28/06/2020, 21:50
Las calles de Kusagakure lucían tan brillantes como siempre. Las luces de los candelabros a la luz de la luna casi eclipsaban el eterno firmamento, donde tímidas estrellas se peleaban con centenares de cometas que huían de su hogar. El Inuzuka dio un paso, buscando cualquier rastro de humanidad por esos lares, pero todo andaba en silencio y con lúgubre manto. Era contradictorio, pues en esas calles solía ser común las risas y las charlas amenas, casi parecía una ciudad fantasma.
«¿Qué está... qué pasa aquí?»
Miró a su lado, y curiosamente su hermano no estaba a su vera. Algo realmente raro pasaba, pues pocas veces dejaba atrás al can. No entendía el porqué, pero su cuerpo le pedía a gritos que avanzase. Al final del camino que pisaba, una figura realmente extraña apareció de la nada. Sus orejas eran realmente abrumadoras, algo inhumano. Sus piernas largas y flexionadas hacían que la persona se viese flexio-compuesta sobre sí misma. La figura lo miraba, y con un nuevo paso por parte del rastas, el rostro de esa figura se hizo más conocido.
«R-ran... ¿RANKO?»
¿Qué clase de brujería era esa? Su compañera de aldea se había convertido en una especie de semi-humano, con rasgos que claramente la acercaban más a un conejo que a una persona. No pudo evitar retroceder un paso, y con ello la figura de Ranko se hizo más tenue.
—¡J-joder! —ya no sabía si retroceder o avanzar.
La Ranko-nejo alzó la mano, llamándolo en un alarido extraño, casi como si imitase las palabras de una persona cualquiera.
—E-Etsu-san… ¿Escuchaste?
Sonaba tan real... tan real... que...
La realidad le bañó, cual cubo de agua fría.
Etsu despertó para escuchar ruidos de lo más extraños, entre ellos un cuerno de guerra. En cualquier otra situación, lo normal habría sido que un sudor bien frío recorriese el cuerpo del chico de arriba a abajo, y su corazón se acelerase hasta casi desprenderse de su pecho.
Pero no fue el caso, su caso no sería para nada lo habitual.
Su corazón bombeaba mucho más lento de lo habitual, se encontraba tan sedado que ni caso a lo peligroso que pudiese sonar todo. Si que terminó por reincorporarse un poco, para ver como Ranko-nejo brincaba hacia la puerta de la sala. Numerosas camillas camillas decoraban su nueva habitación, y todo estaba repleto de maquinas y colores pastel. Una enorme madriguera en el fondo de la sala, y una nube que vomitaba arcoiris sobre un perro salchicha. Si bien no estaba en el cielo, poco le faltaba.
Se llevó las manos al rostro, intentando rasgar esa realidad tan difusa... se frotó varias veces los ojos, e intentó volver a mirar hacia sus lados. Ahora, pudo ver que algunas cosas habían cambiado, pero no demasiado. Así pues, intentó bajarse de la cama. Lanzó primero su pierna derecha hacia el suelo, y tras ello lo intentó con la izquierda. Pero algo no fue tal y como esperaba, su pierna izquierda estaba rígida como una barra de metal.
—¿Qu-e... coño?
Para cuando miró a su pierna, tenía una serpiente multicolor tragándose desde su pié hasta casi el final de su fémur.
¿Y ahora qué?
Ahora un pájaro carpintero parecía querer hacer su nido en algún lado.
¿Y ahora qué?
Etsu se llevó las manos hacia la cara, y rió como condenado, volviendo a recostarse sobre la cama...
«¿Qué está... qué pasa aquí?»
Miró a su lado, y curiosamente su hermano no estaba a su vera. Algo realmente raro pasaba, pues pocas veces dejaba atrás al can. No entendía el porqué, pero su cuerpo le pedía a gritos que avanzase. Al final del camino que pisaba, una figura realmente extraña apareció de la nada. Sus orejas eran realmente abrumadoras, algo inhumano. Sus piernas largas y flexionadas hacían que la persona se viese flexio-compuesta sobre sí misma. La figura lo miraba, y con un nuevo paso por parte del rastas, el rostro de esa figura se hizo más conocido.
«R-ran... ¿RANKO?»
¿Qué clase de brujería era esa? Su compañera de aldea se había convertido en una especie de semi-humano, con rasgos que claramente la acercaban más a un conejo que a una persona. No pudo evitar retroceder un paso, y con ello la figura de Ranko se hizo más tenue.
—¡J-joder! —ya no sabía si retroceder o avanzar.
La Ranko-nejo alzó la mano, llamándolo en un alarido extraño, casi como si imitase las palabras de una persona cualquiera.
—E-Etsu-san… ¿Escuchaste?
Sonaba tan real... tan real... que...
¡PLASH!
La realidad le bañó, cual cubo de agua fría.
Etsu despertó para escuchar ruidos de lo más extraños, entre ellos un cuerno de guerra. En cualquier otra situación, lo normal habría sido que un sudor bien frío recorriese el cuerpo del chico de arriba a abajo, y su corazón se acelerase hasta casi desprenderse de su pecho.
Pero no fue el caso, su caso no sería para nada lo habitual.
Su corazón bombeaba mucho más lento de lo habitual, se encontraba tan sedado que ni caso a lo peligroso que pudiese sonar todo. Si que terminó por reincorporarse un poco, para ver como Ranko-nejo brincaba hacia la puerta de la sala. Numerosas camillas camillas decoraban su nueva habitación, y todo estaba repleto de maquinas y colores pastel. Una enorme madriguera en el fondo de la sala, y una nube que vomitaba arcoiris sobre un perro salchicha. Si bien no estaba en el cielo, poco le faltaba.
Se llevó las manos al rostro, intentando rasgar esa realidad tan difusa... se frotó varias veces los ojos, e intentó volver a mirar hacia sus lados. Ahora, pudo ver que algunas cosas habían cambiado, pero no demasiado. Así pues, intentó bajarse de la cama. Lanzó primero su pierna derecha hacia el suelo, y tras ello lo intentó con la izquierda. Pero algo no fue tal y como esperaba, su pierna izquierda estaba rígida como una barra de metal.
—¿Qu-e... coño?
Para cuando miró a su pierna, tenía una serpiente multicolor tragándose desde su pié hasta casi el final de su fémur.
¿Y ahora qué?
Ahora un pájaro carpintero parecía querer hacer su nido en algún lado.
¿Y ahora qué?
Etsu se llevó las manos hacia la cara, y rió como condenado, volviendo a recostarse sobre la cama...
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~