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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Yota se dirigió hacia la casa, prácticamente en ruinas. Lo primero que le sorprendió fue el hecho de que la puerta estaba abierta, pero no parecía que nadie hubiese forzado la cerradura: dejando a un lado el paso del tiempo, estaba intacta.

Entraron sin ningún tipo de problema en el que había sido el hogar del veterano de guerra hasta desaparecer, y ambos escucharon el chillido de alguna rata que, alarmada ante la intrusión de los extraños, había salido corriendo. La escena que se presentó ante sus ojos fue muy diferente: sillas tiradas por el suelo, una mesa estampada contra la pared, la cama partida por la mitad... y una mancha oscura en medio de todo aquel desastre, en el suelo.

Si algo había en claro era que, fuera lo que fuera que hubiese pasado en aquella casa tres lunas atrás, desde luego había sido violento.



Daruu acababa de darse cuenta de que le faltaba algo bastante importante para su subsistencia como ser humano. Algo tan trivial como unos pocos pedazos de papel y unas piezas de metal dorado podían ser su salvoconducto para poder sobrevivir a cualquier adversidad: Comida, alojamiento, una cama blanda... Casi cualquier cosa estaba al alcance de Dinero-sama. ¿Cómo sobreviviría a partir de aquella noche entonces?

Después de una corta y divertida discusión con Yuki, ambos echaron a correr hacia el bosque que les habían señalado la panda de gatos callejeros: un denso pinar que se extendía sobre ellos como una cortina de árboles que tapaban la luz de la luna, impidiendo su paso hasta el sustrato del bosque. Quizás para Yuki no fuera un problema, pero Daruu pronto se dio cuenta de que estaba oscuro, demasiado oscuro para sus ojos de humano. Sus pies tropezaban una y otra vez con las raíces que sobresalían del suelo, en más de una ocasión le sorprendió el siseante sonido de los arbustos agitándose tras de él, y si no fuera porque el pelaje de Yuki era de un blanco tan puro como la nieve seguramente también le hubiese perdido de vista a él.

La pregunta era: ¿Continuaría pese a esas condiciones?



Eri se acababa de encontrar con la chiquilla que, junto a su compañero de aventuras, les había asustado poco tiempo atrás. Sujetando la pelota de cuero entre sus bracitos, la chiquilla miraba con ojos suplicantes y llenos de lágrimas a la kunoichi. Asintió temblorosa ante su pregunta.

S... Sí... —Alzó la pelota, mostrándosela a la kunoichi—. Esta pelota es suya... Sus papás le llamaron a casa, pero después le vi venir hacia aquí. Di... dijo que se le había olvidado su pelota y que iba a buscarla, pe... pero... —La chiquilla comenzó a sollozar—. Hace poco oí a sus papás gritando en la calle, llamándole... y... y vine a buscarle... Pero no está aquí... Y su pelota sí... —La chiquilla se mordió el labio inferior y entonces se arrimó todo lo que pudo a Eri—. ¡Por favor, kunoichi, encontradle! ¡No dejéis que se vaya él también!
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#62
A Eri se le bajaron los colores de golpe, como si el calor de su cuerpo la hubiera abandonado. No podía ser... ¿Otro secuestro? No, no, no, no podía permitirlo.

¿Dónde os despedísteis? —preguntó, agachándose para ponerse a su altura y colocándole las dos manos sobre sus hombros—. Vamos a seguir los pasos que tomó y ver si alguien vio algo, ¿vale? Vamos a encontrar a tu amigo, no te preocupes.

Necesitaba recorrer hasta el último paso que había dado el chico, tenía que encontrarlo.
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#63
La puerta, no obstante, no ofreció demasiada resistencia, de hecho ya estaba abierta así que simplemente acompañé su movimiento con mi mano con aquel característico crujido de madera vieja. Y entonces algo se asustó.

— Joder, será solo un rata. Esto está abandonado de hace 3 meses

Trataba de tranquilizarme, pero por alguna razón a medida que avanzaba mi cuerpo se iba tensando. Llegamos a lo que antaño debió de ser un salón, pero ahora solo era un amasijo de cosas destruidas. Había una cama tirada por ahí, una mesa estampada contra la apred partida por la mitad, las sillas desperdigadas por todos lados...

