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Riko se había acercado casi al punto de chocar frente con frente con Jin, había llegado el punto en el que no pensaba soportarle ni una tontería de las suyas más, bastante habían hecho los tres para intentar sacarle a él de allí, por que sí, estaban trabajando para salir ellos, pero también para que saliera él.
Cuando terminó de hablar, vio como, sin mediar palabra, el amenio cargaba el puño izquierdo dispuesto a propinarle un puñetazo, y efectivamente, el puño zurdo de Jin se lanzó a toda su velocidad contra la boca del peliblanco que, echándose hacia un lado pudo esquivar fácilmente el golpe lanzando de inmediato un rodillazo a la altura del estómago para terminar con un puñetazo con su diestra al rostro del muchacho.
—¡¿Cómo te atreves a decirme que estás diciendo la verdad?! ¡Tan verdad como que iba a ayudarme a buscar a Jin cuando rescatáramos a Ayame, ¿no?! ¡¿Cómo te atreves a exigirme ayuda cuando tu no has movido el dedo por mi ni una sola maldita vez?! ¿Sabes quien me ayudo cuando estaba solo, indefenso, y tirado en el suelo suplicando, sin fuerzas para gritar por ayuda? No fuiste tú. ¡No fue nadie! Salisteis corriendo tras las chica con miedo a la oscuridad que YA había encontrado la luz. ¿Sabes quien me ayudo a buscar a mi padre después de que dos personas prometieran hacerlo después de que yo les ayudara a ellos? ¡TAMPOCO FUISTE TÚ! ¡NO FUE ¡NADIE! ¡NADIE! ¡Y NADIE! No os debo nada, a ninguno de vosotros, pero sobretodo no te debo nada a ti, Riko. Tus palabras no valen una puta mierda. Deseo con todas mis fuerzas que te pudras en esta jodida mansión infernal
Riko se rió desde su posición, no se podía terminar de creer que, después de todo, fuera tan egoísta, aunque ya se hubiera hecho una idea, no dejaba de sorprenderle.
— ¿Sabes qué te digo? Estás loco y no tienes cura. Somos cuatro en esta situación y el único que no ha hecho nada por nadie has sido tú, sí, ayudaste a sacar a Ayame cuando estaba encerrada, pero únicamente para tu propio beneficio después, así que no vengas dando clases de moral, porque no eres el más indicado. — Cada vez se encendía más y más. — No eres más que un sucio cobarde. ¿Y sabes? Si yo me pudro en esta jodida mansión infernal, tú también lo harás, así que piensa un poco si te quieres suicidar, idiota.
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10/05/2018, 00:22
(Última modificación: 10/05/2018, 00:25 por Uzumaki Eri.)
— ¡JA, JA, JA, JA, JA!
Aquella risa resonó en toda la habitación.
En un abrir y cerrar de ojos, justo sentado en la escalera con las piernas cruzadas y las manos sobre el estómago ensangrentado, estaba El Ahorcado.
— Todos sois iguales... Egoístas, manipulativos, incapaces de pensar en otra persona más allá de vosotros mismos, por mucho que aparentéis —comenzó el hombre, limpiándose las falsas lágrimas que salían de sus brillantes ojos — . Lástima que en su momento yo también confiase en mis amigos tanto que me apuñalaron en la espalda.
» Yo vine aquí, con tres personas más, dos chicos y una chica; sí, venimos a investigar y al final acabé siendo asesinado por quienes consideraba mis amigos... Pero logré hacer lo que nadie pudo: ligar mi vida a la de esta casa.
Sonrió de lado y se pasó una mano sus grasientos cabellos, revolviéndolos. Con tranquilidad deshizo su cruce de piernas y se levantó, apoyándose en la barandilla de la casa ligeramente.
— Ellos murieron junto a mí, justo ahí, donde estáis parados. Pero no de forma agradable que digamos... Sus gritos todavía resuenan en las paredes de la casa, los recuerdo como si fuese ayer mismo... —hizo una breve pausa solo para acompañarla de una sonora carcajada — . También recuerdo cuando vinieron aquí, ah, sí, vosotros también los escuchásteis, ¿no? Fue una bonita treta para meteros aquí.
Suspiró mientras sonreía, parecía satisfecho con aquel teatro.
— No sois los primeros, creedme, han habido más, y nadie ha sobrevivido, nadie, por eso no me canso de ver el egoísmo de la humanidad. Crueles criaturas sedientas de poder, incapaces de pensar en nada más que en su propio trasero —escupió, aquella vez con rencor — . Pero vosotros me caéis bien, no sé, me da la sensación de que habéis llegado más lejos que ningún grupo...
» Por eso os daré otra oportunidad.
Bajó los peldaños de las escaleras que le separaban del piso bajo y se perdió hacia la puerta tras la escalinata.
---- Podréis salir de aquí, con vida, si acabáis con la vida de él.
Y de las sombras de detrás de las escaleras, cogido por la camisa por El Ahorcado, salió la figura del falso Jin, agazapada e intranquila, pero sin mediar palabra.
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El aire fue lo único que golpe. Después dolor, en el estómago, justo después de haber comido. Luego en el rostro. Justo donde yo había querido golpear. Caí al suelo de rodillas agarrándome el estómago. Para luego escuchar su estúpida risa.
— ¿Sabes qué te digo? Estás loco y no tienes cura. Somos cuatro en esta situación y el único que no ha hecho nada por nadie has sido tú, sí, ayudaste a sacar a Ayame cuando estaba encerrada, pero únicamente para tu propio beneficio después, así que no vengas dando clases de moral, porque no eres el más indicado. No eres más que un sucio cobarde. ¿Y sabes? Si yo me pudro en esta jodida mansión infernal, tú también lo harás, así que piensa un poco si te quieres suicidar, idiota.
