reservas de chakra prácticamente agotadas. Indudable, después de sopetón de jutsu que había utilizado en una pequeñísima franja de tiempo—. joder... en dónde me he dejado el puto portaobjetos cuando más lo necesito —pensaba, claro está, en una de las píldoras de chakra que allí se encontraban.
Si había alguna duda de que aquellas máquinas quedaron completamente inservibles, en ese momento Ayame las despejó de un plumazo. O más bien de un chorrazo. Incluso Yui tuvo que apartarse porque la técnica rebotó contra la pared. Leyó en su rostro el por qué lo había hecho, pero no pensaba darle una palmadita en la espalda porque hubiera demostrado su fuerza física. Lo que le faltaba a aquella niña era espíritu. Suspiró y se dio la vuelta hacia el gobernador.
—El hotel Alba del Invierno —dijo quedamente, de muy mal humor.
—¿Qué pasa con él?
—Que donde está, Hitochi, coño. Habíamos venido a hacer rendir cuentas a alguien y era la única pista. ¿Conoces el sitio?
—Eh... sí, es un hotelucho pequeño, muy al norte, al menos a una hora caminando. La verdad, una locura establecerse ahí tan lejos de la civilización.
Yui golpeó uno de esos trastos cercanos con violencia. Hitochi dio un salto en el sitio acompañado de un gritito agudo.
—Tan lejos de la vigilancia de Amegakure. Tan lejos de la vigilancia de Oonindo. Tan lejos. Ya. —Yui se dio la vuelta hacia sus dos shinobi. Tras un vistazo general a ellos y en introspectiva, dijo—: Podríamos encontrar más enemigos, pero sólo hemos encontrado una mierdecilla de patrulla hasta ahora. Si deshacemos las invocaciones, quizás nos de tiempo a descansar un poco mientras nos movemos hacia el norte de la aldea y podríamos pasar desapercibidos. —Se encaró de nuevo con el Gobernador—. Hitochi. ¡Dioses, deja de saltar cada vez que te hablo, te conozco desde hace décadas, si no te he matado ya no te voy a matar ahora, COJONES!
—¡¡AAAH!! Vale, vale, dígame Yui. Señora.
—¿Ayúdanos a conseguir capas de viaje de diferentes colores a los nuestros. Cuanto más harapientas y comunes mejor.
Escuchó entonces unos pasos acercándose con prisa, y entonces la voz de Kaido llegó hasta sus oídos.
—Mierda, Ayame ¿estás bien? Joder... en dónde me he dejado el puto portaobjetos cuando más lo necesito.
Ayame asintió débilmente y se obligó a abrir los ojos. Aunque aún tuvo que parpadear un par de veces para poder enfocar la visión.
—S... sí. No te preocupes. Me he mareado un instante. Estoy bien.
Lo repetía como un mantra, quizás como una manera más de convencerse a sí misma, además de a Kaido. Cualquier cosa antes que admitir su propia debilidad y que se había pasado con el consumo de chakra.
Mientras tanto, Yui se había abalanzado de nuevo sobre el Gobernador para sacarle más información. El hotel Alba del Invierno, el mismo hotel que habían venido buscando, se encontraba al norte de allí, a las afueras de Yukio y, como mínimo a una hora andando.
—Si deshacemos las invocaciones, quizás nos de tiempo a descansar un poco mientras nos movemos hacia el norte de la aldea y podríamos pasar desapercibidos.
Para Ayame, aquella fue la mejor noticia que podría haber recibido en aquellos instantes. Agotada como estaba, se había dejado caer al suelo y ahora reposaba con las piernas cruzadas mientras trataba de recuperar el aliento con inspiraciones lentas y profundas.
Justo cuando Yui le pedía a Hitochi un juego de capas de viaje para los tres, otra Ayame entró por la puerta a toda prisa: el clon que había liberado minutos atrás.
—P... ¡Perdón! —Debía de haber venido a todo correr, a juzgar por sus jadeos insistentes y su frente perlada de sudor, pero se acercó a toda prisa a la verdadera Ayame y le pasó un carcaj con flechas que se descolgó de su espalda, también se quitó de los antebrazos el mecanismo oculto de kunai y el arco plegable, y los portaobjetos que llevaba en la pierna y la parte posterior de su cadera. Por último, Ayame inclinó la cabeza para que le pusiera alrededor del cuello una bufanda de color azul claro con un copo de nieve en su extremo: la bufanda de su hermano. Y, mientras la verdadera Ayame volvía a equiparse como la kunoichi que era, el clon se acercó a Kaido y le tendió sus dos portaobjetos. Sonrió nerviosa—. Tuve que colarme en tu habitación, espero que no te importe... ¡Espero que no se me haya olvidado nada!
Pero, sin llegar a esperar su respuesta siquiera, el clon desapareció con un leve estallido de humo y un ligero ¡Puff!. Ya había cumplido su cometido, después de todo: regresar a la posada y regresar con el armamento que habían dejado olvidado atrás. Y la verdadera Ayame soltó un largo suspiro de alivio al sentir parte de su energía regresar a ella.
