Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Uchiha Datsue caminaba con resolución hacia el hospital, vestido como ya era costumbre en él con su chaqueta negra de solapas azules, su camiseta blanca por debajo y un pantalón largo y azul que terminaba en unas botas negras. El único carmesí que había en él era su cinturón, así como el pequeño símbolo del clan Uchiha que estaba dibujado en su mechero, colgado del cuello.
A su lado, Hana. Ambos habían quedado en ir a visitar a Eri, dos días después de que se hubiese celebrado la primera ronda del torneo. El Uchiha tenía parte del labio inferior ligeramente morado, fruto de un golpe mal encajado contra Daigo.
Tras preguntar en recepción por la habitación de Eri —cuarta planta, habitación 212—, empezaron a subir por las escaleras.
—¿Nerviosa? —preguntó, tanteando a la genin—. Eri estará estupendamente, seguro que sí.
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—¿Nerviosa? Eri estará estupendamente, seguro que sí.
— ¿Nerviosa? No, estoy enfadada. — lo único que se reflejaba en su rostro era preocupación. — ¡Os dije que tuvieseis cuidado! ¡No era tan dificil! Haceis un poco de vuestra magia y después os rendis, os dais la mano con el oponente y a casa. Pero no, claro que no, mejor ir hasta el final, hasta que uno de los dos esté inconsciente o con todos los huesos rotos.
El mismo día que había ido a ver a Ren, despierta y completamente recuperada, se había enterado que Eri también estaba ingresada. Inconsciente y con heridas importantes. Estaba fuera de peligro, pero verla ahí, llena de vendajes, sobre una camilla, con ese aspecto de paz. En ese momento, Hana había sentido sus fuerzas flaquear. Todos los recuerdos sobre hospitales volvieron a ella. ¿Y si perdía a Eri también?
Salió corriendo del hospital en ese mismo momento. No. No podía. Se encerró en su habitación y no salió hasta que Datsue apareció a ofrecerle ir ambos a ver a Eri más adelante, cuando se hubiese recompuesto y estuviese despierta. Aceptó.
Ahora estaban allí, ella temblando por motivos completamente diferentes a los que pensaba Datsue. Bueno, tampoco tan diferentes. Sí, tenía verdadero pavor a que Eri no saliese de allí. Pero el verdadero miedo residía en la perdida, en lo que simbolizaban los hospitales. Ver camillas, médicos y todo el ambiente le recordaba todo lo que perdió y todo lo que podía perder ahora.
Por eso supuso que lo mejor era camuflarlo con enfado. Si no se hubiesen arriesgado tanto ahora no tendría que ir ella a visitar a nadie a ningún hospital. Con Ren había dudado, pero al verla tan campante se había sentido mucho mejor. Sin embargo, Eri era lo opuesto. Solo esperaba que aquel día estuviese mejor.
Una vez hubiesen llegado, ella misma abriría la puerta de la habitación con una falsa determinación para ocultar lo acojonada que estaba.
— ¿Eri-sensei? — preguntó con un hilillo de voz la genin.
Desde el combate —o eso le habían dicho— había estado reposando allí, en esa habitación, siendo atendida por numerosos médicos ninja o incluso gente del lugar. Estaba muy agradecida pero no dejaba de sentirse algo mal por hacer que todas esas personas se preocupasen por llevar al extremo su combate. No se sentía del todo satisfecha, pero había hecho espectáculo y solamente deseaba que Hanabi reconociera que era buena kunoichi.
Eso era lo que le preocupaba.
Dormía y descansaba, eso le habían dicho para recuperarse lo más pronto posible y volver con el entrenamiento, así que a eso se dedicaba. Nadie había venido a visitarla, pero tampoco le molestaba en gran cantidad, ¿y si ellos también habían sido dañados en combate? Aunque, una visita...
La puerta se abrió, sacándola de sus pensamientos al igual que se levantaba para quedar erguida en la cama. Desde allí pudo ver como una cabellera clara y unos ojos oscuros aparecían para visitarla: Hana y Datsue habían llegado.