Entonces fui yo el que comenzó a reírse. Después de limpiarme el hilillo de sangre que salía de mi boca y de mi nariz, me reí como el demente que Riko había descrito. Cada segundo que pasaba, con cada palabra que rico decía, tenia menos ganas de cooperar. Ninguna al final de su discurso.
Con una sonrisa en la cara lo miré para hablar, desde el suelo todavía.
—¿Qué estoy loco? La locura no existe, cada cual ve la realidad frente a sus ojos como le da la gana, y cuando alguien no es capaz de comprender la forma en la que otros ven el mundo, los tacha de locos. ¿Qué soy un cobarde? Lo soy ¿Cuál es el problema? No me importa una mierda lo que pienses sobre mí, porque tus palabras no valen una mierda y no valdrán una mierda. ¿Qué para que tú te pudras aquí dentro me tengo que pudrir yo también? No veo el problema, merecerá la pena.
Pero alguien mas se rió. Alguien que no era ninguno de los que estábamos allí. La voz de aquel que me había salvado varias veces.
—¡JA, JA, JA, JA, JA!
La risa resonó por toda la habitación. Por toda la casa habría jurado. Como si la misma se estuviera riendo. Y entonces él apareció, frente a todos, sentado en la escalera como si estuviera contemplando una telenovela de esas que tanto le gustaban a Yoru. Y no podía culparle.
—Todos sois iguales... Egoístas, manipulativos, incapaces de pensar en otra persona más allá de vosotros mismos, por mucho que aparentéis. Lástima que en su momento yo también confiase en mis amigos tanto que me apuñalaron en la espalda.
¿Egoista? Tal vez, como bien había dicho él ¿Por qué me iban a importar unas personas que podían apuñalarme por la espalda? ¿Pero era egoísta querer salvar la vida de mi padre? ¿Era egoísta intentar averiguar si estaba dejando tirado a mi padre en una casa como esa?
La cosa era muy simple: Cuando salvas a alguien estas dejando de salvar a otra persona. Y si tenia que elegir. La sangre es la sangre, por encima de cualquier cosa. Pero vamos, entre Riko y cualquiera, no había duda.
»Yo vine aquí, con tres personas más, dos chicos y una chica; sí, venimos a investigar y al final acabé siendo asesinado por quienes consideraba mis amigos... Pero logré hacer lo que nadie pudo: ligar mi vida a la de esta casa. Ellos murieron junto a mí, justo ahí, donde estáis parados. Pero no de forma agradable que digamos... Sus gritos todavía resuenan en las paredes de la casa, los recuerdo como si fuese ayer mismo... También recuerdo cuando vinieron aquí, ah, sí, vosotros también los escuchásteis, ¿no? Fue una bonita treta para meteros aquí.
¿Y al final quien había tenido razón desde el principio? Reiji. Lo pensé, lo pensé pero no dije nada. Si nos hubiéramos quedado fuera desde un principio, a pelear, como había dicho yo… no estaríamos en esta situación tan desagradable, por que al final, aquellos pasos, aquellos gritos, aquella arma. Era todo mentira.
—No sois los primeros, creedme, han habido más, y nadie ha sobrevivido, nadie, por eso no me canso de ver el egoísmo de la humanidad. Crueles criaturas sedientas de poder, incapaces de pensar en nada más que en su propio trasero. Pero vosotros me caéis bien, no sé, me da la sensación de que habéis llegado más lejos que ningún grupo...
»Por eso os daré otra oportunidad.
Entonces el hombre fue en busca de algo. Y cuando volvió…
----Podréis salir de aquí, con vida, si acabáis con la vida de él.
La persona a la que había arrastrado, lo que había ido a buscar, no era ni mas ni menos que el otro Jin. No, pensé para mis adentros una y otra vez. NO, NO Y NO. Aquello no podía estar sucediéndose de aquella manera. No podía estar pidiéndome que matara a la viva imagen de mí mismo. En cuanto lo había visto ya estaba en pie de nuevo.
—!NO!
Era igual que yo. En todos los sentidos, en todos los aspectos. Pero podía ser una treta. La casa podía haberlo rejuvenecido con algún tipo de truco o hechizo. Como lo de inundar la cocina con barro para que luego estuviera intacta, o lo de controlar a Juro. Corrí hacia donde estaba el falso Jin y me puse entre él y los demás. No pensaba permitirles que lo mataran.
—¿Eres tu padre? Si eres tu respóndeme… ¿Cuál es el verdadero color de pelo de mama?
Era una pregunta simple, pero con trampa. Solo mi padre, mi hermana y yo sabíamos la respuesta. Por que el color de pelo de mi madre tenia un pequeño secreto familiar. Pero aún así, incluso si no lo sabía, incluso si no era mi padre…
—No voy a permitirlo. Incluso si no es mi padre, incluso si ha usado mi aspecto, no voy a dejar que lo matéis. Por encima de mi cadáver. Tendréis que matarme a mi primero.
¿Matar a una persona inocente para salvar el pellejo de Juro o Riko? Jamás. Había gente en esa sala que había cometido actos peores que disfrazarse de mí, si es que eso era un disfraz. Juro, por ejemplo, había intentado matarme. Y Riko… Bueno, aquella era una decisión imparcial. A él simplemente lo odiaba con todo mi ser.
Y allí pensaba quedarme, plantado entre Jin y los otros tres. Sin quitarle la vista a ninguno de los cuatro, por que tampoco terminaba de confiar en Jin, pero esa no era razón suficiente para matarle.
No iba a permitirlo. Iba a defenderme con uñas y dientes si era necesario.
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Tal y como el peliblanco había dicho, aquel muchacho estaba loco, no tenía otra explicación, y su propia risa en una situación como aquella no hacía otra cosa que confirmar sus palabras, no tenía remedio.