Poco convencido de la respuesta de Ayame, Kaido tuvo que apartarse, para no exponer más aún su propia debilidad. Dio un par de pasos hacia una pared contigua y se recostó en ella, aprovechando el momento para descansar y analizar un poco la situación.
Yui sin embargo no paraba. Su cuerpo podía estar allí, inerte, pero su boca no dejaba de hablar y planificar. El hotel. El puto hotel. Hitochi aseguró en dónde estaba, lo que ahora certificaba definitivamente las sospechas de que el enemigo se aventuró demasiado en territorio ajeno. Y que fuera justo en su País, el de la Tormenta; iba a ser causal de una venganza mucho mayor. Preparado para ello, Kaido tomó un suspiro y asintió para sí mismo.
Quien estuviera esperándoles ahí, al norte más norte...
Una sonrisa ladina se aventuró hasta los labios del tiburón.
Para la sorpresa de todos, no obstante, alguien interrumpió abruptamente la conversa. Y para el colmo de todo, resultaba ser Ayame. O bueno, uno de sus clones.
«Oh... con razón quedó tan agotada»
El bunshin venía armado hasta los dientes, como dicen por ahí. Con un puñado de portaobjetos bien cargados, un arco, sus flechas, y hasta una jodida bufanda. Dos de esos bolsos eran los de Kaido, a quien se los tendió una vez su contraparte hubiese quedado totalmente proveída de sus utensilios ninjas. Kaido los cogió con sorpresa, y agradecido, los colgó allí en donde siempre tuvieron que haber estado.
—Joder, Ayame, bien hecho coño —soltó, para motivarle—. está todo aquí, gracias.
Y Amekoro Yui casi salta encima de el Kage Bunshin de Ayame, que tan apresurada había entrado con su equipo y el de Kaido. Una buena idea. Yui sonrió hasta que se dio cuenta de que su equipo no lo había traído. Luego volvió a sonreír: hasta en la más dulce de las ilusiones siempre llevaba sus armas encima, como pudo comprobar.
—Quedémonos a la espera, caminando entre la gente y fingiendo estar tan confusos como ellos. Veremos qué ocurre: si vienen refuerzos de Kurama los aplastaremos como los insectos que son —anunció Yui—. Pero mientras tanto, será mejor que aprovechemos para descansar hasta que lleguen los refuerzos. No quiero dejar esta posición descubierta mientras nos adentramos hacia el norte. Lo mejor es disponer un cuartel general.
—P-pero Señora Yui. ¿Va a usted a convertir mi ciudad en...?
—¿En un campamento de guerra? ¡Mira a tu alrededor, Hitochi! ¿¡Qué coño te crees que es esto!?
· · ·
Yukio, aproximadamente ocho horas más tarde...
Los primeros refuerzos no tardaron en llegar. El halcón de Ayame había sido muy rápido, y Shanise, todavía más. No ella, personalmente, pero sí una gran cantidad de chūnin, jōnin y ANBU dispuestos por todo Yukio, ayudando con las reparaciones, estableciendo puntos de defensa. El edificio del Gobernador se había convertido en una sede de comunicaciones, y se habían rehabilitado los altavoces para la trasmisión y órdenes y la coordinación de las tropas.
No se habían encontrado a ningún soldado de Kurama más en todo este tiempo. Yui no sabía si eso le gustaba o le molestaba aún más. Y no precisamente porque temiera que estuvieran preparando algo. Sino porque no podía coger cabeza alguna con la mano y aplastar algún que otro cráneo.
Ganas no le faltaban. Pero debía ser paciente.
—Ya casi caerá la noche —dijo Yui, mientras paseaba con Kaido y con Ayame por las calles de una Yukio mucho más marcial pero menos desolada que antes. Algunos genin hacían servir de apoyo a los habitantes que necesitaban ayuda psicológica hasta que pudieran contactar y traer un especialista de Shinogi-to. Hacía horas ya que se habían deshecho de las capas harapientas que Hitochi les había entregado—. Podríamos adentrarnos al norte ahora, por la noche. O podríamos esperar a la mañana. Ambas opciones tienen sus ventajas y sus desventajas.
»Si atacamos ahora, puede que los tomemos por sorpresa. Pero hace frío y es muy probable que pronto haga más todavía. No me gustaría quedarme atrapada en una trampa de Kurama en la nieve.
»Si esperamos a mañana, estarán más en guardia, sobretodo si tienen algún confidente en la ciudad que se nos haya escapado y notifique del tinglado que hemos preparado aquí. O si disponen de alguna otra forma de vigilarnos. Con todo el tema de los altavoces, tampoco me extrañaría. Con suerte, no se habrán enterado de nada de lo sucedido, o habrán pensado que hemos establecido tropas y nosotros nos hemos marchado al sur. Sólo los guardias de antes nos vieron, y ahora están muertos, así que no hubo testigos.
»¿Qué coño hacemos?