— ¿Qué coño es eso..?

Me acerqué hasta aquella mancha que había en el suelo para comprobar que, efectivamente, se trataba de sangre tal y como me temía.
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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#64
Daruu caminaba entre los árboles, el mundo perdiendo la luz a su alrededor. Yuki se deslizaba alrededor de los troncos con la agilidad que sólo podía tener un gato, y a pesar de que el Hyūga no era ya para nada un torpe genin recién graduado, estaba muy lejos de poder moverse tan rápido como él. Su Byakugan no le permitía ver más allá de unos veinte metros por culpa de la densidad del bosque, que lo hacía todo negro.

Fueron, irónicamente, las ramas que impedían su movimiento las que le dieron una idea. Fatigado de apartarlas torpemente con los brazos, Daruu desenfundó su Mukei derecha y la envolvió en una fina capa eléctrica. La luz azulada que emitía el filo le permitió continuar la travesía.
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No hay marcas de sangre registradas.
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#65
Yota, lleno de precaución, se acercó lentamente a la mancha del suelo. Aunque ahora estaba reseca por el paso del tiempo, sin duda alguna, y teniendo en cuenta forma y las salpicaduras que había a su alrededor, el origen de aquella mancha era líquido. Un líquido oscuro, a juzgar por el color. Seguramente, y tal y como se temía, sangre.

Alrededor reinaba el caos, un caos que había sido violento: sillas volteadas y tiradas por el suelo, la mesa estampada contra la pared, la cama partida por la mitad y el colchón destrozado, un montón de calabazas ya podridas que se había desparramado... y una notoria grieta en la misma pared de la cama, como si algo afilado la hubiese atravesado de arriba a abajo.

Tres lunas habían pasado desde entonces. Demasiado tiempo.


Daruu, en su travesía a oscuras por el bosque en compañía de Yuki, se le ocurrió una ingeniosa idea: liberó una de las cuchillas que llevaba escondidas en los antebrazos, que siseó de forma metálica en el aire, y utilizó su chakra para envolver el filo en electricidad.

Un breve chisporroteo precedió a una fría y titilante luz azulada que iluminó sus rasgos y a apenas un par de metros por delante de él. Lo justo para ver que el bosque se acababa abruptamente, dando paso a un escarpado acatilado que descendía en un perfecto corte vertical. Efectivamente, había sido una buena idea servirse de algo de luz antes de continuar avanzando.

Si Daruu se asomaba, vería un estrecho sendero recorriendo la longitud del desfiladero, tan estrecho que sólo permitiría el paso a una fila de una persona como mucho, y que llevaba directamente a la entrada de una cueva que se adentraba en las entrañas de la montaña.

¡Cuidado, Nyaruu! —maulló Yuki, alarmado—. ¿Qué es nyeso? —preguntó, señalando a la entrada de la cueva.


Eri seguía interrogando a la pequeña.

A... aquí mismo... —respondió, entre quedos sollozos—. Él se fue cuando escuchó a sus padres llamarle, y se olvidó su pelota. No nos dimos cuenta, y luego yo le vi irse de su casa por la ventana y venir hacia aquí, supongo que para recuperarla... Yo le seguí después, tardaba mucho y... ¡Tenéis que encontrarle, por favor! Sois ninja, ¿no? Papá dice que los ninjas son héroes...
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#66
Y una vez lo suficientemente cerca pude comprobar por mi mismo que aquello que yacía reseco en el suelo debió de ser sangre. Pero hacía mucho tiempo que aquella casa fue profanada y atacada como para sacar nada en claro.

— Sigamos investigando, necesitamos saber qué mierdas pasó aquí

Kumopansa bajó de mi cabeza, haciendo caso a mis investigaciones, alejándose de aquel charco sólido de sangre. Concretamente se puso encima de la cama, de la forma que pudo.

— ¡Eh, Yota! Mira esto...

— ¿El qué?

