20/02/2017, 17:40
Una fuerte tensión se respiraba en el salón mientras Nanashi y Len desayunaban lo habitual: Nanashi muy tradicional, algo de arroz, una pequeña sopa con verduras y un pescado muy simple y entre medias, un oloroso y fuerte café; mientras Len se inflaba lentamente a pan tostado y zumos como si se fuera a acabar el mundo.
— Esa es ya la quinta que te tomas esta mañana
— Es que estoy en época de crecimiento. Necesito nutrientes para mi desarrollo. — Respondió con la misma frialdad con la que Nanashi le reprimía su gula. Pasaron algunos minutos, y Nanashi dio un golpe en la mesa.
— ¡Ya está bien de comer! ¡¿Es que hoy no piensas largarte a clase o qué?! — Rechinó sus dientes en un gesto de ira, mientras Len se tapaba los oídos ignorando a su maestro.
— Hoy no hay clase ¿Que más te da que un día lo tenga libre? Terminare de desayunar y volveré a la cama.
El adormilado Len, seguía engullendo con un claro cansancio en su mirada y gestos; por su parte, Nanashi le observaba con una mirada completamente descolocada y confusa. No entendía como de verdad iba a ser capaz de hacer eso, y estaba deseando con todas sus ganas que el joven se marchara para comenzar su rutina en los días libres: Beber hasta altas horas y columpiarse por las más adulteras calles. Nanashi quien estaba en su mundo pensando que locales visitar ni se había percatado de la falta de su pupilo hasta pasado un rato; se levantó en su búsqueda por la casa hasta que finalmente le encontró, durmiendo. Volviendo su irritación como la de una madre que se desespera al ver a su hijo no mover un dedo, agarró le quito las sabanas mientras gritaba.
— ¡LEVANTATE Y BUSCA ALGO QUE HACER!
Len respondió con ojos llorosos mordiéndose levemente uno de los dedos con rubor en sus mejillas.
— P-Por favor... N-No sea duro conmigo senpai... — Contestó con una suave, tímida y melodiosa voz.
— Hoy vamos a entrenar juntos en el Torreón.
— ¿Tantas ganas tienes de desfogarte por ser un adulto amargado que no ha triunfado en su vida? — Hoy el joven se había levantado con especiales ganas de molestar a Nanashi, seguramente fuera por fastidiarle el plan de estar todo el día en casa leyendo y durmiendo.
— ¿Todavía no has recibido suficiente? — Crujió sus nudillos con una sonrisa y un gesto aterrador en la mirada.
— ¡No senpai! ¡Otra vez no! ¡Y menos en público! ¡Todavía tengo dolores en zonas que no quiero mencionar! — Len se abrazó así mismo, mientras temblaba como un flan y gritaba a voces para que toda la calle le escuchara, cosa que hizo que Nanashi le propinara un buen golpe en la parte trasera de la cabeza.
— ¡¡¡QUE DEJES DE INVENTARTE ESTUPIDECES, CRIO DEL DEMONIO!!!
Caminaron cientos de metros por las inundadas calles de Amegakure en silencio, pues cada vez que Len intentaba abrir la boca para decir un comentario, Nanashi estaba remangándose la camisa negra que llevaba. Frente al gran torreón, se escuchaba un gran barullo en su interior, incluso había bastante gente todavía fuera cuchicheando.
— Vaya, parece que esta hasta los topes. Sera mejor que volvamos otro día. — Afirmó con una amplia felicidad en su tono de voz mientras se giraba para volver por donde había venido. Nanashi le agarró del cuello de la camisa en ese instante, arrastrándole por el suelo de manera humillante hasta el interior mientras Len lloriqueaba, pero su maestro ya estaba tan cansado de sus tonterías que le ignoraba.
Finalmente, ambos estaban sentados en las gradas uno al lado del otro; Nanashi se sentía muy curioso debido a la gran cantidad de gente en el interior del edificio, acariciaba su perilla con los ojos entrecerrados y algo dubitativo, mientras su pupilo miraba con prácticamente ningún interés lo que sucedía a su alrededor desde un ángulo algo inclinado, pues su cabeza reposaba sobre uno de los brazos de Nanashi con la intención de dormirse.
— Todo esto es muy aburrido. Compremos algo en la panadería que había de camino y volvamos a casa, que olía muy bien. — Ya no sabía ni porque renegar, pues Nanashi no le hacía ni el mas mínimo caso, y se aburría.
