Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Shukaku chasqueó la lengua, molesto. No había caído en la trampa. Bueno, a decir verdad había sido una muy simple. Ni siquiera era digna del Gran Shukaku. Pero cuando uno estaba desesperado, había que tomar medidas desesperadas.
—¿Yubiwa? ¿Ese de las cejas raras? —rio Shukaku—. Difícilmente. Aunque nunca se sabe. Ese cabrón es muy misterioso. ¿Cómo coño se coló en Uzushio así de fácil? ¡Ojo! ¿Igual está conchabado con el que mató a Akame? ¿Quería alejarte de Uzu, quizás? —teorizó el Ichibi, haciendo gala de una elocuencia impropia de un sádico puto loco como él. Bueno, pues resultó ser un sádico puto loco muy, muy inteligente. Más peligroso aún—. ¡JIA JIA JIA! ¡Y tú casi te vas con él, así sin conocerle de nada!
»Qué ingenuo eres, Datsue. Parece mentira, siendo tú. Últimamente te están dando de tu propia medicina, ¿eh? ¡JIAJIAJIA! Mejor. Así no te convertirás en un zorro sarnoso como Kurama.
»Ah. Su voz, sí. Lo que oímos fue su risa. Y luego me dicen a mi que me doy miedo cuando me río. Buah. ¡JIAJIA! Parecía disfrutar con cada explosión.
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Encajó el golpe como buenamente pudo. No ya solo es que hubiese estado a punto de exiliarse, es que había estado a punto de matar a Hanabi, joder. O de intentarlo, al menos. Por primera vez, se dio cuenta. Se dio cuenta que era un puto peligro andante. En el mal sentido. En el sentido de que lo era hasta para sí mismo. No pensaba, no reflexionaba. Siempre se dejaba llevar y el precio a pagar por ello cada vez era más caro.
—Hazme un favor… y avísame cuando escuches esa risa de nuevo —le pidió—. Y si ese hijoputa de Yubiwa tiene algo que ver… —No hizo falta terminar la frase—. Debería ir a la Villa de las Aguas Termales para verme con él y asegurarnos. Claro que…
Claro que, ahora que caía, a ver si le dejaban. ¿Por qué estaba allí en primer lugar?
—No me lo digas, me han noqueado, ¿verdad? —Estaba escondido en el tejado y de pronto…—. Jooodeeeeer…. —dio una violenta patada al aire—. ¡Ahora Hanabi se pensará que estaba tramando algo! Enésima vez meando fuera del tiesto. ¿Qué coño voy a decirle? —¿Con qué mierda se iba a excusar ahora? ¿Con la verdad? ¿Qué había intentado matarle o, como poco, montarle un numerito y luego fugarse?
Ya podía atarse la soga al cuello, de paso.
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Bueno, si Datsue estaba preguntándose qué coño le iba a decir a Hanabi, estaba de enhorabuena, porque acababa de despertarse... y lo tenía enfrente.
De hecho, era especialmente afortunado, ya que sus labios y su lengua habían decidido moverse por sí mismos en el último momento, y esas cinco últimas palabras las había pronunciado en voz alta.
—Bueno, eso. ¿Qué vas a decirme? Porque la verdad, estoy bastante confuso.
Lo tenía delante, sí, pero no de la manera en la que podríais estar imaginando. El Uzukage estaba en una cama de hospital, postrado pero con el mecanismo elevado lo suficiente como para que se vieran las caras. Si echaba un vistazo alrededor, se daría cuenta de que él estaba igual. Ambos enganchados a un gotero. Datsue tenía un brazo vendado.
Hanabi, la mitad del cuerpo, hasta la cabeza.
—Por un lado, sigo sintiendo lo de Akame-kun, y quiero llorarle contigo, y quiero decirte que lo siento por no poder protegerle a tiempo, o por haberle encerrado, aunque fuese mi deber y jamás me imaginase que se iban a colar con tanta facilidad en mi Edificio —dijo—. Pero por otro lado, pues no sé por qué sale de mí preguntarte qué hacías con un Kage Bushin en el centro de la villa y tú rondando por el puerto subido al tejado.