No hizo falta que dijese nada. Con el simple hecho de acercarme pude verlo. La cama había sido atravesada por algo punzante. Quizás una Katana, quizás un machete o un kunai de esos gordos y refinados. Tampoco descartable la hoja del fuuma shuriken.

— Es hora de hacer funcionar el cachibache este

Mis ojos se posaron sobre el sello que Eri me había puesto en el antebrazo. Puse mi mano sobre él como si aquello fuese parte necesaria del ritual y, como dijo, apliqué chakra sobre su superficie.

— Si esto funciona deberías poder escucharme. Estoy en la casa del primer desaparecido, uns eñor mayor que se dedicabva al negocio de las calabazas. La casa está patas arriba, hay un charco de sangre y está todo destrozado. No sé si logró escapar con vida, pues no hay rastro alguno de su cuerpo, pero no creo que se trate de una opción realista. Sobre nuestro enemigo... Habría que considerar que se trate de un shinobi o de un samurai, en la cama del señor Waka he encontrado claros signos de ataques con katanas o algo similar. ¿Vosotros habéis dado con algo?

— ¿Qué te han dicho?

— De momento no han tenido tiempo ni de contestar. Yu sigue buscando indicios de algo, vamos

Mientras esperaba algún tipo de respuesta por parte de mis compañeros de misión yo haría lo propio analizando los daños en las sillas que había desperdigadas por doquier mientras que Kumopansa prefirió ver con sus propios ojos y de cerca la mesa estampada en la pared.
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#67
Daruu caminó a paso acelerado, tratando de alcanzar a Yuki, valiéndose de su espada envuelta en la furia de Raijin para iluminarse.

¡¡Eek!! —El bosque acabó de pronto, y el Hyūga se encontró balanceándose sobre un solo pie al borde de un acantilado, haciendo aspavientos con los brazos para mantener el equilibrio. El corazón se le aceleró tanto que casi se le sale del pecho.

Su primer pensamiento fue con Yuki. Inquieto, trató de registrar con su Byakugan el fondo, pero los árboles proyectaban sombras más oscuras incluso que allá arri...

¡Cuidado, Nyaruu! —maulló Yuki, alarmado, apenas a un metro a su lado.

¡Ay, me cago en los dioses, Yuki! —Daruu dio un bote hacia atrás. Casi resbala y se despeña—. Creía que te habías caído.

¿Qué es nyeso?

Daruu levantó una ceja y se asomó de nuevo, esta vez centrando su atención en un pequeño sendero que se extendía paralelo al borde del acantilado, una suerte de escalón a medio camino de la cima y el fondo. El camino parecía conducir a una cueva. «No me gusta por dónde está yendo esto.»

Espera un segundo —dijo, y se agachó, se mordió el dedo pulgar y dibujó una discreta marca de sangre con el ideograma de la palabra Caramelo en una roca.

Daruu activó el Sello de la Hermandad Intrépida.

»Chicos, he seguido el rastro de Negoba y he encontrado una cueva en lo más profundo del bosque, al este desde su casa. Si en media hora no tenéis noticias mías, venid para acá. Intentaría registrar el interior con el Byakugan, pero está muy oscuro y no veo una mierda.

¿Nyaruu, qué haces hablando solo? ¿Te has vuelto loco?

Calla, coño. Es como un comunicador.

¿Un comunyiqué?

Bueno, gente, que os dejo.

El Hyūga suspiró y se dedicó una mirada reprobatoria mutua con Yuki. Le hizo una seña a su compañero y, de un salto, descendió al sendero. Aún ayudándose de su espada para iluminarse, trató de asomarse discretamente por la entrada.

»¿Crees que podrías ir tú delante? Así no alarmaremos al asesino si está ahí.

Nya, claro, nyaaaa, ¡asi me encuentro yo primero el cuchinyo!

Primero: sabes que no dejaría que te pasara nada. Segundo: cuchillo, Yuki. Cu-chi-llo.

¿Chuchillo?

Daruu se encogió de hombros.