— Deja de hacer el tonto y atiende a los combates. Tal vez así aprendas algo nuevo.
— Esa es ya la quinta que te tomas esta mañana
— Es que estoy en época de crecimiento. Necesito nutrientes para mi desarrollo. — Respondió con la misma frialdad con la que Nanashi le reprimía su gula. Pasaron algunos minutos, y Nanashi dio un golpe en la mesa.
— ¡Ya está bien de comer! ¡¿Es que hoy no piensas largarte a clase o qué?! — Rechinó sus dientes en un gesto de ira, mientras Len se tapaba los oídos ignorando a su maestro.
— Hoy no hay clase ¿Que más te da que un día lo tenga libre? Terminare de desayunar y volveré a la cama.
El adormilado Len, seguía engullendo con un claro cansancio en su mirada y gestos; por su parte, Nanashi le observaba con una mirada completamente descolocada y confusa. No entendía como de verdad iba a ser capaz de hacer eso, y estaba deseando con todas sus ganas que el joven se marchara para comenzar su rutina en los días libres: Beber hasta altas horas y columpiarse por las más adulteras calles. Nanashi quien estaba en su mundo pensando que locales visitar ni se había percatado de la falta de su pupilo hasta pasado un rato; se levantó en su búsqueda por la casa hasta que finalmente le encontró, durmiendo. Volviendo su irritación como la de una madre que se desespera al ver a su hijo no mover un dedo, agarró le quito las sabanas mientras gritaba.
— ¡LEVANTATE Y BUSCA ALGO QUE HACER!
Len respondió con ojos llorosos mordiéndose levemente uno de los dedos con rubor en sus mejillas.
— P-Por favor... N-No sea duro conmigo senpai... — Contestó con una suave, tímida y melodiosa voz.
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— Hoy vamos a entrenar juntos en el Torreón.
— ¿Tantas ganas tienes de desfogarte por ser un adulto amargado que no ha triunfado en su vida? — Hoy el joven se había levantado con especiales ganas de molestar a Nanashi, seguramente fuera por fastidiarle el plan de estar todo el día en casa leyendo y durmiendo.
— ¿Todavía no has recibido suficiente? — Crujió sus nudillos con una sonrisa y un gesto aterrador en la mirada.
— ¡No senpai! ¡Otra vez no! ¡Y menos en público! ¡Todavía tengo dolores en zonas que no quiero mencionar! — Len se abrazó así mismo, mientras temblaba como un flan y gritaba a voces para que toda la calle le escuchara, cosa que hizo que Nanashi le propinara un buen golpe en la parte trasera de la cabeza.
— ¡¡¡QUE DEJES DE INVENTARTE ESTUPIDECES, CRIO DEL DEMONIO!!!
Caminaron cientos de metros por las inundadas calles de Amegakure en silencio, pues cada vez que Len intentaba abrir la boca para decir un comentario, Nanashi estaba remangándose la camisa negra que llevaba. Frente al gran torreón, se escuchaba un gran barullo en su interior, incluso había bastante gente todavía fuera cuchicheando.
— Vaya, parece que esta hasta los topes. Sera mejor que volvamos otro día. — Afirmó con una amplia felicidad en su tono de voz mientras se giraba para volver por donde había venido. Nanashi le agarró del cuello de la camisa en ese instante, arrastrándole por el suelo de manera humillante hasta el interior mientras Len lloriqueaba, pero su maestro ya estaba tan cansado de sus tonterías que le ignoraba.
Finalmente, ambos estaban sentados en las gradas uno al lado del otro; Nanashi se sentía muy curioso debido a la gran cantidad de gente en el interior del edificio, acariciaba su perilla con los ojos entrecerrados y algo dubitativo, mientras su pupilo miraba con prácticamente ningún interés lo que sucedía a su alrededor desde un ángulo algo inclinado, pues su cabeza reposaba sobre uno de los brazos de Nanashi con la intención de dormirse.
— Todo esto es muy aburrido. Compremos algo en la panadería que había de camino y volvamos a casa, que olía muy bien. — Ya no sabía ni porque renegar, pues Nanashi no le hacía ni el mas mínimo caso, y se aburría.
— Deja de hacer el tonto y atiende a los combates. Tal vez así aprendas algo nuevo.