No se lo creía. No se lo podía creer. Ahí, ¡ahí estaba! La oportunidad de darle caza. La oportunidad de tenderle una trampa. Con día, hora y lugar acordado. Claro que… Claro que Hana había tardado tanto en contarlo que dicha oportunidad ya había volado. Ahora no era más que ceniza perdida entre el viento. No quedaba ni una mota de polvo.

Nada.

—¡Vamos no me jodas! —rugió, dándoles la espalda a ambas y lanzando un golpe al aire de pura frustración. Tan cerca, y tan lejos de nuevo—. ¿Yume? Yume era su novia. Me cago en todo los dioses, Yume era su novia y teníamos la oportunidad perfecta de tenderle una emboscada.

Pero el cumpleaños de ambos ya había pasado hacía mucho tiempo. Meses. «¡Lo teníamos, joder! ¡Lo teníamos!»

—¡Vamos no me jodas!. ¿Yume? Yume era su novia. Me cago en todo los dioses, Yume era su novia y teníamos la oportunidad perfecta de tenderle una emboscada.

Ambos se estaban poniendo tan tensos y nerviosos que Hana ya no sabía ni donde esconderse. ¿Qué les podía decir? Tal vez era culpa suya por no conocer la cara de Akame, ¡pero es que además lo daba por muerto! Era doblemente imposible que ella hubiese siquiera sospechado que aquel muchacho de Los Herreros fuese Akame.

— Sí, sí, claro que se lo dije. No... — quería justificarse, quería decirles que no era culpa suya, pero toda la presión se derramó y volvió a llorar. — Lo-lo siento, no-no lo sabía.Es culpa mía.

Era una deshonra como kunoichi, había dejado escapar al exiliado más peligroso de su villa en su cara. Ni siquiera se habíá dado cuenta hasta meses después. Tendría qeu haberlo sabido, tendría que haber hecho algo. Intentó retener las lágrimas, era una kunoichi madura y estaba participando en un torneo internacional por el honor de su villa.

Así que lloró igual, con la misma expresión lamentable que se le pone a todo el mundo al llorar.

— Lo siento, lo siento.

—¡Vamos no me jodas! —La exclamación de Datsue la asustó al no esperárselo, sin embargo; no dijo nada, pues el Uchiha decidió proseguir:—. ¿Yume? Yume era su novia. Me cago en todo los dioses, Yume era su novia y teníamos la oportunidad perfecta de tenderle una emboscada.

Era una gran oportunidad, una oportunidad desperdiciada. Si tan solo...

Hana rompió a llorar al tratar de justificarse, en vano. Eri no buscaba que la chiquilla se sintiera culpable al haber tenido a uno de los ninjas más buscados de Uzushiogakure justo delante y no haberlo reconocido. Es cierto que en ese tiempo, ella no conocía la verdadera situación de Akame, por lo que no podía culparla del todo.

Pero estaba dolida, estaba dolida por haberle ocultado información cuando la tenía.

—Lo siento, lo siento.

—Ya está, Hana, no pasa nada —intentó conciliar la Uzumaki, posando una mano sobre su cabeza para acariciarla de forma rítmica—. No lo sabías por ese entonces, así que poco podríamos haber hecho, además; Datsue —llamó a su mejor amigo—. Sabes como es Akame, seguro que se hubiera teletransportado a un sitio lejano antes de que pudiéramos hacer nada. Tú mismo lo dijiste: solo se presentará ante nosotros cuando él quiera.

Datsue, incapaz de manejar su frustración allí parado, tuvo que caminar hasta la ventana de la habitación y, tras abrirla, sacar la cabeza fuera mientras apoyaba los antebrazos en el marco. No le salió de dentro consolar a Hana. En aquel momento, tan solo podía pensar en la oportunidad perdida. ¿Qué hubiese hecho, de haberlo sabido a tiempo? ¿Cuál hubiese sido su estrategia?

Pensar en ello tan solo hacía cabrearle más. Porque una cosa era encontrárselo por sorpresa, y otra muy distinta tenderle una trampa. Una. Dos. ¡Hasta tres formas se le ocurrían de joderle bien jodido!

«¡Ah! ¡Maldita sea! ¡MALDITA SEA!»

Quiso golpear una pared. Quiso lanzar un Gōkakyū tan poderoso que eclipsase el mismísimo sol. En su lugar, se quedó allí, con las manos blancas de tanto apretar el marco de la ventana, y todos los músculos en tensión.

La voz de Eri apenas le relajó. Todavía mirando hacia el horizonte del valle, respondió:

—Es más que probable que lo hubiese intentado. Pero tenía un plan… —¡Tenía un puto plan!—. La culpa no es tuya, Hana —dijo, no por consolarla, sino porque de verdad lo creía—. La culpa es de Yume, ¡que no dijo ni una mierda!

Ella y él iban a tener más que palabras a su vuelta.

Al parecer, hasta que no hacían llorar a la pobre genin no bajaban la tensión los dos Jounin, Hana empezó a plantearse entrenar una especie de llanto falso para la próxima vez y que así ella no tuviese que pasar el mal trago de que tanto Eri como Datsue la presionasen hasta que no pudiese más.

—Ya está, Hana, no pasa nada. No lo sabías por ese entonces, así que poco podríamos haber hecho, además; Datsue . Sabes como es Akame, seguro que se hubiera teletransportado a un sitio lejano antes de que pudiéramos hacer nada. Tú mismo lo dijiste: solo se presentará ante nosotros cuando él quiera.

"¿Teletransporte?" Estaba claro que empezaban a hablar de cosas de alto nivel, así que Hana afinó la oreja para ver si sacaba algo en claro. Teletransporte era una palabra interesante.

—Es más que probable que lo hubiese intentado. Pero tenía un plan…. La culpa no es tuya, Hana . La culpa es de Yume, ¡que no dijo ni una mierda!

Aún sorbiendose los mocos que querían ser libres a causa del breve llanto y hipando de vez en cuando con un sonido muy agudo, decidió intervenir.

— Yume-san se quedó muy palida cuando le di el mensaje, y después de eso me ha estado evitando. A veces la veía por la calle y cuando iba a acercarme desaparecía, supuse que las cosas con Kakita-san no habían salido bien y por eso me evitaba.

«¿Un plan?»

—La culpa es de Yume, ¡que no dijo ni una mierda!

Por esa frase, Eri entendió que Yume y él eran amigos o algo por el estilo, al menos conocidos. ¿Seguiría en la aldea? Probablemente, a no ser que Hana reportase qué había pasado con Akame en Los Herreros. No perdía de vista al Uchiha, que se encontraba en la ventana, sin mirarlas, y comprendió que, por mucho que a ella le afectase, a él le afectaba probablemente el doble.

— Yume-san se quedó muy palida cuando le di el mensaje, y después de eso me ha estado evitando. A veces la veía por la calle y cuando iba a acercarme desaparecía, supuse que las cosas con Kakita-san no habían salido bien y por eso me evitaba.

Suspiró.

—¿Notificaste esto en el Edificio del Uzukage? —preguntó—. Porque, si es así, no sé qué habrá pasado con Yume.

¿Yume? ¿Evitando a alguien? Entonces sí que estaba preocupada. ¿Acaso tendría algo que esconder? ¿Acaso habría hablado de buenas con Akame? Sacudió la cabeza, intentando apartar aquellos pensamientos. Después del atentado de Akame contra Chokichi, Yume había sido la primera en jurar venganza. No, no podía ser eso. Aunque…

—¿Notificaste esto en el Edificio del Uzukage? —preguntó de pronto Eri—. Porque, si es así, no sé qué habrá pasado con Yume.

El Uchiha giró la cabeza hacia ellas, por primera vez queriendo no solo oír la respuesta de los labios de Hana, sino también verla en sus ojos.

—¿Notificaste esto en el Edificio del Uzukage? Porque, si es así, no sé qué habrá pasado con Yume.

Ahí Hana encontró su confirmación. Eri pensaba que era tonta. Pero no tonta de 'Uy, mirala se ha perdido en el bosque', no. Tonta de 'Mirala, está hablando con una farola y no se da cuenta de que la está ignorando'. Infló las mejillas, molesta, antes de contestar.

— ¡Pues claro que lo he hecho! En cuanto reconocí a Akame escribí el reporte para el Edificio del Uzukage y lo entregué. Sé perfectamente la gravedad del asunto, pero no puedo hacer nada más.

Se cruzó de brazos. ¿Qué más querían de ella? ¡Claro que no sabía cómo era Akame! Si cuando se convirtio en kunoichi, él llevaba meses supuestamente muerto. Si no hubiese sido por Eri, hasta ver el cartel de busca y captura no hubiese sabido ni media sobre él.

— ¡Pues claro que lo he hecho! En cuanto reconocí a Akame escribí el reporte para el Edificio del Uzukage y lo entregué. Sé perfectamente la gravedad del asunto, pero no puedo hacer nada más.

A veces se cuestionaba si de verdad ella había sido como Hana. Haría no más de unos minutos, estaba llorando, ahora se enfadaba por una pregunta, una pregunta que no era ni más ni menos para saber la situación y poder actuar. No, Hana parecía que se lo tomaba de forma personal, y Eri rodó los ojos, algo cansada.

