Desafortunadamente, la mujer tenía razón. Los ninjas eran herramientas de quien les pague. Si el objetivo de una misión era bueno o malo, no importaba al shinobi, siempre que la cumpliera. Ranko apretó los puños cuando los ninjas saltaron tras del hombre rubio, pero no les detuvo. ¿Y si era cierto? ¿Y si perseguían a un villano? Sería entonces su culpa si lograra escapar.

Ranko miró a Nao en cuanto los ninjas se hubiesen puesto en veloz marcha.

—L-lo siento, Akamatsu-san. Tengo cierto… sentido del deber a veces y… no puedo quitarme la vocecita de "hazlo correcto". N-no quisiera arrastrarle a cualquier decisión que yo tome... —Ranko suspiró, con aires de derrota, y miró al pintor a los ojos. Luego dirigió la mirada hacia la dirección que habían tomado. Se mordió el labio. Tenían que actuar rápido —. S-si ninguno nos dice razones, tendremos que averiguarlas nosotros mismos. ¿Qué tan bien se le da rastrear y perseguir?

Esperaba poder comunicar sus intenciones: si no podía detener a uno ni a los otros, iría tras ellos a como pudiese. Si Nao accedía a seguirles, claro está.

Si por Nao fuese, dejaría el asunto ahí zanjado. Pero Ranko parecía no querer dejar a alguien a la deriva. «Será eso a lo que llaman ser un justiciero.» Aunque el plan no le parecía irrazonable. Espiar a los involucrados para sacar el veredicto era la decisión más prudente en ese momento, y se aseguraban así de no meter la pata al ponerse del lado equivocado de la ley. No todo era blanco y negro.

—¿Rastrear?, bien hasta cierto punto. ¿Perseguir? Creo que tendremos un pequeño inconveniente ahí... — Afirmó sin más. No era ni sigiloso, mucho menos rápido, auqnue tenía sus trucos. —tengo una técnica para seguirlos y recabar datos, pero el único problema es que a la hora de recibir la información, quizá sea demasiado tarde. Eso, o podríamos seguirlos desde una posición donde no nos vean venir. Espero que el otro tipo halla logrado ganar una distancia considerable, aunque dudo que un caballo pueda correr tan rápido en este jungla tan espesa — Se sacó el pincel de la boca y se tiró de sentón al piso.

—Al final, creo que si podré mostrarle mi "arte" — Sonrió mientras sacaba un pergamino y empezaba a dibujar.

No loe tomó mucho tiempo, y con gran velocidad dibujó un pájaro, siendo que tras apartar el pincel y agitar la el papel una enorme ave salió volando del dibujo y se posó justo al lado de su creador. Nao se puso en pie, y se subió a la espalda del misterioso animal, para luego tender la mano a manera de invitación a la kunoichi.

—¿Viene? — Sonrió. —Los seguiremos desde dónde menos se lo esperan — Afianzó su mirada.

Ranko sonrió cuando Nao se dispuso a rastrearlos. Sin embargo, justo antes de que la kunoichi arrancara a saltos tras los ninjas y el jinete, Nao se sentó.

—Ahm... ¿A-Akamatsu-san? ¿Qué...? ¿Su arte...?

Sin embargo, unos instantes después, un gran ave salió del pergamino donde él dibujaba. Ranko no pudo evitar soltar un "wooah" al verlo aletear. Una enorme sonrisa apareció en su rostro.

—¡E-es un arte asombroso! No sé por qué duda de llamarse artista —dijo la castaña. El chico le invitó a subirse al animal. Lo dudó por un instante, pues Ranko era una luchadora terrestre. ¿Cómo se sentiría volar en una bestia? Asintió y, asistiendose de la mano de Nao, se montó en el ave en un movimiento. Se sentía extraño apenas estar sobre ella —. Adelante.

Nao ayudó a la kunoichi a subirse mientras sonreía de manera enigmática, y de inmediato el ave extendió sus vastas alas para aletear y levantarse del suelo. Tal vez era un dibujo, pero se comportaba como uno completamente real.

—Sujétese, será algo movido— Advirtió.

Tomaron altura, y el ave empezó a volar hasta las copas de los árboles sorteando a gran velocidad las grandes ramas que ocasionalmente podían llegar a cruzarse en su camino. Y aún así, ciertamente iban algo más rápido que si se hubieran dedicado a saltar y correr por el suelo. Para Nao era mucho más practico.

