9/07/2018, 15:57
(Última modificación: 9/07/2018, 17:05 por Uchiha Datsue.)
—Maldito co ..cobarde.
«Gracias por el cumplido», quiso decir. De nada valía negar una realidad más que obvia. Ayame preguntó qué le había hecho, y Daruu respondió por él. Akame, por su parte, le pidió que lo dejase estar. Que volviesen a la aldea. Datsue le enseñó una palma de la mano, pidiendo calma, tranquilidad.
Y es que, poco a poco, él mismo iba calmándose. Sosegándose. Daruu aseguró que estaban dispuestos a perdonarle, y al Uchiha no le hizo falta tener el Sharingan para saber que mentía. Quizá si él, ¿pero el resto? Luego, le pidió que diese su brazo a torcer en aquella venganza. Que asumiese responsabilidades.
Datsue se abrió de brazos.
—Ey, ¿qué estoy haciendo yo aquí? Las estoy asumiendo, Daruu. He venido aquí, a tu pequeña emboscada, y he perdido mi placa dorada. De jōnin al último eslabón en la cadena alimenticia. He pagado mi precio. He salido perdiendo más que nadie. Ni de coña me he quedado con ganas de más venganzas. —Aquello era una mentira y una verdad. Era verdad, porque había comprobado que con cada revancha que se tomaba salía más y más perjudicado. Era mentira, porque en el momento en que pensaba que había perdido su rango y su posición por ella, le entraban unas ganas de…
Unas ganas de…
—Claro que para hablar, tendría que ser sin el perrito faldero jōnin delante —susurró, a espaldas de Akame, para que sólo lo oyera Datsue—. Confío en que podamos gestionar esto de forma discreta.
—No le llames así —pidió, serio. Ni enfadado, ni amenazante, simplemente serio. Por mucho que respetase y le cayese bien Daruu, Akame era su Hermano. Y siempre lo sería, por mucho que últimamente se pegasen a muerte—. Le pediré que se vaya —le susurró a Daruu—, si haces lo mismo con los tuyos.
Si querían hablar, Kaido no iba a ser de ayuda. El chico era puro nervio. Y Ayame… Ayame le enervaba a él. Claro que, una cosa era pedírselo, y otra muy distinta que Akame aceptase. Hacía ya un tiempo que el poder de convicción que tenía en su Hermano había decrecido de manera sustancial. Quizá, desde el Valle del Fin. O desde que había perdido la placa dorada. No, seguramente incluso desde antes. Desde que la tragedia se cebó con Akame y le robó a su amada.
Aquella noche, ni siquiera había logrado persuadirle para que fuese al entierro.
«Gracias por el cumplido», quiso decir. De nada valía negar una realidad más que obvia. Ayame preguntó qué le había hecho, y Daruu respondió por él. Akame, por su parte, le pidió que lo dejase estar. Que volviesen a la aldea. Datsue le enseñó una palma de la mano, pidiendo calma, tranquilidad.
Y es que, poco a poco, él mismo iba calmándose. Sosegándose. Daruu aseguró que estaban dispuestos a perdonarle, y al Uchiha no le hizo falta tener el Sharingan para saber que mentía. Quizá si él, ¿pero el resto? Luego, le pidió que diese su brazo a torcer en aquella venganza. Que asumiese responsabilidades.
Datsue se abrió de brazos.
—Ey, ¿qué estoy haciendo yo aquí? Las estoy asumiendo, Daruu. He venido aquí, a tu pequeña emboscada, y he perdido mi placa dorada. De jōnin al último eslabón en la cadena alimenticia. He pagado mi precio. He salido perdiendo más que nadie. Ni de coña me he quedado con ganas de más venganzas. —Aquello era una mentira y una verdad. Era verdad, porque había comprobado que con cada revancha que se tomaba salía más y más perjudicado. Era mentira, porque en el momento en que pensaba que había perdido su rango y su posición por ella, le entraban unas ganas de…
Unas ganas de…
—Claro que para hablar, tendría que ser sin el perrito faldero jōnin delante —susurró, a espaldas de Akame, para que sólo lo oyera Datsue—. Confío en que podamos gestionar esto de forma discreta.
—No le llames así —pidió, serio. Ni enfadado, ni amenazante, simplemente serio. Por mucho que respetase y le cayese bien Daruu, Akame era su Hermano. Y siempre lo sería, por mucho que últimamente se pegasen a muerte—. Le pediré que se vaya —le susurró a Daruu—, si haces lo mismo con los tuyos.
Si querían hablar, Kaido no iba a ser de ayuda. El chico era puro nervio. Y Ayame… Ayame le enervaba a él. Claro que, una cosa era pedírselo, y otra muy distinta que Akame aceptase. Hacía ya un tiempo que el poder de convicción que tenía en su Hermano había decrecido de manera sustancial. Quizá, desde el Valle del Fin. O desde que había perdido la placa dorada. No, seguramente incluso desde antes. Desde que la tragedia se cebó con Akame y le robó a su amada.
Aquella noche, ni siquiera había logrado persuadirle para que fuese al entierro.
2 AOs mantenidas
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado