4/07/2020, 03:16
Hubo dos estruendos que hicieron voltear a Ranko. El primero fue lejano, muy por encima de sus cabezas, como el trueno de un relámpago que, a pesar de que sabes que cayó a kilómetros de ti, sientes que estalló a tu lado. Ranko alzó la cabeza, bastante inquieta, sin saber qué había provocado tal explosión. Tal vez nunca se enteraría.
Entró a la habitación y fue hasta la cama de Etsu a toda prisa.
—No sé. El estadio parece estar bajo ataque —Miró al hermano canino, quien ni siquiera estaba consciente. Ya iría a con él, después de atender a Etsu. Mientras hablaba intentaría asistirle para que se levantara. Desafortunadamente, su pierna estaba enyesada. ¿Podría andar así? Le ayudaría, al menos, a sentarse al borde de la cama —. Y uno de los atacantes viene. V-viene y es… es demasiado fuerte. N-no puedo contra él. Ha-hay que salir. Levántate y yo llevaré a...
El segundo estruendo fue fácilmente reconocible. Era roca quebrándose y cayendo con violencia. La palidez en el rostro de Ranko era extraña en demasía, pues normalmente se vería sonrojado.
"El muro…" pensó, mientras dejaba sentado a Etsu y daba zancadas hasta la puerta.
Estaba allí, en el cruce. Aquella bestia había avanzado ya. ¿Habría servido de algo su Doryūheki en realidad? Supuso que no. Vio entonces cómo el hombre usaba una bomba de humo justo en el cruce de pasillos, la cual evitó que Ranko viera más.
"No."
Ranko dio un paso atrás y cerró la puerta. Era demasiado tarde. La única vía de escape había sido bloqueada por esa mole.
"S-se acabó… Si viene hacia acá, no creo que podamos hacer nada. Pero... si viene hacia acá… Hana-san tendrá oportunidad de escapar. Eso… eso es un pensamiento alentador."
—Ya viene. N-no sé quién es él, p-pero… Ya viene. E-Etsu-san…
Aquella comida donde se pelearon por invitar los alimentos de los demás, donde Kuumi prometió diseñar el uniforme del dojo del abuelo Inuzuka, donde habian hablado de Yota y de Kazuma, donde Daigo y Ranko se desafiaron en un futuro duelo, donde los cuatro se habían prometido luchar al máximo y darlo todo en el torneo… Aquella tarde temprana se sentía ahora tan lejana, tan surreal, como un sueño. ¿O era aquel día el sueño? ¿Se despertaría en su camilla, después de su combate contra Reiji?
—Etsu-san… —repitió, con lágrimas desesperadas en su rostro. Entonces se detuvo y pensó. Tenía miedo, pero allí, encerrada pero acompañada de sus camaradas, sintió que podía pensar mejor.
"Hay personas aquí que necesitan de mi ayuda. ¡Espabila, Ranko! ¡Calma! Respira ¿Qué puedes hacer?"
—No podré detenerlo —Miró al Inuzuka, si es que había logrado permanecer sentado —sola.
Un pequeño plan se maquinaba a toda velocidad en su cabeza. Pero aquel hombre… no sabía cómo procedería, ni qué tan arriesgado sería.
Entró a la habitación y fue hasta la cama de Etsu a toda prisa.
—No sé. El estadio parece estar bajo ataque —Miró al hermano canino, quien ni siquiera estaba consciente. Ya iría a con él, después de atender a Etsu. Mientras hablaba intentaría asistirle para que se levantara. Desafortunadamente, su pierna estaba enyesada. ¿Podría andar así? Le ayudaría, al menos, a sentarse al borde de la cama —. Y uno de los atacantes viene. V-viene y es… es demasiado fuerte. N-no puedo contra él. Ha-hay que salir. Levántate y yo llevaré a...
El segundo estruendo fue fácilmente reconocible. Era roca quebrándose y cayendo con violencia. La palidez en el rostro de Ranko era extraña en demasía, pues normalmente se vería sonrojado.
"El muro…" pensó, mientras dejaba sentado a Etsu y daba zancadas hasta la puerta.
Estaba allí, en el cruce. Aquella bestia había avanzado ya. ¿Habría servido de algo su Doryūheki en realidad? Supuso que no. Vio entonces cómo el hombre usaba una bomba de humo justo en el cruce de pasillos, la cual evitó que Ranko viera más.
"No."
Ranko dio un paso atrás y cerró la puerta. Era demasiado tarde. La única vía de escape había sido bloqueada por esa mole.
"S-se acabó… Si viene hacia acá, no creo que podamos hacer nada. Pero... si viene hacia acá… Hana-san tendrá oportunidad de escapar. Eso… eso es un pensamiento alentador."
—Ya viene. N-no sé quién es él, p-pero… Ya viene. E-Etsu-san…
Aquella comida donde se pelearon por invitar los alimentos de los demás, donde Kuumi prometió diseñar el uniforme del dojo del abuelo Inuzuka, donde habian hablado de Yota y de Kazuma, donde Daigo y Ranko se desafiaron en un futuro duelo, donde los cuatro se habían prometido luchar al máximo y darlo todo en el torneo… Aquella tarde temprana se sentía ahora tan lejana, tan surreal, como un sueño. ¿O era aquel día el sueño? ¿Se despertaría en su camilla, después de su combate contra Reiji?
—Etsu-san… —repitió, con lágrimas desesperadas en su rostro. Entonces se detuvo y pensó. Tenía miedo, pero allí, encerrada pero acompañada de sus camaradas, sintió que podía pensar mejor.
"Hay personas aquí que necesitan de mi ayuda. ¡Espabila, Ranko! ¡Calma! Respira ¿Qué puedes hacer?"
—No podré detenerlo —Miró al Inuzuka, si es que había logrado permanecer sentado —sola.
Un pequeño plan se maquinaba a toda velocidad en su cabeza. Pero aquel hombre… no sabía cómo procedería, ni qué tan arriesgado sería.
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