19/04/2020, 15:12
—¿Nerviosa? Eri estará estupendamente, seguro que sí.
— ¿Nerviosa? No, estoy enfadada. — lo único que se reflejaba en su rostro era preocupación. — ¡Os dije que tuvieseis cuidado! ¡No era tan dificil! Haceis un poco de vuestra magia y después os rendis, os dais la mano con el oponente y a casa. Pero no, claro que no, mejor ir hasta el final, hasta que uno de los dos esté inconsciente o con todos los huesos rotos.
El mismo día que había ido a ver a Ren, despierta y completamente recuperada, se había enterado que Eri también estaba ingresada. Inconsciente y con heridas importantes. Estaba fuera de peligro, pero verla ahí, llena de vendajes, sobre una camilla, con ese aspecto de paz. En ese momento, Hana había sentido sus fuerzas flaquear. Todos los recuerdos sobre hospitales volvieron a ella. ¿Y si perdía a Eri también?
Salió corriendo del hospital en ese mismo momento. No. No podía. Se encerró en su habitación y no salió hasta que Datsue apareció a ofrecerle ir ambos a ver a Eri más adelante, cuando se hubiese recompuesto y estuviese despierta. Aceptó.
Ahora estaban allí, ella temblando por motivos completamente diferentes a los que pensaba Datsue. Bueno, tampoco tan diferentes. Sí, tenía verdadero pavor a que Eri no saliese de allí. Pero el verdadero miedo residía en la perdida, en lo que simbolizaban los hospitales. Ver camillas, médicos y todo el ambiente le recordaba todo lo que perdió y todo lo que podía perder ahora.
Por eso supuso que lo mejor era camuflarlo con enfado. Si no se hubiesen arriesgado tanto ahora no tendría que ir ella a visitar a nadie a ningún hospital. Con Ren había dudado, pero al verla tan campante se había sentido mucho mejor. Sin embargo, Eri era lo opuesto. Solo esperaba que aquel día estuviese mejor.
Una vez hubiesen llegado, ella misma abriría la puerta de la habitación con una falsa determinación para ocultar lo acojonada que estaba.
— ¿Eri-sensei? — preguntó con un hilillo de voz la genin.
— ¿Nerviosa? No, estoy enfadada. — lo único que se reflejaba en su rostro era preocupación. — ¡Os dije que tuvieseis cuidado! ¡No era tan dificil! Haceis un poco de vuestra magia y después os rendis, os dais la mano con el oponente y a casa. Pero no, claro que no, mejor ir hasta el final, hasta que uno de los dos esté inconsciente o con todos los huesos rotos.
El mismo día que había ido a ver a Ren, despierta y completamente recuperada, se había enterado que Eri también estaba ingresada. Inconsciente y con heridas importantes. Estaba fuera de peligro, pero verla ahí, llena de vendajes, sobre una camilla, con ese aspecto de paz. En ese momento, Hana había sentido sus fuerzas flaquear. Todos los recuerdos sobre hospitales volvieron a ella. ¿Y si perdía a Eri también?
Salió corriendo del hospital en ese mismo momento. No. No podía. Se encerró en su habitación y no salió hasta que Datsue apareció a ofrecerle ir ambos a ver a Eri más adelante, cuando se hubiese recompuesto y estuviese despierta. Aceptó.
Ahora estaban allí, ella temblando por motivos completamente diferentes a los que pensaba Datsue. Bueno, tampoco tan diferentes. Sí, tenía verdadero pavor a que Eri no saliese de allí. Pero el verdadero miedo residía en la perdida, en lo que simbolizaban los hospitales. Ver camillas, médicos y todo el ambiente le recordaba todo lo que perdió y todo lo que podía perder ahora.
Por eso supuso que lo mejor era camuflarlo con enfado. Si no se hubiesen arriesgado tanto ahora no tendría que ir ella a visitar a nadie a ningún hospital. Con Ren había dudado, pero al verla tan campante se había sentido mucho mejor. Sin embargo, Eri era lo opuesto. Solo esperaba que aquel día estuviese mejor.
Una vez hubiesen llegado, ella misma abriría la puerta de la habitación con una falsa determinación para ocultar lo acojonada que estaba.
— ¿Eri-sensei? — preguntó con un hilillo de voz la genin.