8/07/2018, 17:07
Akame ignoró las palabras de Kaido y respondió a las de Daruu.
—Gracias, Daruu-san —sonrió—. Espero que tú puedas conseguir la plateada pronto.
El Amedama, que hasta el momento había tratado de ejercer de diplomático —sobretodo entre Kaido y Datsue, que parecían a punto de saltarse al cuello—, volvió a intentar relajar los ánimos. Akame no decía nada, sino que observaba; el muchacho de pelo negro parecía ser el líder del trío, o al menos llevar la voz cantante. Kaido sólo estaba interesado en darse de palos con Datsue, y Ayame se mantenía en un evidente segundo plano sin aportar nada concreto.
«Bueno, parece que mi preocupación acerca de los amejin era infundada. No creo que ninguno esté dispuesto a atacar a Datsue. Él, sin embargo...»
Cuando su compadre volvió a la carga con la historia de Aiko, el jōnin quiso agarrarle la cabeza en ese mismo instante y estampársela de cara contra una de aquellas misteriosas y primigenias rocas. «Joder, Datsue, ¿es que no aprendes?» Aquel tema ya les había acarreado suficientes disgustos a ojos de Akame; el hecho de que su Hermano mostrara estar más que dispuesto a seguir indagando le irritaba profundamente.
El jōnin suspiró con resignación y se cruzó de brazos.
—Datsue-kun, en serio. Déjalo estar —pidió—. Volvamos a la Aldea.
—Gracias, Daruu-san —sonrió—. Espero que tú puedas conseguir la plateada pronto.
El Amedama, que hasta el momento había tratado de ejercer de diplomático —sobretodo entre Kaido y Datsue, que parecían a punto de saltarse al cuello—, volvió a intentar relajar los ánimos. Akame no decía nada, sino que observaba; el muchacho de pelo negro parecía ser el líder del trío, o al menos llevar la voz cantante. Kaido sólo estaba interesado en darse de palos con Datsue, y Ayame se mantenía en un evidente segundo plano sin aportar nada concreto.
«Bueno, parece que mi preocupación acerca de los amejin era infundada. No creo que ninguno esté dispuesto a atacar a Datsue. Él, sin embargo...»
Cuando su compadre volvió a la carga con la historia de Aiko, el jōnin quiso agarrarle la cabeza en ese mismo instante y estampársela de cara contra una de aquellas misteriosas y primigenias rocas. «Joder, Datsue, ¿es que no aprendes?» Aquel tema ya les había acarreado suficientes disgustos a ojos de Akame; el hecho de que su Hermano mostrara estar más que dispuesto a seguir indagando le irritaba profundamente.
El jōnin suspiró con resignación y se cruzó de brazos.
—Datsue-kun, en serio. Déjalo estar —pidió—. Volvamos a la Aldea.