—¡Hola! —exclamó, levantando una mano—. Veo que andáis bien, bueno, tú no Datsue, a ti te dieron fuerte —dijo, señalando el labio del Uchiha.
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Joder con Hana. Él que iba todo tranquilo, y ya le contagiaba los nervios. Aunque bueno, ella más bien parecía estar enfadada. ¡Manda narices, tener que escuchar una bronca de una pioja recién salida de la academia! «Ah, estas nuevas generaciones. No tienen respeto por nada, tú».
«Pero si solo le sacas dos años»
A veces Shukaku podía ser bien tocapelotas. «Bueno, coño, pero ya sabes a lo que me refiero».
«La verdad que no. Aunque si lo que te preocupa es que te respete, yo puedo darte un par de consejos. ¡Ya verás lo rápido que funcionan! ¡JIA JIA JIA!»
Datsue carraspeó. «Q-quizá más tarde». Sí, quizá más tarde. Si eso.
—¡Hola!
La voz de Eri le pilló por sorpresa. Le pasaba a menudo. Se dejaba llevar hablando con Shukaku y se abstraía por completo de su alrededor.
—¡Eri! ¿¡Cómo te va!? Bah, ¿esto? —dijo, señalándose el labio—. ¡Pues tenías que ver cómo quedó el otro! —rio. Algún diente le había caído, en plena refriega. O eso le pareció ver—. ¿Y tú qué tal? ¿Cuánto tiempo te van a retener aquí?
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—¡Hola! Veo que andáis bien, bueno, tú no Datsue, a ti te dieron fuerte
Era cierto. A Hana apenas se le había inflado un poco la mejilla del primer golpe de Ren y ya se le había bajado. El resto eran moratones ahora ocultos por la ropa.
— ¡Sí! Eso mismo. ¡Os dije que tuvieseis cuidado! Eri-sensei... — la voz se le quebró al final, acercándose rápidamente a la cama de la pelirroja. — ¡Estabas...! ¡Tú...! — intentó enfadarse pero no tuvo fuerza de voluntad.
Se echó sobre Eri abrazandola con fuerza con lágrimas en los ojos, a tomar por culo el enfadarse, el solo hecho de verla consciente y con todas sus funciones cerebrales le había quitado un gran peso de encima así que se había puesto a llorar. Se apartó poco después por si le hacía daño, además, que no, que estaba enfadada.
— No, sois los dos unos irresponsables. — infló las mejillas y cruzó los brazos tras secarse las dos lagrimillas que se le habían escapado de los ojos.
—¡Eri! ¿¡Cómo te va!? Bah, ¿esto? ¡Pues tenías que ver cómo quedó el otro! —rio. —. ¿Y tú qué tal? ¿Cuánto tiempo te van a retener aquí?
Eri se encogió de hombros. A ella le habían dado para el pelo.
Pero entonces notó como Hana se desinflaba y comenzaba a llorar, justo encima de ella. Eri había levantado las manos en señal de rendición, y, al final, terminó abrazando a la chiquilla para ver si se calmara. ¡No se esperaba esa reacción!
— No, sois los dos unos irresponsables.
—¡Venga, Hana! Si en verdad no pasa nada, me pondré bien, fue un combate muy intenso —restó importancia, moviendo su mano rápidamente por delante de ella—. En unos días más estaré fuera, seguro, y podré retomar mi entrenamiento, ¡no te preocupes! —prometió, sonriente—. ¿Y tú? ¿Saliste muy escarmentada? Que yo sepa, te peleaste con Himura Ren.
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«Así que unos días más, como mínimo», dedujo, cuando Eri se encogió de hombros ante la pregunta de cuánto tiempo le quedaba por estar allí.
Hana, que no estaba acostumbrada como el Uchiha a ver en tantas ocasiones a amigos suyos recuperándose de una golpiza en el hospital —o que simplemente era mucho más sensible—, rompió a llorar. Fue la herida quien tuvo que consolar a la sana. La que salió derrotada a la vencedora. Qué dulce ironía.
