8/07/2020, 05:34
Ranko se había quebrado varias veces. Cuando su hermana le fracturó el brazo, y Ranko se dio cuenta que no era lo suficientemente fuerte. Cuando fue dejada sola en Yukio, y pensó que no era lo suficientemente valiosa. Cuando encontró a aquella niña de cabellos plateados, amiga de sus amigos, y se dio cuenta de la realidad cruel de algunas personas. Cuando perdió ante Reiji y se dio cuenta de que, aunque lo diera todo, no era fuerte. Nunca lo sería. Nunca podría despertar las Ocho Puertas Internas, pues no podía siquiera sobrevivir a un combate al límite sin ellas. Moriría si lo intentase con ellas.
Ranko se quebró junto con el suelo, el pasillo, la enfermería y las camillas. No hubo estruendo, ni ruido, sólo blancura y silencio. Y cuando parpadeó, estaba entre escombros, con la oscuridad cerniéndosele. Su cuerpo no sangraba, pero le dolía a mares. Su ojos cedieron ante el dolor y el cansancio. Pasó una eternidad antes de que pudiera crear el primer pensamiento en aquel abismo.
”Fue él, ¿verdad? Fue él. Aquella bestia. Fue porque no lo detuvimos, ¿verdad? ¿Fue porque quisimos huir en lugar de pelear. Porque me convencí de que era lo mejor. ¿Verdad? Es como en Yachi, pero multiplicado por cien. Eres lo peor, Ranko. Y ahora morirás. Morirás porque no pudiste seguir el camino de lo correcto. Morirás sin ser una heroína, sin ser leyenda. Morirás como una genin sin importancia de Kusagakure. Morirás sin haber tocado la flauta con tus amigos en el Festival, sin haber leído poesía de nuevo con Kazuma-san, sin haber enfrentado tus piernas contra los puños de Daigo-san. Sin haber visto un concierto de Rōga-san. Sin haber escuchado la voz de Ayame-san de nuevo. ¿Estás llorando? Claro. No puedes hacer nada más. Llorarás como la patética excusa de kunoichi que eres. Siempre lo supiste, ¿no? Que no aguantarías. Que por más que quisieras jugar a los héroes, caerías ante la realidad. Y ahora morirás. Sola, en el olvido.”
Pero de repente escuchó una voz lejana, en tiempo y espacio.
Abrió los ojos.
Ranko se levantó entre el escombro.
Ranko se había quebrado y rearmado, y nunca más escucharía esa voz en su cabeza. No quedaba Ranko patética, ni Ranko decidida, ni Ranko negativa. Sólo Ranko.
Sólo Hakuto.
Apenas y pensó, apenas y vio lo que había a su alrededor. No había pasado mucho tiempo en realidad, pero todo había sido destruido. Había huecos enormes en las paredes, el suelo se había hundido levemente, roto y frágil; roca, madera y metal por doquier. Sus amigos Inuzuka habían caído también. Ella había caído entre piedra, y tenía varios rasguños, pero nada roto. Luego vendría el tiempo de agradecer a los dioses, o a quien fuese. El techo crujía y pedazos caían sobre los instrumentos médicos desperdigados por la enfermería.
”No hay tiempo, no puedo darme el lujo de pensar.”
Tenía miedo aún en su interior, y la duda llenaba sus venas, pero sentía como si su cuerpo hubiese sido reensamblado, como si sus músculos hubiesen sido reparados con hilos de oro. No podía caer. No caería. Sus manos se movieron y entrelazaron varios sellos. Escupió dos rocas. Una creció y se convirtió en una segunda Ranko. La otra creció incluso más y se convirtió en una mole humanoide con grandes brazos y dos largas orejas de conejo grabadas en su espalda desde su cabecita.
El clon de rocas fue al instante a por Akane, quitando la camilla y las rocas que habían caído sobre él, y lo se lo echó al hombro. Estaba noqueado todavía, y tal vez no se despertaría pronto incluso después de tal sacudida. Ranko no se detendría a revisar qué tan herido estaba. Mientras el Golem se formaba, la Ranko original fue a con Etsu. Antes de aquel tornado, el luchador se había levantado con muletas, pero habría caído al ataque. Ranko ignoraría cualquier deseo de su amigo de ponerse de pie, y se lo echaría al hombro también.
—Hay que irnos. —diría firme, decidida a como nunca. Tal vez no tuviese aires convincentes, pero en esa situación no había de más. O Etsu cooperaba y se dejaba cargar, o todos perderían tiempo renegando ayuda. Y no había tiempo.