—¿Qué estoy loco? La locura no existe, cada cual ve la realidad frente a sus ojos como le da la gana, y cuando alguien no es capaz de comprender la forma en la que otros ven el mundo, los tacha de locos. ¿Qué soy un cobarde? Lo soy ¿Cuál es el problema? No me importa una mierda lo que pienses sobre mí, porque tus palabras no valen una mierda y no valdrán una mierda. ¿Qué para que tú te pudras aquí dentro me tengo que pudrir yo también? No veo el problema, merecerá la pena.
En ese instante Riko agradeció no haber recibido él un arma por parte de la casa, porque estaba seguro que se la habría hundido en el cuello a aquel majadero, o al menos, habría esperado a salir de allí para hacerlo.
—¡JA, JA, JA, JA, JA!
Ni si quiera la estruendosa risa lo sacó de su estado, miraba a Jin con todo el odio del mundo, no le entraaba en la cabeza que una persona con un mínimo de sentido común actuara como él lo hacía.
—Todos sois iguales... Egoístas, manipulativos, incapaces de pensar en otra persona más allá de vosotros mismos, por mucho que aparentéis. Lástima que en su momento yo también confiase en mis amigos tanto que me apuñalaron en la espalda.
Allí estaba, riéndose de ellos un muerto, riéndose de ellos por culpa de que un solo integrante del grupo había preferido no colaborar desde el primer momento, había preferido escudarse en su egoísmo y en pensar que todos estaban contra él cuando no era así.
»Yo vine aquí, con tres personas más, dos chicos y una chica; sí, venimos a investigar y al final acabé siendo asesinado por quienes consideraba mis amigos... Pero logré hacer lo que nadie pudo: ligar mi vida a la de esta casa. Ellos murieron junto a mí, justo ahí, donde estáis parados. Pero no de forma agradable que digamos... Sus gritos todavía resuenan en las paredes de la casa, los recuerdo como si fuese ayer mismo... También recuerdo cuando vinieron aquí, ah, sí, vosotros también los escuchásteis, ¿no? Fue una bonita treta para meteros aquí.
Y ahí estaba loo único en lo que el amenio pudo haber tenido razón, en no entrar en lla casa desde el primer momento pero, sin saber si los que estaban fuera eran enemigos, estaban armados y demás información vital, había hecho lo correcto refugiándose allí.
—No sois los primeros, creedme, han habido más, y nadie ha sobrevivido, nadie, por eso no me canso de ver el egoísmo de la humanidad. Crueles criaturas sedientas de poder, incapaces de pensar en nada más que en su propio trasero. Pero vosotros me caéis bien, no sé, me da la sensación de que habéis llegado más lejos que ningún grupo... Por eso os daré otra oportunidad. Podréis salir de aquí, con vida, si acabáis con la vida de él.
Riko observó la escena, de detrás de las escaleras, El Ahorcado sacó al falso Jin, al mejor Jin de todos los presentes, y lo único que tenían que hacer para salir de allí era acabar con su vida.
—!NO!
Tal y como pensaba, otra cosa más en la que no iba a colaborar, sin duda, era idiota, y más aún cuando trató de confirmar que era su padre preguntándole por el color de pelo de su madre.
— Está bien, se acabó, no vamos a aguantar más sandeces. — Se acercó a Ayame quedando frente a ella, con una mirada seria. — Déjame el kunai, Ayame, yo lo hago, de aquí salimos los cuatro.
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11/05/2018, 01:48
(Última modificación: 11/05/2018, 09:20 por Aotsuki Ayame.)
El tiempo se les acababa, la casa parecía retorcerse sobre sí misma como si en cualquier momento fuera a desplomarse sobre el grupo para atraparlos para siempre entre sus cimientos malditos...
Y, mientras tanto, incapaces de sobrellevar por más tiempo aquélla discordia, Riko y Jin se habían enzarzado en una pelea a base de patadas y puñetazos.
—¡¡¡PARAD!!! ¡¡¡PARAD!!! —suplicaba Ayame, odiándose por ser tan cobarde como para no atreverse a intervenir para separarlos ni aún contando con la ayuda de su preciado kunai.
Y fue entonces cuando escuchó aquella carcajada que parecía reverberar por todas las paredes de la casa y le conseguía poner todos los pelos de punta.
—¡JA, JA, JA, JA, JA!
Y allí estaba, sentado en las escaleras, riéndose a mandíbula batiente mientras se sujetaba el estómago. El Ahorcado les observaba.
—Todos sois iguales... Egoístas, manipulativos, incapaces de pensar en otra persona más allá de vosotros mismos, por mucho que aparentéis —habló el hombre, limpiándose las lágrimas que salían de sus brillantes ojos—. Lástima que en su momento yo también confiase en mis amigos tanto que me apuñalaron en la espalda.
»Yo vine aquí, con tres personas más, dos chicos y una chica; sí, venimos a investigar y al final acabé siendo asesinado por quienes consideraba mis amigos... Pero logré hacer lo que nadie pudo: ligar mi vida a la de esta casa.
«¿Ligar su vida a la de la casa...?» Meditaba la temblorosa Ayame. ¿Acaso eso era posible? ¿Y eso quería decir que... si la casa dejaba de existir... él también lo haría?
El Ahorcado esbozó una media sonrisa y revolvió sus cabellos al mismo tiempo que se reincorporaba y se apoyaba en la barandilla de las escaleras. Y siguió hablando. Habló de cómo les había engañado para hacerles entrar en la casa como si no fueran más que ratones siendo atraídos a una trampa mortal. Habló de que había habido más, muchos más antes que ellos, y que nadie había conseguido sobrevivir a aquella locura sin sentido. Y habló de que les daría otra oportunidad...