—Y saldrá más fuerte que nunca, ¡ya lo verás! —añadió a las palabras de consuelo de Eri—. Ganar está muy bien, pero es de las derrotas de donde más se aprende. Es un viejo dicho y lo es por algo.
Luego, Eri preguntó a Hana qué tal había sido su combate contra Ren.
—Eso, eso. Cuéntanos. Que Raito-sensei lo estuvo presenciando y me dijo que fue de lo más… —¿Qué palabra había usado?—, peculiar.
Sí, algo así había dicho.
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— ¿Y tú? ¿Saliste muy escarmentada? Que yo sepa, te peleaste con Himura Ren.
Pensaba decirle que no le cambiase de tema, que estaban hablando de lo irresponsable que había sido y de lo arriesgado que había sido combatir hasta el final de los finales. Sin embargo, fue más rápido Datsue y ya no pudo ignorarles.
—Eso, eso. Cuéntanos. Que Raito-sensei lo estuvo presenciando y me dijo que fue de lo más…peculiar.
Hana sintió el calor conocido del sonrojo en sus mejillas y hasta la punta de sus orejas. Lo cierto es que solo recordaba vagamente aquella pelea, y esperaba que estuviese equivocada con lo que había pasado. Solo se habían gritado y pataleado como niñas pequeñas, ni siquiera recordaba hacer el sello de confrontación ni nada, hostias, una tras otra, Doton por aqui, katanazos de madera por allá.
— Pues un combate, nada más. Tal vez hablaramos un poco antes... — estaba claro que estaba omitiendo información.
Apartó la mirada de Eri, avergonzada, se secó el par de lágrimas que se le habían escapado e intentó cambiar de tema.
— Y... ¿Y tú qué, Datsue? Solo salir le tiraste una piedra kilométrica según la gente que lo vio. Al menos, no te pusiste a gritarle nada a ningún kage como la pareja de amenios. No se habla de otra cosa en todo el valle.
Sin duda se estaba volviendo mejor en eso de evadir temas, sacando dos temas para que pudiesen elegir.
Datsue trató de levantarla el ánimo, pero no estaba mal ni decaída por ello, quizá algo dolida, pero probablemente era algo físico antes que algo psicológico de verdad. Luego la atención viajó a Hana rápidamente. Al parecer, su combate fue algo fuera de lo normal en estos casos.
— Pues un combate, nada más. Tal vez hablaramos un poco antes...
Apartar la mirada de su sensei fue algo bastante sospechoso por su parte, ganándose una mirada entrecerrada de la Uzumaki. Luego intentó cambiar de tema. Pero ya hablarían sobre eso, ya.
— Y... ¿Y tú qué, Datsue? Solo salir le tiraste una piedra kilométrica según la gente que lo vio. Al menos, no te pusiste a gritarle nada a ningún kage como la pareja de amenios. No se habla de otra cosa en todo el valle.
—¡Eso! Llevo días aquí y nadie me ha hablado sobre cómo han ido los suyos, así que contádmelo todo, ¡con detalle!
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A ninguno de los dos jōnins le pasó desapercibido el descaro con el que Hana cambió adrede de tema. Quería ocultar algo, Datsue no tenía la menor idea del qué, pero de lo que sí estaba seguro es que no lo dejaría pasar tan fácilmente. Por el momento, dejaría que se confiase, que creyese que ya había pasado el peligro.
