4/07/2018, 05:34
Kaido no se lo podía creer. Ahora Datsue era la víctima. Y tan sólo le había bastado hacer el papel de romeo afligido por la ausencia de su más añorado amor. El escualo escupió al suelo, enervado; intercalando su mirada de displicencia entre los dos combatientes que le habían dejado sólo durante la emboscada. Ahora la venganza recaía toda sobre sus manos, y por los dioses de oonindo que la iba a hacer cumplir.
—¿Tú también? —le increpó Datsue.
—No, yo también nada. No tengo idea de qué cojones tiene que ver esa perra suicida contigo ni en dónde se ha metido. Tampoco me interesa. Lo que sí me interesa es dejarte en claro lo que le pasa a los listillos que van por ahí traicionando a sus colegas y hablando mierdas a sus espaldas. A ti se te da bien eso, no, ¿Datsue?
Se alzó las mangas, y eso que su camiseta carecía de ellas. Se trató de un gesto inconfundible de que le iba a caer a palos muy pronto.
—¿Tú también? —le increpó Datsue.
—No, yo también nada. No tengo idea de qué cojones tiene que ver esa perra suicida contigo ni en dónde se ha metido. Tampoco me interesa. Lo que sí me interesa es dejarte en claro lo que le pasa a los listillos que van por ahí traicionando a sus colegas y hablando mierdas a sus espaldas. A ti se te da bien eso, no, ¿Datsue?
Se alzó las mangas, y eso que su camiseta carecía de ellas. Se trató de un gesto inconfundible de que le iba a caer a palos muy pronto.