Casi. Venga, tira p'adentro, desgraciao. —Le propinó un puntapié amistoso en el culo.
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No hay marcas de sangre registradas.
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#68
Eri escuchó, nerviosa, como la niña le explicaba que había visto a su amigo ir desde su casa hacia el parque por la ventana. ¿Cómo habría desaparecido si ella había estado mirando todo el tiempo? Algo tendría que pasar en el parque si ya habían desaparecido dos niños en él.

«Pero la pelota seguía allí... ¿Y si lo raptaron antes de llegar a él?»

El trayecto no parecía muy largo, y a Eri eso se le antojaba cada vez más extraño. Miró hacia donde se encontraba la plaza. ¿Alguien podría haber visto algo? Volvió a mirar al parque. ¿Y si el árbol tenía algo que ver? Se mordía el labio inferior cada vez más fuerte.

—No te preocupes, pequeña —intentó serenar a la chiquilla, aunque la que tenía que tranquilizarse era ella misma—. Vuelve a casa, rescataremos a tu amigo —le sacó el pulgar derecho y esperó a poder verla volver a casa sana y salva para continuar. Tenía que volver a inspeccionar el parque.

Sin embargo, mientras miraba a la niña, la voz de uno de sus compañeros resonó por el sello que había implantado en los tres. Ella se llevó una mano a éste, como si así le costase menos escuchar.

Estoy en la casa del primer desaparecido, un señor mayor que se dedicaba al negocio de las calabazas. La casa está patas arriba, hay un charco de sangre y está todo destrozado. No sé si logró escapar con vida, pues no hay rastro alguno de su cuerpo, pero no creo que se trate de una opción realista. Sobre nuestro enemigo... Habría que considerar que se trate de un shinobi o de un samurái, en la cama del señor Waka he encontrado claros signos de ataques con katanas o algo similar. ¿Vosotros habéis dado con algo?

Pero antes de que pudiera contestar, nuevamente el sello brilló y la voz de Daruu fue la que habló esa vez.

Chicos, he seguido el rastro de Negoba y he encontrado una cueva en lo más profundo del bosque, al este desde su casa. Si en media hora no tenéis noticias mías, venid para acá. Intentaría registrar el interior con el Byakugan, pero está muy oscuro y no veo una mierda.

«¡Por fin! ¡Pistas!»

Chicos, un momento—cortó antes de que Daruu se despidiera—. Yo he descubierto que han raptado a una nueva víctima, el niño que nos había asustado al llegar a Yachi para ser más concretos; justo en el parque donde estaba investigando o cerca de él —explicó—. Pero no encuentro nada por aquí cerca... Daruu —llamó Eri—. Voy a ir para allá, ¿dices que está oscuro? Buscaré algún trasto para alumbrar la cueva.

Dejó el sello para escuchar lo que ellos dijesen a continuación. Luego iría a preguntar a la chiquilla si tenía alguna linterna, o algo.
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#69
Yota enseguida contactó con sus compañeros de misión mediante el curioso sello que le había colocado Eri para comunicarles los descubrimientos que había hecho en la casa del señor Waka: el caos que había encontrado en la casa, el charco de sangre descubierto, las sospechas de un ataque armado...

Y, tras unos breves segundos de tenso silencio, la magia del chakra actuó. La voz de Daruu surgió del sello como si el shinobi de Amegakure estuviese allí mismo.

«Chicos, he seguido el rastro de Negoba y he encontrado una cueva en lo más profundo del bosque, al este desde su casa. Si en media hora no tenéis noticias mías, venid para acá. Intentaría registrar el interior con el Byakugan, pero está muy oscuro y no veo una mierda.»

E, inmediatamente después, la de Eri:

Chicos, un momento. Yo he descubierto que han raptado a una nueva víctima, el niño que nos había asustado al llegar a Yachi para ser más concretos; justo en el parque donde estaba investigando o cerca de él. Pero no encuentro nada por aquí cerca... Daruu, voy a ir para allá, ¿dices que está oscuro? Buscaré algún trasto para alumbrar la cueva.