De debajo de las escaleras arrastró a una silueta hacia la luz. La silueta de Jin. Del falso Jin.
—Podréis salir de aquí, con vida, si acabáis con la vida de él.
Ayame ahogó una exclamación y se tapó la boca. Miraba al falso Jin mientras el verdadero trataba de sacarle una información inútil, aún creyendo estúpidamente que se trataba de su padre. Hasta el momento Ayame había creído que el falso Jin era en realidad una treta de El Ahorcado, transformándose para engañarlos. Pero acababa de quedar a la vista que se trataba de otra persona diferente.
Sin embargo aún quedaban muchos interrogantes... Y no tenían tiempo para resolverlos.
Y el verdadero Jin no tardó en interponerse entre los dos extremos.
—No voy a permitirlo. Incluso si no es mi padre, incluso si ha usado mi aspecto, no voy a dejar que lo matéis. Por encima de mi cadáver. Tendréis que matarme a mi primero.
—Está bien, se acabó, no vamos a aguantar más sandeces —habló Riko, acercándose a la aterrorizada y confundida Ayame. Estaba terriblemente serio, y la muchacha sjpo lo que le iba a pedir antes incluso de que abriera la boca—. Déjame el kunai, Ayame, yo lo hago, de aquí salimos los cuatro.
Ella retrocedió un par de pasos, escondiendo el kunai detrás de su espalda.
—Es... Espera, Riko-san... —balbuceó, con la garganta terriblemente seca pero los ojos irónicamente húmedos—. Yo... yo tampoco me creo toda esa patraña de que ese Jin sea el padre de Jin-san, pero... pero... —dirigió una mirada nerviosa al condenado, como si intentará ver más allá de él—. Él... él es... una persona... Si lo matamos sólo le estaremos dando la razón a El Ahorcado en que sólo pensamos en nosotros mismos... Tiene... Tiene... Tiene que haber otra manera... Juntemos las piezas... ¡Intentémoslo! ¡Ese era el trato para salir de aquí! —sollozó.
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Todo se empezó a descontrolar. Juro supo que sus palabras no harían mella en Jin. Sin embargo, Riko fue el que salió a defenderle a él y a los demás.
« No tienes porque... él me odia a mí... » — pensó Juro, entristecido. Jin había empezado a odiar a Riko también — quizá por el hecho de que estuviese de su bando en ese momento —, pero ahora era seguro. Solo quedaba Ayame.
Ambos empezaron a insultarse y a gritarse cosas, y Juro no supo que hacer. No podía intervenir en algo así. Se quedó agazapado, como Ayame, a la espera de que el conflicto llegase a su fin. Quizá fuese un acto de cobardía, o un acto inteligente, viendo el aprecio que le tenía Jin.
Pero entonces, una risa se unió a la fiesta, y se llevó la parte protagonista.
—¡JA, JA, JA, JA, JA!
En la escalera, había un hombre. Era el ahorcado.
—Todos sois iguales... Egoístas, manipulativos, incapaces de pensar en otra persona más allá de vosotros mismos, por mucho que aparentéis.Lástima que en su momento yo también confiase en mis amigos tanto que me apuñalaron en la espalda.
Juro le observó, intranquilo. Empezó a decirles cosas: que él había sido como ellos cuatro, que había estado en su misma situación. Y que sus compañeros habían fallecido intentando salvarse. Les hablaba como un ser paranormal, desligado de toda humanidad. Ya no recordaba su lado humano.
Sin embargo, parecía que ellos tenían suerte. Le caían bien.
« Pues lo disimulas muy bien, cabrón » — masculló, para sí.
En un abrir y cerrar de ojos, agarrado de su puño, estaba el falso Jin. Aquel ser que no era un humano tampoco — quizá lo hubiese sido antes, pero ahora no.
—Podréis salir de aquí, con vida, si acabáis con la vida de él.
Juro quiso soltar una carcajada. ¿Qué le caían bien? No... eso era mentira también. Ese monstruo solo quería continuar la risa. Era una broma que ya había perdido la gracia. Entonces creyó comprender porque la casa estaba suministrado maiz a Jin ocasionalmente. No quería matarles simplemente. Quería que se mataran entre ellos. Quería ponerlos en contra.
Y ese falso Jin era un detonante, junto a la marioneta, y junto al resto de cosas. Les manipulaba, simplemente.
Jin se puso entre todos, dandole la espalda al falso él. Como si supiese en quien debía confiar.
—No voy a permitirlo. Incluso si no es mi padre, incluso si ha usado mi aspecto, no voy a dejar que lo matéis. Por encima de mi cadáver. Tendréis que matarme a mi primero.
— ¡Jin, sal de ahí! ¡Le estas dando la espalda a la persona equivocada!
Pero era en vano y lo sabía. Él nunca iba a confiar en él. Y Riko había tomado su decisión.
—Está bien, se acabó, no vamos a aguantar más sandeces. Déjame el kunai, Ayame, yo lo hago, de aquí salimos los cuatro.
Ayame sin embargo, retrocedió, y le instó a esperarle. Le dijo que ese falso Jin era una persona, y que por tanto, no podían matarle. También sugirió que era una trampa del ahorcado.
Juro finalmente optó por un bando. Le puso una mano en el hombro a Riko, tanto como precaución como para frenarle, y habló claramente.
— Estoy con Ayame. Esta casa nos ha estado manipulando desde el momento en que hemos entrado. Ha jugado con nosotros y con nuestros recuerdos hasta hartarse. Nada nos asegura que diga la verdad — dijo, con rabia —. Juntemos las piezas.
Juro entonces hurgaría en su bolsillo y trataría de sacar su pieza, si Riko no hacía nada para impedirlo, y si Ayame sacaba la suya. Solo quedaría que Jin estuviese con ellos o no.