»Por si te lo preguntas... te caíste del tejado. Tu Kage Bunshin se desmayó frente a mi, así que debo suponer que el original se desmayó también por el choque emocional.
Antes de que pudiese inventarse ninguna excusa mínimamente convincente, despertó frente a la persona que menos quería ver en aquellos momentos. Aunque no lo hizo de la manera esperada.
Hanabi se encontraba tumbado en una cama del hospital, con el colchón inclinado lo suficiente para poder verle la cara. Ahora que se fijaba, él estaba igual, con un brazo vendado y gotero. El Uzukage, no obstante, se encontraba vendado por la mitad del cuerpo. Le recordaba a él mismo, no hace tanto, cuando perdió el control de Shukaku. En aquella ocasión también había despertado en una habitación así…
… junto a su Hermano.
Hanabi fue directo al grano. Hanabi, el mismo a quien había tenido ganas de arrancarle la cabeza hacía no tanto. El mismo que se había jugado la vida por salvar a Akame. ¿Cómo había podido ser tan necio? ¿Cómo pretendía mirarle ahora a la cara?
—Lo siento, Uzukage-sama… Resulta que yo… sí soy un chiste como ninja. —No había tiempo para inventarse nada mínimamente coherente ni creíble. Mucho menos consistente. Además, se encontraba cansado. Cansado de todo—. Cuando murió Akame, yo… Lo supe. La mitad de Shukaku que estaba sellado en él se traspasó a mí en ese instante. Y Shukaku me dijo que… —«Dioooooooos, ¿qué estoy haciendo?»—. Que usted le había matado. Que yo sería el próximo. Que ya se había hartado de mí y los problemas que siempre causo. Me entró el pánico. Quise esconderme. Pero de camino un ANBU me dijo que quería verme, así que envié un clon por si acaso.
»Siento haberle fallado de esta manera. Otra vez —añadió con amargura.
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Hanabi cerró los ojos y dejó escapar un suave y tendido suspiro. Datsue había sido muchas cosas, más malas que buenas, pero esta vez no sintió ganas de reprocharle nada. Eso no le impediría, no obstante, aconsejarle.
—Datsue... La verdad, no te culpo por nada, al fin y al cabo, tuvo que ser un shock muy grande... —dijo—. Sí, Datsue, nos has causado muchos problemas, pero también eres uno de mis ninjas más fuertes, sino el que más, y viniste a informarnos enseguida sobre todo el tema de esos Generales de mierda.
»Ya sólo por eso eres un uzujin ejemplar, compañero mío.
Hanabi abrió sus ojos de fuego y miró a Datsue.
—No obstante, Datsue-kun, la próxima vez intenta resistir lanzarte a por el primero que te señale Shukaku —añadió—. Creo que has visto y vivido suficiente como para saber que no se puede confiar en las palabras de esos monstruos. ¡Mira lo que le pasó a Ayame en el estadio! Podrías haber acabado igual. ¿Y entonces qué? ¿Destruyes media Uzushiogakure?
»No intento echarte la bronca, sólo te lo recuerdo para que no te dejes confundir. Datsue, tú tienes que estar para la villa. Y la villa tiene que estar para ti, ¿recuerdas? Nos tienes a nosotros. Me tienes a mí. A tus compañeros. Este es tu hogar. Te cuidaremos. Cuando tengas un problema, cuéntamelo. Si puedo ayudarte. Si puedo... lo haré.
»Y a todo esto... he estado pensando –aunque te lo advierto, no creo que cuele– que quizás podríamos hacer algo al respecto de esa kunoichi de Amegakure con la que estás tan obsesionado. —Le sonrió.
A Datsue no dejaba de sorprenderle que Hanabi asegurase, con total naturalidad y convicción, que el Uchiha era uno de sus ninjas más fuertes. Sentía que todavía le quedaba mucho por aprender, por mejorar, por perfeccionar. ¿Lo diría en serio, o solo era por subirle los ánimos? Lo que sí le chocó, sin embargo, fue que dijese que Datsue era un uzujin ejemplar.
¿Hubiese dicho lo mismo si supiese toda la verdad?