— Creo que podremos alcanzarlos pronto si continuamos a esta velocidad; pero no debemos acercarnos demasiado para que no se percaten de que los estamos siguiendo. Nuestra sombra podría delatarnos si no tenemos cuidado— Dijo mientras se metía de nuevo el pincel a la boca.

Era difícil estar fuera del rango de vista del objetivo cuando ellos necesitaban vigilarlos también. Nao optó por subir aún más alto, aunque sería difícil distinguir las figuras entre el follaje.

—Ahí~ — Su mirada se clavó en lo que parecían ser sombras escurridizas saltando entre la maleza.

A Ranko le parecía una criatura maravillosa. ¿Cómo podía haber creado un ave gigante de un dibujo? ¿Era una especie de sello o invocación? No quiso ser muy metiche y no preguntó al respecto. Nao le indicó que se sujetara, ante lo cual Ranko asintió.

”Espera, ¿que me agarre del pájaro o de él?” pensó, y justo antes de que el pájaro se alzara a gran velocidad, la de la trenza se aferró con la zurda a la cintura del Amejin, y con la diestra al ¿plumaje? del ave.

La Kusajin se tensó al sentirse al vuelo. Era una sensación extraña. Emocionante, sí, pero tan poco familiar que le dio un ligero dejo de miedo. Ella era una criatura de tierra, al fin y al cabo. Nao comentó que tenían que tener cuidado de no ser demasiado evidentes.

—E-entiendo.

Ranko intentó calcular qué tan bajo Nao debía volar para que ella pudiera saltar y caer sobre los enemigos en caso de necesitarlo, pero no era buena con las distancias. Al menos notó las sombras entre los árboles. Su agarre se tensó también cuando el Amejin subió más.

—C-Creo que será muy difícil estimar cuándo intervenir… ¿D-deberíamos bajar un poco si lo… cuando lo alcancen? —Aunque había sido su idea seguirles, Ranko comenzaba a sentir que no lo había pensado bien después de todo. De cualquier manera estaba decidida a no dejar una posible injusticia impune.

La verdad es que en papel la idea era buena, pero ahora mismo en la práctica parecía que ninguno de los dos jóvenes parecía estar totalmente seguro de cómo proceder. «Y por esto es que no me gusta estar en la posición de protagonista. Se supone que el protagonista salta, y resuelve el asunto. Eso definitivamente no es para mí, pero aquí me tienen, con una chica agarrada a mi cintura sin saber exactamente como arreglar este problema... Vaya dilema al que me he metido.» La diferencia radicaba en que a él por fuera, no se le notaba tanto el nerviosismo.

—¿Quiere que le sea sincero? — Se giró con una sonrisa nerviosa a verle. —No tengo ni la menor idea de que estoy haciendo y cómo proceder —. Volvió la vista al frente. —Aquí estoy yo con mi cara bonita fingiendo que puedo detener a unos ninjas renegados cuando en realidad jamás he peleado en mi jodida vida. Creeeeeo, y sólo creo, que quizá es un punto que debí mencionar antes —: Giró el cuello. —De hecho carezco casi en su totalidad de técnicas que puedan ser consideradas ofensivas; no espere nada de ninjutsu elemental de mi parte — Suspiró pesadamente.

Su idea de quedarse como un espectador de la increíble heroína, se fue al polvo en cuanto escuchó la duda de saber cuando debían entrar y cuando no.

—Si esperamos a que lo alcancen, podría ser o no demasiado tarde. Es una apuesta sujeta a posibilidades que no contemplamos. Pero ya de entrada, ellos no están dispuestos a razonar con esa persona. Lo estaban atacando a matar desde un principio. Volvemos al punto del inicio en el que no sabemos quién tiene la razón y ninguno planea decírnoslo — se encogió de hombros.

—¿Jamás ha… peleado? —inquirió Ranko, incrédula. ¿Cómo podría ser eso posible? Nao también era un shinobi, ¿No? Debería de tener algo de entrenamiento, ¿No? Ah, al parecer sus jutsus no eran ni elementales ni ofensivos —. B-bueno… Yo daré los golpes, entonces. Si llega a ser necesario…

Sin embargo, el Amejin tenía toda la razón: habían vuelto al mismo lugar, a la misma encrucijada. Parecía que los ninjas iban en serio contra el hombre. Si esperaban a descubrir qué se traía entre manos uno u otro grupo, sería demasiado tarde para el hombre del caballo, fuese o no inocente. Ranko se mordió el labio. Su mente se llenó de ¿Y si…?, y algo pequeño crujió en su corazón.