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El Ahorcado contemplaba, expectante; la escena que se mostraba ante sus ojos. No dijo nada ante la intromisión de aquel chico, ¿Reiji, era? Sí, bajo el nombre falso de Jin, un caso de extremo desconfianza pues ni si quiera reveló su auténtico nombre a las personas que probablemente iban a ser las últimas que le conociesen con vida.
Soltó al chico que apresaba con su mano y lo dejó caer de rodillas contra el suelo. La verdad es que era el único que había sobrevivido, pues era el único que había mostrado algo de humanidad ante sus compañeros, pero tampoco le dejó marchar, claro, ¿para qué? Nadie le quería.
Por ello, cuando Reiji lanzó aquella desesperada pregunta, el falso Jin levantó la cabeza y la ladeo, tristemente, adoptando otra apariencia poco a poco.
Resultó ser un chico de cabellos rubios, con algún que otro mechón castaño. Seguramente de su edad, aunque no sabían decir puesto que parecía que en aquella casa no pasaban los años, ni las horas, ni nada. Tenía la ropa hecha unos harapos, y el rostro, que parecía ser bastante mono; lleno de hollín y manchas de suciedad.
— Lo siento, no soy quien estás buscando.
Y El Ahorcado lanzó otra risotada.
— Venga, chicos, se os acaba el tiempo...
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La cosa se estaba escapando de las manos. De las manos de todos. Pese a todo, y aunque me pesaba reconocerlo, mi mente no había servido para nada. Perturbada por la situación aterradora y todos esos momentos en los que la adicción al maíz se había superpuesto a todo raciocinio, al final, todo el conocimiento no había servido para absolutamente a nada. Si acaso, para condenar a aquel pobre desgraciado de Jin.
Si yo estaba loco, Riko lo estaba bastante más, aunque claro, era mi punto de vista. Pero se había vuelto hacia Ayame, y le había exigido el Kunai. Juro y ella se habían posicionado en contra de la idea de asesinar a Jin, pero claro, si me había golpeado a mí, seguro que golpeaba a Ayame para quitarle el cuchillo. “Por el bien de todos” diría después. Pero yo no pensaba permitirlo.
—Si quieres matar a Jin, Riko, tendrás que matarme a mi primero
No era una amenaza, ni una advertencia, era examente lo que pensaba hacer. Defenderlo. Y aunque se había transformado en un chico de cabellos rubios y castaños, con ropas desaliñadas y sucias, como rostro. Pero nosotros también estábamos sucios, al menos yo, llenos de polvo y cansados.
—Lo siento, no soy quien estás buscando.
—No importa, no permitiera que el desalmado de Riko te asesine, no tienes la culpa de que estemos aquí encerrados, es nuestra por dejarnos engañar
Entonces El Ahorcado se rio de nuevo.
—Venga, chicos, se os acaba el tiempo...
—Espera, te propongo un trato. —Trague saliva, tal vez aquellas eran mis ultimas palabras, y me costó un segundo decirlas, pero visto lo visto, era mejor así. —Su vida. —Dije señalando al muchacho rubio con la mirada. —Por la mía.— Volví a tragar saliva, parecia que las palabras no querian salir a fuera. — Total, dos de ellos ya me quieren muerto, y pensaba morir antes que dejar que lo mataran, para que mueran varios, mejor que sea solo uno. Y… —Dije todo eso mirando a El Ahorcado. —En caso de que aceptes, me gustaría pedirte una ultima voluntad, si es posible, aunque en privado, entre tu y yo nada más.
Al menos, que morir no sirviera solo para salvar a alguien.
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—Es... Espera, Riko-san... Yo... yo tampoco me creo toda esa patraña de que ese Jin sea el padre de Jin-san, pero... pero... Él... él es... una persona... Si lo matamos sólo le estaremos dando la razón a El Ahorcado en que sólo pensamos en nosotros mismos... Tiene... Tiene... Tiene que haber otra manera... Juntemos las piezas... ¡Intentémoslo! ¡Ese era el trato para salir de aquí!
Ayame se había alejado un par de pasos de él, dejando claro que prefería no tener que matar a nadie, cosa que Riko respetaba.
— Estoy con Ayame. Esta casa nos ha estado manipulando desde el momento en que hemos entrado. Ha jugado con nosotros y con nuestros recuerdos hasta hartarse. Nada nos asegura que diga la verdad. Juntemos las piezas.
Y como Ayame, Juro también se posicionó en contra de matar a nadie, por lo que Riko se relajó, no haría nada que el grupo entero no estuviera de acuerdo, y por grupo entero contaba con Ayame, Juro y él, lo que opinara Jin a esas altura le era indiferente.
—Si quieres matar a Jin, Riko, tendrás que matarme a mi primero
Ni si quiera le respondió, simplemente se alejó de Ayame y sacó su pieza, mirándola.
—Venga, chicos, se os acaba el tiempo...
Y entonces, de nuevo, Jin y sus tonterías.
— ¿Pero que cojones te pasa? ¿Quieres venir de una vez? Juntamos la piezas, nos vamos y él no muere. — Dijo señalando al rubio que antes había sido Jin. — Si no ha muerto hasta ahora, no va a morir porque nos vayamos, piensa un poco antes de sugerir idioteces.
Cada vez que Jin abría la boca y proponía hacer algo no era si no para algo que no valiera de nada, o al menos, no para que pudieran salir de allí.
— Vamos chicos, juntemos las piezas. — Diría dirigiéndose a todos, ofreciendo la suya para que se acoplaran las del resto.
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13/05/2018, 12:07
(Última modificación: 13/05/2018, 12:13 por Uzumaki Eri.)