A partir de este mensaje, tenéis hasta el Lunes, 22 de febrero para contestar. Eso son justo las 72 horas de cada uno de vuestros turnos, así que contando con que Ayame siempre contesta antes, tendréis más tiempo del habitual. Me tomaré este tiempo para preparar la partida a partir de este punto con todo el detalle que me sea posible para poder contestar con más regularidad. A partir del lunes, cada ronda os diré cuándo me voy a pasar exactamente. No serán 72 horas por ronda, pero es posible que 96 horas sí, para los dos, así que en conjunto las rondas serán más ágiles. Si llega el día que tengo programado contestar y alguno no ha contestado, me saltaré el turno.
Podría morir.
Un saludo
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Pasaron las horas, y hacía tiempo que tanto Yui como sus dos subordinados habían abandonado el edificio del gobernador amparados bajo nuevas capas de viaje. Ahora, mucho más descansados y con las energías repletas, volvían a caminar tranquilamente por las calles de Yukio. Decenas de shinobi de Amegakure patrullaban el tranquilo pueblo, y muchos de ellos estaban ayudando con las reparaciones de los desperfectos, estableciendo puntos estratégicos de defensa o, incluso, ofreciendo apoyo psicológico a los civiles.
No habían vuelto a cruzarse con ningún shinobi del Copo de Nieve, pero Ayame se había encargado de ocultar su carcaj bajo la túnica y llevaba la cabeza cubierta con la capucha. No podía evitar echar miradas desconfiadas a cada uno de los altavoces que se cruzaba en su rango de visión. Aquellos cacharros también habían sido rehabilitados, pero ahora lo que se transmitían por ellos eran órdenes enviadas desde el edificio del Gobernador, ahora convertido en sede central de comunicaciones. Pero Ayame seguía intranquila. Aquella diabólica música que les había mantenido hipnotizados todo el tiempo había sonado desde aquellos mismos altavoces, transmitida desde unos ordenadores conectados entre sí. Sin duda había sido obra de algún shinobi experto en ilusiones auditivas, como ella misma. Pero Ayame debía mantener su canto para seguir afectando a sus víctimas, ¿era posible que su enemigo hubiese estado tocando a todas horas sin parar? No. No lo creía.
«Debe de haber grabado el sonido.» Seguía meditando para sus adentros, sumida en un pensativo silencio mientras degustaba unas bolas de takoyaki que había comprado en un puesto de comida callejera cercano. Quizás, si Yui no hubiese destruido de aquella manera aquellas máquinas, podrían haber intentado rastrear el origen de la señal de alguna manera. Pero ya era tarde para pensar en ello, pues nuevas preocupaciones ocupaban su mente. Si sus sospechas eran ciertas, ¿su enemigo se habría dado cuenta ya de que su ilusión había sido desbaratada? ¿Y habría advertido a Kurama de la intromisión de Amegakure en Yukio?
El escalofriante recuerdo de unos afilados ojos rojos y una mano con garras cerniéndose sobre ella antes de verse cegada por un fulgor supersónico volvió a dibujarse en su mente, y Ayame apretó las mandíbulas para disimular el estremecimiento que la había recorrido de arriba a abajo.
—Ya casi caerá la noche —comentó Yui, y Ayame alzó la cabeza hacia el cielo en un acto reflejo. Pese al manto blanquecino de nubes de nieve que lo cubrían, era notable que la luz cada vez era más escasa. No tardarían mucho más en encender las farolas de las calles. Podríamos adentrarnos al norte ahora, por la noche. O podríamos esperar a la mañana. Ambas opciones tienen sus ventajas y sus desventajas.[/sub]
»Si atacamos ahora, puede que los tomemos por sorpresa. Pero hace frío y es muy probable que pronto haga más todavía. No me gustaría quedarme atrapada en una trampa de Kurama en la nieve. Si esperamos a mañana, estarán más en guardia, sobretodo si tienen algún confidente en la ciudad que se nos haya escapado y notifique del tinglado que hemos preparado aquí. O si disponen de alguna otra forma de vigilarnos. Con todo el tema de los altavoces, tampoco me extrañaría. Con suerte, no se habrán enterado de nada de lo sucedido, o habrán pensado que hemos establecido tropas y nosotros nos hemos marchado al sur. Sólo los guardias de antes nos vieron, y ahora están muertos, así que no hubo testigos. ¿Qué coño hacemos?
Según las palabras de Hitochi, el hotel Alba del Invierno se encontraba fuera de las fronteras de Yukio. En mitad de la nada. Eso significaba que no habría farolas ni ninguna fuente de luz más allá de una luna cubierta por un manto de nubes y la escasa luz que consiguiera reflejar la nieve. La oscuridad sería absoluta.
Ayame torció el gesto de forma visible.
—Yo... preferiría esperar a mañana por la mañana —opinó, sin entrar en demasiados detalles. No quería exponer de nuevo su debilidad, y mucho menos explicar que no quería atacar de noche porque le daba miedo la oscuridad—. Podríamos marchar en cuanto saliera el sol, no estarán tan en guardia al amanecer.
Hola. Más tarde en el día de hoy contestaré a este post o crearé otro tema alternativo.
Está claro que Kaido no tiene tiempo para participar en el foro ahora mismo, y yo como Narrador siento que estoy perdiendo el hilo. Renuncio a toda mi parte de la experiencia en caso de que se cancele, pero no continuaré una trama a medio fuelle.