—No te he dicho que hagas nada más, solo quería saberlo —replicó la jōnin—. No conozco a Yume, pero si lo saben, probablemente la interroguen por eso —explicó, aunque no tenía porqué hacerlo—. ¿Datsue? —llamó, estaba muy callado, demasiado callado.

Y eso significaba que estaba pensando en Akame, y no podía ser del todo bueno.

—Ya la habrán interrogado —respondió, a Eri. No tenía sentido alguno que pospusiesen aquella decisión. Lo habrían hecho el mismo día que Hana entregó el reporte—. Eso, o ella habló con Hanabi antes de que eso sucediese.

No tenían forma de saberlo. No la tenían, porque no les habían contado una mierda. Eso le dolió. Sabía que no era el Jōnin más objetivo respecto al criminal Akame, pero hubiese esperado saberlo. Hubiese esperado que se lo contasen.

Chasqueó la lengua, irritado.

—Si algún día vuelves a cruzártelo… avisa a Eri —dijo, serio, a Hana—. ¿Compartís sello de la Hermandad Intrépida?

Los jounin siguieron hablando sin que Hana supiese muy bien qué decir. Era un tema demasiado delicado para ella, ella apenas era genin. Se había encontrado con Akame por pura casualidad, sin saber quien era y eso es todo lo que tenía que ver en aquel tema.

—Si algún día vuelves a cruzártelo… avisa a Eri. ¿Compartís sello de la Hermandad Intrépida?

Hana asintió. No le parecía extraño que Datsue lo supiese, siendo su propio jutsu y siendo Eri su mejor amiga. No tenía mucho más que aportar a la conversación. Ya les había explicado lo de Akame y no tenía más información.

El Uchiha tenía razón: seguramente habían interrogado a Yume en cuanto Hana lo reportó. La mayor suspiró, esperaba que fuese lo segundo y que Yume hablara con Hanabi antes de ser interrogada para ahorrarse todo lo que conllevaba, aunque seguía sin conocerla, esperaba que fuera así.

Pero, ella lo había desconocido hasta ahora. Ella, una jònin, con una placa que la representaba como kunoichi de su villa, que había estado meses en busca de Akame, y no había escuchado nada hasta que Hana se lo había dicho.

Apretó los puños sobre las sábanas, estaba dolida.

—Si algún día vuelves a cruzártelo… avisa a Eri —dijo, serio, a Hana—. ¿Compartís sello de la Hermandad Intrépida?

—Sí, tenemos el sello —afirmó ella a la par que Hana asentía—. Quizá deberíamos renovar el nuestro.

Datsue meditó por unos momentos. ¿Cuánto hacía que había colocado el sello en Eri y Nabi? La memoria le vino como un flash, y deseó no haberlo recordado. Había sido en Despedida, pocos días después de que encerrasen a Akame en un calabozo. Pocos días antes de que le matasen. O eso habían creído, al menos.

—Debe estar a punto de perder el efecto —dijo, con pesar. Sí, con pesar, porque eso significaba que…—. Vamos a perder el contacto con Nabi. Deberíamos avisarle, antes de renovarlo, ¿no?

Hana calló. Aunque cualquiera podría jurar que sus orejas crecieron un par de milimetros de todo el esfuerzo que estaba poniendo en captar toda la información que podía. Nabi era un nombre conocido. Era el pretendiente de Eri-sensei. Ella decía que era cosa del pasado, pero Hana sentía que había más.

¿Y quien mejor que el famoso Uchiha Datsue para desempolvar esa historia? Ahora la genin solo tenía que callarse y esperar que no cambiasen de tema demasiado rápido.

— ¿Nabi? — preguntó con gesto tan inocente como le fuese posible.

—Debe estar a punto de perder el efecto —Hizo un parón, para luego...—. Vamos a perder el contacto con Nabi. Deberíamos avisarle, antes de renovarlo, ¿no?

Ella asintió.

—El problema está en que no está en la villa en estos momentos, así que espero que vuelva pronto, cuando termine el torneo deberíamos estar en contacto siempre —se atrevió a puntualizar.

— ¿Nabi?

Eri miró a Hana. Ella le había hablado de Nabi, pero en aquel momento su voz sonó más a una excusa para que hablaran de él en su presencia más que para saber quién era aquel chico. Arqueó ambas cejas antes de contestar.

—Nabi es un chico de nuestra generación con el que hemos compartido mucho —comenzó—. Comparte el sello en nuestro canal junto a Stuffy, su perro; pero como está a punto de caducar, lo mejor será que lo renovemos con él presente —prosiguió—. Es Inuzuka.

Y luego se encogió de hombros. No era buena describiendo a la gente y menos a alguien con el que tan recientemente hubo tenido una relación.