El Ahorcado ensanchó su diabólica sonrisa al escuchar las deliciosas palabras de Reiji, deliciosas porque le transmitieron esa dulzura que necesitaba, sí, la desesperación, pero no una desesperación por su vida, no, por la de otro, eso sí que era un acto de altruismo puro y duro, teniendo en cuenta que...
— ¿De qué me vale tu vida, si has desperdiciado desde el primer momento la de tus compañeros? —mencionó el hombre, llevándose una de sus sucias manos al mentón, pensativo, aunque no necesitase pensar nada.
El Falso Jin le dedicó una mirada de soslayo, vacilante. Parecía no creerse lo que acababa de suceder.
— Bueno, bueno, veamos...
El hombre se paseó por su sitio, y decidió acercarse lentamente a Reiji, ojeándole de arriba a abajo. Le echó una mirada suspicaz a todos sus compañeros, incluido al chico que acababa de reprocharle que juntasen las piezas y saliesen de allí. Sin duda era lo más lógico, pero, ¿a quién le gustaban las cosas lógicas? Desde luego, eso era muy aburrido.
— Verás —empezó, balanceando su cabeza lentamente— , no soy un hombre justo, porque la vida no lo fue conmigo, así que...
Sin previo aviso, El Ahorcado sacó un kunai que se clavó en su pecho, obligando a Reiji a llevarse ambas manos al lugar atacado para intentar detener la hemorragia de forma inútil. Le dolía, claro que le dolía, y sentía como poco a poco perdía más fuerzas que por el maíz.
— Además, yo soy el que manda aquí, y nadie me da órdenes.
Tomó del lugar donde ocultaba la parte de su llave y se la lanzó al Falso Jin.
— Me habéis aburrido, pero ahí tenéis vuestra recompensa —musitó, levantando ambas manos a los lados de su cuerpo, señalando claramente que le daba igual — . Podéis iros, ya sabéis dónde está la puerta.
El Falso Jin miró al hombre, atónito, y luego se giró a los tres que miraban la escena.
— ¡Salgamos de aquí! —parecía que su voz sonaba ansiosa, sujetando fuertemente su pieza mientras tiritaba de la emoción y del miedo que sentía— . T-tomad mi parte...
El Ahorcado se sentó al lado de Reiji mientras le miraba agonizar, y le dio dos palmaditas en la espalda.
— No te preocupes, en cuanto mueras vivirás aquí conmigo —le comentó, con una sonrisa — . Por cierto, tenéis cinco minutos para salir, si no, todos me haréis compañía por el resto de vuestras vidas...
Y sonrió, esta vez de manera mucho más tétrica, ensanchando su sonrisa más de lo normal.
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13/05/2018, 12:32
(Última modificación: 13/05/2018, 12:36 por Aotsuki Ayame.)
Y los acontecimientos seguían girando y girando, como un caótico torbellino que cada vez aceleraba más y más.
Ayame asistía, atónita y terriblemente confusa, a una terrible escena. Pese a que Riko y Juro habían accedido a su petición, Jin no sólo se negaba una vez más a colaborar para juntar las piezas que conformaban la llave, sino que...
—Espera, te propongo un trato —dijo, en un intento de negociación. Las palabras tardaron varios segundos en salir de su garganta, como si se hubiesen quedado atoradas en ella y estuviesen formando un nudo difícil de deshacer. Pero, al final, señaló al muchacho de cabellos rubios, al falso Jin—: Su vida. Por la mía.
—¡¿Pero qué estás diciendo?! —exclamó Ayame, incapaz de contenerse—. ¡JIN-SAN, JUNTEMOS LAS PIEZAS Y SALGAMOS DE AQUÍ!
Pero Jin parecía haber enloquecido definitivamente, y no iba a escucharla de ninguna manera. De hecho, en ningún momento se volvió para mirarlos, sus ojos se habían concentrado exclusivamente en El Ahorcado:
—Total, dos de ellos ya me quieren muerto, y pensaba morir antes que dejar que lo mataran, para que mueran varios, mejor que sea solo uno. Y… En caso de que aceptes, me gustaría pedirte una ultima voluntad, si es posible, aunque en privado, entre tu y yo nada más.
Ayame no podía creer lo que estaba escuchando. Simplemente, no podía creerlo. Pero aún quedaba la posibilidad de que El Ahorcado volviera a reírse de ellos y se negara. Aún quedaba la posibilidad de que...
Pero El Ahorcado ensanchó aún más su escalofriante sonrisa.
—¿De qué me vale tu vida, si has desperdiciado desde el primer momento la de tus compañeros?
«Eso es... ¡No le dejes hacerlo!» Pensó Ayame, conteniendo la respiración y el corazón galopante en su pecho.
—Bueno, bueno, veamos... —continuó hablando, mientras se paseaba por la estancia acercándose a Reiji con la lentitud de un depredador al acecho. Le miró de arriba a abajo, evaluándole, quizás. Y entonces miró al resto del grupo—. Verás, no soy un hombre justo, porque la vida no lo fue conmigo, así que...
El Ahorcado sacó un kunai. Ayame se adelantó alarmada. Pero lo que sucedió a continuación la paralizó en el sitio. El Ahorcado se clavó el kunai en el pecho, pero fue Reiji el que se llevó las manos al suyo, empapándoselas de sangre.
—¡JIN-SAN! —bramó, con los ojos anegados de lágrimas.
No podía dejarle morir. No podía abandonar a un compañero de aldea a la suerte de un loco psicópata.
—Además, yo soy el que manda aquí, y nadie me da órdenes.
El Ahorcado le quitó su parte de la llave a Jin y se la arrojó al falso Jin, que no tardó en cogerla al vuelo.