—Quiero ayudar, Nao-san, pero… tiene razón. No sé a quién ayudar. No sé quién merece ayuda —Se imaginó en una misión. Si un ninja apareciera a intentar detenerla, ¿No lo consideraría enemigo también? ¿No sería un villano ante ella también? Es lo que ellos estaban por hacer —. Si-siento haberte hecho sacar esta ave. ¡Aunque es hermosa! Creo que… Creo que debería dejarlos ir.

Claro que la voz interna de "¡Un inocente necesita ayuda!" no se calmó, pero las voces de "Un culpable podría quedarse sin castigo" y la de "Estás interfiriendo con otros países, no le des más problemas a Kusagakure" eran igual de fuertes. No es que su espíritu heróico disminuyese, es que su duda era igual de grande.

—Creo que no deberíamos interferir —confirmó con un suspiro —. Lo siento.

El ánimo del amejin desapareció en un abrir y un cerrar de ojos, cambiando de humor con tan sólo unas palabras. Nao se le quedó viendo con una expresión tranquila, pero pese a que no estuviese mostrando ninguna reacción como tal, sus ojos se clavaron firmemente en la chica. El rojo oscuro de su mirada escondía alguna clase de sentimiento. ¿Ira? No. No era eso. Era una mirada desafiante, una mirada que juzgaba afilada.

A él desde un inicio no le había importado realmente lo que sucediera con el sujeto en cuestión, pues estaba consciente de que no sería capaz de enfrentarse a dos shinobi ni aunque quisiera. ¿Entonces que era ese extraño sentimiento de decepción? Quizá, porque de alguna manera esperaba algo de la chica de Kusagakure. Ya no necesariamente porque quería entretenerse viendo como se desarrollaban los hechos, sino porque esperaba que le demostrara algo.

Quizá, y sólo quizá, quería comprobar algo.

—¿Eso es todo? — Espetó. No dijo nada más, no necesitaba decir nada más.

Ranko los había llevado hasta ahí adelante, ¿para qué? ¿Para arrepentirse de su decisión en el último minuto?

«Sí los héroes de los cuentos del abuelo existen, no están aquí...»

La mirada de desaprobación no desapareció en ningún momento, pero en su lugar simplemente apartó la mirada volviendo sus ojos al frente disminuyendo lentamente la velocidad, preparándose para descender. Si eso era lo que ella quería, no la iba a forzar. Y él, sólo, no podía hacer nada más en su condición.

—Qué así sea— Dijo con firmeza, dándole aún la espalda a la chica.

La falta de reacción de Nao le cayó como un martillo a Ranko. Se le hizo un nudo en la garganta y la pena le invadió como hacía mucho que no pasaba.

—S-siento m-mucho la molestia. E-e-es sólo que… Creo que te-temo cometer un error, y… Kusagakure no está en la mejor posición c-como para que u-una de sus genin se meta en problemas c-con otra aldea…

¿Qué había pasado con Ranko decidida? Tal vez estaba de vacaciones y Ranko cautelosa le había sustituido. Tenía tantas ganas de lanzarse de nuevo en persecución, pero algo le decía con cada vez más fuerza que algo saldría mal.

La Kusajin permaneció en silencio en lo que el ave descendía. Se preguntó si aquella decisión (o falta de una) le perseguiría por tanto tiempo como aquél terrorista que se le había escapado en Yachi.

Nao continuó descendiendo lentamente sin voltear a verla. Estaba mucho más molesto de lo que debería, y no estaba esforzándose por ocultarlo en lo absoluto. No quería hacerlo. Pero en su sutileza, mantuvo su actitud fría como la nieve de las montañas en las cuales se crió en su niñez.

—Lo que intenta decirme es que la estabilidad política es una prioridad mayor que la individualidad de una persona. Esa es la resolución—. Comentó a secas. Pudo haber soltado palabras más hirientes, un veneno mucho más cortante como el veredicto del juez al condenado; pero él tampoco estaba en posición de decirle nada, más si se acababan de conocer. No tenía motivos para exigirle nada en absoluto.

El ave finalmente descendió hasta el suelo, y el genin de la lluvia esperó a que la chica bajase, pero sin desvanecer su técnica. Él mismo no se veía en posición de intervenir en una pelea contra dos él solo, y realmente la única razón por la que accedió en primer lugar era por la iniciativa de la kunoichi. «Si ella es tan fuerte como lo aparentan esos músculos seguro que podría pulverizarme sin ningún esfuerzo.» Él no confiaba del todo en sus propias habilidades para manejarlo; no se consideraba un ninja de combate.

