2/07/2018, 01:50
(Última modificación: 2/07/2018, 02:03 por Umikiba Kaido.)
Las manos le dolían. Las había estado apretando antes, durante y después del caluroso debate; conteniendo cada pequeña partícula de esa genética suya que le había convertido a los ojos del mundo en una bestia del mar, en un depredador. Y se contenía únicamente porque bien que le había prometido a Daruu que no iba a dejar que su egoísmo impidiese que aquellos tres comensales disfrutasen de un plato atisbado de la más dulce venganza, que como bien debía ser siempre; se iba a servir tan frío que a Uchiha Datsue le iban a temblar los jodidos huesos. Los doscientos séis de ellos.
Todo estaba debidamente planeado. Nada podía salir mal. Salvo que Daruu cometiera el único error que podía joderte de entrada cuando se trataba de ese uzujin en particular: que era escuchar. Escuchar de más.
Amedama terminó por mandar todo a la mierda, y entonces...
La voz melodiosa de Ayame intervino.
¡Plaff!
Un sentido te odio. El más crudo que nadie pudiera escuchar jamás. Y tras aquella revelación ...
Umikiba Kaido, cuya sombra se extendió a uno de los costados de Ayame. Que no sonreía esa vez. Que no veía a Uchiha Datsue con la camaradería con la que tendría que verle después de tanto tiempo de coincidir. No. Le observaba como el león que de entre tantos bueyes, ya ha elegido al que morirá durante la ansiada caza.
—Ya que se te da tan bien llenarnos los oídos de excusas y más excusas, ¿por qué no aprovechas esta grata ocasión y me explicas por qué cojones vas por ahí esparciendo rumores falsos de mi, eh, hijo de la gran puta?
Todo estaba debidamente planeado. Nada podía salir mal. Salvo que Daruu cometiera el único error que podía joderte de entrada cuando se trataba de ese uzujin en particular: que era escuchar. Escuchar de más.
Amedama terminó por mandar todo a la mierda, y entonces...
La voz melodiosa de Ayame intervino.
¡Plaff!
Un sentido te odio. El más crudo que nadie pudiera escuchar jamás. Y tras aquella revelación ...
Umikiba Kaido, cuya sombra se extendió a uno de los costados de Ayame. Que no sonreía esa vez. Que no veía a Uchiha Datsue con la camaradería con la que tendría que verle después de tanto tiempo de coincidir. No. Le observaba como el león que de entre tantos bueyes, ya ha elegido al que morirá durante la ansiada caza.
—Ya que se te da tan bien llenarnos los oídos de excusas y más excusas, ¿por qué no aprovechas esta grata ocasión y me explicas por qué cojones vas por ahí esparciendo rumores falsos de mi, eh, hijo de la gran puta?