—Me habéis aburrido, pero ahí tenéis vuestra recompensa —musitó, levantando ambas manos a los lados de su cuerpo en un claro gesto de indiferencia—. Podéis iros, ya sabéis dónde está la puerta.
—No, no, no, no... Jin-san... Jin-san... —balbuceaba Ayame, tratando de avanzar otro paso más pese al terror que sentía y que le agarrotaba las piernas.
«Tengo un kunai... Tengo un kunai, puedo defenderle... Tengo que salvarle.» Pensaba, pero una parte de su mente le recordó lo inútil que sería aquel gesto. El Ahorcado ya estaba muerto. Y ya había demostrado que heridas como esas eran inútiles contra él. ¡Pero tenía que hacer algo!
—¡Salgamos de aquí! —habló el falso Jin, ansioso—. T-tomad mi parte...
—No... ¡No puedo dejarle aquí! ¡Ayudadme a salvarle...! Es de Ame... Él es... —suplicó Ayame, con los ojos fijos en Jin y El Ahorcado, que se había sentado junto a él para esperar su muerte y su compañía eterna, aunque una parte de ella sabía que ya era tarde.
«¡Avanza y corre hacia él, maldita cobarde!»
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13/05/2018, 13:06
(Última modificación: 13/05/2018, 13:16 por Eikyuu Juro.)
Jin parecía ser el cuarto en discordia en aquel extraño grupo. Y frente a la idea de poder escapar los cuatro y juntar las piezas, él propuso otra alternativa.
Su vida. Por la mía.
El silencio se armó durante unos segundos.
« ...¿Qué? »
Juro no pudo creer lo que estaba pasando en esos segundos. Ese chico era una persona, es cierto. Ese chico no merecía morir, eso también era cierto. Pero no estaba vinculado a ellos. Él había creído que no podrían salvarlo. Pero Jin acababa de dar su vida para salvar a otra persona.
¿Eso era lo correcto? ¿Morir para salvar a otro? Quizá fuese un egoista, como decía el ahorcado. Pero no iba a llegar tales extremos por hacerlo.
—¡¿Pero qué estás diciendo?!¡JIN-SAN, JUNTEMOS LAS PIEZAS Y SALGAMOS DE AQUÍ!
Aunque el ahorcado en un primer lugar se burló de sus intenciones, finalmente, tomó una decisión que le heló la sangre. Cogió el arma y se apuñaló así mismo, pero la herida la recibió el chico, sin que ninguno hiciese nada. ¿Tenían que hacerlo? ¿Debería haberse levantado y haber tratado de alcanzarle? ¿Habría llegado? ¿Era su culpa?
— No me jodas... — Tartamudeó. Realmente le había apuñalado. Se moría de verdad.
Y en lugar de él, hizo exactamente lo que le pidió. Le dio la pieza al chico rubio y este corrió hacia ellos, para lograr lo que querían, que era escapar.
Pero aun así, ahora Jin tendría su destino. Vagar eternamente por esa casa, si es que moría ahí.
— ¡¿Por qué diablos lo has hecho?! ¡Te dije mil veces que yo no intenté matarte! ¡Fue la casa! ¡Y ahora le has dejado sin poner resistencia! — exclamó Juro, sintiendo ganas de llorar. Por mucho que odiase a Jin en ese momento, también se sentía responsable. Quizá si se hubiese esforzado más en llevarse bien con él, no hubiera sentido que estaba en su contra. Aunque había pensado que era imposible, quizá...
Ayame, por su parte, parecía en shock, incapaz de hacer nada.
—No... ¡No puedo dejarle aquí! ¡Ayudadme a salvarle...! Es de Ame... Él es...
— Joder. Joder. Joder — ¿Qué hacía? ¿Qué hacía? Si estaba herido tenían que darse prisa, se desangraría. ¿Pero podían detener la hemorragia —. ¡Puede que aún podamos parar la hemorragia! ¡Coged algo para taparla!
Juro le puso una mano en el hombro a Ayame, tratando de darle valor. Él tampoco lo tenía. Quedaban cinco minutos para que todos muriesen, pero no podían dejarle.
Si Riko no decía nada que estuviera en contra, intentaría avanzar hacia Jin, esperando que Ayame también le siguiese. El ahorcado se había apuñalado así mismo, por lo que no sabía si habría una herida real o no. Todo era tan jodidamente extraño.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Todos los presentes parecieron extrañarse tanto como el propio Riko por la propuesta que el chico amenio había lanzado al aire, esperando que El Ahorcado la aceptara y así salvar la vida de un completo desconocido que había vivido en aquella casa de hacía quién sabe cuánto a cambio de morir él.
«Nada de lo que hace este chico tiene sentido.»
La cara del peliblanco lo decía todo, pero lo reforzó con sus palabras, apoyadas por las de Ayame pero fue otro quien emprendió acciones, El Ahorcado se burló de la propuesta de Jin y finalmente, con un tono molesto declaro que nadie le daba órdenes mientras se apuñalaba así mismo pero, la sorpresa fue cuando Jin comenzó a sangrar justo en el punto en el que se había apuñalado.
— No me jodas... ¡¿Por qué diablos lo has hecho?! ¡Te dije mil veces que yo no intenté matarte! ¡Fue la casa! ¡Y ahora le has dejado sin poner resistencia!
—No... ¡No puedo dejarle aquí! ¡Ayudadme a salvarle...! Es de Ame... Él es...
Riko se había quedado parado allí, no se esperaba que los acontecimientos fueran a desarrollarse así y, mientras consiguieran salir de allí no iba a sentir una pena demasiado grande si Jin no salía junto a ellos, pero a sus compañeros sí les importaba.
