3/06/2018, 16:13
Era una calurosa pero tolerable tarde de verano.
Karma retornaba de unos quehaceres sin importancia —llevar a cabo la compra de la semana— cuando se percató de que había algo dentro de su buzón. El referido estaba unido al muro de piedra y madera que delimitaba el terreno de su hogar con la calle, elevado a la altura del pecho, anclado junto a la puerta de entrada, posiconado al lado izquierdo de esta. Llevaba una placa que rezaba "Kojima" bajo la ranura.
Intrigada, la kunoichi abrió el contenedor con su extremidad libre —andaba sostenido un par de bolsas con la otra— y hojeó el sobre que encontró en el interior. «Vaya, ¿y esto? No parece correspondencia oficial». El único tipo de mensajes que la pelivioleta acostumbraba a recibir eran misivas del edificio del Uzukage.
Abrió la puerta apoyando el hombro derecho y aplicando presión. Se internó en casa y tan pronto alcanzó el salón dejó reposar las bolsas en el suelo. Se sentó frente a una mesa baja, fabricada en madera, que coronaba el centro de la sala. Tomó el sobre con ambas manos y arrancó la parte superior. Extrajo la carta que aguardaba en él y se hizo partícipe de su contenido.
—¿Senju Riko? Hmm... entrenamiento para los exámenes... —meditó en voz alta—. Ni de broma voy a participar en los exámenes que están a la vuelta de la esquina, no estoy preparada... pero supongo que un poco de entrenamiento nunca viene mal. Por mucho que me disguste, lo necesito...
No solo debía volverse más diestra, si no aprender a controlar sus impulsos. Era un pack de dos por uno muy caro.
Titubeó incontables veces, pero finalmente Karma logró amasar el suficiente coraje como para presentarse en el estadio aquella mañana, a las doce menos cinco del medio día. Tampoco contaba con la opción de escaquearse aunque quisiera, su sensei estaba al tanto del asunto e iba a acompañarla.
Vestía con el nuevo set de ropajes adecuados para una kunoichi que le había regalado Uchiha Akame, su instructor. Cubriéndole el pecho portaba una camiseta sin mangas de color blanco, asegurada en su centro por una cremallera. También unos pantalones cortos que apenas llegaban a la mitad de sus muslos, de tonalidad negra. De igual color eran los mitones y medias de rejilla, largos, que llevaba en sus cuatro extremidades. Así mismo, el hitai-ate de Uzugakure en la frente, unas sandalias ninja altas y con tacón en los pies. Finalmente el kit médico y su portador de objetos en la cintura, por encima del trasero.
Hacía menos de una semana que había conocido al ya mencionado jōnin y había tenido —o mejor dicho, sufrido— una intensa sesión de entrenamiento con él allí mismo, seguida de otros acontecimientos que prefería no recordar. Desplazarse por los pasillos interiores del titánico edificio junto a él la puso nerviosa, era como retornar al pasado cercano.
Alcanzaron el exterior, la extraordinaria arena, el punto de encuentro. Esta se mostraba desprovista de su habitual ajetreo, reemplazado por la única presencia de cuatro individuos y un can en el centro. «¿Han reservado TODO el estadio para nosotros?», se preguntó.
Intentando disimular su abismal timidez, Karma se aproximó a estos, tomando la iniciativa a pesar de que Akame estaba a su vera. No conocía a ninguno de los allí reunidos.
—Buenos días, mi nombre es Kojima Karma, soy una genin y parte del cuerpo médico de la villa —se presentó y realizó una reverencia formal—. Ayer me llegó una carta que hablaba sobre un entrenamiento para los exámenes. Me temo que yo no me voy a presentar, pero a pesar de ello espero que mi presencia no les inoportune y pueda aprender algo...
Habló sin deshacer la reverencia, con la mirada pegada al arenoso suelo. Estaba tan incómoda...
Karma retornaba de unos quehaceres sin importancia —llevar a cabo la compra de la semana— cuando se percató de que había algo dentro de su buzón. El referido estaba unido al muro de piedra y madera que delimitaba el terreno de su hogar con la calle, elevado a la altura del pecho, anclado junto a la puerta de entrada, posiconado al lado izquierdo de esta. Llevaba una placa que rezaba "Kojima" bajo la ranura.
Intrigada, la kunoichi abrió el contenedor con su extremidad libre —andaba sostenido un par de bolsas con la otra— y hojeó el sobre que encontró en el interior. «Vaya, ¿y esto? No parece correspondencia oficial». El único tipo de mensajes que la pelivioleta acostumbraba a recibir eran misivas del edificio del Uzukage.
Abrió la puerta apoyando el hombro derecho y aplicando presión. Se internó en casa y tan pronto alcanzó el salón dejó reposar las bolsas en el suelo. Se sentó frente a una mesa baja, fabricada en madera, que coronaba el centro de la sala. Tomó el sobre con ambas manos y arrancó la parte superior. Extrajo la carta que aguardaba en él y se hizo partícipe de su contenido.
—¿Senju Riko? Hmm... entrenamiento para los exámenes... —meditó en voz alta—. Ni de broma voy a participar en los exámenes que están a la vuelta de la esquina, no estoy preparada... pero supongo que un poco de entrenamiento nunca viene mal. Por mucho que me disguste, lo necesito...
No solo debía volverse más diestra, si no aprender a controlar sus impulsos. Era un pack de dos por uno muy caro.
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Titubeó incontables veces, pero finalmente Karma logró amasar el suficiente coraje como para presentarse en el estadio aquella mañana, a las doce menos cinco del medio día. Tampoco contaba con la opción de escaquearse aunque quisiera, su sensei estaba al tanto del asunto e iba a acompañarla.
Vestía con el nuevo set de ropajes adecuados para una kunoichi que le había regalado Uchiha Akame, su instructor. Cubriéndole el pecho portaba una camiseta sin mangas de color blanco, asegurada en su centro por una cremallera. También unos pantalones cortos que apenas llegaban a la mitad de sus muslos, de tonalidad negra. De igual color eran los mitones y medias de rejilla, largos, que llevaba en sus cuatro extremidades. Así mismo, el hitai-ate de Uzugakure en la frente, unas sandalias ninja altas y con tacón en los pies. Finalmente el kit médico y su portador de objetos en la cintura, por encima del trasero.
Hacía menos de una semana que había conocido al ya mencionado jōnin y había tenido —o mejor dicho, sufrido— una intensa sesión de entrenamiento con él allí mismo, seguida de otros acontecimientos que prefería no recordar. Desplazarse por los pasillos interiores del titánico edificio junto a él la puso nerviosa, era como retornar al pasado cercano.
Alcanzaron el exterior, la extraordinaria arena, el punto de encuentro. Esta se mostraba desprovista de su habitual ajetreo, reemplazado por la única presencia de cuatro individuos y un can en el centro. «¿Han reservado TODO el estadio para nosotros?», se preguntó.
Intentando disimular su abismal timidez, Karma se aproximó a estos, tomando la iniciativa a pesar de que Akame estaba a su vera. No conocía a ninguno de los allí reunidos.
—Buenos días, mi nombre es Kojima Karma, soy una genin y parte del cuerpo médico de la villa —se presentó y realizó una reverencia formal—. Ayer me llegó una carta que hablaba sobre un entrenamiento para los exámenes. Me temo que yo no me voy a presentar, pero a pesar de ello espero que mi presencia no les inoportune y pueda aprender algo...
Habló sin deshacer la reverencia, con la mirada pegada al arenoso suelo. Estaba tan incómoda...