El Golem ya había escuchado su instrucción, y avanzaría con sus formidables brazos alzados, protegiéndolos de los escombros que cayeran. El pasillo parecía más una caverna que una construcción humana. Y por lo visto pronto no sería ni eso. Aquel ciclón, o lo que fuese, habría disipado la bomba de humo del hombre, y la había sustituido por una nube de polvo, menos densa y molesta. Avanzaría primero una Ranko con Akane, luego el Golem y luego otra Ranko con Etsu. Irían relativamente lento, pero ninguna roca tocaría a los Kusajin gracias al Golem. El plan era llegar a la intersección y girar hacia la salida, pero el desastre había creado boquetes en la pared de enfrente, hacia alguna habitación que no conocían, y detrás una enorme grieta conectaba el cuarto con el pasillo hacia la salida. Era bastante arriesgado, pero no había otra manera. Iría entonces por el hueco de la pared, e intentaría atravesar la estancia, si nada se lo impedía.
Y si se encontraban con la bestia… No, no había tiempo para pensar eso. Apenas y le dio tiempo de pensar en Hana, y de desear que hubiese salido a tiempo. No había tiempo ni para orar por que la estructura del estadio aguantase lo suficiente.
Ranko se quebró junto con el suelo, el pasillo, la enfermería y las camillas. No hubo estruendo, ni ruido, sólo blancura y silencio. Y cuando parpadeó, estaba entre escombros, con la oscuridad cerniéndosele. Su cuerpo no sangraba, pero le dolía a mares. Su ojos cedieron ante el dolor y el cansancio. Pasó una eternidad antes de que pudiera crear el primer pensamiento en aquel abismo.
”Fue él, ¿verdad? Fue él. Aquella bestia. Fue porque no lo detuvimos, ¿verdad? ¿Fue porque quisimos huir en lugar de pelear. Porque me convencí de que era lo mejor. ¿Verdad? Es como en Yachi, pero multiplicado por cien. Eres lo peor, Ranko. Y ahora morirás. Morirás porque no pudiste seguir el camino de lo correcto. Morirás sin ser una heroína, sin ser leyenda. Morirás como una genin sin importancia de Kusagakure. Morirás sin haber tocado la flauta con tus amigos en el Festival, sin haber leído poesía de nuevo con Kazuma-san, sin haber enfrentado tus piernas contra los puños de Daigo-san. Sin haber visto un concierto de Rōga-san. Sin haber escuchado la voz de Ayame-san de nuevo. ¿Estás llorando? Claro. No puedes hacer nada más. Llorarás como la patética excusa de kunoichi que eres. Siempre lo supiste, ¿no? Que no aguantarías. Que por más que quisieras jugar a los héroes, caerías ante la realidad. Y ahora morirás. Sola, en el olvido.”
Pero de repente escuchó una voz lejana, en tiempo y espacio.
«¿Kintsugi?»
Abrió los ojos.
«¿Aburame Kintsugi-sama?» le había preguntado a su mamá aquel día, a minutos de ir a la presentación oficial de la Yondaime Morikage, meses atrás.
«Así es. Aburame-dono será ahora nuestra Morikage. Es… Es un lindo nombre, ¿no crees?»
«¿Lo es? El kanji de ‘Oro’ y el de… ahm...»
«’Empalme’ o ‘soldadura’. ¿Recuerdas la vasija de cerezos del abuelo? Aquella que tú y Kuu-chan rompieron a los cinco años.»
«S-sí… ¡Pero fue un accidente!»
«Ja ja, claro que lo fue. ¡Qué niñas tan inquietas eran! Y las regañamos, pero luego llevamos la vasija con un artesano muy bueno y… Bueno, puedes verla en la repisa.»
«Oh, la reparó con oro. ¡Qué hermoso!»
«Así es. Si no se hubiese quebrado, no la habríamos reparado así. Y posiblemente estaría guardada en una caja que tu padre no encontrase. ¡Jo jo jo!»
«¡Entiendo! Entonces sí es un nombre hermoso… Kintsugi...»
«Oh, los nombres tienen más poder del que imaginas. ¿No, ‘Usagi-hime’?»
«¡Madre! ¡Y-ya no soy una niñita!»
«¡Jo jo jo! Bueno, te llamaré entonces a como apareces en ese libro, ¿eh?»
«Así es. Aburame-dono será ahora nuestra Morikage. Es… Es un lindo nombre, ¿no crees?»
«¿Lo es? El kanji de ‘Oro’ y el de… ahm...»