— Está bien, id a por él, juntamos las piezas y salimos por patas de aquí, no hay tiempo que perder. — Explicó el peliblanco, que no se iba a mover para levantar a Jin, pero no pondría pegas si los otros querían hacerlo.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»
Nivel: 17
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—¿De qué me vale tu vida, si has desperdiciado desde el primer momento la de tus compañeros?
¿Iba a rechazar mi propuesta sin ni siquiera pensárselo? Mis compañeros habían gritado cosas al escuchar lo que decía, pero no los escuche, ignore todas las palabras que dijeron. Solo esperaba una respuesta por parte del “Ahorcado”. Lo que no esperaba es que me respondiera con otra pregunta. Pero no dije nada.
—Bueno, bueno, veamos...
Mientras hablaba, el hombre se iba moviendo, poco a poco, lentamente, hacia donde estaba yo. Pese a sus palabras, se veía en su cara que se estaba pensando mi propuesta.
—Verás —empezó, balanceando su cabeza lentamente—, no soy un hombre justo, porque la vida no lo fue conmigo, así que...
Entonces, sin previo aviso, y a la velocidad de un relámpago, un kunai se clavo con furia en mi pecho. Y dolió. El dolor era peor que cualquier falta de maíz. No tuve más remedio que llevar mis manos de forma inútil hasta el agujero en mi pecho. Mi cabeza sabia que no servía de nada, pero mi cuerpo no seguía mis órdenes.
—Además, yo soy el que manda aquí, y nadie me da órdenes.
Cuando el “Ahorcado” cogió la pieza de mi portaobjetos y se la lanzó al falso yo, caí inevitablemente de rodillas al suelo mientras un hilillo de sangre se escapaba por la comisura de mis labios. Pero yo sonreía. Aunque el “Ahorcado” no lo supiera, yo había ganado.
—Me habéis aburrido, pero ahí tenéis vuestra recompensa. Podéis iros, ya sabéis dónde está la puerta.
El Ahorcado se sentó cerca de mi a disfrutar de mi ultimo aliento. Me dio dos palmaditas en la espalda, como si quisiera consolarme, como si yo le importara en absoluto.
—No te preocupes, en cuanto mueras vivirás aquí conmigo. Por cierto, tenéis cinco minutos para salir, si no, todos me haréis compañía por el resto de vuestras vidas...
Tire de mis ultimas fuerzas para contestarle mientras le miraba con una sonrisa.
—No…me preocupa. —Cada palabra costaba más y más, pero tenía que decírselo, tenía que hacerlo, aunque hubiera tiempo después, tenia que ser ahora. —No vale nada…Por eso mi vida…a cambio de las suyas… —Estaba gastando mis ultimas fuerzas, esas serian mis ultimas palabras, pero me daba igual, iba a morir allí igualmente, estaba preparado desde el momento en el que me había ofrecido. —Así ellos no pierden…TU pierdes.
Entonces fue cuando caí al suelo, con la vista ya borrosa, y escuchando las voces y los gritos mientras la luz al final del pasillo se iba haciendo mas grande. Una luz cálida y acogedora que parecía estirar una mano salvadora hacía mí.
—Lar..gaos…no ..tire..is…mi..vi..da…
Y estire mi mano hacia aquella luz que me llamaba, mientras para mis adentros me disculpaba por todos aquellos que me amaban. Yuki, Yoru Y Kiara, mis hermanos córvidos. Mama, papa y mi hermana, mi familia de sangre. Pero al menos me había marchado salvando las vidas de otros. Si no desperdiciaban aquella oportunidad, claro. Esperaba que odio que Riko me tenía, sirviera para impedirle a Ayame que viniera a rescatarme.
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El Ahorcado contemplaba, aburrido, el panorama. Los tres chicos podían huir, junto con un cuarto integrante necesario para poder abrir la puerta e irse, así de simple, pero parecía que se resistían a vivir. Se relamió los labios, sabiendo el significado que conllevaba aquello: más años para él.
Y bueno, más compañía.
El otro Jin, abrumado, cerró sus manos en puños. ¿Por qué se resistían? ¿Por qué no podía salir de allí? Él quería ser libre de nuevo, volver a su villa, volver a vivir su vida... ¿Por qué se lo impedían de esa manera? Entonces miró a Ayame, indecisa pero con determinación en sus oscuros ojos, a Juro, aquel chico que se había posicionado a ayudar a aquel chico que solo le había despreciado, y a Riko, el cuál podía haberlos mandado a todos al diablo e irse cuando tuvo la oportunidad en su visión, y no lo hizo.
Miró a Reiji, quien se había dado a cambio de su vida, y sonrió de forma apenada, apretando más el agarre que ejercía sobre su objeto metálico, creando un pequeño río de sangre que acabó impactando contra el suelo.
Y lo comprendió, él no correspondía allí.
Por eso no dudó cuando le lanzó la pieza a Reiji, ni cuando con un suave movimiento de manos, las máscaras que estaban apresando todo el chakra de aquellos chicos se volvieron débiles, solo actuando como mero accesorio de su cabeza. No dudó en dejar libres a los cuervos que acompañaban al muchacho que había ofrecido su vida por la de él.
Podría haber sido una marioneta por miedo a la muerte, pero, ¿no es ese el deber de un ninja? ¿Ayudar a los demás?
El Ahorcado cambió su semblante a uno lleno de ira y enfado, levantándose del suelo lo más pronto posible.
— ¡Tú!—escupió, señalando al falso Jin— . Se acabaron tus tretas.
Y con un chasquido, espinas tan afiladas como los dientes de un tiburón y tan duras como el acero atravesaron al chico saliendo directamente del suelo. Jin dejó escapar un ahogado suspiro antes de que saliese un chorro de líquido carmesí por sus labios, deslizándose hasta perderse en su ropa.
Y sonrió.
— Acab-ad... con é-el...
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