—Ah, sí. Un buen dotonazo le mandé de primeras. Levanté el centro del ring con las manos desnudas y se lo lancé a bocajarro —rio. Qué gracioso había sido aquello—. Y luego una gran bola de fuego. ¡Bam! Sin dejarle respirar. El tío fue esquivándolos como pudo a base de ninjutsus y logró acercárseme para darme un puñetazo, que encajé con gusto para propinarle yo otro recubierto de la más dura roca. ¡Bam, bam, bam! —exclamaba Datsue, emocionado, mientras relataba el combate gesticulando un montón—. Y luego va el tío y con la ayuda de un clon intenta echarme fuera del ring, ¡lanzándome por los aires! Pero en el último suspiro ejecuto el Muro Estilo de Tierra y lo uso como apoyo. Harto ya de tanta tontería, le digo que me lance su mejor ataque. ¿Y sabéis qué hace el tío?
Dejó que el silencio inundase la estancia por unos tensos segundos antes de responderles.
—¡Lanza una nube de humo! ¡Una nube de humo! —exclama, indignado—. Bah, no sé de qué me sorprendí. Típico en los kusareños. Así que voy y yo le tiro un tsunami. ¡A la cara, sin tonterías! Pero Daigo logra saltar por encima de él, y entonces sí, ejecuta su mejor ninjutsu. Un fūton capaz de reventar el muro de tierra a mis espaldas. ¿Y sabéis que hago?
Otro silencio, esta vez más corto. Datsue miraba a ambas con ojos encendidos.
—¡Nada! —rio—. ¡No hago nada! ¡Simplemente me lo como! ¡Sin inmutarme! —exclamó con fuerza, dándose una sonora palmada en el pecho—. Y entonces ejecuto el jutsu de la victoria. Ese que tanto Eri como yo tratamos de enseñarte, Hana. Todo el poder de Uzu, concentrado en una esfera de energía rotante que impacta contra su pecho y le deja en estado de barbecho, como buen kusareño que es.
»En resumen —dijo, encogiéndose de hombros—, no estuvo mal.
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Datsue entró en modo narración de combate. El primer movimiento Hana lo entendió perfectamente, sacó una piedra y se la lanzó a la cabeza, después un jutsu de fuego, por si con la piedra meteorica no era suficiente. Luego un puñetazo de tierra, una técnica que ella misma acababa de aprender. Pero conforme avanzaba la narración todo sonaba cada vez más complicado, que si un Fuuton por allá, un muro de Doton por aquí, puñetazos, más Fuutones y al final un Rasengan.
La genin asintió convencida. Si le volvía a preguntar, ella se había quedado con que Doton vs Fuuton y Rasengan al final como resumen del combate de Datsue. Pero... ¿cuanto chakra tenía aquel hombre? Ella apenas podía hacer dos puñetazos de Doton y Datsue había comentado minimo 10 técnicas en unos segundos. De las cuales 9 eran Ninjutsu avanzado, es decir, inversion de chakra alta. Era una bestia.
— Pero, ¡Datsue! ¡Si sabías tanto Doton podrías haberme enseñado algo! Además, ¿cómo que un tsunami, un katon y un Doton? Pero ¿cuantos elementos sabes? — miró a Datsue pasando de indignada a ofendida y de ofendida a estupefacta, aquel chico parecía un pozo sin fondo de destrucción. — Ah, sobre el Rasengan... igual puedo hacerlo para el siguiente combate. — lo soltó como bomba disuasoria.
No estaba del todo segura, solo le había salido una vez lo de no reventar un globo de aire y ni siquiera había intentado hacerlo sin él. Al menos Eri sí había sido testigo de como reventaba el globo de agua poco antes del primer combate. Por suerte, lo de que no reventase el globo de aire se le daba mejor que el de agua. Con un poco de tiempo, lo dominaría sin problemas. O eso creía elal.
Eri escuchó, atenta, el relato de su viejo amigo, mientras una sonrisa surcaba los labios del chico que no parecía borrarse a medida que narraba su enfrentamiento. Una piedra gigante, una bola de fuego, puñetazos, muros...
Y el mejor ataque del que resultaba ser un kusajin fue una bomba de humo, según el Uchiha, claro. ¡Y va y le tira un tsunami! Espera, «¡¿Tsunami?!» Se preguntó ella, mirándole con los ojos bien abiertos. ¿Desde cuándo sabía suiton? ¿O quizá...? No, dudaba mucho que Datsue hubiera usado su Mangekyō para algo así.