Porque no, el Uchiha no le había mentido, pero solo le había contado la mitad. Sí, Shukaku le hizo creer que Hanabi había asesinado a Akame, pero lo logró porque tuvo ayuda. Ayuda de un shinobi que además de completar la mentira, le ofreció un puesto y rango privilegiado en una Villa que quería resucitar. Una Villa extranjera.
Él no había dicho que sí, pero había cogido la placa. «¿Es eso de uzujin ejemplar?», pensó con amargura.
No obstante, pronto sus pensamientos se vieron arrastrados por un tsunami que le cortó la respiración. El corazón de Datsue vibró de emoción, aun cuando su cuerpo trató de reprimirlo. Se había llevado ya tantos chascos, tantas decepciones, que no sabía si soportaría un nuevo revés. No después de la tremenda pérdida de Akame.
Aún así, sus labios se movieron solos:
—¿Con Aiko? —Su voz sonó al de un animalillo maltratado que no quiere recibir más palos.
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—Me sigue pareciendo una locura, pero creo que tengo algo que puede funcionar. Escucha —dijo—: ellos necesitarán ayuda para recuperar a Aotsuki Ayame, ¿no? Y en todo caso, para devolverla a la normalidad.
»Si nuestro Consejo de Sabios está teniendo problemas, y son Uzumaki, no me quiero imaginar lo que tendrán sus expertos en Fuuinjutsu entre manos. Más que problemas. Probablemente les será imposible arreglarlo.
Los ojos de Datsue se iluminaron por la esperanza. Oh, sí, veía por dónde iba.
Él había pensado algo parecido, el día en que se había cruzado con Ayame. Algo más definitivo, más agresivo. Rescatar a Ayame, trayéndola a la Villa, y pedirle a Amegakure a Aiko a cambio de su devolución. Quién decía rescatar decía secuestrar. Pero, siendo exquisitos, Ayame estaba siendo controlada por Kokuo, así que más bien sería detenerla haciendo uso de la ley.
La idea que le ponían sobre la mesa era más… sutil. Más pacífica. Más de Hanabi. Y eso también significaba que tenía más probabilidad de éxito que la suya.
—Lo veo —asintió Datsue—. Lo veo… Eso sería… Eso sería genial, Hanabi-sama. Se lo agradecería eternamente —Datsue no se lo agradeció mirándole a los ojos, sino al techo. Sus ojos se habían empañado por la emoción. Se tomó unos largos segundos para continuar. Pese a todo, aún tenía sus dudas de que aquello funcionase con Yui—. Quizá debería… ¿Mandarles una carta disculpándome, a lo Ayame? Para… ¿allanar el terreno? —preguntó, dubitativo.
Pero algo más empezaba a aflorar en su mente. Tras el tsunami, la marea volvía a bajar y los restos y escombros afloraban. Después de todo lo que estaba haciendo Hanabi por él, aún con sus numerosas cagadas, ¿iba a ocultarle lo que había sucedido con Yubiwa? ¿Una información tan vital para la Villa? Kusa, en realidad, le daba igual. Pero que Hanabi conociese de antemano que alguien iba a intentar traicionar la Aldea Oculta de la Hierba podía ser clave para sus relaciones exteriores.
Pero si se lo contaba… ¿seguiría Hanabi intentando ayudar a Aiko por él? ¿Seguiría siquiera confiando en él? ¿Le perdonaría también por eso? Su corazón empezó a bombear con nerviosismo. Se encontraba al borde de un acantilado, y no sabía si al fondo se encontraba el mar o la marea estaba tan baja que no había más que piedras afiladas esperándole.
—Hay… hay algo más que debo contarle, Hanabi-sama.
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—Quizá debería… ¿Mandarles una carta disculpándome, a lo Ayame? Para… ¿allanar el terreno? —preguntó, dubitativo. Quizá debería… ¿Mandarles una carta disculpándome, a lo Ayame? Para… ¿allanar el terreno?
Hanabi negó con la cabeza.
—Ahora mismo dudo que cualquier disculpa que tú emitas vaya a servir de nada, Datsue —se sinceró Hanabi. No. Datsue había hecho tantas cosas en contra de los ninjas de Amegakure a aquellas alturas que Yui jamás mostraría clemencia. Sería más bien un motivo de escarnio—. Y tampoco podemos bajarnos los pantalones. Te recuerdo que te estarías disculpando ante unos tipos que casi nos revientan media villa.