Lo que haría con aquella nueva información sólo quedaba en manos de Yota. El shinobi de Kusagakure, con ayuda de su inseparable compañera, había seguido revisando el lugar del crimen: las sillas habían visto rotas sus patas como si hubiesen sido estampadas contra la pared o contra otro obstáculo y la mesa estaba limpiamente partida por la mitad, siguiendo de forma perfecta la fina línea dibujada en la pared.

. . .

Daruu recibió tanto el mensaje de Yota cuando se encontraba en lo alto del acantilado dibujando el kanji de Caramelo en las rocas:

Si esto funciona deberías poder escucharme. Estoy en la casa del primer desaparecido, un señor mayor que se dedicabva al negocio de las calabazas. La casa está patas arriba, hay un charco de sangre y está todo destrozado. No sé si logró escapar con vida, pues no hay rastro alguno de su cuerpo, pero no creo que se trate de una opción realista. Sobre nuestro enemigo... Habría que considerar que se trate de un shinobi o de un samurai, en la cama del señor Waka he encontrado claros signos de ataques con katanas o algo similar. ¿Vosotros habéis dado con algo?

Después de aquello, el shinobi de Amegakure respondió con sus propios descubrimientos y poco después le llegó otro mensaje de Eri, justo antes de que se despidiera. Pero Daruu decidió continuar adelante de todas maneras. Se descolgó del acantilado y se posó con suavidad en el sendero que llevaba hasta la cueva. El filo de su espada arrancó reflejos azulados de las rocas que tenía a su derecha, iluminando el delgado camino hasta la entrada de la cueva y evitando lo que podría ser una caída fatal hacia el vacío. Mandó a Yuki delante, pero según caminaba se dio cuenta de algo que no había llegado a ver desde lo alto del acantilado: Dentro de la cueva, al fondo, había dos fuentes de chakra. Dos personas. Una menuda y encorvada en una esquina cuyas reservas de chakra ni siquiera sobrepasarían a las de un gato no-ninja y otra alta en el fondo cuya fuente de chakra parecía estar fusionada con otra. Era como si estuviese vislumbrando la mezcla imperfecta de dos líquidos, fluyendo entre sí, entremezcándose, pero sin llegar a fusionarse del todo. blanco y rojo en perfecta armonía.

. . .

Eri mandó su propio mensaje después de recibir el de sus dos compañeros. Algo en sus voces la había hecho cambiar de opinión y, en lugar de regresar al parque como había pensado, se volvió hacia la chiquilla con una petición que le hizo pestañear, notablemente confundida.

S... sí... vine con la linterna de papá y de mamá... —respondió, mostrando el aparato que llevaba entre las manos, ahora apagado. Debía de haberlo apagado al percibir la presencia de Eri, temerosa de descubrir su presencia ante una desconocida en mitad de la noche. En ese momento miró hacia atrás, temerosa, hacia los oscuros callejones de Yachi. El pueblo, acogedor de día, era un laberinto de calles por la noche que ahora estaban tenuemente iluminados por calabazas de caras terroríficas—. S... ¿Si te la doy me acompañarás a casa...? —le suplicó, volviendo la mirada de sus ojos a Eri.




En condiciones normales, Eri tardará 1 turno en llegar hasta la posición de Daruu, 2 si acompaña a la niña. Lo dejo a tu elección Sonrisa
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#70
Pese a que la pequeña se viera confundida por la repentina petición de la kunoichi, se ofreció a darle su linterna si ésta la acompañaba hasta su casa. Eri se mordió el labio, pues sabía que tardaría más en ir a ayudar a Daruu, pero no podía permitirse la duda de saber si la pobre chiquilla llegaba a su casa o era también secuestrada.

Cuando ese pensamiento cruzó su mente, dijo:

Yo te acompaño, no te preocupes. —Asintió la Uzumaki, tomándola de la mano para que ella guiase el camino.

En cuanto tuviera la linterna en su poder y la pequeña estuviera en casa, no dudaría en usar su Yoroi para ir en busca de Daruu lo más rápido posible.
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#71
«Chicos, he seguido el rastro de Negoba y he encontrado una cueva en lo más profundo del bosque, al este desde su casa. Si en media hora no tenéis noticias mías, venid para acá. Intentaría registrar el interior con el Byakugan, pero está muy oscuro y no veo una mierda.»


