Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri y Mai echaron a correr a toda prisa por el camino que le señaló la pelirroja. Y mientras la Uzujin le explicaba a grandes rasgos lo que había pasado, las dos atravesaron Yachi todo lo rápido que les permitían sus piernas. Aunque Eri era notablemente más rápida que Mai, y en más de una ocasión se vio obligada a frenar el paso para que la guardiana no terminara perdiéndola de vista.
Se adentraron en la oscuridad del bosque cuando el Sol comenzaba a repuntar por el este, pero algo hizo que Mei se detuviera en seco.
—¡Espera, chica! —la instó, mientras señalaba a lo lejos, entre la arboleda con el rostro desencajado por el terror.
Y es que allí donde señalaba su dedo, y amparado por la suave penumbra, se adivinaban dos ojos de un vibrante color azul intenso. Desde su perspectiva, la figura de un animal enorme, similar a un tigre en tamaño y aspecto felino, se acercaba a ellas, y Mai enarboló con más fuerza su lanza, con gotas de sudor frío corriéndole por la sien.
—No te muevas, con suerte no nos verá... He escuchado que las criaturas normalmente reaccionan al movimiento —le susurró a Eri, aunque casi parecía estar hablando consigo misma—. Había oído rumores de que esa vieja guardaba algo más que gatos en este bosque pero hasta ahora...
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Tanto ella como su nueva compañera se adentraron en el bosque cuando comenzaba a amanecer. Eri tenía el corazón en un puño, y aunque a veces reducía su carrera para poder ir a la par que la joven guarda de Yachi, no quería perder más tiempo.
Sin embargo, su acompañante hizo que ambas se detuvieran. Se giró, con el ceño fruncido y no convencida cuando vio en su rostro el pavor que seguramente ella había tenido momentos antes frente a Akashi.
—¿Qué...?
Siguió con la mirada hacia donde ella estaba posándola, cuando se encontró con... El gato de Daruu. Debía reconocer que podía ser una criatura fascinante y dar algo de miedo si no sabías que era, pero Eri no estaba para esas cosas.
—¡Es una de las invocaciones de Daruu! —exclamó, tomándola de la lanza para que la bajara—. ¡Tiene que estar allí, vamos! —ahora fue su turno de instarla, comenzando a correr hacia allí de nuevo—. ¡Chicos, chicos!
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Fue todo un alivio ver que aquel gran gato me seguía los pasos en el camino que nos aguardaba por el bosque hasta que llegásemos a Yachi y, una vez allí, podríamos tratar de forma adecuada a Daruu.
—¿Qué es lo que ha desembocado en este desenlace, joven?
Supuse que se refería al lamentable estado de su invocador, aunque a decir verdad, era muy probable que en el rato entre que Daruu entró en aquella cueva y que yo llegué a ella pasasen cosas de las que, obviamente, en aquel momento no tenía constancia.
— Bueno, estamos en una misión conjunta entre las tres Grandes Aldeas. La chica de antes es una uzujin. Daruu fue el primero en entrar en aquella cueva y ese, probablemente haya sido un error. Por fortuna, va a poder explicarlo y quedará en una gran anecdota
Esperaba que así se diese por saciado. Me preocupaba más llegar a Yachi a la mayor brevedad que el recordar lo que había pasado en aquella cueva endemoniada. así que seguiría recordando el caminod e vuelta y atravesandolo a la mayor brevedad. Llegado el momento vimos la silueta de un grupo de personas. Uno de ellos, aparentemente en posición defensiva y otro de ellos parecía como satisfecho de localizarnos. Era Eri.
— Mira, es la uzujin. Espero que haya localizado la ayuda médica
—Entiendo. —Naiyoru se quedó conforme con la explicación del kusajin y siguió acompañándole a través del bosque.
El tiempo, del que pendía la vida de Daruu, como si los segundos fuesen gotas de sangre cayendo a la otra mitad de un reloj de arena, se hizo lento y pesado. Llegado un momento, Naiyoru detectó movimiento más allá, y vio dos figuras mirándole fijamente. Una de ellas le señalaba, aterrada. Naiyoru se quedó fijo en el sitio, atento a sus reacciones. ¿Eran amigas o enemigas? ¿Habían venido a rematar al joven señor?
Afortunadamente una de ellas resultó ser la kunoichi uzujin que había acabado con el enemigo. Bajó la lanza de la otra, aunque cuando Naiyoru la reconoció, ya estaba caminando torpemente con sus zarpas hacia ella. Junto a Yota, cuyos ojos de humano habían visto algo más tarde a las dos mujeres.
