4/07/2018, 17:46
(Última modificación: 16/08/2018, 20:23 por Uchiha Akame.)
Sin embargo, habría algo más que Datsue podría escuchar. Unas palabras claras, no potentes ni en voz alta, sino precisas y familiares. Eran unas palabras que su emisor esperaba sirvieran para calmar a la bestia que amenazaba con desatarse de nuevo... Con catastróficas consecuencias. Él lo sabía mejor que nadie, por eso mismo estaba allí; diciéndolas.
—Datsue-kun, no pierdas la calma.
Podía parecer una orden o una exigencia, pero era más bien el consejo de un amigo con el corazón dolido, muy en su fuero interno y aunque él no pudiera admitirlo. Akame se encontraba sentado sobre una de las grandes rocas que rodeaban aquel círculo imaginario, al lado de Daruu. Llevaba su uniforme de ninja con la bandana del Remolino anudada en la frente, su chaleco militar y la placa dorada de jōnin reluciendo en el hombro derecho.
Llevaba allí un buen rato. Desde el "incidente" del Valle del Fin, el jōnin había estado vigilando día y noche a su compañero. Le preocupaba profundamente. Esta vigilancia incluía, claro, cierta parte de espionaje... Poco ético, por así decirlo. Pero que, por suerte, había llevado al mayor de los Hermanos del Desierto a poder colocarse en una posición ventajosa desde la que cuidar de Datsue. Se había mantenido al margen de la conversación, pero llegados a aquel punto, el miedo a que su compadre decidiese pasar de las palabras a los actos le había podido.
Con una ligera inclinación de cabeza saludó a los ninjas de la Lluvia.
—Daruu-san, Aotsuki-san —nombró—. Kaido-kun, qué bueno volver a verte.
—Datsue-kun, no pierdas la calma.
Podía parecer una orden o una exigencia, pero era más bien el consejo de un amigo con el corazón dolido, muy en su fuero interno y aunque él no pudiera admitirlo. Akame se encontraba sentado sobre una de las grandes rocas que rodeaban aquel círculo imaginario, al lado de Daruu. Llevaba su uniforme de ninja con la bandana del Remolino anudada en la frente, su chaleco militar y la placa dorada de jōnin reluciendo en el hombro derecho.
Llevaba allí un buen rato. Desde el "incidente" del Valle del Fin, el jōnin había estado vigilando día y noche a su compañero. Le preocupaba profundamente. Esta vigilancia incluía, claro, cierta parte de espionaje... Poco ético, por así decirlo. Pero que, por suerte, había llevado al mayor de los Hermanos del Desierto a poder colocarse en una posición ventajosa desde la que cuidar de Datsue. Se había mantenido al margen de la conversación, pero llegados a aquel punto, el miedo a que su compadre decidiese pasar de las palabras a los actos le había podido.
Con una ligera inclinación de cabeza saludó a los ninjas de la Lluvia.
—Daruu-san, Aotsuki-san —nombró—. Kaido-kun, qué bueno volver a verte.