Nao esperó, en silencio. Quizá al final tendría que buscar sólo su camino luego de perderse, y al menos igual tenía su técnica para intentar divisar algún camino desde el aire. Eso sí, no tenía un buen sabor de boca en esos momentos.

El tono de Nao le comenzaba a disgustar un poco, pero algo dentro de Ranko le decía que se lo merecía.

—No. No intento decir eso. Yo... quería... No sabemos si e-esa persona es inocente. Imagina que estuvieras en una misión secreta p-para detener a un villano, y te encuentras conmigo en el camino, y... y ese villano me ha engañado y me ha dicho que tú eres el villano. N-no sabemos cómo es la situación con ese hombre y... Y tal vez si atacábamos no habríamos estado haciendo lo correcto. No lo habríamos sino hasta que fuese d-demasiado tarde. Creo.

El ave aterrizó y el Amejin esperó. Ranko lo tomó como su seña para descender. Se bajó de un salto.

—Y no es sólo por Kusagakure. Mi-mientras estemos e-en esta situación, hay amigos a quienes no puedo ver fácilmente. Las cosas no son en blanco y negro.

Le sabía amargo, pero esa última frase le reverberó en la mente por largo tiempo. Ranko le dedicó una reverencia a Nao.

—U-una vez más, me disculpo si desperdicié su tiempo, Akamatsu Nao-san. Realmente me habría gustado ver más d-de su arte.

Algo le decía que Nao no tendría mucho interés en seguir allí. Era todo fruto de su indecisión, y Ranko lo entendía. ¿Estaba contenta por ello? Para nada. ¿Se arrepentía? Bastante. Pero una vocecita le decía que no había hecho nada malo.

"Pero ¿cuántas voces tienes dentro, Ranko?" pensó con un suspiro.

Ella soltó mil y un explicaciones, pero el joven Nao continuó sin reacción alguna. Todas las posibilidades y teorías eran eso, cosas intangibles, escenarios que se maquetaban dentro de la cabeza de la joven y que nunca se sabría como eran, pues nadie estaba dispuesto a desvelar las palabras de lo acontecido. Ella incluso le dio un planteamiento a Nao, pero este no le dió mayor importancia en lo absoluto. A los ojos de Nao, ella se contradecía.

Volteó finalmente a verle, simplemente para dar su última respuesta para dejar clara su postura.

—No creo en el bien y el mal. No creo en las palabras. Ni en lo que ven mis ojos.

El ave nuevamente alzó el vuelo levemente, cuando muy a lo lejos escucharon nuevamente el estruendo de árboles siendo golpeados y cayendo. El joven torció el cuello hacia la fuente del sonido, y apretó un poco el agarre de sus manos. Había estado dispuesto a ir, ya no.

—A mí me hubiese gustado crear más arte; crear una historia... — El ave se elevó entonces. —Adiós, Sagisō-san...— Diría para dirigirse entonces hasta por encima de las copas de los árboles.

«Un final que jamás será conocido.»

Las palabras de Nao seguían sonándole amargas. ¿Era artista hasta en los sinsabores? El Amejin se elevó en su ave mágica una vez más, mientras que se escuchaba algo en la lejanía. Ranko tragó saliva. Supuso que habían atrapado al hombre. ¿Habrían ejecutado a alguien inocente, o habían castigado a alguien malvado? Ranko perdería algunas noches de sueño con esa idea, pero no deseaba conocer la realidad.

"Porque... ¿y si me equivoqué al no hacer nada?"

—Cu-Cuídese, Akamatsu-san.

Ranko se quedó de pie, viéndolos alejarse en el aire. Suspiró pesadamente y apretó los puños. Ella quería ser una heroína. ¿Significaba eso tener que lanzarse a la más mínima posibilidad de salvar a alguien? Su madre le había enseñado que había momentos en los que era mejor detenerse, e incluso retroceder, para pensar. Y Ranko no era demasiado buena pensando, tenía que obligarse a hacerlo. Se mordió el labio inferior.

”Esto pasará de nuevo, ¿verdad? Me encontraré con una situación en la que no pertenezco, me toparé con gente ajena que podría necesitar mi ayuda. Me toparé con gente a quien podría perjudicar si lo intento. ¿Cómo saber cuál es el paso correcto? ¿Cómo saber qué camino tomar? ¿Cómo saber cuándo pongo un pie en el sitio equivocado?”

—Siempre eres una tonta, Ranko. —Se dijo.

Lo último que se escuchó, antes de que la chica de la trenza emprendiera una decepcionante caminata de regreso, fue el estruendo de una potente patada liberando su frustración contra el tronco de un árbol.