—Gracias a tu compañero kusajin, llevo a Daruu bien atado a la espalda. No sé cuánto aguantará. Necesita ayuda urgente.
Eri, junto a Mai, le explicó que aquella criatura no era ningún peligro, sino una de las invocaciones de Daruu. De hecho, y ahora que se fijaba mejor, junto a aquel monstruoso gato viajaba el otro shinobi, el de Kusagakure.
Pese a todo, Mai se mostró reticente y recelosa cuando la de Uzushiogakure la instó a avanzar, agarrando su lanza y empujándola.
—Espero que estés segura de lo que haces... —le susurró entre dientes, nada convencida.
Y mayor fue su sobresalto cuando el gigantesco gato... ¡arrancó a hablar! Pero ese recelo inicial se evaporó cuando les indicó que llevaba a Daruu atado al lomo para poder moverlo, y que no aguantaría mucho sin atención médica.
—¡Ay, no! ¡Rápido, ayudadme a bajarle! —indicó, corriendo a cortar aquellas extrañas telarañas que Yota había utilizado como cuerdas—. ¡Ay! ¿Pero qué es esto? —preguntó, asqueada, con las telarañas entre las manos y los dedos. Miraba alternativamente a Yota, a Eri y al gato, buscando respuestas. Pero no se detuvo mucho para encontrarlas. Con una delicadeza exquisita, Mai dejó al shinobi en el suelo, bocaarriba, y utilizó el filo de su lanza para terminar de cortar los improvisados vendajes que le habían aplicado en el torso. Entonces soltó un soplido en forma de silbido—. Esta herida no pinta bien... Nada bien...
»Mucho me temo... que tendré que aplicar mi tratamiento especial.... —añadió, con un hilo de voz y las mejillas encendidas.
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Pese a que Mai no estaba muy conforme con Eri, al final logró entrar en razón al ver a Daruu en semejante situación. Eri corrió a socorrerla, haciendo todo lo que la guardia le ordenaba. No parecía contenta con el tratamiento que Yota había usado, pero a Eri eso no le parecía mal. Para ella lo importante era que Daruu sobreviviera.
—¿Ha pasado algo más en mi ausencia? —preguntó a Yota, sin dejar de mirar el estado en el que se encontraba Daruu mientras Mai indicaba que no pintaba bien su situación.
Pero, al parecer, tenía un as bajo la manga.
—Mucho me temo... que tendré que aplicar mi tratamiento especial....
—¿Necesitas algo en especial? Mándame lo que quieras, yo te lo traeré enseguida. —Se ofreció la kunoichi del Remolino.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Gracias a tu compañero kusajin, llevo a Daruu bien atado a la espalda. No sé cuánto aguantará. Necesita ayuda urgente.
Algo dentro de mi pecho se hinchó ligeramente, aquel animal estaba reconociendo que había sido. No obstante, el tiempo seguía corriendo en contra del amejin y aquella muchacha que parecía sentirse claramente atraída por el jōnin empezó a apremiarse.
—¡Ay, no! ¡Rápido, ayudadme a bajarle!
Ante la señal, ayude a la muchacha a desatar a Daruu y colocarlo en el suelo para que hiciese lo que fuera para salvarle la vida. Cada segundo era oro.
¡Ay! ¿Pero qué es esto?
— Pues igual hasta te sorprendes, pero son telarañas y han evitado que el chaval se desangre
El tono con el que había soltado aquello no me había gustado nada, así que escupirle aquello me salió solo. La chica no perdió mucho tiempo conmigo, así que le ayudé a quitar los restos de telarañas para destapar la herida y que ella misma viese que aquello que le habían hecho tenía mal aspecto. Probablemente no hubiese visto heridas tan feas en su vida. De hecho, sorprendía que el jōnin de Amegakure siguiese vivo. Algo debía aferrarle a ello.
»Mucho me temo... que tendré que aplicar mi tratamiento especial....
—¿Necesitas algo en especial? Mándame lo que quieras, yo te lo traeré enseguida.
— ¿Tu qué? —pregunté bastante sorprendido— Sea lo que sea hazlo rápido o Daruu no lo va a conatr
Naiyoru, ofendido por la actitud tan infantil de aquella mujer y preocupado de verdad por el destino del Hyūga, dejó que lo bajasen de su lomo y se sentó expectante al pie de un árbol, esperando paciente a que revisaran su herida. Algo en aquella mujer no le gustaba en absoluto, y por eso no se fue todavía. A medida que examinaba a Daruu se le entrecerraban los ojos, y en un momento en particular llegó a sacar las garras.