«’Empalme’ o ‘soldadura’. ¿Recuerdas la vasija de cerezos del abuelo? Aquella que tú y Kuu-chan rompieron a los cinco años.»
«S-sí… ¡Pero fue un accidente!»
«Ja ja, claro que lo fue. ¡Qué niñas tan inquietas eran! Y las regañamos, pero luego llevamos la vasija con un artesano muy bueno y… Bueno, puedes verla en la repisa.»
«Oh, la reparó con oro. ¡Qué hermoso!»
«Así es. Si no se hubiese quebrado, no la habríamos reparado así. Y posiblemente estaría guardada en una caja que tu padre no encontrase. ¡Jo jo jo!»
«¡Entiendo! Entonces sí es un nombre hermoso… Kintsugi...»
«Oh, los nombres tienen más poder del que imaginas. ¿No, ‘Usagi-hime’?»
«¡Madre! ¡Y-ya no soy una niñita!»
«¡Jo jo jo! Bueno, te llamaré entonces a como apareces en ese libro, ¿eh?»
Ranko se levantó entre el escombro.
«Hakuto.»
Ranko se había quebrado y rearmado, y nunca más escucharía esa voz en su cabeza. No quedaba Ranko patética, ni Ranko decidida, ni Ranko negativa. Sólo Ranko.
Sólo Hakuto.
Apenas y pensó, apenas y vio lo que había a su alrededor. No había pasado mucho tiempo en realidad, pero todo había sido destruido. Había huecos enormes en las paredes, el suelo se había hundido levemente, roto y frágil; roca, madera y metal por doquier. Sus amigos Inuzuka habían caído también. Ella había caído entre piedra, y tenía varios rasguños, pero nada roto. Luego vendría el tiempo de agradecer a los dioses, o a quien fuese. El techo crujía y pedazos caían sobre los instrumentos médicos desperdigados por la enfermería.
”No hay tiempo, no puedo darme el lujo de pensar.”
Tenía miedo aún en su interior, y la duda llenaba sus venas, pero sentía como si su cuerpo hubiese sido reensamblado, como si sus músculos hubiesen sido reparados con hilos de oro. No podía caer. No caería. Sus manos se movieron y entrelazaron varios sellos. Escupió dos rocas. Una creció y se convirtió en una segunda Ranko. La otra creció incluso más y se convirtió en una mole humanoide con grandes brazos y dos largas orejas de conejo grabadas en su espalda desde su cabecita.
El clon de rocas fue al instante a por Akane, quitando la camilla y las rocas que habían caído sobre él, y lo se lo echó al hombro. Estaba noqueado todavía, y tal vez no se despertaría pronto incluso después de tal sacudida. Ranko no se detendría a revisar qué tan herido estaba. Mientras el Golem se formaba, la Ranko original fue a con Etsu. Antes de aquel tornado, el luchador se había levantado con muletas, pero habría caído al ataque. Ranko ignoraría cualquier deseo de su amigo de ponerse de pie, y se lo echaría al hombro también.
—Hay que irnos. —diría firme, decidida a como nunca. Tal vez no tuviese aires convincentes, pero en esa situación no había de más. O Etsu cooperaba y se dejaba cargar, o todos perderían tiempo renegando ayuda. Y no había tiempo.
(Fuerza 60) El personaje puede levantar a otras personas.
El Golem ya había escuchado su instrucción, y avanzaría con sus formidables brazos alzados, protegiéndolos de los escombros que cayeran. El pasillo parecía más una caverna que una construcción humana. Y por lo visto pronto no sería ni eso. Aquel ciclón, o lo que fuese, habría disipado la bomba de humo del hombre, y la había sustituido por una nube de polvo, menos densa y molesta. Avanzaría primero una Ranko con Akane, luego el Golem y luego otra Ranko con Etsu. Irían relativamente lento, pero ninguna roca tocaría a los Kusajin gracias al Golem. El plan era llegar a la intersección y girar hacia la salida, pero el desastre había creado boquetes en la pared de enfrente, hacia alguna habitación que no conocían, y detrás una enorme grieta conectaba el cuarto con el pasillo hacia la salida. Era bastante arriesgado, pero no había otra manera. Iría entonces por el hueco de la pared, e intentaría atravesar la estancia, si nada se lo impedía.
Y si se encontraban con la bestia… No, no había tiempo para pensar eso. Apenas y le dio tiempo de pensar en Hana, y de desear que hubiese salido a tiempo. No había tiempo ni para orar por que la estructura del estadio aguantase lo suficiente.
Pensamientos (Plum) ✧ Diálogos (PaleVioletRed)