»No... déjamelo a mi. Lo que tenemos que hacer es tomarlo todo desde un punto de vista negociador. E intentaré desvincular el caso Aiko de ti. Según tengo entendido, Aiko era... ¿inmortal? Y también tenemos la información de que tiene pérdidas de memoria cada vez que muere. No es como si Amegakure tuviera que temer algún tipo de filtración de datos confidenciales. Lo plantearé como que es un recurso muy valioso, un arma. E intentaré que nos la entreguen a cambio de nuestra ayuda y como símbolo de una tendida de puentes definitiva.
No obstante, Datsue todavía tenía algo más que decirle. Hanabi le miró, muy serio, y Datsue vio en él una severidad que exigía información.
—Vamos, escúpelo. Estoy esperando. Y si quieres que las cosas sean diferentes a partir de ahora, me contarás todo, Datsue. Adelante.
Sí, tenía razón. Él tampoco creía que fuese a solucionar nada disculpándose ahora. Seguramente, lo mejor que podía hacer era desaparecer de sus vistas y que no volviesen a oír de él hasta la petición de Hanabi.
—Así es, señor, es inmortal. —Y él creía saber el porqué—. Y pierde al menos un año de memoria cada vez que muere.
Genin, además. Más allá de la localización de su Villa —que hacía tiempo había dejado de ser un secreto—, dudaba que tuviese nada relevante y confidencial sobre su aldea. Y, hablando de secretos, Hanabi le miró muy serio cuando Datsue se tiró al precipicio y dijo que tenía que contarle algo. Como si…
¿Cómo si ya lo supiese? Tragó saliva, y el estómago le dio un vuelco cuando se lanzó al vacío.
—Estando como estamos —desvió momentáneamente los ojos a las vendas de ambos—, preferí ir dosificando la información por nuestra salud. Verá… —Joder, cómo le estaba costando—. No fue solo por Shukaku que creí que usted había matado a mi Hermano. De haber sido solo él… —Quería pensar que no se la hubiesen colado—. El caso es que recibió ayuda…
»… de un tercero. —Ya no había vuelta atrás. Irónicamente, Datsue saldría del paso o cavaría su sentencia definitiva con la verdad—. Se apareció en mi habitación justo después de sentir que Akame había muerto. Él… lo sabía todo, Hanabi-sama. Detalles pequeños como que yo era de la Ribera del Norte. El nombre de mi padre. Y detalles estremecedores: sabía por qué Akame estaba encerrado y que usted me había pedido sustraer información de él. Hablaba de una forma… como si hubiese estado allí, en aquel momento, ¿sabe? Con nosotros en el despacho. También sabía que mi pilar más fuerte en esta Villa es Inuzuka Nabi. Era como… No sé, como si tuviese un jodido espía que se lo contase todo.
»Y yo tenía mi Sharingan activado, y le contaré un secreto que ni mi Hermano conocía. Yo… hace un tiempo que cuando trato algo importante con alguien que no confío, lo hago a través de mi Sharingan —confesó. Así había sido desde el fatídico día en que Daruu le había pedido desactivarlo para luego engañarle como a un jodido kusajin—. La gente se piensa que es porque voy a intentar meterles en una ilusión, pero en realidad es para protegerme de sus mentiras. Cada embuste que me intentan colar, son fácilmente apreciables a través de mi Dōjutsu. Los veo con la misma claridad que veo un Genjutsu. Y ese hombre, Hanabi, me hablaba como ese niño de tres años que todavía no comprende ni sabe lo que es mentir. Todo en él parecía puro, auténtico. Y me confesó que usted había matado a mi Hermano de la misma forma que Shukaku: rajándole el cuello —tragó saliva. Por mucho que lo hubiese pintado bonito, no dejaba de ser lo que era: se había dejado liar por un puto desconocido. Era patético—. Así fue como caí.
Y casi toda la verdad estaba ya contada.