4/04/2021, 16:21 (Última modificación: 4/04/2021, 16:22 por Aotsuki Ayame.)
—No... No necesito nada —Mai respondió a la pregunta de Eri. Aunque pareció pensárselo mejor, porque la expresión de su rostro cambió y entonces añadió—: Bueno, sí... Preferiría que os dierais la vuelta y cerrarais los ojos.
Lo hicieran o no, Mai apoyó las manos con suavidad en el torso herido de Daruu y entonces se inclinó hacia él lentamente, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes. Lentamente, acercó el rostro al de él y terminó fundiendo sus labios con los del muchacho inconsciente. Un súbito brillo esmeralda iluminó la oscuridad del bosque y la herida de Daruu comenzó a cerrarse a toda velocidad. El profundo corte se convirtió en apenas una cicatriz pálida que le atravesaba el pecho y sólo quedó la sangre reseca como testigo del profundo sufrimiento por el que había tenido que pasar.
—Ya está. Sano y salvo —susurró, con una sonrisa en los labios. Con las manos aún apoyadas en su cuerpo, Mai se separó de él con delicadeza y observó su reacción. No tardaría en recuperar la consciencia.
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Naiyoru asistió atónito al extravagante espectáculo. Aquella mujer se inclinó ante Daruu y le besó en los labios. El gato tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de que lo que estaba viendo era real y no estaba asistiendo a una infidelidad post-mortem: la herida de Daruu se cicatrizó con un haz de luz esmeralda.
Ya estaba hecho. El amo estaba a salvo, y él había cumplido su misión. Estaba en buenas manos —aunque también algo libidinosas—. Él no tenía nada que hacer allí. Así que se iría. Por un momento, se sintió aliviado de que Yuki no estuviese allí. Él no habría sabido mantener la boca cerrada.
Y con ciertos asuntos era mejor así.
¡Puff! La nube de humo que se llevó a Naiyoru les sorprendió. No estaba. El animal había desaparecido.
Y Daruu abrió los ojos.
—Eh... ah... —balbuceó. Luego se levantó de golpe. Probablemente Mai tuvo que apartarse para no recibir un cabezazo. Su primera reacción fue tocarse el pecho, buscando la herida. Dolía y estaba agotado, pero sólo había una cicatriz. Luego, sus ojos se clavaron en Mai. Luego, en Eri, y en Yota—. Gracias... —dijo. Le habían salvado la vida—. ¿Dónde está Yuki? ¿Está...? —Intentó moverse, pero recibió una intensa punzada de dolor—. ¡Aaagh!
—Anda que te explayas Yota, ya podrías contarme un poco como fue la cosa. ¿Kumopansa, tu estabas allí? ¿Sabes como sucedió?
No le haría caso. No por nada sino.. ¿qué es lo que no debía ver? Ya había visto aquella herida desprender muchísima sangre en primerísimo plano. Fuera lo que fuera lo que estuviera por venir no podía ser peor. La muchacha apoyo las manos en el cuerpo de Daruu y parecía que empezaba a ruborizarse con la clara señal de sus mejillas visiblemente encendidas con aquel caracteristico tono rojo.
«¿Qué coño hace?»
Obviamente hizo lo que todos pensamos, pero en esa ocasión no fue un simple beso, hubo una especie como de milagro y la herida empezó a sanar como por arte de magia o del... chakra.
— ¿Cómo lo has hecho? —pregunté por puro reflejo e inercia.— Bueno, en realidad no importa, lo que importa es que está vivo
El amejin empezó a despertar algo aturdido todavía pues no dejaba de ser un milagro que siguiera vivo después de todo lo que sucedió en la cueva endemoniada.
— Ya está todo bajo control y todo el mundo está bien. Eri selló finalmente a ese hijo de la gran puta y tu te recuperarás graciasa las habilidades de tu fan. Dale las gracias a ella.
Eri se quedó callada mientras observaba como, milagrosamente, a través de un beso la herida de Daruu sanó. Apurada por ver aquella imagen, apartó ligeramente la vista. «¿Esto podría molestarle a Ayame? Le está salvando la vida, después de todo...»
Igualmente, Yota se le adelantó para preguntar cómo había hecho aquello. Ella estaba interesada, claro, pero más le importaba la salud de su amigo.