Pero podía ser posible, vaya si podía.
«Daigo, huh...»
—Y entonces ejecuto el jutsu de la victoria. Ese que tanto Eri como yo tratamos de enseñarte, Hana. Todo el poder de Uzu, concentrado en una esfera de energía rotante que impacta contra su pecho y le deja en estado de barbecho, como buen kusareño que es.
Y corona la narración con un no estuvo mal. Manda narices la cosa.
Hana no tardó en sorprenderse del relato de Datsue, y ella se giró a mirarla, sorprendida. Era cierto que ella sabía Doton, pero poco podía enseñarle a la chiquilla. En cambio, Datsue...
— Ah, sobre el Rasengan... igual puedo hacerlo para el siguiente combate. — lo soltó como bomba disuasoria.
—¡¿Ah, sí?! —exclamó Eri—. Perdón, Datsue, me he dejado llevar, espera, por partes... —carraspeó—. ¡Me dijiste que no usásemos todas nuestras bazas y vas tú y montas un espectáculo! Espero que Hanabi al menos haya disfrutado con el combate, porque si no... —seguramente lo había hecho—. Y antes de enseñarme ese bonito Rasengan, señorita, quiero los detalles de tu combate, ¡venga!
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Hana, visiblemente sorprendida, preguntó cuántos elementos dominaba el Uchiha. Datsue empezó a levantar los dedos de una mano. «Katon, Doton, Raiton… Un par de técnicas de Suiton. Una de Fūton… Sí. Dan cinco».
—Solo cinco elementos. Los básicos, vaya. Ningún elemento avanzado ni nada por el estilo —respondió, encogiéndose de hombros. Lo típico.
Lo que sí no era típico era que Hana hubiese logrado dominar el Rasengan tan pronto. Bueno, casi dominado. Pero aún así, ¡eso era todo un logro!
—¡Joder, te dije que podrías! —exclamó, al mismo tiempo que Eri. La Uzumaki enseguida desvió su atención hacia él, no obstante, recordándole aquello de no mostrar todas sus bazas—. Bueeeno. Pero, ¡es que me refería a bazas que no se supiesen! —protestó—. Ya muchos me vieron usando el Doton. Pero nadie salvo gente de la Villa sabe que ahora también domino el Raiton. —Y esperaba que siguiese siendo así por un tiempo.
Fue entonces cuando Eri, cual depredador entre la maleza esperando su oportunidad, lo vio. El momento perfecto, el instante en que la presa había bajado la guardia y ya se creía a salvo. Lanzó su pregunta al cuello, y Datsue calló, atento, esperando a la respuesta de Hana.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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24/04/2020, 11:25 (Última modificación: 24/04/2020, 11:25 por Himura Hana.)
—Y antes de enseñarme ese bonito Rasengan, señorita, quiero los detalles de tu combate, ¡venga!
Hana, que había sido todo sonrisas y asentimientos ante las explicaciones de Datsue, se puso palida de golpe al ver que su sensei no dejaba pasar el tema tan fácilmente. Tendría que dar explicaciones. Y ya que se ponía, ¿por qué no darlas todas?
— Bueno, pues me tocó contra Ren. Ya la conoces, Eri-sensei, era y es mi hermana de Ame que no es mi hermana, solo que nos tratamos como familia porque... bueno, técnicamente ella sí tiene familia pero en un principio se suponía que era huérfana, aunque con el padre que tiene mejor que hubiese sido huérfana. — carraspeó, deteniendose ella sola — La cuestión es que la última vez que nos encontramos nosotros tres, que me enseñasteis el Rasengan, yo estaba un poco plof porque nos habíamos peleado... bueno, no peleado, ella simplemente empezó a ignorarme, no me abría la puerta de su habitación, no me contestaba y me evitaba, básicamente. Mi familia está muerta y mi hermana me ignoraba, estaba algo triste, por decirlo suavemente.