—Tengo dos teorías de por qué estuvo anoche en mi habitación y me contó todo esto, una de ellas por algo más que me contó. Pero, antes de pasar ahí, debe saberlo, Hanabi-sama. Ese hombre era…
»Yubiwa.
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11/01/2019, 13:07 (Última modificación: 11/01/2019, 13:08 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
«Si pierde un año de memoria cada vez que muere...» Nada les impedía lavarle el cerebro, pensó Hanabi. Nada les impedía borrarle la memoria por completo, sustituirla por un cuento dulce. Hacerla una de los suyos. Por supuesto, no le iba a decir eso a Datsue, no por el momento. Y por supuesto, tendrían que añadir ciertas dosis de realidad a la mezcla. No querían que la muchacha se topase con alguien de Amegakure y decidiera volver con sus compatriotas. Incidirían, sobretodo, en su sellado a manos de Yui. Sí, en lo injusto que fue. Algo le decía que no tendría que mover muchos hilos para eso, que el propio Datsue, sin duda alguna, se ocuparía de hacerlo.
Quería ayudar a aquél muchacho, aunque aquél muchacho no hubiese sido, en múltiples ocasiones ya, nada más que un liante. Pero era un Uchiha, y uno rematadamente bueno. Era fiel a sus amigos, y fiel a su corazón, tan fiel como para arriesgar la vida por recuperar a una amante de otro país. Si reconducía esa energía... Ya casi lo había conseguido...
Pero sus cavilaciones interiores sólo hicieron que el golpe que estaba por venir fuese mucho más duro aún. Hanabi sintió que la vista se le desvanecía, y se llevó la única mano libre de goteros a la cabeza.
—¿¡Cómo es posible que se haya colado otro más!? ¡Definitivamente tenemos que aumentar la seguridad en esta aldea! —interrumpió a Datsue, en medio relato—. Lo siento, continúa.
El mandatario asistió atónito al resto de la historia, y cuando Datsue concluyó mencionando el nombre de Yubiwa, chasqueó la lengua contra el paladar y apartó la mirada.
—Ese zorro ladino... —maldijo—. Mira a ver si tu teoría coincide con lo que nos envió Kenzou hace un tiempo: ese tipo es ahora un criminal buscado de rango S en Kusagakure.
»Por lo visto, no ha vuelto a ser el mismo desde que ocurrió todo aquél asunto de los hilos de chakra natural —explicó—. Kenzou nos dijo que el muchacho insistía en que soñaba cosas sobre una aldea perdida, de la Cascada, y sobre un País del Río. Que se veía a él al frente. Al principio no eran más que bobadas, pero según Kenzou desde lo que ocurrió en el examen de chuunin el tipo se fue volviendo más y más demente. Lo pillaron intentando comprar a un par de ANBU para exiliarse con él. Kenzou lo confrontó a la salida de la aldea una noche, pero no pudo evitar que se marchase. Dijo que ya no creía que todo fueran sueños. Que hablaba como si esa aldea hubiese existido de verdad.
»Si tu Sharingan no detectó una mentira... es porque quizás no lo era. Quizás era un delirio, quizás se lo creía todo. ¡Oh, por todos los Dioses, Datsue! ¡Estuviste a punto de irte con él! ¿¡No!?
—¡Oh, por todos los Dioses, Datsue! ¡Estuviste a punto de irte con él! ¿¡No!?
Datsue se quedó muy intrigado en una pequeña mancha que había en el techo.
—Ehm… Pues… Fue todo muy rápido, Hanabi-sama. Que Akame estaba muerto; que usted le había matado; que yo era el siguiente… Honestamente, en aquel momento, que antaño hubiese habido un País del Río era la menor de mis preocupaciones, Hanabi-sama —«¡Eso, eso!»—. Pero es cierto, era una de mis teorías, pues me propuso irme con él a refundar Takigakure. Ciertamente, yo no creería a la primera que tan solo es un delirio. Yubiwa me contó cosas muy fuertes de Kenzou. No sé… —dudó—. A estas alturas, prefiero ya no creerme nada.