Ahí estaba el amejin adelantando que se iba a meter en la boca del lobo y que si queríamos que no lo hiciera en solitario más valía que nos diésemos prisa.

Chicos, un momento. Yo he descubierto que han raptado a una nueva víctima, el niño que nos había asustado al llegar a Yachi para ser más concretos; justo en el parque donde estaba investigando o cerca de él. Pero no encuentro nada por aquí cerca... Daruu, voy a ir para allá, ¿dices que está oscuro? Buscaré algún trasto para alumbrar la cueva.


— ¡No jodas! Mierda... Vale, creo que aquí ya no hay nada más. Voy a la ubicación de Daruu tan rápido como pueda — dije desactivando el funcionamiento del sello al dejar de emitir chakra.

El tiempo empezaba a apremiar de verdad y, al parecer, nuestro enemigo ya había empezado sus movimientos en relación a la cuarta luna llena desde que había empezado con sus crímenes, así que di un último vistazo a lo que había en la casa del señor Waka. La mesa, como la cama, tenía un corte limpio hasta el punto que continuaba en la pared que tenía justo detrás, rascando la pared.


— ¿Voy? ¿Ya vas a abandonarme de nuevo?

Resoplé irremediablemente.

— No seas tan dramática, ¿quieres? Soy el primero que quiero llevarte, pero si lo hago la volveremos a tener por culpa de la uzujin esa. Por lo que se ve ahora Daruu y los uzujin son muy amigotes. En lugar de venir... ¿qué tal si investigas la zona del parque donde ha desaparecido el niño ese que ha dicho Eri?

— Si, vale, ya lo pillo, ya — contestó con desgana.

Así pues, Kumopansa se dirigiría al parque mientras que yo seguiría las instrucciones dadas por Daruu para cruzar el pueblo y dar con aquella cueva.

— Daruu, el enemigo podría haberse percatado de nuestra presencia y podría tratarse de una trampa, ten cuidado — dije activando una última vez el sello comunicador.
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#72
Trampa o no, creo que no me queda más remedio que actuar, Negoba podría estar vivo. —Daruu tragó saliva. Había dos rastros de chakra, uno ínfimo y otro muy particular. Demasiado, para su gusto—. Chicos, necesito que vengáis. Esto podría ser terrible. La última vez que vi algo parecido con el Byakugan...

»...fue Ayame transformándose en el bijū en aquél estadio.

»Voy a entrar.

Daruu corrió hacia adelante, tratando de alcanzar a Yuki. El gato podría estar en peligro. No era momento para el sigilo. Era hora de plantar cara a lo desconocido.

«Espero que no sea lo que estoy pensando.»
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No hay marcas de sangre registradas.
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#73
Yota, tras echar un último vistazo al que había sido el hogar de Waka, decidió acudir a toda prisa al encuentro de Daruu, donde también se dirigía Eri. Sin embargo, estando en la otra punta de Yachi él era el que más lejos estaba, y enseguida se dio cuenta de que le llevaría un valioso tiempo llegar hasta allí, pues se encontraban en direcciones opuestas.


A Yota le llevará dos turnos (desde este) llegar hasta la posición de Daruu. A Kumopansa le llevará uno llegar hasta el parque.

. . .


He editado el post anterior, la parte de Daruu, sobre el color de los chakras, porque me he equivocado con uno de ellos. Mil perdones.

Daruu decidió adentrarse en la boca del lobo sin esperar a sus compañeros. Aquellas dos fuentes de chakra llamaban su atención y levantaban sus sospechas sobre que la más débil de ellas pudiese ser Negoba. La otra le recordaba a un evento del pasado, a su compañera siendo consumida por el chakra de una bestia de cinco colas, pero...

