9/07/2018, 21:25
Akame seguía observando, impasible, al trío de ninjas de la Lluvia. Conforme más se desarrollaba la escena, más curioso le parecía el hacer de los jóvenes ninjas; pese a que podía asumirse con bastante seguridad que habían planeado todo aquello para emboscar y atacar a Datsue en una situación de tres contra uno —lo que manifestaba una clara temeridad—, en el punto en el que se encontraban en ese momento todo aquello había cambiado radicalmente. Eso llevó a Akame a pensar que, en realidad, los genin de Ame habían aceptado cooperar en ese momento única y exclusivamente por creer que así tendrían más posibilidades de éxito en su pequeña e individual venganza.
Todos parecían estar allí por una razón distinta, y eso hizo sonreír al jōnin.
Amedama Daruu había abandonado toda actitud beligerante y, tras recoger cable a la velocidad del sonido, era ahora el principal adalid del entendimiento entre buenos hermanos.
Pese a todo, Umikiba Kaido seguía en sus trece de rubricar su venganza por unos feos comentarios que Datsue había vertido sobre él en ciertos momentos, y su agenda parecía diverger radicalmente con la de Daruu.
Aotsuki Ayame parecía, quizás, la más furiosa de los tres. Akame no tardó en darse cuenta de que la kunoichi se había sentido traicionada por el giro que Daruu había dado a los acontecimientos; además de que, claro, su propia presencia quizás contribuía a irritar a la joven ninja. El jōnin ensanchó un poco más su sonrisa mientras daba otra pitada al cigarrillo, y decidió activar su Sharingan para darles un buen vistazo a los tres muchachos. «Hace mucho tiempo que no veo a Kaido-kun, ¿cómo de fuerte se habrá vuelto?»
Tras un rápido análisis, el Uchiha no pudo evitar suspirar con cierta decepción. Su viejo compañero de aventuras era, ciertamente, el más débil de los tres; con Ayame en un lejano segundo puesto y Daruu claramente a la cabeza.
Luego Datsue tomó su decisión y abrazó al amejin como a un compañero de batalla a moribundo. Con su mano libre formó un escueto —pero esclarecedor— mensaje, que los ojos del mayor de los Hermanos del Desierto no tardaron en captar. Aquello hizo sonreír, definitivamente, a Akame. El jōnin dió otra honda calada a su tabaco y esperó, paciente, mientras veía a la kunoichi alejarse.
Todos parecían estar allí por una razón distinta, y eso hizo sonreír al jōnin.
Amedama Daruu había abandonado toda actitud beligerante y, tras recoger cable a la velocidad del sonido, era ahora el principal adalid del entendimiento entre buenos hermanos.
Pese a todo, Umikiba Kaido seguía en sus trece de rubricar su venganza por unos feos comentarios que Datsue había vertido sobre él en ciertos momentos, y su agenda parecía diverger radicalmente con la de Daruu.
Aotsuki Ayame parecía, quizás, la más furiosa de los tres. Akame no tardó en darse cuenta de que la kunoichi se había sentido traicionada por el giro que Daruu había dado a los acontecimientos; además de que, claro, su propia presencia quizás contribuía a irritar a la joven ninja. El jōnin ensanchó un poco más su sonrisa mientras daba otra pitada al cigarrillo, y decidió activar su Sharingan para darles un buen vistazo a los tres muchachos. «Hace mucho tiempo que no veo a Kaido-kun, ¿cómo de fuerte se habrá vuelto?»
Tras un rápido análisis, el Uchiha no pudo evitar suspirar con cierta decepción. Su viejo compañero de aventuras era, ciertamente, el más débil de los tres; con Ayame en un lejano segundo puesto y Daruu claramente a la cabeza.
Luego Datsue tomó su decisión y abrazó al amejin como a un compañero de batalla a moribundo. Con su mano libre formó un escueto —pero esclarecedor— mensaje, que los ojos del mayor de los Hermanos del Desierto no tardaron en captar. Aquello hizo sonreír, definitivamente, a Akame. El jōnin dió otra honda calada a su tabaco y esperó, paciente, mientras veía a la kunoichi alejarse.