»La cuestión es, ¿no es demasiada coincidencia que se colase justo en la misma noche que un esbirro de Kurama? ¿Sabría del ataque? ¿Colaborarían de alguna forma? Hay algo más, Hanabi. Yubiwa me citó. Quería que le viese dentro de una semana, en la Villa de las Aguas Termales. En un sitio conocido como El Respiro del Viajero.
»Si acudiese a la reunión… —dejó caer, intentando desviar la atención lo máximo posible de que, sí, en efecto, había estado a punto de irse con él. Pero es que al mismo tiempo, aquella era una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar. ¡Quizá sabía algo del asesino de su Hermano! ¡Del paradero de los Generales, incluso!
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—No, absolutamente no —cortó Hanabi, tajante como el filo de un hacha directo al cuello—. No vas a acudir a ninguna reunión. Hoy vas a aprender lo que es ser sensato, chico. Ya está bien. ¡Ya está bien! —Hanabi parecía realmente enfadado. Con razón—. Te diré lo que vamos a hacer: vamos a contárselo a Kenzou. En una carta. Como signo de buena voluntad.
»Me cago en la puta, Datsue. ¡Le sellaste un Katon a un amejin para que se activase semanas después! ¡Le sellaste una técnica a otra para que se activase meses después! ¿Por qué eres tan bueno en planificación a largo plazo para unas cosas y no para otras?
Suspiró.
—Mira, Datsue —explicó—, tenemos una reunión planificada tanto con Yui como con Kenzou. Una reunión, precisamente, sobre los Generales de Kurama. Yui va a necesitar nuestra ayuda para volver a revertir el sello de Aotsuki Ayame. Está en el bote. Y Kenzou... Kenzou nos va a estar agradecido por entregarle casi en bandeja a su renegado.
»Con esto conseguimos dos cosas: la posible información de la que me hablas y TENER. NUESTRO CULO. A SALVO.
El mandatario se llevó una mano a la frente.
—Piensa un poco, idiota. Si Yubiwa está trabajando con los esbirros de Kurama, y los esbirros de Kurama van detrás de los jinchuuriki, podrías estar dirigiéndote tranquilamente hacia una trampa. ¿¡Es que no lo ves!?
»Esos juicios no son propios de un jounin como tú, Datsue.
Datsue se quedó tieso como un palillo ante el corte tajante de Hanabi. No quería oír hablar de acudir a ninguna reunión, ni de arriesgar el pellejo enfrentándose a Yubiwa. Y luego, luego tuvo que aguantar el chaparrón de agua fría con estoicismo. Se merecía aquella bronca, claro que se la merecía. Probablemente se merecía mucho más, así que en realidad tenía que estar agradecido. Y sí, él también se preguntaba por qué planificaba tanto para unas cosas y no para otras.
Seguramente, la respuesta era que, en realidad, siempre estaba improvisando. Y por eso le iba siempre tan mal.
—Esos juicios no son propios de un jounin como tú, Datsue.
—Yo… mi idea era ir con refuerzos. —se excusó, abatido. Un momento… ¡Un momento!—. ¿J-jounin, señor? —¿Había sido un desliz? ¿Un gazapo? ¿O…?—. Si va a avisar a Kenzou… dígale que tengan cuidado con Juro. Según me habló Yubiwa, él era su próximo objetivo. O uno de sus próximos objetivos, al menos —recordó. ¿Cómo había dicho Yubiwa? Ah, sí: cabo suelto. Y le había asegurado que estaría con él.
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—Lo haré, Datsue-kun. Y tendré en cuenta cualquier otra sugerencia tuya, pero evidentemente no vamos a arriesgar tu vida para pillar a ese hijo de puta cuando hay alguien que le tiene muchas más ganas que nosotros —dijo. Entonces hubo un silencio tenso. Había un tema que había esquivado, aunque ambos lo sabían. La mirada clavada en Datsue, Hanabi dio una cabezada hacia la derecha. Hacia la mesita de noche. Allí, descansaba una placa dorada. Una placa dorada algo sucia y que había perdido el brillo.
»Es la placa de jounin de Akame —dijo, sonriendo de forma triste—. Quiero que te la quedes tú. Que la vistas. Y que nos hagas orgullosos de ti a ambos.
»Quien sabe, quizás se te pegue algo de profesionalidad.