Dejando aquellos pensamientos de lado una vez Mai afirmó que ya estaba sano y salvo, se acercó al amejin para comprobar que realmente estaba bien. Su corazón latió, aliviado, al notar como, aun adolorido, Daruu saldría de aquello.
—¿Dónde está Yuki? ¿Está...? —Intentó moverse, pero recibió una intensa punzada de dolor—. ¡Aaagh!
—¡Yuki! —exclamó la Uzumaki, claramente horrorizada—. Akashi le pateó lejos en la cueva, pero con todo el barullo no volví a mirar, ¡iré corriendo! —informó, dispuesta a salir corriendo hacia la cueva de nuevo para buscar al pequeño gato blanco.
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—¿Cómo lo has hecho? — preguntó Yota, pero antes de que Mai pudiera decir nada al respecto, añadió—: Bueno, en realidad no importa, lo que importa es que está vivo.
Mai pegó un ligero respingo cuando el gigantesco gato desapareció en apenas una nube de humo. Desde luego, si había visto invocaciones shinobi con anterioridad, no daba muestras de ello. O al menos no estaba acostumbrada a ellas. Pero poco duró su sobresalto, pues Amedama Daruu abrió sus ojos perlados y balbuceó algo débilmente antes de incorporarse de golpe. Mai tuvo que apartarse ligeramente para no recibir un cabezazo en la nariz.
—¡No deberías moverte de esa forma tan brusca! —le riñó, preocupada, mientras Daruu se palpaba el pecho, buscando aquella terrible herida que había estado a punto de mandarle al Yomi. Sin embargo, no encontraría más que aquella delgada cicatriz en la que se había convertido.
—Gracias... —murmuró el Amejin, y cuando sus ojos se encontraron con los de Mai, las mejillas de ella se encendieron con energía renovada. Pero Daruu giró la cabeza a su alrededor—. ¿Dónde está Yuki? ¿Está...? —Pero una nueva punzada de dolor le obligó a detenerse—. ¡Aaagh!
—¡Cuidado, cuidado! —le repitió Mai.
—¡Yuki! —exclamó Eri, horrorizada—. Akashi le pateó lejos en la cueva, pero con todo el barullo no volví a mirar, ¡iré corriendo!
—Ya está todo bajo control y todo el mundo está bien —aclaró el de Kusagakure—. Eri selló finalmente a ese hijo de la gran puta y tu te recuperarás gracias a las habilidades de tu fan. Dale las gracias a ella.
Ella, roja como los cerezos de Uzushiogakure, se inclinó aún más sobre Daruu. Casi invadía su espacio personal.
—¡Mi nombre es Mai! Y... Y... ¡Siempre te he admirado, Daruu! ¡No me perdí ninguno de tus combates en el Valle de los Dojos! ¡Sabía que ganarías! Y... Y... ¡Es un honor para mí poder ayudar... te!
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Eri estaba preocupada por Yuki, por eso se debatía internamente si ir en su búsqueda o preguntar a Daruu. ¿Sentiría a Yuki? ¿Sabría si había salido ileso?
—¡Daruu! —exclamó, en un lío interno con su persona—. ¿Tú sabes si Yuki está bien? ¿Puedes sentirle? ¿Voy a la cueva?
Las preguntas salieron de su boca, una tras otra, atropelladas por la siguiente, luego miró a Mai.
—¡Hay que notificar que se ha terminado la misión!
Sin duda, parecía que Eri necesitaba poner en orden sus preocupaciones.
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—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Aquella muchacha seguía mostrando su admiración por el amejin al mismo tiempo que le iba advirtiendo de que no hiciera demasiados esfuerzos. A pesar de su curiosa y útil habilidad médica, Daruu seguía bastante debilitado y lo que necesitaba era una buena cabezadita. Eri, por su parte, mostró preocupación por una tal Yuki, creo que no había tenido el placer de conocerla. Pero había algo en lo que tenía razón la uzujin.
— Eri tiene razón, hay que notificar de todo esto a Hada-dono
Me acerqué un poco a Daruu, esta vez con un semblante algo más relajado, lejos de la tensión vivida en aquella endemoniada.
— Pero antes hay que llevarte a un lugar en el que puedas descansar, ¿vas a poder moverte o vas a hacer que cargue contigo? —antes de hacer nada, sin embargo, dediqué una mirada a la chica.— ¿Donde podemos llevarlo para que descanse?