-000 (-1)
Inteligencia de Daruu: 60 (+2)
Resultado final: +1 | Dificultad: +2
Fracaso

Pero terminó desechando aquel sentimiento de familiaridad cuando vio aquel remolino de chakra blanco y rojo en aquella figura. No lograba discernir de qué le sonaba. Daruu se echó hacia delante, atravesando un angosto pasadizo de roca alumbrado por algunas antorchas de fuego. No tardó en encontrar a Yuki, justo a la entrada de una sala mucho más amplia e iluminada con llamas de un extraño color verdoso. Al fondo, y de espaldas a él, un hombre alto y cubierto con una túnica blanca se inclinaba sobre una mesa murmurando algo para sí y a la izquierda de Daruu, acurrucado contra la pared de roca y anclado a ella por grilletes de metal, el chiquillo que le había asustado al llegar a Yachi, tembloroso, aterrorizado. No era Negoba.

. . .

Eri accedió a acompañar a la pequeña a su casa. Sabía que aquello la retrasaría varios valiosos minutos, pero su buen corazón le impedía dejar a la chiquilla a su suerte. No tardaron mucho en llegar hasta ella, y después de que la niña utilizara como entrada la misma ventana por la que había saltado para escaparse de casa al amparo de la noche y de que se perdiera otros pocos minutos más dentro, terminó por volver a asomar su rubia cabecita por la ventana y le arrojó a Eri una pequeña linterna de mano.

Por favor, kunoichi... salvadle —le suplicó, con lágrimas en los ojos.

Eri pensaba cumplir su palabra y una inteligente idea cruzó su mente: se envolvió en rayos y aprovechó la velocidad de sus músculos hiperactivados para recortar el tiempo que había perdido. Como una centella, atravesó Yachi a toda prisa y llegó al mismo bosque que había atravesado Daruu anteriormente. Según palabras de su compañero, debía buscar una cueva en lo más profundo del bosque, pero lo que se encontró fue el filo de un peligroso acantilado.


En el anterior post, dije que a Eri le llevaría 2 turnos llegar si acompañaba a la niña, pero al utilizar la Yoroi consigue reducir ese tiempo a 1 turno. Bien hecho Guiño
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#74
Y me fui del lugar del crimen tan rápido como pude. Vamos, lo que viene siendo cagando leches. No de forma literal, claro, y no sin antes dedicarle un hasta luego a Kumopansa. Sin embargo, no tardaría en cerciorarme que tardaría más de la cuenta en llegar hasta el lugar en el que se encontraba Daruu.

Corría tanto como mis piernas me permitían, incluso trepé hasta los tejados para moverme más deprisa, pero seguía sintiendo aquella extraña sensación que ya me había sentido en el pasado. Pero negaba con la cabeza, esta vez el desenlace iba a ser distinto, pues los míos iban a salir victoriosos. De hecho, no pasaba ni un solo día que no me atormentase aquel sentimiento de culpabilidad y, pensar que si hubiese actuado del modo que se espera de un shinobi, Juro no hubiese hecho lo que hizo aquel día.


— Chicos, voy a tardar un poco todavía, pero ya estoy de camino — dije, usando de nuevo aquel mecanismo del que Eri me había dotado.
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#75
Pese a que Eri le había dicho que iba para allá, Daruu prefería entrar por si Negoba estaba dentro. Yota le pidió precaución, y Eri se intentó dar todavía más prisa. Tomó la linterna que la pequeña le había arrojado y le dio dos golpecillos en la cabeza para tranquilizarla.

Tranquila, voy a por él —intentó consolar.

De su cuerpo emergieron rayos que la envolvieron y activaron sus sentidos, pudiendo aprovechar aquello para correr más rápido de lo que estaba acostumbrada, buscando poder crear una ventaja para unirse con su compañero en busca de aquellas personas desaparecidas. ¿Su misión? Encontrar una cueva en las profundidades del bosque. Lo que no midió fue que, con esa velocidad, terminó en un acantilado casi a punto de caer.

«Menos mal...» Se dijo en sus adentros, llevándose una mano al pecho, luego se giró hacia el bosque. «Una cueva... Vamos a buscarla.»

Se adentró en el bosque, rápida pero intentando mostrarse cauta, buscando aquella entrada o, al menos, a su compañero. Su corazón le latía en los oídos, estaba nerviosa, pero tenía que seguir buscando, por la chiquilla, por el niño perdido...
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