Hana, que nunca había sabido controlar sus emociones, tenía los ojos húmedos y le temblaba un poco el labio inferior, al igual que la voz.
— En fin, que la primera vez que la vi después de todo eso fue en el combate. Y claro, le pregunté que qué le pasaba conmigo. Igual, discutimos un poco... — bajó la mirada, incapaz de mirar a su sensei mientras narraba su propio combate. — Tal vez empezáramos a insultarnos y a pegarnos sin ton ni son. Supongo que nuestro combate, visto desde fuera, fue el de dos niñas enfadadas. No fui capaz de mantener la calma y creo que ni siquiera hicimos sello de confrontación. Lo siento, Eri-sensei, todo lo que hablamos sobre como afrontar los combates y todo lo que me has enseñado se ha malgastado por un estúpido enfado.
La genin hizo una pronunciada reverencia y la mantuvo disculpandose con la pelirroja.
— Lo siento mucho, Eri-sensei, sé que no hubieses estado orgullosa de mí si lo hubieses visto, sé que te has esforzado conmigo y yo he malgastado ese esfuerzo. Perdoname.
Las lágrimas volvían a escapar de los ojos de Hana. Sabía que el espectaculo que había dado no era digno de una kunoichi, pero en ese momento, todo el amor que sentía hacia Ren se había convertido en ganar de agarrarla y darle collejas hasta que entrase en razón. Había querido hacerle daño y no solo físicamente. No había habido un solo atisbo de calma en ella, ni se había planteado una estrategia o nada. Y estaba segura que todo el estadio había oído lo que se habían dicho, porque prácticamente habían sido todo gritos. No quería ni imaginarse qué hubiese llegado a oídos de su sensei si no se lo hubiese contado ella antes. Probablemente lo que le dijese Datsue.
Eri puso morros a Datsue, de nuevo, pero no sabía qué replicarle pues tenía razón, así que la atención se la llevó Hana, quien se puso pálida de golpe. Parecía buscar las palabras adecuadas para hablar de su combate, hasta que, finalmente, logró arrancar.
Habló de Ren, su contrincante, su hermana de Amegakure con quien parecía tener una relación íntima. Se habían peleado un buen día y desde entonces la ignoraba, por ello estaba decaída. «Supongo que le cuesta horrores hablar de estas cosas con gente si se siente tan sola...» Eri comenzó a jugar con sus manos mientras ella proseguía con su discurso.
— Supongo que nuestro combate, visto desde fuera, fue el de dos niñas enfadadas. No fui capaz de mantener la calma y creo que ni siquiera hicimos sello de confrontación.
Sin duda, aquello le dolía y le provocaba un sentimiento algo agridulce en su pecho. Se había esforzado por que Hana fuera una buena kunoichi que no se dejase llevar por las emociones como ella lo había hecho más de una vez, pero, después de todo, no dejaba de ser una chiquilla de catorce años recién graduada y con una personalidad chocante. Formó una sonrisa triste al ver como torcía su cuerpo en una reverencia.
— Lo siento mucho, Eri-sensei, sé que no hubieses estado orgullosa de mí si lo hubieses visto, sé que te has esforzado conmigo y yo he malgastado ese esfuerzo. Perdoname.
Aprovechando que había bajado su rostro, Eri acarició su cabeza de forma lenta y pausada, aun sonriente. Miró a Datsue. Ellos también habían sido temperamentales durante mucho tiempo. Quizá demasiado.
—Venga, Hana, no pasa nada, todos nos hemos dejado llevar alguna vez —intentó restar importancia al asunto—. Así que no te preocupes, ha sido un combate y no todo el torneo, ¿no? Así has empezado dando espectáculo —prosiguió, mientras seguía acariciándola—. En el siguiente demuestra lo buena kunoichi que eres y ya.
Tampoco podían hacer nada por la primera ronda, así que no podía preocuparse más.
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