3/07/2020, 22:31
Ryūnosuke vio el muro de tierra alzarse frente a él con indiferencia. Como ya habíamos dicho, él era un tsunami, y los tsunamis no se inquietan ante los muros de arena que juegan a hacer los críos en la orilla de la playa.
Ejecutó tres sellos y sopló la más tenue y frágil de las brisas que su único pulmón era capaz de concebir.
El Fūton reventó el segundo de los muros, allí donde el primer muro no había llegado. Ryū, por supuesto, hubiese reventado las dos hojas de papel sin pensárselo, derrochando chakra. Pero él ya no era ese. Ryūnosuke había saboreado la derrota en su niñez. Había sentido la debilidad en su carne. Por eso también le gustaba ver la debilidad en los demás y aprovecharse de ella. Como por ejemplo el hecho de que aquella kunoichi no fuese capaz de crear un muro en condiciones que ocupase todo el pasillo.
Pasó por el hueco de metro y medio que había generado y contempló cómo dos kunoichis y un par de enfermeros huían hacia la puerta de salida. A la izquierda, otra kunoichi gritaba junto a la puerta de la enfermería, a diez metros de distancia. Lucía asustada, no parecía que fuesen a planear ningún contraataque. Mas, ¿acaso los mosquitos espantados no vuelven siempre aún cuando saben que de un manotazo puedes aplastarlos?
Existía la duda, y a Ryūnosuke no le gustaba la incertidumbre. Tiró una canica de papel al suelo y una cortina de humo cubrió todo el cruce. El miedo a no ver les mantendría entretenidos.
Mientras tanto, el Heraldo del Dragón se dirigió a los camerinos. Había al menos media docena de ellos, pero no se detuvo. Pasó entre ellos hasta alcanzar la pared contraria. Apoyó la espalda en ella y extrajo un pergamino pequeño del portaobjetos. Lo abrió, y sobre él apareció un arma con cierto parecido a Cometruenos. No era ella, claro, pues esta se encontraba en el fondo del mar. Simplemente se trataba de un Dai Tsuchi normal y corriente.
Lo iba a necesitar.
Ejecutó tres sellos y sopló la más tenue y frágil de las brisas que su único pulmón era capaz de concebir.
Doton: Doryūheki: 80 PV + 20 Poder = 100 PV
vs
Fūton: Toppa: 20 PV + 112 Poder = 132PV
vs
Fūton: Toppa: 20 PV + 112 Poder = 132PV
El Fūton reventó el segundo de los muros, allí donde el primer muro no había llegado. Ryū, por supuesto, hubiese reventado las dos hojas de papel sin pensárselo, derrochando chakra. Pero él ya no era ese. Ryūnosuke había saboreado la derrota en su niñez. Había sentido la debilidad en su carne. Por eso también le gustaba ver la debilidad en los demás y aprovecharse de ella. Como por ejemplo el hecho de que aquella kunoichi no fuese capaz de crear un muro en condiciones que ocupase todo el pasillo.
Pasó por el hueco de metro y medio que había generado y contempló cómo dos kunoichis y un par de enfermeros huían hacia la puerta de salida. A la izquierda, otra kunoichi gritaba junto a la puerta de la enfermería, a diez metros de distancia. Lucía asustada, no parecía que fuesen a planear ningún contraataque. Mas, ¿acaso los mosquitos espantados no vuelven siempre aún cuando saben que de un manotazo puedes aplastarlos?
Existía la duda, y a Ryūnosuke no le gustaba la incertidumbre. Tiró una canica de papel al suelo y una cortina de humo cubrió todo el cruce. El miedo a no ver les mantendría entretenidos.
Mientras tanto, el Heraldo del Dragón se dirigió a los camerinos. Había al menos media docena de ellos, pero no se detuvo. Pasó entre ellos hasta alcanzar la pared contraria. Apoyó la espalda en ella y extrajo un pergamino pequeño del portaobjetos. Lo abrió, y sobre él apareció un arma con cierto parecido a Cometruenos. No era ella, claro, pues esta se encontraba en el fondo del mar. Simplemente se trataba de un Dai Tsuchi normal y corriente.
Lo iba a necesitar.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac...
![[Imagen: S0pafJH.png]](https://imgfz.com/i/thumbnail/S0pafJH.png)